0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
65 vistas1 página
Hay momentos que hacen que demos vuelta, y miremos de reojo esa etapa en nuestras vidas de la que no hubiésemos querido salir nunca. Pero casi todos evitamos el resplandor del recuerdo, no cedemos ante la luminiscencia saturada de nostalgia. La roedora comezón horada en algún lugar, pero la reptante cotidianidad se encarga de devorarnos, aplacarnos, de traernos de vuelta a nuestros quehaceres.
Hay momentos que hacen que demos vuelta, y miremos de reojo esa etapa en nuestras vidas de la que no hubiésemos querido salir nunca. Pero casi todos evitamos el resplandor del recuerdo, no cedemos ante la luminiscencia saturada de nostalgia. La roedora comezón horada en algún lugar, pero la reptante cotidianidad se encarga de devorarnos, aplacarnos, de traernos de vuelta a nuestros quehaceres.
Hay momentos que hacen que demos vuelta, y miremos de reojo esa etapa en nuestras vidas de la que no hubiésemos querido salir nunca. Pero casi todos evitamos el resplandor del recuerdo, no cedemos ante la luminiscencia saturada de nostalgia. La roedora comezón horada en algún lugar, pero la reptante cotidianidad se encarga de devorarnos, aplacarnos, de traernos de vuelta a nuestros quehaceres.
en el sistema, el genio y figura hasta la sepul- tura se proyectaba, los que jugaban con tram- pa en aquel entonces lo vienen haciendo hasta ahora, y los que fueron seducidos por el faci- lismo de la mala maa no duermen tranquilos porque ese pequeo en las noche los cuestiona, les increpa, les reclama. Para muchos de noso- tros la mejor temporada del ao eran los carna- vales; el grupo se com- pactaba ms, no para refrescar los nimos de las nias (el sol ju- gaba en contra muchas veces pero eso no era impedi- mento para salir y meter bulla, cha- cota, hin- c h a r - nos de felicidad), sino para de- jar constan- cia con agua, y de vez en cuan- do anilina, nuest ra s u p e - rioridad numrica e inofensivo machismo. All aprendimos que siempre ellas nos superaran en inteligen- cia, seducan y secues- 14 Arequipa Lunes, 4 de Agosto de 2014 Hay momentos que hacen que demos vuelta, y miremos de reojo esa etapa en nuestras vidas de la que no hubisemos querido salir nunca. Pero casi todos evitamos el resplandor del recuer- do, no cedemos ante la luminiscencia saturada de nostalgia. La roedo- ra comezn horada en algn lugar, pero la rep- tante cotidianidad se encarga de devorarnos, aplacarnos, de traernos de vuelta a nuestros que- haceres. Volvemos por un instante a ese momento donde la imaginacin era lo nico necesario para poder salvar al mundo del avance del mal, (las bajas civiles eran ficticias y el credo no era el pretexto para iniciar una defensa, evitar un bombardeo o hacerle frente a una campaa por tierra). Desafibamos torrento- sos ros creados con pri- maria ingeniera para que nuestras frgiles embarcaciones de papel construidas con planos de origami de dominio pblico que fueron gra- bados en nuestras men- tes desde tiempos inme- moriales tomen curso y lleguen a sus destinos. A esa etapa le pertene- cen los retales de pan- taln gris escolar que estropebamos jugando a perseguirnos, como si la muerte fuera a alcan- traban con engaos a uno de los nuestros, y la humillacin a la que sometan al pobre era la confirmacin de que los karmas se pagan aqu, as nuestra existencia no supere los diez aos. Nuestra impotencia se exacerbaba esperando la entrega del rehn, re- cordaremos siempre ese coro de risas femeninas, inmaculadas, sin ningu- na grosera que lo empa- e. Fuimos derrotados por ellas varias veces, y hasta ahora tenemos que soportar sus condi- ciones. Es agosto y en mis recuerdos se cruzan y caen cometas. Quin no se aventur a fabri- car una: el aprendiz mirando atentamente, al hermano mayor o al amigo, aprehendiendo el arte del pegado, de los amarres y de cmo se tensaban los tiros para sujetarla a tierra. Ya en nivel experto (verdadero nivel experto, no la op- cin de una consola de video juego) construa- mos modelos nada con- vencionales que barri- les y estrellas miraban con demasiado desdn. Nuestro grupo prefera muchas veces enfrentar a nuestras hechuras, y para eso servan las ho- jas de afeitar, que ahora usamos para acomodar- nos la barba, colocadas en un carrizo sujeto al extremo de la flameante cola, en nuestras retinas han quedado para siem- pre como corran, como almas que lleva el dia- blo o van tras la novia, los derribados, quienes atentos calcula- ban donde se estrellara su creatura; las ms de las veces no las recupe- rbamos, y en la noche ya estbamos reempla- zndola, nos fabric- bamos otra trayndola de vuelta con cario de artesano: el amor dura- ba lo suficiente y eso lo aprendimos muy bien. No fuimos conscientes del primer ataque de lo plstico, junto a nues- tras criaturas volaban bajo cometas prefabri- cadas Made en China, fciles de identificar por sus colores y diseos, no fuimos conscientes de que poco despus seria- mos devorados por esa cultura, desplazados por el silicio y el polmero. As transcurra el ao, en nuestros cajones bamos acumulando las caretas desportilladas, los trompos tullidos y rasmillados, nuestras bolas careadas, lo que quedaba del pabilo de nuestra desaparecida cometa. Los juguetes los heredamos incons- cientemente a nuestros menores, y quizs ellas que abofeteaban nuestro inocente machismo nos reemplazaban por sus muecas en algunos de sus sueos. Crecimos y los recuerdos los deja- mos en algn lugar de esos cajones, pero cada vez que abrimos ese con- tenedor, cada vez que damos vuelta y miremos de reojo esa etapa, stos se elevan y dibujan va- riadas formas, como las volutas del cigarrillo que ahora tengo entre los labios, a punto ya de cerrar este texto. Por: Omar Suri NOSOTROS, INFANTES era diferente al disfruta- do por generaciones que nos antecedieron, quizs nuevas pintas, nuevos colores en las fachadas, nuevos ladridos, pero en esencia el barrio se mantena desafiante al tiempo, esperando que ocupemos sus espacios, sus lugares, nuestros do- minios. Fuera del colegio tambin podamos to- mar (en mi caso muchas veces entregar) las bolas, trompos o caretas (segn la temporada del ao) que estuvieran en juego; la honorabilidad era una calidad muy importante zarnos, o que arranc- bamos empujando una pelota sin dueo, en el infinito patio de colegio. A ese momento pertene- cen tambin los rictus gloriosos dibujados en tus labios inmaculados, cuando madre te limpia- ba los mocos y te arre- glaba la camisa despus de recogerte del colegio, y si estbamos bendeci- dos realizados contba- mos mentalmente cun- tas bolas tenamos en los bolsillos, y mediante una resta mental estos eran los nicos casos donde las matemticas tenan sentido calculbamos ganancias, y le po- namos volumen a una sana su- perioridad, efmera pero feliz, sobre los otros. E s p e - r b a mo s los fines de semana para que la ma n c h a se rena y tome po- sesin de las pistas, las veredas, los postes, las paredes de nuestro, ahora invisible, barrio. Ocupbamos todos esos territorios que eran nuestros por derecho natural, el escenario no ES AGOSTO Y EN MIS RECUERDOS SE CRUZAN Y CAEN COMETAS