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Reino de Dios

JUAN LUIS SEGUNDO S. J.

Siguiendo con la línea trazada por la comunidad parroquial,


continuamos desde hace varios años, con las charlas de
profundización teológica una vez al año, y para eso siempre
hemos tenido el privilegio de contar con el aporte de este gran
teólogo y pensador Juan Luis Segundo S. J., a él nuestro
profundo agradecimiento y ojalá sirvan estos “apuntes” para
reafirmar nuestra fe esperanzada y comprometida en la
construcción del proyecto de Cristo: El Reino de Dios.
Ismael Rivas
Cura Párroco
Parroquia San Juan Bautista
Montevideo – Uruguay - 1979 (1)

1ª CHARLA

INTRODUCCIÓN

Este año, después de la interrupción forzada del pasado, podría haber entrado en un tema
distinto pero yo no sé si es por apego al esquema o porque es un poco mi manía o por qué, pero me
pareció que el tema del Reino de Dios podía servirnos para reflexionar y antes de empezar, quisiera
decirles por qué.
En cierto sentido es algo que repite cosas que ya son conocidas, pero como les di un año de
respiro, van a soportar, yo creo, con cierta facilidad el que repita algunas cosas ya dichas.
Hemos hablado del “Hombre Jesús”, hemos hablado de las Bienaventuranzas, hemos
hablado de Jesús en el evangelio de Juan, hemos hablado un poco de Pablo, en fin, algunas de estas
cosas las vamos a repetir, pero porque tienen relación con el Reino.
Es una especie de repetición sintética de cosas que hemos ido viendo durante años. Pero, yo
creo que además tiene un sentido especial el concentrarnos en el Reino, que no es solamente el de
hacer una síntesis o el de volver a recordar cosas que ya han sido dichas, sino una cosa muy
especial: que el Reino de Dios es la síntesis de la Buena Noticia o sea del Evangelio.
Continuamente en el Nuevo Testamento, en el Evangelio, aparece la Buena Noticia del
Reino, es decir que, ese evangelio del cual hemos hablado tanto, que hemos tratado de penetrar,
hemos tratado de hacer un poco más familiar -a pesar de las cosas un poco raras de otra época que
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Digitalizado a partir de una copia mimeografiada de una síntesis de las 6 charlas realizadas ese año.
Proyecto “Memorias de una Parroquia”, 1968-2007, de los Grupos de Reflexión de Jóvenes, mayoritariamente
originados en la pasada década de los ’70. Parroquia San Juan Bautista, Pocitos, Montevideo, Uruguay.

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tiene-, ese evangelio, -que como ustedes saben en griego la palabra significa Buena Noticia- es el
Evangelio del Reino de Dios. No es el Evangelio de que Jesús es Dios, no es el Evangelio de que
Jesús resucitó, no es el evangelio de tal cosa, sino que Jesús lo llamaba Evangelio precisamente
porque era la Buena Noticia de la llegada del Reino.
Entonces, en cierto sentido me parece, es una síntesis privilegiada de lo que es el Evangelio.
Es el Evangelio en persona. En lugar de otras cosas que forman parte del Evangelio, la expresión
"Reino de Dios” es el evangelio, la buena noticia, como tal en persona, directamente.
Esto sería el primer punto en la introducción: una síntesis especial, una síntesis
privilegiada, es la buena noticia por excelencia, la buena noticia de Jesús.
Fíjense que, para nosotros, tal vez lo más importante de Jesús es que Jesús es Dios, para
Jesús que era Dios lo más importante de lo que Él dijo era: que el Reino de Dios venía. O sea, a
pesar de que nosotros decimos: ¿qué es lo más importante en el cristianismo? y pensamos
inmediatamente: la divinidad de Jesús, para Jesús que lo inauguró y que debía saber más que
nosotros de qué se trataba, lo importante de esa buena noticia es el Reino.
Creo que cuando tratamos ahora de los problemas como evangelización, dar la buena
noticia, etc., antes de darla, lo importante es recibirla, es decir, sentirla, tenerla nosotros y tenerla
como buena noticia. Por eso me parecía que convenía hacer una síntesis, pero una síntesis tomando
lo más radical, lo más fundamental de la Buena noticia de Jesús, es decir, el Reino de Dios, la
cercanía del Reino de Dios.
Así comenzó el cristianismo, con esta palabra. No comenzó presentándose como una
religión nueva: ahora decimos: es una de las religiones universales, principales religiones
universales del mundo, etc. Jesús no se presentó como alguien especialmente religioso. Como un
fundador de religión, como alguien que traía el mensaje de una religión diferente, sino que dentro
de la religión de sus conciudadanos, (la que había en Israel entonces), se presentó con este anuncio
del Reino.
Esto fue lo que interesó en Jesús. Es importante ver que después de veinte siglos, nosotros
embarullamos un poco las cosas y decimos claro está que Jesús les tenía que interesar porque era
Dios, de alguna manera lo hizo ver, etc. Y no es así, Jesús fue un hombre como puede ser
cualquiera de nosotros, cualquiera de los que están aquí, cualquier persona que de pronto se pone a
hablar y que comienza a interesar apasionadamente a los que lo escuchan. Un hombre común, un
artesano, uno de esos que están ahí golpeando con un martillo que de pronto empieza a hablar y lo
que dice comienza a apasionar, comienza a dividir, comienza a conflictuar y de ahí, después de un
proceso, eso se convierte, después sí, en una religión universal. Pero el tema que suscitó el interés,
el tema que dividió a Israel en sí o en no, fue el tema del Reino.
Por eso, en esa síntesis, me parece que encontramos el comienzo de nuestra fe cristiana. Al
cristianismo no se le pidió tener fe en Jesús como Dios, se le pidió creer en la buena noticia y la
buena noticia era la venida del Reino de Dios. El Reino de Dios o Reino de los Cielos, ya sabemos
que es lo mismo, porque Reino de los Cielos no significa un Reino de Dios que tenga lugar en el
cielo, sino que era la expresión común que usaban los judíos, sobre todo que usa Mateo, para evitar
el pronunciar continuamente el nombre de Dios. Ustedes saben, lo hemos visto en charlas
anteriores, que hasta se prohibió pronunciar el nombre propio de Dios: Yahvé. Y el nombre común
de Eloi, es decir, de Dios, trataban de pronunciarlo lo menos posible por reverencia. Usaban
sinónimos como Señor, Adonaí, o por ejemplo cielos, “Los cielos te bendigan” es lo mismo que
decir: “Dios te bendiga”. Por lo tanto “Reino de los cielos” no tiene nada que ver con un reino que
tiene lugar después de la muerte, es el mismo Reino de Dios, el mismo Reino que Dios trae y que
va a tener lugar en la tierra. Por lo tanto cuando hablemos de reino de los cielos o reino de Dios, se
entiende que es lo mismo. Y esto fue precisamente, como decíamos, lo que comienza el
cristianismo.
Ustedes ya recordarán porque lo hemos visto, que en Marcos tenemos la predicación con
que Jesús comienza su ministerio en Galilea, después del bautismo, lo primero que Jesús dice (lo
tenemos también en Mateo, y en Lucas, pero Marcos es muy claro). En el primer capítulo,
versículo 14 se dice ya que “Jesús marchó a Galilea, proclamaba la buena noticia de Dios”. ¿Y
cuál era la buena noticia de Dios, sobre Dios? ¿Cuál era esa buena noticia? “El tiempo se ha

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cumplido” (el tiempo de espera se ha cumplido) “y el reino de Dios ésta cerca. Convertíos”. Es
decir, cambiad de mentalidad, cambiad de modo de ser y de proceder, era una expresión más que
arrepentimiento, era un cambio total de la persona. “Y creed en la buena noticia”. Es decir que la
primera fe que se pide, es la fe en la buena noticia de que el reino está crea, de que por fin el
tiempo se ha cumplido, de que esa espera, ese plazo puesto por Dios, se ha cumplido.
La primera fe cristiana, no es tanto en relación con Jesús, sino con algo que Jesús anuncia y
que es ese Reino de Dios. O sea, que así Jesús suscita el interés y la esperanza, la esperanza que es
muy importante, nueva en el mundo y en Israel.
Recuerdo una figura que usaba un escritor francés Peguy cuando hablaba de que las tres
virtudes teologales son como tres hermanas: la fe, la esperanza y la caridad, y que la fe y la caridad
son grandes y que la esperanza es una hermana chica porque no se ha desarrollado todavía. Es
decir, la esperanza es una cosa para el futuro y sin embargo, qué cosa más extraordinaria –dice- la
esperanza lleva de la mano a las dos hermanas y las obliga a andar.
La chiquita es la que les da impulso a las otras dos, es la que viene a decir: bueno, vamos a
tener fe y vamos a poner en práctica el amor que es lo que trae el Reino después, como Jesús lo va
a indicar. O sea, la esperanza de que realmente viene ese Reino.
Por lo tanto, un primer elemento, es que es la síntesis más genuina, la más primitiva, la más
interesante, diríamos, es la buena noticia cristiana y de nuestra fe cristiana. Nosotros somos
cristianos no tanto por creer cosas sobre Jesús sino por creer con Jesús, junto con Él que el Reino
de Dios llega, que el Reino de Dios viene, por tener esa esperanza de que el tiempo se ha
cumplido. Eso es fundamentalmente ser cristiano.
Hay un segundo elemento que me parece indispensable y que también tiene relación
con esto y es un elemento de crisis, que hasta cierto punto nos parece que estamos viviendo
nosotros de una manera particular. ¿En qué sentido? en el de que no tenemos casi proyectos
propios. ¿Por qué? Bueno, porque como nadie ignora, en el Uruguay, bien o mal, las cosas se nos
dan hechas, es decir, mucho menos que en otras épocas se nos llama a poner nuestra iniciativa en
cosas que tengan importancia a escala nacional, etc., sino que las decisiones las toman otros. Y por
lo tanto, hay una especie de crisis de creatividad en nosotros. Nos habituamos a seguir las cosas
qua están reglamentadas, que ya están hechas… y precisamente aquí se da una especie de evasión
con respecto al cristianismo porque lo tomamos entonces como la religión de todos los días, es la
religión que no es proyecto. Fíjense que entre religión y proyecto, hay una diferencia muy grande
religión es lo que hay que creer y practicar toda la vida, independientemente de que proyecto tenga
yo tengo que ir a misa, practicar los sacramentos, una moral que practicar, es decir, es una especie
de estado en que uno con ciertas reglas, con ciertas prácticas, con ciertas normas, que uno sigue, y
hasta cierto punto, cuando uno no tiene iniciativas importantes que hacer, parece como que tiende
refugiarse en lo religioso, precisamente porque lo religioso no es un proyecto. Es decir, nosotros no
tenemos proyectos.
Hasta cierto punto hay una situación, creo yo, de crisis que vivimos en el sentido de que
tenemos pocos proyectos que llevar adelante. Y entonces una especie de escapatoria a esto es vivir
el cristianismo como religión.
Ahora bien, inicialmente, sobre todo a través de la historia que podemos conocer de Jesús, el
cristianismo fue un proyecto, algo que había que realizar y que se llama “Reino”, (a pesar de que
Jesús sabía que esto iba a traer un conflicto enorme). Aunque la palabra es mal vista: una cruzada.
Es decir, una cosa en que había que salir, que empujar a otros, había que crear una cosa y había que
tener creatividad para ver por donde se podía realizar.
El cristianismo tiene mucho más de proyecto que de religión. Jesús no lo pensó como
religión, sino precisamente, cuando lo vio hecho religión en Israel, reaccionó violentamente contra
eso, porque precisamente la religión nos deja muchas veces como insensibles a los proyectos que
podríamos hacer; cumplimos con lo que nos exige, y en ese sentido es una escapatoria, no tenemos
proyectos pero cumplimos.
Bueno, con el Evangelio no se puede cumplir sino es saliendo, exponiéndonos a lo que es
creador, creando, haciendo proyectos, transformando la vida de los demás.

