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Traducciin de EL PODER JoRGE DelKe Un enfoque radical ‘STEVEN LUKES 3425s INDICE Prefacio 1. INTRODUCCION : 2. EL ENFOQUE UNIDIMENSIONAL 3. EL ENFOQUE BIDIMENSIONAL 4. EL ENFOQUE TRIDIMENSIONAL 5. LA CONCEPCION DE PODER SUBYACENTE 6. PODER E INTERESES : 7. COMPARACION DE LOS TRES ENFOOUES 8. Diricuntapes 9. CONCLUSION Bi PREFACIO Este libro tiene su origen en una conferencia pronunciada en la Sorbona ante alumnos de Pierre Birnbaum. Luego se convirtié en un guién para el seminario de Sociologia Politica, ‘a cuya realizacién contribui en Oxford junta- mente con R. W. Johnson, Roderick Martin y Frank Parkin. Luego fue objeto de abundantes revisiones, a la luz de los debates —especial- mente en la Université de Montréal y la McGill University de esa misma ciudad, de la Univer- sity of Massachusetts y la New University del Ulster, en Coleraine— y de los fundados argu- mentos y criticas de (entre otros) Brian Barry, John Gaventa —que esté verificando ahora en tuna investigacion empirica algunas .de sus ideas—, Jerome Karabel, Jackie Lukes, José M* Maravall, Kenneth Newton, Bertell Ollman, Frank Parkin, Bob Rae, Joseph Raz, Frank Wright y, sobre todo, Peter Bachrach, William Connolly y Alan Montefiore. Estoy especial- ‘mente agradecido a Peter Bachrach. Las discu- siones publicas y privadas que mantuvimos du- ante su ¢stancia en Oxford fueron ocasiones excepcionales de intercambiar —y no sélo de ratificar— opiniones; fueron para mi extraordi- nariamente interesantes y enriquecedoras. | | | 1. INTRODUCCION Este breve libro encierra un andlisis conceptual del poder. En él voy a pronunciarme por un enfoque del poder (es decir, una manera de identificar a éste) que es radical en sentido ted- rico y en sentido politico (y, en este contexto, considero que hay una relacion intima entre los. dos sentidos). El enfoque que voy a defender, yo diria que, por un lado, es inevitablemente eva- luativo y esta “esencialmente contestado’ (15) ' y, por el otro, es aplicable empiricamente. In- tentaré demostrar por qué este enfoque es supe- ior a los alternativos. Defenderé, ademés, su carécter evaluativo y contestado, cosas que no son defectos para mi, y sostendré que es «opera- tivo», es decir empiricamente itil, por cuanto permite forjar hipétesis en términos de dicho enfoque que en principio son verificables y fal- sables (a despecho de los argumentos comin- mente esgrimidos en contra). Incluso daré ejemplos de tales hipétesis, de algunas de las cuales Hegaré hasta el extremo de pretender que son ciertas. ‘A lo largo de mi argumentacién tocaré una cepte de poder ao tiene arraigo en se trate de politica osoclologia» (26) Clas entre corchetes corresponden a obras que figuran en la bibtiogratia, infra, pp. 80-85) 2 Seven Latkes serie de problemas metodolégicos, teéricos y politicos. Entre los primeros figuran los limites del behaviorismo, el papel desempetiado por los. valores en la explicacién y el individualismo metodolégico. Entre los problemas teéricos es- an cuestiones relacionadas con los Ifmites © prejuicios del pluralismo, con la falsa concien- cia y con los intereses reales, Entre los proble- mas politicos estan las tres famosas dreas pro- blematicas clave estudiadas por Robert Dahl [12] en. New Haven (nuevo desarrollo urbano, educacién publica y nombramientos politicos), la pobreza y las relaciones raciales en, Balti mote, asi.como la-polucién atmosférica. Estos temas no seran discutidos en si, sino que. sim- plemente se aludiré a ellos en puntos significa dos de la-argumentacién. Por su naturaleza, ésta es polémica. Y realmente, el que lo sea forma parte esencial de mi alegato. Comienza esta argumentacion examinando tun enfoque del poder y concepciones emparen: tadas —que tiene profundas raices historicas, particularmente en el pensamiento de Max We ber, y que adquirié una sensible influencia.en. tre los politélogos americanos de la década: de los sesenta a través de la obra de, Dahl y sus colegas pluralistas. A este enfoque se le criticd por superficial y restrictivo y se le acus6 de lle- var a una injustificada celebracion del plura- lismo americano, del cual se pretende que cum- ple los requisitos de la democracia, en especial por parte de Peter Bachrach y Morton S. Baratz en un famoso ¢ influyente articulo titulado «The two faces of power» [2] y en un segundo articulo [3], incorporados ambos posteriormente, previa Introducein 3 modificacién, en su libro Power and poverty [4]. La argumentacién de éstos fue, a su vez, objeto de enérgicos contraataques por parte de los plu- ralistas, en especial Nelson Polsby (30, 311, Raymond Wolfinger [37, 38] y Richard Merel- ‘man [20]; pero también se granjeé defensas de gran interés, como la de Frederick Frey [14]. y por lo menos una aplicacién'empirica, intere- sante en grado sumo, en el libro de Matthew Grenson The un-polities of air pollution (9. Ar- gumentaré que el enfoque de los pluralistas era, efectivamente, inadecuado, por’ las razones aducidas por Bachrach y Baratz, y que el enfo- que de éstos va més lejos, aunque, por otro lado, no lo bastante, y esté necesitado de un temple radical, Mi estrategia consistira en. es- bozar tres mapas conceptuales, que espero pon- gan de manifesto los rasgos distintivos de esos tres etifoques del poder, a saber el de los plura- listas (al que llamaré unidimensional), el de sus criticos (al que llamaré bidimensional) y un ter~ cer enfoque del poder (al que llamaré tridimen- sional), Luego pasaré a examinar los lados fuer~ tes y débiles respectivos, intentando demostrar mediante ejemplos que el tercero de estos enfo- ques permite un andlisis de las relaciones de poder mas profundo y satisfactorio que el pro- porcionado por cualquiera de los otros dos. 2, EL ENFOQUE UNIDIMENSIONAL ‘A menudo se califica a éste de enfoque «plura- lista» del poder, pero tal etiqueta es ya enga- ‘ios, por cuanto Dahl, Polsby, Wolfinger y otros pretenden demostrar que el poder —segun Io identifican ellos~ esta, de hecho, distribuido de ‘manera pluralista en New Haven, por ejemplo, y mas generalmente en el sistema politico de los. Estados Unidos en su totalidad. Hablar, como hhacen los susodichos autores, de un «enfoque plu ralista» del poder, o de una eaproximacién pluralista» al mismo o bien de una «metodolo- gia pluralista» presupone que las conclusiones de los pluralistas ya estén contenidas en sus concepciones, aproximacién y método. Real- mente, yo no creo que asi sea. Creo que éstos son capaces de generar en determinados casos conclusiones no pluralistas. Utilizando, por ejemplo, su enfoque del poder y su metodologia para identificarlo (de manera que el lugar donde se ubica el poder se determina viendo quién prevalece a la hora de adoptar decisiones dondequiera que haya un conflicto observable) Robert McKenzie {19} coneluye que el poder es piramidal en los dos principales partidos politi- cos britanicos; y sirviéndose de un enfoque y diferentes, Samuel Beer [6] concluye que en el caso del Partido Laborista no lo es. Del primero de esos enfoques se extraen conclusiones elitistas cuando es aplicado a es- tructuras elitistas de adopcién de decisiones y 1 enfoque widimensional 5 conclusiones pluralistas cuando es aplicado a estructuras pluralistas de adopeién de dec nes (y también, diria yo, conclusiones plural tas cuando es aplicado a estructuras que él identifica como pluralistas, mientras que otros enfoques del poder no lo hacen). Asi pues, al intentar caracterizarlo identificaré sus rasgos distintivos independientemente de las conclu- siones pluralistas que se hayan solido obtener. n su temprano articulo «The concept of po- were, Dahl describe su «idea intuitiva del po- ders como «algo semejante a: A tiene poder so- bre B en la medida en que puede conseguir que B haga algo que, de otra manera, no haria» ({10}, en {7}, p. 80). Mas adelante en ese mismo articulo, Dabl describe su «enfoque intuitivo de la relacién de poder» en términos ligeramente diferentes: parecia, dice, «implicar una tenta- tiva Goronada por el éxito por parte de A de conseguir que @ haga algo que, de otra manera, no harias ((7}, p. 82). Notese que si el primer ‘enunciado gira en torno a la capacidad de A («... en la medida en que puede conseguir que B haga algo ....), el segundo especifica una tenta- tiva coronada por el éxito, y en ello estriba, desde luego, la diferencia entre los poderes ac- tual y potencial, entre posesion y ejercicio del poder. Es éste —el elercicio del poder— la idea central de este enfoque del poder (como rea cidn al hincapié que hacen los llamados «clit tas» en las reputaciones del poder). En Who go verns?, el método capital de Dahl cor edeterminar con respecto a cada decision qué participantes propusieron alternativas que fi nalmente fueron adoptadas, vetaron alternati- 6 ‘Steven Latkes vas propuestas por otros 0 propusieron alterna- 5 que fueron rechazadas. Estas acciones fuc- ron después clasificadas como ‘éxitos’ o “derro- tas! individuales. Los participantes con la ma- yor proporci6n de éxitos sobre el total de éstos fueron considerados como los més influyentes» ({121, p. 336) *. En suma, como dice Polsby: «En la aproximacién pluralista ... se intenta estudiar los resultados especificos con vistas a determi- nar quién prevalece efectivamente en la adop- cién de decisiones dentro de una comunidad» ((30}, p. 113). Aqui se hace hincapié en el estu- dio del comportamiento concreto, observable. El investigador, segin Polsby, «deberia estudiar el comportamiento efectivo, ya sea de primera mano, ya sea reconstruyéndolo a partir de do- cumentos, testimonios, periédicos y otras fuen- tes apropiadas» (p. 121). Ast pues, la metodolo- gia pluralista, en palabras de Merelman, «estu- di6 el comportamiento efectivo, insistié en las definiciones operativas y encontré pruebas. Mas atin: parecié obtener conclusiones fiables, que satisfacian los cénones de la ciencia» ((20), p.451), (Convendré tener en cuenta que los pluralis- tas tienden a usar de forma intercambiable «poder, «influencia», ete., suponiendo que hay una enocién primaria que parece estar detras ‘de rods esos conceptos» ({10}, en (71, p-80) Who governs? habla todo de «influencia», mien- tras que Polsby habla ante todo de «poder».) "Para un examen eriteo del uso que de sx propia con hace Dahl, véase Moris (25, cepcign del pod BT enfoque unidimensional 7 Este hincapié en el comportamiento observa- ble a la hora de identificar el poder mueve a los pluralistas a estudiar Ia adopcién de decisiones como tarea central. Para Dahl, pues, el poder sélo puede ser analizado tras un examen mi- nucioso de una serie de decisiones concretas® ((11}, p. 466); Polsby, a su vez, escribe Se puede concebir el «poder» —ainfluencias y «con: trol» son sinénimos servibles— come la capacidad de tun actor de hacer algo que afecte a otro actor, que cambie el probable curso de unos futuros aconteci- mientos especificados. Esto puede ser més facilmente concebide en una situacién de adopeién de decisiones (30), pp. 34) Arguye este autor que identificar a «quien pre- valece en la adopcién de decisiones» parece ser ‘la mejor manera de determinar qué individuos y grupos tienen ‘mas’ poder en la vida social, porque el conflicto directo entre actores plantea una situacién que se asemeja sobremodo a una verificacién experimental de su capacidad de influir en los resultados» (p.4). Como se des- prende de esta ultima cita, se supone que las decisiones» entrafian un conflicto «director, es decir fective “y observable. Asi pues, Dahl afitma que sélo es posible verificar estricta- mente la hipstesis de una clase dirigente si hay ©. casos que impliquen decisiones politicas clave donde las preferencias de la hipotética lite dirigente choquen con las de cualq otro grupo similar que se pueda sugerir», y «... cn tales casos prevalecen regularmente las pre- ferencias de la élite» ({11], p- 466). Los pluralis- a ‘Seven Latkes tas hablan de decisiones relativas a problemas pertenecientes a «éreas problematicas» (clave) Seleccionadas, suponiendo una ver, mas que ta les problemas son polémicos e implican un licto efectivo. Como dice Dahl, es «requi necesario, aunque quiz no suficiente, que el tema clave implique un desacuerdo efectivo en las preferencias de dos o mas grupos» (p. 467). ‘Hemos visto, pues, que los pluralistas hacen hincapie en el comportamiento en Ia adopcion de decisiones sobre problemas clave o impor- tantes por cuanto implican un conflicto obser- vable efectivo, Obsérvese que tal implicacién no es requerida por las definiciones de poder de Dahl o de Polsby, las cuales simplemente re- quieren que A pueda llegar o legue a afectar a To que hace B. Y de hecho, en Who governs? Dahl se muestra muy sensible a la operatividad del poder o Ia influencia en ausencia de con- Aicto; incluso afirma, en efecto, que una «verifi- cacién aproximada de la influencia abierta 0 encubierta de una persona es la frecuencia con ‘que consiga llevar adelante una politica impor- tante en contra de la oposicién de otros, o vetar politicas propuestas por otros, 0 llevar adelante tina poten donde mo apareza oposicion bch 12}, p. 66). De todos modos, éste es solo ut Me itatauchos ejemplos de gu el texto de Who governs? es mas sutil y profundo que la mayoria ide los pronunciamientos conceptuales y meto- 7 Tas cursivas son mias (S. L). Este pasaje es ferozmente critieado por Mors [251 BI enfoque unidimensional 9 dol6gicos de este autor y sus colegas ; esta en contradiccién con su armazén conceptual y su metodologia. Dicho de otra manera, constituye un descubrimiento que el enfoque unidimer nal del poder es incapaz de explotar. De acuerdo con este enfoque, el conflicto es crucial por cuanto procura una verificacién ex- perimental de las atribuciones del poder: pa- rece pensatse que sin él el ejercicio del poder no se pondra de manifiesto, Entre qué se da el conflicto? La respuesta es: entre preferencias que se supone son formuladas conscientemente, manifestadas a través de acciones’y, por ende, susceptiblés “de ser descubiertas por observa cién del comportamiento de la gente. Ademas, los pluralistas suponen que los intereses se han de entender como preferencias por politicas de- terminadas, de suerte que un conflicto de inte- reses equivaldria a un conflicto de preferencias. Rechazan cualquier sugerencia de que los inte- reses puedan ser inarticulados 0 inobservables, y sobre todo la idea de que las personas puedan ‘star equivocadas acerca de sus propios intere-~ ses 0 ser inconscientes de ellos. Como dice ~~ Polsby: Rechazando esta presuncion de una eobjetividad de los interesess, podemos ver ciertos casos de des- » Oto ejemplo se da en Ias pp, 161-62 y 321, cuando Dahl punta implicitamente hacia el proceso de no adopetén de Gecisiones, diciendo del poder de los miembros del estrato politico que determina en parte si un asunto se conviere 6 ‘ho en «problema de notoriedad publica 0 Steven Lukes acuerdo intraclasista como un conflicto intraclasista, de intereses y el acuerdo interclasista como una ar- ‘monia interclasista de intereses. Defender lo contra Ho se nos antoja un error. Si la informacion acerca del comportamiento efectivo de los grupos dentro de Ja comunidad no se considera importante en el mo- mento en que discrepa de las expectativas del inves tigador, entonces es imposible aun refutar las propo- siciones empiricas de la teoria de la estratificacion que postulan intereses clasistas), por lo que habra ue onsierarlas come aserios mis metafiscos que Empiricos. Suponer que los intereses «reales» de una Clase les pueden ser asignados por analista permite a ste atribuir una sfalsa conciencia de clase» cuando la clase en cuestion no coincide con é1 (130), pp. 22. 234 Concluyo, por ende, que este primer enfoque ‘unidimensional del poder entraiia una insisten- cia en el comportamiento a la hora de adoptar decisiones sobre problemas en torno a los cuales hay un conflicto observable de intereses (subje- tivos), entendidos como preferencias expresas por una determinada politica y revelados a tra- ves de una participacién politica. Ct Ia erica que hace Theodor Geiger la imputaciin por Marsal proletariado de «interesesauténticos» indepen Grentes de los descos y metas de sus miembros: ahi, dice ‘Geiger, stermina el andiss cabal de la estructura de inter es de las clases sociales, manifestandose uinieamente ya a ‘mania religiosa» (Die Klassngesellchoft im Schmelztiege, Colonia y Hagen, 1949, p. 133, cltado y traducido en Da- hrendoe (13) p. 175). 