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INFLUENCIA DEL
PODER NAVAL
EN LA HISTORIA
ALFRED T. MAHAN
Servicio de Publicaciones
Ministerio de Defensa
Madrid - 2006
Estudio crítico versionado
Alfred T. Mahan:
Bibliografía consultada…………………….................
78
ESTUDIO CRÍTICO VERSIONADO DE LA OBRA
DEL CAPITÁN DE NAVÍO NORTEAMERICANO
ALFRED T. MAHAN:
«INFLUENCIA DEL PODER NAVAL EN LA
HISTORIA»
I.- INTRODUCCIÓN A MODO DE JUSTIFICACIÓN.
Cuando el Ministerio de Defensa me ofreció la
posibilidad de revisar el libro de Mahan, para facilitar su
edición, me di cuenta de la enorme y trascendente
responsabilidad que adquiría. En primer lugar, por tratarse
de un clásico de la literatura militar y naval, reconocido
mundialmente como referente histórico de la estrategia
marítima, a la altura de pensadores como Clausewitz. Pero
también se me ofrecía la posibilidad de hacer una versión
crítica del contenido de este famoso libro; crítica que estoy
seguro debe representar los sentimientos de numerosos e
importantes pensadores españoles, heridos por el
tratamiento denigrante que Mahan, una y otra vez a lo
largo de de los capítulos del libro, da a la situación de
España y de los españoles, en el tiempo que eligió para su
análisis histórico (1660-1783).
Me impulsa a realizar este trabajo de investigación
crítica, el ánimo en la defensa de la historia de España y,
más concretamente, de su trayectoria marítima, poco
conocida por muchos, pero respetada y amada por quienes
han tenido ocasión de pisar las cubiertas de nuestros
buques, antes o después de Mahan. Soy consciente de mis
limitaciones, en mi formación y experiencias, pero el
afecto por la Armada y por sus gentes, cubre con mucho
las carencias que espero poder superar, con la ayuda de las
numerosas obras escritas sobre la perspectiva marítima
española.
Repasando la bibliografía recopilada sobre el tema, he
podido comprobar que los sentimientos, impulsos y deseos
de exponer las razones y argumentos en contra de lo que
otros han divulgado, no son nada nuevo. Pero reclamo
como propias varias teorías relacionadas con la mar, que
dieron lugar a estudios de diversa índole, unos publicados
como libros en los que trabajé intensamente, otros como
artículos y otros como conferencias pronunciadas en
diversos ámbitos y lugares, siempre en defensa del carácter
marítimo de España. Sirvan de ejemplo de esto último
algunas de las siguientes conferencias:
- La condición marítima de España (en la Escuela Naval
Militar).
- La Empresa de Inglaterra de 1588 (En Coruña y Ferrol).
- La condición marítima de Galicia (en las universidades
de Coruña y Santiago de Compostela).
Respecto a los artículos publicados sobre temas
marítimos y navales, puedo referirme a los más de treinta
aparecidos en la Revista General de Marina, donde he
escrito desde los años setenta, y en otros medios, como la
Revista de Política Exterior, con dos artículos muy
especiales, como: «Los verdaderos motivos de la guerra
del Fletán» y «El factor marítimo en la Estrategia
española». Además, desde el año 1991 colaboro
semanalmente con el periódico La voz de Galicia, donde
en numerosas ocasiones me he referido a temas marítimos
y navales.
Por último, puedo justificar la atracción por los temas
marítimos y navales por haber trabajado con el Instituto de
Historia y Cultura Naval en dos temas de sumo interés, que
paso a desarrollar: La evolución de la Estrategia marítima
y La Empresa de Inglaterra en 1588. En ambos casos, los
estudios fueron publicados.
Debo mostrar mi profundo agradecimiento a dos
Almirantes que en distintas ocasiones dirigían el
mencionado Instituto y fueron receptores de mis
propuestas para iniciar los estudios de investigación sobre
los sucesos de la Gran Armada y referente a la Estrategia
Marítima. Son los Almirantes D. Fernando Moreno de
Alborán y D. Fernando Bordejé.
En ambos casos dirigí un Grupo de Trabajo con
entusiastas colaboradores que supieron adaptarse a las
circunstancias de la organización y planteamiento de la
obra para cumplir fielmente los plazos de entrega al
Instituto. En el caso de mi Grupo de Trabajo (Farnesio)
que trataba de la operación de desembarco en Inglaterra,
conté con la colaboración de personas tan valiosas como:
El académico de la Historia Hugo O’donell y su esposa
María Armada; el Contralmirante Fernando Riaño,
Director del Museo Naval; el General de Infantería de
Marina Juan Gil y el Catedrático Francisco Fernández
Segado. Este trabajo duró seis años. Para el estudio de la
Estrategia Marítima formé un Grupo de Trabajo con
entusiastas oficiales de la Armada, como fueron los
Capitanes de Navío Francisco Obrador y Fernando
Moreno, y el General de Infantería de Marina Agustín
Rosety. Reuniéndonos semanalmente en la escuela de
Guerra Naval conseguimos elaborar un libro que fue
publicado por la Editorial Naval en 1992.
Fuera del ámbito de la Armada, escribí dos libros de
contenido marítimo. El primero: «Una estrategia para
Galicia», fue publicado por la Xunta de Galicia, y
presentado en Coruña en 1997. En este libro se destacan
las condiciones marítimas de Galicia, que deben ser
aprovechadas para diseñar una verdadera estrategia que
impulse el desarrollo socioecómico de la Comunidad
gallega.
Finamente puedo aportar en defensa de mi afición por
los temas de la mar, un libro, «De la Mar y sus cosas» que
no vio más luz que la de mis amigos y conocidos. Se trata
de recoger la ciencia marinera tradicional de los pescadores
de bajura, en trance de desaparecer, a través de dichos,
refranes y cuentos que fui recogiendo aquí y allá. En el
fondo de este libro laten mis sentimientos de admiración y
cariño hacia las gentes de la mar, representados por los
sencillos pescadores.
La redacción de este trabajo coincide con un acto
académico que oportunamente viene a confirmar los
sentimientos que se pueden deducir del estudio crítico que
presentamos.
Se cumplen ahora trescientos años del nacimiento de
Benjamín Franklin y la Real Academia de la Historia ha
organizado un ciclo de Conferencias sobre “El
protagonismo de España en la independencia de los
Estados Unidos”.
Franklin, un personaje singular y brillante de la
sociedad estadounidense del siglo XVIII, fue un hombre de
la Ilustración que desempeñó un papel fundamental en la
época de las revoluciones que dieron al traste con el
imperio español. Jugó un papel fundamental en la
participación española en la guerra de la independencia
norteamericana contra Inglaterra. Así, en 1767, vino a
España dispuesto a lograr el apoyo de las potencias
borbónicas, España y Francia, que por entonces mantenían
un enfrentamiento con los ingleses.
En la presentación de los actos conmemorativos de
Franklin, el diplomático e historiador Eduardo Garrigues
dijo textualmente: “Los grandes libros de la Historia de los
Estados Unidos suelen dedicar capítulos enteros a la
influencia y apoyo de Francia a las trece colonias que
lucharon contra Inglaterra por la independencia; después
dedican cuatro páginas al papel de España, y cinco más a la
de los vikingos”.
Es verdad fácilmente contestable. En los libros
norteamericanos, las aportaciones de España a su
independencia son olvidadas. Así, por ejemplo, tratándose
de Franklin, en la «Family Enciclopedia of American
History» del Reader’s Digest, en la página 426, se
presenta a Benjamín Franklin, que entre otras muchas
cosas redactó el borrador de la Declaración de
Independencia, como el que consiguió que Francia apoyase
la rebelión colonial de las provincias contra Inglaterra y se
refiere a los nueve años que estuvo en Francia en 1776,
pero no menciona en absoluto su relación con la
participación española en el proceso de independencia que,
como veremos más adelante, fue mucha y muy importante,
aunque tradicionalmente los norteamericanos no la
reconozcan. En esta línea está también Mahan.
50 BARCOS ESPAñOLES de
Marcelino González
II.- LA PERSPECTIVA MARÍTIMA.
Teniendo presente que este concepto supone un “arte
que enseña el modo de presentar en una superficie los
objetos, en la forma y disposición que aparecen a la
vista”1[1], al añadirle el calificativo de “marítima”, podemos
asumir que nos vamos a referir a la forma de ver todo lo
referente a la mar y sus cosas. El ver, implica el ejercicio
de las aptitudes humanas; pero ver con inteligencia, con
aplicación del raciocinio que conduce a buscar una
explicación. Lo contrario seria mirar, que es ejercer el
sentido de la vista sin involucrarse.
