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Capítulo 22
ANTERIORMENTE EN LA PLAZA…
Es el día de Nochevieja, y Rosa, Ernesto y Ramón preparan una fiesta en el bar donde habrá
de todo: pedidas de mano, reconciliaciones, discusiones… e incluso una muerte.
- ¿Cómo estoy?
- No creo que eso sea lo más importante ahora mismo.- responde su hermano mayor, borde.
Claudia se sienta junto a sus hermanos. Tiene los ojos hinchados de tanto llorar.
- ¿Y papá?
- ¿Y cómo está?
- No me puedo creer que no volvamos a ver a mamá nunca más…- comenta Claudia, con las
lágrimas a punto de salir de sus ojos.
- A mí me pasa lo mismo. No sé, supuestamente estaba bien… no sé como pudo pasar algo
así.
Claudia rompe a llorar, y Rubén hace esfuerzos para que no le suceda lo mismo.
- ¿Ya me hablas?
Los tres se quedan en silencio durante unos segundos. Se palpa la tensión en el ambiente,
hasta que Teodoro se dirige hacia la puerta.
Olga sonríe agradecida al hombre, y este se marcha. La mujer se sienta al lado de su hijo.
- Lo siento… siento haber pensado que fue vuestra culpa lo de Rodolfo. Teodoro ya me lo ha
explicado todo.
- Diego por favor, no seas así. Todo el mundo se equivoca y comete errores, incluso los
adultos.
- Sí, y cuando lo hacen los adultos, desde luego no se comportan como tal… y hay viene el
problema, porque no lo reconocen y prefieren hacer como si nada hubiera pasado.
- Déjalo.
- Mira Diego, con la muerte de Rosa me he dado cuenta de lo corta que puede ser la vida. No
quiero seguir peleada contigo, y ahora tú lo sabes. La pelota está en tu tejado.
Olga sale de allí, y Diego permanece en silencio, sin poder evitar el pensar en las palabras de
su madre.
LA PLAZA/ MEDIODÍA
Ramona y Lola regresan del cementerio, de donde se acaba de terminar el funeral. Las dos
permanecen en silencio, hasta que empiezan a atravesar la plaza, pasando por el bar que
hasta ahora regentaban Ernesto y Rosa, y que a partir de ahora lo tendrá que hacer el
hombre solo.
- Que lástima, ¿verdad?- comenta Ramona.- Una mujer joven como Rosa…
- Visto así…
- En el fondo, esto ha sido un castigo del señor.- comenta Lola, ante la confusión de su
hermana.
- ¿A qué te refieres?
- ¿Cómo que no ha sido para tanto? La chiquilla saliendo con el drogadicto ese que a su vez
le pasa droga a su hermano, y el pequeñajo es así como… medio rarito.- responde su
hermana con cara de asco.- Dios mío, ¿en que se está convirtiendo este mundo?
- ¿De verdad crees eso?- pregunta Lola, molesta, a lo que su hermana asiente.- Entonces es
que Paco te está cambiando mucho más de lo que creía.
Ernesto, Rubén, Claudia y Nico llegan a casa. Ernesto está abatido, mientras sus tres hijos
intentan hacerse los fuertes para que no sufra todavía más. El hombre, sin mediar palabra,
se dirige hacia su dormitorio, pero Rubén le sigue.
- ¿A dónde vas?
- No tengo hambre…
Marisa se encuentra cortándole el pelo a una de sus clientas, cuando escucha como la puerta
se abre y Olga accede al interior tímidamente.
- Discúlpeme un momento.- susurra Marisa a su clienta, y se acerca a la que una vez fue su
amiga.- ¿Qué estás haciendo aquí?
- Ahora no puedo.- responde la mujer, borde.- No sé si te has dado cuenta de que tengo a
una clienta que atender.
- ¿Te das cuenta de que ha muerto una de nuestras mejores amigas y tú y yo seguimos sin
dirigirnos la palabra?
- Que el día de mañana podría ser cualquiera de nosotros dos, y no sé tú, pero odiaría irme
de este mundo sin haber arreglado las cosas contigo.
- No lo soy. Solo digo…- Olga hace una pausa antes de seguir hablando.- Que deberíamos
intentar arreglar las cosas.
Marisa se queda en silencio, impactada por las palabras de Olga. Tras pensar durante unos
segundos, se decide a hablar:
- Mira, siento muchísimo la muerte de Rosa, y tú más que nadie sabes lo que yo quería a esa
mujer… pero no porque haya muerto tenemos que cambiar nuestras vidas, ni nuestras
maneras de pensar.
- Bien, ¿qué te parece si quedamos esta noche a tomar algo y lo hablamos?- Olga sonríe
mientras habla, ilusionada- Pásate si eso por la pensión.
A Olga le cuesta reaccionar unos segundos, hasta que recuerda algo y suspira:
- Si esto es tan importante para ti, pásate sobre las diez por casa.- invita Marisa, impaciente
ya.