3. EL ENFOQUE BIDIMENSIONAL En su critica de este enfoque, Bachrach y Ba- ratz aducen que es restrictivo y, en virtud de este hecho, presenta un cuadro pluralista, en- gafiosamente optimists, de la politica ameri- cana. El pod: mera es fe qu Ja cual «el poder esta enteramente incorporado y plenamente reflejado en las “decisiones con- cretas' o en la actividad directamiente relacio- nada con su adopeiéne (I4], p.7). Escriben estos autores: Por supuesto, el poder se eferce cuando A participa en Ia adopcin de decsiones que afectan 3B. Taine bién se ejerce el poder cuando A coneagra sus enet= ffas a crearo reforar aqucloe valores sotals 9 Po. lticosy praeticaslnsttulonales que limitan ela cance del proceso olitio a la consderacinpéblica solamente'de los problemas que scan rlativamente inocuos para A. En la medida en que A consigue hae Carl, xo impide, pars todos los eects practices, que B ponga sobre el tapetecunlquer problema cuya te solucion pueda perjudicar serlamentealconjunto de prelerencias de A (p. «Punto capital» de su argumentacién es el si- guiente: «En la medida en que una persona oun grupo —consciente.o inconscientemente— cr © refuerza barreras al aireamiento de los con- flictos polititss, esa persona o grupo tiene po- def» (p. 8): Citah a este propésito las famosas y 2 Stover Lakes frecuentemente repetidas palabras de Schatts- chneider: Todas las formas de organizacién politica sienten in- clinacton por la explotacién de unos tipos de conflic- tos y la supresién de otros, puesto que organizar es ‘movilizar inclinaciones. Ciertos temas se organizan dentro de la politica, mientras que otros 10 hacen fuera de ella ([3), p. 70. EI significado del trabajo de Bachrach y Baratz reside en que estos autores aportan a la discu- sign en torno al poder la idea —de crucial im- portancia— de la «movilizacién de inclinaci ness. Hay, segiin sus propias palabras, tun conjunto de valores, creencias, rituales y proce- dimientos institucionales (sreglas del juego») predo- Iminantes que actiian sistematica y consecuentemente ‘en beneficio de personas y grupos determinades a expensas de otros. Los beneficiarios esta colocados ‘en posicién aventajada para defender y promover sus intereses establecidos. La mayorfa de las veces, los sdefensores del statu quo» son un grupo minoritario o elitista dentro de la poblacion en cuestién. Sin em- bargo, ef elitismo no esté predestinado ni es omni presente; como fécilmente pueden certiicar los con- trarios a la guerra de Vietnam, la movilizacién de inelinaciones puede beneficiar y frecuentemente be- neficia a una neta mayoria ([4, pp. 43-4). Qué valor tiene entonces este segundo enfoque, bidimensional, del poder? ¢Qué mapa concep- tual es el suyo? Responder a esta pregunta plantea una dificultad, toda vez que Bachrach y Baratz usan el término «poder» con dos signifi- EL enjoque bidimensional a cados distintos. Por un lado, lo emplean de una manera general para referirse a todas las for~ mas de control con éxito de A sobre B, es decir: de la consecucién por A de la obediencia de B. Los mencionados autores, en efecto, desarrollan toda una tipologia (interesante en grado sumo) de estas formas de control, formas que ellos en- tienden como tipos de poder en cualquiera de sus dos facetas. Por otro lado, califican de * der’ a uno de esos tipos, a saber, la consecucién de la obediencia mediante la amenaza de san- ciones. Sin embargo, al exponer su posicién po- demos eliminar facilmente el equiveco Ila- mando «poder» a lo primero y «coercion» a lo segundo. ~ Su tipologia del «poder» abarca, pues, cocr- a, influencia, autoridad, fuerza y manipula: cién. Existe coercién, como acabamos de ver, cuando 4 consigue la obediencia de # mediante una amenaza de privacién dondequiera que hay ‘tun conflicto en torno a los valores 0 al curso de la accion entre A y B» (p. 24) '. Existe influencia donde 4, «sin recurrir a una amenaza tacita 0 franca de privacién rigurosa, hace que [B] cam- bie el curso de su accion» (p. 30). En una situa cidn que comporta autoridad, «B obedece por- " Sobre la coercion, cf. Robert Nazick, «Coercion, en Philosophy, polities and society, fourth series, Peter Last, W.G. Runciman, Quentin Skinner, comps, Oxloed, Black. ‘well, 1972, pp. 101-38, J. Roland Pennock y John W. Chap- ‘man, comps, Coscion: Nomas XIV, Yearbook of the Ame ‘ean Society for Potical and Legal Philosophy, Chicago y ‘Nueva York, Aldine-Atherton Ine. 1972 “ Steven Latkes que reconoce que la orden [de A] es razonable en términos de sus propios valores», bien por- que su contenido es,legitimo y razonable, bien porque se ha llegado a él a través de un proce- dimiento legitimo y razonable (pp. 34, 37). En el caso de la fuerza, A aleanza su objetivo frente a la no obediencia de B despojandole de la opcién entre obediencia y no obediencia. Manipulacion ¢s, por tanto, un xaspecto» 0 una subnocién de la fuerza (distinta de la coercién, el poder, la influencia y la autoridad), dado que aqui la sobediencia es posible al faltar por parte del que ha de obedecer un conocimiento bien de la procedencia, bien de la naturaleza exacta de lo ue se le pide» (p. 28) La critica que Bachrach y Baratz hacen al en- foque unidimensional del poder de los pluralis- tas es, hasta cierto punto, antibehaviorisia; es decir los autores pretenden que «subraya inde- bidamente Ia importancia de proponer, decidir y velar, y, como resultado de ello, «no toma en cuenta el hecho de que el poder puede ser efer- cido —y a menudo lo es— limitando el aleance de la adopcién de decisiones-a-problemas rela- tivamente ‘inocuios’» (p. 6). Por otro lado, estos autores ‘inisten —al menos en su libro, repli- cando a los criticos que mantienen que si B no actia porque prevé la reaccién de A, entonces no ocurre nada y tenemos un eno evento», que no es susceptible de verificacién empirica— en give las llamadas no decisiones, que restringen el alearicé de la adopcién de decisiones, son, a su vez, decisiones (observables). Estas, sin em- bargo, pueden no 48F abiertas o especificas con respecto a un tema dado o incluso no haber sido El enfoge bidimensional 1s adoptadas conscientemente para excluir a de- tractores en potencia, a los cuales tal vez desco- nozcan los defensores del statu quo. Tal desco- nocimiento eno significa, empero, que el grupo dominante prescinda de adoptar no decisiones que preserven o promuevan su dominacién. El mero apoyo al proceso politico establecido tiende a surtir ese efecto» (p. 50). Asi pues, un anélisis satisfactorio del poder bidimensional implica un examen tanto de la adogotin de decisomes como de \n adopetén de no decisions: Una decisidn ¢3 «una eleccién en- tre varios modos de accién alternativos» (p. 39); una no decisiOn es «una decisién que conduce a la supresién o frustracién de un reto latente 0 manifiesto a los valores o intereses de quien adopta ta decisién» (p. 44). Por consiguiente, la adopcidn de no decisiones es «un medio de que las demandas de cambio en la actual distribu- clén.de beneficios y,privilegios dentro de la co- ‘munidad puedan ser sofocadas incluso antes de ser articuladas; 0 mantenidas ocultas; o amor- tiguadas antes de que tengan acceso a la arena donde se adoptan las decisiones en cuestién; o, en caso de que fallen todas estas cosas, trunca- das o destruidas en la fase de ejecucién de las, decisiones del proceso politico» (p. 44). En parte, Bachrach y Baratz redefinen efecti- vamente las fronteras de lo que hay que con: derar como problema politico. Para los plural tas, estas fronteras son establecidas por el si tema politico que se esta observando 0, mejor dicho, por las élites del mismo, ya que, como dice Dahl, ede un problema politico dificil- mente se puede afirmar que existe a menos y % 16 Steven Likes hasta tanto que haya acaparado la atencién de un sector importante del estrato politico» ((12), p. 92). El observador selecciona entonces algu- nos de estos problemas en cuanto obviamente importantes 0 ‘clave’ y analiza la adopcién de decisiones en relacién con ellos. Para Bachrach y Baratz, en cambio, es de crucial importancia dentificar los problemas potenciales a los que la adopcién de no decisiones impide actualizarse. Para ellos, los problemas cimportantes» o «clave» pueden ser, por tanto, actuales 0 —mas probablemente— potenciales, siendo un pro- blema clave «aquel que entrafa un genuino de- safio a los recursos del poder o autoridad de uienes ordinariamente dominan el proceso en virtud del cual se determinan las salidas pol cas del sistema, es decir «una demanda de transformacién duradera tanto de Ja manera en que son distribuidos los valores en el sistema de gobierno ... como de la propia distribucién de Ios valores» (4), pp. 47-48). A despecho de esta crucial diferencia con los pluralistas, el anilisis de Bachrach y Baratz } tiene en comin con el de aquéllos un aspecto ” significativo, a saber el hincapié en el corflicto efectivo, observable, abierto o encubierto. Mien- tras que los pluralistas sostienen que, en la adopcién de decisiones, el poder vinicamente se revela alli donde hay conflicto, Bachrach y Ba- ratz suponen que esto mismo ocurre en casos de adopcién de no decisiones. Afirman, por tanto, que si «no hay conflicto, abierto o encubierto, habra que presumir que existe un consenso en cuanto a la distribucién de valores imperante, en cuyo caso es imposible la adopcién de deci- al 7 siones» (p.49). A falta de tal conflicto, arguyen, «no hay forma de juzgar correctamente si cl propésito de una decisién es realmente impedir © frustrar una seria consideracion de una de- manda de cambio que amenaza en potencia a quien adopta las decisiones» (p. 50). Si «parece haber una aquiescencia universal con respecto al slaty quo», entonces no sera posible «determi- ar empiricamente si ese consenso es genuino 0, por el contrario, ha sido impuesto mediante la adopcién de no decision». Los autores agregan extraflamente que «el analisis de este problema queda fuera del alcance de un analista politico y acaso solo pueda ser analizado fructifera- ‘mente por un filésofo> (p. 49). Esta ultima observacién parece indicar que Bachrach y Baratz no estan seguros de si lo que quieren, decir es que el poder de adopcién de no decisiones no puede ser ejercido en ausencia de conflictos observables 0 que jamés podremos saber si lo ha sido. De cualquier manera, el con- licto que ellos creen necesario se da entre los fintereses de quienes estan implicados en la adopcién de no decisiones y los intereses de quienes ellos excluyen de la audicion dentro del sistema politico. ¢Cémo se identifican los inte- reses de estos tiltimos? Bachrach y Baratz con- testan que el observador debe determinar si tales personas y grupos aparens temente desfavorecidos por Ia movilizacién de las clinaciones tienen agravios abiertos o encubiertos indo agravios abjevtos los que ya han sido expres dos ¥ han dade lugar a un problema dentro del sis ‘ema politico, mientras que los encubjertos estin to- davia frwra del sistema, 18 ‘Steven Latkes Estos iiltimos «no han sido considerados ‘dig- nos’ de atencién y controversia piblicas», aun- ‘que son «observables para el investigador en su forma abortada» (p.49). Dicho de otro modo, / Bachrach y Baratz tienen un concepto mas am- | plio de los sintereses» que los pluralistas, si | bien este concepto se refiere a intereses subjet | vos més que objetivos. Mientras que el plura- lista considera como intereses las preferencias politicas manifestadas por el comportamiento de todos los ciudadanos que se supone estan dentro del sistema politico, Bachrach y Baratz consideran también las preferencias manifesta- das por el comportamiento de quienes parcial 0 totalmente estan excluidos del sistema politico, en forma de agravios abiertos o encubiertos. En ambos casos se supone que los intereses estén conscientemente articulados y son observables. | Concluyo, pues, que el enfoque bidimensional del poder comporta una critica cualificada —y digo cualificada porque todavia se supone que la adopcién de no decisiones es una forma de adopeton de decisiones— del carter behavio. rista del primer enfoque y deja un margen para Considerar las formas en que se puede impedir que se adopten decisiones acerca de problemas otenciales en torno a los cuales existe un con- flicto observable de intereses (subjetivos) consi- derados como encarnados en preferencias poli- ticas expresas y agravios infrap. 4. EL ENFOQUE TRIDIMENSIONAL No hay duda de que el enfoque bidimensional del poder supone un importante avance con respecto al unidimensional, puesto que incor- pora al andlisis de las relaciones de poder la cuestién del control sobre el programa politico y de los modos de mantener fuera del proceso Politico problemas potenciales. No obstante, entiendo que es inadecuada por tres razones. En primer lugar, su critica del behaviorismo es cualificada en exceso} 0, por decirlo de otro modo, sigue estando demasiado apegada al behaviorismo, esto es al estudio del ecompor- tamiento-efectivo», abierto, cuyas «decisiones concretais» en situaciones de conflicto son con- sideradas paradigméticas. Al intentar asimilar todos los casos de exclusién de problemas po- tenciales del programa politico al paradigma de la decisién, proporciona un cuadro engafioso de as formas.en. que los individuos y sobre todo 16s" grupos-e. instituciones logran ‘excluir del proceso politico problemas potenciales. Las de- cisiones son elecciones hechas de manera cons- ciente e intencional por los individuos entre va- rias alternativas, mientras que las inclinaciones del sistema pueden ser movilizadas, recreadas y reforzadas de formas que no son consciente- mente elegidas ni son el resultado que preten- dian las clecciones particulares de los indivi- duos. Como afirman los propios Bachrach y Ba- ratz, Ia dominacién por los defensores del sta- 20 even Lakes tu quo puede ser tan firme y generalizada que éstos ignoren los potenciales aspirantes a su po- sicion y, por consiguiente, las alternativas al proceso politico existente, cuyas inclinaciones se esfuerzan por mantener. En cuanto eestudio- sos del poder y sus consecuencias», dicen, nuestra preocupacién no es si los defensores del statu quo usan su poder conscientemente, sino si lo ejercen, cémo lo ejercen y qué efectos tiene ello en el proceso politico y en otros acto- res dentro del sistema ([4], p. 50) Mas atin: las inclinaciones del sistema no se nutren simplemente de una serie de actos elegi- dos individualmente, sino también y sobre todo del comportamiento socialmente estructurado y culturalmente configurado de los grupos. y de las précticas de las instituciones que cierta- mente pueden manifestarse a través de Ia inac- cién de los individuos. Bachrach y Baratz coin~ ciden con los pluralistas en adoptar un enfoque del poder excesivamente individualista en el aspecto metodologico. Unos y otros siguen aqui los pasos de Max Weber, para quien el podet era la probabilidad de que los individuos real- zaran su voluniad pese a la resistencia de otros, mientras que el poder de controlar el programa politico y excluir problemas potenciales no Puede ser adecuadamente analizado a menos que sea concebido como una funcién de fuerzas colectivas y conciertos sociales '. Hay, en efecto, " Véase Steven Lukes, Individualism, Oxford, Blackwell 1973, cap. xv (EI individualism, Barcelona, Anagrams. 