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Matt: El jodido mejor amigo del mundo.

Matt siempre tuvo buenos amigos, le gustaba socializar y divertirse jugando en grupo.
Es más, él estaba en el equipo de Babi Fútbol de su barrio y era la estrella, hasta los
cinco años.

Amaba los dulces de leche y a la mamá de Mark, su mejor amigo, que le preparaba
unos ricos chocolates para que llevaran de colación a hurtadillas de sus padres que
eran demasiado estrictos… Por lo menos su madre.

Tiene un hermano mayor llamado Sebastián y lo único que hacían siempre era pelear o
contarse cosas asquerosas que habían hecho para ver cuál de los dos ganaba en
diferentes categorías.

Cuando hacía mucho frío o llovía con los espantosos truenos y relámpagos, dormía
junto a él. Aunque eso acabó cuando cumplió los ocho, porque ya era muy grandecito
para hacer esas cosas de niños chicos.

Siempre había compartido con Mark, que era un chinito regordete, que parecía de
chocolate por lo morenito que era. Era una buena compañía en las tardes de
aburrimiento y tenía muchas anécdotas de diferentes viajes que había hecho con su
madre al extranjero por el complicado y movido trabajo de la señora Harrison.

Lo conocía como a la palma de su mano, o eso pensaba él.

En cuarto dio su primer beso forzado por la culpa de James; fue con Betty, una niña
que usaba los lentes más gruesos del mundo pero tenía lindas facciones y un pelo
larguísimo de color rojizo que le venía mucho con los ojos azules que tenía, claro que
sin los lentes el color de sus ojos podría definirse con seguridad y no con un supuesto.

Fue lo más horrible del mundo. Así que no lo contó como primer beso y su filosofía de
besos comenzó con una regla muy simple: Debe de haber amor. Hasta que no sea con
esa pizca maravillosa de la vida, sólo sería unión de labios.

A mediados de sexto conoció la que sería hasta la fecha, su mejor amiga.

- ¿Me puedo sentar aquí? – le preguntó una compañera de curso que nunca le hablaba,
sólo e dirigía la palabra para conseguirle goma o el color fucsia que tanto le gustaba.

- Dale – respondió él. Y esas fueron las palabras que hasta ahora siguen sonando en
su mente, porque adora el momento en que la conoció, a ella, la inteligente y simple
Andrómeda Thompson.

Le gustaba estar en la compañía de Andrómeda y cualquiera lo sabía, la disfrutaba


tanto como Mark amaba comer y como James adoraba mirar bajo las faldas de las
chicas. Era algo inevitable que quisiese estar siempre bien pegado a ella conversando
sobre cosas cotidianas de la vida y de las extrañas y bizarras peripecias que debían
hacer para explicar sus llegadas tardes a casa.

La mayoría de las veces se encerraban en su cuarto a planear travesuras, contar las


monedas que pedían en clases o a hacer las tareas mientras miraban sus programas
de televisión favoritos. Pero era algo imposible aburrirse hablando con alguien con
tanto tema y que amaba jugar a las preguntas y respuestas sin sentido mientras
hacían penitencias.

Pero fue demasiado saber que a su adorada Andrómeda le gustaba el bastardo de


James, porque el dichoso nombrado era de los típicos que no se enamoraban de las
niñas, que las trataba como si fuera un nuevo juguete – que sólo las toma por el rato -
y era justamente lo que ella, la delicada pero fuerte Andro, no necesitaba.

Ella debería fijarse en alguien parecido a él, pero con más sesos; de buen corazón,
jugado por la vida y que dedicara frases bonitas en días específicos. No como James,
que era un bruto sin duda alguna. Y no, no estaba celoso y tampoco gustaba de ella,
pero era como a la hermanita menor que sientes que es tu deber proteger con tu
cuerpo y alma, hasta con tu orgullo de repente. Siempre sería un amor fraternal.

“Me gusta James” aún podía oír el suave murmullo que había salido de la boca de su
amiga, que mirando el suelo avergonzada, trataba de parecer indiferente.

El tema se acabó el mismo día y minuto en que fue mencionado. No entendía bien el
por qué de la extraña urgencia que había nacido en él, queriendo conocer el dueño del
corazón de la pequeña y dulce Andrómeda.