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El Reino de Dios es la transformación de la vida de los demás, no podemos renunciar a eso.
Creo que nuestra situación de crisis es una amenaza porque en cierto sentido decimos: bueno,
como no podemos hacer nada, vamos a ser religiosos. ¡Cuidado! cualquiera que sea el prejuicio
que tengamos sobre nuestra situación, ser religiosos cristianos significa salir y crear cosas, es decir
transformar la vida de los demás, transformar la vida humana en todas sus dimensiones:
personales, de grupo, sociales, políticas, etc. El cristianismo es un proyecto que Jesús describe de
una manera global en el Padre Nuestro. Por ejemplo, según San Mateo, cuando dice: “venga tu
reino”, de acuerdo con el paralelismo que usaban los hebreos que muchas veces ponían una
segunda frase para explicar la primera, significa “hágase tu voluntad en la tierra como se hace en
el cielo". En Lucas no existe eso, está “venga tu reino”, “danos hoy el pan de cada día”, etc.
Mateo, para explicar qué significa “venga tu reino” pone el proyecto de Jesús: tiene que
hacerse lo que Dios quiere en la tierra como se hace en el cielo. En el cielo las cosas ya están
arregladas, bueno, será el Uruguay ideal, etc., pero aquí, en la realidad que nos toca vivir en la
tierra, hay un proyecto que hacer y es poner las cosas de acuerdo a como Dios las quiere. Por eso
yo creo que es importante ver que el Reino de Dios es un proyecto. Y no confundir ese proyecto
con el proyecto de la Iglesia porque la Iglesia no es el Reino de Dios. La Iglesia no es igual al
Reino. Los proyectos de la Iglesia que nosotros podemos tener, son solo instrumentos para nuestra
época. Es decir, no se trata de que nosotros no trabajemos para la Iglesia, se trata de que la Iglesia
es como una especie de reunión práctica para la realización de un proyecto que está fuera de la
Iglesia.
Es interesante esto y creo que vale la pena recordar alguna de las cosas que tenemos. En el
evangelio de Marcos, en el Cáp. 4, versículo 11 (lo tienen también en los demás sinópticos, pero
cuando se puede tomar a Marcos, es el más fácil, el más simple, el más sencillo, es el más realista
de los tres, más confiable a veces, los otros arreglan algunas cosas, Marcos las deja un poco tal
cual son) Jesús está hablando en parábolas, ha dado la parábola del sembrador, que siembra el
campo y tiene frutos distintos según el lugar donde cae la semilla. Entonces Marcos señala que
cuando quedó a solas, los que lo seguían a una con los doce, es decir, los discípulos, le preguntaron
sobre las parábolas, no solamente sobre ésa, sino sobre otras que no entendían bien o no las podían
seguir, y entonces, es interesante qué Jesús les dijo: “A vosotros se os ha dado el misterio del
Reino de Dios”. Fíjense, “el misterio”, o sea el secreto. ¿Qué se les ha dado? Conocer el secreto
del Reino de Dios. “Pero a los que están fuera todo se le presenta en parábolas”, fíjense que dice:
a los que están fuera”, la palabra indica fuera más bien del Reino, es decir, los adversarios de
Jesús. “Pero a los que están fuera, todo se les presenta en parábolas”. ¿Para qué? “para que por
mucho que miren no vean, para que por mucho que oigan no entiendan, no sea que se conviertan
y se les perdone”. Cita una profecía muy fuerte y muy cruda de Isaías con respecto el pueblo de
Israel o a una parte del pueblo de Israel que no está de acuerdo con Yahvé, entonces, Yahvé, para
remplazarla como se le ocurre a cualquiera que tiene una mentalidad política dice: yo prefiero que
la gente entre en un conflicto visible para que se vean las posiciones. Si la gente está a punto de
cambiar, no se sabe quién es quién en la lucha, lo que es importante es que el Reino descubra a los
que son sus enemigos y si se empiezan a convertir, o están convertidos a medias, no se conocen
cuáles son.
Por lo tanto, las parábolas tienen una doble finalidad: hay un grupo que tiene que conocer
los secretos del Reino, hay otro grupo a quiénes las parábolas se destinan para rechazarlos,
diríamos, para que muestren lo que son. Después lo vamos a ver con más detenimiento porque es
una de las cartas importantes del Reino, que las parábolas son sumamente polémicas, nada más que
nosotros hoy en la Iglesia las usamos para moralizar en Dios, buscamos la moraleja de cada una.
En realidad, la inmensa mayoría no tienen moraleja sino que son una polémica violenta contra los
adversarios del Reino, contra los opresores de los pobres, contra los que atacaban a los pobres
como siendo pecadores.
Entonces, precisamente, esas parábolas son tan claras, en cuanto atacan a los adversarios del
Reino que más que llevarlos a la conversión, los llevan a tener rabia y odio contra Jesús que los
desacredita en público. Porque Jesús está diciendo esas parábolas en medio de la muchedumbre y
dejando a la altura del betún, por no decir otra cosa, a los adversarios, es decir, para que el pueblo
vea que los que usan el nombre de Dios para oprimirlos, no tienen razón, son ellos los verdaderos
pecadores. Por eso la reacción opuesta que hay en las parábolas de Jesús y que muchas veces dice:
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después de la parábola, salieron y fueron a complotar para eliminarlo porque se morían de rabia,
comprendían que las decía en contra de ellos.
Entonces aquí aparecen dos grupos: el de los discípulos, que tienen que entender las
parábolas porque tienen que entender los secretos del Reino (fíjense que no son el “Reino”). ¿Por
qué tienen que saber los secretos? Porque tienen que ayudar a la instalación del Reino.
Después están los enemigos, a quienes las parábolas tienen la finalidad de manifestarlos
como enemigos del Reino y por lo tanto son bien fuertes y provocan la oposición. No son un
llamado suave a la conversión sino que son verdaderamente una polémica fuerte que los pone más
en oposición todavía con el Reino.
Pero, si ustedes van un poquito más adelante en el Cáp.4, versículo 33, de Marcos, después
de terminar varias parábolas, dice: “y les anunciaba la palabra con muchas parábolas como éstas,
según podían entenderle”. No les hablaba sin parábolas. “según podían entenderle” supone que
Jesús se preocupaba de la medida en que podían entenderlo o sea una finalidad completamente
distinta a la otra, “para que viendo no vean, para que oyendo no oigan”, es decir, no se puede ser
el mismo sujeto, tiene que ser otro. Sin embargo, ya vamos a ver, tampoco son los discípulos.
“Pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado”.
Entonces, tenemos aquí un tercer grupo: es indudablemente el pueblo, es decir, los
pobres, los pecadores de Israel a los cuales Él les hablaba en parábolas precisamente para que
entendieran. Las parábolas no son oscuras, son muy claras, tan claras que provocan el rechazo de
los adversarios.
En el pueblo, ¿qué tratan de provocar? Una conciencia más grande. Pero, esa conciencia más
grande, por más que simpatice con Jesús, no va a formar parte de los discípulos de Jesús.
Ustedes ya saben el final de la vida de Jesús, según lo dice Lucas, en los Hechos, cuando los
acontecimientos después de Pascua, de Pentecostés, etc., Jesús tendría unos ciento diez, ciento
veinte discípulos contando a los doce y a otros discípulos de segunda clase, diríamos, que tenía. El
pueblo en su generalidad, por más que entendía las parábolas no lo siguió.
Entonces ¿qué tenemos en Jesús? Tenemos tres grupos: el grupo de los adversarios, el grupo
de los discípulos, y el grupo del pueblo, dentro de los cuales son las parábolas, para que
comprendan que los oprimen, usando falsamente el nombre de Dios, llamándolos pecadores,
cuando los verdaderos pecadores son los adversarios (parábola del fariseo y el publicano) .
Ahora bien, fíjense que el Reino de Dios, es para dos categorías de personas: “Felices
los pobres porque de ellos es el Reino de los cielos”, es decir, la primera categoría a los cuales
pertenece el Reino, es a los pobres. ¿En qué sentido la segunda categoría entra también aquí? En
que Jesús busca ayudantes para la difusión de su Reino y en ese sentido también entran (en
segundo lugar) el grupo de los discípulos.
El Reino, entonces, es mucho más grande que el grupo de los discípulos y fíjense que
solamente de los discípulos sale la Iglesia. ¿Ven como la Iglesia no es el Reino? Los discípulos son
los colaboradores de Jesús en traer el Reino a sus destinatarios que son precisamente los pobres,
los que lloran, los que tienen hambre, etc. como aparece en las bienaventuranzas. Ellos son los que
van a poseer el Reino, para ellos viene fundamentalmente. Y los otros, en la medida en que no se
conviertan, quedan fuera del Reino.
Entonces, el Reino es la transformación hecha por Jesús, con la colaboración de sus
discípulos, es decir, con la colaboración de los que luego serán llamados la Iglesia, de la suerte de
ese pueblo que era pobre, que era considerado pecador, etc., que estaba viviendo en una situación
inhumana y que Dios quiere humanizar.
Entonces, es muy importante, no confundir el trabajo de Iglesia con un trabajo por el Reino.
Todo el trabajo de Iglesia es un trabajo previo al Reino. Es un trabajo simplemente de preparar
colaboradores, como se preparaban los colaboradores de Jesús cuando oían la explicación de las
parábolas, para un proyecto mucho más grande que la Iglesia. Saben que el pueblo de Israel no
entra en la Iglesia, entra una minoría de ese pueblo y se prepara durante largo tiempo, el tiempo de
la predicación de Jesús, para colaborar en la venida del Reino. Por eso ellos también tienen que ir a
predicar la buena noticia y se les da responsabilidades, etc.
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Bien, entonces, debe quedar claro que es importante que nosotros recobremos el sentido de
proyecto que tiene el cristianismo, que no es una serie de normas y de cláusulas, de prácticas y de
reglas para vivir todos los días de nuestra vida, sino que es algo que hay que construir.
San Pablo no usa mucho la palabra “Reino de Dios”, ya vamos a ver por qué, pero él habla
con unas frases que ciertamente a los estancieros se hace muy comprensibles porque dice:
“nosotros somos la agricultura de Dios” como quien dice, la estancia de Dios y en la estancia de
Dios hay que sacar un proyecto en común. Es decir, estamos haciendo algo, como alguien que está
trabajando en una estancia para que salgan los productos que de allí tienen que salir. San Pablo
llama: “nosotros somos agricultura de Dios”, nosotros somos construcción de Dios, en lugar de
decir: nosotros somos colaboradores. Fíjense, nosotros somos colaboradores en la construcción de
Dios, es decir, Dios está construyendo con nosotros “algo”. Ser cristiano significa entrar dentro de
esa vivencia de que a través de nosotros Dios tiene un proyecto. No necesita que nosotros
cumplamos leyes y vengamos a misa, Dios nos necesita para un proyecto y para eso somos
cristianos.
Y en una época de crisis de proyectos, me parece que es importante no salir por el escapismo
de una religiosidad sin proyectos, siendo así que el cristianismo, si tiene elementos religiosos,
fundamentalmente es un proyecto del Reino.
Una tercera razón para tomar el tema “Reino de Dios" en estas charlas es una razón
histórica.
Es una razón relativamente importante y que hace pensar un poco en un problema más de
fondo que el de una crisis actual de proyectos. Es decir, la razón histórica a la que me refiero es
que Reino de Dios o reino de los cielos, es el gran término de Jesús. Jesús durante su vida habla de
ese término no habla de otro, es su proyecto, es el proyecto para el cual Él busca colaboradores,
paro el cual Él necesita de sus discípulos.
Ya hemos visto en los textos que hemos leído como habla del Reino, de los secretos del
Reino, etc., más aún, cómo es en cierto sentido la primera palabra del Evangelio, la primera
palabra que nos dice Jesús “el tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca”.
Así desde el primer capítulo aparece el término, así aparece en el último capítulo de la vida
de Jesús, a decir, en su muerte. El título de la cruz es: “Jesús Nazareno Rey de los judíos”, es decir,
esa palabra no fue solamente un tema de Jesús, Jesús entró tanto dentro del Reino que
prácticamente toda la polémica y todo el conflicto que existió con respecto a esa palabra lo lleva
hasta la muerte, y su muerte da testimonio de que precisamente en el Reino estaba la gran
dificultad porque muere precisamente no solo acusado falsamente de ser rey, sino porque el Reino
que Él traía molestaba a las autoridades, sobre todo a las de Israel que lo presentaban entonces
como pecador político ante los romanos y éstos aceptan la acusación y lo llevan a la cruz.
Por lo tanto, no es simplemente un título académico, diríamos con que Jesús designa su
mensaje, son mecanismos. El Reino es una palabra política en Israel en esa época y el proyecto ese
que Jesús tiene lo designa con una palabra política y aunque Él no va a aceptar ciertas
manifestaciones (como que lo hagan rey) va a usar tantos mecanismos de ese reino que finalmente,
la fuerza que va adquiriendo ese reino se hace insoportable a otros que tienen fuerza. Es decir, se
llega, como muchas veces aparece en el Evangelio, a que Jesús con su predicación del Reino
molesta tanto a los que tienen de hecho la autoridad en Israel, que si no lo matan antes, es por tener
miedo del poder concreto que Jesús tiene de suscitarles una revuelta porque el pueblo estaba con
Él, porque de alguna manera el pueblo lo sostenía y lo sostuvo casi hasta el fin. Por lo tanto
fíjense, la seriedad de la palabra “Reino” para Jesús. Jesús no solamente utiliza la palabra sino que
entra, por decirlo así, con toda su vida en una estructura que se entiende con la palabra “Reino”
Si nosotros hablamos de evangelización y decimos: ¿por qué no evangelizar más? y nadie
tiene dificultad de evangelizar más, ¡ojo! la palabra “evangelización” es una palabra demasiado
fácil para lo que Jesús hace, que le va a exigir una entrega total hasta la muerte, es decir, es una
misión profética. Los profetas siempre han tenido un gran poder popular que se ha estrellado
contra el poder de las autoridades y han sido eliminados, etc., o sea, también Jesús entra en un
mecanismo que justamente se entiende con la palabra Reino.

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Ahora bien, la causa histórica de que estamos hablando ahora, el interés histórico es que,
cuando los sinópticos, los tres evangelistas que tratan de narrar (aunque no son simples historias,
ya son hasta cierto punto historias con teología adentro, ¿no?) los hechos más o menos como
ocurrieron (aunque muchas veces la resurrección les haga comprender mejor ciertas cosas que las
ponen como si las hubieran comprendido antes) no podemos hacer historia objetiva de Jesús. No,
no son eso, no. Los sinópticos, además, treinta años por lo menos después de la muerte de Jesús, ya
escriben suponiendo que Jesús es el Mesías, viendo una serie de cosas que en el tiempo de Jesús
todavía no se veían. Pero, finalmente, son los documentos más cercanos a esas narraciones sobre la
vida de Jesús y los datos que tenemos, los sacamos de ellos. Y el Reino de Dios, es la palabra
clave, a través de la cuál entendemos lo que está pasando en los sinópticos, y así por ejemplo en
Mateo aparece más o menos sesenta veces: reino de Dios, reino, reino de los cielos, etc.,
Ahora, es interesante que después de los sinópticos, de ese esfuerzo que hace la iglesia
primitiva por recordar qué fue lo que hizo y dijo Jesús, inmediatamente después de eso,
prácticamente desaparece el término “Reino de Dios” en el Nuevo Testamento. Una opción
histórica muy importante: ¿por qué desaparece una palabra que fue clave para entender la vida de
Jesús? (La vida de Jesús se entiende toda en torno a la palabra Reino de Dios). Apenas no se
pretende traer recuerdos de Jesús sino interpretarlo (por ejemplo Pablo, la carta a los Hebreos,
Juan, etc.) la palabra Reino de Dios o Reino de los Cielos, prácticamente desaparece.
Si de Mateo que tiene más o menos sesenta veces la palabra, pasamos a Juan, la vamos a
encontrar sólo cinco veces en todo su evangelio. Quiero decir que Juan tiene sí un recuerdo de que
Jesús utilizó el término, pero ya no es el central, ¿ven? ya Jesús es interpretado sin el Reino.
Vamos a ver, que no solamente es un efecto, por ejemplo, de la distancia porque Juan escribe
casi como en el año 100 o 90, mucho después de la muerte de Jesús. En los Hechos de los
Apóstoles, que están escritos por Lucas, que también emplea en su evangelio enorme cantidad de
veces la palabra “Reino”, vamos a ver que apenas la Iglesia, la comunidad cristiana naciente sale
de Pentecostés empieza a difundirse, pierde su uso. Es decir, usa otro lenguaje. El término esencial
para Jesús prácticamente desaparece. No digo que totalmente, pero ciertamente no tiene el lugar
central que tiene en los evangelios.
Los primeros documentos que tenemos en el Nuevo Testamento sobre Jesús son las cartas de
Pablo que están escritas casi inmediatamente después de Jesús (entre el 60 y un poco después del
70), antes que los sinópticos, bueno, suponiendo que todas las cartas atribuidas a Pablo sean de él,
cosa que se discute, no llega a usar diez veces el término “Reino de Dios'' que Mateo emplea
sesenta. Las principales cartas de Pablo: los romanos, gálatas, colosenses, corintios, etc., y aún
filipenses, colosenses, efesios, están escritas al mismo tiempo que Marcos o un poco antes. Pues
bien, tomando todas las cartas de Pablo juntas aparece menos de diez veces esa expresión que es
tan central, tan significativa en la vida de Jesús. Por eso, hay una razón más para preguntarnos:
¿qué pasó? ¿Por qué “Reino de Dios” fue una expresión casi abandonada en la Iglesia y ¿por qué
otras tomaron su lugar?
Esto puede tener razones muy diferentes, de diferentes contextos, o puede ser también una
espacie de evolución dentro de la interpretación de Jesús. Bien, esto, es la tercera razón: histórica,
o sea, la desaparición del término o de la expresión.
Finalmente una cuarta razón para justificar el haber elegido para estas charlas el
término “Reino de Dios” es lo que podríamos llamar misterio o dificultad que tiene la
palabra en la vida misma histórica de Jesús.
¿Qué pasó con el Reino? Fíjense que Jesús no sólo anuncia para veinte siglos después, Jesús
lo espera inmediatamente, Él habla de la cercanía; de la inminencia del Reino de Dios, de la
urgencia de tomar las actitudes, por ejemplo: convertirse y creer en la buena nueva de que el Reino
de Dios está cerca.
Entonces hay un misterio aquí, que es el misterio de toda la vida histórica de Jesús, es decir:
Él predicó la cercanía inmediata de un Reino que aparentemente no vino, que dos mil años después
no ha llegado todavía.
¿Será ésta la causa de la desaparición en los otros libros del Nuevo Testamento de la
expresión Reino de Dios? Puede ser, puede ser que la comunidad cristiana al ver que no venía el
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Reino empieza a acentuar otros puntos del mensaje de Jesús. Lógicamente, después de veinte
siglos de vida de Iglesia, el Reino de Dios, tal como Él lo preveía, tal como Él lo caracterizó, tal
como Él lo proyectó, no ha venido todavía, estamos en una situación que es más semejante con
aquella con la que Jesús comenzó su predicación, que a una realización aparente o manifiesta del
Reino de Dios en la tierra: “que la voluntad de Dios se haga en la tierra como en el cielo”.
¿Por qué decimos eso? ¿Tenemos razón para decirlo? Si ustedes recuerdan de los años
pasados lo que vimos de las bienaventuranzas, todas eran sobre lo que iba a pasar en el Reino:
“Felices los pobres porque de ellos es el reino de los cielos”, es decir, el reino de los cielos viene
para que no haya pobres, Dios los tiene en su mira de una manera privilegiada, vino principalmente
para ellos. No porque sean mejores que los demás, sino porque sufren más, porque están en una
situación inhumana y Dios viene para quitarlos de esa situación. Pues bien, basta pensar en las
bienaventuranzas: “Felices los que tienen hambre porque de ellos es el Reino de los cielos”, que va
a hacer que estén saciados, que no lloren, etc., y sin embargo, si hay un momento en que vemos el
llanto, el hambre y la pobreza en el mundo (tal vez porque tenemos más medios de comunicación)
que si no son más grandes que en el tiempo de Jesús, por lo menos deben ser iguales. Basta ver los
diarios, la gente que muere, sin contar la gente que no muere pero que vive apenas en esa situación
de dolor que suponía que el Reino de Dios iba a transformar, o sea, que estamos obligados a ver
qué pasó ahí. No podemos ser cristianos y desentendernos de una de las preguntas fundamentales y
decir: ¡ah! yo creo en Cristo, si lo principal que dijo Cristo no pasó.
Es muy importante, no es simplemente una minucia, una argucia, un argumento sutil, es que
Jesús puso toda su esperanza en la venida próxima del Reino, las bienaventuranzas lo dicen
claramente y si hemos de ajustarnos a ellas, el Reino sigue tan lejano hoy como en el tiempo de
Jesús.
Pero todavía hay más, por ejemplo en el Cáp. 9, versículo 1 (es interesante que Marcos lo
ponga porque son esas predicciones que los exégetas dicen que son las más seguras, porque
generalmente los evangelistas no ponen predicciones que no se hayan cumplido, si ponen una es
porque debe ser de Jesús, porque a nadie le gusta, de su maestro, poner cosas que parecen errores o
que no son verdad) empieza con estas palabras de Jesús: “les decía también: yo os aseguro que
entre los aquí presentes (los que lo estaban escuchando) hay algunos que no gustarán la muerte
hasta que vean venir con poder el Reino de Dios”
Jesús ya lo traía, era como el comienzo del Reino de Dios, pero hasta cierto punto era sin
poder, Jesús tenía cierto poder que se manifestaba por ejemplo en ayudar, en curar, etc., pero
todavía no era ese Reino que iba simplemente a transformar toda la situación a favor de los pobres,
los pecadores, etc., y chocaba continuamente contra el poder de los enemigos, de los adversarios el
Reino y por eso Jesús promete a la gente que lo está oyendo que entre ellos va a haber quienes
vean venir el Reino de Dios "con poder".
Es importante cuando nosotros pensamos en Jesús como en un Dios que lo sabe todo, darnos
cuenta de que Jesús es un verdadero hombre y de que la ciencia de Dios no se mezcla con la
ciencia del hombre y lo hace ver cosas que un hombre no veía. Jesús es un verdadero hombre y
como hombre Él espera la irrupción del poder de Dios para instalar el Reino, y la espera pronto,
“entre los que están aquí hay algunos que no gustarán la muerte antes que vean venir el Reino de
Dios con poder”. Muy claro. Entonces, a Jesús le parece que esa proximidad que él anuncia del
Reino de Dios no corresponde a lo que él hace, sino que corresponde a un triunfo mucho más
grande que nunca ha tenido todavía. Él dice: ustedes todavía no lo han visto en poder, pero lo van a
ver.
En ese sentido creo que nosotros tenemos muchas veces que hacer una especie de
conversión en nuestra mirada a Jesús. Fíjense en las palabras que Jesús dice en la cruz (antes
estábamos acostumbrados a hablar del sermón de las siete palabras que se forman reuniendo todo
lo que los cuatro evangelistas dicen sobre lo que habría dicho Jesús en la cruz). Marcos que es el
más simple, el más sencillo y en ese sentido el que está dispuesto a escandalizar más (no se
preocupa por endulzar la píldora) y dice las cosas tal cual son, en el Cáp. 15 nos narra la pasión,
tenemos el fin, la muerte de Jesús, Jesús no habla nada, hasta que simplemente da un grito, fíjense
que no es una oración: “a la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: “¿Eloi, Eloi, lama
sabactani?”Marcos muy pocas veces pone palabras en el idioma original en que Jesús las dice que

