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trabajo se deriva de esas formas delicadas y potentes al mismo tiempo, las que evidencian
espiritualidad nos hace sentir que estamos ante un artista formado con un gusto por lo
clásico, que le permite encontrar estímulos lo mismo en la pintura del Renacimiento que en
La serie El mundo estaba en el rostro de la amada es un conjunto de fotos que Eric Weeks
ha estado realizando en los últimos años. Todos son retratos de su propia esposa, quien
sirve de modelo para una serie de representaciones llenas de idealidad y lirismo. Aunque
mejor logro es que genera una multiplicidad de identidades de la mujer retratada, como si lo
que buscara en realidad el autor fuera un sentido universal de lo femenino; una feminidad
atemporal y trascendente.
La variedad en los retratos se deriva también del talento de Weeks para la selección de
espacios que se convierten en escenarios. Por lo general son atmósferas delicadas que
distancia. La iluminación suave, los matices sutiles, los colores puntualmente localizados,
Hay tanta sencillez en estas obras de Eric Weeks que el discurso del crítico puede resultar
profano y basto. Y sin embargo son obras cultas y llenas de variados matices conceptuales.
En una entrevista el propio autor señalaba su atracción por la poesía de Reiner Maria Rilke,
a quien debe el título de la serie. Con esa referencia se entiende mejor ese sentido de culto a
la belleza que se encierra en este conjunto de fotos. Y su idea de la belleza como algo que
sólo puede ser captado imaginariamente. Esto plantea un reto para la manera convencional
de leer la fotografía, pues aquí el origen de lo visible solamente puede ser buscado en lo