¿Y que es lo que hay que ver? La respuesta es sencilla,
hay que ver el mar, la mar, ese espacio vital que ocupa las
tres cuartas partes del globo terrestre y cuya influencia es
tal, que los astronautas desde el espacio exterior se
asombraron por el color azul que presentaba el planeta
tierra ¿Cómo podemos vivir ignorando la existencia del
1
mar?
La mar ha inspirado a numerosos españoles. De entre
ellos, Machado expuso una reflexión: “De la mar al
precepto, del precepto al concepto, del concepto a la idea.
¡Oh, la dulce tarea! De la idea la mar y otra vez a
empezar”2[2]. Es cierto, todo se inicia en el mar y hacia las
aguas van nuestros afanes. Es un camino de ida y vuelta.
Por eso, si Jorge Manrique decía que la mar es el morir, el
Almirante Jesús Salgado respondía que no, que la mar es el
vivir. Le dio esta respuesta en una conferencia en el siglo
XXI, de la cual trataremos más adelante. Eso es la mar
como espacio vital que ofrece enormes posibilidades para
quienes saben tratarla. En su inmensidad, encierra infinitos
recursos que los seres vivientes deben percibir y conocer.
Únicamente quienes disfruten de la capacidad de
ejercer su perspectiva marítima, tendrán la oportunidad de
poder extraer del mar sus enormes recursos. El resto de los
seres humanos sólo verán en el mar ese espacio, temible en
invierno y atractivo en verano.
Sin embargo, la mar ofrece grandes posibilidades para
la vida de los seres humanos, pues constituye un espacio
que facilita la comunicación entre las distintas
comunidades que pueblan la Tierra; constituye un hábitat
para la fauna y la flora marina que, a modo de despensa,
ofrece alimentos en cantidades suficientes para la
supervivencia humana; pero los espacios submarinos –en
su mayoría inexplorados– contienen reservas de minerales
y recursos energéticos que requieren conocimientos de alta
tecnología y experiencia sólo al alcance de quienes se han
preocupado por investigar y experimentar los espacios
submarinos profundos.
De todo ello son conscientes quienes tienen por misión
la defensa de los espacios marítimos y como forma de vida
2
su relación con el mar, próximo o lejano. Ellos conocen la
mar en todas sus posibilidades, saben lo dulce y cálida que
es cuando está calmada y sus aguas ofrecen un aspecto que
invita al disfrute alegre del líquido elemento. Pero también
saben los temores que suscitan sus aguas enfurecidas,
cuando las olas asoman amenazantes por la borda de los
buques que se atreven a navegarlas.
Las actividades de la Armada responden a las
necesidades de la defensa en el ámbito marítimo, sin que se
reconozcan obstáculos que puedan entorpecer el ejercicio
de la soberanía del Estado. En este sentido, la Armada está
presente en sus costas, en su mar territorial, zona
económica exclusiva o mares internacionales, en el aire, en
sus playas y puertos o en la mar abierta, en superficie o en
inmersión, si alguna organización que por vocación,
tradición o historia necesita la perspectiva marítima es la
Armada, y me refiero, claro está a la Armada española. Sus
miembros profesionales requieren una gran dosis de
vocación para asumir generosamente los sacrificios y duras
penalidades que implican las actividades marítimas. Desde
sus orígenes, al fundirse en una las marinas de Castilla y
Aragón, en el siglo XV, los marinos españoles han dejado
su piel y sus almas en todos los mares del mundo,
explorando, conquistando, combatiendo y aprendiendo y
enseñando, pero siempre navegando a golpe de remo en las
galeras, de viento en los galeones y navíos de más de cien
cañones, y de vapor o turbina de hoy.
Las ciencias marinas que sirven para su aplicación por
un pueblo marinero no se improvisan, ni se adquieren
importadas porque no son suyas. Las han inventado otros,
pero para su aplicación hay que pasarlas por el tamiz de la
cultura marinera propia. Cada uno tiene su tradición y sus
experiencias que conforman el bagaje de conocimientos
propios. Precisamente, las actividades marítimas, por ser
abiertas y estar en contacto con el exterior, son muy
propensas al cambio y a la influencia externa. Así se forma
una comunidad marítima, que en España es muy amplia,
desde los famosos vizcaínos, los cántabros, los gallegos;
los andaluces; los murcianos, valencianos y catalanes; los
mallorquines y los canarios, cada uno en su ámbito
marítimo y todos en el español, han formado la comunidad
marítima española, con sus características propias, sus
tradiciones y su ciencia marítima para navegar en el
Cantábrico, en el Atlántico norte o sur y en el
Mediterráneo. Así se ha conformado la historia marítima
española desde el siglo XV hasta nuestros días, más de
quinientos años de historia marítima, de ciencia marítima y
naval.
Son muchos los historiadores españoles que han
tratado la Historia de la Marina Española. Posiblemente el
profesor norteamericano Mahan no conoció ninguna de
estas obras, porque si las hubiera consultado no hubiera
escrito las cosas que escribió. Me refiero a dos autores de
su tiempo, Fernández Duro «Armada Española» (1903) y
Adolfo Navarrete «Historia Marítima Militar de España»
(1907). A lo “mejor”, lo que leyó el comandante Mahan
fue el libro de Miguel Lobo «La Marina de Guerra
Española tal como es: defectos y vicios de que adolece, sin
cuyo remedo serán estériles los esfuerzos para lograr su
fomento» (1860).
Es verdad que Mahan publicó el libro que presentamos
en 1890, previo a los de Fernández Duro y Navarrete, pero
estoy seguro de que tuvo ocasión de corregir su obra para
paliar la grave opinión que dio sobre la Armada Española y
sus marinos. De todo ello haremos mención más adelante.
El Almirante Académico de la Lengua Española,
Eliseo Álvarez-Arenas, escribió un libro magistral «El
español frente al mar» (1969), sobre el tema de la
perspectiva marítima española, donde se centra en el
problema del reconocimiento de la condición marítima de
España que hacen los españoles.
El libro recoge unas palabras de Hegel: “Un Estado
europeo no puede ser un verdadero Estado si no tiene nexo
con el mar. En el mar acontece ese trascender de la vida
allende si misma. Por eso el principio de la libertad
individual llegado a ser el principio de la vida de los
Estado europeos”. Según Álvarez-Arenas: “El mar
imprime carácter a las naciones y, frente a él, surge como
la antítesis la masa continental. Mar y tierra significan una
intensa y perenne discordia coloreando la condición
diversa de los pueblos. España, en 1492, comprendió su
vocación marinera y, en gran parte por ello, descubrió un
mundo nuevo. El mar fue desde entonces la vía por
excelencia de la influencia hispana, pero aquella
mentalidad marítima fue transformándose en mentalidad
continental al volver el español su mirada a la tierra,
abandonando el mar”3[3].
El Almirante señala la conjunción de los hechos
históricos que se dieron en España en 1492: la unidad y la
exploración marítima. Por eso dice: “España comprendió
su vocación marinera y, …..quizá contribuyera al ímpetu
marinero del pueblo hispano la presión del Islam sobre
Europa iniciada en el 711… pero sería ingenuo imaginar
que el impulso inicial que portugueses y españoles dieron a
la navegación oceánica y los descubrimientos derivados de
ella y la precedencia ibérica en la expansión que llevó a
Europa influir y casi dominar el mundo entero, podrían
haberse producido si en el siglo XV y principios del XVI
no hubiera sido ya realidad indiscutible la existencia
madura y arraigada de una tradición marinera de los
pueblos peninsulares”.4[4]
Por mi parte, acuciado por la controversia marítimo-
continental que se da en España, y después de haber
reflexionado sobre ello en tiempos cruciales para nuestro
3
4
país, cuando se trataba de encajar la defensa española en
las estructura de la defensa occidental, escribí y publiqué
un artículo en la Revista Española de Defensa, titulado
«Apuntes de una controversia»5[5]. Allí me preguntaba:
¿Qué somos? ¿Una nación marítima con una conciencia
continental?¿Es que eso puede ser?¿Es bueno o malo para
nosotros esta situación?. Es evidente que la controversia
marítimo-continental está viva en España. Por eso recurrí a
Ángel Ganivet sobre el ser de España donde se muestra
que esta dualidad geoestratégica tiene su lógica. Nuestro
problema consiste en reconocer que somos en su mayor
parte un apéndice de Europa en forma peninsular, rodeados
de mar por todas partes, excepto en las fronteras con
Portugal y Francia. Por eso, se finaliza el artículo de esta
forma: “Lo español depende de un territorio peninsular
salpicado por islas, peñones y plazas de soberanía que
forman un conjunto muy poco definido en su forma y en su
fondo…¿Cuál puede ser el espíritu peninsular?. Nuestra
península ha sido ambas cosas: Plataforma base de
lanzamiento de numerosas invasiones, como también el
objetivo de los romanos, vikingos, moros y cristianos, sean
ingleses franceses o incluso los mismos flamencos que con
Carlos V vinieron. De esta forma nuestro espíritu hispánico
se puede concebir como ofensivo en la mar y defensivo en
tierra. No tienen nada de malo siempre que cada cuál
conserve su papel y comprenda el argumento de su
función: Somos un nación marítima con conciencia
continental y estructura peninsular”.