1975), Comparese con la decision de Dahrendorf de seeguie las provechoses y ponderadas definiciones de Max We- El enfoque tridimensional 2 aqui dos casos diferenciables. En primer lugar esté el fenémeno de la accién colectiva, donde la politica 0 accién de una colectividad (ya sea tun grupo, como por ejemplo una clase, o una institucién, como por ejemplo un partido pol tico 0 una empresa comercial) es manifiesta, pero no atribuible a las decisiones 0 al compor- famiento de individuos particulares. En se- gundo lugar esta el fendmeno de los efectos ‘sistémicos» u organizativos, donde la mov’ zacién de inclinaciones resulta, como decia Schattschneider, de la forma de’ organizacién, Tales colectividades y organizaciones se com- ponen, por supuesto, de individuos, pero el po- der que ejercen no se puede conceptualizar simplemente en términos de las decisiones 0 el comportamiento de los individuos. Como dijo sucintamente Marx, elos hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbi trio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con ‘que se encuentran inmediatamente, que existen y transmite el pasado»? El segundo aspecto en que resulta inadecuado el enfogue bidimensional es el consistente en bers, de acuerdo cons uses «i importante rns centre poder y autoridad rndica en que mientras que el p fst ligndo czencialmente a la personalidad de ls indiv- ‘duos, Ia autoridad siempre se enoventre asoclada a posicio- res 0 roles sociales» (USI, p. 160) 2 Karl Marx y Friedrich Bagels, «The Eighteenth Bra- naire of Louis Bonaparte», en Mace y Engels, Selected works, Moses, Ediciones en Lenguas extranjeras, 1962 tol 1, p-247 [eEl 18 Brumario de Ls Bonapartes, en Marx 1 Bagels, Obras escogidas, Madi, Akal, 1975, vo. I, p. 250), 2 Steven Lakes asociar al poder con el conflicto efectivo, obser- vable. Las criticas de los pluralistas en este sen- tido también se cifien demasiado a sus adversa- ios * (y unos y otros se cifien, a su vez, a Weber, quien, como hemos visto, subrayaba la realiza- cién de la voluntad de uno pese a la resistencia de otros). Esta insistencia en el conflicto efectivo en cuanto rasgo esencial del poder no va a nin- guna parte, y ello por dos razones, cuando me La primera es que, segtin los propios andlisis de Bachrach y Baratz, hay dos tipos de poder que pueden no implicar tal conflicto, a saber la ‘manipulacién y la autoridad, que ellos conciben, com® in «acuerdo basado en la razén» ((4], p. 20), aunque en otro lugar digan que comporta un «posible conflicto de valores» (p. 37). La segunda razén por la que la insistencia en cl conflicto efectivo y observable no va a nin- guna parte es sencillamente que resulta suma- ‘mente insatisfactorio suponer que el poder sélo se ejerce én situaciones de conflieto: Dicho ton todo rigor, A puede ejereer poder Sobre B consi- guiendo que éste haga Io que no quiere hacer, pero también ejerce poder sobre él influyendo fen sus necesidades genuinas, modelandolas o » Tal asociacin queda patente al méximo en Paver and poverty (U4). especialmente pp. 49.50), como reaccion la reskin ejercidn por lay crtien de los plaalistas a ls ime plicaciones —potencialmente tridimensionales-~ del arti. culo sobre ts no adopeién de decisions (3. Véanse Merel- ‘man [20] Is comunicaciones hechas al director dela Ame ‘ean Police! Seience Review, 62 (1988) por Bachrach 9 Ba Fate (pp. 1268-49) y Merelman (p. 1269) El exjoque tridimensional 2 determinandolas. De hecho, zno estriba el su- remo ejercicio del poder en lograr que otro otros tengan los deseos que uno quiere que ten. gan, es decir en asegurarse su obediencia me- diante et control sobre sus pensamientos y de- s€05? No hace falta llegar al extremo de hablar deUn mundo feliz 0 del mundo de B, F. Skinner para percatarse de que el control del pensa- miento adquiere un sinfin de formas menos to- tales y mas mundanas, através del control de la informacién, a través de los medios de comuni- cacién social ya través de los procesos de socia. lizacién. No deja de ser una ironia,ciertamente, que haya excelentes descripciones de este fend meno en Who governs? Consideremos la des- cripcién del papel de los «patricios» a comi 20s del siglo x1X: «La élite parece haber poseido Jamas indispensable de las caracteristicas de tun grupo dominante: el sentimiento, compar- | tido no sélo por ella, sino asimismo por la | _plebe, de que su pretension de gobernar era le- | eltimas ((i2), p. 17). ¥ Dahl descubre tambien este fenémeno en las condiciones «pluralistas» de la actualidad. Los dirigentes, dice, «no slo responden a las preferencias de los votantes, siho que ademas modelan.esas preferencias» (p. 168). ¥ mas adelante: «Casi toda la poblacién adulta se ha visto sometida a agin grado de | adoctrinamiento a través de las escuelas» (p. 317), etc. Lo malo, al parecer, es que tanto Ba. chrach y Baratz como los pluralistas suponen ‘ue si el poder, tal como lo entienden ellos slo s© manifiesta en casos de conflicto efectivo, de ello se desprende que el conflictoefectivo es ne- cesario para el poder. Pero esto es igmorar un | Lk ” Stew Les detalle crucial: que la mas efcaz einsidioss uti ion Gel poder consist en impedir que al conflict atlore El erecraopecto en que resulta inadecuado el cnfogue bidimnsional del poder guarda etre Sha‘eacon cone ogni se rata dea tencis en que cl pode de adopcion de no dec Stones une stmt all donde ve dan Sravis alos que se niepa la entrada ene pro- aera ietitico en forma de problemas. Si el ob- | Setvalor loge descubrir gue no hay tale agra eeeeee eee eeeeeeeee eee Withos onsenso acerce de la cistribucin | Ulatee Smperante, Por deurio de otra manera, Saul mone ue as ptsnas no senen Sdtavio ninguno,entonces e que no tlenen in tdrovessusceptbles de ser lesionados por el uso Sui poder Ns elles tambien sumamente in eeiectoios Bn primer lugar cau! een 1040 | caeecrragravi’ una demanda articulada et bee a un eonocirento politic, una quelain- | directa nacida de la experiencia de cada dia, Ga wage sensecién de malestar_o an sent date de carencia? cf 18). En segundo lugs unde importante, mo estriba el supremo ¥ mas Tein cee ae poder mped eh | cualquier. medida que las personas _tengan | SoS recuriende. para ello a model sus Sercepelonescopnicones, y_preferencias “de arte ae acepfen su papel en el orden de cosas 2eileak ya see porgue‘no Pueden ver ni ima hua una akernative al mismo, ya sea porque en como natural ireemplaable,0 porque Calaren como algo ordenade por Dios y Bene Sono Sapomer aux susenci de agravio ea BI enfoque tridimensional 2 vale a un consenso genuino es simplemente des- cartar la posibilidad de un consenso erréneo 0 manipulado por obra del mandato definicional. En resumen, el enfoque tridimensional del poder comporta una minuciasa critica del cardc- ter behaviorista * de los dos primeros enfoques, considerados demasiado individualistas, y deja un margen para la consideracién de las muchas formas de mantener fuera de la politica proble- ‘mas potenciales, bien mediante la actuacion de fuerzas sociales y précticas institucionales, bien mediante las decisiones tomadas por indivi- duos. Tal cosa, por otro lado, puede ocurrir en ausencia de un conflicto actual, observable, que acaso haya sido felizmente conjurado, aunque se mantenga ahi una referencia implicita al conflicto potencial. De cualquier modo, esa po- tencialidad puede no verse actualizada nunca. Lo que puede darse ahi es un conflicto latente, que estriba en la contradiccién entre los intere- ses de aquellos que ejercen el poder y los intere- ses reales de aquellos a quienes excluyen ‘. Estos * Uso el término «behaviorsta» en el estricto sentido i dicado antes, para referirme al estudio del comportamleato ablertoy efectivo y, de manera mas especifca, alas d siones coneretas. Por supuesto que, en un sentido més am- plio,elenfoque tridimensional del poder ex «behevierstas For cuanto ane 0 la idea de Que of comportamieato (accion e inaccién, conseiente e inconsciente, actual y po. ‘eacial)aporta prutbas (directas indirectas) de cara a una atsibucion del ejercicio det poder. 5 Este conlicto es latent en ef sentido de que se supone ‘que habria conficto de necesidades 0 preferencias entve ‘aquellos que ejeren el poder y aquellos que extn sujetos @ (se, si estos ultimos adguirieran conciencia de sus Inter 26 Steven Lukes tiltimos quiz no expresen sus intereses 0 ni si- quiera tengan conciencia de ellos, pero, como argumentaré, en definitiva la identificacién de ‘esos intereses siempre se basa en hipétesis em- piricamente defendibles y refutables, ‘A continuacién resumiremos los rasgos dis- tintivos de los tres enfoques del poder presenta- dos mas arriba. Enfoque unidimensional det poder Hincapié en (a) el comportamiento @) la adopeién de decisiones (©) problemas (clave) (@) el conflicto observable {abierto) © intereses (subjetivos), enten- didos como preferencias poli- ticas que nos revela la parti cipacién politica, Enfoque bidimensional del poder Critica (cualificada) del cardcter behaviorista Hincapié en (a) la adopcién de decisiones y adopcién de no decisiones ses {Mi expicacin de conflito latent y los intereses rea ies ha de distinguirse de la de Dahrendort que habla de i {ereses sobjetivossyelatenten» en cuanto «intereses antago- nicos condicionads por las posilones sociales, y aun ine Tentes a llase en aociaciones imperativamente coordina dda. que son sindependientes de las orientaciones conscien {es [de los individuos)» (13), pp. 174, 178). Dabrendorf toma por secioldgicamente dado To que para mi es empirk ccamente determinable, | | I EI enfoque sidimensonal ” (b) problemas y problemas po- tenciales () el conflicto observable (abierto 0 encubierto) (d) intereses (subjetivos), enten- didos como preferencias poli- ticas 0 agravios. Enfoque tridimensional del poder Critica del cardcter behaviorista Hincapié en (a) la adopcién de decisiones y el control del programa politico (no necesariamente a través de deci siones) (&) problemas y. problemas po- tenciales (c) el conflicto observable (abierto © encubierto) y la- tente (@) intereses subjetivos y reales. 5. LA CONCEPCION DE PODER ‘SUBYACENTE Rasgo comiin a estos tres enfoques del poder es ‘su caracter evaluativo: todos ellos surgen de una perspectiva moral y politica particular y operan dentro de ella. Yo diria,ciertamente, que el poder es uno de esos conceptos que dependen inevitable- mente de los valores. Con esto quiero decir que tanto su definicién como cualquier uso que de a ‘quel se quiera hacer, una vez. definido, van liga- dos indisolublemente a una determinada se- rie de supuestos acerea de valores —probable- mente no reconocidos— que predeterminan su Ambito de aplicacién empirica, Mas adelante sostendré que algunos de estos usos permiten mejor que otros la extension y profundizacion de ese Ambito. Ademés, el concepto de poder es, fen consecuencia, lo que se ha dado en lamar tuna «nocién esencialmente contestadae, uno de esos conceptos que einevitablemente implican disputas interminables sobre sus usos correctos por parte de los usuarios ({15], p. 169). En ver- dad, meterse en tales disputas es meterse en po- litica. Un punto comiin 0 idea primordial absoluta- mente fundamental, de toda reflexién acerca del poder es que A de alguna manera afecta a B. Ahora bien, para aplicar esta idea primordial (causal) al analisis de la vida social necesitamos algo més, a saber la idea de que A actia asi de luna manera no trivial, significativa (ef. (36). k Le concepeiin de poder subsacente 2 Claramente, todos nos afectamos unos a otros todo el tiempo de mil maneras; el concepio de poder, al igual que los de coercién, influencia, autoridad, etc., con él emparentados, escoge Ambitos de esa afectacion que le parecen signi- ficativos en algiin aspecto especifico. Para que tuna forma de concebir el poder (o una forma de definir el concepto del poder) sea stil en el ané- lisis de las relaciones sociales, tiene que com- portar una respuesta a las preguntas: «¢a qué se considera aspecto significativo?» y «zqué es lo que hace significativo que A afecte a B+. Ahora bien, el concepto de poder asi definido, cuando se interpreta y pone en préctica, proporciona uno o mas enfogues del poder, esto es una o mas formas de identificar casos de poder en el mundo real. Los tres enfoques que hemos con- siderado se pueden entender como interpreta- ciones y aplicaciones alternativas de un mismo concepto de poder subyacente, segiin el cual 4 ejerce poder sobre B cuando A afecta a B en sentido contrario a los intereses de B !, De cual- " Esta distincion entre cconcepto» y cenfoque> cs para: lela a la establecida por John Rawls entre tconcepto y sconcepeldns. Pare, segin Rawls, tural considerar que el concepto de Justia ex diferente Ge las diversas concepciones de la justiciay que esta especi- Ficado por el papel que esos disintor cajuntos de pine: plos, esas dstintas concepeiones, tienen en comin. Ouienes Imaniienen diferentes concepcioney de ls justicla pueden, ‘Bucs, seguir conviniendo en que las instituciones sn justas Sando no se establecen distinciones arbtrarias entre las personae In hora de asignar derechos ¥ deberes fundamen tales y cuando las normas determinan un equilibria o recto entre reivindicaciones contrapuestas de las vetajas x0 ‘Steven Lites quier modo, hay formas alternativas —no me- ‘hos contestables— de conceptualizar el poder que implican criterios alternativos de significa- tividad. Examinemos dos de ellas. Consideremos, primeramente, el concepto de poder claborado por Talcott Parsons (26, 27, 28, 29), Parsons pretende «tratar el poder como un mecanismo especifico que opera para producir de Ia vida sola. Los burmanos pseden estar conformes on ‘ita deseripei de las Instituclones justas, toda vez que las fociones de dstincign arbitraria y equllibrio correct, in Clas en el concept de jstcia, quedan ablertas para que ‘eds cus las interprete segn los prncipios de justcia que Siscriba. Estos principios sefalan qué semejanzas y dif fenclas entre personas son importantes pars determinar los Aderechos y deberes,y especifican qué division de las ventae jas es la apropiada Gohn Rav A theory of justice, Oxford, Clarendon Press, 1972, pp. 546 [aora de la just, Made Fondo de Cultura Econémica, 1979). Anélogamente, los que mantienen los tres diferentes enfo- ‘ques del poder que he expuesto,offecen interpretacionee Aivergentes de lo que se ha de entender por intereses y de ‘como pueden resulta afectados adversamente éstos. Botoy de acuerdo, ademas, con las sgerencias de Rawls de que lag diversat concepciones de la fusticia (como enfoque del poder} son xl resultado de diferentes nociones de sociedad fn el contento de unas coneepciones contrapuestas de lat hecesidades y oportunidades naturales de la vida humana Para comprender plenamente na determinada concepein de justicia tendremor que explicitar Ia concepeion de co0- peracidn social de la cual deviva» (pp. 9-10) Dislento, en ‘Cambio, de In aparente creencia de Rawls de que, en ultima Instancia, existe une concepeién racioal o un eonjunto de prineipios de justicia que esté por descubri. slustiiay es {ina nocién no menos ecncialmente conteeda que Ia de poder a concepeiéa de poder subyacene 3 cambios en la accién de otras unidades, indivi- duiales 0 colectivas, en los procesos de interac- cin social» ((28}, en [29], p. 299). Qué es, a su. entender, Io que hay de especifico en este meca- rnismo, lo que caracteriza a éste como «poder»? Dicho de otro modo, qué criterios de significa- tividad usa Parsons para identificar como «po- der» un Ambito de afectacién particular? La respuesta es, en sustancia, el uso de decisiones autoritarias con vistas a objetivos colectivos. He aqui cémo define este autor el poder: Poder es, por tanto, una capacidad generalizada de garantizar el cumplimiento de obligaciones vinculan- tes por parte de unidades dentro de un sistema de organizacién colectiva, cuando las obligaciones se le- gitiman mediante la referencia a su repercusion en Tag notas colectivas y donde, en caso de actitudes re- caleitrantes, se presuma la elecuelén mediante san- ciones situacionales negativas, cualquiera que sea el agente efectivo de tal ejecucién (p. 308). «En esta forma legitimada, el poder de A sobre B es el ‘derecho’ que tiene A, en cuanto unidad de adopcién de decisiones implicada en el pro- ceso colectivo, de adoptar decisiones que preva- lezcan sobre las de B, en interés de la eficacia de la operacion colectiva en su totalidads (.318), La conceptualizacién del poder de Parsons asocia a éste con la autoridad, el consenso y la persecucién de metas colectivas, y lo disocia de fos conflictos de intereses y, en particular, de la | coercién y la fuerza. Ast pues, el poder depende 2 Steven Lukes de la «institucionalizacién de la autoridad> (p. 331) y «es concebido como un medio genera- lizado de movilizar las adhesiones o la obliga- cién de cara a una accién colectiva eficaz» (p. 331). En cambio, «la amenaza de medidas coer- citivas, 0 de coaccion sin legitimacién o justifi- cacién, no debe ser calificada