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Una vez modificamos nuestra manera de pensar y perspectiva de las cosas, le abrimos la
puerta a la intuición, somos capaces de observar cuestiones o situaciones de la vida
cotidiana, que muy pocas personas que nos rodean, pueden advertir. Con el tiempo, esta
capacidad u olfato, se va desarrollando hasta tal punto, que basta con mirar a alguien,
para “intuir” sus intenciones. Los más supersticiosos dirán: ¡que ojo clínico!, ¡Qué
clarividencia! Sin embargo, la explicación es sencilla y puede hallarse en las distintas
definiciones.
La intuición puede definirse como “el acto o facultad de saber o percibir sin el uso del
proceso racional; cognición inmediata. [1] Es como tener la sensación de conocer algo,
que no es evidente ni deducible para los demás. Una intuición puede manifestarse de
diversas formas, un sentimiento, una idea, una impresión, una sospecha que nos lleva de
algún modo, a discernir sobre la verdadera naturaleza de una persona o situación.
Algunos, han llegado a bautizar a esta facultad, como instinto o sexto sentido. En esta
línea, queda de manifiesto, que la intuición es un elemento de tal importancia, que el
mismo Albert Einstein, decía que “la única cosa de valor real, era la intuición”.
Asimismo, Alexis Carrel, manifestaba que “la intuición está muy cerca de la
clarividencia; ésta, parece ser una percepción extrasensoria de la realidad”.
De acuerdo con el Padre Marechal: “la intuición –definida en forma general- es la
asimilación directa del objeto por la facultad conocedora. Todo conocimiento es en
cierto modo una asimilación; la intuición es una información inmediata, sin un
intermediario interpuesto objetivamente; es el único, por el cuál la facultad conocedora
se modela a sí misma, no en una semejanza abstracta del objeto, sino que el objeto
mismo; es, si quiere, la estricta coincidencia, la línea común de contacto entre el sujeto
conocedor y el objeto”.[2] Por otro lado, existe una concepción de la intuición por
Wildon Carr, que la expresa de la siguiente manera: “la intuición es la captación, por
parte de la mente, de la realidad directamente tal cual es, y no bajo la forma de una
percepción o concepto (ni como una idea u objeto de la razón), todo lo cuál, por
contraste, es captación intelectual”. [3]
Hay escritores que dicen que “no existe absurdez natural, en apoyar la posibilidad
humana u de otra inteligencia de la mente, en alcanzar una percepción distinta de la
verdad a través de la intuición”. [4]
Quienes son capaces de tomar decisiones acertadas, que afectan positivamente al resto
de la sociedad, son considerados como referentes a seguir, ya que de alguna manera, la
masa considera, que no sólo son capaces de abrirse su propio camino, sino que abren las
puertas a los demás.
Sin duda, es evidente que la intuición como un elemento más que compone la
“Prudencia”, es vital. Tampoco es un secreto que dentro de la intuición existan varias
dimensiones a considerar. Como por ejemplo, el espacio en donde ciertas realidades que
no se perciben por el sentido externo, como puede ser la amigabilidad, la hostilidad, la
utilidad, la inexperiencia u otros, sean divisadas por algunas personas. En esta
dirección, Leopoldo Palacios, manifiesta que “la oveja huye del lobo, no por su color o
figura –cosas sensibles a los sentidos externos-, sino porque es su enemigo”. Se trata de
esa sensación o intuición que asegura, que esa cosa o persona, nos va a hacer mucho
daño.
[1] Intuition. (n.d.). The American Heritage® Dictionary of the English Language,
Fourth Edition.
[2] Marechal, J.: (1927) Studies in the Psychology of the Mystics. Traducido, con una
introducción de Algar Thorold. New York: Benziger Brothers. Página 98.
[3] Wildon Carr, H.: (1914) The Philosophy of Change: A Study of the Fundamental
Principle of the Philosophy of Bergson. Página 21.
[4] Burgh, J.: (1802) “The Dignity of Human Nature”; or, a brief account of “The
Certain and Established” means for attaining The True End of Our Existence in four
books. Hartford. Printed and Sold by Oliver D. Cooke. John Bahcoch, Printer. Página
181