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IES MARQUÉS DE MANZANEDO

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IES MARQUÉS DE MANZANEDO

El payaso cuenta su historia


Mi historia comienza una soleada mañana de septiembre, después
de una limpieza general.

La encargada de la limpieza bajaba las escaleras de la calle para


tirar los juguetes viejos. Iba demasiado cargada con la caja llena
de juguetes rotos, parecía cansada; tenía la nariz grande, el pelo
gris, llevaba un vestido de lunares, un delantal y unas gafas
viejas.

Cuando llegó al cubo de la basura me arrojó dentro de él sin


ningún cuidado; me tiró a mí y a mis amigos, los demás muñecos.

Pronto noté que me estaba cayendo. La situación era peligrosa,


había unos gatos alrededor del cubo buscando comida y yo me
caía. Estaba asustado pensando en que me iba a separar de mis
amigos: el oso, el conejo, el loro y el pájaro. Todos mis esfuerzos
fueron inútiles y, finalmente, acabé en suelo.

Con un gran esfuerzo me levanté. Al oír el ruido, los gatos, como


son tan asustadizos, se habían marchado. Pero mi mala suerte
continuaba; me di cuenta de que no tenía zapatos.

Tenía que buscar una solución así que me puse manos a la obra y
rebusqué en aquel cubo. Allí encontré una bota vieja, unos
guantes, unos alfileres y una bombilla hasta que de pronto,

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descubrí una cosa que me fascinó ¡Era una zapatilla de deporte!


Era casi nueva y parecía de mi tamaño, ahora, tenía que encontrar
la otra.

Como no me doy por vencido fácilmente, continué buscando hasta


que la encontré. Rápidamente me las puse y me até los cordones.
Eran unas zapatillas estupendas y me quedaban a la medida.

Para probarlas salí corriendo, en aquella ciudad había muchos


coches, demasiado ruido, un olorcillo a humo no muy agradable y
no se veía el sol.

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Al poco rato, me encontré con una niña que estaba atada con una
especie de cinturón a la mano de su mamá, como si fuera un
perrito. Entonces me animé, por fin había encontrado una amiga.

Intenté explicarle mi vida pero era muy pequeña y sólo sabía


sonreír. De repente, se llevaron a la niña. Cuando la madre de la
niña se cansó de hablar con su amiga, recogió la correa y la niña
salió volando a los brazos de su madre. No tuve tiempo ni de
despedirme de ella. Mientras desaparecía, al doblar la esquina. la
niña me decía adiós con la mano. Yo me quedé solo otra vez.

Seguí caminando sin poner mucha atención en lo que me rodeaba,


la tristeza se apoderaba de mí.

De pronto noté que alguien me cogía por los hombros y me


colocaba en una fila en la que había muchos niños disfrazados.
No entendía de qué se trataba, estaba rodeado de personajes
muy raros. Había un alien, un superhéroe, una reina, un cocodrilo
y un hada. Era una fiesta escolar de disfraces. Nos sacaron
muchas fotos a los niños y a mí.

Cuando acabó la fiesta, poco a poco, se fueron llevando a todos


los niños, a todos menos al hada.

Yo le expliqué lo que me había ocurrido, ella me escuchó con


mucha atención. Nos hicimos muy amigos, era una niña delgada y
alta, muy dulce y cariñosa que llevaba un vestido de tul blanco y
una varita mágica en su mano.

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Al final nos quedamos solos la niña vestida de hada y yo. Cuando


acudieron a buscarla, ella me cogió en brazos y me llevó a su casa.

Es cuando me di cuenta de que los mayores me ven como un


peluche, no se dan cuenta de que tengo vida, sólo los niños me
conocen de verdad.

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La madre de la niña recibió con mucha alegría a su hija pero,


cuando se fijó en mí, su cara cambió; yo no le gusté nada. Sin
decir ni una palabra, me cogió por una pierna y me lanzó por la
ventana.

Tengo que decir que la madre tampoco me gustaba a mí, iba llena
de joyas, llevaba un perfume muy fuerte y su cara estaba
totalmente pintada, más que la mía.

Mientras tanto, yo había perdido otra amiga.

La caída fue lenta porque al tirarme por la ventana rodé por un


tejado antes de estamparme contra un árbol. Después me
descolgué por las ramas y caí encima de las hojas amarillas que
formaban un mullido cochón en el suelo.

Ya en el suelo, mientras me estaba sacudiendo las hojas secas,


me acordé de mis amigos que se habían quedado en el cubo y la
tristeza apareció de nuevo.

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De repente, oí un amenazador ladrido y aquel perro de color


amarillo huevo, apareció delante de mí ¿Qué podía hacer? Me
iba a destrozar. No lo pensé dos veces y me puse a actuar con
todo el valor que encontré dentro de mí.

Me subí a una caja de madera y empecé a hacer acrobacias:


volteretas de todo tipo, el pino con una mano, con dos,….

Cuando el perro ya estaba desconcertado, apareció su dueño, un


tipo muy grande, con muchos tatuajes y el pelo rapado que vestía

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una sucia camiseta de tirantes. Me cogió por una pierna y… me


lanzó muy fuerte, de nuevo estaba volando por el aire.

Ahí estaba yo, convertido en un muñeco volador, atravesando las


calles con un miedo atroz porque no sabía cómo iba a acabar mi
vuelo.

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En un edificio viejo había


una ventana abierta. Esa
fue mi salvación porque
me colé milagrosamente
por ella aterrizando
dentro de una habitación.

En aquella habitación
estaba mi nueva amiga
acompañada de un niño
pequeño que lloraba
desconsoladamente.

La habitación era su casa; una vieja y pobre habitación con una


cama, una cocina y una mesa; todo estaba muy desordenado. La
chica se había quedado cuidando a su hermano mientras su madre

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estaba en el trabajo, el pequeño tenía hambre, estaba sucio y mi


pobre amiga no sabía por dónde empezar.

Tranquilicé a mi amiga y preparamos un plan, había que consolar al


pequeño, ordenar la casa, hacer las camas, limpiar el suelo y
fregar los platos. Luego vino lo más difícil, cambiar los pañales al
niño. Pero, al fin, lo logramos, todo estaba ya en su sitio.

Como teníamos tiempo, aún pudimos salir a dar un paseo que


aproveché para ir a buscar a mis amigos. Había sido un día
agotador pero estábamos alegres porque volvíamos a vernos.

Estaba anocheciendo y había que regresar a casa. En el coche


del pequeño cabían todos mis amigos. Yo le coloqué un lazo azul en
el pelo a mi nueva amiga antes de volver a casa. Estaba guapísima
sonriente con su lazo.

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Cuando la madre regresó a casa se encontró algo que no


esperaba, tranquilidad, orden y alegría.

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