en modo alguno de uso del poder...» (p. 331). Parsons criticaba, pues, a Wright Mills por haber interpretado el, pocler «exclusivamente como una facilidad para conseguir lo que desea un grupo —el de quienes tienen el poder— impidiendo que otro grupo el de quienes ‘estén fuera’— consiga lo que desea», en lugar de ver en él una «facilidad para el cumplimiento de una funcién dentro y en pro de la sociedad en cuanto sistema» ([26], p. 139). Consideremos en segundo lugar el concepto de poder definido por Hannah Arendt. «El poder», dice, corresponde a la aptitud humana no sélo de actuar, sino de actuar de manera concertada. El poder no es nunca la propiedad de un individuo; pertenece a un grupo y existe sélo mientras permanece unido el grupo. Cuando decimos que alguien esta ven el po: ders, nos referimos efectivamente a que tiene poderes de un cierto nimero de personas para que actie en su nombre. En el momento en que desaparece el grupo que dio origen al poder en un principio (potes- tas in populo: sin un pueblo o grupo no hay poder), su poder» se desvanece igualmente ((1) p. 44) Es el respaldo popular lo que confiere poder a las insti- tuclones de un pais, y tal respaldo no es sino la pro- E I Ls concepeiin de poder subyacente B secucién del consentimiento que dio origen a las le yes en un principio. En una situacidn de gobierno representativo, s@ supone que el pueblo dirige a ‘quienes lo gobiernan. Todas las instituciones politi ‘cas son manifestaciones y materializaciones del po- der; se petrifican y desmoronan tan pronto como el poder vivo del pueblo deja de sustentarlas. A esto se referia Madison cuando decia que «todos los gobier- rnos se basan en Ia opinions, lo cual no es menos vilido para las diversas formas de monarquia que para las democracias (p.41) La concepcién del poder de Arendt asocia a éste con una tradicién y un vocabulario que ella hace remontarse hasta Atenas y Roma, segan los cuales la repiiblica se basa en el imperio de la ley, que descansa sobre «el poder del pueblo» (p.40). Desde esta perspectiva, el poder aparece disociadg de la srelacién mando-obediencia» (p.40) y sla cuestién del dominio» (p. 44). El poder es consensual: «no necesita justificacién, por Ser inlierente a la misma existencia de las comunidades politicas; lo que si necesita es legi- timacién... El poder surge siempre que el pue- bblo se retine y acttia concertadamente, pero su legitimacion proviene més de la reunién inicial que de cualquier accién que luego pueda se- guirs (p. 52). La violencia, en cambio, es ins- trumental, es un medio para conseguir un fin, pero «jamés serd legitimar (p.52). El poder, «lejos de ser un medio para conseguir un fin, €s, cen efecto, la condicién misma que permite a un grupo de personas pensar y actuar en términos de la categoria medio-fin» (p. 51). El objetivo de estas definiciones del poder de Parsons y Arendt, bastante similares, es prestar u Stevo Lakes lun apoyo persuasivo a los armazones tedricos generales de sus respectivos autores. En el caso de Parsons, vincular el poder a las decisiones ‘autoritarias y las metas colectivas sirve para re- forzar su teoria de Ia integracién social, basada cen un consenso acerca de los valores por el pro- cedimiento de sustraer a la vista toda una serie de problemas que han interesado a los llamados teéricos de la ‘coercién', justamente en el con- texto del «poder». Por obra de la definicién, fe- némenos como Ia coercién, la explotacién, la ‘manipulacién y demés dejan de ser fenémenos del poder y, por consiguiente, desaparecen del paisaje tedrico. Anthony Giddens ha formulado muy bien este punto: Dos hechos obvios —que las decisiones autoritarias ‘muy a menudo sirven a intereses sectoriales y que los Conflictos mas radicales que se dan en Ia sociedad Surgen de luchas por el poder— son definidos al mar- gen de toda consideracién, por lo menos en cuanto Fendmenos conectados con el «poder. La conceptua- liaacion del poder que ofrece Parsons le permite des- plazar todo el peso de su anilisis del poder en cuanto Expresion de una relacion ene individuos o grupos, pata orientarlo hacia tna concepcidn del poder como Upropiedad del sistema». Se ignora que las «metas» colectivas, ¢ incluso los valores subyacentes pueden Ser el resultado de una edisposicién pactada» sobre Ia base de conflictos entre partes que tienen poderes diferenciales, toda ver que para Parsons, el poder» Supone la existencia previa de metas colectivas ((16), 265). En el caso de Arendt, similarmente, la concep- tualizacion del poder desempefia un papel per- La concencin de poder subsacente 38 suasivo, defendiendo su concepcién de sla res publica, la cosa puiblica» a Ia que da su consen- timiento el pueblo, que «se comporta de ma- nera no violenta y argumenta en términos ra- cionales», y oponiéndose a la reduccién de «los asuntos publicos a una cuestién de dominio» y ‘a la vinculacién conceptual del poder con la fuerza y la violencia, «Hablar de poder no vio- lento», dice la autora, «es una redundancia» (Ui), p.56). Estos distingos permiten a Arendt hacer afirmaciones como las que siguen: «La tirania, como descubrié Montesquieu, es por tanto la més violenta y menos poderosa de las formas de gobierno» (p. 41); «donde el poder esta desintegrado, las revoluciones son posibles, pero no necesarias» (p. 49); «ni siquiera la mas despética dominacién que conocemos, a saber la del amo sobre los esclavos, que eran siempre ‘més nuimerosos que él, no se basaba en instr mentos coercitivos superiores en cuanto tales, sino en una organizacién superior del poder, esto es, en la solidaridad organizada de los amos» (p. 50); «la violencia siempre puede des- truir al poder; del cafién de la escopeta sale la orden mas eficaz, que lleva a la obediencia mas inmediata y perfecta; Io que nunca puede salir de él es poder» (p. 53); «poder y violencia son contrarios, pues donde el uno domina de ma- nera absoluta, la otra esté ausente. La violencia aparece dondequiera que el poder corre peligro, pero abandonada a su suerte, acaba con la de- saparicién del poder (p. 56) Tales conceptualizaciones del poder son r: cionalmente defendibles. Ahora bien, la opinion de este libro es que tienen menos valor que 36 Steven Lass la enunciada aqui, y ello por dos razones. En primer lugar, existen convincentes redefi- niciones del poder que son ajenas tanto a las acepciones capitales de «poder» en sentido tra- dicional cuanto a la temética que siempre ha preocupado fundamentalmente a los estudiosos del poder. Estos insisten en la locucién «poder para, ignorando «poder sobre». Asi pues, poder indica una «capacidad»; una facilidads, una saptitud», no una relacién. De acuerdo con ello, el aspecto conflictual del poder —esto es, el que se ejerza sobre personas— desaparece entera- mente del mapa *. Y junto con é! desaparece el interés fundamental por estudiar en primer lu- gar las relaciones de poder, el interés por garan- tizar —o procurar garantizar— la obediencia de las personas superando 0 evitando su oposicién. En segundo lugar, el propésito de estas defi- niciones es, como hemos visto, reforzar ciertas posiciones teéricas; mas todo lo que se pueda expresar mediante ellas se puede expresar con mayor claridad mediante el esquema concep- tual aqui propuesto, sin que ello implique ocul- tar a Jos ojos del observador los aspectos —ca- pitales— del poder que ellas definen sin exis- tencia. Asi, por ejemplo, Parsons se opone a ver en el poder un fenémeno de «suma nula» y apela a la analogia de la creacién de crédito en economia, argumentando que el uso del poder, # Asi, para Parsons, sel poder de A sobre B» se convieite gn wn ederechow de prirad en i adopt de desones a | L. La coneeplin de poder subyacente a como cuando los gobemados tienen confianca justificada en sus gobernantes, puede alcanzar bjetivos descados por todos y que a todos be- hefician. Se ha dicho, en defensa de esta visién, ue sen cualquier clase de grupo, la existencia de posiciones de ‘liderazgo’ definidas ‘engen- dra’ poder, el cual se puede usar para aleanzar metas deseadas por la mayoria de los compo- hentes del grupo> ((16), p. 263). Andlogamente, Arendt dice que los miembros de un grupo que actiian concertadamente estan ejerciendo un poder. Con arreglo al esquema conceptual aqui Esbozado, todos los casos similares de actividad cooperativa, donde individuos o grupos se vean ffectados unos por otros significativamente, no dandose conflicto de intereses entre ellos, serén identificables como casos de «influencia», mas ho de spoders. Todo lo que dicen Parsons y ‘Arendt sobre el comportamiento consensual re- sulta razonable, pero lo mismo ocurre con todo Jo que destierran del lenguaje del poder. Hlegado a este punto, quiza sea itil que pre- sente un mapa conceptual (fig. 1) del poder y Sus deudos —todas Ins modalidades de «afecta- ion significativas—, el cual se celia, grosso ‘modo, a la tipologia de Bachrach y Baratz a la que antes hice referencia. Huelga decir que este napa en si es esencialmente contestable y en particular, aunque esté destinado a analizar y Situar el concepto de poder que subyace en los enfoques unidimensional, bidimensional y tri dimensional, no pretendo que por fuerza resulte aceptable para todos los defensores de estos en- foques. Una razin de ello, por supuesto, es que enti desarrollado desde In perspectiva del enfo- ea Stove Lakes que tridimensional, que incorpora los otros dos ¥. por consiguiente, va mas lejos que ellos. Se echara de ver que en este esquema, el poder puede ser ono una forma de influencia, segin que intervengan 0 no sanciones, mientras que influencia y autoridad pueden ser 0 no una forma de poder, segin que intervenga 0 no un conflicto de intereses. La autoridad consensual, sin conflicto de intereses, no es, por tanto, una forma de poder. Si la persuasién racional es 0 no una forma de poder e influencia, es una cuestién que no se puede tratar aqui adecuadamente, Por si sirve de algo, yo me inclino a responder afirmativa y negativamente a la vez. Afirmativamente, por que es una forma de afectacién significativa: A Le concepeién de poder subyaconte » consigue (o es causa de) que B haga o piense lo que de otro modo no haria o pensaria. Y negati- vamente, porque B acepta auténomamente las razones de A, de suerte que uno se inclina a decir que noes A, sino las razones de A, 0 la aceptacion de éstas por B, quien tiene la culpa de que B cambie de rambo. Sospecho que nos hallamos en presencia de una antinomia fun- damental (kantiana) entre causalidad, por un lado, y autonomia y raz6n, por el otro, No veo Ja manera de resolver tal antinomia: simple- mente, actdan aqui presiones conceptuales con- tradictorias. Podriamos preguntarnos asimismo si el poder puede o no ser ejercido por A sobre B de forma que coincida con los intereses reales de B. Es decir: supongamos que existe ahora un conflicto entre las preferencias de A y B, pero que las preferencias de A coinciden con los intereses reales de B. Ante esto, hay dos respuestas posi- bles: (1) que A podria ejercer un «poder a corto plazo» sobre B (con un conflicto observable de {intereses subjetivos), pero que siempre y cuando # reconozca sus intereses reales, la rela- cién de poder acaba: se autoaniquila; (2) que la totalidad o la mayoria de las formas de control de A sobre B, ya sean logradas o queden en in- tento, cuando B se opone o se resiste, constitu- yen una violacién de la autonomia de B; que B tiene un interés real por su propia autonomia, hasta el punto de que tal ejercicio de poder no puede coincidir con los intereses reales de B. Esta claro que la primera de estas respuestas queda expuesta al abuso, por cuanto parece brindar una paternalista licencia para la tira- © Sie Laker nia; mientras que la segunda proporciona wna defensa anarquista en contra de esa rania, Tdentiicando la totalidad o Ta mayoria de los Caoos de Infivencin con el poder. Aunque me Strac la. segunda respuesta, me inelino por fuloptar la primera, cuyos peligros pueden Ser Gbutados insistiendo en la base empirica que Sirve para identifica los interesey reales, Tal identibeacion no es cosa de-A, sino de By que rocede a opiar en unas condiciones de reltiva Eionomia y, en particular, com independen del poter de A, por ejemplo. taves de una participacion democrdtica * Respect a este altima panto, véanst Ios ecrtos pasa os faturos de Peter Bachrach, 6 PODER E INTERESES He definido el coneepto de poder diciendo que A ejerce poder sobre B cuando A afecta a B de manera contraria a los intereses de B. Ahora bien; la’ nocién de éinteresés» es una nocién inevitablemente evaluativa (f. [8] y (SD: si digo ‘que algo coincide coii tus intereses, quiero decir gue tienes un derecho a ello, y si digo que «la politica x coincide con el interés de A», esto constituye una justificacién prima facie de esa politica. En general, hablar de intereses procura tuna licencia para emitir juicios normativos de carécter moral y politico, No es de extrafar, ues, que concepciones diferentes de lo que son los intereses vayan asociadas con_posiciones morales y politicas diferentes. De forma muy burda, se podria decir que el liberal toma a los | hombres como son y les aplica prineipios rela- tivos a deseos, relacionando sus intereses con lo ‘que efectivamente desean o prefieren, con sus preferencias politicas tal como se manifiestan a través de su participacién politica '. El refor- mista, a su vez, viendo y deplorando que el sis- tema politico no dé igual importancia a todos "Waar ian Bary, Pla! enue, Lande, Rose sedge Kegan Pol sett coe lane es ‘un por Steve Lloro Poel oe sophy», Political Sudies, 18, 1967, pp. 55-59. bs L fa ‘Steven Lakes los deseos de los hombres, también relaciona los intereses de éstos con lo que desean o prefie- ren, aunque admite que ello pueda revelarse de modos mas indirectos y subpoliticos: en forma de deseos y preferencias.desviados, sumergidos © disimulados. El;radical, empero, sostiene que los propios deseos delos hombres pueden ser producto de-un sistema que va en_contra de sus intereses; en casos tales relaciona estos tiltimos con lo que desearian o preferirian si estuviesen fen condiciones de elegir . Cada uno de los tres clige una cierta gama de Ia totalidad de deseos actuales y potenciales como objeto relevante de su tasacion moral. En resumen, sugiero que el enfoque unidimensional del poder presupone tuna concepeién liberal de los intereses, el bi mensional una concepeién reformista y el tri- ensional una concepcién radical. (Y afirma- ria que todo enfoque del poder descansa sobre alguna concepeién normativamente especi de los intereses.) CE la «primera aproximaciéne de Connolly a una def nicion de los intereses reales: «La politica x coincide mis on bos interes de A que Ia pola , sien caso de que A ‘xperimentase los resudtndor tanto de como dey, eligiera Como cl resultado que ands le gustaria» (8), pag. 472). Yo tambien creo que los intereses reales estén relacionados con Te nutonomia (relative) y In elecciOn. Lo que clertamente se requiere en este putto es un anslisisdetallado de la natura Ieee y las condiciones de esa autonoms (ya vinculo con Ia ddeterminaciin social) El lector hallara indicios de es Tisis en Steven Lakes, ndividuaiion, caps. 8.18 y 20 > Vase ef articulo de Steven Lakes, «Relativism: cogni tive and morals, Supplemontary Proceedings of the Arstoie Tian Society. junio de 1974, 7. COMPARACION DE LOS TRES ENFOQUES Paso ahora a considerar los puntos fuertes y dé. biles de los tres enfoques del poder que he bos- quejado. Las virtudes del enfoque de la adopcién de decisiones, 0 enfoque unidimensional, son ob- vius y han sido puestas de relieve a menudo: por medio de él —citamas de nuevo a Merel- man—, el pluralista eestudié el comporta- miento efectivo, insistié en las definiciones ope- rativas y encontré pruebas» ((20}, p. 451). Sin embargo, el problema esta en que, haciendo esto, estudiando la adopcién de decisiones im- portantes en el seno de la comunidad, el plura- lista se limitaba a asumir y reproducir las in- clinaciones del sistema qué estaba estudiando. Al analizar las decisiones en materia de urba- nismo, educacién piiblica y nombramientos po- liticos, Dahl nos revela montones de cosas sobre la diversidad del poder de adopcién de decisio- nes en New Haven. Demuestra que estas éreas