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(Ensayos de critica cultural sobre el Chile de la Transici6n) © Nelly Richard Inscripeién N° 104.189 LSBN. 956-260-126-9 Editorial Cuanto Propi Keller 1175, Providencia, Santiago Fono: (56-2) 2047645 / Fax: (56-2) 2047622 E-mail: cuartopropio@cuartopropio.cl RESIDUOS Y METAFORAS Concepto de portada: Eugenio Dittborn Fjecucién de portads: Eugenia Prado Imagen de portada: fragmento de la obra El cadaver, el tesoro (1991) de E. Ditborn Retrato de solapa: Paz Ereizuriz Composicién: Produceiones EMT. Impresién: MERCADO NEGRO Producciones Graficas IMPRESO EN CBILE / PRINTED IN CHILE 2 edici6n, agosto del 2001 Queda prohibida Ia reproduccién de este libro en Chile y en el exterior sin autorizacion previa de la Editorial ‘Mis agradecimientos a la Fundacion jobn Simon Guggenbeim por la beca que me fue otorgada en 1996 para escribir este libro, 50 NELLY RICHARD desechos de la memoria reemprenden camino hacia las teo- rias"® mediante un “saber de la precariedad’™ que habla una lengua suficientemente quebrada para no volver a mortificar lo herido con nuevas totalizaciones categoriales, Y son, creo, estas zonas de conflicto, de negatividad y refraccién —estas zonas en las que se condensaba lo mas oscurecido de una contraescena todavia llena de latencias y virtualidades interrumpidas—las que guardan, en el secreto de su tensa filigrana, un saber critico de la emergencia y del rescate a tono con lo mas frégil y conmove- dor de la memoria del desastre. ® —Casallo, op cit, p. 13. De este saber de la precariedad y de la discontinuidad historias (que atra- viesa obras tan poderosis como las de Diamela Blt, en la literatura, y de Eugenio Dittborn, en las artes visuals chilenas), se podiia decir que es un saber "constructivo mas que nada en sentido benjaminiano”: un saber que *compone como en un mostico los fragmentas... que Ia crisis nos ha puesto dlante rompiendo los grandes nombres de la lengua de la verdad”. Franco Rells,# silencio y las palabras; el pensamiento en tempo de criss, Barcelo- 1a, Paid6s, 1992, p. 70. TORMENTOS Y OBSCENIDADES Uno de los momentos tacticas de la Tran- Sicién es el disimulo: fingir no tener lo que se tiene. Guardar en silencio los cwerpos que flotan en la memoria de la muerte 9, al bacerlo, permitir a la actualidad cons- truir un discurso de la imposibilidad de Jas clausuras, 1a politica editorializa sus crueldades y por 1a via de los testimonios se disculpa de los ccuerpos desterrados por la lengua. Carlos J. Ossa Ciertas dificiles trabazones de signos entre memoria e his- toria, involucradas en la operacién critica de produccién del recuerdo, se urden en los pliegues difusos de significaciones retorcidas que se salen del relato principal para acosar su marco con las hablas entrecortadas de narraciones secundarias. (Qué revisitar de la memoria del pasado para que el trabajo de la critica se aleje lo suficiente de las grandes recomposicio- nes de escena del andlisis sociopolitico que delinea una historia sin detalles ni recovecos; una historia que ha suprimido de su j6n de conjunto todo lo extrafto al ordenamiento regular de esa totalidad prediseftada (las pequeias cortaduras y disgrega- ciones del sentido, las microtexturas de historias de vida por donde se filtra lo més insidioso de las simbélicas de la violen- cia)? Son quizs los fragmentos inoficiales de las narraciones més enredadas lo que debemos releer con precision detallista para que la memoria y el recuerdo confiesen el embrollo de sus culpas, tormentos y obscenidades. En pleno gobierno de la Transici6n, fueron publicadas dos autobiografias firmadas por Luz Arce y Marcia Alejandra 52 NELLY RICHARD Merino! que relatan la historia de ambas mujeres, militantes de iaquierda durante la Unidad Popular, luego detenidas por los servicios secretos