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AUTOR

JORGE HDZ “HAWK”


REGISTRO DE DERECHO DE AUTOR
SEP-INDAUTOR
NO. REGISTRO: 03-2003-101012521000-01
os ecos de la lluvia resonaban al caer sobre los adoquines de la calle y los toldos de los autos;

L Confundidas con las gotas de lluvia, unas lágrimas empapadas de dolor, ira y sal recorren el rostro
de Adelle... Mientras corre a toda velocidad, llora, empuja, golpea con desesperación y esquiva a la
gente que a su paso encuentra, la cual mira con extrañeza a la jovencita cuyo cabello empapado cubre su
rostro. Ella corre hacia en único lugar que sabe seguro... Corre como si su vida dependiera de ello y en
cierta medida así es... Por fin se detiene... Jala aire, mientras que apoyada sobre sus rodillas, mira hacia el
otro extremo de la calle... Un edificio viejo y clausurado pasa inadvertido para los transeúntes, quienes lo
ignoran como a un anciano, un ser senil del cual ya no desean saber más y al mismo tiempo éste, agobiado
y yerto, recibe la lluvia sobre sus techos desteñidos y cornisas cascadas, recibe una lluvia que cae sobre él
cómo chorros de lágrimas olvidadas. No duda, se arroja hacia la construcción sin siquiera mirar a los extre-
mos de la calle, un auto frena con brusquedad mientras su claxon emite una reclamación a la joven, la cual le
ignora. Adelle se introduce por un callejón lateral, hurga entre los restos de basura... cartón, botellas viejas,
plásticos rotos, juguetes fracturados como su alma... Arroja todo hasta que logra encontrar su objetivo: Una
puerta de acero oxidada. Lentamente la abre y mientras mira que nadie la observe se introduce en ella. En
el sótano, la humedad se filtra como frías cortinas a través de las ventanas que dan a la calle a ras de piso...
Mientras avanza intenta calentarse, frota su cuerpo con ambas manos al tiempo que sus dientes chocan
entre sí y dejan escapar una nube de calor. Con lentitud sube por las escaleras y por fin llega al interior
de la casa, una enorme construcción que en sus tiempos se ufanaba de su belleza y esplendor. Sobre los
muros, el abollonado de fina tela, presume tiempos mejores en los que su elegancia era foco de atención.
La madera de cedro y caoba, había visto épocas de magnifica lucidez y sobriedad... pero ahora sólo eran
cadáveres oscuros sin vida ni dignidad alguna. La gran escalinata, otrora opulenta y de barandales como
brazos firmes que se abrían mostrando su opulenta egolatría, ahora entrecerraba sus extremidades avergon-
zada de su condición. Así, Adelle avanzó sobre ella, mientras bajo sus pies, los quejidos largos y apagados
de los peldaños, se lamentaban exigiendo respeto y cuidado ganados con el tiempo. La segunda planta está
un poco mejor, pero no por eso el ultraje de los años fue menor... Lenta y silenciosamente se dirige a una
habitación al final del corredor. Este es el único cuarto que no gotea, y por lo mismo se mantiene un poco
más tibio que el resto de la casa. Cae sobre la cama... abraza la almohada y mira el teléfono sobre la mesa
de tres pies, la cual se apoya en la pared para no caer. Duda, no sabe si debe hacerlo... Sabe de antemano
su reacción... Pero le hace tanta falta... No tiene a quien mas recurrir. Pasan los minutos mientras Adelle mira
por la ventana la lluvia... Intenta ignorar la necesidad de llamar, la necesidad de oír su voz diciéndole que
todo esta bien. Entonces toma el desteñido aparato y gira el disco... Del otro lado el tono monótono del
llamado le responde, Mientras espera, juega nerviosa torciendo entre sus dedos el cable del auricular. Se
repite así misma que debe controlarse, que debe permanecer calmada... Serena... Respira profundo y espe-
ra. Por fin, una voz masculina le responde y ella pide comunicación... Otros segundos más se incorporan a
la esperanza... hasta que al fin, la voz deseada contesta...
-“¿Aló?”

Adelle guarda silencio... intenta aclarar su garganta... Pero al solo escuchar su voz la necesidad de desaho-
go aparece con mayor ansiedad. Intenta hablar, pero su voz se rompe y mientras se maldice a sí misma, un
llanto agrio inunda su rostro... y la voz al otro aldo se alarma...
-¡¿Adelle?! ¡¿Adelle eres tú?!, ¡¡¿Qué te pasa Adelle, respóndeme!!?
Torpemente Adelle habla con su voz llena de amargura y tristeza...
-Él... él… Lo hizo de nuevo...
-¡¡Cálmate, Adelle!! ¡Todo va a estar bien! ¿Me oyes?... ¿Dónde estás?
-En... en el edificio...
-¡¡No te muevas de ahí!! ¡¡Espérame, voy para allá!!