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es el arameo, pero se ve que quedaron fijas en la memoria de los cristianos y se transmitieron a las
primeras generaciones cristianas exactamente como Jesús les había dicho. Inmediatamente Marcos
lo escribe en griego, probablemente a los cristianos de Roma que hablaban griego, que quiere
decir: “¿Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?”
Fíjense que estas son las únicas y últimas palabras según Marcos que Jesús dice, es decir, es
el grito de alguien desconcertado. Por supuesto que después se dan muchas interpretaciones. Una,
que yo les dejo a ustedes pensar si será verdadera o no dice: hay un salmo que comienza con estas
palabras y termina con una expresión de confianza en Dios, etc. Entonces, se supondría que Jesús
recitó un salmo. Bueno, yo no sé de que vale esa interpretación cuando dice que “gritó” estas
palabras, que “dando una fuerte voz gritó: ¿Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?”,
Como Eloi es palabra que puede significar Elías, otra interpretación es: está llamando a Elías. O
sea que no estaba recitando todo un salmo que hubiera sido reconocido como una oración, sino que
estaba simplemente gritando algo que era su sensación de hombre al morir. Como hombre, Él
moría al parecer desconcertado.
¿Por qué? Si tenemos en cuenta al Reino y lo que Él dice, la interpretación más probable es:
“¿cómo Dios no ha traído con poder el Reino? ¿Cómo es que yo tuve esta misión, yo sentí la
misión práctica de anunciar que el Reino estaba a la puerta y yo muero y el Reino no ha venido y
el poder sigue estando en las manos de sus adversarios? Dios ha abandonado a aquel que hablaba
de que el Reino venía con poder, el poder no ha venido, Jesús muere y se siente abandonado.
Lógicamente así muere como hombre, luego, en la resurrección, Dios va a mostrar que no
murió abandonado, pero Él no está pensando como alguien dice: ah, no, si Jesús hace una especie
de teatro, Él sabe que a los tres días va a resucitar...No, simplemente Jesús muere como cualquier
hombre (Él es perfecto hombre) y luego, Dios, el Padre, lo resucita.
Entonces, ¿qué pasa? El Reino no ha venido con poder durante su vida, pero en cierto
sentido ese grito, es el grito de toda la humanidad desde entonces, aún de los cristianos si
entienden bien el cristianismo, Jesús predica el Reino, la venida del Reino, etc., pues el misterio
grande que tenemos frente a nosotros es: ese Reino que estaba próximo con Jesús, ¿en dónde está?
¿No estamos en las mismas circunstancias que Él frente al Reino? o sea, el misterio de saber qué
acontece con el Reino de Dios, con la no venida del Reino de Dios.
El hecho de que el Reino de Dios no vino en poder, al parecer, (hay otras interpretaciones
que ya vemos a ver según los cuales el Reino vino) va a ser precisamente el tema de estas charlas.
La experiencia histórica, tomada en serio por Jesús en la cruz, es el desconcierto ante el
hecho de que el Reino no viene, de que los pobres no son felices, de que los que tienen hambre la
siguen teniendo, de que los que lloran siguen llorando. Jesús se siente desamparado no solamente
en sí mismo, sino en su proyecto, que Él creía próximo a su realización y que realmente no
pareció, con su muerte, estar nada próximo.
Cuando Pablo en el 57, hablando en la Carta a los Romanos dice "Jesús murió por nuestros
pecados", todo el mundo pasa esa frase como la más lógica del mundo, Ahora, lo que sabemos
históricamente de Jesús, es completamente distinto, su muerte, lo sorprendió como un fracaso de
su proyecto, es decir, no murió por nuestros pecados en el sentido de: para perdonar nuestros
pecados. Tenemos ya la idea de redención que sustituye un poco a la de Reino de Dios; estamos
todos redimidos, Jesús efectuó la redención., Jesús murió por nuestros pecados, nos reconcilió con
Dios, todas esas cosas, pero así no pensaba Jesús, ése es el problema.
Jesús muere, como todo hombre que es asesinado: sabe por qué lo matan, pero esa muerte
no tiene para Él ningún valor positivo, al revés, es un interrogante: ¿cómo Dios quiere introducir
su Reino y me manda a predicar que está cerca (eso es lo que ha sentido Él como profeta que es,
como Dios no interviene con su poder) cómo me abandona y el Reino queda sin venir?
Nosotros nos hemos acostumbrado a lo que dice San Pablo y hemos pasado de la idea de
Reino de Dios a la de redención, que es otra cosa. Pero, si a Jesús le hubiéramos dicho eso durante
su vida, hubiera dicho: no, miren, no entiendo ese lenguaje, lo que yo les digo es que el Reino está
cerca y que ustedes lo van a ver venir con poder durante mi vida probablemente. Y, sin embargo,
justamente cuando se debía manifestar el poder de Dios para poner el Reino no se manifiesta, son
los adversarios de Jesús los que aparentemente ganan la partida.
9
Entonces, por esas cuatro razones que hemos visto, me parece importante que nosotros,
cristianos, veamos de nuevo a Jesús en relación con el Reino de Dios, que nos planteemos
seriamente: en qué consiste el reino de Dios para Jesús, hasta qué punto lo realizó, etc. Es decir,
todos los problemas: ¿por qué se dejó esa frase? ¿Por qué cayó en el olvido apenas dejaron los
cristianos de acordarse estrictamente de Jesús?
Creo que para nosotros es importante, ver que Jesús no quiso fundar una religión sino
realizar un proyecto, realizar un proyecto en la tierra y que nosotros tenemos, se supone, la misma
obligación de cooperar con Él, pero, ese proyecto históricamente trae una cantidad de problemas, y
esto es en síntesis lo que vamos a ver estos días, todo esto que acabamos de decir como
introducción.

2ª CHARLA

Uno de los puntos que veíamos ayer, era de que el Reino constituía un proyecto, es decir,
algo por hacer, algo por construir, y que eso tenía un sentido especial. Es interesante y eso es lo
que va a ser el hilo conductor de lo que vamos a decir hoy, que hay distintas opiniones con
respecto al Reino que discuten si fue para Jesús un proyecto que había que realizar o simplemente
el anuncio de una cosa que Dios iba a realizar. Hay opiniones para las dos cosas: el Reino podría
ser un proyecto que había que realizar, que había que instaurar, que había que hacer venir con
medios históricos, mediante la predicación, la colaboración de los discípulos, etc., o si el Reino era
un anuncio de algo que Dios iba a hacer, el mero anuncio. Es decir, el profeta que llega y dice: el
reino viene, el reino está cerca, entonces él no construye, no edifica el reino, no es su proyecto, es
simplemente una cosa que Dios trae.
En ese sentido, no es un proyecto humano ni para Jesús mismo, ni menos aún para nosotros:
se supone que es Dios el que lo hace.
Esta disyuntiva además tiene una cierta relación evidente con el protestantismo, con la
concepción protestante de la relación entre las obras del hombre y las obras de Dios.
Ustedes saben que en el tiempo de la Reforma, precisamente Lutero descubre a San Pablo, y
descubre que la justificación y por lo tanto la salvación del hombre no depende de las obras de la
ley, quien interpreta: no depende del obrar del hombre, depende sólo de Dios. Es decir que Dios
actúa y a los que tienen fe en Jesús, gratuitamente, sin que el obrar de los hombres haya cambiado,
sin que dejen de ser pecadores, Dios los declara justos y los salva. Se vuelve una especie de
artículo de fe para los protestantes más ortodoxos, el que Dios realiza sus obras solo y por lo tanto
que el Reino hay que entenderlo como algo que Dios realiza solo sin depender de las obras del
hombre, así como la salvación de cada hombre la realiza también Él a pesar de que el hombre siga
pecador, etc.

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Así por ejemplo, uno de los teólogos protestantes más importantes, Rudolf Bultmann2, en su
Teología del Nuevo Testamento, que tiene dos tomos, comienza precisamente como ahora
nosotros, con la noción del Reino de Dios, diciendo que ese fue el comienzo del Nuevo
Testamento, prácticamente la predicación de Jesús, del interés sus citado por Jesús, etc. Y dice lo
siguiente: “el concepto dominante del mensaje de Jesús es el Reino de Dios”. El Reino de Dios,
¿qué es entonces? sigue Bultmann. Fíjense que, esto lo dice antes de haber hecho ninguna
investigación, en el Evangelio o en las escrituras, es hasta cierto punto un presupuesto, típicamente
protestante, es decir, no tanto el resultado de la lectura del Evangelio, cuanto es una idea que él
tiene que le viene de su concepción teológica.
Nosotros continuamente estamos poniendo cosas de nuestra concepción en la lectura que
hacemos. Entonces dice: “el Reino de Dios es un concepto escatológico”. Ustedes saben que
escatológico significa que es una cosa que se va a realizar en los últimos tiempos. Lo que pasa es
que se creía como ya vamos a ver, que se estaba con Jesús en los últimos días de la historia. El
“Reino de Dios es un concepto escatológico”, es decir, lo que Dios va a instaurar al final de la
historia.
“La venida del Reino de Dios” - continúa Bultmann- “es un suceso milagroso que será
realizado por Dios solo sin la ayuda de los hombres”. Fíjense que esto lo dice sin buscar nada, está
en la página 4 (porque la 2 y la 1 son tapas) o sea, la definición ya previa del Reino de Dios.
Ustedes ven que en ese sentido no es un proyecto para nosotros el Reino y para Jesús no fue
un proyecto sino anuncio, entonces, lo que vamos a ver fundamentalmente, porque hay elementos
para pensar en una cosa o en la otra, es la alternativa entre proyecto o anuncio.
1. Anuncio significa que la función de Jesús fue simplemente decir que el Reino de Dios
venía, no fue prepararlo, instaurarlo, comenzarlo, etc., traerlo, sino anunciarlo simplemente. Vamos
a tratar de ver aquí y ahora con qué elementos contamos en los evangelios para resolver esa
alternativa.
2. Si es proyecto, se trataría de que Jesús no sólo anuncia una intención de Dios sino que
empieza a prepararlo, y que deja en cierto sentido la realización del Reino como una tarea a largo
plazo que se va a ir realizando históricamente, (¿ven ustedes la diferencia que hay?) donde los
hombres van a colaborar con Dios transformando la historia para que se haga de acuerdo con Su
voluntad. Es decir, Jesús habría iniciado una cosa que tendría que dar resultado a largo plazo.
Esa es la alternativa que tenemos que buscar y que buscar sin hacernos ilusiones, es decir,
sin entrar dentro de ese mal entendido de que Jesús por ser Dios lo sabía todo. Jesús tiene una
misión en la tierra que cumplir en cuanto hombre, y el dogma de Calcedonia3, sobre las dos
naturalezas de Jesús, dice que Jesús es perfecto hombre y perfecto Dios, que las dos naturalezas no

2
Rudolf Bultmann (Wiefelstede, 1884-Marburgo, 1976) Exégeta y teólogo luterano alemán. Preocupado por
las condiciones de credibilidad del mensaje evangélico, se basó en la filosofía de Heidegger para expresar de
forma existencial los testimonios del Nuevo Testamento. Esta expresión se basa en una nueva comprensión
de sí mismo a la que se puede acceder acogiendo, por una decisión existencial (que da a la vida un
fundamento y un sentido nuevos), la Palabra definitiva (escatológica), de la que Jesús de Nazareth fue, en la
historia, el primer portador. El hombre, liberado del apego a lo visible y de la preocupación por sí mismo y
captado por la viva interpelación del Evangelio (kerigma), puede abrirse al amor y al porvenir.

Con todo, para poder creer y dar este paso, es preciso comprender. De ahí la tarea del teólogo bíblico: liberar
el núcleo irreductible del Evangelio del lenguaje cultural que lo hace inadmisible para el hombre
contemporáneo. Desmitologizar, pues, se convierte en condición previa indispensable para evangelizar. Esta
actualización radical se expresó en una serie de obras que ejercen aún una considerable influencia. Entre ellas,
cabe destacar Jesús (1926), Teología del Nuevo Testamento (1948-1953), Creer y comprender (1933-1965) y El
Evangelio de Juan (1941).

3
CONCILIO DE CALCEDONIA, 451 - IV ecuménico (contra los monofisitas) - Definición de las dos
naturalezas de Cristo. - “Siguiendo, pues, a los Santos Padres, todos a una voz enseñamos que ha de
confesarse a uno solo y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en la divinidad y el mismo
perfecto en la humanidad, Dios verdaderamente, y el mismo verdaderamente hombre de alma racional y de
cuerpo, consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad, y el mismo consustancial con nosotros en cuanto
a la humanidad, semejante en todo a nosotros, menos en el pecado [Hebr. 4, 15]…”
11
se mezclan, es decir, lo que Jesús sabe como hombre y lo que Jesús sabe como Dios. Sin mezcla,
no son lo mismo.
Por lo tanto, Jesús para concebir su misión, evidentemente tuvo que evolucionar, tuvo que ir
pensando, tuvo que ir teniendo experiencia, etc., porque no sabía las cosas como las sabe Dios, de
una vez para siempre, qué iba a pasar, qué iba a acontecer. Eso es importante ponerlo ya de
antemano.
Entonces vamos a ver qué tenemos sobre esta alternativa: ¿Jesús hace un mero anuncio?
¿Dice simplemente lo que va a pasar lo quiera el hombre o no lo quiera? ¿O comienza a preparar la
llegada del Reino?

Juan el Bautista y Jesús

Para eso, es interesante recordar que en los evangelios hay dos anuncios que se pueden
llamar anuncios escatológicos, es decir, sobre los últimos tiempos. Los dos hablan de una realidad
última, que va a tener lugar en lo último de los tiempos, la última realidad: Juan el Bautista y
Jesús.
Es interesante ver que Mateo es el único de los evangelistas que extrañamente hace decir a
Juan el Bautista y a Jesús el mismo mensaje sobre lo que ha de venir y pone en boca de Juan el
Bautista también la palabra “Reino” que generalmente es una palabra que está en la boca de Jesús,
que no aparece en otro lugar.
En el Cáp. 3, versículo 2 y en el Cáp. 4, versículo 17 de Mateo, tenemos las mismas palabras
como resumen de la predicación de Juan el Bautista y de Jesús. Son las que ya vimos en Marcos
que están un poquito más largas, más expresadas. En el Cáp. 3, versículo 2 dice: “Por aquellos
días aparece Juan el Bautista proclamando en el desierto de Judea: convertíos porque el Reino de
Dios está cerca”. En el Cáp. 4, versículo 17: “desde entonces comenzó Jesús a predicar y decir
convertíos porque el Reino de Dios está cerca". Fíjense, es el mismo resumen de Marcos que aquí
aparece en boca de dos personajes que son dos profetas escatológicos, dos profetas de las últimas
realidades que Dios va a hacer y justamente esa última realidad que Dios va a hacer es el Reino.
Para Mateo, la predicación de Juan el Bautista y la predicación de Jesús es la misma, tal vez
por razones teológicas, por razones del contexto donde él escribió su evangelio, porque Juan el
Bautista tenía muchos discípulos aún después de la muerte de Jesús, que no eran discípulos de
Jesús, tal vez quería mostrar que eran lo mismo prácticamente los dos, es decir, que tenían el
mismo mensaje y que uno había sido simplemente precursor del otro. Pero, ciertamente es un poco
sorprendente que la palabra Reino de Dios ya aparezca como propia de la predicación del Bautista
siendo que los demás evangelios la dan como propia de Jesús para indicar su misión, para indicar
su propio anuncio. Más aún ya vamos a ver por muchas razones que lo más probable es que las
palabras de Juan el Bautista hayan sido: “Convertíos, porque el juicio de Dios está cerca".
Mientras que las palabras de Jesús hayan sido: “Convertíos, porque el Reino de Dios está cerca”.
De todas maneras vamos a ver si hay diferencia entre la predicación que nos conservan los
sinópticos de Juan y la que nos conservan de Jesús, porque tenemos otros elementos en el
Evangelio para ver y eso nos permitirá señalar, y ya desde ahora lo decimos, que la palabra de Juan
el Bautista se parece más a un anuncio y la palabra de Jesús más a un proyecto. Por eso diríamos:
el juicio de Dios es anunciado, el Reino de Dios es proyectado.
Eso es lo que vamos a ver. No es que esté haciendo lo mismo que Bultmann poniendo lo que
yo quiero de entrada sino que vamos a tratar de mostrarlo.
Entonces, vamos a ver tres elementos en Juan el Bautista y Jesús para comprender la
diferencia entre ambos, 1) el contenido de la predicación de Juan; 2) el contenido de la predicación
de Jesús; y 3) el estilo de vida de los dos profetas.
1) El contenido de la predicación escatológica, es decir de la predicación sobre “el fin” de
Juan el Bautista.