Todo el pensamiento que suscita esta reflexión inicial se
ve afectado por la perspectiva marítima y tiene su razón de
ser en esta “introducción crítica” al libro de Mahan, por el
hecho que nos niega a los españoles, la conciencia y
experiencia del aprecio y valoración de nuestra condición
marítima, ampliamente demostrada en todos los campos de
la náutica pura, de la construcción naval y de las ciencias
5
que componen la guerra naval que son todo ello un
conjunto básico del Poder Naval de que habla Mahan en su
raquítico libro de historia naval.
¿Dónde están las aportaciones españolas a la historia
naval?¿Dónde se reconocen libros como el “Tratado de la
Esfera y del Arte de Marear” de Francisco Falero, donde se
trata por primera vez en el siglo XVI la declinación
magnética?¿Dónde la carta de Juan de la Cosa del año
1500?... y si quiere combates y batallas navales, aparte de
las clásicas de Lepanto y Trafalgar , podríamos citar las
que no cita, por su excesivo amor a todo lo inglés, como
son: la conquista de las Azores donde nuestro mejor
marino D.Alvaro de Bazán batió ampliamente a las
escuadras inglesa y francesa en 1586 y otra muy
importante que fue la defensa de Cartagena de Indias en la
cual D. Blas de Lezo derrotó ampliamente al almirante
inglés Vernon, en 1741.
No me parece mal que un profesor de historia naval
utilice la perspectiva marítima para analizar la historia
naval británica y ensalzarla. Todos reconocemos el valor,
la pericia y la profesionalidad de los marinos ingleses .
Eso está bien. Pero nunca cargando los hechos históricos
sobre un lado, tomando partido como si él mismo fuese
inglés, con tal amor y parcialidad que descalifica su
meritoria labor como historiador naval.
La perspectiva marítima es todo lo contrario, es amplia
y abarca espacios que se acercan a la línea del horizonte.
Es verdad que para tener perspectiva marítima es
imprescindible situarse sobre el mar, a bordo o en la costa,
pero el mar ha de estar presente en todos los cálculos,
previsiones, planes y decisiones, pues no contar con ella,
ha llevado a grandes errores, catástrofes originadas por
desidia, ignorancia y abandono de la política marítima o
estrategia marítima propia de los pueblos que tienen la
suerte de ser naciones de condición marítima. Tal es el
caso de España e Inglaterra, hoy Gran Bretaña.
A lo largo de esta introducción crítica a la obra de
Mahan iré exponiendo las circunstancias y valores
positivos que se pueden encontrar en ella, pero me
propongo desde el principio desvelar aquellas
consideraciones negativas para España y los marinos
españoles que por acción u omisión se pueden encontrar
abundantemente en este libro.
7
José Martí, hijo de padres españoles, asentado en Nueva
York sería el germen de la revolución cubana que les llevó
a la Independencia.
8
Pero esta política continental, pronto cambiaría por la
necesidad de contar con bases para suministro de carbón a
los barcos en el Pacífico. Los norteamericanos comenzaron
a rondar los numerosos archipiélagos, como las islas de
Samoa en el Sur, Midway en el centro y Haway en el Norte
del Pacífico. Todo ello requería un cambio en la política
marítima apoyada por un potente Poder Naval, tal como
predicaba Mahan.
Las islas del archipiélago de Samoa, ya habían sido
visitadas por la Expedición Wilkes ( un grupo de seis
barcos para buscar pesquerías de ballenas y bases seguras
para el comercio con China, bajo el mandato del Congreso
en 1836). Posteriormente, en 1872 se estableció una Base
Naval y en 1878 se firmó un tratado con los nativos,
garantizándoles la protección norteamericana, aunque
tuvieron que compartir el protectorado con los alemanes.
Las islas Midway fueron anexionadas por los Estados
Unidos en 1867 y su custodia encargada a la US.Navy por
su posición estratégica que posteriormente serviría para
estación de apoyo al cable de comunicaciones
transatlánticas y ya, en 1935, como base aeronaval.
Finalmente, como prueba del interés expansionista
norteamericano, está el hoy 50 Estado de Hawai que fue
descubierto por el famoso Capitán Cook en 1778,
constituido en una monarquía de nativos polinesios, hasta
que en 1870, se comenzó a cuestionar los derechos de la
reina Liliukalani, hasta que en 1893 dieron un golpe de
estado para poner al norteamericano Dole como presidente
del nuevo territorio de Estados Unidos.
A esta lista de adquisiciones de gran valor para la
estrategia marítima norteamericana en esa época,
podríamos añadir la adquisición de Alaska, comprada a los
rusos por la suma de 7,2 millones de dólares en el año
1867. Así pues, en los años anteriores a la guerra con
España, en la cual Mahan jugó un importante papel, ya
EE.UU. había iniciado su trayectoria marítima para ocupar
bases navales en el Atlántico y en el Pacífico.
En los años ochenta, los Estados Unidos fueron
conscientes de la necesidad de promover la industria de la
construcción naval incorporando el acero en sustitución de
las planchas de hierro, al igual que se multiplicó el empleo
de las calderas a las máquinas de vapor. En 1882, el
Secretario de Marina Hunt solicitó al Congreso permiso
para construir cuatro cruceros de acero y un aviso que en
cuestión de cuatro años pudieran pasear el flamante
pabellón estadounidense por todo el mundo.
De inmediato (1884) el Congreso volvió a autorizar la
construcción de nuevos buques: ocho cruceros protegidos,
tres no protegidos, seis cañoneros de acero, tres cruceros
acorazados y varios buques tipo monitor. Así se fue
conformando la US Navy de modernos buques de acero,
con poderosa artillería y grandes capacidades de protección
y velocidad, hasta alcanzar la cifra de 56 buques botados
en los astilleros norteamericanos. Cuando llegó el año fatal
de 1898, había 68 buques en servicio y 40 en
construcción.
Se comprende que el esfuerzo marítimo de la nación
estadounidense tenía que responder a una estrategia
marítima que en el fin de siglo culminó con los combates
navales de Cavite y Santiago de Cuba contra la Armada
española. En esta gran maniobra estratégica, cuya finalidad
para Estados Unidos significaba la demostración de su
Poder Naval en todos los mares del mundo, no cabe duda
de que el Capitán de Navío Alfred T. Mahan fue un
importante impulsor. Empujados por la teoría de Mahan,
actuaron políticos de primer nivel, como Roosevelt que
llegó a ser Subsecretario de Marina, Henry Cabot Lodge o
el mismo Presidente William Mckinlay.
Al iniciarse la década de los noventa, siendo Secretario
de Marina Tracy, se aprobó un plan naval de gran
envergadura: Construir una Armada de 100 barcos de
guerra modernos. El congreso se empeñó en un extenso
debate para autorizar la construcción inmediata de 20
acorazados, 60 cruceros y 20 guardacostas con un
documento que se atribuye a Mahan9[9].
Respecto al personal, la Marina norteamericana contaba
con unos 18 mil hombres, de los cuales 3 mil eran infantes
de marina. Esta cifra pudo casi duplicarse, merced a un
gran esfuerzo de movilización que llevó a alcanzar un
contingente total de 30.247.
La formación naval de los oficiales tuvo dificultades en
sus inicios. Al contrario que la Academia del Ejército, cuya
creación fue aprobada por el Congreso en 1802, en 1827 el
Congreso rechazó la creación de la Academia Naval,
presentada por el Presidente Adams, argumentando entre
otras cosas que los primeros marinos como John Paul
Jones, fueron excelentes oficiales procedentes de la Marina
Mercante. Por fin, en 1845, el Secretario de Marina
Banroft consiguió establecer la Academia Naval en
Annapolis, a la que se incorporaron 80 guardiamarinas
como primera promoción.
El pensamiento estratégico naval de la Marina
norteamericana fue impulsado por el Contralmirante
Stephen B. Luce con la creación del Instituto Naval en
1873, editando mensualmente la prestigiosa revista naval
«Proceedings». En 1884 creó la Escuela de Guerra Naval
en Newport (Rode Island), pero este centro también tuvo la
oposición del Congreso, por lo que su actividad no
comenzó hasta dos años después de su creación, y con
muchas dificultades. En 1895, estuvieron a punto de
cerrarla, precisamente cuando Mahan era su máximo
responsable.