A varios kilómetros de ahí en una fabrica, una silueta envuelta en unos pantalones viejos y rotos, sale a
toda prisa del área de soldadura industrial. En sus ojos la ira se mezcla con lagrimas de odio y dolor. Con
el rostro desencajado avanza a zancadas entre el mar de obreros y maquinarias... Arranca con su mano las
lágrimas en su rostro de un solo golpe. Sus pasos resuenan sobre el piso de concreto, limpia su nariz con
el dorso del brazo y se dirige hacia la salida. De improvisto, un joven vestido con un overol le cierra el paso
y le mira con sus ojos azules, que resaltan bajo la sombra de la visera del casco.
-Otra vez te vas antes de la hora de la salida... Entiéndeme, no deseo causarte problemas, pero los
pretextos se me acaban. Si Hanz se da cuenta de tus escapadas no va a echar a los dos.
-¡Tengo que salir, es una emergencia!
-¿Qué emergencia? ¿“Stoa” toca este viernes?
-Se trata de Adelle... ¡Ese bastardo lo hizo otra vez!

El joven capataz se talló el rostro con la mano. Emitió un hondo suspiro y mientras amasaba su frente con la
misma, pregunto con voz grave...
-¿Cómo está Adelle?
-No lo sé... hace un minuto que acabo de colgarle... me espera en la casa...

Ambos permanecieron por algunos segundos mirándose... Al final, fue él quien rompió el silencio, Mientras
hablaba volteaba a todos lados cuidando de que nadie les viera, Tomó entonces un papel de su paleta y es-
cribió un numero en él...
-Toma... Es mi número de celular. Háblame si necesitan algo, lo que sea, e infórmame como esta
Adelle. Ahora, largo de aquí y cuida de que no te vean
-¿Qué les vas a decir si te preguntan por mí?
-Ya inventaré algo... Además, solo faltan 30 minutos para la salida... ¿Qué esperas para irte?

Una sonrisa de agradecimiento fue la única respuesta. A toda prisa, hecho a correr de nuevo, pero antes de
salir la voz del capataz sonó a sus espaldas...
-¡Hey!... Toma, llévate mi moto, así llegarás más rápido.
-¿Y tú?, ¿Cómo vas a llegar a tu departamento?
-No hay problema, caminaré... Sólo son treinta calles, además necesito el ejercicio.

El rostro del joven se volvió serio y mientras le miraba exclamó


-No hagas ninguna tontería... ese malnacido no vale la pena ¿Entendido?

De nuevo la sonrisa, esta vez acompañado de un asentimiento. Por fin en el exterior, tomó la moto prestada
y salió a toda velocidad por las calles...
Igual que hiciera Adelle, se introdujo por la puerta hacia el sótano. Con ansiedad y desesperación avanzaba
por la casa. De nada sirvieron los reclamos de la escalera, así el mundo se le hubiera venido encima, nada
hubiera podido detener su marcha. Al llegar a la segunda planta recorrió el pasillo con rapidez, pero al llegar
a la última puerta se quedó de pie. Por dentro, un dolor en el pecho y el miedo a lo que podía haber detrás de
ella la mantenían inmóvil... Temía entrar, Temía no poder enfrentar la situación y derrumbarse. No sabía hasta
dónde había llegado el bastardo esta vez.; No sabía que tan grave era y, más aún, temía no poder soportarlo.
Su cabeza jugaba bromas macabras en cuanto a la situación de Adelle... Formas sangrantes se dibujaban en
su mente mientras en su estómago, el aire tragado, los nervios y el temor, le provocaban dolor y náuseas...
Movió la cabeza mientras se recargaba en la pared, su mano limpió el agua chorreante en su rostro... Se
repetía una y otra vez “Todo esta bien... Sólo... sólo es tú imaginación...” Lentamente avanzó hasta quedar
cara a cara con la puerta, la mano, suave e imperceptible se alzó hasta apoderarse de la perilla, la apretó
firmemente y después de jalar aire, la giró... Al abrirse, la puerta gimió larga y hondamente... Dejó que ella
misma encontrara su camino hasta chocar con la pared y paso a paso, entró en la habitación... Sobre el suelo
encontró la ropa mojada de Adelle.
En un vano intento por encontrar valor o retardar el golpe, gastó algunos segundos en recogerla y acomodarla
sobre los viejos muebles, pero al final aceptó que era hora de enfrentar lo que viniese... Silenciosamente se
acercó hasta la cama en donde una silueta se encogía sobre sí misma bajo las sábanas. Cuidadosamente se
sentó sobre el viejo colchón, y el chillido del tambor recriminó el hecho. Estiró su mano hasta posarla suave-
mente sobre aquel cuerpo y con voz apagada susurró.
-¿Adelle...?
-¿Mmm...?
-Ya estoy aquí...

Los ojos verdes de Adelle se abrieron enormemente mientras que en sus pupilas, el cristalino brillo acuosos
de unas lágrimas asomaban...
-¡IVANA!...-
-Shhhh... Todo está bien... ya estoy aquí...-

La flama rojiza del encendedor iluminó la habitación, Ivana aspiró profundamente para segundos después,
dejar en libertad el humo del cigarrillo. Desnudas ambas, Ivana abrazaba el blanco y suave cuerpo de Adelle
en busca de darle calor. Mientras con una mano sostenía el cigarro, con el resto de su cuerpo envolvía a su
amiga con un amor casi materno. El oscuro cabello de Ivana yacía seco y revuelto, sus ojos grises escudri-
ñaban en la ventana intentando hallar formas en su empañada superficie... Con la otra mano jugaba con las
rojizas ondas del cabello de Adelle. Ninguna se atrevía a hablar... Ivana absorbía el humo del tabaco para
luego emanarlo por la nariz o entre los labios... y así como Ivana buscaba fantasmas en el cristal, Adelle los
perseguía en el humo azuloso del cigarro... Al final ambas sabían que ese silencio no podía durar mucho
tiempo, así pues, Ivana habló en tono grave. En su rostro un gesto de resignación brotó, pues ya conocía la
respuesta antes de preguntar siquiera...
-¿Iras con la policía...?
Adelle no respondió, se hundió mas entre los brazos de Ivana. Esta agachando la cabeza buscó el rostro de
la pelirroja...
-¿Hasta cuándo vas a seguir soportando esto?