del régimen militar (DINA) que las recluyo las tortur6 hasta que ambas se convirtieron en delators y cole. boradoras de dicho organismo oficial por mas de 10 ancy Los relatos se arman en la intersecci6n de varias lineas de conflctos (ideolégicas, morales, poltcas, ticas) cuya turbie, dad contribuy6, sin duda, a que fueran silenciados por los me. dios de comunicacién chilenos que se desentendieron comple. tamente de su publicacién pese a que Ia informacion reserva sobre los autores responsables de las violaciones a los derechos humanos contenida en cada libro interpelaba directamente la Politica de la Transicin, Estos testimonios que desbordan ex extensién y magnitud pablicas- el limite editorial de simple historias de vidas, tomaron la forma de dos autobiografine de mujeres pilladas entre la compulsion verbal de querer decir mi ¥ mas Clas mujeres no saben callar*) y el completo slencic on el que la norma sociomasculina de la raz6n politica castigo su desobediente exceso de palabras. Pero, contrariamente ay que expresa el lugar coméin segéin el cual las mujeres no cesan de hablar para no decir nada, estas compaginaciones de relatos cargo de L. Arce y M.A. Merino dicen mas de lo que dicen y lo hacen mezclando la retérica de la sinceridad que guia su au, ‘oescrtura con los artficos de un yo en recomposicion de es, cena que juega, a su vez, con los cédigos de simulacién y disi. mulo del cambio democritico, Lone —e. fate Santiago, AGT, 1908 ee ee pa cenacren, pope emer ieie napa: TORMENTOS ¥ OBSCENIDADES 3 El chantaje de la verdad: cuerpos y nombres M.A. Merino comienza su relato autobiogréfico, diciendo: entre la desnudez, los estertores producidos por Ia electrici- dad, la vejaci6n, los golpes, grité sin poder controlarme el pri- mer nombre: Maria Angélica Andreoli. Senté que todo habia ter- minado para mi, Habja traicionado lo que mas amaba en ese entonces”®. Desde sus primeras detenciones y reclusiones, M.A. Merino y L. Arce se vieron enfrentadas a tener que decir la verdad bajo la presion de métodos coactivos. Decir la verdad, confesar lo que sabian, era la condici6n para que el cuerpo se salvara de la tortura a cambio de algunos nombres. Hoy, en el contexto de publicacion y relectura de estas autobiografias, pareciera que cuerpos y nombres vuelven a ser nuevamente objetos de una siniestra extorsion, Para saber acerca de los cuerpos de los des- aparecidos y sacarlos de la violencia del anonimato de ser N.N. (cuerpos no identificables), habria que volver andnimos a los ejecutores de esa violencia que -si lo sabemos~ tienen nombres y apellidos conocidos. Decir o callar, revelar u ocultar, son los verbos del chantaje que divide la méquina del conocimiento centre la bisqueda absoluta de una verdad total sobre el destino de los cuerpos y las formulas intermedias de transacci6n de una informaci6n siempre parcial. Esta division entre lo total y lo parcial, lo absoluto y lo relativo, no hace sino acusar el drama de la imposibilidad de poner en relaci6n de equivalencia el dafio y su compensaci6n para, en nombre de la verdad y de la justicia, tratar de medir algo de por si incalculable: el dolor de la pérdida. La confesién autobiogréfica de la Flaca Alejandra no s6lo busca el perdén por haber delatado ciertos nombres. Quiere volver a nombrar: “dar ahora a conocer los nombres de los res- ponsables y entregar antecedentes sobre ellos que ayuden a > Miverdad, p.6. 