de bella flor cubierto ¡Qué descansada vida ya muestra en esperanza el fruto cierto. la del que huye del mundanal ruïdo, Y como codiciosa y sigue la escondida por ver y acrecentar su hermosura, senda, por donde han ido desde la cumbre airosa los pocos sabios que en el mundo han sido; una fontana pura Que no le enturbia el pecho hasta llegar corriendo se apresura. de los soberbios grandes el estado, Y luego, sosegada, ni del dorado techo el paso entre los árboles torciendo, se admira, fabricado el suelo de pasada del sabio Moro, en jaspe sustentado! de verdura vistiendo No cura si la fama y con diversas flores va esparciendo. canta con voz su nombre pregonera, El aire del huerto orea ni cura si encarama y ofrece mil olores al sentido; la lengua lisonjera los árboles menea lo que condena la verdad sincera. con un manso ruïdo ¿Qué presta a mi contento que del oro y del cetro pone olvido. si soy del vano dedo señalado; Téngase su tesoro si, en busca deste viento, los que de un falso leño se confían; ando desalentado no es mío ver el lloro con ansias vivas, con mortal cuidado? de los que desconfían ¡Oh monte, oh fuente, oh río,! cuando el cierzo y el ábrego porfían. ¡Oh secreto seguro, deleitoso! La combatida antena Roto casi el navío, cruje, y en ciega noche el claro día a vuestro almo reposo se torna, al cielo suena huyo de aqueste mar tempestuoso. confusa vocería, Un no rompido sueño, y la mar enriquecen a porfía. un día puro, alegre, libre quiero; A mí una pobrecilla no quiero ver el ceño mesa de amable paz bien abastada vanamente severo me basta, y la vajilla, de a quien la sangre ensalza o el dinero. de fino oro labrada Despiértenme las aves sea de quien la mar no teme airada. con su cantar sabroso no aprendido; Y mientras miserable- no los cuidados graves mente se están los otros abrazando de que es siempre seguido con sed insacïable el que al ajeno arbitrio está atenido. del peligroso mando, Vivir quiero conmigo, tendido yo a la sombra esté cantando. gozar quiero del bien que debo al cielo, A la sombra tendido, a solas, sin testigo, de hiedra y lauro eterno coronado, libre de amor, de celo, puesto el atento oído de odio, de esperanzas, de recelo. al son dulce, acordado, Del monte en la ladera, del plectro sabiamente meneado. por mi mano plantado tengo un huerto,
Fray Luis de León. Poemas. - 1
ODA III. A Felipe Ruiz
El aire se serena Y como está compuesta
y viste de hermosura y luz no usada, de números concordes, luego envía Salinas, cuando suena consonante respuesta; la música extremada, y entrambas a porfía por vuestra sabia mano gobernada. se mezcla una dulcísima armonía. A cuyo son divino Aquí la alma navega el alma, que en olvido está sumida, por un mar de dulzura, y finalmente torna a cobrar el tino en él ansí se anega y memoria perdida que ningún accidente de su origen primera esclarecida. extraño y peregrino oye o siente. Y como se conoce, ¡Oh, desmayo dichoso! en suerte y pensamientos se mejora; ¡Oh, muerte que das vida! ¡Oh, dulce el oro desconoce, olvido! que el vulgo vil adora, ¡Durase en tu reposo, la belleza caduca, engañadora. sin ser restituido Traspasa el aire todo jamás a aqueste bajo y vil sentido! hasta llegar a la más alta esfera, A este bien os llamo, y oye allí otro modo gloria del apolíneo sacro coro, de no perecedera amigos a quien amo música, que es la fuente y la primera. sobre todo tesoro; Ve cómo el gran maestro, que todo lo visible es triste lloro. aquesta inmensa cítara aplicado, ¡Oh, suene de continuo, con movimiento diestro Salinas, vuestro son en mis oídos, produce el son sagrado, por quien al bien divino con que este eterno templo es sustentado. despiertan los sentidos quedando a lo demás amortecidos!
