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Pero no hay más que subir con un guía para darse cuenta de que toda
la montaña guarda un patrimonio especial. Para comenzar, es único
desde el punto de vista geológico. Es un volcán que no ha estallado,
con piedras de traquita ocre incrustadas en su interior. La misma
traquita puede suponer su perdición. Ha sido usada, por ejemplo,
para construir el auditorio Alfredo Kraus de Las Palmas. Tiene aspecto
de mármol moteado, es una piedra muy estimada. Tres pequeñas
canteras, en las faldas del monte, son ejemplos del peligro.
El mismo Txillida dijo, cuando algunos se levantaron contra el
proyecto, que el monte estaba dejado, que hasta que él llegó nadie
había reparado en él, y que su agujero, su vacío en el corazón de la
montaña era el mejor antídoto contra esas canteras que estaban
sacando la traquita.
No es verdad. Tindaya es el monte mágico de los majoreros.
En todos los pueblos de alrededor se han guardado tradiciones
transmitidas oralmente que hacen referencia a la montaña. Como
todos los niños saben, cierto día llegó una bruja desde el sur camino
de Tindaya. Cuando encontró el Monte Quemado de frente le pidió
paso. “Díselo al Monte Mudo” le respondió el Monte Quemado. “¡Pero
si es mudo déjame pasar!” le pidió la bruja. “Díselo al mudo”, insistió
el Monte Quemado. Fueron tantas las veces que la bruja le pidió paso,
que iba a Tindaya, y tantas las veces que se lo negó el Monte
Quemado, que al fin la bruja le amenazó: si no le dejaba pasar le
daría una patada y lo haría explotar. Y así fue al final. Es por eso que
hay tantas cumbres entre el Monte Quemado y el mar.
Pedro Carreño también subió el monte por algo, hace 35 años, cuando
nadie subía; Eduardo Txillida todavía no había leído el verso de Jorge
Guillén- “el aire es lo más profundo”; todavía no había decidido que
haría un agujero en un monte, como si fuera dios; que tenía que crear
en el monte Tindaya una obra de arte que daría refugio eterno a
todos los humanos.
“Tindaya, de pequeños, era un sitio de brujas para nosotros” comenta
Carreño. “Un lugar misterioso, donde ocurrían cosas conectadas a los
dioses y la magia. Eso decían los mayores: ahí, en Tindaya ocurrían
cosas importantes”.
Cuando aún quedan unos veinte minutos para hacer cima, hemos
visto sobre las losas unos pequeños agujeros triangulares. Vera dice
que son pequeños embalses donde antaño se recogía agua. Los
habitantes de entonces, no sabemos porqué, hicieron almacenes de
agua en las piedras.
Seguimos subiendo. El sol ya se ha puesto por Tenerife pero no hemos
visto ni un solo grabado. Están ahí, hay más de trescientos, en varios
grupos, pero estamos subiendo y subiendo hacia la cumbre,
queriendo llegar con la luz que todavía queda.
Pasado mañana es el día de San Juan, hace un par de días ha sido
luna llena, pero el cielo está cubierto. La niebla ha entrado sobre el
Monte Quemado. En esa época, con este tiempo, metían leche de
cabra dentro de un odre de cabra joven, y revolvían para,
“emborrachando la leche”, hacer mantequilla. Parece ser que la
humedad de San Juan es la adecuada para ello.
No hay ni rastro de la luna llena, la niebla enfrente del monte, pero
por arriba, sin embargo, Fuerteventura está hermosa. Miguel de
Unamuno escribió sus poemas más bellos aquí, cuando el dictador
Primo de Rivera, incapaz de aceptar sus críticas lo desterró aquí en
1923. Para el filósofo y escritor, esta isla fue un oasis, un refugio, un
puerto para la esperanza.
El mar está ahí, enfrente. Al norte Lanzarote, y al otro lado del mar, al
oeste, lejos, Tenerife y Gran Canaria.
Cerca de la cumbre, después de aventurarnos por un peligroso
terreno escabroso, se puede observar lo que sería la entrada del
monumento de Txillida. Está justamente en medio de la altura del
monte. Solo para abrir la entrada, tendrían que tirar casi entera una
de las vertientes. En la parte de arriba, quieren agujerear dos
chimeneas. En el interior, un agujero de 50 metros cúbicos.
Al fin José Antonio Vera ha sacado la linterna, y nos ha pedido que nos
echemos a un lado. Ha iluminado de costado la losa que tenemos
delante nuestro, y ahí están los grabados, como una aparición. Dos
huellas, puestas una al lado de la otra. Se ven claramente desde el
talón hasta los dedos, a la luz amarillenta de la linterna. Son grandes,
anchas. Las momias guardadas en el Museo Canario han demostrado
que los habitantes de entonces de Fuerteventura se encontraban
entre los más altos de esta zona del mundo: una media de 1’82
metros de altura. El tamaño de las huellas, al menos, es curioso.
Como en los aquelarres, ahora mismo están emergiendo las huellas a
la luz, cuando el sol se ha puesto y la luna hace un intento por
aparecer entre las nubes. Como los exploradores, ahí reivindicamos lo
que antes ni hemos podido intuir. Señalamos con euforia lo que la luz
de la linterna nos muestra.