- Sebastián – dijo suavemente, llamando a su hermano mayor que cenaba al lado de él


- ¿Qué pasaría si alguien te dijera que ya no ve a una persona con los mismos ojos?

- Que se puso lentes de contacto – bromeó el otro.

- Ya, es en serio – Matt frunció el ceño – No estoy para tonteras.-

- ¿Por qué de la pregunta? –

- ¡Me puedes responder solamente la maldita pregunta! – gritó Matt, le fastidiaba que
su hermano lo tratara como niño chico y lo ridiculizara en cada ocasión que podía.

- Calma, calma. – lo tranquilizó Sebastián, causando que el otro se enojara más, pero
no habló – Yo pensaría que… No entiendo la pregunta, pero podría ser que esa persona
ya estuviera enamorada de antes de esa otra persona, difícil pero no imposible… O
quizá se enamoró de esa persona cuando la conoció.-

- La primera me gusta – dijo Matt, luego se quedó dubitativo – No, definitivamente es


la primera, nadie se podría enamorar de James al conocerlo.

- ¡A la chiquilla le gusta James! – Celebró Sebastián, el castaño rodó los ojos – A


menos que tú seas rarito y te guste James, ojala que no sea esa, Dios.-

Matt rió y salió de la cocina dejando la mitad de su comida en el plato, tendría que
acostumbrase que a su amiga le gustara el… malo de James. Hablaría con ella y
trataría con suma delicadeza el tema, como típicamente lo hacían las mujeres cuando
se reunían y no paraban de ejercitar la lengua, resultaría muy extraño pero se
sacrificaría, por la amistad que ambos se tenían.

Pero antes de eso, un amigo muy cercano, que él pensaba conocer al derecho y al
revés, le mandó un mensaje de emergencia.
“Matt, ven a mi casa porfa”
Mark

Y cómo él era tan obediente, llegó a casa de los Harrison en menos de un segundo.
Tenía bastante curiosidad con lo que le diría Mark, el mensaje lo había asustado, Mark
JAMÁS mandaba un mensaje sino era importante. Era bastante tacaño.

- Me gusta alguien – fue lo primero que le dijo Mark cuando ya se encontraban en la


sala de estar – Y es quien menos esperas que me guste.

- ¿Te gusta Betty? – la chica había cambiado bastante de que se dio el beso con ella,
sus lentes cambiaron drásticamente en quinto y se desarrolló mucho mejor que las
otras niñas de su edad.

- No, menso, – susurró Mark – Me gusta Andrómeda – reveló al final.

Y justo en ese momento llegó James y les jodió la onda romántica en la que estaban,
hablando de chicas, de amor y de… ¿Andrómeda?

- A mi amigo Mark le gusta mi amiga Andrómeda, que también es amiga de él… Que
enredo más grande, y a ella le gusta James que también gusta de ella pero jamás lo
confesará – le mencionó Matt a Sebastián que dormía plácidamente y respondía de vez
en cuando con murmullos o soplidos fastidiado.

- Matt, si a ti también te gusta sería un problema, pero no te gusta así que no te


preocupes. – Fue lo único que le dijo Sebastián, para luego caer dormido, sin antes
soltar un suave “Cállate”.

Debía ser su imaginación o debía de estar soñando, eso no sonaba a realidad. Pero
lamentablemente siempre que uno quería que fuera un mal sueño, no lo era.

Pero lo que más le preocupaba ahora era el sufrido amor que sentía Andrómeda por
James, debía de hablar con ella, seguir con el plan que tenía. Cualquier cosa le servía
en ese momento de desesperación donde todos sus amigos gustaban de ellos entre sí,
donde en medio estaba metida su ahora mejor amiga.

Llegó a clases y vio cómo ella miraba el mar pasivamente, con sus inseparables
audífonos, quizá escuchando música en inglés o romántica deprimente.

Se sentó junto a ella y se mentalizó el hablar del tema. Pero… No.

Fue imposible, se acomodó y trató, pero no pudo. Incluso había gastado sus ahorros
en revistas femeninas llenas de Test y consejos de amor para que los leyeran juntos y
vieran lo inconveniente que era James como novio, esposo, amante o lo que fuera.