34 NELLY RICHARD desenmascarar(los)”. El libro finaliza con un anexo donde se nombra a detenidos-desaparecidos y a funcionarios de la DINA que reedita asi la escena primaria de la culpa desde su reverso: el arrepentimiento. La Flaca Alejandra paga la traicion de la primera denuncia con esta nueva denuncia hecha para saldar la deuda de su autora con la sociedad, gracias a un restitutivo suplemento de contrainformacién. El libro se cierra con el abismante sinfin de una enumera- cién de personas que repite mecdnicamente el acto de “entre- gar nombres” bajo tortura, armando un compulsivo listado que alterna las fichas de victimas y victimarias en la zona ambigua- mente compartida de una delacién-confesin-acusacion, Pero estos nombres de victimas y victimarios, igualados por las ma- ydsculas de la tipografia dentro del libro, cobraron muy des- iguales valores de resonancia nacional a la hora de su publica- ci6n. El General Contreras -ex jefe de la DINA y principal acu- sado- Ilené durante varios meses (entre junio y diciembre 1995) la primera plana de la actualidad chilena con el ilegitimo sus- penso de una enfermedad orquestada para diferir su ida a la cArcel. Mientras tanto, la tension irresuelta del legitimo querer saber “;dénde estan?” siguié relegada a un triple margen de desafecto nacional: sin respuesta documentada a su interroga- ci6n de vida o muerte, sin dramatizaciones narrativas del horror de su verdad mutilada, sin elaboraciones simbélicas de la pérdi- da que obsesiona al duelo. ‘A diferencia del General Contreras que protagoniz6 la ac- tualidad haciendo de la demora el episodio de una obra en ‘curso, los detenidos-desaparecidos ya conocieron el triste des- enlace de verse archivados como simples casos en la fosa co- min de los listados oficiales de comisiones y tribunales. La co- media del diferimiento en torno a los males del General Contre- ras retuvo la atencién piiblica con el “zcudndo?” bipertelevisivo op.cit, p.8 ‘TORMENTOS Y OBSCENIDADES 55 de una ida a la cArcel que sacrificé nuevamente el “;dénde?" de la pregunta por los cuerpos que permanecen, ellos, indocu- mentados: doble suspenso nacional de una misma trama en pre- sente continuo que tiene sus hilos secretamente amarrados en algéin callado punto de razonamiento y forcejeo del argumento de la ConcertaciOn. Tirar un solo hilo es correr la malla entera, ya que los puntos de uni6n entre saber y callar, disfrazar y ‘ocultar, confesar y engafar, estin todos invisiblemente amarra- dos entre si por la complicidad del silencio que rodea el oscuro trasfondo de secretos guardados y pactos encubiertos. Obscenidad I Durante su estadia en el hospital militar de Talcabuano, el General Contreras fue llevado a distintos centros médicos para realizar los exdmenes que confirmarian las enfermedades sus- ceptibles de aplazar su ida a la cdrcel. Aparecieron varias veces en Ia television imagenes del General Contreras reducido a la condicién de examinado, puesto en inconcebibles relaciones de analogia formal con la situacién de los cuerpos destinados a la tortura: los traslados de recinto en recinto— desnudarse - colo- car el cuerpo en posiciones obligadas — ser objeto de la accion ‘fragmentadora de méquinas - ser corporalmente investigado en ‘busca de una verdad. El General Contreras haciendo teatro con sus enfermeda- des tuvo que exbibir el lamentable revés de un cuerpo que habia ejercido el terror desde la postura erguida — vertical - del man- do; un cuerpo abora tendido como paciente, a la merced del ojo examinador de la camara que lo recortaba anatémicamente para sacar a luz su informacién secreta. El General Contreras fue parédicamente condenado por la television a ser también victima de ciertas tecnologias corpora- les de la verdad (sometido a observacién, expuesto al foco del interrogatorio médico, vigilado por la maquinaria del examen y sujeto a objetivacion ~reducido a objeto- en una ceremonia 56 NELLY RICHARD piiblica de rebajamiento fisico) s6lo que bajo escandalosa pro- teccién medidtica y politica. Las tomas del General Contreras radiografiandose y sus ra- diografias exbibidas en la pantalla que mostraba el detalle or- ganico y visceral de tejidos invadidos por la enfermedad Ileva- ‘ron lo malsano a la inquisitiva