probleméticas son independientes entre si y que, en lineas generales, individuos diferentes ejercen el poder en areas diferentes, por lo que rho hay un conjunto de individuos, ni una th lite, pues, que tenga un poder decisorio de adopcién de decisiones que abarque diversas areas _problematicas. Arguye Dahl asimismo que el proceso de adopeién de decisiones res- ponde a las preferencias de los ciudadanos, toda, “4 Steven Lakes vez que los politicos y funcionarios elegidos que intervienen en él prevén los resultados de futu- ras elecciones. Seria insensato, dice Dahl, «me- nospreciar la medida en que los votantes pue den ejercer una influencia indirecta en las deci- siones de los dirigentes a través de las eleccio- nese ((12), p. 101); ningin problema importante para aquellos es facil que sea ignorado durante mucho tiempo por éstos. Dahl describe, pues, la politica pluralista como variada y abierta a la vez; dice asi: «La independencia, permeabilidad y heterogeneidad de los diferentes sectores del strato politico garantizan —o poco menos— ‘que cualquier grupo descontento halle portavo- ces en el estrato politico» (p. 93). Pero esa diver- sidad y esa apertura que ve Dahl pueden resul- tar sumamente engafiosas si el poder se ejerce en el interior del sistema con vistas a limitar la adopeién de decisiones a los problemas acepta- bles. Adoptando decisiones aceptables, indivi- duos y élites pueden actuar por separado, pero también pueden actuar de manera concertada ‘© incluso no actuar en absoluto—, de suerte que los problemas inaceptables se mantengan fuera de Ia politica, con lo cual se evita que el sistema se torne mas variado de lo que es. «Un sistema politico que sea pluralista en su adop- cién de decisiones», se ha afirmado, puede ser unitario en su adopcién de no decisiones» ((9], p. 179). El método de adopcién de decisiones impide la consideracién de tal posibilidad. Dahl concluye que el sistema es permeable para cualquier grupo descontento, pero s6lo estudia casos coronados por el éxito ¥ no examina ja~ mas los intentos fallidos. Mas atin: la tesis de Comparacién de ls tes enfoques 4s que Ia influencia indirecta da al electorado un control sobre los dirigentes puede invertirse. La influencia indirecta puede igualmente operar para impedir a los politicos, funcionarios u otros plantear problemas propuestas noto- riamente inaceptables para algan grupo o insti- tuciéa de la comunidad. Puede servir a los inte- reses de una élite, y no Unicamente a los del electorado. En suma, el enfoque unidimensional del poder no puede revelar las vias menos visi- bles por las que un sistema pluralista pueda ser inclinado en favor de ciertos grupos y en contra de otros. EI enfoque bidimensional revela algo mas a este respecto —lo que en si constituye un pro greso considerable—, pero se limita a estudiar situaciones donde la’ movilizacién de las incli- naciones puede ser atribuida a decisiones de in- dividuos, con el consiguiente efecto de impedir que los agravios observables —ya sean abiertos © encubiertos— se conviertan en problemas dentro del proceso politico. A mi entender, ello explica en buena medida la gran endeblez ¢ in- suficiencia del estudio de Bachrach y Baratz sobre pobreza, raza y politica en Baltimore. En realidad, todo este estudio no es més que una exposicién de las diversas decisiones del alcalde y algunos dirigentes empresariales con el objeto de impedir que las incipientes reivindicaciones de los negros de Baltimore se conviertan en problemas politicamente amenazadores —me- diante estratagemas tales como entrevistarse clertas personas, crear grupos de trabajo para quitar hierro al problema de la pobreza, apoyar determinadas medidas de asistencia, sorial, a425e™ 46 Steven Lakes etc, ademas de una exposicién de cémo con- siguieron los negros tener acceso a la politica mediante una lucha declarada que incluyé dis- turbios, Este andlisis es superficial justamente porque se limita a estudiar las decisiones indi- viduales adoptadas para impedir que reivindi- caciones potencialmente amenazadoras se vol- vieran politicamente peligrosas. Un anélisis, més profundo se ocuparfa también de todas las complejas y sutiles maneras en que la inactivi- dad de los dirigentes y el mero peso de las insti- tuciones —politicas, industriales y educativas— sirvieron durante tanto tiempo para mantener a los negros apartados de la politica en Bal more; y, de hecho, durante un largo periodo los. ‘mantuvieron apartados incluso de intentar par ticipar en ella. El enfoque tridimensional ofrece la posibili dad de realizar tal andlisis. Dicho de otro modo, ofrece la perspectiva de una.explicacién socio- légica seria —y no meramente personalizada— de cémo los sistemas politicos impiden que las reivindicaciones se conviertan en problemas po- Uticos o incluso que sean formuladas. Pues bien, Ia objecién clasica a esto ha sido planteada a menudo de esta forma por los pluralistas: gcémo es posible estudiar —-y no digamos expli- ‘car— algo que ha sucedido? Pero escuchemos a Polsby: se ha sugerido que los no acontecimientos hacen tuna politica mas significativa que los acontecimien: tos que hacen politica. He aqu un tipo de asevera~ cin que, siendo plausible y atractiva hasta cierto punto, presenta obstaculos verdaderamente insupe Comparsciin de los tre enfoques a rables a investigndor.Podemos sondear répidamente | profundidad el sbismo admitiendo. que los no Acontecimientos son micho mas importantes qu lc acontecimientos ¢ inquiiendo con precision tudes de los no acontecimentos han de ser consierados fos ns signiicativos en In comunidad. Segure que 00 todos cos, Por cals acontecimiento(independien temente de cémo ea definide) que tenga lugar, debe haber infntasallemativas. ntonces,ceudles de los so acontceimientos han de ser considcrados signify Cativor? Una respuesta salisfactria seria ‘quiz quellos resultados. deseados. por un significative tilmero de actoresen la comunidad, pero no conse. fuldo. En la medida en que tales melas son en certo todo capiciamente pereguldas por algin sector de la comunidad, ef método de estado empleado en New Haven tiene posibllidadesrazonables de captar- las: Una respucsia totalmente ineatisiectoria seria ciertor no acontecimlentos eslipulados por observa: doresajenos sin hacer referencia los destos 0 act ‘ldades de quienes residen en las comunidades Esta respuesta es instlsfctola porque ex a todas luces inaderuado que persona ajenas ala comunidad es ofan entre todor los posibles resultados que no se han dado un conjunta que ells conideren impor- fante pero no les cldadanos de la comuntdad, Es probable que esa aproximaciin prejurenra los esl: fads de fa ovestigncon.. (30) pp. 96-97. De manera similar, Wolfinger arguye que «la infinita gama de posibles no decisiones .. nos revela la adaptabilidad de la idea a las diversas perspectivas ideolégicas» ((37), p. 1078). Es ds: supongamos que aventuramos «una teoria de los intereses politicos y el comportamiento racional» que especifique cémo se eonducirian Jas personas en ciertas situaciones si fueran 4 Steven Lakes abandonadas au suerte, yusémosla para apo- yar la afirmacién de que si no se comportan asi es debido al ejercicio del poder. En ese caso, dice Wolfinger, no tenemos manera de decidir entre dos posibilidades: que hubo ejercicio de poder, 0 que la teorfa estaba errada (p. 1078). La primera puntualizacién frente a esos ar- gumentos, tan convincentes en apariencia, es ‘que pasan de una dificultad metodolégica a una asercién sustantiva, Sélo porque es dificil o in cluso imposible demostrar que se ha ejercide poder en una situacién determinada, no se de- duce podamos concluir que no se ha ejercido. Mas importante atin es que no creo que sea im- posible identificar un ejercicio del poder de este tipo. ¢Qué es un ejercicio del poder? ¢Qué signi- fica ejercer el poder? Un examen detallado re- vela que la locucién «ejercicio del poder» — «ejercer el poders—es problematica en dos sei tidos por lo menos. En primer lugar, en su uso cotidiano encierra tuna connotacién doblemente desafortunada. A veces se le atribuye un cardcter individualista e intencional a la vez, es decir, parece dar la im- presion de que el ejercicio del poder es asunto de unos individuos que actéan conscientemente para afectar a otros. Hay quien parece sentirse incémodo al hablar de grupos, instituciones 0 colectivos que «ejercen» el poder, 0 de indivi- duos 0 colectivos que lo hacen de manera in- consciente. He aqui un interesante ejemplo de integracién de presunciones individualistas intencionales en nuestro lenguaje, aunque en si no aporte razén ninguna para tales presuncio- nes. A continuacién propongo abandonar tales Comparacisn de los tres enfoques ° presunciones y hablar del ejercicio del poder bien ppor parte de individuos, bien de grupos, institu- clones, ete., y de manera bien consciente, bien in- consciente. Una justificacién negativa de tal uso revisado es que no disponemos de otra palabra que retina los requisites, porque «ejercitar» (exert) el poder es ligeramente diferente de acjercer» (exercise) el poder. Mas adelante daré una justificacién positiva Un segundo aspecto en el que la expresién sejercer el poder» resulta problematica es que encierra una interesante e importante ambi- giedad, Me referi antes a que Dahl definia el ejercicio del poder en términos de que A con: gue que B haga algo que de otro modo no haria. Sin embargo, esto, asi dicho, es demasiado sim- ple. Supongamos que A puede normalmente afec- tar aB. Ello equivale a suponer que, en el coi texto de (lo que se supone que es) una situacién que se desarrolla normalmente, si A hace x, consigue que B haga lo que de otro modo no haria. Aqui, x, la accién de A, es suficiente para conseguir que B haga lo que de otro modo no aria. Supongamos, empero, que eso mismo ocurre con Ay, También A, puede afectar nor~ malmente a B; su accion, 7, también es sufi- ciente para conseguir que B haga lo que de otro modo no haria, justamente de la misma ma- nera. Supongamos ahora que A y A, actdan con respecto a B simultaneamente y que B cambia ‘su accién en consecuencia. Esta claro que aqui Ia acci6n 0 el cambio de rumbo de B esta sobre- so Steven Likes determinado; A y A, han afectado ambos a B aejerciendo el poder», pero el resultado es idén- tico al que se habria producido en caso de afee- tarle cada uno por su lado. Dadas las circuns- tancias, es imitil preguntarse cual de ellos pro- dujo ef cambio de rumbo, es decir cual de ellos introdujo una diferencia en el resultado, pues lo hicieron ambos. Ambos «ejercieron el poder» en lun aspecto, esto es, un poder suficiente para producir el resultado, aunque no se puede decir que uno de ellos introdujo una diferencia en el resultado. Llamemos, pues, operativo a este as pecto del ‘ejercicio det poder". ‘Comparemos ahora este caso con aquel otro en que A si introduce una diferencia en el resul- tado, esto es, en el contexto de una situacién que se desarrolla normalmente, A, al hacer x, consigue en efecto que B haga lo que de otro modo B no haria. Ahi, x es una causa inter- puesta que distorsiona el curso normal de los acontecimientos, al contrario que en el primer caso, sobredeterminado, donde —ex hypothesi— hay dos condiciones suficientes interpuestas, de modo que no se puede decir de ninguno que haya sintroducido una diferencia», y ello jus- tamente por la presencia del otro: el curso nor- mal de los acontecimientos es distorsionado por la presencia de la otra condicion suficiente in- terpuesta. En este caso, por el contrario, puede decirse que la intervencién de 4 introduce una diferencia en el resultado. Llamemos, pues, ee tivo a este aspecto del «ejercicio del poder». (Vale la pena considerar una distincién més, que se refiere a qué diferencia introduce A en el resultado, desea que B haga una cosa particu- Comparacisn de los ees enfoques st lar, pero al ejercer sobre 61 un poder efectivo, puede lograr cambiar el rumbo de B de muy Nariadas maneras. Tan s6lo en el caso en que el Cambio de rumbo de ‘coincida eon los deseos de es decir en que A se aseyure la obediencia de B, podemos hablar propiamente de un eler- cielo loprado del poder: «afectar> se convierte qui en scontrolar». Es, dicho sea de paso, en este caso de ejerccio logrado del poder, o con- Sccucion de la obedienca, en el que se concen fran exclusivamente Bachrach y Baratz. El tjercicio logrado del poder puede ser concebido como subespecie del elercicio efectivo del po- der si bien se podria sostener que allt donde del tjercicio operative del poder se sigue una obe- dtencia, hay también tna forma —indetermi- hada de efercicio Iogrado del poder) Podemos proceder ya al anélisis de aquello que comporta exactamente la identificacion de tn lec del poder. Atbu wn eric det implica, entre otras cosas, la doble pre- bee de que A acta (o deja de actuar) de una determinada manera y que B hace lo que de ftro modo no haria. (Empleo aqui el témino hacer» en sentido muy amplio, que inciuye pensar», sdesear, esentrs, ete) En el caso de Un ejercicio efectiva del poder, consigue queB haga lo que de otro modo no haria; en el caso de tin ejericto operative del poder, A, juntamente con una u otra de las condiciones suficientes, onsigue que B haga lo que de otro modo no hria De aqui que, en general, cualquier atri- bucién de un sfrcieo det poder —inluas supuesto, las de Dahl y sus colegas—impli- {ue siempre una fice, en el sentido de que (a 3 Steven Lakes no ser por A, 0 por A junto con cualquier otra condicién suficiente), B habria hecho de otro modo, por ejemplo, 5, Es ésta una de las razo- nes de que tantos pensadores insistan (err. neamente) cn que el conflicto efectivo y obser- vable es esencial para el poder (aunque hay sin duda otras razones tedricas y, ciertamente, ideologicas). Porque tal conflicto proporciona la ficeién pertinente ya lista, por asi decir. SiA y B se hallan en conllicto entre si—A quiere a yB quiere b—, entonces, siA prevalece sobre B, po- demos suponer que B habria de otro modo he- cho 6. Donde no haya un conflicto observable entre A y B, entonces debemos buscar otras para plantear la ficcién pertinente. Es decir, debemos buscar otras razones indirectas, para poder afirmar que si A no hubiese actuado (0 dejado de actuar) de cierta manera —y, en el caso del poder operativo, si otras condiciones suficientes no hubieran sido operativas—, en- tonces B habria pensado y actuado de forma diferente de como en efecto piensa y actiia. En suma, necesitamos justificar nuestras expecta~ tivas de que 8 habria pensado o actuado de forma diferente, y también necesitamos especi- ficar el medio 0 el mecanismo por el que A ha impedido a B hacer tal cosa 0 ha actuado (0 dejado de actuar) de manera suficiente para impedirlo, ‘No veo razones para suponer que una u otra de estas afirmaciones no pueda ser mantenida en principio, aunque tampoco pretendo que sea facil hacerlo, ya que esto requiere ciertamente ir bastante mas lejos que la mayoria de los ana- lisis del poder en la ciencia politica y la sociolo- Comparaciin de los tres entogues 38 gia contempordneas. Por fortuna, el libro de Matthew Crenson The un-polities of air pollu- tion: a study of non-decisionmaking in the cities [9] nos proporciona un buen ejemplo de como abordar esa tarea. Podemos situar el marco ted- rico de este libro en Ia frontera entre el enfoque bidimensional del poder y el tridimensional: lo considero una seria tentativa de aplicar empiri camente el primero con ciertos elementos del segundo. Por esta raz6n, supone un progres teérico real en el estudio empirico de las rela- ciones de poder, EI libro intenta, de manera explicita, hallar una forma de explicar las «cosas que no suce~ dens, suponiendo que el «verdadero objeto de la investigacién no es la actividad politica, sino la inactividad politica» (pp. vii, 26), ¢Por qué, se pregunta Crenson, el problema de la contami- nacién atniosférica no se planted tan pronto 0 con tanta intensidad en algunas ciudades ame- ricanas? Su objeto, en otras palabras, es «averi- guar ... por qué muchas ciudades y pueblos de los Estados Unidos no hicieron una cuestién po- litica de sus problemas de contaminacién at- mosférica» (p. vii), ilustrando asi el caracter de los sistemas politicos locales, particularmente cen lo concerniente a su «permeabilidad», El