Entre murmullos Adelle dejó escuchar su voz, sonaba lejana y cansada... No quería discutir pero sabía que el
amor y preocupación de Ivana eran grandes... tan grades como el amor que ella misma sentía por su amiga.
-Fue mi culpa... Yo lo hice enojar...
-¡No digas estupideces, Adelle! ¡Tu padre esta enfermo y lo sabes!-
-No... No hay por que hacer tanto escándalo... además no fue tan... grave...
-¡¿No fue tan grave?! ¡¡Mírate, Adelle!!
-Ivana... Yo...
-¿¡Hasta cuándo vamos a seguir así!? ¡¡Cada mañana al levantarme me pregunto como estarás...!!
¡¡Paso por fuera de tu casa rogando a Dios que estés viva!! ¿¡No lo entiendes, Adelle!?... ¡Te amo y no puedo
tolerar la idea de que mientras trabajo, el imbécil de tu viejo te apalee! ¡¡Temo el día en que al volver de la
fabrica me encuentre con que estas en el hospital o algo peor!! ¡¡No puedo vivir así!! ¡¡NO QUIERO VIVIR CON
EL ALMA EN UN HILO!!

Las lágrimas de Adelle resbalaban por su mejilla y goteaban sobre el brazo de Ivana. En vano intentaba callar
su llanto... Ivana tenía razón, pero ¿Qué hacer? Su padre era un hombre violento que estallaba a la menor
provocación. Adelle le temía de manera irracional, no era la primera vez que la golpeaba, desgraciadamente
se había vuelto el pan de cada día. Con dulzura se acurrucó en el regazo de Ivana quien la recibió con todo
el amor que su ser podía sentir... Mientras acariciaba el cabello y la frente de Adelle, la besó con dulzura y
suavemente al oído le musitó...
-Te amo, Adelle... eres lo único que me queda... no quiero perderte... no lo resistiría. Por ti dejé las
drogas y encontré trabajo... por ti soporto al imbécil de Hanz ocho horas al día. Por ti despierto cada mañana
con ganas de vivir... sólo por ver tus ojos verdes... por escuchar tu risa y verte bailar bajo lluvia. Porque eres
la única persona que me trató con respeto y dignidad, la única a la que no le importó...

Segundos antes de que su voz se quebrara Ivana calló, no deseba que Adelle le viera llorar. Ella era la
fuerza de ambas y si se derrumbaba... entonces ambas lo harían. Volvió a fumar, esta vez mas profundo que
antes, tragando con el humo sus lágrimas, sus recuerdos y su dolor. Adelle se incorporó y quedando frente
a frente acarició el rostro de Ivana y esta le respondió de la misma manera. Durante largos minutos ambas
permanecieron en silencio, no hacía falta hablar,sus manos decían todo. Al final Adelle depositó un suave y
largo beso en los labios de Ivana... Abrazadas y en silencio, se ocultaron entre las sabanas y fingieron dormir...
sus latidos se daban paz y sus alientos vida. Sólo se tenían la una a la otra, nadie más se preocupaba por
ellas... a nadie mas le importaba si vivían. Unidas, las dos chicas lloraron en secreto sus soledad y amargura...
Los minutos pasaron hasta convertirse en horas. Pasaban ya de las once de la noche, cuando un sonido des-
pertó a Ivana; era Adelle... que entre la penumbra vagaba desnuda en busca de su ropa. Sin hacer ruido, Ivana
miró el blanco y dócil cuerpo de Adelle. En su espalda, glúteos y muslos, las marcas rojizas y amoratadas de
golpes revelaban el tormento al que la chica era sometida día a día. Algunas llagas habían dejado de sangrar
y habían dado paso a un color amoratado mas sombrío. Ivana oprimía las sábanas entre sus puños, mientras
una lágrima de dolor, rabia e impotencia la traicionaba... ¡De buena gana saldría ahora mismo a buscar a ese
hijo de perra y...! Pero no tenía caso... de nada serviría si Adelle no lo denunciaba... la palabra de Ivana no
serviría de nada, sus antecedentes le cerrarían toda posibilidad de denuncia... frente a un jurado, la palabra
de ese maldito tendría mas valor sólo porque no podía probarle nada. En silencio, Adelle tomó sus panties
y las deslizó sobre sus lastimados muslos... un gesto de dolor apareció en su rostro mientras ahogaba un
gemido, el solo contacto con la ropa le producía escozor y sufrimiento. La parte difícil fue la del sostén, pues
el resorte mordía su piel y oprimía las llagas en su espalda. Desde la cama, Ivana contemplaba todo con un
odio infinito... tragándose el coraje y el dolor, habló bajo y dulce...
-¿Te llevo?