Algunas están cinceladas en la piedra, y otras aparecen después de
remover la misma piedra. Las hay sueltas, y también las que
aparecen por grupos: dos, cuatro, seis, ocho. En algunas se perfilan
muy bien los dedos, y también se puede adivinar lo que puede ser el
rastro de una especie de correa que llevan las sandalias. Hay algunas
sin forma, y hay otras que se esconden y continúan bajo la tierra. Las
hay que tienen los dedos juntos y los talones separados. En Tenerife,
sabemos que a las momias de allí se les ataban los dedos. Sin
embargo, la mayoría de las huellas aparecen de dos en dos. La
mayoría miran hacia el oeste o el sur-oeste. Ahí está el Teide, por un
lado; por otro, el monte de las nieves.
¿Dibujos relacionados con la luna? Podría ser. En todo el norte de
África se han valido de la astronomía para explicar el significado de
los grabados antropomorfos que aparecen. Algunos expertos creen
que señalan simbología nupcial, o que se usaron para marcar los
lugares usados por la justicia para gobernar. Las únicas dataciones
que se han hecho demuestran que son de principios del siglo XI, pero
no las hay de después de la conquista, ni en la tradición escrita, ni en
la oral. No hay testimonios en torno a los podomorfos.
Aparte de en el norte de África, han sido halladas en otras islas de
Canarias, pero en ningún lugar se han encontrado grupos de
grabados similares, todas del mismo estilo, más de trescientas. Es un
hallazgo muy singular.
El guía se ha obstinado en ir hacia allí. Miramos con mucha atención
dónde pisamos, ya que estamos al borde de la cima. Cerca de uno de
los grupos más bellos de grabados, unos 45, aparecen restos de las
extracciones que se hicieron para el examen del proyecto de Txillida.
Agujeros hechos con barrenas del número 8, testigos de 10
centímetros. La maquinaria la llevaron en helicóptero hasta la cima.
En esa época despareció una gran losa, que tenía 29 huellas. En el
1994, al menos, estaba allí. Eso lo pueden asegurar José Antonio Vera
y otros investigadores como él. Txillida y los trabajos
correspondientes a su proyecto llegaron en 1995. La duda es si se la
llevaron en uno de esos helicópteros.
Monte abajo, la traquita nos ata al monte. Como si nos atrajera. La
piedra refleja increíblemente la luz del pueblo, como sin nos quisiera
enseñar el camino. Es un lugar de protección.
“¿No será suficiente por el momento?” pregunta José Antonio Vera.
abarandiaran@berria.info
Los podomorfos
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Los que están a favor del proyecto muchas veces han subrayado sus
beneficios, y han negado que las extracciones o los mismos trabajos
dañarían el monte. José De León, técnico del patrimonio del Cabildo
de Gran Canaria conoce como nadie los grabados, entre otras cosas
porque él ha promovido el único estudio arqueológico serio, junto con
otros expertos. El Gobierno de Canarias envió a la Guardia Civil contra
los investigadores, pero las pruebas que pudieron recoger
demuestran claramente la importancia de los grabados.
“Hay quien dice que los trabajos de Txillida no dañarían los
podomorfos, sí. Pero los que así piensan son los políticos y los
empresarios, y no tienen credibilidad, porque son ellos los que están
destrozando la isla de Fuerteventura. Los grabados han desaparecido,
algunos se han dañado y las autoridades no han tomado ni una
medida de protección. Ni siquiera han fijado un espacio de protección.
No son de fiar”.
Pedro Carreño es también técnico de patrimonio histórico en
Fuerteventura, y él también denuncia la dejadez de los políticos para
con el monte. “Sí, dinero han gastado mucho, pero hacer, se ha hecho
poco. Aquí se moría gente, como en todos los lugares, pero no se ha
encontrado nada sobre los cementerios de aquella época, porque no
se ha buscado”. Ha subrayado la falta de sensibilidad que intuye en
su entorno. “Tenemos que comprender la importancia que tiene el
patrimonio cultural. Aquí, en La Oliva, tenemos la casa de los
coroneles, el entorno cívico-militar más importante de Canarias, y
está muy mal cuidado. La Oliva misma conforma el grupo de
edificaciones más interesante de Fuerteventura y está muy mal
cuidado. No hay ninguna responsabilidad”.
Giráldez tiene claro que con el proyecto se puede abrir una puerta
muy peligrosa. “Tenemos que tener en cuenta que ahí hay un
patrimonio cultural muy importante, por calidad y por cantidad. No
existe nada similar. Y si construyen el proyecto de Txillida será un
auténtico parque temático. Y sobre todo, el mayor peligro es que si lo
hacen ahí tendrán carta blanca para hacer cualquier cosa en
cualquier sitio”.
“Desollareis el monte”
Por último, algún día nos tendrá que mostrar cómo se puede vaciar
un monte sin dañarlo. Podría ser posible que esto sea la que pretende
la empresa Investigaciones Guadiana, gracias a nuestro dinero, en las
fantasías audiovisuales que han presentado. Pero no se puede ir en
contra de la realidad, y para poder entrar en las entrañas del Monte
Sagrado de Tindaya lo tendrán que desollar, dejarlo en carne viva y
desangrarlo poco a poco, para extraerle el corazón. Una pequeña
agonía, que acabará con una vida de miles de años. Y todo por un
sueño que se ha convertido en una maldita pesadilla. Si tiene
dignidad, pare esta salvajada.