au- tor demuestra primeramente que las diferencias cen el tratamiento de la contaminacién no son atribuibles tan s6lo a diferencias en los niveles efectivos de contaminacién o a rasgos sociales de las poblaciones en cuestion. Acto seguido procede a un minucioso estudio de dos ciudades vecinas en el estado de Indiana, igualmente contaminadas y con cifras de poblacién simila- Ea Steven Lakes res, Una de ellas —Bast Chicago— tom medi- das para limpiar su atmésfera en 1949, mien- tras que la otra —Gary— contuvo la respiracién hasta 1962. Resumiendo, el autor explica la ferencia diciendo que Gary es una ciudad do- minada por una sola empresa, la U.S. Steel, con una fuerte organizacién partidista, mien tras que East Chicago tenia una serie de acerias, y carecia de organizacién partidista fuerte ‘cuando se aprobaron las ordenanzas sobre con- trol de la contaminacién, El argumento (que el autor documenta con un convincente detallismo) es que la U. S. Steel, constructora de Gary y responsable de su pros- peridad, impidio eficazmente durante largo tiempo que se planteara siquiera el problema, gracias a su reputacion de poder que actué so- bre las reacciones previsibles; posteriormente, durante una serie de aos, frustré los intentos de plantear el problema; ¢ influyé decisiva- mente en el contenido de las ordenanzas contra Ja contaminacién finalmente promulgadas, Mas ln: todo esto lo hizo sin actuar en la arena politica ni entrar tan siquiera en ella. Su «mera reputacién de poder, no respaldada por actos de poder» resulté «suficiente para impedir que ra el problema del aire sucio» (p. 124); y cuando finalmente surgié (en buena parte por la amenaza de una accion federal o estatal, «la U.S. Steel .. influyé en el contenido de las or- denanzas sobre contaminacién sin tomar me. dida alguna, con Io que puso en entredicho Ia maxima pluralista de que el poder politico per- tenece a los actores politicos» (pp. 69-70). La U.S. Steel, dice Crenson, ejercié influencia Comparacién de los tes enfoues ss edesde puntos situados fuera del Ambito del comportamiento politico observable... Aunque Ja empresa rara vez intervino directamente en las deliberaciones de los encargados de la poli- tica sobre contaminacién atmosférica de la ciu- dad, pudo sin embargo afectar a su radio de accin y a sus orientaciones..» (p. 107). Crenson dice: Los activists que combatian a la contaminacién en Gary fueron durante. mucho tiempo incapaces de conseguir que la U. §, Stecl adoptase una postura lara, Rememorando los iristes dae del debate en torno a Ia contaminacin, uno-de ellos decla que la Actitud evasiva dela mayor empresa de la ciudad fur tm factor decisive a la hora de star los primeros tetuergos por promulgaruna ordenariza sobre control de la contaminacion, Los eecutivos de la compa, agregaba, solfan limitarse a. acentir comprensiva mente +y admitir que la contaminactén atmesfrica tra terible, dandote palmadas en la espalda, Pero fhunea haclon nada en un sentido o en otro, (Si hus biera habido al menos freee, algo se habria podide Jograr. » Para la evolucion del problema de la con- tamminacién atmosteriea de Gary, fo que U.S, Steel no hizo fue probablemente ms importante que lo que hizo (pp. 76-77. De estos dos minuciosos estudios de casos, el autor pasa a un anélisis comparativo de datos de entrevistas mantenidas con dirigentes pol cos de cincuenta y una ciudades, cuyo propésito ra verificar las hipétesis a que dieran lugar los dos estudios de los dos casos. En forma resu- mida, sus conclusiones son que «e! problema de la contaminacién atmosférica tiende a no pros- a Steven Lakes perar en aquellas ciudades donde la industria goza de una reputacion de poder» (p. 145), y que «alli donde la industria guarda silencio acerca de la contaminacién del aire, las espe- ranzas de vida del problema de Ia contamina cién tienden a disminuir» (p. 124). Una organi. zacién partidista fuerte e influyente inhibiré también el desarrollo del problema de la con- taminacién, toda vez que no es probable que las reivindicaciones de una atmésfera limpia repor- ten ese tipo de beneficios especilicos que buscan los aparatos de partido americanos, por mas que, alli donde la industria tiene una reputa~ clén de gran poder, un partido fuerte acrecen- tard las esperanzas de vida del problema de la contaminacion, dado que se esforzara por ad- quirir influencia en el mbito industrial. En ge- eral, Crenson argumenta de modo convincente que el control de la contaminacién es un buen ejemplo de un bien colectivo cuyos costos espe- clficos se concentran en la industria; asi pues, la oposicién de ésta iiltima sera fuerte, mientras ‘que e] apoyo a la misma sera relativamente dé- Bil, puesto que sus beneficios son difusos y no es probable que atraigan a los dirigentes de par- tide dedicados al chalaneo de influencias. Por otra parte, cosa que resulta muy interesante, Crenson usa contra los pluralistas el argumento de que los problemas politicos tienden a estar conectados entre si; de ese modo, los problemas colectivos tienden a otros problemas colectivos, y viceversa. Asi pues, «al plantear un punto del. programa politico, los activistas civicos pueden, arrinconar otros problemas» (p. 170}: Comparaciin de los tes enfoques 7 Ali donde los negocios y el desarrollo industrial son motivo de preocupacién a nivel local, el problema de la contaminacién del aire tiende a ser ignorado, La preponderancia de un problema parece estar relacio- fnsda con la subordinacion del otro, y la existencia de festa relacién pone en entredicho la idea pluralista de ue los diferentes problemas politicos tienden a sur- Bir y venirse abajo independientemente (p. 165). El argumento general de Crenson es que existen «limitaciones politicas en lo que respecta al al- cance de la adopeién de decisiones», de suerte que «la actividad de adopcién de decisiones viene encauzada y orientada por el proceso de adopcién de no decisiones» (p. 178). En otras palabras, el pluralismo «no es una garantia de apertura politica o de soberania popular: y ni el estudio de la adopeién de decisiones nila existencid de una «diversidad perceptible» nos dirén nada acerca de «esos grupos y problemas que puedan haber sido excluidos de una vida politica urbana (p. 181) Dije antes que el marco teérico del andlisis de Crenson se sitia en la frontera entre los enfo- ques bidimensional y tridimensional del poder. Es, a primera vista, un estudio bidimensional de la adopeién de no decisiones al estilo de Bach- rach y Baratz. Por otro lado, empieza a rebasar en tres aspectos la postura de éstes (tal como se presenta en su libro). En primer lugar, la adop- cion de no decisiones no es interpretada en té minos behavioristas, como si sélo se manifes- tase a través de decisiones (de ahi el hincay la inaccién: «lo que U. S. Steel no hizo segundo lugar, tiene un eardcter no individua- ss Steven Lakes lista y considera el poder institucional '; por il- timo, examina las maneras en que, a través del ejercicio de ese poder, se impide que se plan- teen reivindicaciones. Asi pues, formas y précticas politicas locales pueden inhibit incluso ia aptitud de los ciudadanos de transformar tun descontento difuso en una reivindicacin expli Cita, En resumen, hay una especie de ideologia nar ticulada en las instituciones politicas, incluidas aque- Tas que parecen ser las més liberales, flexibles y au- ténomas! es una ideologia en el sentido de que fo- ‘menta la percepcién y una articulacién selectivas de los problemas ¥ conflictos sociales ..(p. 23) De esta manera, «las instituciones y los dirigen- tes politicos locales pueden... ejercer un consi- derable control sobre aquello por lo que la gente decide interesarse y sobre el vigor con que articula su interés» (p. 27): las restricciones im- uestas con respecto al alcance de la adopeién de decisiones pueden eatrofiar Ia conciencia po- litica del piblico local», confinando las opinio- nes minoritarias a las minorfas y negando «a las minorias la oportunidad de convertirse en mayorias» (pp. 180-81). "Por otro lad, el uso del método de Ia reputacién para localizar#l poder mueve a Crenson a concentrarse en los rmorios de industriale,diigentes politicos, ete, ignorando ‘st ela posibllidad de explicaciones ms impersonal, es Tructurales 9 sistemicas>, como la de que sciertas formas ‘de gobierno munieipal en los Estados Unidos estan escasa~ mente adaptadae para tratar este problema particular» de Th conaminacion.atmosfiica (K, Newton, recension de Ceenson, op. cit, Political Sadie, 20, 1972, p. 487) Comparacién de los tes enfogues 9 EI andlisis de Crenson es impresionante por- ue satisface el doble requisito antes meacio. nado, Hay razones para esperar que, si todo lo demas siguiera igual, la gente preferiria no ser envenenada (suponiendo, en particular, que el control de la contaminacién no signifique forzo- samente desempleo), aun cuando ni siquiera puedan articular sus preferencias; y se ofrecen pruebas incontestables de los procedimientos ‘con que ciertas instituciones, y especificamente U.S. Steel, en buena medida a través de la Inaceon,impidieron que el interés de los elu ladanos por no ser envenenados se expresara (si bien otros factors, de cardcter insttuconel © ideolégico, exigirian una explicacién mas ca- bal). Asi pues, estén justificadas tanto la ficcién pertinente como la identificacién de un: meca- nismo de poder. 8, DIFICULTADES De todos modes, quisiera concluir con una nota problematica, aludiendo a las dificultades pecu- liares con que tropieza el enfoque tridimensio- nal del poder primero para justificar la ficcién pertinente y segundo para identificar el meca. nismo o proceso de un supuesto ejercicio del poder. En primer lugar, justificar la ficcién perti- nente no siempre resulta tan facil como en el caso de la contaminacién atmosférica de Gary (Indiana). Hay una serie de factores en este caso ‘que pueden no estar presente en otros. En pri- mer lugar, el juicio de valor implicito en la es- pecificacién del interés de los ciudadanos de Gary por no ser envenenados es dificilmente discutible, ya que se basa, como dice Crenson, en «la opinién del observador acerca del valor de la vida humana» (p. 3). En segundo lugar, la hipétesis empirica de que tales ciudadanos, si tuvieran la posibilidad de elegir y més informa- cién, preferirian no ser envenenados es mas que plausible (suponiendo que tal alternativa no implicase un incremento del desempleo). Y, en tercer lugar, el estudio de Crenson aporta datos comparativos en apoyo de la afirmacién de que fen circunstancias diferentes, en las que el su- puesto poder no decisorio se mostrase no fuera ‘operative —o lo fuera en menor grado—, perso- nas con caracteristicas sociales equiparables hi- Ditieutades o cieron esta eleccidn y la ejecutaron, 0 lo hicie on con menos dificultad Ello no obstante, a veces es extraordinaria- mente dificil justificar 1a ficcién pertinente. ¢Pocemos suponer siempre que las victimas de Ta injusticia y Ia desigualdad, a no ser por el eiercicio del poder, se esforzarian por conseguir la justicia y la igualdad? ¢Qué ocurre con la relatividad cultural de los valores? ¢No es este supuesto una forma de etnocentrismo? ¢Por qué no decir que la aquiescencia dentro de un sis- tema de valores rechazado por. «nosotros», como el comunismo ortodoxo 0 el sistema de castas, e8 un caso de genuino consenso respecto de valores diferentes? Mas ni aun aqui queda fuera de nuestro alcance el apoyo empirico. No ¢s imposible aducir pruebas ~que, por la natu- raleza del caso, habran de ser indirectas— para apoyar ta’ afirmacién de que un aparente caso de consenso no es genuino, sino impuesto (aun- que existan casos mixtos, con respecto a los di- ferentes grupos y componentes del sistema de valores). ¢Dénde hallar tales pruebas? En los Quaderni del carcere, de Antonio Gramsci, hay un intere- santisimo pasaje que trata de esta cuestion, donde el autor establece un contraste entre «el " De cualquier modo, hay que sealar que las corelacio- res estadistieas de Crenson son mas bien modestas (situan- dose la mas alta en 0,61 y la mayoria entre 020 y 0.40). Estrictamente hablando, Crenson silo offece hipstesis my verosimiles las cuales ao son refutedas por las pruebas, pero tan solo débilmente corroboradas por el, e ‘Steven Likes pensar y el hacer, 0 sea, la coexistencia de dos concepciones del mundo —una afirmada con palabras y otra que se despliega en el hacer efectivo» ({17], p. 326). Dice Gramsci que cuando se produzca tal contraste «en la mani: festacidn vital de amplias masas», tiene que ser expresin de contrastes mas profundos de orden histérico-social. Significa entonces que un ‘grupo social, provisto de una concepeién propia del mundo, aunque sea embrionaria, pero manifiesta en la aceién (lo que quiere decir que se maniflesta aca: sionalmente, iregularmente, o sea, cuando ese grupo se mueve como un conjunto orgsnico), tiene, por ra- zones de sumisin y subordinacién intelectual, una coneepeién del mundo no propia, sino tomada en préstamo de otro grupo, y la afirma verbalmente, ¥ hasta cree seguirla, porque efectivamente la sigue eh tiempos normales», o sea cuando la conducta no es independiente y auténoma, sino, como queda dicho, sometida y subordinada (p. 327)* Aunque quepa no aceptar esa atribucién a un grupo social de «una concepcién propia del mundo», quiza resulte sumamente instructive —si bien no concluyente— observar cémo se comportan las personas en «tiempos anorma- les», cuando (ex hypothesi) «sumisiOn y subor- dinacién intelectuales» brillen por su ausencia 6 estén mermadas, cuando el aparato del poder sea eliminado 0 mitigado. El mismo Gramsci cita el ejemplo de «la fortuna de las religiones y de las iglesias»: * Repirese en cl recurso de Gramscl a Is nocién de auto- Ditieultades 6 La religién, 0 una determinada iglesia, mantiene su comunidad de fieles (dentro de ciertos limites de las rnecesidades del desarrollo histérico general) en Ia ‘medida en la cual alimenta permanente y organiza damente la fe, repitiendo imperturbablemente su ‘apologética, luchando siempre y en todo momento ‘con argumentos andlogos y manteniendo una jerar- quia de intelectuales que den al menos a la fe la apa riencia de la dignidad del pensamiento. Cada vez que se ha interrumpido violentamente la continuidad de las relaciones entre ta Ielesia y los files, como ha ‘ocurrido durante la Revolucion francesa, la Iglesia ha sulrido pérdidas incalculables (p. 340) En cuanto a ejemplos contemporaneos, conside- remos las reacciones de los checos ante la rela- jacién de} aparato de poder en 1968. Pero también se pueden buscar pruebas en tiempos normales», Nos interesa averiguar qué es 16 que el ejercicio del poder impide hacer =y en ocasiones hasta pensar— a la gente. De ahi que debamos examinar cémo reacciona la gente ante las oportunidades ~o, mejor dicho, las oportunidades entendidas como tales— de cludir la subordinacién en sistemas jerarquicos cuando éstas se dan. En este contexto, los datos sobre movilidad social pueden adquirir un sig- nificado teérico nuevo y sorprendente. El sis- tema de castas es concebido con frecuencia como un posible candidato a «caso de genuino consenso respecto de valores diferentes». Ahora bien, el reciente debate acerca de la «sanscriti- zacién» sugiere otra cosa. De acuerdo con Sri- rivas, el sistema de castas dista de ser un sistema rigido, donde la posicién de “ Steven Lakes cada componente esté fijada para siempre jamés. El movimiento siempre ha sido posible, especialmente, en las regiones intermedias de la jerarquia, En el plazo de una generacién o des, una casta inferior po- dia izarse a una posicién més alta dentro de la jerar~ ula haciéndose vegetariana y abstemia y sanseriti zando su ritual y su pantedn. En sma, adoptaba lo ‘més rapidamente posible las usanzas, los ritos y las creencias de los brahmanes, y si bien prohibida en teoria, tal adopcién de estilo de vida brahménico por tuna casta Inferior, parece haber sido frecuente. Este proceso ha recibido el nombre de +sanscritiza Srivinas alega que el «progreso econémico parece llevar a la sanscritizacién de las cos- tumbres y el modo de vida de un grupo», lo que, a su vez, depende del «deseo colectivo de ascen- der en la estimacién de amigos, vecinos y riva- les» y va seguido de «la adopcién de