transparencia de un primer pla- no sobre sus recovecos, sobre las interioridades y profundidades mérbidas de zonas del cuerpo semi-inconfesables y obscenamente ‘penetradas por la noticia. El cuerpo malsano fue remitido televi- sivamente a toda la cadena de asoctaciones semanticas que li- ‘gan el imaginario de las enfermedades tumorales a las figuras ppatol6gicas de lo sospechoso y de lo maligno’, haciendo que di- chas asociaciones se deslizaran y se trasladaran inevitablemen- te del cuerpo (escenario de la proliferacién de lo anormal) a la ‘mente (gestora de lo indigno). El eco, diabélicamente resonan- te, de la expresion “contra natura” que se aplic6 a los transitos intestinales del enfermo y que fue repetida por toda la prensa nacional, comunicé ast el subtexto latente de un esperado juicio moral sobre la inbumanidad del enfermo que pudo ser por fin nombrada a través de una sola palabra: “degeneracién”. Una palabra que elev—inoficialmente- el sintoma corporal al rango ‘figurativo de metéfora denunciante. La traicion perpetua En sus dos autobiografias, M.A. Merino y L. Arce se desig- nan a si mismas como “la Flaca Alejandra colaboradora" y “Luz Arce, la delatora, la traidora’. 5 Dice F Lombardo: “los cuerpos. El cuerpo siempre tiene sus razones, él hace metifora de lo innombrable, enquista, supura, enloguece en lam cién sllenciosa de células que un dia fueron la vida misma desplegindose y ahora son la praliferacin insana de eso que la vida hizo, se hizo e hizo a otros", Francesca Lombardo, “Cuerpo, violencia y tracion’, en Revista de Gritica Cultural, N11, junio de 1996, Santiago, p. 36. ‘TORMENTOS ¥ OBSCENIDADES 7 Ambos relatos nos dicen que el primer acto de traicién se ‘comete al entregar informaci6n bajo tortura, 0 por miedo a ella. Habria una linea divisoria, marcada por la entrega del “primer nombre”, que separa la zona de lealtad en Ia que la persona se mantiene entera, de la zona de traicién en la que dicha persona termina delatando a sus compaiieros porque su integridad (mo- ral, siquica) ha sido quebrada: lealtad y entereza, traicion y quebrantamiento, asimilan el principio moral de la firmeza a un ideal de rectitud que es traicionado por la primera delacién. Pero, a medida que avanzamos en las autobiografias, esta linea recta de separacién tajante entre un “antes” (puro) y un “des- pués’ (impuro) de la primera falta, también “se quiebra’: se dobla y se tuerce, se ramifica y bifurca ambiguamente. ;Cudles son las primeras renuncias y entregas que convierten a L. Arce y a M.A. Merino en traidoras: la delacién del primer nombre bajo tortura, el haber aceptado después ser oficiales de la DINA a cambio de una promesa de libertad, o bien sus repetidos es- fuerzos cémplices para ser posteriormente aceptadas y recono- cidas por la jerarquia del poder militar? Los contornos que acu- san 0 disfrazan el perfil de la traici6n son ellos mismos traicio- neros’, Nunca se sabe exactamente cual es el limite de confiabi- lidad de sus hablas arrepentidas, ni en qué injuzgables mirge- © Dice D. tit: “cuando se cumpli6 a etapa de la delacion, ya Luz Arce y Marcia Alejandra Merino, entrron en un nuevo estadio vital. Sus energias ‘esurgieron con un cbjetivo absorto como fue pasar a integrar el cuerpo de inteligencia military llegar a converse en oficiales de ese servicio. Para conseguir ese objetivo, buscaron la proteccion de oficiales maduros que, dese su impresionante poder, las mantuvieron vivas apelando al espacio ‘mis clisico del encuentro de lo masculin y lo femenino como es el ejerei- cio de a sexualidad. Guando losrelatosentran en esa etapa, ya les parimettos ‘ambian, Una lectura atenta permite vsiumbrar que realmente estin com- ‘rometidas con las redes de inteligencia militar, se hacen partcipesintlec- twal y emocionalmente de los conflicts y de las luchas