12
El fin de la historia que predica Juan el Bautista corresponde al juicio de Dios y sin
embargo, Jesús no habla en su predicación del juicio de Dios sino de la venida del Reino que es
distinto. Por ejemplo: Juan habla del juicio inminente, así en Mateo 3, 10-12 dice lo siguiente:
“convertíos, etc.” y después en el desarrollo dice lo siguiente: “dad pues dignos frutos de
conversión", que se conviertan, “y no os contentéis con decir en vuestro interior: tenemos por
padre a Abraham etc., porque os digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham” y
aquí viene qué es lo que va a pasar: “Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles”. ¿Ven? la
predicación escatológica de Juan el Bautista, “se acerca", ¿pero se acerca qué? "el hacha puesta a
la raíz de los árboles”.
En Jesús se acerca el Reino, el Reino que va a hacer felices a los pobres, etc. ''y todo árbol
que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego”. Fíjense: juicio, Dios viene a preguntar
sobre el fruto, ya está con el hacha puesta a la raíz del árbol para quitarlo si no ha dado buen fruto
y echarlo al juego.
“Yo bautizo -continúa- con agua, etc.” y en el versículo siguiente dice: “Dios en su mano
tiene el harnero y va a limpiar su era”, va a limpiar el trigo. Y, ¿qué será limpiar el trigo? Recogerá
las espigas de trigo en el granero pero la paja la quemará con fuego inextinguible. Fíjense la idea
de juicio, es decir, va a dividir lo que es trigo de lo que es paja, entonces conservará el trigo en el
granero, símbolo del cielo, y echará la paja en el fuego inextinguible símbolo del infierno, o
símbolo del alejamiento de Dios.
Primer elemento entonces: es el juicio inminente como una cosa tremenda, es decir; Juan
el Bautista apela al miedo, ante ese juicio: cuidado porque ya está el hacha puesta a la raíz de los
árboles, cuidado porque el castigo va a ser terrible para aquellos que no puedan presentarse ante
Dios con una conducta justa. O sea, anuncio de la ira de Dios, del día de la ira.
En el versículo 7 le dice a los que vienen a bautizarse y se convierten: “raza de víboras,
¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente?'' ¿Qué es lo que viene? Dios a juzgar con
rectitud, pero como es precisamente un Dios que va a escrutar lo que el hombre hace hay una ira de
Dios, hay una severidad en Dios que se va a manifestar. Por lo tanto, fíjense que tiene mucho más
de anuncio de lo que va a pasar. Entonces uno dice: ¿para qué Dios quiere el anuncio si de todas
maneras va a venir el juicio? Simplemente para decretar medidas de emergencia, el último plazo de
conversión. Es decir, anunciar el juicio que viene para dar una última oportunidad de conversión a
las personas. El anuncio tiene solamente esa finalidad y no puede tener otra, los hombres no
colaboran en el juicio de Dios, es Dios el que trae su juicio, es Dios el que lo va a hacer. ¿Para qué
anunciarlo si Dios lo va a hacer? Pues, es un último acto de misericordia. Es una emergencia, como
dice aquí: “Raza de víboras, quién os ha enseñado a huir de la ira inminente”, es decir, todavía
pueden huir de la ira inminente de Dios sobre el pecado. Por lo tanto el anuncio no es para que los
hombres colaboren con Dios en la construcción de algo, en un proyecto, sino para darles todavía
una última posibilidad de salvación,
Entonces, la conversión tiene que ser una especie de conversión de emergencia, una cosa
muy simple porque el tiempo apremia, porque no se trata de hacer cosas muy complicadas, sino de
reducirse a lo fundamental, para que se le perdonen los pecados.
La conversión que Juan exige es una conversión marcada por la inminencia del juicio de
Dios, se trata de convertirse a lo más esencial, a lo más global. Entonces es interesante que en este
sentido no nos ayuda Mateo, pero nos ayuda Lucas que pone las respuestas que daba Juan el
Bautista cuando le preguntaban qué hacer frente al juicio de Dios.
Esas respuestas eran precisamente una especie de simplificación de la moral, los hombres
que tal vez habían cometido muchos pecados, etc., todavía tenían una última oportunidad
simplificando su moral de acuerdo a su función.
Entonces en el Cáp. 3, versículo 7 dice: “decía pues a la gente que venía para ser bautizada
por él”, y ¿que les decía? Una especie de moral, diríamos, de amor compartido elemental, una cosa
básica: “El que tenga dos túnicas que las reparta con el que no tiene, el que tenga para comer que
haga lo mismo". Es decir, viene el juicio de Dios, que los encuentre repartiendo lo que tienen con
los que no tienen. La cosa más básica. Olvídense de triquiñuelas morales, de casuística, de cosas

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raras. ¿Qué tengo que hacer? Mire, tiene algo que repartir, tiene algo que los demás necesitan,
repártalo. Eso le decía a la gente.
Después a los publicanos que eran los que recaudaban impuestos, y que venían también a
preguntarle qué hacer, los decía: “No exijáis más de lo que está fijado". Es como quien dice a los
almaceneros: conténtense con el precio fijado y con el peso justo, no pasen de ahí. En la
recaudación, conténtense con el impuesto. Como la gente no sabía nada, pagaba lo que le decían
que tenía que pagar, entonces, como los publicanos hacían eso, no les dice: miren que está mal el
ser publicano, hagan otra cosa, cambien de ocupación, no, no había tiempo para eso. En el tiempo
que falta para ese juicio inminente, ¿ustedes son publicanos? bueno, por lo menos hagan eso bien,
cobren el impuesto justo.
Y luego, también con gran visión profética, a unos soldados que le preguntaban qué hacer,
les contesta: “No hagáis extorsión a nadie”, es decir, no utilicen el poder que tienen para sacarle
cosas a la gente, ''no hagáis denuncias falsas”, lo mismo, el poder que tienen ante la justicia que no
les sirva para hacer denuncios falsas, “y contentaos con vuestro salario”. Bien, esas son las tres
cosas, simplificadas de acuerdo a la situación de cada uno.
Es muy típico, diríamos, del mensaje de Juan el Bautista, preparar la gente al juicio de Dios
inminente pidiéndole lo más elemental, lo más central dentro de lo que están haciendo, sea bueno o
sea malo. Ante un juicio inminente hay que simplificar y hay que mostrar por lo menos que uno se
ha convertido en lo esencial de lo que está haciendo. Y hacerlo bien, hacerlo de acuerdo a lo lícito,
a lo normal, a lo que hay que hacer.
La finalidad de esta predicación es el bautismo de Juan. ¿Qué hacía Juan bautizando?
Precisamente Lucas 3, versículo 3 dice: “y se fue por toda la región del Jordán predicando un
bautismo de conversión para el perdón de los pecados”, es decir, para que los pecados fueran
perdonados por Dios con el bautismo, gracias a esa conversión, a esa humillación, a esa penitencia,
a ese arrepentimiento, más el propósito de actuar en esa forma simple y justa en lo que cada uno
estaba haciendo. Era la salvación que venía.
Es mucho más probable que Juan haya dicho lo que está cerca es el juicio de Dios, la ira de
Dios, ira inminente dice en un momento, es la severidad de Dios que va a venir y por lo tanto toda
la predicación de Juan es coherente con esa idea.

2) Segundo punto: predicación de Jesús.


La palabra clave de la predicación de Jesús es “viene el Reino”. No “viene el juicio”, sino
"viene el Reino”. Y el Reino tiene como consecuencia, ya lo hemos visto en el Evangelio, “que la
voluntad de Dios se haga en la tierra como en el cielo”. Por lo tanto, el Reino, no es un juicio de
Dios al cual vaya a seguir cielo e infierno, sino que es una cosa que tiene que realizarse en la tierra,
es decir, poner la tierra en el orden que Dios quiere que esté. Pero de todos modos, y yendo más a
lo fundamental, cuando encontramos los resúmenes de la predicación de Jesús, por ejemplo en
Marcos: “el tiempo se ha cumplido”, “el Reino de Dios está cerca, convertíos y creed en la Buena
Noticia", lo primero que nos sorprende es que no se trata de un juicio sino de una Buena Noticia.
Fíjense que Juan hablaba de una mala noticia: la ira inminente, Dios viene con toda su cólera a
juzgar y a castigar el pecado, en cambio Jesús, continuamente, no solamente una vez sino muchas,
habla del Reino de Dios como de la Buena Noticia.
Cuando los discípulos de Juan el Bautista van a preguntarle a Jesús: “¿Eres tú el que ha de
venir?”, Jesús les dice: “vayan y cuéntenle a Juan lo que ustedes están viendo aquí: los ciegos ven,
los cojos andan, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Noticia”, Fíjense que el
juicio aún en los profetas del Antiguo Testamento que ya lo anunciaban, nunca aparecía como una
buena noticia, el juicio era un día terrible en que Dios iba a pedir cuentas, y ¿quién era el hombre
que podía ir tranquila y alegremente a que Dios le tomara cuentas?
Entonces, en Jesús hay algo extraño, completamente distinto de Juan el Bautistas que
anuncia una Buena Noticia, no puede ser el juicio, anuncia el Reino. Y ese Reino aparece como
una Buena Noticia, como un evangelio.

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¿Y qué es lo que hace el Reino fundamentalmente? Ya lo hemos visto en las
bienaventuranzas: hace felices a ciertas personas que necesitan de esa felicidad. El Reino en la
tierra sacia a los que tienen hambre, enjuga las lágrimas de los que lloran y los hace sonreír.
Fíjense entonces, como ese Reino es una Buena Noticia por lo menos para los pobres y para los
que están de parte de ellos, para los que sufren de la situación en que están. Por lo tanto, no puede
identificarse con la predicación de Juan que es la de un juicio.
Si lo de Jesús es anuncio, es un anuncio diferente, es un anuncio de una Buena Noticia, es un
anuncio de una intervención de Dios que va a hacer felices, que va a alegrar. De ahí que en varias
partes aparezca la expresión: “la Buena Noticia del Reino”, no solamente aparece en esos
resúmenes, sino aparece la frase ésta: “que vayan a predicar -les dice a los discípulos- la buena
noticia del Reino” Es decir, el anuncio de lo que va a venir, no es de un juicio sino de un Reino,
una Buena Noticia.
Vean que aquí hay una diferencia con Juan el Bautista en el tono: no habla de que el hacha
esté puesta a la raíz de los árboles, no habla de que según frutos buenos o malos Dios va a juzgar
inmediatamente, sino que Él viene a dar una buena noticia a Israel, a los pobres de Israel y a los
que están junto con ellos.
En segundo lugar, la conversión que pedía Juan el Bautista, era una simplificación de las
actitudes morales, para presentarse ante un juicio inminente de Dios, no hay tiempo para muchas
complicaciones, hay que simplificar. En cambio, uno se pregunta si Jesús está interesado
fundamentalmente en la conversión de los que se oponen al Reino o si más bien está hablando:
“conviértanse y crean en la Buena Noticia”, es decir, aún los que son favorables al Reino,
conviértanse de esa especie de desesperanza en que están de que el Reino no va a venir.
Parece como que la conversión es necesaria para creer, la conversión va dirigida a aquellos que sí
son pobres, o están de parte de los pobres, pero no creen que Dios haga nada por ellos. O sea, sería
una conversión para creer en la Buena Noticia, o si se prefiere, la conversión que Jesús exige es
una conversión a mucho más largo plazo, y que tiene relación, no solamente con el anuncio sino
con la edificación del Reino.
Por ejemplo, en el Sermón de la Montaña, después de las bienaventuranzas, ustedes
recuerdan que Jesús dice: “Os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y
fariseos...” Mayor, ¿eh? no más simple, “no entraréis en el Reino de los Cielos” o Reino de Dios.
Y más adelante (Mt. 5, 21 al 48) sigue toda aquella predicación: “se os dijo: tal cosa, pero yo exijo
más todavía”. Se dijo: no matar, y en lugar de pedir una simplificación pide una complicación, es
decir, no matar significa que tampoco puedo insultar.
Fíjense qué diferencia hay entre Juan que más bien tiende a englobar todos los preceptos en
una cosa muy simple, muy visible, muy aparente, y Jesús que se va de lo aparente a lo que
construye, a lo que es importante para las relaciones humanas, de esas cosas fundamentales pasa a
otras mucho más sutiles, mucho más delicadas.
Por ejemplo, “habéis oído que se os dijo: ojo por ojo y diente por diente”, la simplificación
más absoluta: lo que me hacen yo lo hago, que sería lo que Juan el Bautista diría, “pero yo os digo
que no os resistáis al mal, antes bien, al que te abofeteó la mejilla derecha, preséntale también la
otra”.
Fíjense la complejidad de este amor que es gratuito, de este amor que no parece tener
inmediata consecuencia, sin embargo Jesús lo exige: es decir, empiecen ustedes por hacer lo que
quisieran que los demás les hicieran. Fíjense que esto es en un sentido muy lógico si se quiere,
complicar la actitud moral para ir edificando otro tipo de relaciones humanas mucho más rico.
Jesús no está pensando en un juicio inminente donde hay que dar soluciones simples a los
problemas, está pensando en algo mucho más a largo plazo, una cosa que va a dar sus frutos pero
que necesita tiempo para darlos, que necesita tiempo para que el cambio se vea.

El Reino necesita plazos

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Vean esta diferencia: el Reino es una cosa que necesita plazos, lo que Jesús predica referente
al Reino, requiere tiempo, es lo contrario de Juan que es la urgencia escatológica: se viene el
juicio, simplifiquemos. Jesús dice: se viene el Reino preparémoslo.
Si uno dice: ¿para qué anunció Jesús el Reino con todas esas complejidades? lógicamente
para prepararlo. Y si no lo hubiera anunciado y el Reino venía, si el Reino tiene que venir de todos
modos, poco importa que encuentre al hombre haciendo una cosa o la otra. Y si Jesús insiste en
mejorar aún a largo plazo las relaciones entre los hombres, es porque eso forma parte del Reino,
porque eso es un proyecto y el largo plazo se necesita para el proyecto.
Lo mismo aparece en Marcos 7, cuando hace ver que la moral es una cosa mucho más
profunda que las reglamentaciones legales, y les dice que lo más importante son las intenciones del
hombre. Fíjense que las intenciones del hombre son los proyectos humanos, o sea que en la moral
de Jesús es más importante lo que sale del corazón del hombre que el simplificar las obras para
presentarlas ante un juicio inminente. Las intenciones, qué es lo que quiere hacer con los demás,
eso es lo importante para fijar la moral. Otra vez tenemos aquí una moral mucho más compleja,
porque tiene que tener en cuenta las distintas situaciones de los demás. O sea, aparece en todo esto
un contraste con Juan el Bautista.

Cambio de Pueblo

La finalidad de toda la predicación de Jesús es en realidad cambiar de pueblo.