Fray Luis de León. Poemas. - 2
ODA VIII. Noche serena
Cuando contemplo el cielo Quien mira el gran concierto
de innumerables luces adornado, de aquestos resplandores eternales, y miro hacia el suelo su movimiento cierto de noche rodeado, sus pasos desiguales en sueño y en olvido sepultado, y en proporción concorde tan iguales; el amor y la pena la luna cómo mueve despiertan en mi pecho un ansia ardiente; la plateada rueda, y va en pos della despiden larga vena la luz do el saber llueve, los ojos hechos fuente; y la graciosa estrella Loarte y digo al fin con voz doliente: de amor la sigue reluciente y bella; «Morada de grandeza, y cómo otro camino templo de claridad y hermosura, prosigue el sanguinoso Marte airado, el alma, que a tu alteza y el Júpiter benigno, nació, ¿qué desventura de bienes mil cercado, la tiene en esta cárcel baja, escura? serena el cielo con su rayo amado; ¿Qué mortal desatino —rodéase en la cumbre de la verdad aleja así el sentido, Saturno, padre de los siglos de oro; que, de tu bien divino tras él la muchedumbre olvidado, perdido del reluciente coro sigue la vana sombra, el bien fingido? su luz va repartiendo y su tesoro—: El hombre está entregado ¿quién es el que esto mira al sueño, de su suerte no cuidando; y precia la bajeza de la tierra, y, con paso callado, y no gime y suspira el cielo, vueltas dando, y rompe lo que encierra las horas del vivir le va hurtando. el alma y destos bienes la destierra? ¡Oh, despertad, mortales! Aquí vive el contento, Mirad con atención en vuestro daño. aquí reina la paz; aquí, asentado Las almas inmortales, en rico y alto asiento, hechas a bien tamaño, está el Amor sagrado, ¿podrán vivir de sombra y de engaño? de glorias y deleites rodeado. ¡Ay, levantad los ojos Inmensa hermosura aquesta celestial eterna esfera! aquí se muestra toda, y resplandece burlaréis los antojos clarísima luz pura, de aquesa lisonjera que jamás anochece; vida, con cuanto teme y cuanto espera. eterna primavera aquí florece. ¿Es más que un breve punto ¡Oh campos verdaderos! el bajo y torpe suelo, comparado ¡Oh prados con verdad frescos y amenos! con ese gran trasunto, ¡Riquísimos mineros! do vive mejorado ¡Oh deleitosos senos! lo que es, lo que será, lo que ha pasado? ¡Repuestos valles, de mil bienes llenos!»
Fray Luis de León. Poemas. - 3
ODA X. A Felipe Ruiz
¿Cuándo será que pueda, ¿No ves cuando acontece
libre desta prisión volar al cielo, turbarse el aire todo en el verano? Felipe, y en la rueda, El día se ennegrece, que huye más del suelo, sopla el gallego insano, contemplar la verdad pura sin duelo? y sube hasta el cielo el polvo vano; Allí a mi vida junto, y entre las nubes mueve en luz resplandeciente convertido, su carro Dios, ligero y reluciente; veré distinto y junto horrible son conmueve, lo que es y lo que ha sido, relumbra fuego ardiente, y su principio propio y escondido. treme la tierra, humíllase la gente; Entonces veré cómo la lluvia baña el techo; la soberana mano echó el cimiento envían largos ríos los collados; tan a nivel y plomo, su trabajo deshecho, dó estable y firme asiento los campos anegados, posee el pesadísimo elemento. miran los labradores espantados. Veré las inmortales Y de allí levantado, columnas do la tierra está fundada; veré los movimientos celestiales, las lindes y señales ansí el arrebatado con que a la mar hinchada como los naturales, la Providencia tiene aprisionada; las causas de los hados, las señales. por qué tiembla la tierra; Quién rige las estrellas por qué las hondas mares se embravecen, veré, y quién las enciende con hermosas dó sale a mover guerra y eficaces centellas; el cierzo, y por qué crecen por qué están las dos Osas las aguas del Océano y descrecen; de bañarse en el mar siempre medrosas. de dó manan las fuentes; Veré este fuego eterno, quién ceba y quién bastece de los ríos fuente de vida y luz, dó se mantiene; las perpetuas corrientes; y por qué en el invierno de los helados fríos tan presuroso viene, veré las causas, y de los estíos; quien en las noches largas se detiene. las soberanas aguas Veré sin movimiento del aire en la región quién las sostiene; en la más alta esfera las moradas de los rayos las fraguas, del gozo y del contento, dó los tesoros tiene de oro y luz labradas, de nieve Dios, y el trueno dónde viene. de espíritus dichosos habitadas.