La sonrisa juguetona de Adelle apareció dulcemente mientras se acercaba hasta la orilla de la cama, al sen-
tarse, Ivana la sujetó con mucho cuidado del talle para no lastimarla.
-Será cargando, Ivana, porque a menos que hayas robado un auto no veo como... ¡¿No lo hiciste, verdad?!-

Ivana sonrió con malicia y sin decir más, se incorporó de un salto mientras tomaba su chamarra de cuero.

La noche se abría a su paso al igual que el camino. El cabello corto de Ivana se sacudía al ritmo del viento
mientras que la moto bufaba vanidosamente. En el asfalto, las luces de los faroles en la noche se reflejaban
sobre los charcos de agua dejados por la lluvia. Ivana aceleraba a todo lo que la moto podía dar, a su espal-
da, una asustada Adelle se aferraba con uñas y dientes al cuerpo de la otra. Hablando a gritos, la pelirroja
protestó, mientras sus cabellos ondeaban largos y rizados a contra viento bajo el casco.
-¡¡¡Baja la velocidad!!!
-¡Dame una razón!
-¡La gravedad!
-¿¡La gravedad!?
-¡La gravedad del golpe si chocamos!
-¡Ja, ja, ja... ¿No eras tú la que tenía prisa?
-¡Por llegar a mi casa, no por matarme!

Con un aire de maliciosa burla, Ivana miró a su amiga por sobre el hombro mientras se preparaba para entrar
a una gran avenida.
-¿Alguna vez te dije que corrí en carreras clandestinas?
-No me digas... No sé por qué te creo...

Sin borrar la sonrisa en su rostro, Ivana aceleró a tope mientras alzaba la moto en una sola rueda, los gritos
y carcajadas de ambas se perdieron al igual que ellas en la longitud de la calle.
El momento de más dolor para ambas era al despedirse. Metros antes de llegar a casa de Adelle detuvieron
la motocicleta. El padre de ella odiaba a Ivana, pues decía que le metía ideas “raras” en la cabeza como:
Independencia, dignidad, amor... el alma de Ivana se partía en pedazos... la abrazaba con desesperación
de la cintura, intentaba alargar el momento, evitar la partida. Adelle permanecía quieta y lánguida, recargada
dulcemente sobre el hombro de Ivana... en el fondo sabía que ella misma era la causante del dolor de la otra
y lo más molesto era que ella jamás le recriminaría nada... así le arrancara el corazón del pecho. Se odiaba
a si misma por lastimar así a la persona que mas amaba.
No hubo palabras... Adelle no sabia que decir e Ivana deseaba hacerlo, pero temía que su voz se quebrara.
Finalmente se miraron fijamente... una sonrisa cristalina en los labios de Adelle mitigó un poco el dolor mien-
tras que uno de sus dedos, jugueteaba con la nariz de Ivana. Fue esto lo que permitió que esta última tuviera
el valor para dejarle partir. Los brazos de la una se abrieron poco a poco... La mirada de la otra agradeció y
valoró la nobleza de su amiga, y después de un dulce y corto beso, Adelle emprendió el camino de regreso
a “casa”. Para Ivana era como permitirle a un ángel bajar al infierno a sabiendas de su tormento. La solución
más rápida fue ponerse el casco, de esta forma cuando Adelle volvió la mirada hacia Ivana, no pudo ver que
ésta se despedía, mientras por su rostro, un mar de lágrimas se desbordaba. Adelle volvió a sonreír... Con
suavidad envió un beso trasportado por un soplo de sus labios... y sin decir más, abrió la puerta y entró...

Ivana intentó conducir, pero calles más adelante se vio obligada a detenerse. Hecha un mar de furia, se bajó
del vehículo y se introdujo en la callejuela más cercana. Una vez ahí, dio rienda suelta a su furia reprimida...
Gritó, gimió, maldijo e insultó mientras la lluvia comenzaba a caer de nuevo... y al final se desmoronó. En-
cogida en un rincón, lloró por ambas y como cuando niña, sus gemidos de sufrimiento se perdieron en la
nada, como cuando niña tuvo que tragarse su dolor... como cuando niña, tuvo que sufrir en soledad por una
situación que estaba fuera de su control.
Las primeras lágrimas ardieron en el alma como plomo derretido... pero las segundas apaciguaron su dolor.
Poco a poco el llanto fue desapareciendo y al final, sólo quedó su respiración entrecortada y hondos sus-
piros. Fue hasta entonces que notó las gotas de sangre que escurrían por su guante. En su desesperación
había golpeado el muro sin percatarse de un pedazo de metal torcido en él... Miró el reloj de pulso... era
media noche... ya más calmada, aunque no por ello en paz, se puso de pie y se encaminó hacia la moto,
volvió a ponerse el casco y emprendió la marcha.