- Sí…
- Hasta luego.
Olga sale del local bastante ilusionada, mientras Marisa regresa hasta su cliente, suspirando
y pidiéndole disculpas con la mirada.
- Ramona, yo… siento mi actitud de antes, de verdad. Pero créeme si te digo que lo he hecho
por ti.
- Mira Lola, las dos somos y siempre hemos sido un par de solteronas amargadas, pero
ahora eso puede cambiar para mí. Si de verdad lo hicieras por mí, estarías apoyándome en
vez de intentar truncarlo… y las dos sabemos el miedo que has tenido siempre a la soledad.
A Lola se le llenan los ojos de lágrimas tras escuchar las duras palabras que le ha dedicado
su hermana.
- ¿No te parece justo?- Ramona pierde la paciencia por momentos.- Te diré lo que no es
justo. No es justo que con setenta y cinco años tenga que dar explicaciones a nadie de con
quien voy o dejo de ir. Eso no es justo.
- Estás haciendo el ridículo… todo el mundo cuchichea, y además con un hombre al que casi
le sacas veinte años… es totalmente vergonzoso.
- Que cuchichee quien quiera. Yo ya he estado en ese lado… no me siento tan mal estando
en el otro.
La mujer sale de allí bajo la mirada de su hermana, que no puede evitar en pensar en sus
palabras.
Roberto, tras un largo y duro día de trabajo, llega a casa con un maletín. Lo deja sobre la
mesa que hay en el recibidor, y se acerca hacia el salón. Poco antes de llegar, escucha a
alguien tararear una canción. Se asoma por la puerta, y ve a Paco con Verónica en brazos.
- Eres una niña muy bonita.- susurra el hombre, mientras su nieta no para de sonreír.- Una
preciosidad. Te pareces muchísimo a tu padre.
- Sí, a lo mejor debería decirle todo esto a él, pero no puedo. No debo. Si bajo la guardia, a
lo mejor no os trataría lo bien que os trata ahora. Pero en realidad le quiero. Le quiero
porque hace feliz a mi hija y a mi nieta. Porque sois lo más importante y lo más grande que
me ha pasado en la vida.
Roberto se queda impactado al escuchar las palabras del hombre, y sus ojos se llenan de
lágrimas de emoción.
Marisa y Olga se encuentran sentadas en el cómodo sofá, mientras cada una se toma un
café. Un incómodo silencio reina entre ambas, y ninguna de las dos parece dispuesta a ser la
primera en hablar… pero finalmente lo hace Olga:
- ¿Y cómo te va todo?
- Ya…
Vuelve a surgir un incómodo silencio, pero esta vez es Marisa la que lo rompe:
- Bien… bien, ya sabes. Os echa de menos… pero sabe que lo ha estropeado todo, y que no
tiene ningún derecho a pedirte una nueva oportunidad.
- Lo fue.- asiente Marisa, sin poder evitar el esbozar una sonrisa que ilusiona a su amiga,
que se la devuelve.
- Yo… simplemente aproveche una oportunidad para ganar dinero, Marisa. Jamás, jamás
quise hacerte daño.
- ¿Qué tal el día?- pregunta Roberto, con una sonrisa de oreja a oreja.
- La verdad es que sí.- suspira la mujer.- Tanto tiempo aquí me tiene muy saturada… pero
tendríamos que empezar a buscar ya alguna canguro, porque sino se nos hará muy tarde, y
no encontraremos ninguna para algo tan inmediato.
- La misma. Es estudiante, no tiene trabajo, y vive de sus padres. Quizás le gustaría tener
unos ahorrillos para sí misma.
- No. No, prefería comentártelo a ti antes para ver que te parece, pero no sé, yo creo que es
una buena idea.
- Sí, la verdad es que yo también lo creo, así que… adelante, habla con ella.
- ¿En serio?
Isabel asiente con una sonrisa, y Roberto le besa.
- ¿Qué pasa?
- Olvídalo.- le interrumpe su marido.- Creo que estamos bien aquí, y tu padre se sentiría muy
solo.
Isabel mira sorprendida al hombre, y luego intenta ocultar su decepción esbozando una
sonrisa.
- Hasta mañana.
Rubén se encuentra frente a la puerta. Tiene los ojos hinchados de tanto llorar, y duda si
llamar o no, pero finalmente termina haciéndolo. Iago, vistiendo solamente unos calzoncillos,
no tarda en abrirle.
Iago mira el billete sorprendido, pero no puede evitar el esbozar una amplia sonrisa.
Olga y Teodoro no pueden evitar dejarse llevar una vez más. Marta y Ramón comienzan los
preparativos de la boda, y no les resultará tan sencillo como esperaban. Los Martínez,
todavía intentando superar la muerte de Rosa. Alberto y Manu continúan con su idílica
relación, pero este último sigue algo inseguro. Alicia comienza su trabajo cuidando de
Verónica.