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Engaños y encubrimientos bajo el disfraz del cristianismo no son cosas que pudiéramos
llamar nuevas. Tampoco a los charlatanes.
Durante un período de oscurantismo espiritual en la Edad Media, un tosco y carnal monje
llamado Johann Tetzel engañaba a la gente común de su tiempo vendiéndole indulgencias
(absoluciones especiales de castigo por el pecado ofrecidas por ciertos clérigos católicos).
Tetzel tomó el complejo Credo Católico sobre el purgatorio y lo redujo a una pegajosa rima:
"Tan pronto como la moneda en el cofre suena el alma sale del purgatorio sin pena".
Su trama fue simple. De acuerdo con Tetzel, la gente podía comprar un perdón de Dios
que les sacara de un lugar llamado purgatorio. Increíblemente, miles sucumbieron ante sus
artimañas. De hecho, las masas —desde los monjes hasta los magistrados—, reverenciaban a
Tetzel como a un mensajero del cielo. Aprovechándose de la inseguridad espiritual y de la
ignorancia bíblica de todos, él los despojaba para que financiaran proyectos papales y para
sufragar su propio extravagante estilo de vida.
Aunque los métodos de Tetzel para mercantilizar el evangelio eran indignantes, ninguno
parecía estar listo para increparle. Su popularidad, respaldada por el poder de Roma, parecía ser
un enemigo al que nadie quería enfrentarse. Y así fue, hasta que un monje llamado Martín
Lulero apareció en el escenario. Lulero no podía mantenerse callado por más tiempo ante el
engaño. Como Philip Schaff tan apropiadamente lo señala: "Como predicador, pastor y
profesor, él (Lulero), creyó que su deber era el de protestar... Mantenerse callado sería una
traición a su teología y a su conciencia". 1 Por lo tanto, en 1517, Lulero clavó sus famosas
"Noventa y cinco tesis" a las puertas de la capilla de Wittenberg.
En el lenguaje más claro, las "Noventa y cinco tesis" eran una protesta contra el saqueo a
los pobres auspiciado por el Papa. En las Tesis 27 y 28, Lutero clasificó la noción de que un
alma podría volar fuera del purgatorio por medio del dinero que caía en los cofres de la iglesia,
como una pervertida expresión de "avaricia y deshonestas ganancias".2
En las Tesis 45 y 66, Lutero expresó violentos sentimientos por el hecho de que alguien
pudiera haber tratado de comprar el perdón de Dios con dinero. El llamó a los "tesoros de las
indulgencias" redes con las cuales los predicadores del perdón pescaban "las riquezas de los
hombres".3 En las Tesis 50 y 51, Lutero denunció que la razón real por la cual Roma estaba
vendiendo las indulgencias no era el bienestar espiritual de los santos, sino el bienestar
económico del Papa y de su proyecto preferido, la construcción de la Basílica de San Pedro. El
escribió con gran vehemencia que era preferible que la madre Iglesia en Roma "ardiera hasta las
cenizas antes que tuviera que depender para su desarrollo del pellejo, la carne y los huesos" de
las ovejas del Papa.4 Finalmente, en la Tesis 86, Lutero puso las cosas en una correcta
perspectiva cuando preguntó por qué un Papa tan rico, "cuyas riquezas son en el día de hoy más
grandes que todas las riquezas de todos los ricos", no construía la Basílica con su propio dinero,
en lugar de extraerlo de los escasísimos recursos de los pobres.5
La reacción de Roma fue severa y rápida. A Lutero lo señalaron como un "hijo del
diablo" y como "un borracho alemán ... que cuando estuviera sobrio... cambiaría su mente".6
Pero Lutero no cambió su mente. Bajo la proscripción del Imperio y con una bula de
excomunión, Lutero desplegó su tremendo coraje, sus extraordinarias habilidades de
comunicación y las riquezas de sus convicciones. Cuando se le quiso exigir que se retractara, él
respondió con sus hoy universalmente famosas palabras: "Mi conciencia es cautiva de la
Palabra de Dios... Aquí yo estoy firme. No puedo hacer otra cosa. Ayúdeme Dios".7
¡Y por cierto que Dios lo ayudó! Lutero, con su gran coraje, estableció una poderosa
Reforma que puso al descubierto los engaños y los encubridores de su tiempo.