Los toquídos en la puerta eran fuertes y constantes, refunfuñando y a medio vestir, Boris se dirigió a la
puerta...
-¿Quién es?
-Ivana...
Boris abrió de inmediato la puerta, lo primero que vio fue a una joven con los ojos hinchados y el cabello
húmedo. Ivana extendió la mano y con ella las llaves de la moto. Boris podía ver en su mirada el clamor
“Necesito hablar con alguien... necesito que me digan que todo esta bien...” Para Boris no hizo falta mas, era
un hombre atento a la mayoría de las sutilezas. Recibió la llave y al instante en que Ivana daba media vuelta
exclamó.
-¿Quieres tomar un poco de café?... Digo, para el frío... si te enfermas no podrás ir a trabajar, y ya
sabes como se pone Hanz.
-Interrumpo tu descanso... y mañana hay trabajo...
Arreglándose el cabello el rubio respondió
-¡No!... no estaba durmiendo... solo... miraba la TV... Además, el café ya está preparado... No me gusta
beber solo en la madrugada.

Con una sonrisa franca Ivana agradeció el pésimo intento de pretexto. Agachó la cabeza, meditó por algunos
segundos y finalmente entró. Mientras pasaba junto a Boris, acarició juguetonamente con las uñas el torso
desnudo del joven...
-¿Siempre miras la TV. a medio vestir y con el pelo revuelto...?

Boris no dijo nada, cerró la puerta mientras hacia una mueca de fastidio y se maldecía por su excusa tan
tonta. Al entrar, Ivana vio la cama destendida y la televisión apagada, a su espalda Boris insultaba en fran-
cés la quemadura al poner la tetera... Al instante, Boris volvió al lado de su invitada, con una sonrisa gentil y
calurosa exclamó orgulloso.
-En unos minutos estará el café...
Enternecida Ivana sonrió divertida y mientras se dejaba caer en la cama tomó el control remoto y encendió
el televisor.
-¿No habías dicho que ya estaba listo?
Boris se maldijo nuevamente, mientras rascaba su nuca se sentó junto a Ivana. Extendía pocamente algunos
centímetros de sabana en un intento vano de disimulo, intento que hacia mas cómica la situación para su des-
gracia.
-E... es que vino... ¡Alen! Y no me fijé que se había terminado...-
-Pensé que ya no lo veías...
-Sólo vino por un rato...
-¿Desde Marruecos?
-Si... Vino de visita... es decir, a despedirse...
Ivana preguntaba y Boris respondía, cada pregunta cerraba puertas y cada respuesta intentaba abrirlas con
la sutileza de una cabra en una cristalería. Ivana se conmovía con cada intento de cubrir su mentira por
parte de Boris... Al final, el silbato de la tetera marcó el final de la contienda y con él, a la Berlinesa como
vencedora indiscutible.
Después de lavar un par de tazas y romper por los nervios otras dos, Boris sirvió el café. De su cómoda extrajo
una pequeña licorera de metal. Estiró la mano para vaciar un poco de ron en la taza de Ivana, pero detenién-
dose la miró con un cómico aire detectivesco mientras engrosaba la voz.
-¿Es UD. mayor de edad para beber señorita?
Con gesto de franca coquetería Ivana respondió haciendo la voz profunda, que de por sí ya era algo ronca.
Mientras hablaba, bajaba despacio el cierre de la chamarra mostrando que sólo llevaba le sostén bajo ella.
-¿Quiere comprobarlo, oficial...?
Las mejillas blancas de Boris se tornaron granas, su mano falseó por un segundo dejando caer parte del licor
sobre la cama, carraspeando la garganta, el franco alemán se incorporó de un salto intentando escapar de la
situación.
-¡Cajum! ¡No te preocupes, voy por unas toallas!
Ivana le miró huir hacia la cocineta. Mientras lo miraba, sus ojos recorrían la espalda ancha del ario. Su cabello
rubio casi dorado le caía por debajo de los hombros; hacía dos años que conocía a Boris, gracias a Adelle
que los presentó. Boris llevaba trabajando tres años en la fábrica de autos, su tesón y dedicación le valieron
ascender rápidamente. En el trabajo todo mundo lo estimaba, era un buen muchacho que dividía su vida entre
trabajar y estudiar para ascender. Adelle lo conoció hacia cuatro años, cuando Boris trabajaba en una cantina
como mesero... fue el mismo Boris quien le ofreció trabajo y fue por Adelle que aceptó. Era una maravillosa
persona siempre dispuesta a ayudar y hacía meses que despertaba en Ivana una extraña fascinación... Absorta
lo miraba rebuscar en la alacena algo con qué secar, por fin halló las toallas y de regreso en la recamara limpió
la mancha lo mejor que pudo... Mientras lo veía frotar. Ivana acomodo el cabello de Boris detrás de su oreja...
-No sabía que hablabas francés...
-Mi madre era de allá, y de pequeño me enseñó.
-Nunca me has contado nada tus padres... ¿Murieron?
El rostro de Boris se tornó un tanto serio, mientras jugaba con la toalla miró a Ivana...
- Mi Padre era policía en Francia, mi madre era enfermera. Se conocieron cuando papá fue herido.
¿Qué romántico, no? Ya me lo imagino... ¡Señorita, ayúdeme que se me salen las tripas... por cierto que lindos
ojos tiene! Venimos a Berlín, de donde era papá... su familia no aceptaba del todo a mi madre, ya sabes, el
conflicto de la segunda guerra mundial. Aún con todo éramos felices, pero un día a mamá se le diagnosticó
cáncer... La enfermedad la mato en apenas un año. Con el paso del tiempo papá y yo seguimos adelante, pero
la ausencia de mamá y su recuerdo herían a mi viejo. Poco a poco la nostalgia lo inundó y al cabo de un tiempo
murió... los doctores dijeron que fue un derrame cerebral... yo digo que fue de tanto pensar en mamá.

