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En el área de la producción agrícola, los Estados Unidos y el resto del mundo vieron con
mucha complacencia el establecimiento de fuertes programas de subsidios a la agricultura en
Europa, puesto que la recuperación de la producción de alimentos se imponía. Surge de allí, la
Política Agrícola Común de la entonces Comunidad Económica Europea, que esencialmente
subsidiaba la producción de alimentos; política que cumplió rápidamente su propósito, dando lugar
más tarde a lo que ha dado en conocerse como las montañas de margarina y lagos de vino.
La sobre oferta se explica principalmente por dos razones. Primero, ciudadanos que no
estaban en la producción agrícola, porque sus costos marginales en ese sector eran mayores que
el precio de mercado establecido en el mercado de los alimentos –es decir, eran ineficientes en
ese sector-, se dan cuenta que con los subsidios si podían entrar a producir, y así lo hicieron.
Consecuentemente, nuevos recursos fueron destinados a la producción de alimentos. La segunda
razón, y mucho más dramática: agricultores eficientes se dieron cuenta que con los subsidios,
podían producir más, mucho más que antes, pues su curvas de costos marginales se habían
desplazado hacia abajo. Entonces, agricultores anteriormente eficientes se desplazan hacia arriba
sobre su curvas de costos marginales originales, e invierten en más equipo agrícola, habilitan tierra
que antes no destinaban a la producción agrícola por lógica económica, arriendan tierras que antes
no podían arrendar; y, simplemente, produjeron más. Los agricultores eficientes habían sido
inducidos, a través de los subsidios, a entrar a la región de ineficiencia económica.
Se puede dar el beneficio de la duda a los países que tienen altos subsidios a su
producción agrícola, respecto a su potencial voluntad para eliminarlos, pero no se puede ser
ingenuo, pretendiendo que eso va a suceder de un día para otro.