9
No puede pasar desapercibida en este análisis de política
naval norteamericana, la organización de los servicios de
Inteligencia naval, tan importante para el empleo eficaz de
la Fuerza. Prueba de ello, fue la creación 1882 de la
Oficina de Inteligencia Naval, dedicada a reunir la mayor
cantidad de datos de interés para la guerra naval. Todo lo
referente a la organización, personal y medios de las
marinas potencialmente enemigas eran registrados,
analizados y evaluados para convertirlos en informes que
pudieran servir a los mandos navales en sus tomas de
decisiones.
Finalmente debemos mencionar la situación de la
Marina Mercante estadounidense, que es un importante
componente del comercio, sobre todo en una nación de la
envergadura de Estados Unidos. La llegada del vapor y la
hélice a la navegación marítima hizo que la Marina
Mercante, basada en los poderosos veleros clipper, tuviera
que hacer una gran conversión tecnológica. Ello influyó sin
duda en el desarrollo de la política naval norteamericana,
que si bien tuvo un bache al final de la guerra civil, su
construcción naval civil y militar, pronto reaccionó y se
puso a un nivel comparable al de Gran Bretaña.
El impulso del esfuerzo marítimo norteamericano de los
años 80/90 fue enorme gracias a factores como: una
geopolítica que fomentaba la expansión marítima, un gran
proyecto de abrir un canal que facilitase la navegación del
Atlántico al Pacífico y viceversa, personajes tan próximos
a la estrategia marítima como Teodoro Roosvelt, Henry
Cabot y Brook Adams.
El libro del Capitán de Navío Mahan sirvió para dar
publicidad al esfuerzo marítimo norteamericano. Todo ello
favoreció su expansionismo comercial, dando salida para la
exportación a enormes cantidades de productos, como el
carbón, el acero o los cereales.
BUQUES DE LA ARMADA ESPAÑOLA DEL
SIGLO XX de Alejandro Anca Alamillo
10
infraestructura y organización llevaron a la Real Armada
española a la cumbre del poderío naval español. Aunque
esto no es mencionado en ningún momento por el profesor
Mahan, la Armada española tenía 311 unidades navales en
el siglo XVIII; de las cuales 7 eran navíos, 51 fragatas y el
resto buques auxiliares o de servicio. Todo ello se
consiguió gracias al esfuerzo político de estos cuatro
personajes, que consiguieron una gran Marina de guerra al
servicio de España.
José Patiño, Intendente General de la Armada, tiene una
curiosa biografía, pues empezó su formación en la
Compañía de Jesús, pasando posteriormente a la corte de
Felipe V, donde consiguió el cargo de Intendente,
ocupando diferentes destinos en el Ejército, hasta que el
cardenal Alberoni le encargó la construcción de una
Armada para defender los intereses españoles. Esto levantó
los recelos de otras naciones marítimas.
La primera expedición de la Armada se llevó a cabo
para la conquista de Cerdeña en 1717, con 12 navíos, 8
galeras y 100 transportes con 8000 soldados y 600
caballos. Al año siguiente volvió con otra escuadra más
numerosa, de 11 navíos, 10 fragatas, 40 buques de apoyo y
340 transportes con un ejército de 36.000 solados. Esta
flota fue atacada por una escuadra inglesa de 20 buques de
línea que logró la destrucción de la flota española cerca de
Cabo Passaro.
Después de diversos avatares, Patiño consiguió
reorganizar la Marina española, con sus Arsenales y una
escuadra compuesta por 31 navíos, 15 fragatas y
numerosos buques menores11[11]. En su tiempo se
redactaron las ordenanzas navales, fundó la Real Compañía
de Guardia Marinas y fijó las plantillas y sueldos del
personal de la Armada. Además reformó el colegio de
Pilotos civiles de Sevilla y trasladó la Casa de Contratación
11
a Cádiz. Sus servicios como Ministro de Marina de Felipe
V fueron reconocidos con la Grandeza de España y el
toisón de Oro.
Don Zenón de Somodevilla, Marqués de la Ensenada,
nombrado por los distintos servicios al rey, inició su
carrera en la Intendencia de Marina con Patiño, y llegó a
ocupar la cartera de Marina en 1743. Escribió un famoso
informe para el Rey Fernando VI en 1746 del que podemos
entresacar unos párrafos que demuestran –mucho antes de
que lo hiciera Mahan- la importancia política del Poder
Naval para España12[12].
“No hay potencia en el mundo que necesite más de las
fuerzas marítimas que España, pues es península y tiene
que guardar sus vastos dominios en América; y mientras
que España no tenga una Marina competente no será
considerada por Francia e Inglaterra… . Yo no diré que
V.M. pueda tener en pocos años una Marina como la de
Inglaterra, porque aunque hubiera caudales no hay gente
para tripularla; pero resultaría factible disponer de un
número de bajeles que, unidos a los de Francia, priven a
los ingleses del su dominio sobre le mar”.
Ensenada deja entrever aquí su visión del esfuerzo
marítimo necesario para hacer frente al poderío naval de
Inglaterra. Mayor realismo no cabe. El programa naval que
propuso Ensenada comprendía la construcción inmediata
de setenta navíos de línea y sesenta y cinco fragatas y
buques menores. “Con esta propuesta, la Armada no puede
competir con Inglaterra, con casi el doble de navíos y
fragatas; pero también es verdad que la fuerza de V.M. ha
de ser defensiva, y en sus mares y dominios necesitará toda
la suya Inglaterra…”. Corrían los años de la mitad del siglo
XVIII, en los que España no había abandonado su la
estrategia marítima y conocía perfectamente que esta había
12
de apoyarse en el Poder Naval que le daría una escuadra
apropiada a sus posibilidades.
En 1754, Ensenada cayó y le sustituyó D. Julian Arriaga
que continuó con el programa naval de su antecesor. En los
cinco primeros años se botaron 18 navíos y 24 fragatas.
Los astilleros, tanto de la metrópoli como de ultramar,
comenzaron una actividad vertiginosa, destacando el
aumento de la envergadura de los buques. Entre las nuevas
construcciones, es reseñable el navío Santísima Trinidad,
construido en Cuba, con tres puentes y 130 cañones,
niveles a los que España no había llegado nunca.
En 1774 se envió al embajador en París una relación de
los buques de la Armada desplegados a lo largo y ancho
del mundo:
En la metrópoli, totalizaban 80 buques distribuidos de la
siguiente manera:
- En Ferrol: 32 navíos, 3 fragatas, 3 corbetas y 3 de servic.
- En Cádiz: 6 navíos, 5 fragatas y 5 de servicios.
- En Cartagena: 11 navíos, 4 fragatas y 8 de servicios.
En ultramar, totalizaban 61 buques distribuidos de la
siguiente manera:
- En la Habana: 4 fragatas, 17 de servicios. Total: 21.
- En Cartagena de Indias: 2 fragatas y 2 de servicios.
- En Veracruz: 3 navíos y 2 de servicios. Total: 5.
- En El Callao: 2 navíos, 3 fragatas y 1 de servicios.
- En Buenos Aires: 3 fragatas y 2 corbetas.
- En Panamá: 2 de servicios.
- En Filipinas: 2 fragatas, 2 corbetas y 10 de servicios.
- En reserva: 4 navíos.
En el año 1774, reinando Carlos III, la Real Armada
disponía de 141 buques desplegados para cumplir las
misiones de defensa de inmensos territorios y de
protección del tráfico marítimo entre ultramar y la
metrópoli. Se comprende así que, independientemente de
la inferioridad numérica, el enorme despliegue y esfuerzo
marítimo, hacía que la estrategia marítima española
presentase enormes vulnerabilidades que serían
aprovechadas por las otras potencias marítimas.
En 1783, la Secretaría de Marina fue asumida por Don
Antonio de Valdés que ejerció su cargo hasta 1795. En ese
periodo de doce años, la Armada experimentó un gran
impulso que significó la recuperación de la construcción
naval. Así, en Ferrol, en 1784, fue botado un gran navío de
línea de tres puentes y 112 cañones, equiparable al
Santísima Trinidad. En 1778, la Marina contaba con 133
buques de combate, apoyados por 120 embarcaciones
auxiliares y de defensa costera.