Boris guardó silencio. En sus ojos, Ivana veía el intento encarnizado por no llorar; haciendo las tazas a un lado
lo abrazó... ahora mas que nunca admiraba a Boris, lo admiraba por su valor, por seguir sonriendo a pesar de
todo. Recargado sobre el hombro de Ivana, Boris notó las manchas de sangre sobre la sábana.
-¿Qué...? ¡Estás herida!, ¿¡Por qué no me dijiste nada!?
-¿Ah...? Es solo un rasguño, no tiene...
-¡Puede infectarse!. ¡No te muevas, voy por el botiquín!
-Pero...
Boris volvió después de unos segundos, en su mano llevaba un cajón de metal viejo y desteñido. Ivana inten-
taba hablar, pero Boris no escuchaba. Como padre primerizo, intentaba mantener las cosas bajo control, aunque
el único fuera de control era él.
-¡No te preocupes, Ivana, mi madre me enseñó primeros auxilios!
-Pero, Boris...
-Todo estará bien, ya verás que en un instante lo arreglo...
-Boris...
-¡Espera!... ¡Demonios! ¿Qué iba primero?, ¿El alcohol o el agua oxigenada!?
-Boris, yo...
-¡Ya recuerdo! ¡Primero hay que lavar la herida!, ¡Voy por un balde de agua y jabón!
-¡BORIS!
-¿Qué?
-Todos los medicamentos del botiquín están caducados... ¡Mira la fecha! ¡Vencieron hace seis años!
-¡No puede ser! Si los compré hace... seis años
Ambos se miraron por algunos segundos para al final estallar en carcajadas. A regañadientes de Ivana, Boris
se vistió y fue a comprar medicamentos nuevos. De vuelta en casa, Boris limpió la herida, la vendó y el mismo
aplicó la vacuna correspondiente. Ivana se sentía tan feliz a su lado, se sentía protegida y apreciada... Sonrió
mientras lo veía hablar sin parar al mismo tiempo que la curaba... se habían equivocado las dos, había alguien
mas a quien le importaban. al Terminar, ambos se quedaron callados... Boris llevaba reprimiendo la pregunta
desde que vio a Ivana en la puerta de su departamento. No sabía si era lo correcto, pero aún así preguntó.
-¿Cómo está Adelle...?
-Mal... Ese bastardo la golpeó con un cable de luz...

Por fin Ivana estalló en llanto al solo recuerdo del cuerpo de Adelle, un llanto que intentó opacar con sus
manos y fue ahora Boris quien la abrazó... mientras la acurrucaba contra su cuerpo, la mecía en un tibio
vaivén. Ivana se apretó contra su pecho con todas sus fuerzas.
-¿Por qué no han ido con la policía...?
-Adelle no quiere... Le teme a ese loco... Y yo no puedo hacer nada...
-¿Quieres que vayamos mañana? Puedo hablar al trabajo y...
-No serviría... Aun con todo, Adelle tendría que denunciar a su padre y sé que no lo hará... el miedo
puede más en ella.
Boris ya no dijo nada, apretó a Ivana con toda sus fuerzas mientras su calor le murmuraba: “No te preocu-
pes, todo estará bien... ya lo verás.” Al final ambos se acurrucaron en la cama y se durmieron. Cerca de las
dos de la mañana Ivana despertó. Se quedó largo rato mirando a Boris dormir... Su cuerpo atlético reflejaba
la luz de la luna que se filtraba por el tragaluz. Después de algunos instantes, volvió acurrucarse sobre su
pecho y Boris dormido, la abrazó paternalmente... Ivana cerró los ojos y musitó suavemente.
-Gracias...
Después de ello dejo a su mente volar y volvió a dormir...
El amanecer sorprendió a Ivana dormida y a medio vestir, entreabrió los ojos y con somnolencia miró a su
lado. Boris se había marchado al trabajo dejándole una nota sobre la cómoda:

“Buenos días.
Intente despertarte, pero estabas tan cansada que preferí dejarte dormir.
No te preocupes, voy a reportarte enferma así que descansa el resto del día.
Si gustas puedes quedarte en el departamento, metí tu ropa en la lavadora y para
este momento debe estar ya seca, pero de cualquier modo toma lo que gustes
del armario si lo necesitas...
Mil besos:
Boris
P.D. : Hay comida en la nevera, toma lo que te apetezca.”