- Dime, te estás comportando raro Matt o no será que… - Andrómeda lo miró con una
sonrisa astuta y los ojos llenos de un brillo malicioso - … Tú eres…

- Andro, no soy gay – respondió seriamente Matt, el tema ya no le resultaba gracioso.

- Es que… en tu mochila andas con muchas revistas “Miss 17”, “Tú” y no sé cuantas
payasadas más, - ella comenzó a jugar con su largo pelo mientras de reojo observaba
al castaño que tenía enfrente – o no será que…
- Si, eso es; – Matt especificó – se que te cuesta hablar del tema, pero es lo mejor.

- ¡Mi pequeño y amigable Matt ya ha crecido y está enamorado!

Matt jamás se esperó eso, pero sonrió y comenzó a contarle a Andrómeda de la


inexistente chica que lo había enloquecido desde que la había mirado a los ojos en el
parque de la cuidad.

Ella lo miraba con los ojos enternecidos e incluso nublosos por las lágrimas de
emoción, apretaba sus manos arrugando las caritas de los conejos que estaban
estampados en su bolso y, de repente, se perdía en el espacio mientras él seguía con
su largo relato, quizá pensando en lo que jamás pasaría con James.

Quiso decirle que era mentira el enamoramiento y que la verdadera razón de todo era
que él, como amigo, debía decirle que lo relacionado con James era un error gravísimo
pero no tuvo el valor.

- Así que la chica… ¿Cómo era que se llamaba…? – La pelinegra miró hacia el techo,
buscando la respuesta entre todas las cosas que su amigo le había contado – No me
dijiste el nombre de la afortunada mujer que robó tu rojo y lleno de sangre corazón.

Matt se lo pensó un rato antes de soltárselo – Se llama Samantha y es de nuestra


edad, pero no creo que quiera conocerte, le dije que eras una antipática que lo único
que le importaba realmente era echar a perder la vida de la gente normal como
nosotros – Terminó bromeando, soltado una sonora carcajada audible para todo el
curso.

- ¡Eres un maldito Matt! – Gritó enojada - ¡Y luego me pides dinero para comprarte tus
famosos comics! ¡Ojala que te joda el perro con arestín que vive en la esquina de mi
casa, desgraciado! – Insultó la niña sin delicadeza para luego pegarle un ligero toque.

Todo el curso se largó a reír del espectáculo que estaban brindado gratuitamente de
gritos, groserías y burlas, claramente el profesor no lo toleró y ambos terminaron en la
oficina del orientador explicándole las razones por su mala lengua y las peleas
absurdas que siempre armaban gran alboroto, distrayendo tanto a los niños que
deseaban aprender como al profesor que estaba dictando la clase.

- Es que este idiota… - El sicólogo miró reprobatoriamente a Andrómeda, que daba su


explicación y punto de vista de la discusión - … es que Matt, empieza a decir cosas que
no son de importancia a gente que no conozco y me hace quedar mal con todo el
mundo, maldita sea, ojala te castren por mal educado Matt.

El consejero se acomodó los lentes y contó hasta mil, cuando se calmó dijo – Matt,
mejor cuéntanos tu lo que pasó; señorita Andrómeda, compórtese como una dama y
no denigre más a su compañero…

- ¡¿Pero cómo quiere que no lo denigre si él me está dejando como las pelotas con
personas que yo no sé quiénes son?! ¡Él necesita a alguien que le pares los carros y
ése no parece ser usted, ni su mamá ni el viejo de al lado! – continuó hablando la
niña, esta vez más enojada tanto con el guía como con Matt que la había metido en
este embrollo.
- Andro, lo de la chica era mentira, no hay ninguna Samantha – susurró él, ella que se
especializaba en oír conversaciones detrás de las paredes o a una distancia muy
grande escuchó, pero no dijo nada, sólo se sentó y no volvió a hablar en todo el rato
que estuvieron ahí, oyendo las pavadas que les decía el orientador.

- …Es mala la violencia, las malas palabras, la humillación, así que compórtense como
gente con sentido del respeto hacia el prójimo y por ustedes mismos. Ahora veremos
si pueden regresar a clases o tiene que venir sus apoderados – comunicó el mayor,
mientras se alejaba e iba directo a la oficina del director.

Ambos adolescentes se miraron asustados, era la cuarta vez en la semana que les
mandaban a buscar el apoderado y digamos, que no se sentían demasiado orgullosos
por eso y preferían no hablar del tema.