En resumen, la política marítima del final de siglo
XVIII supuso un notable esfuerzo para el Reino de España
para hacer realidad una escuadra naval potente, con una
oficialidad bien preparada. Así, en 1798, bajo el reinado de
Carlos IV, la Real Armada española alcanzaba su máximo
poderío con 311 buques, de los que 76 eran navíos, 51
fragatas y es resto unidades de diverso porte.
Sin embargo, la revolución francesa y los compromisos
políticos, con Napoleón y con la invasión francesa,
produjo el olvido del interés marítimo, que terminó con el
desastre de Trafalgar. La guerra de la independencia sumió
a España en una situación de pobreza económica que llevó
al abandono de todo intento de renovación de la Armada.
La existencia de grandes marinos, como Gravina y
Churruca, como Malaspina y Jorge Juan, no se
correspondía con el instrumento naval que España disponía
en tiempos de la decadencia de su imperio, extendido por
todo el mundo. La preocupación española por la política
naval queda patente en un documento de Felipe V, de
enero de 1717, fecha en la cual Mahan no había nacido. En
este documento se destacaba la necesidad de que el Reino
de España contase con una Real Armada potente y capaz
de proteger los territorios de la corona y el tráfico
marítimo.
Dice textualmente así: “Habiendo tenido conveniente
restablecer las Marina de España y el comercio de Indias,
por ser de tanta importancia y bien público, y regular las
armadas, flotas y escuadras que más convengan a los
referidos fines y a mi Real servicio, como el guardo de mis
dilatadas costas marítimas en el Océano y en el
Mediterráneo, y que una de las providencias para su logro
hayan de darse sea la de crear un Ministro que, con el
nombre de Intendente General de Marina, fomente la
ejecución y cumplimiento de las acciones que considere
en conformidad con mis Reales órdenes en todo lo que
mira a la fábrica de bajeles, su carena y composición,
provisión de víveres, compra de pertrechos, razón del
consumo, cuenta y razón de la distribución de los caudales
que se emplean en estos fines y en la paga de la gente de
mar y guerra, así de Armadas y de Escuadras como de
navíos sueltos; haciendo llevar asimismo razón y asiento
de los oficiales de todas las clases, soldados y marinería
que hubiere en las costas de cada provincia…, y que
consiguientemente vele sobre el buen régimen y
adelantamiento de las fábricas que yo mandaré establecer,
así de bajeles como de jarcias, lonas y lo demás
concerniente a su construcción y armamento, en el cuidado
de los almacenes y de lo que cualquier género que sea.
Debiendo también el referido Ministro atender a que se
lleven con toda exactitud los asientos que se le provinieren
en los expresadas fábricas de bajeles, artillería, cordaje,
velamen, víveres y demás necesario para el aviso y
surtimiento de dichas mis Reales Armadas y Escuadras”
13[13]
.
Sea esta, una de las muchas declaraciones de la política
naval española durante el siglo XVIII, sin olvidar que tal
política se materializó en hechos positivos para España,
que el Sr. Mahan no ha considerado en sus lecciones de
historia naval.
13
Por el contrario, si acudimos al Capitán de Navío
español Fernández Duro, encontraremos suficientes
razones para justificar cuanto afirmamos sobre el poderío
naval español en el siglo XVIII, que estamos tratando. En
el tomo séptimo del capítulo XII, página 233, se refiere al
intento concertado España y Francia para invadir Inglaterra
en 1729. La escuadra española iba al mando del teniente
General D. Luís de Córdoba, en apoyo de las fuerzas de
mar y tierra que comprendía un total de 150 velas y 40.000
soldados para el desembarco en Inglaterra.
Fue un intento francés parecido al de la Gran Armada en
1588, que tuvo idénticos resultados negativos. Estos no
fueron debidos a los combates con la escuadra inglesa, que
huyó, sino a los elementos de mal tiempo, desatados en el
área del Canal.
Pero el hecho que nos interesa aquí es la importante
participación española. Dice Fernández Duro (página 239):
“Fue una campaña desgraciada y deslucida, pero no sin
mérito y sin utilidad, reportada con la detención de la
armada inglesa en sus puertos”.
Más adelante (página 339), relata el combate de Cabo
Espartel en 1783, en donde D. Luís de Córdoba derrotó y
puso en fuga a una escuadra inglesa de 34 navíos. También
en esos años, Córdoba derrotó a los buques ingleses que
escoltaban un convoy, cayendo los mercantes en poder de
los españoles.
El paradigma de cuanto aquí se menciona, es lo
acontecido en 1741, en Cartagena de Indias, donde una
potente armada inglesa de 180 buques al mando del
almirante Edgard Vernon, con un ejército de 23.000
soldados dirigidos por Lawrence Washington (hermano del
futuro presidente de los estados Unidos), atacaron
mediante un desembarco anfibio la plaza fuerte de
Cartagena de Indias, defendida por 2.800 soldados y 6
navíos españoles. La victoria inglesa era tan segura que
antes del suceso habían mandado ya acuñar medallas
conmemorativas del triunfo inglés con la siguiente
leyenda:”La arrogancia española humillada por el
almirante Vernon y los héroes británicos que tomaron
Cartagena el 1 de abril de 1741”. En ellas figuraba el
almirante inglés Vernon recogiendo la espada14[14] del
vencido arrodillado, que no era otro que el marino español
Blas de Lezo. Después de un asedio de sesenta y siete días,
tuvieron que huir, dejando más de seis mil muertos. Esta
humillante derrota no es recogida por la historiografía
naval inglesa, que tanto aprecia Mahan.
14
En 1861 se declaró la guerra civil de Estados Unidos y
Mahan, como un joven oficial de la Unión en el Norte,
estuvo embarcado en el crucero USS Plymouth, dedicado a
misiones de patrullaje de las costas confederadas del sur.
Al acabar la guerra pasó a ejercer el profesorado en la
Academia Naval de Annapolis, donde escribió su primer
libro basado en las experiencias marítimas de la guerra «El
Golfo y las aguas interiores».
Volvió a embarcar en el crucero USS Wachusett y navegó
por aguas del Pacífico asiático. Comenzó a ser consciente
de que Estados Unidos, teniendo intereses en ambos
océanos, Atlántico y Pacífico, necesitaba bases de apoyo
marítimo para el tráfico comercial con el Este y el Oeste, a
la vez que debía disponer de una comunicación directa
entre ambas costas, como seria el Canal de Panamá.
En 1884 recibió la invitación para incorporarse a un centro
de estudios de la estrategia naval, que se iba a crear en
New Port. Un año después fue nombrado profesor de
Historia Naval.
Con las conferencias elaboradas para impartir esta
asignatura, Mahan confeccionó el esquema de su famoso
libro «La Influencia del Poder Naval en la Historia», que
estamos analizando y criticando, y que fue publicado en
1890.
Más tarde, en 1892, ya Capitán de Navío, volvió a la
Escuela de Guerra Naval, esta vez como Director. En 1894,
le asignaron el mando del destructor USS Chicago. Se
retiró en 1896, aunque dos años más tarde fue movilizado,
durante la guerra Hispano-Norteamericana para formar
parte del consejo de Guerra Naval que asesoraba al
Presidente Mckinley, en todo lo referente a las operaciones
navales en el Atlántico y en el Pacífico. Terminada la
guerra, Mahan fue nombrado Comisionado de la
delegación norteamericana en la Conferencia de Paz con
España, celebrada en la Haya en 1899. Posteriormente
sería ascendido a Contralmirante. Murió en 1914.
Evaluación crítica de la biografía de Mahan.
Al examinar la trayectoria del personaje, se observa que
fue un oficial de Marina para el cual los libros eran más
atractivos que los barcos. Hay un refrán español que lo
retrata: “Habla de la mar y quédate en tierra”. Con esta
postura no es extraño lo que manifiesta la Enciclopedia de
la Historia Americana15[15] en su breve biografía de Mahan,
cuando pone de manifiesto que un oficial superior reprobó
a Mahan su natural afición a los libros con estas palabras:
“No es trabajo de un oficial naval escribir libros”. El hecho
de que sólo tuvo tres destinos a flote a lo largo de sus
cuarenta años de vida militar activa, confirma la poca
afición que tenía a navegar.
Podemos referirnos a dos biógrafos de Mahan señalados
por Herve Coutau-Begarie16[16], Polleston y Seaper. El
primero hace una crítica favorable a Mahan: “Es un
hombre bueno y honesto, preocupado siempre por la
objetividad, y cuyas tesis han sido completamente
confirmadas por las guerras del siglo XX, y adoptadas por
muchos estrategas, entre los que se encuentran Cobert y
Castex, con la excepción de algunos heréticos como Fred
Jane”. Por su parte, el segundo, presenta una visión
descarnada y denigrante del personaje, basándose en el
estudio de numerosos documentos personales de Mahan
procedentes sus investigaciones en diferentes archivos
norteamericanos. Textualmente se dice que: “Nos describe
un personaje profundamente desagradable, frustrado social
y sexualmente, tirano doméstico que redujo a sus hijos a la
esclavitud, mal compañero, mal marino, al que enferma la
idea de embarcar y que busca por todos los medios
prolongar sus permisos en tierra, comandante incapaz de
15
16
maniobrar correctamente, dudoso historiador que no
investiga con frecuencia en los archivos, estratega obsoleto
reacio a asumir la evolución de la guerra….”.