Una enorme sonrisa se dibujó en el rostro de Ivana, oprimió la carta contra su pecho mientras un par de
lagrimas veían frustrados sus intentos de fuga. Era tan hermoso sentir que alguien se preocupaba por ella,
que una persona se tomara tantas molestias por hacerla sentir bien. Se levantó y dirigiéndose a la ventana
echó un ojo a la calle, en ella pudo ver a varias mujeres en compañía de sus hijos. Por algunos segundos los
odió, los odió y los envidió... envidiaba esos hombres y mujeres que con dulzura llevaban a sus hijos. ¡Cómo
deseaba poder tener a una familia a quien recurrir, una familia que a pesar de sus errores la aceptaran y la
amasen! Finalmente cerró las cortinas, no es bueno quedarte a solas con tus pensamientos, al menos no cuan-
do son tan deprimentes. Permaneció algún tiempo acurrucada en la cama, no quería pensar ni sentir... por un
momento quería dejar de ser ella. En su mente los pensamientos más tortuosos la rondaban, le restregaban
en la cara su situación y lo que no tendría jamás. Se hartó de ello, “Ya basta de compadecerte”, se dijo a sí
misma, se puso en pie y se dirigió a la azotehuela. Su ropa aún estaba mojada, de vuelta en la recamara hurgó
en el closet, donde por fin encontró una vieja camiseta blanca. Deambulando por la casa, notó el desorden
que había, no era mucho, pero sabía que a Boris le desagradaba; Las largas jornadas de trabajo y estudio
apenas le dejaban tiempo para otra cosa. Se alegró, había encontrado una forma de pagar a Boris su amor y
preocupación.
Pasó gran parte de la mañana ordenando la casa, lavando los trastes y colocándolos en la alacena. Al final se
sentó en la mesa y se dispuso a comer algo de cereal... era extraño, pese a que la casa estaba vacía y como
siempre comía sola, ese sentimiento de miseria no estaba presente, había algo en la casa, un calor que en la
suya no había. Se tendió sobre el sofá y encendió el televisor; todo estaba lleno de noticieros, exceptuando un
canal donde trasmitían caricaturas... Su mirada se quedó fija en la pantalla... De nuevo el olor rancio a comida
pasada llenó su nariz... el constante tintinear de botellas retumbó con eco en sus oídos... Sus manos tembla-
ban, por su frente un pequeño hilo de sudor descendió furtivamente... Con miedo giró la vista hacia el fondo
de la habitación... De nuevo las cortinas sucias y manchadas bailaban al son del viento... a través de ellas, una
voz masculina y embrutecida por el alcohol escapó tosca y difusa.
-¡Ivana! ¡Ven acá inmediatamente!

La chica se estremeció de pies a cabeza, temerosa abrazaba sus piernas con desesperación mientras sus
manos temblorosas sudaban... No quería ir, sabía de antemano lo que pasaría y a la sola idea su estómago se
revolvía... Pero no había opción, ¿Qué se puede hacer a esa edad? ¿Cómo vences a un coloso diez veces ma-
yor que tú? No tenía caso, lo mejor era ir y dejar que las cosas pasaran, entre más rápido fuera mejor, la única
forma de defensa era ignorar todo... cerrar los ojos y abrazar la almohada fingiendo no esta ahí... fingiendo ser
otra persona... Que nada pasa y que la vida que vives no es la tuya... Funciona bien por algún tiempo, por lo
menos hasta que el dolor te regresa de nuevo a la realidad... a la cruel y humillante realidad...
-¡Ivana, te estoy hablando!

La niña miró a su alrededor en busca de una salvación, de un ángel guardián... Pero el único que había estaba
embrutecido por las anfetaminas. La mirada perdida y vidriosa de su madre le revelaba que de nueva cuenta
no había salvación. Siendo más el temor a los golpes que a lo que sabia sucedería en la recámara, se levantó y
resignadamente se dirigió a donde la voz la llamaba... Después de todo, aquello pasaría en un par de minutos,
y aunque su cuerpo le dolería, era mejor que sentir el escozor de los golpes por más de dos semanas... Al
llegar al umbral de la recamara, se pegó al muro... lentamente se dejó caer hasta terminar de rodillas. ¿A quién
trataba de engañar? Ambas cosas eran igual de dolorosas y degradantes... lo que es más, el dolor de los
azotes le durarían semanas, sí, pero el asco y la humillación al acceder le durarían toda la vida. Aun recordaba
como si fuera ayer, la primera vez que pasó... La voz en el interior de la pieza desesperó.
-¡Maldita mocosa, ya me hartaste! ¡Deja que te ponga las manos encima y te juro que
te vas a acordar de mí!

Replegada lo más posible en el rincón junto a la entrada, la niña miró con pánico la sombra en el piso que
llevando un lazo en la mano, se dirigía hacia el exterior... Con el rostro desencajado por el terror, la pequeña
derramaba lágrimas de desesperación mientras sus ojos buscaban a su alrededor una posible escapatoria...
-¡Por favor... alguien que me ayude! ¡Ayúdenme por favor! ¡Por favor!

La vocecita se perdía en su garganta, el miedo divertido oprimía sus cuerdas vocales dejando que los gritos
de ayuda se ahogaran antes de salir... era desesperante el querer gritar y que la voz no brotara... sus lágrimas
se derramaban sobre el rostro hasta llegar a la boca, la sal en ella le dejaba un sabor amargo... deseaba correr,
escapar... pero el miedo también la había amarrado las manos y los pies. Con un pánico y agonía demencial,
vio a la enorme y obesa figura salir como una mancha eclipsando el sol... las cortinas a su espalda, simulaban
a ratos, las alas membranosas de un demoníaco ser. De entre la mancha, la voz brotó de nuevo, esta vez fuerte
y empapada de un nauseabundo olor a alcohol...
-¡¿Con que aquí estás, pequeña zorra!? ¡Te voy a enseñar a obedecerme! ¡Y después pasaremos un
buen rato los dos...!
Los ojos de Ivana se abrieron llenos de odio y desesperación, ya no era la pequeña niña indefensa, ahora
era tan grande como él... Con rabia brutal, tomó lo primero que halló y lanzando golpes al aire se defendió.
-¡¡DÉJAME!! ¡¡NO ME TOQUES MALDITO CERDO!! ¡¡NO VUELVAS A TOCARME NUNCA!!