Hoy también nos hace falta una nueva Reforma. El saqueo de los pobres, santificado por
bulas papales en el pasado, es sorprendentemente parecido a la nueva generación de "papas de
la prosperidad" de hoy. Tetzel estafó a los pobres de su época prometiéndoles libertad del
purgatorio. Los falsos maestros de hoy están esquilmando a sus seguidores prometiéndoles
libertad de la pobreza y una vida abundante en prosperidad.
Hechos desfigurados
No tan solo algunos maestros de la Fe convierten en víctimas a los pobres y los tiranizan
prometiéndoles lo que ellos no pueden realizar, sino que además después los culpan cuando los
resultados esperados no llegan a materializarse.
En su libro "¡It's Not Working, Brother John!", Avanzini usa casi todas las estratagemas
inimaginables para persuadir a sus seguidores defraudados a que crean que el fracaso en recibir
se debe a algo que está equivocado en ellos mismos. El escribe: "el problema es que algo anda
equivocado con los santos... sin exagerar, yo encuentro que algo anda mal en sus vidas".55
Avanzini entonces postula "veinticinco cosas que cierran las ventanas del cielo". 56 Una
razón que Avanzini cita es la doble mentalidad. Explica él que nosotros tenemos dos mentes —
una mente consciente y una mente subconsciente—. Nuestra mente subconsciente ha sido
condicionada por los pastores y los maestros para que creamos que Jesús fue pobre. Por tanto,
cuando nuestra mente consciente es introducida al evangelio de la prosperidad, nosotros lo
rechazamos, porque subconscientemente creemos que tenemos que ser pobres.57
La respuesta de Avanzini a este dilema es la de que reprogramemos nuestra mente para
creer que Jesús fue rico. vestía ropas de gran calidad y vivía en una amplia mansión.58 Y
Avanzini, precisamente, tiene el remedio para que usted reprograme su mente. Por un precio, él
le vende su video casete "¿Fue pobre Jesús?"59
Otra razón utilizada por los maestros de la Fe para explicar el por qué la gente no alcanza
las riquezas, es lo que ellos llaman el pensamiento impropio. Como lo expone Avanzini: "Usted
es lo que usted piensa... Los pensamientos son fuerzas creativas".60 Partiendo de la falsa premisa
de que "de acuerdo con lo que usted piensa en su corazón, así se crearán las cosas que usted
diga", 61 Avanzini concluye que "el pensamiento apropiado produce finanzas". 62 El lo resume
todo en estas palabras: "Nosotros podemos creer y recibir o podemos dudar y quedamos sin
recibir".63
De manera muy interesante, yéndonos atrás, al 1919, nos encontramos con que Emest
Holmes, el fundador de la Iglesia de la Ciencia Religiosa, comunicó el mismo sentimiento
cuando dijo: "El hombre es simplemente lo que él piensa que es".64 Aunque Avanzini reclama
que las palabras en su libro fueron inspiradas por el Espíritu Santo, 65 es notable la estrecha
relación que reflejan las enseñanzas de las sectas metafísicas.
Otra de las explicaciones de Avanzini de por qué sus seguidores no han obtenido la
prosperidad, es que ellos no confían en su "hombre de Dios". El trata de usar ll Crónicas 20:20
("creed a sus profetas y seréis prosperados") como un pretexto para argumentar que "si usted no
confía en los profetas de Dios, usted no prosperará.66 En su contexto, sin embargo, este pasaje
no promete prosperidad financiera. Es una promesa de éxito militar a la nación de Israel en un
tiempo de gran peligro por parte de los moabitas y los amonitas.
Pero Avanzini se queja de que muchas personas ni siquiera le permiten a su hombre de
Dios, el "tener una copia de sus estados financieros totales".67 En un intento para proveer un
precedente bíblico para esta increíble demanda, Avanzini se refiere a la historia del aceite de la
viuda en II Reyes 4:1-7:
"Cuando la viuda se dirigió a Elíseo en solicitud de ayuda en sus
problemas con un acreedor, la primera cosa que el profeta le pidió fue
una declaración financiera. El le pidió, "declárame qué tienes en
casa". Gracias a Dios esta viuda fue capaz de confiar en su hombre de
Dios... Su relación de confianza en él, la liberó de sus deudas y le
proveyó de seguridad para su retiro".68
Una manera tan irresponsable de manejar el texto sagrado no es, sin embargo, práctica
fuera de lo común. Lo mismo se ha repetido a través de la historia de la iglesia. Así como el
Papa usó a Tetzel para esquilmar a los pobres con tal de construir su Basílica de San Pedro, así
también los maestros de la Fe se aprovechan del rebaño para levantar sus imperios.