Está en la página 1de 2

Loco gast mi juventud lozana en subir a la cumbre prometida, y hoy que llego diviso la salida del sol, en otra

cumbre ms lejana. Aqu donde la gloria se engalana hallo slo una bruma desteida; y me siento a llorar porque mi vida ni del pasado fue ni del maana. No haber amado! coronar la altura y ver que se engaaba mi locura! El verde gajo que laurel se nombra ya de mis sienes abatidas rueda, y aunque el sol busco an, slo queda tiempo para bajar hacia la sombra. Jos Eustasio Rivera.

XXV Mientras las palmas tiemblan, un arrebol ligero en solitarias cinagas disuelve su rub; todo se apesadumbra, y hacia lejano estero, sonroja en el crepsculo sus alas un nebl. Algo desconocido del horizonte espero... Vana ilusin! Nublse la franja carmes; ya suspir la tierra bajo el primer lucero, y siento que otros seres lloran dentro de m. Me borrar la noche. Maana otro celaje; y quin cuando yo muera consolar el paisaje? Por qu todas las tardes me duele esta emocin? Mi alma, nube de ocaso, deja lo que perdura; y como es mi destino sufrir con la Natura, se apagan los crepsculos entre mi corazn. Jos Eustasio Rivera. Tierra de promisin (III parte) 1922. III Atropellados, por la pampa suelta, los raudos potros, en febril disputa, hacen silbar sobre la sorda ruta los huracanes en su crin revuelta. Atrs dejando la llanura envuelta

en polvo, alargan la cerviz enjuta, y a su carrera retumbante y bruta, cimbran los pindos y la palma esbelta. Ya cuando cruzan el austral peasco, vibra un relincho por las altas rocas; entonces paran el triunfante casco, resoplan, roncos, ante el sol violento, y alzando en grupo las cabezas locas oyen llegar el retrasado viento. Jos Eustasio Rivera. Tierra de promisin (III parte) 1922.

También podría gustarte