La música de los muñequitos en el televisor la volvió a la realidad, en su mano blandía el control remoto
como única arma. Las nauseas en su estómago no se conformaron esta vez con dejarse sentir. Corriendo y
tropezando, apenas pudo llegar al retrete; después de algunos instantes de doloroso vómito, se quedó sen-
tada a la orilla de la tina... se sentía mareada, con la boca amarga y las manos temblorosas. Intentó ponerse
en pie, pero el mareo le avisó segundos antes que la presión había bajado... Secamente se desplomó sobre
el piso y quedó inconsciente. Una sonrisa se dibujó lenta y suave en su rostro de manera casi imperceptible...
Por ahora, en su inconciencia, podía soñar que tenía familia, que tenia padres... Y que en verdad la amaban.

Al despertar, el verde brillo de los ojos de Adelle le dieron la bienvenida... Ivana sentía que su cabeza se
partía en dos. Con suavidad Adelle la volvió a recostar sobre la cama.
-Shhhh... Tranquila, todavía estás muy débil...
-¿Cómo... me encontraste?
-Desmayada y en el piso...
-¡Tonta!... ¡Auch!... sabes de qué hablo.
-Fui a buscarte al edificio, como no te hallé busqué a Boris... él me dijo que estabas aquí y hasta en
donde escondía una copia de la llave. Al llegar toqué y toqué, pero no abrías... Pensé que te habrías marcha-
do, pero escuché el televisor prendido y al asomarme bajo la puerta vi tu mano sobre el piso... Te hallé en
medio de la sala desfallecida y a medio vestir. Cómo pude te traje a la cama... ¡Vaya que pesas! ¿Qué fue lo
que sucedió?
-Yo... me desmayé…
-¡Eso ya lo sé!
-No sé... creo que me bajó la presión... o algo así...
-¿Segura?... ¿No será que...?
-¡No digas tonterías!
-Pues con eso de que pasaste la noche con Boris...
-¿El te lo dijo?
-Nop, pero no hace falta ser genio... Llego aquí y veo todo ordenado, tú a medio vestir, tu ropa se-
cándose... ¿Qué quieres que piense?
- No pasó nada... sólo me dio asilo por una noche y me levanté tarde, eso es todo...
-¿En serio?... A mi no me molesta... Boris es un chico encantador y muy guapo, sí tu y él…
-¡Que te digo que no! Hoy vienes con complejo de angelito flechador ¿verdad?
- No es eso, es que harían una bonita pareja...
-¡Por favor! Tú lo conoces de más tiempo...
-Si, pero yo tengo 17 años... aún soy menor y no pienso en esas cosas
-Hazte tonta...
-¡Eso es lo que hago!

En un arranque de jugueteo, Ivana tomó la almohada a su espalda e intentó golpear a su amiga con ella,
pero al hacerlo su cabeza cayó al colchón y un dolor agudo apareció.
-¡Ahhh!
-¡No te muevas! ¡Apenas acaban de ponerte los puntos!
- ¡¿Puntos!?
-Sí, te abriste una herida en la frente, el doctor piensa que fue al caer...
-¿¡Trajiste a un doctor!?
- ¡Nooo, Te cosí yo misma con aguja y estambre...! ¡Claro que traje a un medico! ¿Qué querías que
hiciera?, Cuando te levante había un charco de sangre bajo tu cabeza... No te preocupes, el Sr. Ravinovich es
un hombre muy discreto... es el vecino del departamento de arriba, fue medico en el ejercito, dice que fue un
golpe pequeño y sin importancia, pero, ¡que susto me diste mujer! Me preocupé mucho... Tuve miedo de...
-¡Boba!... ¿Olvidas que te prometí que siempre estaría a tu lado?... ¿Ya olvidaste que...?
-Que tú siempre cumples tus promesas... Lo sé...

Adelle besó a Ivana y acomodándola se recostó a su lado... recargada así, cerró los ojos y se dejó llevar
por el sonido de los latidos del corazón de Ivana. Esta a su vez, enredaba los cabellos de Adelle entre
sus dedos, mientras agradecía al cielo que solo hubiera sido una pesadilla... No tendría el valor de volver
a enfrentar ese infierno de nuevo. Dentro de ella un regocijo cálido invadió su pecho al sentir a Adelle
abrazándola... En la pared frente a ella, una foto de Boris sonreía junto a todo el equipo de Rugby. Ahora
ese demonio de alas membranosas ya no podía tocarla, ahora era un adulto libre y capaz de defenderse.
Ahora el cielo le había mandado dos ángeles hermosos en pago del adicto guardián, que tantas veces la
había dejado hundirse sola en su desesperación y agonía...

FIN DE LA INTRODUCCIÓN

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