métodos con ayuda de los cuales se eleva el status del grupor*. Parece que tal deseo va precedido de ordinario por la adquisicin de riqueza, aunque también parece ser importante la adquisicién de poder politico, educacién y mando. En re- sumen, las pruebas sugieren que existe una sig- nificativa diferencia entre el sistema de castas que concibe el «pueblo» y el que se da en la realidad *. Lo que para el observador puede pa- recer un consenso de valores que santifica una jerarquia extrema, sumamente precisa y estable > MLN. Stinivas, Religion and society among the Coors of ‘South India, Oxford, Clarendon Press, 1952, p30 ‘1M. N. Srinivas, Caste in rodern India and other essays, Londres, Asia Publishing Howe, 1962. pp. 56:57, "Tb p36. Difcutades 6 cculta en realidad el hecho de que las oportuni- dades de ascender dentro del sistema percibidas por las castas inferiores son aprovechadas muy @ menudo, si no invariablemente. Se podria alegar que éste no es un argumento muy convincente, ya que Ia movilidad ascen- dente dentro de un sistema jerarquico implica Ja aceptacién de la jerarquia, de modo que las, castas sanscritizantes no rechazan el sistema de valores, sino que lo hacen suyo. Mas a ello cabe replicar que éste es precisamente un caso de vida brahménico y, en general, la posicién casta es considerada adscribible, hereditaria e inalte- rable. Cabe aducir, empero, otra prueba menos am- bigua, relacionada con ef sistema de castas in- dio, que respalda la tesis de que la interioriza- clén del starus de subordinacién es una cons. cuencia del poder. Consideremos los efectos sur- tidos por la introduccién del sufragio universal en la aceptacion del principio jerérquico por las castas inferiores®. Mas expresivamente atin, * Ch, por ejemplo, A. H. Somjee, «Political dymamiex of @ Gujarat villages, Asian Survey, 12, 7 julio de 1972, pp. 602- 608, Dice Somice que en ln aldea estudiada por él, sen las cinco eleceiones sucesivas al panchayat disminuyeron gra ‘Guslmente el respeto a los aneianos, la cohesién de casa y Tinaje y el stats familar. BI principio de electividad, que ‘constifuy Ia bare de los cambio estructurales, habia hetbo Serias incursiones en el continuo sociopoitice de la socie- Gad tradicional. Comenzaron 8 invertcse las tendencias ‘omnipresentes que emanaban de la Veja organizacion so ial y afectaban a Ia estructura de le comunidad y a su fctitad Frente a la autoridads (p. 608) 66 Steven Lakes consideremos las «salidas» a que han recurrido los intocables y, sobre todo, la conversién ma- siva a otras religiones *. En diversos periodos de su historia, los intocables abrazaron el isla. mismo ¢, el cristianismo y el budismo” porque proclamaban principios igualitarios y ofrecian la esperanza de sustraerse a la discriminacién de casta Concluyo, pues, que en general se pueden aducir pruebas (aunque, por la naturaleza del caso, tales pruebas nunca seran concluyentes) que corroboran las ficciones pertinentes impli- citas en Ia identificacion de los ejercicios de po- der del tipo tridimensional. Es posible tomar ? Vease Harold R, Issacs, ria’s EU ntouchables, Nueva York, John Day Company, 1966, especialmente cap. 12 Vase The encyclopedia of Islam, B. Lessiget wf comps. nueva edicin, Leiden, Brill; Londres, Luzac, 1967, vol. I pp. 428.29, Cuando en los siglo. xt xt, Jos musulmanes Conguistaron las grandes ciudades de casas india, el reul- tado fue que los principlosiqulitarioe del Islam atrajeron 41.un gran numero de hindsies no partidario de las casias y ‘rupos profesional al red Islinico» (id), “TEI ejemplo reciente ms notable fue Ia masiva conver. sion de intocables al budizmo en 1956, bajo la direecion de B. R. Ambedjar. En un famoio discurso promunciado en 1936, Armbedjne habla dicho: «El respeto que me tengo me Impide asimilar el hinduismo ..Os digo que la religion es para Tos hombres, yno los hombres para Ia religign «. La Feligidn que no os reconozca como seres humanos, 0 08 26 agua para beber'o no os permita entrar en los tepon, ro merece el nombre derlighi. = (citado en Isaacs nie’s ExUntouchables, 173) Por mas que los linajes de casta se mantuvieran, de hecho en los sistemas sociales de eristanos y muasulmanes (ease Isaacs, tid. 17) Difietedes or medidas para averiguar qué es lo que, de otro modo, habria hecho la gente. En segundo lugar, ccémo se puede identificar el proceso 0 mecanismo de un supuesto ejercicio del poder de acuerdo con el enfoque tridimen- sional? (Prescindiré de los problemas adiciona- les que plantea la identificacién de un ejercicio operativo del poder, es decir del problema de la sobredeterminacién. Ello merece un trata- ‘miento aparte) Existen tres rasgos, distintivos del enfoque tridimensional, que plantean al in- vestigador problemas de peculiar agudeza. Como ya he dicho, tal ejercicio puede implicar inaccién en lugar de accién (observable). En se- ‘gundo lugar, puede ser inconsciente (cosa que parece admitir también el enfoque bidimens nal, pero éste insiste asimismo en que las no decisionés son decisiones, y en ausencia de ex- plicaciones adicionales, tuna decisién incons- ciente se asemeja a una contradiccién). Y, en tercer lugar, el poder puede ser ejercido por co- lectividades, tales como grupos o instituciones. Examinemos esas dificullades una por una. En primer lugar est la inaccién. Una vez mis hemos de vérnoslas aqu{ con un no aconte~ cimiento. Ciertamente, alli donde la supresién de un problema potencial sea atribuida a la inaccién, tendremos un doble no aconteci- miento. ;Cémo identificar empiricamente tal si- tuacién? Fl primer paso hacia la respuesta con- sistira en percatarse de que la inaccién no tiene por qué ser un no acontecimiento carente de rasgos. No actuar de cierta manera en una si- tuacién dada puede muy bien tener consecuen- 6 ‘Steven Lees cias especificables alli donde actuar de esa ma- nera sea una posibilidad hipotética con deter- minadas consecuencias. Més atin: la consecuen- cia de la inaccion puede muy. bien ser un no acontecimiento adicional, como la no aparicion de un problema politico, alli donde, ex hypot hhesi, las acciones en cuestién habrian ocasio- nado esa aparicién. En principio, no parece i posible establecer aqui un nexo causal: la rela- cion entre la inaceién de U. S. Steely el silencio del publico acerea de la contaminacién atmos- férica es un ejemplo que viene muy al caso. En segundo lugar esté la inconsciencia Como puede ejercerse el poder sin que quien lo ejerce sea consciente de Jo que hace? Aqui con- vendré proceder a una serie de distingos (y por mor de la brevedad, usaré a continuacién el término «accién» para abarear los casos de inaccién). Hay diversas maneras de ser incons. ciente de lo que se esta haciendo, Se puede ser inconsciente de Io que se considera que es el motivo o significado «real» de la accién de uno (como en los casos freudianos tipicos). 0, gundo lugar, se puede ser inconsciente de como interpretan los demas las acciones de uno. O, en tercer lugar, se puede ser inconsciente de las consecuencias de las acciones de uno. Identifi- car un ejercicio inconsciente del poder del pri- mer tipo comporta de ordinario la dificultad, caracteristica de las explicaciones de tipo freu- diano, de determinar el motivo 0 significado real» alli donde difieren las interpretaciones de observador y observado. Sin embargo, esta dificultad es bien conocida y ha sido exhausti- vamente analizada y no es peculiar del andlisis Difteutades o del poder, Identificar un ejercicio inconsciente del poder del segundo tipo parece no plantear problemas especiales. De veras problematico es el tipo tercero, en casos donde no quepa esperar del agente un conocimiento de las consecuen- cias de su accién, ¢Podra afirmarse propia- mente que A ejerce un poder sobre B alli donde ‘el conocimiento de los efectos de A en B senci- Hamente no sea accesible a A? Si la ignorancia por parte de A de tales efectos obedece a inca- pacidad (remediable) de averiguarlos, la res- puesta tendra que ser afirmativa. Ahora bien, alli donde no pudiera averiguarlos —porque, sencillamente, no estuvieran disponibles cono- cimientos factuales 0 técnicos, pongamos por caso—, hablar de un ejercicio del poder parece por completo carente de sentido. Considérese, por ejemplo, el caso de una compariia farma- céutica que ejerce supuestamente el mas ex: tremo poder —de vida y muerte— sobre los in- tegrantes del pablico por cuanto lanza al mer- cado un férmaco peligroso. Ahi, la suposicién de ‘que se est4 ejerciendo un poder no sera rebatida aun cuando se pueda demostrar que los cientifi- cos y directives de la compaiiia no sabfan que los efectos del firmaco fueran peligrosos: po- rian haber tomado medidas para averiguarlo. Por otro lado, cejercian los fabricantes de ciga- rrillos este poder sobre el piblico antes de su- ponerse siquiera que fumar cigarrillos podria ser dafiino? Seguro que no. Ello indica que alli donde se considera que el poder es ejercido ii ‘conscientemente en este sentido —es decir, ig~ norando las consecuencias—, se parte del su- puesto de que quien o quienes lo ejercen po- 7 Steven Lakes drian en ese contexto haber comprobado tales consecuencias. (Por supuesto, la justificacién de esa hipétesis plantea més problemas today: Por cuanto implica, por ejemplo, juicios histéri- cos sobre la localizacién de los limites cultu- ralmente determinados a la innovacién cognos- citiva,) La tercera dificultad esta en atribuir un ejer- cicio del poder a colectividades tales como gru- os, clases 0 instituciones. El problema es: geuando se puede describir la causacion social como un ejercicio del poder o, mas exacta- mente, como y dénde se ha de trazar la diviso- ria entre determinacién estructural, por un lado, y ejercicio del poder, por el otro? He aqui un problema que reaparece con frecuencia en la historia del pensamiento marxista, en el con- texto de los debates sobre determinismo y vo- luntarismo. En ef marxismo francés de posgue- rra, por ejemplo, el marxista estructuralista Louis Althusser y sus seguidores adoptan una posicién determinista extrema, opuesta a las in- terpretaciones chumanista», ehistoricista» y «subjetivista» de pensadores como Sartre y Li- cien Goldmann y, detris de ellos, Lukaes y Korsch —y detras de ellos, Hegel—, para quie- nes el «sujeto» histérico desempera un papel explicativo crucial e imprescindible. Para Alt= husser, el pensamiento de Marx, correctamente entendido, conceptualiza «la determinacién de los elementos de un todo por la estructura de ese todo» y, «liberado definitivamente de las antinomias empiristas de la subjetividad feno- ménica y la interioridad esencial», versa sobre «un sistema objetivo, gobernado, en sus mas Difieutades n concretas determinaciones, por las leyes inhe- rentes a su orden (montaje) y a su mecdnica, por las especificaciones de su concepto» " Las implicaciones de esta postura se pueden ver muy netamente en el debate entre el althus- seriano Nicos Poulantzas y el socidlogo politico briténico Ralph Miliband en torno al libro de este tiltimo intitulado The State in capitalist so- ciety [21]. De acuerdo con Poulantzas, Miliband hallaba Gificultades... para comprender las clases sociales y el Estado como estructuras objetivas y sus relaciones como un sistema objetivo de conexiones regulares, una estructura y un sistema cuyos agentes, «los seres hhumanos», son, en palabras de Marx, sus =portado- ress (Traiger. Miliband da constantemente la impre- sién de que, para él, clases sociales o «grupos de alguna manera son reducibles a relaciones interperso- hales, que el Estado es reducible a relaciones inter- personales entre los miembros de los diferentes ‘grupos que constituyen el aparato estatal y, por lltimo, que Ia propia relacign entre clases sociales ¥ Estado es reducible a relaciones interpersonales en. tre los sindividuos» que componen los grupos socia- les y los eindividaos» que componen el aparato esta tal (321, p. 70) Tal concepcién, prosigue Poulantzas, se me antoja derivada de una problematica del sujeto {que ha tenido constantes repercusiones en la historia, del pensamiento marxista. De acuerdo con esa pro 1, Althusser y E, Blibar, Live «Le capitals, Pars, Mae: péro, 1968, vol. ll, pp. 63, 7h. 2 Steven Lakes blematica, los agentes de una formacién social, los hombres», no son considerades como los «portado- res» de casos objetivas (como lo son para Marx), sino imo el principio genético de los niveles del todo social, Es ésa una problematica de los actores sacia: les, de los individuos como el origen de la aceién so. cial: asi pues, la investigacion soctolégica lleva fi rnalmente no al estudio de las coordenadas objetivas gue determinan la distribucidn de los agentes en las clases sociales y las contradicciones entre estas cla- Ses, sino a la busqueda de explicaciones finalistas basadas en las morivaciones de conducta de los acto res individuales (p. 70) En su réplica, Miliband sostiene que Poulantzas se muestra abi més bien unilateral y va demasiado lejos al descartar Ia naturaleza de la élite estatal ‘como globalmente de poca importancia. Pues lo que sugiere su exclusiva insistencia en las «relaciones ob- jetivas» es que cuanto hace el Estado esta a cualquier respect y en todo momento enteramente determi- fnado por esas «relaciones objetivase: dicho de otra ‘manera, las compalsiones estructurales del sistema son tan absolutamente insoslayables que convierten, ‘8 quienes gobiernan el Estado en meros funcionarios y sjecutores de la politica que les impone «cl sis tema» ((22]. p- $7) Poulantzas, dice Miliband, reemplaza «la no- clén de ‘estructuras objetivas’ y ‘relaciones ob- jetivas’ por la de clase ‘dominante’s, y su anali- ‘is leva «directamente hacia una especie de de- terminismo estructural, o mejor dicho a un so- bredeterminismo estructural, que imposibilita considerar con auténtico realismo la relacién Diticudades B dialéctica entre el Estado y ‘el sistema’s (p. 51) Lo primero que hay que decir a propésito de ese debate es que Ia dicotomia implicita en Pou- lantzas entre determinismo estructural e indi- vidualismo metodolégico —entre su_proy «problemitica» y la de los wactores sociales, de los individuos como el origen de la accién so- ‘cial»— es engafiosa. No son ésas las dos tinicas posibilidades. No es cuestién de una investi- gacién sociolégica que «lleva finalmente» ya al estudio de las «coordenadas objetivase, ya al es- tudio de las «motivaciones de conducta de los actores individuales». Tal investigacién debe ‘examinar con claridad las complejas interrela- ciones entre ambas y dejar espacio para el he- cho notorio de que los individuos actian con- junta y reciprocamente dentro de los grupos y ‘organizaciones, asi como tener en cuenta que la explicacién de su comportamiento y su interac cién no parece susceptible de ser reducida a sus meras motiyaciones individuales. ‘Lo segundo que hay que decir acerca del de- bate entre Poulantzas y Miliband es que trata de una distincién conceptual de crucial impor- tancia, que el lenguaje del poder sirve para re- calear, Usar el vocabulario del poder en el con- texto de las relaciones sociales supone hablar de "Bl debate entre Poulantzas y Miliband ests reprodu ido en Urry y Wakeford (35), analizado por Emest Laclau fen Economy and Society, febrero de 1975, y eontinuado por Poulanteas en New Left Review, 95, 1976 " Stover Latkes agentes humanos, por separado 0 conjunta- mente, en grupo u organizaciones, a través de la accién 0 la inaccién, que afectan significativa: mente a los pensamientos 0 acciones de otros (especificamente, de manera contraria a sus in- tereses). Al hablar de esta guisa, se supone que, si bien los agentes operan dentro de limites es- tructuralmente determinados, no por eso dejan de tener una cierta autonomia relativa, pu- diendo haber actuado de manera diferente. Aun no estando enteramente abierto, el futuro tam- poco esti cerrado por completo (y, de hecho, su grado de apertura esté asimismo estructural- mente determinado) ". Compérese con este pasaje de Wright Mil: I destino es wn r2sg0 de tipos especificos de estructura social; hasta qué punt le mecanies del destino es la me lca de fa historia es, a su vez, un problema histérco. En aquelas socledades en que los medias del poder son involuntsrios y estan descentrallaados, la historia cs des