Fray Luis de León. Poemas. - 4
ODA XII. A Felipe Ruiz
¿Qué vale cuanto vee, del ser despedazada
do nace y do se pone, el sol luciente, del hierro torna rica y esforzada; lo que el Indio posee, querrás hundille y crece lo que da el claro Oriente mayor que de primero y, si porfía con todo lo que afana la vil gente? la lucha, más florece El uno, mientras cura y firme al suelo envía dejar rico descanso a su heredero, al que por vencedor ya se tenía. vive en pobreza dura Esento a todo cuanto y perdona al dinero presume la fortuna, sosegado y contra sí se muestra crudo y fiero; está y libre de espanto el otro, que sediento ante el tirano airado, anhela al señorío, sirve ciego de hierro, de crueza y fuego armado; y, por subir su asiento, «El fuego —dice— enciende; abájase a vil ruego aguza el hierro crudo, rompe y llega y de la libertad va haciendo entrego. y, si me hallares, prende Quien de dos claros ojos y da a tu hambre ciega y de un cabello de oro se enamora, su cebo deseado, y la sosiega; compra con mil enojos ¿qué estás? ¿no ves el pecho una menguada hora, desnudo, flaco, abierto? ¿Oh, no te cabe un gozo breve que sin fin se llora. en puño tan estrecho Dichoso el que se mide, el corazón, que sabe Felipe, y de la vida el gozo bueno cerrar cielos y tierra con su llave?; a sí solo lo pide, ahonda más adentro; y mira como ajeno desvuelva las entrañas el insano aquello que no está dentro en su seno. puñal; penetra al centro; Si resplandece el día, mas es trabajo vano, si Éolo su reino turba, ensaña, jamás me alcanzará tu corta mano. el rostro no varía Rompiste mi cadena, y, si la alta montaña ardiendo por prenderme: al gran consuelo encima le viniere, no le daña. subido he por tu pena; Bien como la ñudosa ya suelto encumbro el vuelo, carrasca, en alto risco desmochada traspaso sobre el aire, huello el cielo.» con hacha poderosa,
Fray Luis de León. Poemas. - 5
ODA XV. A don Pedro Portocarrero.
No siempre es poderosa, por más que la fiereza
Carrero, la maldad, ni siempre atina del Tigre ciña un lado, la envidia ponzoñosa, y el otro el Basilisco emponzoñado; y la fuerza sin ley que más se empina por más que se conjuren al fin la frente inclina; el odio y el poder y el falso engaño, que quien se opone al cielo, y ciegos de ira apuren cuando más alto sube, viene al suelo. lo propio y lo diverso, ajeno, extraño, Testigo es manifiesto jamás le harán daño; el parto de la Tierra mal osado, antes, cual fino oro, que, cuando tuvo puesto recobra del crisol nuevo tesoro. un monte encima de otro, y levantado, El ánimo constante, al hondo derrocado, armado de verdad, mil aceradas, sin esperanza gime mil puntas de diamante debajo su edificio que le oprime. embota y enflaquece y, desplegadas Si ya la niebla fría las fuerzas encerradas, al rayo que amanece odiosa ofende sobre el opuesto bando y contra el claro día con poderoso pie se ensalza hollando; las alas oscurísimas extiende, y con cien voces suena no alcanza lo que emprende, la Fama, que a la Sierpe, al Tigre fiero al fin y desaparece, vencidos los condena y el sol puro en el cielo resplandece. a daño no jamás perecedero; No pudo ser vencida, y, con vuelo ligero ni la será jamás, ni la llaneza viniendo, la Vitoria ni la inocente vida corona al vencedor de gozo y gloria. ni la fe sin error ni la pureza,
Fray Luis de León. Poemas. - 6
ODA XXIII. A la salida de la cárcel
Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado. Dichoso el humilde estado del sabio que se retira de aqueste mundo malvado, y con pobre mesa y casa en el campo deleitoso con sólo Dios se compasa y a solas su vida pasa ni envidiado ni envidioso.