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ENSAYO

MEDIOS
Metrópolis © By Peter Gric
DE
DOMINACION
POR
JUAN JOSE OPPIZZI
MEDIOS DE DOMINACION
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os últimos cien años fueron testigos


de un fenómeno sin precedentes para el mundo: el
desarrollo de los medios de comunicación masiva. Los
diarios se perfeccionaron, la radio y la televisión
irrumpieron con una fuerza que nadie podía imaginar
–excepto, claro, Julio Verne– y el signo básico de todos
ellos fue la velocidad; tanto más pasa el tiempo, tantos
más son los elementos puestos al servicio de la rapidez
en la transmisión de todo lo que constituye noticia o
conocimiento compartible. Tal característica, que al
principio era poco menos que inadvertida, hoy se
vuelve objeto de investigaciones; la velocidad en la
migración de datos va influyendo sobre el curso de la
historia. Ningún hecho importante tarda menos de
unos minutos en difundirse a través del planeta. Y a
esto se le agrega que cualquier hecho, aun el menos “Ningún hecho
relevante, puede ser investido de una trascendencia
enorme, como así llegar a quitársela, aunque la posea, importante tarda
si los medios de comunicación se lo proponen.
La evolución de las herramientas comunica- menos de unos
cionales –y aquí no se habla necesariamente de camino
en ascenso, sino de proceso a secas– empezó a crear minutos en difundirse
valores nuevos: lenguaje, ritmo, argumento, en
quienes están en contacto con ellas, es decir en el
a través del planeta.
vastísimo campo de los televidentes, radioescuchas y Y a esto se le agrega
lectores. Los cantos de la publicidad, los lemas, las
frases hechas, los chistes, los giros idiomáticos, todo lo que cualquier hecho,
que se difunde, acaba implantado de distintas maneras
en los receptores de información. Este hecho, lejos de aun el menos
ser algo sorprendente, es la consecuencia directa del
propio mecanismo de la comunicación. Para los relevante, puede ser
receptores de datos, el medio que se los proporciona
adquiere una categoría especial; su condición ya lo
investido de una
pone en un sitio importante; sus afirmaciones tienen la trascendencia
particularidad de ser nuevas –o de parecerlo– y, por lo
tanto, lo hacen una fuente de la que dependen con enorme, como así
exclusividad.
La expansión de los medios masivos fue llegar a quitársela,
provocando varios otros efectos laterales. Uno de ellos
es la poca duración de sus propuestas. Los cantos de la aunque la posea, si
publicidad, los lemas, las frases hechas, los chistes, los
giros idiomáticos, tienen una vida efímera; se
los medios de
prolongan apenas unas semanas, o a lo sumo unos comunicación
meses, y después son reemplazados. Rara vez quedan
fijos en la audiencia como para formar un elemento Se lo proponen.”
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cultural duradero. Los video-clips sintetizan esa


característica, a través de imágenes y de sonidos
vertiginosos. El efecto de esta modalidad transmisora
Es el de la anestesia: los receptores no captan puntual-
mente nada; su registro es totalizador y difuso;
millones de palabras, colores, figuras, etc, pero
ninguna idea y menos aún conceptos.
La velocidad en la transmisión también produce
otra consecuencia: que vaya más rápidamente que los
hechos mismos. La necesidad de llenar espacios
informativos no siempre se ve satisfecha por el curso
de la realidad, puesto que ella no tiene por qué
responder a pautas humanas, entonces los medios
fabrican hechos a partir de insignificancias. Para que
esas nimiedades tengan la resonancia fáctica
requerida, deben falsear las escalas de valores
mediante una presentación adecuada: contexto,
enfoques, términos. Y si no hay siquiera
acontecimientos mínimos para transmitir, se apela a la
hipótesis y se la rodea con iguales aderezos, lo cual
provoca idéntico efecto y la audiencia no repara en la
falta del hecho en sí.
Algo cada vez más frecuente es la llamada
participación de los receptores en los programas que
consumen. El espectador de los medios es, en
apariencia, cada vez menos espectador y más
protagonista; hay reportajes a gente a la que se
denomina común (término que indirectamente busca
definir a los que trabajan en los medios como seres
fuera de lo común), actuaciones, opiniones. Pero ¿es “El efecto de esta
realmente una participación? Lo que se ve en la
mayoría de los casos es cómo los supuestos
modalidad
protagonistas son inducidos a determinadas actitudes.
No es el libre desenvolvimiento; es el manejo de las
transmisora es el
conductas y de las opiniones según el criterio del lugar de la anestesia:
a donde caigan. Con un estímulo feroz del vedetismo,
una sutil manipulación, los espectadores- los receptores no
protagonistas se encuentran en la instancia de ser foco
de una audiencia colosal, o sea en el lugar que los captan
propios medios se encargan de promocionar como el
mejor, el privilegiado, el único que garantiza
puntualmente
reconocimiento.
El summun de la participación del público en los
nada; su registro
medios ha conformado lo que se denomina “Reality es totalizador y
show”, aparatoso nombre en inglés, que en español-
castellano significa “actuación real”. Se trata de juntar difuso; millones
un grupo de hombres y de mujeres en un lugar cerrado
y de mostrar todo lo que hacen, día y noche. En de palabras,
general, se monta un sistema de votos por parte de la
audiencia, para ir seleccionando por descarte, en
colores, figuras,
ciclos más o menos breves, a los que deben quedarse o
irse.. Por sus características, estos programas han
etc, pero ninguna
llevado el nombre de “Gran hermano”; alude a un idea y menos aún
personaje de la novela “1984” de George Orwell
(seudónimo del escritor británico Arthur Blair), donde conceptos.”
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se describe un mundo sometido a una dictadura que ejerce su poder a