iternas, Cada una ‘con sus respectvos socios-captoresamantes emprende otra vez una carrera, Ima, % Se pregunta Luz Arce: “y... yo no soy mujer? Me dio cientos de explicacio- res. No me convenci6, pero en esos dias para mi era todo un halago ser considerada por sobre todo una militante”, op. cit, p. 51. - NBLLY RICHARD El silencio, el grito y la palabra impresa Las historias que narran M.A. Merino y L. Arce pasan una y otra vez por cuestiones de nombre, voz e identidad, recorrien- do una estigmatizada secuencia de disminuciones, confiscacio- nes y anulaciones del “yo” que busca su compensacién final en la imborrabilidad de la palabra impresa. Primero, su pasado de militante llev6 a ambas mujeres a experimentar la clandestinidad y los sobrenombres para ocultar y disfrazar una identidad peligrosa. Luego, durante sus reclu- siones, se vieron desprovistas de “existencia legal” y reducidas “aun simple nimero” en las cérceles militares. Posteriormente, su vinculacién con las oficinas de la DINA-CNI exigié que cam. biaran muchas veces de nombres para borrar huellas y confun- dir pistas de reconocimiento. Identidades suprimidas o tergiver- sadas dejaron huecos de ajenidad y carencias en el sujeto de cesta doble historia que se autopercibe como un no-“yo": al guien con “un nombre usurpado” y “una existencia sin iden- idad™". La consistencia material de ese “alguien” ha pasado ademas por la prueba fisica de la tortura que lo desarticulé y lo redujo a ser “algo” tirado ahi, que estd “‘siendo’ usado’ hasta el paroxismo de la desarticulacién. EI silencio (la tenaz negativa a pronunciar sonidos) y el grito (la trituraciOn fisica del molde locutorio de la palabra) son dos manifestaciones ligadas a la situacién de la tortura que trans- greden la ley de articulacién fonética del sentido. El silencio y el grito son lo que precede o excede la formulacién del “primer nombre” cuya entrega bajo tortura suspende temporalmente el castigo aplicado sobre el cuerpo del torturado. El silencio y el arito son dos formas de no-palabra: de una palabra inutilizable cuya negatividad ~controlada o salvaje deberé ser convertida a la fuerza por el torturador en significacion utilizable". La con- Tid, p. 56. "Para un anilisis de los signticados de la tortura, en particular de la retacién ‘TORMENTOS Y OBSCENIDADES 6 fesion hablada ser4 el victorioso trofeo del afrontamiento entre tun cuerpo datado e inservible y el dispositivo de Ia crueldad ‘que terminara arrancindole una palabra finalmente Gtil®, La vio- lencia fisica de la tortura, literalmente, hace pedazos. Fractura la unidad corporal de la persona dislocando sus miembros. Hace estallar el néicleo de la conciencia razonante. Si el ejercicio de Ja tortura rebaja el cuerpo al estado prelingtlistico del silencio 0 del grito, verbalizar Ia historia del sujeto que ha logrado traspa- sar ese destructivo limite se transforma en el acto mediante el cual el sujeto daiiado podra vengarse de su pasado de inhuma- na condena a la subhumanidad del grito, nominando ahora lo innominable", EI relato de L. Arce asocia reiteradamente el motivo del ‘entre poder, cuerpo y vou, consulta: Eline Scary, The Body in Pain; the Se cena eee Scere ane ot ete ence oe i Sone main aaa Soa comarca eavone wa tie Se ee eee ea video, Ediciones Trilce, 1993, p. 104. oo Men PAS ya ro ote dea paar as oeva ieee eas en atalnaree Oe ee eters eee ee eg le oe Dey nuen Cade ar paoaunaent err Ln Cpu ete pareee aera tet aar ec aepeatousea Se ee ese rst Sea As ata mel fe ert Pople get oreeprtne cenit rea enter reece pio Kopeeehtie ohm tere ee ete act ee cae peeentect meete = ‘NELLY RICHARD bloqueamiento de la identidad al trauma de la pérdida de ha- bla: “era como si la propia voz no sonara; como si uno no exis- tiera”™, La falta de voz (de la voz como vehiculo expresivo de la subjetividad