Hasta aquí he procurado presentar un extracto de la vida de
Mahan, seguida de observaciones sobre su personalidad
como oficial de la Armada de los Estados Unidos,
institución en la que se formó y donde obtuvo las vivencias
y experiencias que motivaron los escritos y publicaciones
que le hicieron famoso . Dejo para más adelante su
pensamiento, porque como todo ser humano, Mahan fue
“hijo de sus propias circunstancia vitales”.
Manteniéndonos en el plano humano, un personaje como
Mahan, sometido a la disciplina militar, seguramente
crearía muchos recelos entre sus compañeros y superiores.
La fama y el prestigio adquiridos con su esfuerzo
intelectual y apreciado sobre todo por los políticos, sin
duda le causarían muchos perjuicios profesionales y
familiares.
Finalmente tomo una referencia de la Historia de la
literatura inglesa y americana, de Cambridge17[17], sobre su
obra escrita.
2. Su obra literaria
Mahan escribió y publicó veinte libros y 137 artículos.
Estos últimos aparecieron en revistas de opinión tan
importantes como Atlantic mothly, North American
Review y Century magazine. En el ámbito académico
universitario tuvo importantes reconocimientos como la
concesión de títulos honoríficos de las univesidades de
Harvard (1896), Yale (1897), Columbia (1900), Mobil
(1909), y también el Dartmouth Collegue (1903); además
la American Historical Association lo nombró presidente
en 1902. Inglaterra le dio también su propio
reconocimiento en las universidades de Oxford y
17
Cambridge y el periódico Times le llamó “el nuevo
Copérnico”.
Sus libros publicados más importantes, por orden
cronológico son:
- El Golfo y las aguas interiores (1883).
- La influencia del Poder Naval en la Historia (1890).
- La influencia del Poder Naval en la revolución francesa
(1892).
- Vida del almirante Farragut (1892).
- Vida del almirante Nelson (1897).
- El interés de los Estados Unidos en el Poder Naval
(1897).
- Influencia del Poder Naval en gran Bretaña (1897).
- Lecciones de la guerra con España (1899).
- El Poder Naval en la guerra de 1812 (1905).
- De la vela al vapor (1907).
- Estrategia marítima (1911).
Sus artículos más importantes publicados son:
- La política exterior de los Estados Unidos (1890).
- Hawai y nuestro futuro Poder Naval (1893).
- Posibilidades de una solidaridad Anglo-Norteamericana
(1893).
- EL istmo de Panamá y el Poder Naval (1893).
- El porvenir en relación al Poder Naval de Estados Unidos
(1895).
- Preparación para la guerra naval (1897).
- Estructura estratégica del mar Caribe (1897).
- Previsiones sobre el siglo XX (1897).
Del examen de los títulos de los libros y artículos
publicados por Mahan se desprenden dos cuestiones
generales que confirman la tesis de que este marino fue un
gran publicista que basó su propaganda en lo que
denominó como Poder Naval, tema central de todas sus
líneas. Aprovechó la coyuntura histórica de la última
década del siglo XIX para promocionar sus ideas sobre el
expansionismo marítimo de Estados Unidos, siguiendo el
modelo de Gran Bretaña. Las fechas y los temas de los
artículos publicados eran referencias para la política
exterior de su país, en tiempos de oportunidad tan críticos
como fueron los años noventa. Sus ideas serían
aprovechadas por los políticos para fundamentar un plan de
expansión marítima de la joven nación norteamericana,
cosa que hicieron al pie de la letra, a costa de la arcaica
nación española, inmersa en el derrumbe de su imperio.
3. El pensamiento de Mahan.
Como todo ser humano que ha disfrutado una vida con
múltiples perspectivas, nuestro personaje tienen que ser
analizado de forma multidimensional, teniendo en cuenta
las múltiples facetas que conforman una personalidad
compleja. Por ello trataremos de simplificar buscando sus
rasgos esenciales:
- Como marino militar de una nación con apenas un siglo
de existencia, que ejerció su vida profesional en
destinos de mar y tierra.
- Como profesor en centros de enseñanza naval que
estudió la historia para obtener consecuencias prácticas
de estrategia y táctica naval.
- Como geopolítico marítimo que dedujo unos principios
de aplicación de las condiciones geográficas y
marítimas ventajosas para la política de su país.
Así pues, fijándonos en esos tres rasgos del perfil humano
de Mahan, podemos articular las esencias de su
pensamiento que nos servirán para iluminar y destacar los
argumentos que expuso en el libro que estamos
presentando.
Estimo que seria bueno hacer desde el principio una serie
de preguntas sobre Mahan que son fundamentales para
retratar su personalidad y acertar en su pensamiento:
- ¿Fue un hombre de su tiempo, caracterizado por la
transición de la vela al motor en la navegación?
- ¿Fue una persona cuyos criterios estaban marcados por
sus conocimientos militares o por las enseñanzas de la
historia?
- ¿Sus teorías son verdaderamente originales?
- ¿Qué es lo que verdaderamente Mahan pretendía al
escribir este libro?
- ¿Cuáles son las principales enseñanzas que se pueden
deducir de su libro?
- ¿Estuvo Mahan influenciado por la leyenda negra anti-
española?
Creo que si conseguimos dar respuesta a estas seis
preguntas básicas, habremos conseguido conformar el
pensamiento complejo de Mahan, desde sus distintas
perspectivas.
En el ámbito español, podemos señalar lo que se dice de
Mahan en las siguientes obras cuyas referencias figuran en
la bibliografía18[18]:
- Enciclopedia del Mar.
- España, Poder Marítimo y Estrategia Naval.
- Del Poder Naval en España.
- El Poder Naval ante la realidad política española.
- La Marina ante el 98. Acontecimientos de un conflicto.
- La potencia marítima. Castex.
Estudios sobre Mahan obtenidos en Internet:19[19]
- The Cambridge History of English and American
Literature.
- New insights from old books: The case of Alfred T.
Mahan.
- Roots of strategy. Book 4.
- Síntesis del pensamiento del almirante Mahan. (Manuel
18
19
Solano)
- Inventing Grand Strategy and teaching Command. (Jon
Sumida)
- Geopolítica. Pensamiento de Mahan. (Alexander Tavra)
- Alfred Thayer Mahan, su contribución como
historiador, estratega y geopolítico. (Jorge Terzago).
El libro que presentamos y criticamos fue publicado en
1890. Entonces tenemos que preguntarnos ¿Cuál era el
destino profesional ejercido por el autor mientras escribía
este libro? Es evidente que si el libro « Influencia del
Poder Naval en la Historia» fue escrito en 1888 y 1889,
para ser publicado en 1890, tuvo forzosamente que utilizar
las conferencias que impartió en la Escuela de Guerra
Naval de Newport entre los años 1886 y 1887, cuando
estuvo destinado como profesor de historia naval y
estrategia.
Como oficial de Marina de los Estados Unidos, es evidente
que su mentalidad naval se refleja en toda su obra, pero
ésta queda más patente en un libro elaborado a base de
conferencias diseñadas para la formación de oficiales
navales. El mar, en su amplia acepción, está presente en
sus obras –como no podía ser menos- pero de una manera
más intensa en el libro que estamos tratando.
Mahan, a través de sus vivencias en la Marina
norteamericana, se dio cuenta de la importancia de la
explotación de la condición marítima de un país para su
engrandecimiento. De esta manera, estableció una serie de
principios de gran valor para las naciones marítimas.
Siguiendo la doctrina del Sir Walter Raleigh “Quien manda
en el mar, manda en el comercio; quien manda en el
comercio, dispone de las riquezas del mundo y, en
consecuencia, domina el mundo entero”20[20].
20
Así, define el concepto de “Poder Marítimo” como la
capacidad de establecer y defender los “Intereses
Marítimos” de una nación, basadas en la utilización del
mar en su propio beneficio.
El poder marítimo tiene pues dos componentes esenciales,
los intereses marítimos y el “Poder Naval” para
defenderlos. Llegamos de esta forma al concepto de Poder
Naval que expone Mahan en su libro.