Precisamente para que ese pueblo dé frutos en la tierra, para que no sea como Israel que se ha
guardado para sí lo que ha recibido, sino para que sea un pueblo que dé frutos al resto de la
humanidad.
Esto aparece en el Cáp. 21 de San Mateo, versículo 43, un pueblo diferente de Israel. Él va a
decir que Israel, por lo menos en sus autoridades, no da fruto y Él se va a preparar el nuevo pueblo
que son sus seguidores. Fíjense que Jesús no está pensando que sus seguidores van a ser paganos,
está pensando que pueden ser judíos simplemente, pero van a ser un nuevo pueblo, porque ese
pueblo que hasta ahora ha llevado su ley no le sirve a Dios para su proyecto, entonces lo va a
cambiar.
En la parábola de los viñadores homicidas, ustedes saben: los que tenían la viña alquilada y
cuando el señor les mandaba comisionados para que ellos le dieran lo que le correspondía, como
querían quedarse con los frutos de la viña, los mataban o enviaban de vuelta, hasta que al final
llega el hijo mismo del propietario y entonces ellos dicen: “Éste es el heredero, vamos, matémosle
y nos quedaremos con su herencia”. Fíjense que ésta es una parábola polémica contra Israel. Israel
se está quedando con lo que Dios quiso que fuera un fruto para toda la humanidad, se está
quedando con una revelación, con una ley que Dios le dio para que enriqueciera al resto de la
humanidad. Eso es lo que hacen las autoridades. Entonces, pregunta Jesús: “Cuando venga pues el
dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?” y ellos le contestan precisamente lo que
Jesús quiere que le contesten: “A esos miserables les dará una muerte miserable y arrendará la
viña a otros labradores”. Fíjense el cambio de pueblo, no en el sentido de que salga del pueblo
judío necesariamente sino que es otro tipo de cuna, “arrendará la viña a otros labradores que le
paguen los frutos a su tiempo", es decir, que hagan fructificar su viña. Esto es lo qué Dios está
haciendo mediante Jesús. Vean que no está simplemente juzgando sino un proyecto mucho más
largo plazo, recién va a empezar a formar un pueblo que le de frutos a Dios.
El otro día decíamos que las parábolas no estaban destinadas a convertir a los adversarios
del Reino sino a cegarlos para que Dios tuviera entonces causa para cambiar de pueblo. Pues bien,
en el Cáp.13, versículo 12, Mateo sólo, después de esto dice: “Se acercaron los discípulos y le
dijeron: ¿Por qué les hablas en parábolas?”, se refieren a los enemigos, “Les respondió: es que a
vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de los cielos pero a ellos no, porque al
que tenga se le dará y le sobrará, pero al que no tenga, aún lo que tiene se le quitará”. ¿De dónde
sale esta parábola tan rara? Es decir, ¿cómo se le puede quitar al que no tiene? y ¿cómo es eso de
darle al que tiene? Fíjense que la frase está sacada del fin de la parábola de los talentos. Recuerdan
que Dios se iba lejos y les dejaba a hombres talentos, que es simplemente una moneda, una
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cantidad de dinero, y lo que es importante es que cuando volvía le iban dando cuenta de qué habían
hecho con los talentos, es decir, con el dinero recibido y aquel que había recibido un talento, le
devuelve el talento exacto y le dice: “Señor, tuve miedo y lo escondí, porque tú eres un hombre que
recoge donde no ha sembrado”. Entonces le dice el dueño: justamente por ahí te agarro, ¿así que
yo recojo donde no sembré? por lo tanto, si tú sabías eso, tú sabías que tenías que producir algo
más para que yo recogiera donde no sembré gracias a ti, lo hubieras puesto en el banco y entonces
yo a la vuelta hubiera tenido lo que no sembré. Fíjense, son las personas que no dan fruto sino que
guardan lo que se les ha dado para dar fruto.
El cambio de pueblo es una de las funciones principales de la predicación de Jesús: hacer
pasar su mensaje a un pueblo que dé frutos con él.
Fíjense entonces como no es sólo un anuncio sino que es ya la preparación de un proyecto,
Es decir, que tiene plazos, tiene etapas en que Dios necesita de los hombres, no solamente de Jesús.
Gracias a Jesús va a cambiar de pueblo, pero el nuevo pueblo va a tener que producir frutos y hacer
que Dios recoja donde no sembró. Fíjense entonces como la predicación del Reino tiene mucho
más de proyecto donde se asocia a otros y donde se exige largo plazo, que de un anuncio de una
cosa que Dios va a hacer solo. Si Dios hace solo las cosas, ¿para qué quiere que le den fruto los
hombres? ¿Para qué la parábola de los talentos? ¿Para qué predica por a que no lo oigan? Al revés
que Juan el Bautista que predicaba para que lo oyeran y se convirtieran en una forma muy simple,
Jesús predica con ulteriores intenciones, es decir, poder cambiar de pueblo de tal manera de dar la
responsabilidad a un pueblo que sea capaz de concebir eso como responsabilidad y de darle los
frutos qué El espera. El Reino significa eso.
Fíjense como en estos dos primeros elementos aparece evidentemente un acento sobre el
proyecto en Jesús y un anuncio en Juan el Bautista. Mucho más un anuncio en Juan el Bautista,
mucho más un proyecto en Jesús.

3) Estilo de vida.

Vamos a indicar muy brevemente algo sobre el estilo de vida., porque en el estilo de vida de
los profetas se revelaba gran parte, muchas veces, del contenido de las profecías. Si ustedes leen la
vida de los profetas como Jeremías, Amós, Oseas, etc., van a ver como Dios les hacía hacer
acciones un poco espectaculares como, por ejemplo, ir a la plaza con un yugo de buey encima del
cuello, es decir, la manera en que vivían era una especie de señal para Israel de los acontecimientos
que iban a suceder.
Entonces, es interesante lo que Jesús mismo dice sobre el estilo de vida de ambos; se nota la
diferencia en el contenido de lo que predican, en el contenido de lo que anuncian. En una ocasión
dice Jesús: “¿Con quién compararé a esta generación?” ¿A esta generación que está frente a mí?
“Se parece a los chiquillos que sentados en las plazas se gritan unos a otros diciendo: os hemos
tocado la flauta y no habéis bailado, os hemos entonado endechas (es decir, cantos tristes) y no os
habéis lamentado”. Es decir, hay una especie de falta de tono, mientras unos están con un tono de
alegría, otros están con un tono de tristeza y viceversa, hay allí un desencuentro diríamos, en la
generación de Jesús. Inmediatamente Jesús lo explica: “Porque vino Juan que ni comía ni bebía”,
ni comía pan ni bebía vino, el mismo Evangelio dice: “se alimentaba de productos del desierto, de
langostas del desierto”. Además, en el tipo de vestido, todo indica al profeta que viene del desierto
a predicar una cosa severa, austera, difícil, peligrosa, todo eso se nota en su misma vida, “y dicen:
demonio tiene”, está endemoniado, es decir, es un extraño, un tipo loco, que anda por ahí vestido
de una manera rara, sin comer casi.
Fíjense el estilo de vida del profeta, que está de acuerdo con el juicio de Dios, es decir, la
simplificación esa que hemos visto ante el juicio de Dios, él la encarna. Desprenderse de todo lo
que no es lo esencial, quitar todo lo que es accesorio, lo que es complejo, atenerse a lo esencial, ése
es San Juan Bautista en su estilo de vida que tiene mucha relación con su predicación. Eso está en
Mateo, Cáp. 11, versículos 18 y 19.
Y Jesús continúa diciendo: “Entonces, vino Juan, procediendo de esa forma y dicen que es
un endemoniado, viene el Hijo del Hombre que sí come y bebe...” lo menos que podemos decir es
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que Jesús comía y bebía como todo el mundo, lo menos, porque después van a decir otras cosos
peores de Él, “y dicen: ahí tenéis a un comilón y un borracho”. Da la sensación de que Jesús
pasaba un poquito de la raya del “córner” como todo el mundo, es decir, no debería ser un hombre
flaco, escuálido, no se veía en Él ninguna sensación de ayuno, de austeridad, de severidad en su
estilo de vida sino el asistir a las comidas, a fiestas, etc. Ahora, ¿A cuáles asistía? no a la de los
ricos, asistía a la de los pobres, eso es distinto, pero inmediatamente se fijaban en que en su estilo
de vida no daba ninguna sensación de un anuncio catastrófico, es decir, de un hombre tranquilo
que hace lo que todo el mundo, que no espera ninguna catástrofe como el juicio de Dios inminente,
la ira de Dios inminente, como parecía esperarlo en su estilo de vida San Juan Bautista.
Y sigue: “amigo de publicanos y de pecadores”, esto sí, que Él comía y bebía con ellos,
llevándoles la alegría de su compañía, la compañía de un hombre normal que no daba ninguna
sensación de una severidad especial.
Fíjense ustedes el estilo de vida diferente del Bautista y de Jesús.
En otra ocasión, cuando le preguntan por qué los discípulos de Juan el Bautista ayunan y por
qué los discípulos de Él no (Mt. 9, 14) “¿Por qué mientras nosotras los fariseos ayunamos, tus
discípulos no ayunan?” Jesús les contestó: “¿Pueden acaso los invitados a la boda estar tristes
mientras el novio está con ellos?” Fíjense que en lugar de juicio, Jesús habla del acontecimiento
como de una boda y es esposo es Él, es decir, es distinto, no es la ira inminente, es la alegría que
viene.
Ahora precisamente, aquellos con quienes Él come, aquellos de quien Él es amigo, son los
pobres, aquellos para quienes viene la alegría. Fíjense cómo se distancian en el estilo de vida y al
mismo tiempo de una manera coherente, el anuncio o el proyecto de Jesús frente al anuncio
escatológico de San Juan el Bautista.
Por lo tanto, podríamos decir que si el anuncio del juicio corresponde a Juan el Bautista, el
proyecto del Reino corresponde a Jesús. O sea, el Reino es un proyecto, es un proyecto de alegría
que exige un plazo más largo que exige etapas, exige colaboración de los demás hombres, como
hemos ido viendo, frente al anuncio del Bautista en que el juicio de Dios viene sin colaboración
ninguna, lo único que se puede hacer es una conversión simplificadora de la conducta para escapar
a la ira inminente de Dios. Por eso, probablemente, a pesar de Mateo, es difícil que Juan el
Bautista haya empleado la palabra “Reino de Dios”, es muy probable que haya empleado más bien
la palabra “juicio de Dios" o "el día de Dios” que es la expresión más corriente que tienen los
profetas para señalar el día del juicio.
Esto ha sido hasta cierto punto una especie como de resumen, una vista panorámica nada
más, como una especie de fotografía de la predicación de Jesús comparado con la del Bautista.
Vamos a internarnos un poco ahora en la predicación de Jesús al pueblo, la predicación diríamos,
en cierto sentido más orgánica, que según nos dice el Evangelio era en parábolas: “Les hablaba
siempre en parábolas”.

Las Parábolas

Es evidente que además de las parábolas tenemos dichos de Jesús que los evangelios traen
unos detrás de otros, a veces sin mucha hilación, a veces una palabra sirve para que se acuerden de
otro dicho de Jesús y lo pongan uno al lado del otro sin que tengan mucha relación. En cambio, las
parábolas es lo más construido, es lo más lógico de la predicación de Jesús y conservamos un gran
número porque eran mucho más fáciles de recordar que cualquier otra cosa, y quedaron como fijas
en la memoria de las primeras generaciones cristianas. Forman como un conjunto muy coherente
que nos permitirá un poco ver cuál es la predicación de Jesús sobre el Reino, dado que la inmensa
mayoría sus comparaciones en donde aparece “el Reino de Dios es semejante a...”. En realidad, la
fórmula que usó Jesús no es tanto “el Reino de Dios es semejante a…” sino que tendríamos que
traducir para ser más fieles al original arameo de Jesús, a la lengua que Él hablaba, algo así como:
“sucede con el Reino de Dios como cuando un propietario, etc.”. Eso es la forma, es decir, no es en

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sí el Reino de Dios el semejante a un intendente deshonesto que hizo tal cosa, no, sucede con el
Reino de Dios lo que sucedió con el mayordomo etc. que hizo tal cosa.
Bien, entonces, la predicación de Jesús al pueblo en parábolas, ya hemos visto que tiene una
especie de finalidad y es desplazar un pueblo para conseguir otro, no se trata simplemente de sacar
a Israel para traer a otro que podía ser el pueblo romano o griego, se trataba de un pueblo, de un
tipo de gente que se había apoderado de la ley, de los profetas, de la revelación, etc., cambiarlo por
otro que podían ser sus discípulos que también eran judíos, etc., o si venían de otros países. Jesús
no pensaba mucho en eso, Él predicó dentro de Palestina.
Entonces, ese cambiar de pueblo, lo hacía mediante las parábolas. Mediante las parábolas Él
iba haciendo algo más que anunciar el Reino, lo iba preparando.
Es interesante que según Marcos en al Cáp.4, versículo 13, cuando los discípulos le
preguntan que no entendieron la parábola del sembrador, Él les dice: “¿No entendéis esta
parábola? entonces, ¿cómo vais a comprenderlas todas?". Es decir, que se supone que el pueblo
nuevo de Israel va a comprender todas las parábolas porque precisamente, en las parábolas está el
secreto del Reino.
Fíjense la importancia de conocer el secreto del Reino. Si se trata de un anuncio de que el
Reino lo quiera o no la gente va a venir, ¿qué interesa conocer o no el secreto del Reino de
antemano?
Pero si se trata de un proyecto que hay que realizar, hay que conocer su mecanismo interno
para ser colaboradores del Reino. Entonces Jesús a sus discípulos les dice: ustedes tienen que
entender todos los secretos del Reino, la totalidad de los secretos del Reino para poder colaborar en
el proyecto.
Es interesante que unos se van acercando, diríamos, al proyecto de Jesús en la medida en
que entienden las parábolas, los que no sirven se van alejando del proyecto de Jesús con rabia por
las parábolas y los que son colaboradores tiene que entenderlas todas porque en las parábolas -les
dice Jesús- “a ustedes se les ha dado conocer el secreto del Reino de Dios”. No cuando va a venir,
sino qué hacer para que venga. O sea que es interesante ver como segundo punto, la predicación
global de Jesús, que tiene lugar en parábolas.
Esa predicación en parábolas, entonces, que sus colaboradores tienen que entender en su
totalidad porque son los secretos del Reino, es lo que vamos a tratar un poco de ver, de estudiar, de
dar una visión de conjunto de la mayoría de las parábolas, a ver que es lo que quieren decir con
respecto al reino, a cómo es el Reino, o cómo vienen, etc.
Para eso tenemos que entender primero el contexto general.

El contexto de las parábolas.

Fíjense que las parábolas en realidad son una continuación de las bienaventuranzas. ¿Por
qué? Recuerden ustedes que las bienaventuranzas originales están dirigidas a los pobres, a los que
lloran, a los que tienen hambre, es decir, a los que sufren, a los que están en una situación
inhumana. El reino de Dios viene para sacar de su situación precisamente a los que vivían
inhumanamente en Israel. El Reino es una revelación del corazón de Dios que no puede estar
satisfecho si hay gente que vive en una situación inhumana. Aún en una situación inhumana física.
Las bienaventuranzas no se dirigen directamente a ellos pero toda la actitud de Jesús que cura a los
posesos por el diablo, parálisis, sordera, mudez, etc., aparece como sacándolos de esa situación
inhumana, porque eso es el Reino.
Eso es lo que aparece en las bienaventuranzas. El título "pobre" se refiero a aquellos que
están visiblemente en una situación que no es humana, por la miseria que tiene, por el desprecio
que se tiene de ellos, por lo que sea. Sin embargo, después cuando vimos de quién es amigo Jesús,
nos encontramos con que es de publicanos y pecadores. Publicanos no significa publicanos buenos
y pecadores, sino de los publicanos, que haya pecadoras y hombres más pecadores. O sea que,
amigo de pecadores...
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Ahora bien, ¿por qué se llama Jesús amigo de pecadores? Precisamente porque pobres y
pecadores era prácticamente lo mismo en Israel. ¿Por qué? Porque pobres es la situación física
social en que están esas personas. En cambio pecadores, es lo que llamaríamos en lenguaje
moderno la ideología. Ustedes saben que con las ideologías (en el sentido peyorativo de la palabra)
se tapa una injusticia social o una situación inhumana dando un pretexto para ello. Por ejemplo
decimos: el obrero uruguayo es perezoso, eso es una ideología en el sentido de que ocultamos qué
gana el obrero uruguayo y qué seguridad tiene de trabajo, etc., etc. Es decir, que muchas veces nos
valemos de otra palabra para hablar de una persona con la cual ocultamos la situación inhumana en
que esa persona está y la justificamos.
En Israel, los pobres no tenían ni educación, ni medios de preocuparse de la ley, de la
observancia de la ley, etc. Entonces, la forma ideológica de tratarlos era precisamente olvidarse de
su situación real y atribuírsela al pecado en que estaban. Es decir, yo los llamo pecadores y con eso
todo queda justificado. Israel es el pueblo de Dios donde los buenos están bien y los malos están
mal. Simplemente yo me olvido de que hay pobres, me olvido de que hay gente deshumanizada,
etc., juzgo y justifico eso llamándolos pecadores. Esos son los amigos de Jesús.
No son dos categorías sino una sola, la que si se toma desde el punto de vista de su situación
física y social son los pobres, deshumanizados, marginados, los que lloran, los que tienen hambre,
si se los toma desde el punto de vista ideológico, son llamados pecadores.
Es decir, "amigo de publicanos y de pecadores”, no se acuerdan de decir “amigo de los
pobres” porque eso lo colocaría a Jesús inmediatamente en una situación de honor, lo llaman
amigo de pecadores ¿por que? porque dijo: bienaventurados los pobres, porque dijo felices los
pobres, todo el mundo sabe precisamente a quiénes se refiere.
Entonces, frente a esa situación en que se mezcla la situación social con la ideología, es muy
importante plantearse: si el proyecto de Jesús es el Reino, que van a poseer los pobres, es muy
importante prepararlos a buscar ese Reino, es decir, a luchar por ese Reino, a salir de la situación
en que están.
Ahora, ¿cómo salen los pobres de la situación en que están? Fundamentalmente, cortando su
situación social de la situación ideológica. Es decir, no aceptando la explicación que se da de que
son pobres porque son pecadores.

¿Quiénes son los pecadores?