hablante) somatiza la destruccién de la persona ya incapaz de pronunciar sonido, de testimoniar de si misma como fuente de sentido. Después de tantos deterioros de la facultad hablante, escribir un libro, recurri a la elocuencia de jugar con el arte de las palabras, es una manera superlativa de recobrar la voz, Antes de publicar estas dos autobiografias, M.A. Merino y 1. Arce habian ya roto el silencio que pesaba sobre sus pasados de delatoras y colaboradoras de I DINA. Ambas habian ya de- clarado frente a los tibunales para contribuir con su confesion al esclarecimiento de la verdad sobre casos de violacién a los derechos humanos. Estas autobiografias exhiben la condicion Posterior ~aftadida~ de ser un “suplemento” textual: gpor qué la necesidad de este suplemento escrito, de esta suplementacién autobiogréfica de una verdad previamente testimoniada que habia ya cumplido su funcién social de utilidad pablica? Es como si no hubiesen bastado las entrevistas de prensa ni las declaraciones de tribunales que rodearon las primeras con- fesiones de M.A. Merino y L. Arce en Chile para que ellas logra- ran volver a entrar en posesin de sus identidades largamente capturadas y secuestradas por el chantaje represivo. Es como si ambas hubiesen necesitado de la autobiografia para re-posesio- narse completamente de si mismas, rememorando el “yo" des- trozado de sus historias de vida a través de un relato capaz de dotarlo retrospectivamente de continuidad narrativa, El pacto autobiografico garantiza formalmente la coin- cidencia entre narrador, autor y personaje, sellando la cuestion de la identidad bajo la marca reafirmativa de un “yo” asi triple- mente calzado. Y esta reafirmaciOn-confirmacién de identidad Proyecta Ia ilusion de poder reparar el dato de los miltiples ® Op.cit, p.78. ‘TORMENTOS ¥ OBSCENIDADES 7 aniquilamientos del “yo* padecidos a lo largo de sucesivas vio- lencias. Al suponer la continuidad referencial de un sujeto dota- do por la narracién psicol6gica de volumen y espesor, el tes monio y sus convenciones autobiogrificas rellenan los vacfos dejados por las supresiones y enajenaciones de identidad. Ade- mis, el criterio de veracidad que sustenta la definici6n del te monio basada en reglas de autenticidad documental y el éxito editorial del que se ha beneficiado este género aportarian una doble prueba de realidad que converge en revertir el insistente *temor a no ser creida” manifestado por ambas autoras a lo largo de sus historias. j La recomposicién narrativa del “yo” del testimonio que or- dena ambas autobiografias es guiada por una voluntad de recu- peracion del nombre: £I infierno comienza con la frase “Me llamo Luz Arce, me ha costado mucho recuperar este nombre” mientras Mi verdad termina con “Yo, Marcia Alejandra Merino...”. El nombre de ambas mujeres fue tantas veces obliterado y tergi- versado que debe, hoy, pronunciarse a voz alta y escribirse con maydsculas para conjurar los fantasmas de la desfiguracion de identidad que habitan su pasado de clandestinidad. Las mayis- culas levantan la vergiienza de la culpa y dan cuenta piblica de una identidad reconstruida que finalmente se atreve a decir “yo", patentando su verdad bajo la autorizacién legitimadora de la publicaci6n impresa"*, De hecho, El infierno describe como Luz ‘Arce transit6 desde el ‘nombre usurpado” hasta el nombre legi- timo y legitimado por un doble circuito de reconocimiento, mo- ral (la Iglesia) y politico (la Concertacién). Si la firma es una sefal que identifica a la persona en lo wp in er sate cf pe na qe eso nero gus quen oy youn yo 0, efor dio, Spm ino ea goa vn del en cor dtporis auction delsoto cel pen: higen que dase tone det, equ eve pope ol que ploy ge’ 9a lly, (ede pros a errs etobcgnca en Hipancumiren, Nese Fondo de crs Eons, 196, p11, 68 ‘NELLY RICHARD que tiene de mas propio; si la historia de L. Arce es una historia de des-apropiaciones del yo: zqué mejor que la firma de autor para consagrar la re-apropiacién mayiscula del nombre como ttofeo de una identidad claramente justificada y distinguible? 