través de innumerables cámaras de video, observando, sin pausa, la
actividad de los ciudadanos; el “Gran hermano” es la cara del régimen,
que ordena cuándo dormir, despertar, comer, trabajar, etc.
La existencia de los “Reality shows” ha traído muchísimas
discusiones, aunque en verdad cuesta creer que en torno de ellos valga
la pena discutir algo; pocas veces los medios han hecho algo tan directo,
o sea que tan directamente revele su crudo utilitarismo: enjaular
humanos para gozo del morbo colectivo. Pero en este ejercicio de
zoológico se ha puesto en evidencia algo que sí llama la atención: que no
sucede nada. Se trata del primer espectáculo del mundo en donde no
hay acción alguna, salvo los esperables escarceos sexuales, que la
audiencia bebe con desesperación voyeurista. Invirtiendo su eventual
argucia de fabricar una noticia cuando no la hay, los medios aquí hacen
una nada a partir de elementos existentes. Y es una situación dada en
bandeja por la realidad. El vacío que se aprecia es el vacío que ha
quedado en vasto número de gente tras haberse nutrido con lo que los
medios imponen. Gran parte de la sociedad nuestra ya claramente los
efectos de este trabajo secular. Por lo tanto, el fastidio –debería ser
terrible alarma– que sienten muchos ante la existencia de las
“actuaciones reales”, es el que sienten ante una muestra de lo que es la
verdadera existencia de otros muchos: individuos abúlicos, que
dormitan o hablan intrascendencias, que intrigan desganadamente, que
no atinan ni a armar una actuación pintoresca. Hay millones de hombres
y de mujeres que viven así; lo único que hace la cámara es tornarlos
visibles.

“Pocas veces los medios han hecho algo tan directo, o sea
que tan directamente revele su crudo utilitarismo:
enjaular humanos para gozo del morbo colectivo”.

Al ver el resultado, se podría creer que se trata de una degradación


sin sentido. ¡No! El hombrecito o la mujercita abúlicos tienen finalidad
destacadísima: son el ideal de consumo pasivo. Son los individuos que,
mecánicamente, adquieren los elementos, materiales o conceptuales,
entregados por gigantescos centros de poder. No por casualidad existen
conglomerados multimedios (diarios, televisoras, radios, revistas, sitios
de Internet), propiedad de una sola persona, cuando no de un reducido
grupo de socios. La concentración en pocas manos es una de las claves
en el armado de la red mercantilista que azota al mundo. Estos
monstruos comunicacionales proclaman ser el vivo despliegue de la
libertad de expresión, y abonan su argumento con el hecho de que, para
el público, los diarios, televisoras, radios, revistas o sitios de Internet de
un solo dueño jamás revelan esa pertenencia común. Los intentos, por
parte de algunos estados, de controlar esta voracidad, son difundidos
como atropellos a los derechos civiles y como avances de la censura.,
cuando en verdad los multimedios, entrando en cada vivienda, con letra,
imagen y sonido para bombardear a cada habitante con la información
que se les ocurra, invaden, anulan la independencia de criterio,
desconocen el respeto a los ciudadanos y aplican una censura rigurosa a
todas aquellas ideas lejanas de sus puntos de vista.
El nombre, “Gran hermano”, de la emblemática especie de
programas es un anuncio de lo que puede aguardarnos si no detenemos
el desarrollo de esas fábricas de autómatas.

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