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Percy Meza
—Por fin… —dije con los ojos cansados—. Por fin, termine el trabajoooo… Sólo
faltará poner la hoja de presentación y listo, libre.
Arreglé mi nick, cambie la foto que se mostraba por mi display y revisé mi bandeja
de entrada donde encontré cartas locas de mis amigas, una invitación para una
fiesta y una salida para el cine… Que vagos son estos, pensé.
Era cuando, apareció una de las personas mas churras de la universidad, Omar.
Aunque por el Messenger no se lo veía, no importaba, de igual manera su belleza se
digitalizaba.
*Gracias a Dios…
El amor no se puede buscar fácilmente JJJ dice:
*Q bien…
*Hola…
*cómo te llamas?
Le hablo sí o no. Seguro había sido un idiota que puso cualquier correo electrónico
en el agregar un contacto y por suerte cayó con el mío. Sin embargo, esa
ventanita negra me traía algo raro.
*Alfa y Omega…
Alfa y Omega… ¡Qué bonito! Sí me respondía con eso, seguro era un fanático a los
videojuegos, sacándome la abrupta conclusión que era un adolescente… No
obstante, no tenía que apresurarme. Traté de sonar un tanto amigable y sacar mis
conclusiones de manera más astuta.
*ooo
*Mi cámara web??? Está descompuesto, amigo… Pero, porque no t muestras tú…
Sólo veo una ventanita negra
*q opinas
Me quede pálida. Ese último texto erizó los pelos de mi nuca y me hizo entrar un
pánico inquietante. Cerré la ventana de conversación con él. Trate de buscar su
correo en todas las listas de contacto, pero no lo hallaba. ¿Cómo es que se metió en
mis contactos?
*Omar, he estado recibiendo cosas feas d un extraño hombre por el msn… estoy
asustada
Afirmé por esa tan fácil idea. Me despedí, insistiéndole que venga. Cerré todas mis
conversaciones, y lleve el puntero al botón Cerrar sesión. Al oprimirlo, en mi
pantalla salió una advertencia.
Usted no puede cerrar su sesión porque esta manteniendo una
conversación. Cierre todas sus conversaciones y vuelve a intentarlo.
¡Qué! Tengo todas mis conversaciones cerradas, además nunca sale esa clase de
advertencia al cerrar. Como no tenía nada que cerrar, oprimí el botón nuevamente,
pero la advertencia salió.
*No puedes cerrar tu sesión… es mejor que no lo hagas…, porque dejaré de verte y
no quiero eso.
Me quedé sentada, muerta del susto. Este no era cualquier persona. Este era
un hacker, porque interfirió en mi Messenger, activó mi cámara web sin mi
conocimiento y… y… podía pasarse como yo…
—Cristina —se escuchó la voz de mi amiga Emma—. ¿Estás bien? Omar vino a la
universidad y me contó que estuviste recibiendo mensaje de un hombre raro.
—OH, mierda —chilló ella, preocupada y aterrorizada—. ¿Te vio? Esto es peligroso,
Cristina, peor aún si es un hacker… En mi carrera me contaron que existe una
categoría de hackers que lo llaman black hat, son unas clases de hackers muy
astutos y pueden meterse por Internet, las computadoras filtrando, alterando toda
informática posible…
—Discúlpame, amiga. Pero es sólo para que enteres y tengas conocimiento. Ahora
el mundo esta inundando por la informática…
Ahora sonó mi teléfono. Con Emma aún en línea, activé el altavoz para no sentirme
sola, me acerqué al teléfono y contesté.
—Aló…
—Fue él… El extraño del Messenger… —dije a punto de llorar. Crucé media estancia
y me agazapé contra la pared.
— ¡Deja tus huevadas, Emma! ¡Estoy espantada! ¡No te conté que quiere hacer una
cosa horrenda conmigo —mientras hablaba mi cabeza se movió por todo mi
estancia, miré por mi ventana que estaba a mi lado y me fijé en un hombre que
grababa con una cámara de mano, desde su tragaluz— lo que sea…!
¡aaaaaaAAAAAHHHH!
—Hay un chico… que está espiándome —dije con las palabras estropeadas por el
terror—. Ahí… Ahí… —Apuntando el segundo piso de la casa, que estaba a dos de la
mía.
La señora me miraba con ojos escrutadores, pensando si era una buena broma
hecha por jóvenes vagos. Los adolescentes que la acompañaban estaban al borde
de la risa. Yo solamente lloraba y suplicaba que me ayudara. Sabía que podía ir
corriendo, pero el horror me mantenía impotente, en un solo lugar.
El vecindario se puso a mí alrededor… Algunos viéndome con malos ojos y otros con
lástima… La señora insistía a los demás que yo era una malcriada que jugaba con
bromas. En eso, apareció Omar, junto a Emma. Ellos dos vinieron a mí a
consolarme, tratando de calmarme, porque estaba muerta del miedo.
La policía llegó dentro de tres minutos, junto a mi padre. Conté toda la historia,
donde Emma y Omar trataban de apoyar, porque no dejaba de balbucear. Cuando
llegué a la parte donde vi al hombre, me preguntaron en dónde. Indiqué el tragaluz
en el segundo piso de la casa.
Mis amigos, los dos policías, mi papá y yo entramos. Un tercer policía impidió que el
vecindario se acerque mucho.
La casa tenía una apariencia muy desértica, como si nadie y nunca lo hubiese
habitado alguien. Tenía muebles rotos, un olor fuerte a cigarro y algunos rastros de
moho por todo el lugar. Desde ahí el bullicio del vecindario venía amortiguado,
aparte de un sonido raro que parecía provenir de la casa.
Los policías iban delante de nosotros con unas linternas, mientras los haces de luz
develaban muchas cosas más como cables, tres monitores de computadora, una
bolsa plástica llena demouses descompuestos, teclados y algunas cámaras web.
Aunque estaba con mi padre, mis amigos y los policías, tenía escalofríos.
—Me amenazó… Me dijo que me iba a matar… Dijo que el león tiene carne fresca…
Tengo Miedo…
Encima de nosotros, al final de la escalera, había una salida por donde se veía
entrar una luz parpadeante.
De repente sonó un tucutín del Messenger, inmensamente fuerte, que nos pegó un
susto a todos. Los monitores mostraron una pantalla completamente roja, tiñendo a
su vez la habitación, con un símbolo de un rostro amarillo macabramente feliz, con
los ojos rojos y desorbitados, una amplia sonrisa y con una frase espeluznante que
hasta se oyó.
—El hacker nunca se deja ver, pero sus productos sí —de los parlantes salió una voz
distorsionada, difícil de reconocer.
Con los brazos lastimados por los vidrios, me fijé en la pantalla de una
computadora, la única intacta, con el símbolo de aquel sujeto, aquel extraño
usuario.