1a firma de autor ~marca editorial de la propiedad del sen- tido- es el emblema de una identidad duefia de su marca, que Pone su nombre a circular como signo nombrable, referible y Citable, en el mercado cultural de los nombres. El nombre escri- {to con mayéisculas en el prestigiado lugar del autor que ocupa la tapa de un libro publicado por la Editorial Planeta concluye el proceso de reapropiacién del yo de la nartacién autobiogri- fica de L. Arce (“yo sabia que vivir en Chile tenfa un precio. Y ese precio era decir piblicamente mi nombre es Luz Arce") En este caso, la firma registrada del nombre materializa también a economia simbélica de la reconciliacién del sujeto con su identidad en el Chile de la Transicin, gracias al sello legitima- dor y valorizador de la editorial que hace que su nombre, des- pués de tantos desprecios, tenga finalmente un precio en el mercado de la representaci6n social. Pero, ‘a quiénes se dirige el "yo" de estos libros: quiénes son los que recogerin la mone- da de intercambio que pone a circular este precio editorial si las voces del pasado de la tortura recogidas en estos relatos son imente negadas por nuestro presente de olvido y des- memoria? Obscenidad It Desaparicién de la memoria y apariciones del recuerdo, 2Cémo y dénde mantener disponibles (libres de confiscaciones y escamoteos) las buellas transformadas de la narrativa de la vio- lencia bistorica, para que sirvan de material reflexivo a recon- jugar criticamente? ace, op. cit. p. 352. ‘TORMENTOS Y OBSCENIDADES 6 Para la memoria en duelo, es clave poder contar con el sig- no testimoniante de una “imagen-recuerdo”: una imagen que 1a fuerza de la mirada podrd reanimar para que vuelva a sumt- nistrar las evidencias que la no-resignacion de la pena, del do- loro de la ira, necesita resucitar permanentemente como actua- lidad viva. En el paisaje de documentaciones fotogrdficas que componen nuestro inventario de la mortalidad, los retratos de los detenidos-desaparecidos condensan los significados de ma- yor intensidad dramética a través de la buella dolorosamente interminable de la ausencia de un cuerpo cuya muerte-vida si- {gue indeterminada. Pero los retratos de los detenidos-desapare- cidos, al igual que el resto de los documentos fotogréficos de la dictadura, ban sido relegados por la politica de los medios de comunicacién a un invisible fuera-de-marco. Al cortar toda responsabilidad de vinculos con la afectividad del recuerdo; al borrar las marcas icénicas —de figuracién vi- sual- de la narracin biografica de Ia violencia, el escenario po- litico-comunicativo de la televisién chitena ba dejado a la memo- ria golpeada, a la memoria berida del golpe, sin rostros ni cuer- os de referencia, y ba privado a sus actores de la posibilidad de reconocerse como sujetos de la historia 0 como sujetos con historia(s). Hoy, los retratos de detenidos-desaparecidos ya no combinan con nada en medio de una festividad televisiva cuyo registro de estetizacién publicitaria s6lo demanda presencias li- ‘Sas, sin estigmas de deterioro. Estos retratosfijos, congelados en la aradoja de su detencién en el presente continuo de la muerte en ssuspenso, desentonan con la velocidad cambiante del flujo televi- sivo y sus borrados electrénicos. Fs como si la tecnicidad pobre del retrato en fotocopia de los detenidos-desaparecidos y st rigor ético del blanco y negro estuvieran delatando, frente a la contemporaneidad medidtica, el pretérito visual de una avergon- zante incompetencia de lenguaje que termina asi de inactuali- zar su drama.

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