Bueno, esto viene más o menos así. Como todos ya saben,
Cacho vive en la Argentina del futuro, que no es más que un largo y morboso desfile de traición, frialdad, inutilidad, bobería, badulaques y cazadores, pero en fin…
Cacho, cierto día, luego de haberse unido a una secta
ecologista en su pleno momento de borrachera, decidió volver a construir la Torre del Terror, para ver uno de esos cometas baratos que nadie conoce y pasan una vez cada mil años. Tras cartonear por cuatro noches en busca de material (y casi ser violado tres veces), logró agregarle un piso más a su casa de lona, cartón y chapa, haciéndola la Torre del Terror (estupor y sorpresa, una anciana de desmaya de la emoción).
Luego de este logro, Cacho llamó a su antiguo aliado, el
Abuelo, que andaba por ahí hablando solo como de costumbre. -Che Abuelo, ¿como andas? -Salí, yo se bien quien vos sos, vago drogadicto. -¿Sí?- Cacho tomó un pequeño trozo de papel de su bolsillo y se lo extendió al Abuelo-. Firma acá y te voy a llevar a un colegio secundario para que sigas viendo culos como siempre. -¡Uy, Cacho, vos conoces mis debilidades, guacho!- el Abuelo firmó inmediatamente con su nombre porque el muy nabo todavía ni tenía firma. -¡Perfecto, este es el nacimiento de una nueva sociedad lucrativa! Aparte vos sabes de violencia ¿no? Porque sos un nazi. -¡Cállate, bola de cebo, porque yo dibujaré swásticas por todos lados pero no soy nazi! -Bueno, no importa…dame la mano para que te anote mi dirección. -Es que no me sé el nombre de las calles… -…sos un feto…- admitió Cacho, mirándolo de reojo-.
Luego de reclutar al nazi extraterrestre homosexual del
Abuelo, Cacho fue a descansar en el segundo piso de su Torre del Terror, cuando escuchó a alguien tocándose en la puerta (bueno, la verdad es que alguien estaba tocando la puerta, fue una exageración sensacionalista para que la gente no se aburra con esto). Cacho bajó con su bati-tubo al primer piso, tomó una escopeta por precaución (es la Argentina del futuro después de todo) y abrió la puerta. Allí, con su mejor sonrisa, estaba un señor bien vestido, peinado correctamente y con zapatos bien pulidos. -No estoy interesado en sexo con hombres- fue lo que dijo Cacho, como un efecto reflejo-. El hombre lo miró asombrado por las palabras repentinas de Cacho, pero rápidamente volvió a su postura gentil y amigable. -Señor, estamos juntando firmas para ayudar a la prevención de la pobreza extrema, y bueno…necesitamos sólo una firma más y como usted es el único que no nos ayudó, me preguntaba si… -No tengo lapicera- le interrumpió fríamente Cacho-. Ahora, fuera de mi casa. Cacho empujó al señor mientras éste le trataba de convencer. Finalmente, Cacho, con los oídos aturdidos, noqueó al señor con un buen derechazo directo a los ojos, luego de haberse colocado una manopla, claro está. Mientras regresaba a la Torre del Terror, Cacho se encontró con el Abuelo, que seguía hablando solo en un extraño alfabeto. -Che Abuelo, tené cuidado, que hay unos hippies raros dando vueltas por ahí… -¿Hippies?- exclamó enfurecido el senil señor-. ¡Cómo los odio! Achtung hippies…digo, digo…uy, se me volvió a escapar. -¡Ves Abuelo, sos un nazi reprimido!
Entonces, Cacho y el Abuelo fueron a la Torre del Terror para
boludear un rato. Tomaron vino con soda, vieron un par de películas porno robando cable y se pusieron a jugar al Ochola. De repente, mientras Cacho estaba escupiendo por la ventana, vio venir una gran marcha de gente viniendo directo a su casa. -¡Fuera de acá o llamaré a la policía, vagos desgraciados! Entonces, la marcha se detuvo justo delante de la Torre del Terror, y un hombre con altavoz dijo: -Señor, por favor, necesitamos su firma para prevenir la indigencia. Bajé, sólo una firma y nos vamos. -¡No tengo ganas, me duelen los huevos y no puedo bajar!- contestó Cacho, al tiempo que el Abuelo terminada de sacar la pieza azul del Ochola (aunque el muy daltónico pensaba que era amarilla)-. -¡Señor Cacho, actuemos con diplomacia!- rogó el hombre-. -¿Diplomacia? Bueno, esperen que ahora vuelvo- dijo Cacho. Se retiró de la ventana y le pidió ayuda al Abuelo para mover un barril-. -Che Abuelo, trae el plomo fundido que hay en ese barril. El grupo de gente moral y solidaria esperó pacientemente, pero, luego de unos minutos, todos estaban hospitalizados por quemaduras graves y hasta uno se le diagnosticó cáncer en las bolas. ¿Y qué pasó con Cacho? Este remisero, que es la forma más baja de la escoria, continuó con su desfile de arrogancia junto al Abuelo, e invitaron a Miguel, El Colectivero, a que se les una para ir al Festival del Chori, experiencia religiosa para los tres.