Entonces, es fundamental, que el pobre se dé cuenta de que Dios no piensa como las
autoridades ideológicas de Israel que son los fariseos. Que Dios no piensa que los pecadores sean
ellos sino que al revés piensa que los pecadores son los que oprimen, los que hacen pobres en
Israel. ¿Por qué? porque precisamente los pobres, y eso es el efecto de la ideología, se han
convencido ellos mismos de que son pobres con razón porque son pecadores. Recuerden la
parábola del publicano y del fariseo: el publicano ni se atreve a levantar la vista porque dice: ten
piedad de mí Señor porque soy un pecador, en cambio el fariseo dice: gracias a Dios que no soy
como ese pecador, que soy justo, etc., etc. Y el final de la parábola es: el pecador resultó no
pecador porque fue perdonado y el que se decía justo volvió a su casa en pecado.
¿Ven? quiere que abandonen la ideología y que piensen como Dios, y Dios piensa
precisamente que para ése que está deshumanizado, tiene que venir el Reino en primer lugar para
sacarlo de esa situación.
Entonces, ¿qué pasa? Pasa que las parábolas, que tenemos nosotros en el Evangelio, y esto
es importante, son esencialmente polémicas. Ése es el contexto general de las parábolas: polémico
y anti-ideológico.
En general las parábolas las usamos de una manera moralizadora. En la Iglesia se usan para
dar contenidos morales, para sacar, como se dice comúnmente, moralejas, es decir, cómo hay que
actuar. Los exégetas han descubierto que ya en la época en que se escriben los evangelios, ya sacan
moralejas de las parábolas que no tienen nada qué ver con las parábolas. ¿Por qué? porque ya se
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empezaron a predicar en las comunidades cristianas las parábolas y como eran polémicas, contra
las autoridades de Israel y las autoridades de Israel habían desaparecido del mapa, ¿qué hacer con
las parábolas? Hay que sacarles una moraleja para los cristianos.
Pero las parábolas no estaban hechas para los cristianos, estaban hechas para luchar contra la
ideología de los fariseos y de las autoridades de Israel, para enseñarles a los pobres que no
aceptaran la ideología que le presentaban, la justificación que les daban las autoridades de su
situación inhumana.
Entonces, como esa situación se pierde, la Iglesia empieza a usarlas de una manera que no es
la verdadera. Por ejemplo, ustedes tienen la parábola de los viñadores, de los obreros que van a
trabajar a la viña a distintas horas y al final, el dueño cuando les da un denario a cada uno, resulta
que protestan los que trabajaron desde el principio del día porque se les da el mismo salario que a
los que trabajaron nada más que la última hora. Entonces el dueño dices: “¿Acaso yo no puedo ser
bueno con lo que es mío?'' es indudable que eso se refiere a ese nuevo pueblo que va a trabajar
menos que todo el antiguo, los fariseos, etc., que se escandalizan de que a los pobres se les dé el
Reino cuando ellos trabajaron más, cuando ellos se preocuparon más de la ley, etc.
Fíjense, ellos son los que merecen más, y en cambio Dios les va a dar el Reino a los pobres
que no merecen nada. Entonces, “Si yo quiero ser generoso, ¿tú me lo vas a impedir?”. No. Pero
¿cuál es la moraleja que el mismo Evangelio saca de la parábola? ''Muchos de los primeros serán
últimos y los últimos primeros”. Uno dice: ¿y qué tiene que ver eso con la parábola? lo que pasa es
que dentro de la parábola está el orden de pago que se hace. Cuando termina el día, y el dueño de
la viña le dice a su administrador que pague a los obreros, que les de un denario a cada uno, dice:
“comenzando por los últimos”. ¿Por qué? No hay que ser muy vivo para darse cuenta,
“comenzando por los últimos” porque la parábola quiere hacer que los primeros protesten,
entonces tienen que estar presentes. Si empieza a pagar por los que llegaron primero a trabajar,
después que les pagan se van y no hay nadie que proteste al final. Entonces dice: empiece a
pagarles por los últimos para que los primeros protesten. Es un procedimiento literario obvio para
que puedan protestar. Y entonces el evangelista dice: ah, comenzó por los últimos, y terminó con
los primeros y se acuerda de otra enseñanza de Jesús que dijo una vez: “Los primeros serán los
últimos, el que se humilla será ensalzado y el que se ensalza será humillado, etc.”
Entonces de la parábola que es polémica contra los judíos, se saca una moraleja que no tiene
nada que ver.
Cuando se escriben los evangelios, ya no están las autoridades de Israel, el contexto es otro
que no es el original.
Entonces yo les propongo ver simplemente la próxima vez las parábolas de Jesús, vamos a
tratar de ver el contenido completo de esa predicación de Jesús, tomando precisamente las
parábolas polémicas más claras.

3ª CHARLA

Síntesis anterior:
Estábamos viendo, la vez pasada, la alternativa de si Jesús había simplemente anunciado el
reino de Dios que había de venir o si era en realidad un proyecto, exigía una preparación, exigía
por lo tanto una línea de parte de Jesús y una colaboración de parte de los hombres, etc.

Lo primero que veíamos, que en la comparación aparecía más claro, que en Juan el Bautista,
sí, era un anuncio de algo que iba a venir y que el anuncio tenía por objeto simplemente hacer un
último esfuerzo ante la inminencia del acontecimiento para salvar a los que se convirtieran,
simplificando al máximo las cosas. En cambio, nos parecía que el anuncio de Jesús apuntaba
mucho más a algo que realizar, donde Jesús tenía su parte y los discípulos también.

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Después vimos el estilo de vida de los dos profetas.

Parábolas…
Vamos a ver ahora, la predicación global. Jesús hablaba y predicaba normalmente en
parábolas y la mayor parte de las veces que habla del Reino de Dios, busca parábolas para explicar
qué es. Entonces es aquella frase que repite continuamente en el Evangelio: “sucede con el Reino
de Dios como cuando...tal cosa”, o sea que nos va a explicar qué es el Reino precisamente por
parábolas. Y además sabemos, sobre todo por exégetas conocidos como por ejemplo Joaquín
Jeremías, que tiene un libro que se llama “Parábolas de Jesús'', que la mayor parte de éstas son
polémicas, es decir, están dirigidas a los enemigos de Jesús.

Cuando hoy las leemos, hasta cierto punto las sacamos de su contexto y tratamos de darles
un sentido moral, sin embargo en el momento aquel las parábolas tenían una punta polémica contra
los adversarios de Jesús, es decir, contra los enemigos del Reino.

En cuanto al número, es muy difícil decir cuántas parábolas hay en el Evangelio. ¿Por qué?
Porque hay “parábolas-comparaciones” más o menos chicas, más o menos largas, etc. Jeremías
cuenta 38, es decir, un poquito menos de 40. Nosotros vamos a ver muy rápidamente, así nada más
que para recordar, para reinterpretar, 21 parábolas que son evidentemente polémicas. O sea, más de
la mitad son polémicas, otras no sabemos en qué contexto Jesús las dijo, como por ejemplo: "El
Reino es una semilla que crece lentamente”, etc. Puede haber sido un contexto polémico, porque
los enemigos decían que no se veía el Reino y Jesús contestar a eso, pero no tenemos datos sobre
esto.

Vamos a analizar entonces las parábolas polémicas de Jesús y las vamos a dividir en cuatro
grandes grupos y vamos a ir viendo por qué.

1) Los que no están preparados para el Reino.


En primer lugar están las parábolas que generalmente se usan para hablar de vigilancia, de
estar vigilando, de estar preparados y de alguna manera sí implican eso, pero Jesús las usó
polémicamente contra los que no estaban preparados para el Reino, es decir, contra los que no
deseaban el Reino ni lo esperaban. Entonces, es interesante recordar alguna de las parábolas.
Ustedes pueden buscarlas, leerlas, yo no las voy a leer, pero voy a indicar rasgos que ustedes
recordarán y a través de ellos vamos a ir viendo lo que tiene relación con el Reino.

Primera parábola: el rico insensato (Lc 12, 16), el que acumula aquello que no sirve para
el Reino, aquello que justamente el Reino le va a sacar. Es aquél que dijo: Bueno, basta de trabajar,
ya acumulé suficiente trigo en mis graneros, ahora tengo para el resto de mi vida para regocijarme,
para tener banquetes, para vivir bien, etc. Es decir, tiene una finalidad que no es la del Reino. Los
bienes que él tiene son precisamente los que el Reino le va a sacar. Para eso Jesús usa la
comparación de la muerte. Fíjense que la muerte es una comparación. La muerte no es el fin de
todas aquellas cosas que el Reino va a sacar. Los hombres acumulan cosas que el Reino les va a
sacar, no solamente por la muerte, se las va a sacar simplemente cuando venga. Porque el Reino
viene para los pobres, para que todos los que tengan hambre sean saciados, etc.

Fíjense que no es entonces la parábola del rico insensato para decir: “esté vigilando”, no,
simplemente es una parábola para decir: miren un hombre que acumuló justo las cosas que el
Reino de Dios le iba a sacar en el momento en que iba a empezar a gozarlas. Nosotros utilizamos
esa parábola para decir: hay que estar velando, pensando en el día de la muerte, y no es ésa su
finalidad.,

Fíjense: los que no esperan el Reino, ¿por qué? porque se confían en una acumulación que
es precisamente la que va a destruir el Reino cuando llegue.

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En varias de las parábolas que tienen relación con esta espera del Reino, un elemento que
encuentro importante es: la tardanza. Está en la parábola del portero, del esclavo que lo ponen
al servicio de la puerta en Marcos 13, 33 y sobre todo está en el mayordomo de Mateo 24, que
probablemente es la misma que cita Marcos, pero que Mateo la tiene más desarrollada.

Es interesante que también aquí Jesús no aparezca como alguien que anuncia una catástrofe
inminente sino como algo que tarda, aunque puede referirse a la tardanza desde el tiempo de los
profetas hasta su tiempo. En muchas de estas parábolas está que el dueño de la casa se va y deja a
alguien encargado, por ejemplo, de los talentos, de las llaves de la casa, de las llaves de la despensa
para darle a cada uno de la casa su alimento, etc. y después añade el Evangelio: “y tarda”, y como
tarda, la persona se olvida de su responsabilidad y hace otra cosa. Es el caso del sirviente que está
a la puerta, sobre todo en el caso del mayordomo que es la parábola más clara en este caso, Jesús
se refiere a los adversarios, es decir, a los que dominan a Israel que ya se han olvidado para qué se
les entregó la revelación de Dios. Dios se la entregó y en cierto sentido como que se fue, y ellos se
han olvidado de la intención primera de qué hacer con la revelación. ¿Y qué hacen? ¿Recuerdan la
parábola del mayordomo (Lc.12) cuando dice que no sabe cuál es el momento de la vuelta?

Es importante además, como en gran parte de las parábolas, que Jesús se refiere a una
autoridad delegada: el mayordomo es una autoridad que está delegada entre la autoridad superior
del dueño de la casa y los demás esclavos que están debajo de él. Esto va a aparecer en muchas
ocasionas en las parábolas, es decir el dueño, después los arrendatarios, los mayordomos, los
intendentes, es decir, los que han recibido los talentos y los que deberían recibir los frutos de eso.

Aquí también el Señor pone a uno de sus esclavos al frente de los bienes de su casa con la
intención de que les distribuya el alimento a todos a su debido tiempo, es decir, que gobierne su
casa de tal manera que todos estén protegidos. ¿Qué pasa? El dueño tarda. ¿Y qué dice la parábola?
Que el mayordomo empieza a usar de la autoridad que se la dio para la casa para golpear, maltratar
y tener con hambre a los otros siervos.

Fíjense el contenido polémico de la parábola, si ustedes entienden esto, verán que Jesús está
hablando de las autoridades de Israel. ¿Qué han hecho con la responsabilidad que Dios les dio?
Pues lo que han hecho precisamente es utilizar la interpretación de la ley para justificar la pobreza,
el hambre, la aflicción en Israel. Entonces, viene el dueño y cambia la situación. Es lógico que lo
que menos desea ese mayordomo es la vuelta del dueño.

El Reino de Dios viene a restablecer la intención primera con que Dios dio todos sus bienes
y puso autoridades delegadas para que no hubiera pobres en Israel, para que no hubiera quien
llorara, ni sufriera hambre. ¿Ven? el Reino de Dios aparece entonces como algo que no están
esperando, más aun, que no les agrada para nada a todos aquellos que han usado de su
responsabilidad para oprimir a los demás.

Por lo tanto, la parábola no es estar vigilando, es no usar mal, como se ha hecho hasta ahora,
la responsabilidad recibida. Ese es el sentido de la parábola. No se trata simplemente de estar
vigilantes pensando en el día de la muerte o cosa por el estilo, esa idea de la venida del Reino no es
eso. La parábola es polémica y dice: aquellos no esperan el Reino, simplemente porque han usado
de su autoridad delegada para oprimir a los demás. Lógicamente el Reino se las va a quitar, los va
a castigar por eso y va a hacer felices a los pobres, a los que ellos han oprimido, a los que ellos han
maltratado, etc.

Es importante que algunos estén en una actitud neutral con respecto al Reino. Las
autoridades de Israel no le tienen miedo pero tampoco lo esperan activamente, diríamos, haciendo
algo. ¿Por qué? Porque se consideran que siempre van a tener derecho a ese Reino, porque son las
autoridades, porque son los responsables, etc.

Ésta es la parábola de las 10 doncellas o de las 10 vírgenes que aparece en el Evangelio


(Mt 25, 1). Ustedes recuerdan que van al encuentro del esposo que viene de la boda para unirse al

23
cortejo con lámparas para la fiesta y otra vez el esposo tarda (fíjense, la tardanza esa que es el
origen de que las cosas en Israel se hayan dado vuelta y no sean lo que deben ser) y entonces todas
se duermen. No hay absolutamente ningún reproche por estar dormidas, entonces, esa parábola no
es tampoco para estar vigilando, porque Jesús no reprocha a nadie que esté dormido, lo que pasa es
que hay algunas que no están preparados para una espera. No se trata de que se hayan dormido o
no, sino de que no han tomado las providencias necesarias para la espera. Entonces, cuando viene
el esposo, no tienen aceite en sus lámparas y en cierto sentido tanto les da, bueno, va a haber una
pequeña tardanza mientras van a buscarlo al negocio y luego vienen y llaman como quien exige un
derecho. Saben que están designadas para entrar con el esposo. Y el esposo sale y les dice:
¿Quiénes son ustedes? No las conozco y les cierra la puerta y no entran.

Esta es la parte polémica, ¿ven? Es decir, la parábola no es porque se durmieron, la parábola


es: ustedes se descuidaron porque creían tener derecho al Reino y al Reino no tiene derecho
nadie. El Reino es una responsabilidad y ustedes pensaron que de una manera o de otra iban
a entrar y el Reino les responde precisamente: no los conozco.

La parábola termina en forma polémica: ¿Quiénes eran esas vírgenes necias, doncellas
tontas? Las autoridades de Israel que precisamente no esperaban el Reino porque decían: venga o
no venga, nosotros vamos a entrar de todos modos y, no entran.

Con esto está diciendo Jesús, para quiénes es el Reino, quiénes van a formar parte de él y
quienes no van a formar parte de él y la polémica es precisamente contra los adversarios del Reino,
contra los fariseos, y las autoridades de Israel.

Otra parábola que pertenece a este grupo es la parábola del mayordomo infiel (Lc 16, 1)
que ustedes recordarán. También aquí es una cosa difícil de explicar por qué Jesús lo alaba después
de todos los chanchullos que hace con las propiedades de su dueño. Ustedes se acuerdan que el
mayordomo infiel está muy tranquilo hasta que un día le dicen: ¡ojo! se acabó la responsabilidad,
te la sacamos de encima y se te van a pedir cuentas de lo que has hecho.

Entonces, es interesante, en el poco tiempo que queda, cómo lo aprovecha ese mayordomo
infiel: llama a los deudores del dueño y en lugar de la deuda grande que tenían les hace hacer vales
por deudas mucho menores, de tal manera que se hace amigo de ellos. ¿Quiénes son los que no
pueden pagar? los pobres. Entonces, ¿qué es lo que hace, según el Evangelio, el mayordomo infiel
y que Jesús le dice que está bien hecho y que fue prudente en hacerlo? El Evangelio dice: “Se hace
amigos en las moradas eternas”, se hace amigo en las moradas del Reino. ¿Cómo se puede usar,
en el breve tiempo que uno tiene los bienes que se tienen? simplemente para hacerse amigos de
aquellos para los que viene el Reino.

Si el mayordomo no hubiere hecho eso, simplemente no hubiera tenido amigos que lo


reciban en sus moradas en el Reino, es decir, es el que entra de apuro en el Reino, diríamos, se
cuela, y no es pobre, pero tuvo la sabiduría de, a último momento por lo menos, hacerse amigo y
aliviar la suerte de los pobres y haciéndolo entra en las moradas eternas de refilón, por decirlo así,
como amigo de aquellos a quiénes el Reino pertenece.

No se trata de una parábola para “velar”, es una parábola polémica para decir: miren, ustedes
ni siquiera ahora que se les anuncia que viene el Reino, se deciden a hacerse amigos y aliviar la
suerte de aquellos para los que viene el Reino.

Una más que me olvidaba de señalar en este primer grupo es la del ladrón nocturno que
tiene el mismo contenido que la del rico insensato. Está en Mateo 24, 43. Jesús dice: “Velad,
velad”. Aquí está otra vez la deformación de las parábolas que los mismos evangelistas hacen para
darnos un contenido moralizador. Es interesante, y ya van a ver ustedes como no tiene nada que
ver con la parábola “Velad pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor”. O sea, la
exhortación es a velar, a estar despierto.

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Una de las objeciones que se pueden hacer es que nunca se puede estar despierto siempre,
hay que dormir a sus horas. Y después sigue: “Entendedlo bien, si el dueño de la casa supiese a
qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no dejaría que le horadasen su casa,
por eso también vosotros estad preparados porque en el momento en que no penséis vendrá el
Hijo del Hombre”.