Mahan analiza una serie de batallas navales, por él
seleccionadas, para obtener consecuencias didácticas
orientadas a los alumnos de Marina. Analiza también las
decisiones tomadas por los responsables tácticos y
estratégicos sobre las formaciones y despliegues
adoptados; en lo referente a la conducta de las dotaciones
de los buques, su moral y preparación; la importancia de la
logística naval para mantener el nivel de municiones
necesario y lo relativo al número de cañones y la
envergadura de los buques. Todo ello se convierte en
consideraciones didácticas, en el libro que estamos
tratando. Pero sin olvidar que se refiere siempre a la
Marina de los buques de vela.
En tiempos de cambios tecnológicos como fueron los
aplicables a la propulsión naval, los avances en el
perfeccionamiento de la artillería naval y la arquitectura
naval que llevó a la sustitución de los cascos de madera por
los de hierro y acero, las consideraciones que expone
Mahan no tienen más que un valor histórico pero efímero
en la postrimerías del siglo XIX. ¿Qué supone el
aprendizaje para los oficiales navales de las maniobras de
Nelson en Trafalgar? Mahan le da un valor moral que
reside en las condiciones que debe reunir un comandante,
en cuanto a la preparación, la determinación y al capacidad
de liderazgo. Esos valores no cambian con los
perfeccionamientos tecnológicos.
En lo referente a la estrategia naval, Mahan es partidario de
la “batalla decisiva” que llevará a ejercer el dominio del
mar. Este pensamiento fue fruto de la reflexión realizada
en las guardias de mar a bordo del USS Wachusett. Por eso
reconocía que este pensamiento se convirtió en el centro de
todos sus escritos durante más de veinte años.
Desde los primeros tiempos de su carrera se observa en
Mahan una importante contradicción. Afirma que la
fuerzas navales pueden actuar en apoyo a las operaciones
terrestres siempre que no vaya en perjuicio de las
operaciones de control del mar o de la protección de las
líneas de comunicaciones marítimas. Es por ello que hace
una crítica del almirante Nelson por su afición a las
operaciones anfibias en apoyo de las campañas terrestres.
Vemos en su concepción obsesiva, una falta de perspectiva
sobre lo que posteriormente la Marina norteamericana
habría de practicar ampliamente en las campañas anfibias
del Pacífico durante la II guerra mundial. Hoy en día, está
fuera de toda duda la capacidad de las fuerzas navales para
proyectar su poder sobre tierra, que es la tendencia actual
de la Estrategia Naval, mediante las operaciones del litoral
Su concepción naval de la guerra, le lleva a remontarse al
enfrentamiento de Roma y Cartago, afirmando que si este
hubiera tenido el dominio del mar podría no haber perdido
la guerra. Su teoría está presente en todos los escritos a
través del concepto del Poder Naval. Tanto es así, que estas
afirmaciones le llevaron a considerar que los británicos
perdieron la batalla de Yorktown, durante la guerra de la
independencia norteamericana, porque los franceses fueron
capaces de contar con el dominio del mar en la zona. Para
nada menciona las operaciones navales que los españoles
hicieron en el Sur contra los ingleses en ese mismo tiempo.
Campañas que llevaron a atacar Mobila y Pensacola,
reductos de poder inglés en el Golfo de Méjico. ¿Por qué
Mahan ignora la colaboración naval española? Respuesta:
Porque en 1890, España era el próximo enemigo a batir.
Otros de los pensamientos o convicciones de Mahan eran
la defensa del tráfico marítimo comercial propio y la
negación de esta capacidad al enemigo. En caso de guerra,
la lucha por el dominio del mar se traduciría en la
protección efectiva del tráfico marítimo propio como
medio de asegurar la supervivencia de de la nación. Para
Mahan, el Poder Naval se traduciría en contar con una
fuerza de potentes buques de guerra, capaces de bloquear
los puertos enemigos y asegurar la libertad del tráfico
marítimo propio.
Como profesor de Historia Naval, el libro presenta una
serie de lecciones concatenadas cronológicamente entre
1660 y 1783, donde se destaca siempre el dominio del mar,
como factor más importante del poder nacional y se
estudian los combates navales ocurridos en ese tiempo para
obtener consecuencias didácticas sobre las decisiones de
los mandos navales, los despliegues y factores que
contribuyeron a la victoria, en unos casos, o a la derrota, en
otros. Se comprende que todos los combates están
referidos al tiempo de la vela, con lo que sus aplicaciones a
los medios navales modernos son de una utilidad relativa.
Pero hay que destacar que el Capitán de Navío Mahan no
es un historiador. Simplemente es un marino que utiliza la
historia de forma partidista para ensalzar y elogiar las
actuaciones de los ingleses, justificando sus éxitos y
victorias, a la vez que minimiza y obvia sus fracasos y
derrotas. Por el contrario, carga sobre España y su Marina
todos los males de lo que no se debe hacer, obviando las
circunstancias políticas, económicas y sociales del
fenómeno histórico de un imperio en declive, como el
español.
El libro nos presenta las lecciones de historia naval de
Mahan, quien no tiene en cuenta que los hechos históricos
ocurren cuando se dan unas circunstancias que los
provocan. Tampoco aborda las consecuencias que se
derivan de los hechos históricos considerados,
simplemente destaca las lecciones prácticas para sus
alumnos.
Se comprende que Mahan, marino de una nación de un
siglo de existencia cuando escribió el libro, utilice un
periodo histórico próximo a la independencia de Gran
Bretaña, expresando su admiración por el modelo inglés y
por sus acciones navales. El libro se puede entender, por el
contrario, como una desconsideración hacia España y su
Marina. De todo ello concluye la necesidad de seguir las
aguas del modelo inglés mediante un expansionismo
marítimo, del cual la guerra con España sería el primer
paso.
En este sentido, cabe decir que Mahan sacó partido de sus
lecciones de historia naval. Durante la guerra hispano-
norteamericana fue llamado para formar parte del Consejo
Naval de apoyo al Presidente de los Estados Unidos.
Finalizada su carrera militar, Alfred Thayer Mahan se
convirtió en un protagonista del impulso naval en los
ambientes que dominaban la política exuberante de los
Estados Unidos, después de la guerra con España. La
Academia Naval de Annapolis publicó todos sus textos y
los declaró “de lectura obligada” para los futuros oficiales
de la Armada norteamericana. En la primera década del
nuevo siglo, las teorías de Mahan impulsaron a los
sucesivos Gobiernos para construir una gran flota militar y
civil, a la vez que se consolidaba definitivamente la
política expansionista a través del mar.
Así, encumbrado por la política, Mahan se promocionó
como el gran baluarte norteamericano de la geopolítica
marítima, en contraposición con la geopolítica de
Mckinder.
Si existe un mérito de Mahan, es el de haber defendido la
perspectiva marítima, que ofrece enormes ventajas a las
naciones que son capaces de explotar sus condiciones
marítimas. Mahan defendió las comunicaciones marítimas
contra quienes sólo consideraban las terrestres. Hizo un
argumento político de las ventajas de la geopolítica
marítima, haciendo del Poder Naval la base del Poder
Nacional. Impulsó a los políticos norteamericanos a la
constitución de un verdadero poder marítimo, con
capacidad para ejercer el dominio del mar, apoyado en una
gran flota y en bases navales en todos los mares del
mundo.
Aunque consiguió convencer sobre las ventajas de la
geopolítica marítima, en cambio, no valoró adecuadamente
la necesidad de impulsar el desarrollo tecnológico e
industrial, que caracterizaron los nuevos tiempos del siglo
XX. La necesidad de contar con abundantes recursos para
apoyar el desarrollo industrial de Estados Unidos, no fue
tenida en cuenta en su libro sobre el Poder Naval.
Igualmente, no consideró la evolución sociológica de la
población de Estados Unidos, el flujo migratorio y su
influencia en los valores sociales de la política
norteamericana, más ocupada en los problemas derivados
de su política expansionista. Por último, asombra conocer
que Mahan consideraba la democracia como un sistema
que debilita al Estado y le acerca a las teorías
antimilitaristas. En este sentido, Mahan valoró
positivamente la existencia de grandes grupos de presión
económica, capaces de promover la construcción de una
gran flota mercante para sus negocios y de una escuadra
naval capaz de defenderlos. Llevado por el éxito de su
libro en Alemania, llegó en 1910, a poner a este país como
ejemplo a imitar. Cuatro años después se desataría la
Primera Guerra Mundial.
4. Lo que se ha publicado sobre Mahan.
Este autor ha disfrutado de una verdadera promoción a
escala mundial, coincidiendo de la etapa del inicio del
expansionismo marítimo norteamericano. Por ello, el libro
que criticamos fue traducido a los idiomas más importantes
del mundo, recibiendo especiales atenciones en Inglaterra,
en Alemania, en Rusia y en Japón.