- ¿Por qué me mentiste Matt? – preguntó ella pegando su mirada a la de él.

- James no te merece, tú eres demasiado para él y no quiero que ese majadero


capacitado en imbecilidad te haga daño… No quiero verte sufrir – respondió él.

Los ojos de Matt se llenaron de lágrimas sin razón alguna, acarició la húmeda mejilla
de su más preciada amiga, que cada vez lloraba con más intensidad al igual que él; la
atrajo hacia su cuerpo en un fuerte abrazo de camaradería única que sólo ellos dos
tenían, era un apego que se veía reforzado por esas tontas y largas conversaciones,
que crecía cada vez que reñían por terquerías de ambos o por simple salvajismo.

Dos años y medio habían cambiado a estos jóvenes, que no querían separarse.

Porque estaban ya en octavo básico, el último año y luego de la licenciatura o


vacaciones, toda esa porquería de sentimentalismos nuevamente estaría en el aire,
todos tomaban diferentes caminos, ya era la hora de que cada uno escogiera su
destino fuera cual fuera.

- Mi niña, ya no llores – murmuró Matt al oído de Andrómeda que hipaba fuertemente,


pensando lo mismo que él, en la alejamiento forzado al que se verían.

- No soy tu niña, cerdo – dijo limpiándose con una manga del chaleco las lágrimas.

- Andro, antes de que nos manden de nuevo a la sala, ¿Me permites preguntarte
algo?- aún había una duda que lo asaltaba cada vez que llegaba a clases y veía a ese
rostro aniñado mirando por las ventanas esperando que algo cambiase.

- Ya lo hiciste, pero si quieres, pregunta otra cosa – mencionó riendo, pero al ver la
cara seria de Matt algo se apretó en su pecho.

Él tomó aire, realmente era muy difícil, más de lo que aparecía en las películas o en las
series que siempre veían – ¿Tú… fuiste a la casa de Mark hace unos días?

No cabían dudas, Andrómeda si había estado ahí. Aún podía sentir esos pasos que no
llamaron su atención en el momento indicado, en la corazonada que cada vez se volvía
más fuerte con el título “Algo no anda bien con tu amiga desde aquél día”. Esa cara era
tan fácil de leer como un libro abierto o como las tiras cómicas de los diarios.
- Si, ahí me presenté, – dijo ella desviando la mirada – escuché toda la conversación y
esas sandeces que decía James. No te preocupes Matt, no me hace daño, es por el
bien del grupo… Siempre debemos… de estar unidos – a Andrómeda nuevamente se le
habían llenado sus oscuros ojos con lágrimas y su vos estaba totalmente quebrada.

- ¡No es así! ¡No ves cómo James te manipula! – Gritó exasperado - ¡No puedes
quedarte ahí sentada mientras… él hace lo que quiere, maldición! – Nunca se había
sentido de esa forma, tenía la obligación de proteger a la chica que tenía en frente -
¡Acuérdate, James no puede pasarte a llevar…!

- ¡¿Cómo quieres que no le haga caso, dime, si mi corazón está… perdido por él?! –

- ¡Pues dile a tu corazón, que no le mire más a él, porque lo que sientes no es más que
una ilusión, Andro, te enamoraste de la persona equivocada! –

- ¡No puedo porque de esa forma me siento sola! –

- ¡No te puedes sentir sola! – volvió a gritar con más intensidad, ésta vez abrazándola
con toda su fuerza - ¡Yo estoy contigo!

Ella dejó de luchar contra los brazos de Matt, dejándose llevar por el momento. Estaba
muy perdida, confusa; pero su amigo, como siempre tenía toda la razón. Ella se había
formado un mundo en el que Matt no entraba, cuando él debía ser el primero en
habitarlo junto a su familia.

- Siempre juntos… - terminó diciendo ella.

Desde afuera, Mark con James estaban apoyados en el frío concreto escuchando el
íntimo griterío que salía de la oficina del orientador, quien observaba la puerta junto al
director sin querer entrar. A veces los problemas no se solucionan como uno desea,
de vez en cuando alguien debe estremecer tu mundo, siendo la única forma para que
sepas algo tan importante cómo que no estás solo.

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