La parábola dice: es inútil estar despierto, “porque en el momento en que menos penséis
vendrá el Hijo del Hombre”. Es decir, si el dueño de casa supiese en qué momento lo van a robar,
estaría allí con un arma en la mano, pero como el ladrón va a venir en el momento menos pensado,
y se va a hacer informar si el dueño de casa salió de vacaciones de primavera o no, etc., es inútil
que esté el dueño de casa tomando café toda la noche y todas las noches para esperar la venida del
Hijo del Hombre.

La parábola originalmente es: no hay manera de escapar del Reino, porque el Reino va a
deshacer todo cálculo humano. Es imposible estar pensando: ahora viene, entonces, ahora voy a
esperar… El Reino es imprevisible como el ladrón nocturno, viene cuando no se lo espera. Por lo
tanto, la moraleja no es estar preparado en el sentido de estar despierto, cosa que es absolutamente
imposible, sino de renunciar a los bienes que el ladrón se va a llevar.

El Reino es el ladrón que se va a llevar los bienes acumulados por nosotros y que tenemos
guardados en la casa con siete llaves y siete candados. Es decir, es una exhortación a hacer como el
mayordomo infiel y hacerse amigos de los que precisamente van a hacer introducir a las personas
que han usado de esos bienes en el Reino. Pero, ¿qué pasa? La Iglesia no sabe como predicar esto,
que es una parábola polémica contra las autoridades de Israel, entonces lo predica en el sentido de
estor despierto siendo así que la parábola dice: es inútil estar despierto porque va a venir en el
momento menos pensado y se van a llevar los bienes que estaban acumulados allí. La casa es el
lugar donde se acumulan los bienes y esos bienes van a salir de allí, el Reino los va a sacar para
distribuirlos entre los pobres, los necesitados, etc.

Entonces, la moraleja no es estar despiertos, cosa imposible, sino es hacer algo con los
bienes que le permitan a esa persona pasar por el Reino sin perderlo todo, como lo van a perder las
autoridades y los ricos en Israel.

Por lo tanto, primer grupo de parábolas: los que no están preparados, no porque no estén
sicológicamente en vela, sino porque han acumulado las cosas que el Reino se va a llevar, porque
no las han utilizado para aquello que el Reino va a conservar, por ejemplo: la amistad con los
pobres. Ese es el sentido polémico de este primer grupo. Las vemos muy rápidamente, pero si
ustedes las han leído, van a poder gustarlas mucho más después en la explicación y se van a dar
cuenta de la riqueza increíble que tienen desde el punto de vista de la preparación del Reino.

2) Los Dos Grupos y La Alegría De Dios.

El segundo grupo de parábolas, entonces, podría ser esa separación en dos grupos. Israel está
separada en dos grupos, en las bienaventuranzas están muy claros: felices los pobres, los que
lloran, etc., y ay de los ricos, de los que acumulan, de los que están hartos, de los que ríen ahora
porque llorarán después, etc. Es decir, está el grupo de los ricos y poderosos que precisamente
hacen pobres y marginados en Israel, a través de su ideología, considerándolos pecadores, etc., y
“poniéndoles cargas que ellos no quieren llevar" como dice Jesús y está el grupo de los que sufren
en Israel y para ellos viene el Reino. El corazón de Dios está conmovido con el sufrimiento de
Israel y ésa es la revelación de Jesús, y viene para que ese dolor no exista, para que ese dolor cese.

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Bien, entonces, aquí, aparecen los dos grupos, y la alegría de Dios, ¿en dónde se sitúa?
¿Dónde tiene Dios su mayor alegría? En primer lugar tenemos la parábola del rico y de Lázaro
que trae Lucas en el Cáp.16. En la parábola aparece el rico, que se llama Epulón porque epulón en
latín significa el que come mucho, dice que todos los días tenía grandes banquetes, etc., y estaba
Lázaro, el pobre, con llagas, etc. a la puerta de la casa.

Una cosa interesante que tenemos que observar en la parábola, es que al rico nunca se le
atribuyen malas cualidades morales, es extraño: en la parábola no se dice que fuera despiadado,
que fuera un avaro, que insultara a Lázaro, etc. No hay ninguna calificación moral del rico,
simplemente la descripción de lo que es la riqueza: la riqueza es esto. Y luego, la descripción de
Lázaro, también sin ninguna calificación moral, no se dice que Lázaro fuera pacientísimo, no se
dice que Lázaro no le mandara cada injuria al rico que lo hiciera polvo por lo menos verbalmente,
o que blasfemara como un loco ahí mientras venían los perros a lamerle las llagas, no se dice nada,
simplemente quo uno tenía una suerte, un destino, y otro, otro.

Y precisamente eso es lo que va a aparecer al final de la parábola cuando después de la


muerte aparezca el rico sufriendo las llamas, la sed, etc. y el pobre Lázaro en el seno de Abraham,
es decir, recostado sobre el pecho de Abraham. Ustedes saben que los romanos comían reclinados,
no sentados en la mesa, sino acostados, de tal manera que uno quedaba siempre con la cabeza
delante del pecho del otro. Así estar en el seno de Abraham significa estar sentado, recostado con
Abraham en el banquete. El banquete es sinónimo de la alegría. Esos banquetes que tenía el rico en
la tierra, en esa realidad después de la muerte los tiene precisamente Lázaro y no el rico, con
Abraham que es la compañía mejor que puede tener un judío.

Es interesante que cuando el rico le pide que Lázaro lo ayude, Abraham le de la razón por la
cual eso es imposible y le dice: “Hijo” (muchas veces cuando se dice así “hijo” o “amigo” en el
Evangelio es para dar palo a la persona ¿no? es una fórmula de buena educación para después
pum), “…recuerda que en tu vida, tú tuviste siempre bienes y Lázaro por el contrario males,
conviene por lo tanto que ahora sea él aquí el beneficiado y tú seas el perjudicado”.

No hay en esta parábola, ni al principio ni al final, ninguna cualidad moral que esté puesta.
Si ustedes recuerdan un poco el escándalo de las bienaventuranzas era: ¿cómo pueden ser
declarados felices los pobres sin decir que son los pobres buenos, eh? no los pobres malos que
blasfeman de Dios, que no están conformes, etc., ¿cómo puede ser? Simplemente lo que pasa es
que Dios no puede soportar precisamente el sufrimiento de esas personas y entonces viene el Reino
de Dios. Es una especie de cambio para que los que han tenido solo sufrimiento tengan ahora
alegría. El derecho de los pobres no es su buena conducta y la alegría de Dios es que no sufran. O
sea, los que estaban en la tierra en una situación de sufrimiento, pasan ahora a una situación de
alegría. Eso diríamos es lo único que la parábola dice. Agrego además que es inútil que un muerto
resucite, que aquellos que tienen riquezas las van a seguir usando y que es inútil que mande
Abraham a alguien que resucite porque no le van a hacer caso.

Es interesante también, y aquí está un poco más clara todavía la punta de la polémica, la
parábola del banquete (Mt. 22, 2-4 o Lc. 14, 16) Recuerden ustedes que en un caso es el rey, en
otro un personaje el que hace el banquete, en todo caso manda a decirle a sus invitados normales, a
sus amigos corrientes que el banquete está preparado y que vengan. Entonces ellos empiezan a dar
excusas que no, que compré una yunta de bueyes y tengo que probarla, y otro que está en la luna
de miel y no tiene tiempo. Simplemente ellos están ocupados en otra cosa.

Parecido a la seguridad de las vírgenes necias: que si no es hoy será mañana, y que si no voy
yo quizás ni siquiera haya banquete porque de todas maneras yo soy el amigo. Por lo tanto, la
seguridad (diríamos) de las autoridades de Israel de que Yahvé no va a hacer nada importante sin
ellos.

Entonces el Señor les dice: “Id pues a los cruces de los caminos y a cuantos encontráreis
invitadlos a la boda”. ¿Por qué a los cruces de los caminos? Simplemente porque ahí andaban los
mendigos. ¿En dónde se va a encontrar lo más pobre en las sociedades primitivas? A la vera del
26
camino pidiendo limosna. “Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que
encontraron, malos y buenos, y los metieron dentro”.

No se trata de que los pobres sean unos angelitos, se trata de que son buenos y malos, pero
precisamente son pobres y por eso entran en el banquete. En cierto sentido es una reproducción
de la primera bienaventuranza, pero el otro grupo es el de los que se creen con derecho. Están los
dos grupos. Los primeros invitados, contra los cuales toma represalias el dueño del banquete, y la
primera es que no van a asistir al banquete ni hoy ni otro día (según otros evangelistas todavía
toma represalias más importantes), son precisamente los que dominan a Israel.

¿Y quiénes son los que van a formar parte de la alegría? (banquete es sinónimo de alegría)
Precisamente los pobres, buenos y malos.

Y ahí termina la parábola en Lucas, pero ¿qué pasa con Mateo? Ustedes se acordarán que ya
dijimos, cuando hablamos de las bienaventuranzas, que Mateo es muy prudente desde el punto de
vista moral, nunca le gusta dejar dudas que se puedan interpretar como una especie de manga
ancha moral, entonces, le añade (que no tiene relación ninguna con la parábola): están todos los
pobres contentísimos en el banquete, y ¿qué pasa? “Entró entonces el rey a ver a los comensales”,
es decir que va y pasa revista, mira a todos los que están sentados a la mesa, (recuérdese que son
mendigos que están a la vera de los caminos, buenos y malos) “y al notar que había allí uno que
no tenía traje de boda le dijo amigo…” (Otra vez, ¿ven? “amigo”, paf, palos) “… ¿Cómo has
entrado aquí sin traje de boda? Y él se quedó callado, entonces el rey dijo a los sirvientes: Atadle.,
de pies y manos y echadlo a las tinieblas de fuego”.

Esto cae “como pedrada en ojo de boticario”, no tiene nada que ver con la parábola, miren si
el mendigo en el camino iba a estar con una valijita con un traje de bodas para cambiarse si por las
dudas lo llamaban a un banquete, ¿no? Es decir, es lógico que los pobres y lisiados y todos
entraran al banquete como estaban y tanto más si son pobres, pero Mateo, por las dudas para que
nadie vaya a pensar que el malo puede quedarse, le añade que lo van a sacar. Es por eso que en las
bienaventuranzas Mateo no dice: “Bienaventuradas los pobres”, sino que pone virtuosos en lugar
de pobres: “pobres de espíritu”, no: “bienaventurados o felices los que tienen hambre” sino ''los
que tienen hambre de justicia”, por las dudas, porque en los que tienen hambre puede haber
glotones y cosa por el estilo. Entonces, para que no haya confusión él les añade virtudes. Pero la
parábola en sí, es para dividir los dos grupos.

¿Y con quiénes se queda Dios finalmente? Con el que sufría y no con los que parecían ser
sus amigos.

Después de esto vienen los tres parábolas que se llaman de la alegría, que están juntas en
Lucas y en las cuales, Mateo sólo tiene una que es la oveja perdida. Son parábolas de cosas
perdidas el hijo perdido (Lc 15, 11) (pródigo), la dracma perdida (Lc 15, 8) y la oveja perdida
(Lc 15, 11) Y siempre el interés de Dios está en la dracma perdida y no en las nueve que tiene ahí
guardadas, es decir, le falta una y se pone como loca la mujer hasta que la encuentra y entonces
hace una fiesta. ¿Por qué no hizo una fiesta por tener nueve? No, hace una fiesta porque recobra lo
perdido.

Lo mismo pasa con la oveja, las noventa y nueve las deja allí y se va a buscar a la otra, y sin
que ésta haga ningún gesto de arrepentimiento, ni nada, la pone sobre sus hombros y la trae y dice:
“Hay más alegría por alguien recobrado que por cien que no tuvieron necesidad de serlo”. Jesús
dice: “Yo vine por los ovejas perdidas de la casa de Israel”, es decir, la preocupación de Dios es lo
perdido, lo que estaba abandonado, lo que estaba sufriendo.

Lo mismo en el caso del hijo pródigo. El hijo pródigo se va y el padre parece que no piensa
en otra cosa más que en la vuelta porque apenas aparece en el horizonte, antes de que el hijo vea al
padre, ya el padre lo ha visto que vuelve y sale al encuentro, corre a su encuentro y le da lo mejor
de la casa, y mata al novillo gordo para hacer una fiesta.

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¿Cuáles son los dos grupos acá? El hijo menor, el hijo pródigo y el hijo mayor que no
comparte la alegría del padre (parábola polémica con respecto a las autoridades de Israel) y vuelve
indignado porque se hace una fiesta por lo recobrado y no se hace una fiesta por lo que nunca fue
perdido que es él, que siempre estuvo allí. Y el padre le dice "Era justo hacer una fiesta porque tu
hermano estaba perdido (fíjense, lo perdido) y ha sido hallado”.

Jesús, todavía, sin decir nada sobre si son buenos o malos los pobres dice: miren, allí donde
hay sufrimiento, allí está alegría de Dios, en rescatar al hombre de esa situación de perdido, de
marginado, esa situación inhumana del que está separado de lo suyo, del que está separado de su
padre, de la dracma que está separada de los otras, de la oveja que está separada del rebaño. Ahí va
inmediatamente la alegría de Dios. La revelación: Dios está pensando en lo perdido, cualquiera
que sea la causa.

En este país está también lo perdido y estoy seguro que Dios no piensa en la Parroquia de
Pocitos con especial interés. ¿Por qué? Porque aquí hay noventa y nueve justos, ¿por lo menos, no?
y precisamente Dios se está preocupando de lo perdido en el Uruguay como se preocupaba de lo
perdido en Israel y Dios sabe si hay personas y cosas perdidas en este país. No se trata de buenos o
de malos, se trata de que allí donde hay algo perdido, donde hay algo marginado, donde hay algo
que está fuera de lo que debería ser, su patria, su familia, su situación, etc., allí está la alegría de
Dios en volverlo a dónde debe estar.

Son parábolas polémicas frente a la autoridad que precisamente rechaza y pierde al pobre
llamándolo pecador.

Y finalmente, la última parábola de este grupo es la de los que desentonan con Dios, es
decir, los niños de la plaza (Mt 11, 16). Es la parábola de que las autoridades de Israel siempre
desentonaron con Dios. Cuando Dios los llamaba a la alegría, estaban tristes, cuando Dios los
llamaba a la tristeza estaban alegres. Es decir, el desentonar con el Reino de Dios, eso es lo que
han hecho desde siempre las autoridades de Israel. No se han dado cuenta de dónde estaba la
alegría de Dios, no se han unido a la alegría de Dios.

Aparecen ya muy claros en esta segunda serie de parábolas los dos grupos en que está
dividido Israel: lo perdido y lo que parece no perdido, “No tienen necesidad de médico los sanos
sino los enfermos”. Ahora, uno se pregunta: ¿pero no será que los otros están más enfermos
todavía, los que no se alegran? Ah, eso es otra cosa que va a entrar en el tercer grupo de parábolas,
pero por ahora, Jesús da como por sentado que los pecadores son los pecadores, que lo perdido en
Israel está perdido, que los sanos son los sanos y que los enfermos son los enfermos. “No he
venido a buscar a los justos sino a los pecadores”. Pero, ¿no serán más pecadores los que se
llaman justos? Bueno, por ahora Jesús no lo trata.

Creo que se ve, más o menos claro, cómo las parábolas de Jesús tenían que chocar
enormemente una vez que las personas se daban cuenta de a quién se estaba refiriendo y a quién
estaba atacando Jesús. Por ejemplo, la figura del hermano mayor del hijo pródigo, ¿es una figura
clarísima no? y por lo tanto la parábola tiene un sentido polémico muy claro.

Entonces, vimos en los dos primeros grupos de parábolas como Jesús empieza hasta cierto
punto a "des-ideologizar'' a los pobres, es decir, las enseña de alguna manera a perder el miedo que
tienen, a perder la ideología que les han impuesto las autoridades, mostrando que son las
autoridades las que no están de acuerdo con el Reino de Dios, de que el Reino de Dios viene para
ellos y precisamente contra los intereses y contra la mentalidad de las autoridades de Israel. Pero,
en el tercer grupo de parábolas, esta lucha anti-ideológica, para concientizar al pueblo de lo que
debe buscar, de cómo debe liberarse de su situación, de ayudar a la obra de Dios en el Reino, se
hace mucho más clara cuando se muestran otra vez los dos grupos, pero se muestra dónde está el
verdadero pecado. Es decir, frente a aquello de que no necesitan “médico los sanos sino los
enfermos” y “no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores”, bueno, todavía Jesús admite
el lenguaje corriente pero en el tercer grupo de parábolas y en el cuarto Él va a deshacer el
lenguaje corriente mostrando que no es el de Dios, que no corresponde al juicio de Dios.
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3) Los Dos Grupos y El Verdadero Pecado.

Entonces, el tercer grupo de parábolas insiste en cual es el grupo que comete el verdadero
pecado, o sea que el pecado cambia de grupo, en lugar de ser los pobres los que son llamados y
considerados pecadores, Jesús sin negar que también lo sean, dice que el verdadero pecado, el qué
no se perdona, está precisamente entre el grupo que hace pobres. Aquí aparecen también los dos
grupos que antes estaban como divididos, aquí están como relacionados, uno es la causa de la
pobreza del otro, de la opresión del otro y por eso ahí está el verdadero pecado, Jesús lo va a
mostrar.