De los artículos recopilados para realizar este trabajo
crítico, cabe reseñar los siguientes párrafos sobre Mahan:
- “Acerca del carácter del Gobierno como uno de los
factores sociales del Poder Nacional, Mahan insistió
repetidamente en que los Gobiernos elegidos
democráticamente eran notoriamente improvisadores y
generalmente antimilitaristas”. (Capitán de Navío
Alexander Tavra).
- “Después de haber cumplido los cincuenta años fue
cuando Mahan emergió de la oscuridad de una tibia
carrera naval para lograr el reconocimiento
internacional como historiador, estratega imperialista y
navalista, codeándose con el Presidente, Primeros
Ministros e incluso con la Realeza europea, y su nombre
comenzó a venerarse en los círculos del mundo entero”.
(Paret Meter)
- “Las ideas básicas de Mahan son: primero, el control del
mar, cuestión central de la estrategia naval; Segundo, la
supremacía naval como prerrequisito de la política
internacional y económica; y tercero, el éxito de la
fuerza naval depende de la correcta aplicación de ciertos
principios estratégicos” (Jon Sumida).
- “El resumen del libro de Mahan es insuficiente para que
determinar la verdadera utilidad de los estudios de
Mahan sobre batallas navales fueron realizadas con
medios tecnológicos obsoletos cuando este oficial naval
los publicó” (Kenneth J. Hagan).
- “Dado que Mahan fue un historiador escolar, no puede
ser considerado como un investigador. Sus libros fueron
escritos a partir de materiales y documentos poco
rigurosos y secundarios” (Cambridge History of English
and American Literatura).
22
Es posible que esta postura llegase a influir en las
enseñanzas de la historia naval de Mahan, que siempre
utilizaba textos de referencia ingleses.
La Real Academia Española aborda el tema del sistemático
desprestigio español, con la definición de “Leyenda negra:
Opinión anti-española difundida a partir del siglo XVI y
basada en la política española en Italia, en Alemania y en
Países Bajos, y en la conquista de América”.
Por estas razones, podemos concluir que el texto que
presentamos, utiliza los hechos navales históricos
ocurridos durante los más de cien años que precedieron a la
independencia norteamericana, como exaltación del Poder
Naval inglés de cuyas herencias marítimas se hizo cargo la
US Navy.
No cabe la menor duda que, por todo lo expuesto
anteriormente, en el tiempo en el que Mahan escribió el
libro, había dos circunstancias que favorecían su tesis
sobre la influencia del Poder Naval como factor favorable
para el expansionismo marítimo norteamericano: Las
luchas que se estaban dando en Cuba y Filipinas para
conseguir su independencia de España y la proximidad de
la celebración del IV Centenario del Descubrimiento y
Colonización de América, que España se aprestaba a
conmemorar, hecho que ocurriría dos años después de la
publicación de libro, en 1892.
Según Julián Marías, en su «España Inteligible» (página
200 y 201), la “Leyenda Negra” consiste en la
descalificación global de España, de toda su historia y de
sus hechos más relevantes.
En esta línea, podemos suponer que Mahan olvidó
conscientemente el apoyo político, militar y económico
que el Reino de España prestó a la independencia de los
Estados Unidos, en contra de Inglaterra. No me resisto a
señalar unos datos de este apoyo español. Primero, fue el
propio Benjamín Franklin quien en 1767 solicitó, y obtuvo,
el apoyo político de España a la independencia de las trece
colonias americanas; segundo, el militar español Bernardo
de Galvez abrió un segundo frente en el sur con ataques y
conquista de la Mobila y Pensacola; tercero, la ayuda
económica de España a la independencia de Estados
Unidos ha sido poco valorada. Está contrastado que la
ayuda económica que aportó el Rey Carlos III fue tan
grande como la de Francia.
El embajador Stanton Griffits, en 1952, hizo las siguientes
declaraciones que fueron publicadas en el periódico “YA”,
el 2 de febrero:
“....Puso perspectiva histórica a las actuales negociaciones
e hizo alusión a la ayuda que España prestó a Estados
Unidos en el momento de su independencia, un extremo
que aquí los historiadores americanos han tratado siempre
de ocultar, o por lo menos de disminuir, mientras
ensalzaban la ayuda francesa. Hasta ignoran que Carlos III
hizo a Estados Unidos el primer empréstito para que
pudieran comprar uniformes, municiones y pertrechos para
un descamisado ejército; durante quince años, España pagó
puntualmente en los bancos de Austria, Alemania, Italia y
Holanda letras a las que Estados Unidos no podía hacer
frente”.
Con estos antecedentes, concluyo el capítulo, con las
siguientes observaciones:
1. El autor y la obra que se presentan gozan todavía del
máximo prestigio en el ámbito de los estudios navales
y estratégicos.
2. Mahan ha conseguido situarse en el nivel de los
grandes defensores de la geopolítica como Mckinder y
de la estrategia como Clausewitz.
3. Fue el promotor de expansionismo marítimo
norteamericano, cuya primera acción fue la guerra con
España de 1898.
4. El libro, independientemente de los dos capítulos que
componen la teoría del Poder Naval al servicio de la
Política de una Nación, se compone de una serie de
batallas navales, de las que Mahan obtiene
consecuencias militares.
5. En el curso de la descripción y análisis de los hechos
históricos, demuestra una desmesurada admiración
por la trayectoria política de Inglaterra, a la vez que
una desconsideración por la actuación de España y su
Armada.
6. El partidismo de Mahan es tan patente que tiende a
ignorar y minimizar hechos navales de ese tiempo
cuando se refieren a España.
ESCALA EN EL ATLÁNTICO de
Juan Carlos Díaz Lorenzo
INFLUENCIA
DEL
PODER NAVAL
EN LA HISTORIA
1660-1783
POR EL
CAPITÁN DE NAVÍO DE LA MARINA DE LOS
ESTADOS UNIDOS
A. T. MAHAN
INDICE DE MATERIAS
CAPÍTULO III.........................................................................178
Guerra de las Provincias Unidas contra
Inglaterra y Francia aliadas, 1672-1674. Guerra
de Francia contra la Europa coaligada, 1674-
1678. Combates navales de Solebay, Texel y
Stromboli.
CAPÍTULO IV.........................................................................224
Revolución inglesa. Guerra de la Liga de
Ausburgo, 1688-1697. Combates navales de
Beachy Head y de la Hougue.
CAPÍTULO V.........................................................................259
Guerra de sucesión española, 1702-1713.
Combate naval de Málaga.
CAPÍTULO VI........................................................................297
La Regencia en Francia. Alberoni en España.
Políticas seguidas por Walpole y Fleuri. Guerra
de sucesión en Polonia. Comercio de
contrabando que hacían los ingleses en la
América española. Inglaterra declara la guerra a
España, 1715-1739.
CAPÍTULO VII.......................................................................325
Guerra entre la Gran Bretaña y España, 1739.
Guerra de sucesión austriaca, 1740. Francia se
une a España contra la Gran Bretaña en 1744.
Combates navales de Matthews, Anson y
Hawke. Paz de Aix-la-Chapelle en 1748.
CAPÍTULO VIII......................................................................364
Guerra de los Siete años, 1756-1763.
Incontrastable poder de Inglaterra y conquistas
en los mares de Norteamérica, Europa e Indias
Orientales y Occidentales. Combates navales:
Byng frente a Menorca; Hawke y Conflans;
Pocock y D’ Ache en las Indias Orientales.
CAPÍTULO IX........................................................................429
Serie de acontecimientos ocurridos desde la Paz
de Paris hasta el año 1778. Guerra marítima
originada a consecuencia de la Revolución
americana. Combate naval frente a Ouessant.
CAPÍTULO X......................................................................... 468
Guerra marítima en Norteamérica y en las
Antillas, 1778-1781. Su influencia sobre el
curso de la Revolución americana. Acciones
navales frente a las islas de Granada, Dominica
y bahía de Chesapeake.
CAPÍTULO XI........................................................................526
Guerra marítima en Europa.
CAPÍTULO XII.......................................................................549
Sucesos en la India, 1778-1781. Sale Suffren de
Brest en 1781. Su brillante campaña naval de
los Santos, 1781-1782.
CAPÍTULO XIII......................................................................616
Sucesos ocurridos en las Antillas después de la
rendición Yorktown. Encuentros de Hood y De
Grasse. Combate naval de Los Santos.
CAPÍTULO XIV......................................................................668
Discusión y crítica de la Guerra Marítima de
1778.
A.T. MAHAN.
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