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En respuesta al artículo escrito por mi colega Gastón y su salida del closet

(aunque no para los que lo conocemos más de cerca) ideológico, me remito a


contener el perfil de nuestro blog. Cabe aclarar que no hago referencia a
periodistas a los que se hizo alusión en dicho artículo, ya que nada tienen que
ver con parcialidad o imparcialidad científica, sino que eso se lo dejemos a los
campos de batalla del cuarto poder.

Debo decir que hay una disonancia permanente entre Estado y Mercado, esto
es así desde que, creo, existe el intercambio de bienes, o sea, desde siempre
(aunque no le llamábamos Estado).

Ahora bien, para no densificar mi exposición solo digo que uno de las
principales injerencias del Estado, (todos ellos, inclusive un Estado liberal) por
su debiera ser el de combatir los Monopolios.

Ya que el Gobierno es el elegido por el pueblo de manera lúcida (supongamos),


consciente (sigamos suponiendo), libre y directa, éste debería tener como uno
de sus ejes fundamentales el de no permitir que haya otros poderes mayores a
él, justamente porque el pueblo decide quien tiene el máximo poder (y
seguimos).

Sigamos conjeturando que parece evidente que se prefiere vivir con la mayor
libertad posible sin la interferencia, en la medida de lo posible para la
convivencia, de poderes coercionando y dirigiendo nuestros destinos. También,
por lo tanto, parece evidente que se preferirá una lucha equilibrada entre los
poderes elegidos por el pueblo y los poderes erigidos mediante el fallido
funcionamiento de los mercados.

Si bien hay mecanismos que, cualquiera con dos dedos de frente y con unos
pocos conocimientos de economía de mercado, definitivamente estarán mejor
en manos de la libre oferta y demanda en el mercado competitivo. En el cual
hay una energía social que, con reglas claras, empuja a mejorar la
productividad siendo lo más eficiente posible en la utilización de los recursos
(aunque esto no es siempre así, o mejor dicho, nunca es así. Pero es mejor,
siempre con reglas claras, que cualquier otra alternativa). Es que ya no nos
gusta cuando un sistema no elegido por nosotros nos estipula nuestra vida.

Ahora bien, para concluir, debo mencionar que no existen, ni existieron , ni


existirán monopolios sin la connivencia del Estado.

La barahúnda aquí es: Dije que el Estado, por ser a quien le delegamos el
poder sobre algunos aspectos de nuestra vida, debe atenerse a no permitir que
otros poderes se erijan por encima de él. Pero, hete aquí el quid de la cuid de
la cuestión, los poderes que se fundan paralelamente a aquel poder que
nosotros aceptamos, no pudieran formarse sin la complicidad de, justamente,
ese poder aceptado por nosotros.
Dicho de otra manera, queremos un papá que nos marque los límites, pero
también tenemos un tío (para un liberal como Gastón) o un amante de mamá
(para alguien más de izquierda) que tiene la plata que nos permite
desenvolvernos, y el muy perverso no nos deja salir a jugar. Siendo que papá
nos dió permiso!

Espero comentarios………

Pablo Pagani

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