tno, Las Innumerablesacciones de los innumerables hom: bret modifican los entorno laceles de éstos, con To Qve gra dualmente modifican I estructura de la sociedad ea su con Junto. Esas modificaciones el curso de Ta historia se Droducen a espaldas de los hombres. La historia va a la Seriva, aunque en total «ls hacen los hombres» Pero en aguellas sociedades en que Jos medios del poder son enories en cuanto al émbito y estan centralizados en ‘uanto a la forme, unos pocos hombres pueden estar situa dos en la estructura histrica de tal manera que con sis ‘decisions acerea del empleo de tales medios modiiquen las ‘condiciones estructurales en que viven [a mayerla de los hombres. Hoy en di, tales ites del poder hacen la historia er cimunstancis no elegias globalmente por ells mis- mos, sungue en comparaeion con otros hombres, con ‘tras perlodos dela historia de In faursanidad, tales circus: fancias parecen realmente menos agobiantes.. (24), Pp. 2122) Difcuades 1s Resumiendo, dentro de un sistema caracteri- zado por un total determinismo estructural no habria sitio para el poder. - c luego, siempre se tiene ta altemnativa ir estipulativamente el «poder» en términos de determinacién estructural. Esa es la senda que elige Poulantzas en su libro Poli cal power and social classes [33]. Define este au- tor su concepto de poder como «la capacidad de tuna clase social para realizar sus intereses objet- sos especificos» (p. 104), arguyendo que este concepto «indica los efectos dela estructura sobre las relaciones conflictivas de las pricticas de las diversas clases en ‘lucha’. Dicho de otra manera, el poder no esta situado en los niveles de las estructuras, es un efecto del conjunto de esos niveles...» (p. 99). Las relaciones de clase son «en todos los nivelesrelaciones de poder, y el po- der no es, sin embargo, mas que un concepto {ue indica el efecto del conjunto de las estruc- turas sobre las relaciones de las practieas de las diversas clases en lucha» (p. 101). Pero esta asi- milacidn conceptual del poder a la determina- cidn estructural sirve simplemente para ocultar tna distincién crucial que en teoria es necesario hacer y que el vocabulario del poder articula Lo que afirmo, en otras palabras, es que identi- ficar un proceso dado como un «ejercicio del poder» mas que como un caso de determinacién estructural, equivale a suponer que actuar dife- rentemente esté dentro de las posibilidades de quien 0 quienes ejercen el poder. En casos de ejercicio colectivo del poder, por parte de un | grupo, una institucién, etc, esto implica que los componentes del grupo o la institucién podrian 1% Steven Lukes haberse combinado u organizado para actuar diferentemente. La justificacién de esta afirmacién, asi como Ia clave de las dos iltimas dificultades implici- tas en la identificaci6n del proceso del ejercicio del poder, esta en la relacion entre poder y res- ponsabilidad '*. La razén por la que identificar tal ejercicio implica suponer que quien o quie- nes lo ejercen podrian haber actuado diferen- temente —y alli donde son inconscientes de las consecuencias de su accion o inaccién, que po- drian haberlas averiguado— es que la atribu- ‘cin del poder es al propio tiempo la atribucion de una responsabilidad (parcial o total) res- ecto a ciertas consecuencias. Dicho de otro modo: el sentido de localizar el poder es esta- blecer responsabilidad respecto a las conse cuencias que se estiman dimanantes de 1a a cién © inaccién de ciertos agentes especific: bles. No vamos a entrar agu{ en un andlisis de la nocién de responsabilidad (ni de los probe. mas de identificar la responsabilidad colectiva): es una nocién no menos problematica —ni me- nos esencialmente contestada— que otras exa- minadas en este ensayo. Tampoco podemos analizar aqui el problema teérico —zy no empi- rico? subyacente de cémo decidir dénde acaba la determinacién estructural y comien- zan el poder y la responsabilidad. Pero vale la 9 ate reapecto,véase el excelente analisis del poder de Wiliam Connolly ens libro The terms of politcal discourse Boston, D.C. Heath Dificultades n pena sefialar, a modo de conclusién, que C. Wright Mills percibié las relaciones que he defen- dido entre esos conceptos en su distincién entre destino y poder. Ese autor afirmaba que su «con- cepcién sociolégica del destino» tenia que «ver con acontecimientos hist6ricos que estan fuera del control de cualquier circulo o grupo de hombres ) lo suficientemente compacto como para ser i- dentificable (2) lo suficientemente poderoso como para decidir cosas importantes, y (3) en condi- clones de prever las consecuencias, y por tanto de ser considerado responsable de los aconte- cimientos histéricos» ((24), p. 21) '. C. Wright Mills abogaba por atribuir poder a quienes, por ‘ocupar posiciones estratégicas, podrian iniciar cambios en interés de amplios sectores de Ja sociedad, pero no lo hacen, afirmando que es ‘ahora sociolgicamente realista, moralmente justo y politicamente obligatorio formular de- mandas a los poderosos y considerar a éstos responsables del curso especffico de los aconte: cimientos» (p. 100) "© Chtado por Connolly en The tems of political discourse. 9. CONCLUSION El enfoque unidimensional del poderofrece un neto paradigma parael estudio behaviorista del poder de adopcién de decisiones por los actores polit cos, pero inevitablemente hace suya la inclina- ci6n del sistema politico en observacién y se ‘muestra ciego a las maneras en que esta contro- Jado su programa politico. El enfoque bidimen- sional indica la manera de examinar esa inclina- cidn y ese control, pero los concibe de forma de- masiado estrecha: en una palabra, carece de una perspectiva sociol6gica desde la cual examinar no solo el poder de adopcién de decisiones y no decisiones, sino igualmente las diversas maneras, de reprimir conflictos latentes en la sociedad. Tal examen plantea una serie de dificultades graves. Estasdificultades son graves, pero no insupera- bles '. Por supuesto, no nos exigen trasladar el enfoque tridimensional del poder al terreno de lo meramente metafisico o lo meramente ideo- logico. Mi conclusion, en suma, es que es posi ble un anélisis mas profundo de las relaciones de poder, andlisis cargado de valor, empirico y teorico?,'Es injustificada 1a actitud pesimista " Ertasdificultades son subrayadas por Alan Bradshaw en su *A critique of Steven Lukes’ Power: a radical view, Sociologs, 10, 1976, pp. 121.27, y reexamminadas por Steven Lukes en su «Reply to Bradshasts bid, pp. 1232. "Para un buen ejemplo de tal analisis, vase J.P. Ga: venta, «Power and powerlesness: quiescence and rebellion In an Appalachian Valley», Bodlelan Library, Oxted. Conctusin » ‘con respecto a la posibilidad de tal andlisis Como ha escrito Frey ([14), p. 1095), ese pesi- mismo equivale a decir: «Por qué dejar que las. cosas sean dificiles si, con un poquito més de esfuerzo, podemos hacer que parezcan impos bles? 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Balbus, «The concept of interest in plas falls and Martian analyse, Plies and Soci, 1 1971, pp. 155-77. Relaciona Ia dsfniion subjetiva de sinterees que emplean los pluralist con ef liber Timo clisico,y delionde la superiridad expicativa y sormativa det anni mais de clase [6] Samuel Beer, Modern British politics, Londres, Faber, 1968, Ofece una explicaciin bidimensionsl del poder en el Partido Laborist Brténieo que cons- tiuye una altemativa a la de McKenzie (1) haciendo hincapie en el poder sobre el programa politico del partido, Trl Roderick Bell, David V. Edwards y R. Hartson Bibliogratia 8 Wagner, comps,, Political power: a reader in theory and research, Nueva York, The Free Press; Londres, Collier Macmillan, 1969. Antologia sumamente itil, que recoge, entre otros, Bachrach y Baratz [2, 31, Dahl (10, 11] y Parsons (28), asi como parte de Polsby (G01 {a} William E. Connolly, «On ‘interests’ in politics Polites and Society, 2, 1972, pp. 459-77, Valioso ans: lisis de los esfuerzos altemativos para elucidar los criterios descriptives de los «imteresese, incluyendo lun informe sobre los «intereses reales. [9] Matthew A. Grenson, The urepolitics of air poli. tion: a study of noredecisionmaking in the cities, Bal- timore y Londres, The John Hopkins Press, 1971 Aplicacion empirica, muy inteligente e ingeniosa, del fenfogue bidimensional del poder, juntamente con ciertos elementos del enfoque tridimensional. {10} Robert A, Dahl, «The concept of powers, Beha vioral Science, 2, 1975, pp. 201-205. Primero —y bas: tante rudimentario-esfuerzo de Dahl por definir y dar operatividad al «poders. [1], «A critique of the ruling clite model», Ameri: can Political Review, 52, 1958, pp. 463-69. Argumenta ‘Que la hipétesis de la ite dirigente solo puede ser Verifcada de manera riguresa si la supuesta élite esta eclaramente definidas y muestra preferencias ‘que por lo general prevalecen sobre la oposicién en decisiones politicas clave. [12], Who governs? Democracy and power in an Are. rican city, New Haven y Londres, Yale University Press, 1961. El clasico estudio «pluralistas. Trabajo imas fino y sutil de lo que sus eriticos y defensores podrian sugerir, en parte porque contiene as pruebas basicas para criticar sus conclusiones, (13) Ralf Dahrendort, Class and class conflict in i dustrial society, Londres, Routledge & Kegan Paul 1989 [Las elases sociales ste conflicto en la sociedad industrial, Madrid, Rialp, 1968). Ofrece una steoria 2 Stoven Lakes de Ia coercin del estructura social» y se cena en las relaciones de autoridad en la asolaciones coor inadasimperaivamente al donde existen interes “bjetivoseantagnicos socialmente estracurados U04)” Frederic W: Frey, «Comment: on issues and no- issues In the study of powers, American Potice Science Review, 85,1971, pp 108-1101, arcu ddoso y perspicae (en respuesta a Wolfinge 137), Sue arma la investigabiidad de los no problemas (13) "W-B. Galle, «Esentally contested concepts, Proceedings of the Aitorcin Society, 8, 1935.1056, PP. 167-98. Expone laden de quc hay conceptoscuya ‘plcacién ex lnherentemente dscutble Ue) Antony Giddens, Power" In the recent wr lings of Takott Parsons, Sociology. 2, 198, 257°72 Crt Inceva de Parsons (26,27, 28) ai de acusa de dear simplemente de lade o ignorar los Drinéipales puntos de fecién entre teria d la Intepracign yla teria de ln coercion, {171" Antonio Gramsl, Sekerions fron the prison no ‘ebooks of Antonio Gramsci, comp. trad por Quinta Hoare y Geolrey Nowell mith Londres Lawrence & Wishart 1971, Amplia seleclon de ls eertos de Gramsel sobre histori, politica y flosota, clus sus pensamiento sobre el elecicio del poder través de Ia ehegemonine ldcolégicn, {18} Lewis Tipst, «On political belie: the guievan- €es ofthe poor en Paver and community dicsentng &ssays in plica selence, Philip Green y Sanford Le winaon comps, Nueva York, Random Hse, Vintage Books, 1970, Sutil andlsis del ssilenelo politicos centrado en los agraviosinarticuladosy latenten {19} RT. MeKensie, Brush politcal partis: The dis tribution of power vethin the conservative and Labour pares, 2%e4, rev, con un capitulo aditonal sobre Io fscaccido desde 1985, Londres Heinemann, 1588 tendo del enfoque unidimensional aftmna aue la Aistibucion del poder en el seno de ls dos partidos Bibliogratia 83 mas importantes es la mismae (p. 635), a saber, pi- ramidal [20] Richard M. Merelman, «On the neo-litist cri- tique of community powers, American Political Science Review, 62, 1968, pp. 451-60. Vivo ataque a la idea de la adopcién de no decisiones y al wfalso ar- frumento del consenso», y defensa de una metodoto- tia basada en la decision y unas premisas pluralistas. [21]. Ralph Miliband, The State in capitalist society, Londres, Weidenfeld & Nicholson, 1969 {E! Estado en le sociedad eapitalista, México, Siglo XX1, 1970}. Es- tudio sobre «la enorme inflacion de los poderes y las actividades del Estado en las sociedades capitalistas avanzadas» (p, 1), incluyendo un anilisis de diversos instrumentos de legitimacién, como los partidos, los medias de comunicacién de masas y la educacién. [22], «The capitalist State: reply io Nicos Poulant- zas», New Left Review, $9, enero-lebrero de 1970, pp. 53.60, Enérgica réplica a Poulantzas (32), acusando @ @ste de ssobredeterminismo estructural» y_argu: yendo qué sla élite estatal esté implicada en una re- Jacién con ‘el sistema’ y con la sociedad en su con- junto mucho mis complefa de lo que admite el es: quema de Poulantzas» (p. 57). [3], +Review of Poulantzas [34], New Left Review, 82, noviembre-diciembre de 1973, pp. 83.92. [24] _C. Wright Mills, Phe causes of World War Three, Londres, Secker & Warburg, 1959. Contiene ideas su- gestivas sobre la distinein, histdricamente relativa y Estructuralmente determinada, entre «destino» y po- der y sobre la relacién entre poder y responsabilidad. [25], Peter Morris, «Power In New Haven: a. reas: sessment of ‘Who governs?'s, Britis Journal of Polit Gal Science, 2, 1972, pp. 457-65. Valioso analisis de Dab [121 [26] Talcott Parsons, «The distribution of power in American societys, World Politics, 10, octubre de 1957, pp. 123-43, Recension de Ia obra de C. Wright a Steven lates Mills The power elite (Nueva York, Oxford Universi Press, 1980), em la que Patsons desarella por prt mera vez su coneepeion coneensual del poder y ert tea el coneepto de eaume las comme tengasose nae » «On the concept af influences, Public Opinion name 27, 1963, pp. 37-62. rm 8), «On the concept of politcal powers, Pree ing ofthe America Philosophical Setety 107, 1968 bp. 25242 Lo dos desnrvolfs sas comple del ulterior consepcion parvonsiana del poder (29, Sactogeal ror and moder? sctry, Nueva York, The Tree Press; Londtes, Coli Macmillan, 1967. Reproduce los ensayos de Parsons (2728, asf como ots no menos tmportanes 130]” Nelson W. Plaby, Commuty power and polite ul theo, New Haven y Londres, Yale University Press, 1963, Repaso dela literatura sobre al pode municipal que se ataca a los sammanuenses dee ee tacts tend una mettle sac lecision, una teria verfcable y uns eonclusion pluralistas. , Hesiones (31), «Community: the study of community power», Imaal Enema of Th Stal Secs vol 3, Nueva York, Macmillan and Free ress, 1968, br. 18785 Panorainade mitodos haloes eh Pretacones que mencion, pero noreconoe ls fac is obsrvacion erica qu dices sun sume poise rogresivo puede ser considerado como una baraja deta (pe Poulantzas, «The prablem of the capta- lst States, New Lt Retiow, $8, noviembre-dckrgbre de 1969, pp. 6778: Critica de iliband (21), acurande a ste, por elempla, de estar «indebidameate influ or los prinipios metodoligicos del adversarion {p.70)alcentrarseea Tos actores sociales mas que en las estructurasobjetivas, (B31 Police! power and social classes, tad, por Ti Bibliografia. as mothy O'Hagan, Londres, New Lefi Books y Sheed & Ward, 1973, Anilisis abstracto y conceptual, a estilo de Althusser, de la posicion y la funcién del Estado fen el capitalismo, donde el «poder» se convierte en tuna forma de determinism estructural [38] E. E. Schattschneider, The semi-sovereign peo. ple: a realist view of democracy in America, Nueva York, Holt, Rinehart & Winston, 1960. Formulacién clasica del concepto de «movilizacion de inclinaci: 13S] John Urry y John Wakeford, comps., Power in Britain: sociological readings, Londres, Heinemann Educational Books, 1973. Util recopilacién de artfcu- los, empiricos y teéricos, inchuido el debate entre Poulantzas y Miliband. (36) D. M. White, «The problems of powers, British Journal of Political Science, 2, 1972, pp. 479-80. Ai sis til y esclarecedor, que niega ia posibilidad de tuna explicacién universalmente satisfacioria de! sig: nificado del «poders y analiza a éste en cuanto forma de afectacién significativa (371 Raymond E, Wolfinger, «Nondecisions and the study of local politics», American Political Science Re ‘ew, 65, 1971, pp. 1083-1080, Defensa un tanto difusa del decisionismo y el pluralismo y ataque adicional al estudio de la sdopcién de no decisiones, sacando conclusiones escépticas con respecto a la posibilidad de investigar las «estructuras del poder. [38], «Rejoinder to Frey's ‘Comment's, American Po. Tiuical Science Review, 65, 1971, pp. 1102-1104, Res- ‘puesta unidimensional a una critica bidimensional.

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