En primer lugar tenemos la parábola del fariseo y el publicano en Lucas Cáp. 18. Ahí
aparece muy claro esa actitud que margina a los pobres como pecadores, el que este ahí es un
publicano. Por supuesto que se puede discutir mucho si los publicanos eran pobres. En realidad
hay una cosa que es muy importante en esto y que creo que para que no seamos fariseos tenemos
que comprenderla. En un momento dado, Jesús hace la primera bienaventuranza parafraseada de
otra manera, cuando les dice a los fariseos que los publicanos y las prostitutas entrarán antes que
ustedes al Reino de los Cielos Según algunos exégetas de los más importantes como Joaquín
Jeremías, antes tiene el sentido que tiene también en el castellano clásico, “antes caerán las
estrellas que pase una sola de mis palabras”, es decir, no caerán las estrellas, el antes no es
solamente que en la fila que va para el cielo, están en primer lugar los publicanos y las prostitutas,
sino que los demás no van a entrar precisamente.

Es interesante el por qué Jesús pone a dos categorías específicas de pecadores, los
publicanos y los prostitutas. Evidentemente en cualquiera de los dos casos uno puedo dudar de la
situación económica de la persona después que comete el pecado, sabemos perfectamente que en
todas las sociedades hay prostitutas ricas, los publicanos eran los que cobraban impuestos, sin duda
ninguna algunos de ellos eran ricos, lo sabemos de uno, Zaqueo que era jefe de publicanos, no era
un publicano común sino de alta jerarquía. Es muy probable que en las altas jerarquías de los
publicanos hubiera gente rica, probablemente el publicano común no lo era, pero en ambos casos,
el origen del pecado es la pobreza. En ambos casos la persona vende, sea su cuerpo, sea su
actividad a una cosa que es pecaminosa, precisamente porque es pobre.

Es muy importante ver como Dios concede fácilmente el perdón a aquellos que pecan
precisamente porque su pobreza los llevó al pecado, y no concede el perdón a aquellos que
precisamente pecando tal vez mucho menos, con ese pecado desprecian y hacen inhumana la
situación de los demás. Esto es lo que sucede al fariseo en el templo, da gracias a Dios por estar
separado de los demás, es decir, por tener marginado al pecador, “yo no soy como los demás
hombres”, ésta es la actitud que deshumaniza más, la más opuesta al corazón de Dios, “yo no soy
como los demás hombres”, es decir la actitud sin piedad que deja a una persona en una situación
inhumana atribuyéndelo un pecado que no tiene, que usa a Dios para despreciar, para hundir, paro
deshumanizar sobre todo al pobre, en este caso al publicano que está ahí en el templo rezando
junto con él.

El publicano admite su pecado, no se trata de que se convierta, sino que él dice: “Señor, soy
un pecador” y no se atreve a levantar la vista del suelo. Él sabe que es un pecador, él sabe que es
un apartado de la sociedad, porque en el templo está como un extraño, así como también está en la
sociedad de Israel, como alguien mal recibido, etc. Lo importante es el cambio que ocurre al final
de la parábola. ¿Qué es lo que dice Jesús? que el publicano volvió a su casa sin pecado, es decir,
perdonado, y que el fariseo volvió a su casa sin perdón, en pecado, es decir, que no era justo como
él decía, más aún, que tenía un pecado que Dios no le perdonó con su oración. Los dos grupos se
invierten, desde el punto de vista del pecado, los que no son perdonados son los que oprimen, los

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que marginan, los que usan a Dios, la ley, etc., para oprimir, marginar y deshumanizar la situación
de los demás.

Es una parábola sumamente fuerte, polémica y no se trata simplemente de humildad o no


humildad, se trata de que Dios muestra que los que se llamaban sanos y justos en Israel eran los
verdaderos enfermos y los verdaderos pecadores, al revés de lo que se decía.

A Jesús lo llamaban amigo de publicanos y pecadores y no era amigo de los verdaderos


pecadores en Israel, de los pecadores a quienes Dios no perdonaba.

En Mateo 21, tenemos la parábola de los dos hijos, también aquí aparece el cambio del
pecado. Ustedes recuerdan que el padre, que es un agricultor, llama a los dos hijos y les dice que
vayan a trabajar al campo y uno de ellos dice sí y no va, y el otro dice no, y va. Y Jesús pregunta:
¿Quién hizo la voluntad de su padre? Es una parábola sobre Israel, es decir, es un retrato de Israel,
de la sociedad de Israel.

¿Quiénes son los que decían sí a Dios a todas horas? evidentemente los fariseos, las
autoridades, etc. ¿Quiénes son los que decían aparentemente no a Dios? precisamente los pobres
que no guardaban las observaciones de la ley, que no se preocupaban de todas esas prácticas que
los demás tenían como muy importantes, etc.

Entonces, Jesús no recomienda a nadie el decir “No” y no niega que haya un pecado en eso,
pero muestra como a pesar de ese no, hay algo que se perdona, porque luego, de alguna manera se
trabaja para el Reino, hay una ayuda, de alguna manera entre ellos no se marginan (los que son
pobres, marginados, etc.) mientras que los otros sí marginan, los otros, por más que digan “Sí”, no
trabajan para el Reino.

La viña a donde los manda a trabajar se llama Israel, es el símbolo de Israel desde los
tiempos de los profetas. Por lo tanto, ir a trabajar a la viña significa ir a trabajar por Israel y están
los que dicen que trabajan por Israel pero no lo hacen, y la prueba es cómo está Israel. Están los
que dicen que NO y sin embargo hacen lo poco que pueden y por lo menos no tienen ese pecado
que los otros tienen de dominar, que es el gran pecado.

Entonces, teniendo en cuenta el “Sí” de unos con el no trabajo y el “No” de los otros con el
trabajo, Jesús dice: ¿dónde está el pecado? El pecado está en el sí. ¿Dónde está el pecado menor?
En el no con trabajo. Otra vez hay un cambio de juicio de Dios con respecto a las categorías, a los
dos grupos que hay en Israel y que están evidentemente caracterizados uno por el sí, otro por el no,
pero también por lo que hacen en realidad. Jesús muestra como el juicio de Dios entonces cambia,
se invierte y quienes son verdaderos pecadores resultan ser los que aparecen como justos, los que
aparecen diciéndole sí a Dios.

Está también la parábola de los viñadores homicidas en Marcos 12, que ya hemos leído en
otras ocasiones. Ustedes recuerdan, otra vez las autoridades intermediarias, está el dueño de la viña
(otra vez la viña, Israel), que ha preparada todo para que la viña de fruto, luego están las
autoridades intermedias, que son precisamente los arrendatarios, los que arriendan la viña y tienen
que dar fruto, eso tiene que dar fruto a otros, servir a otros y precisamente el dueño de la viña
manda de cuando en cuando pedir ese fruto que va a ir a otras personas. Los arrendatarios, les
pegan, rechazan a los que vienen a pedir frutos, a los que vienen a pedir las rentas debidas, además
de quedarse ellos con una parte del fruto, lo que tenían que dar a los demás no lo dan y cuando
llega el hijo, dicen: “Matémoslo porque éste es el heredero y nos quedaremos con la viña”.

La diferencia entre la situación de arrendatario y la de propietario es que todo el fruto va


para aquel que está dirigiendo la viña, en lugar de ir una parte y otra para otros, ellos se quedarían
con todo Israel. Es el retrato de lo que están haciendo las autoridades con su opresión, quedándose:
con Israel, Israel les sirve a ellos y para eso quieren precisamente matar al heredero para quedarse
definitivamente con él. Esa es la interpretación de la parábola. Otra vez, aunque aquí no aparezcan
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los dos grupos, el pecado fundamental está en la relación de opresión, en que precisamente quieren
quedarse con Israel. ¿Quiénes? Evidentemente los que dominan Israel. Aunque no aparezca el otro
grupo, está presente implícitamente en la parábola.

Cada una de estas parábolas era una tragedia, un conflicto, (si nosotros supiéramos hacer
parábolas hoy podríamos hacer conflictos infinitos, ¿no?) porque lógicamente todo el mundo la
entendía y todo el mundo la aplicaba a quienes debían aplicarla. Y les leo el final, después de decir
Jesús la conclusión de la parábola. “vendrá, dará muerte a los labradores y entregará la viña a
otros”, dice: “trataban de detenerlo…” ¿Quién? Las autoridades, pero tuvieron miedo a la gente.
La gente se daba cuenta que Jesús estaba hablando en beneficio de ellos, está dicha para ellos,
pensando en ellos. Es muy claro, son parábolas que provocan la decisión de eliminar a Jesús, lo
que pasa es que tienen miedo a la gente, hasta que llega el momento en que creen que pueden no
temerle y tomar a Jesús. Pero las parábolas son mortíferas en su conflicto por establecer el reino,
por darle conciencia a los pobres y ciertamente que la adquieren.

Otra parábola es, diríamos, el pecado del grupo llamado de los justos: la amargura ante la
generosidad de Dios, es decir, no pueden sufrir la generosidad de Dios. Esto está en la parábola, a
la cual hicimos alusión ya, los trabajadores de la viña. (Mt 20, l). Son los que van a trabajar cada
uno a su hora, a horas distintas. Están los que trabajan desde la mañana, desde mediodía, desde la
tarde y los que trabajan una sola hora, y precisamente en esta cantidad de grupos están
fundamentalmente los dos grupos: los que se presentan como los que han trabajado desde el
comienzo, es decir, los que guardan las tradiciones de la ley, etc., y los trabajadores de la última
hora, despreocupados por la ley, por las observancias, etc., es decir, los tenidos como perezosos,
como no trabajadores o que trabajan apenas.

Entonces, cuando llega la hora de darlas el salario, Dios da a todos el mismo, hace iguales a
los hombres, no se trata de que Él haga ricos a los pobres, se trata de que todos tengan con qué
ser humanos. Y esto precisamente les choca tanto a los trabajadores de la primera hora que se
amargan de la generosidad de Dios. Y esa amargura es precisamente el pecado. Fíjense otra vez
como entre los dos grupos el pecado pasa a ocupar su verdadero lugar. Hay un pecado en haber
trabajado sólo una hora, tal vez está indicado cuando el dueño va a la plaza y les dice: “Pero, ¿qué
hacen ustedes sin trabajar todo el día? vayan también aunque sea una hora a mi viña”. No se trata
de que no tengan pecado, se trata de que el otro pecado es el objeto de la parábola: la
amargura de que se dé a otro lo mismo.

Cuando Jesús dice cuál es el proyecto del Reino (Lc. 4) en la sinagoga de Nazareth, dice que
Él ha venido para que los ciegos tengan vista, para redimir a los cautivos, para liberar a los
oprimidos, etc., y dice: “para instaurar el año de gracia del Señor”. El año de gracia del Señor era
una institución socio-política que nunca se cumplió en Israel y era que cada cincuenta años toda la
propiedad volvía a sus antiguos poseedores, cualquiera que fuera la situación en que estuviera. Es
decir, por ejemplo, las personas que habían tenido que vender su tierra o venderse a sí mismas para
trabajar como esclavos o como siervos de otros, al año cincuenta volvían a recobrar su tierra sin
pagar por ella, volvían a recobrar su libertad, comenzaban de nuevo con las mismas posibilidades
de antes.

Ahora, fíjense ustedes la posible amargura frente al “año de gracia del Señor” de los que
habían comprado la tierra de otros, porque habían trabajado más, se habían levantado más
temprano, habían hecho mejor uso de su tierra, habían comprado el lote vecino, después el otro y
el de más allá y al año cincuenta: ¡patapúfete! El tipo que se quedó durmiendo tres horas más y no
trabajó la tierra y la vendió y se emborracha con lo que sacó, etc., el señor ese va y recibe la misma
tierra de antes. ¿Ven? es exactamente esa misma amargura, reciben lo mismo, pero fíjense, lo
mismo es la base para poder ser hombre, para poder tener un destino, para poder comenzar a ser
algo. El hombre que ha vendido sus tierras, su familia, su persona, no tiene destino ya, está en una
situación inhumana.

Entonces no se trata de castigarlo indefinidamente, se trata de rehabilitarlo como hombre


aunque eso sea duro para aquellos que trabajaron más y entonces no cabe la amargura, que es lo
31
que la parábola critica como el gran pecado, que está más en el grupo de las autoridades y de los
fariseos que en el grupo de los pobres.

Todas estas parábolas son evidentemente, polémicas y tenían que ser comprendidas así.

Finalmente en este grupo: la parábola de la bondad de Dios, diríamos, cuando el hombre no


sabe ser bondadoso como Dios es y es la parábola del deudor despiadado (Mt 18, 23). Ustedes
recuerdan aquel rey que tenía dos siervos, uno le debía una cantidad astronómica, otro le debía al
primer deudor, al siervo, una cantidad pequeña, entonces el rey conmovido porque el deudor
grande no puede pagar, le perdona su deuda y éste cuando el deudor chico le pide también que le
perdone la suya, lo agarra por el pescuezo, lo zamarrea, lo echa, lo hace poner en la cárcel hasta
que le pague. Los exégetas que estudian el monto de la deuda, de ese siervo, dicen que es una
deuda tan grande como la que correspondería a un gobernador de provincia que hubiera recibido
los tributos y no se los hubiera dado al rey. Digo esto como una cosa interesante porque otra vez
vuelve a aparecer la autoridad intermedia, el primer siervo no es simplemente un siervo como el
otro, es un gobernador de provincia; siempre Jesús insiste en esa autoridad intermedia entre Dios y
los que estén más abajo.

Entonces, es una autoridad delegada y se le perdona porque tiene un pecado, se le mantiene


en su autoridad. En cambio, la actitud de éste ante el pobre no es la de Dios, es exactamente lo
opuesto, es decir, esa autoridad no aprendió de Dios como ejercer la autoridad y a los que deben
poco precisamente, los hace sufrir por su deuda. Él que debe mucho, él que tiene el pecado más
grande y a pesar de todo está ejerciendo su autoridad; es incapaz de perdonar al que tiene el pecado
más pequeño y que no tiene autoridad. Fíjense otra vez como el pecado pasa de un grupo al otro.

En este tercer grupo de parábolas, que dividen muy claramente a los dos grupos
fundamentales de Israel, se vuelve mucho más radical la crítica de Jesús, no se trata solamente de
saber: ¿dónde tiene la alegría Dios?, ¿qué es lo que preocupa a Dios? sino, ¿dónde pone Dios la
responsabilidad y el pecado verdadero, el pecado que no perdona? Por eso, después que ha hecho
esto (el gobernador de provincia), Dios no lo perdona sino que lo envía a la cárcel hasta que pague
el último centavo de su deuda. Ése es el pecado que Dios no perdona, el pecado de los que oprimen
a Israel. Todo esto era comprendido y era lógicamente para las personas que lo oían, una crítica
que minaba completamente las autoridades, tanto ideológicas como reales, de Israel, porque
destruían la ideología que querían hacer pesar sobre los pobres: el pecado.

4) Cómo Interpretar La Ley.

Cuarto y último grupo de parábolas, es decir, debiera responder a esto: ¿cuál era la ideología
con que se trataba de justificar la pobreza en Israel? La ley. Los que interpretaban la ley eran los
que decían: ¡Ah! los pecadores son estos y como son pecadores no es extraño que sean pobres, no
es extraño que estén en esa situación; no es extraño que sean marginados de la sociedad, etc. O sea
que si estas personas usaban la ley, la usaban mal, porque ya hemos visto que precisamente la
preocupación de Dios era la opuesta y el juicio de Dios era el opuesto también,

De ahí un cuarto grupo de parábolas para mostrar cómo se interpreta la ley y cuál es la
forma de hacerlo bien, o sea como interpretar la norma sobre lo que Dios quiere que el hombre
haga.

El instrumento ideológico de opresión en Israel era la ley, con eso se justificaba la pobreza,
la marginación, etc. Ése era el gran argumento de los fariseos y de las autoridades para decir: todo
está en orden aquí, en el orden que Dios quiere. Sin embargo no era el orden que Dios quería.
Entonces, ¿cómo habían leído la palabra de Dios ellos que la tenían en la mano, en la Biblia?
32
¿Cómo era que la leían para entenderla al revés? Entonces, están las parábolas que indican como
interpretar la ley.

a) En primer lugar, la parábola o comparación de la sal. Está en Marcos 9, 50, en Mateo 5,


13, en Lucas 14, 33. Difiere un poco en los tres. Por ejemplo en Lucas se nos da el contexto en que
fue dicha esa parábola, se trata de renunciar a todos los bienes para colaborar con el Reino: “de
igual manera cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes no puede ser discípulo
mío”. Renunciar a todos los bienes no significa simplemente quitarlos de sí, sino renunciar a
usarlos para sí mismo, para su propio bien, ponerlos a disposición de los necesitados. Y después de
esto pone precisamente: “Buena es la sal”.

El contexto de Mateo es distinto, lo encontramos nada menos que inmediatamente después


de las bienaventuranzas, en el versículo 11 está la última: “Bienaventurados seréis cuando os
injurien, os persigan y digan con mentiras toda clase de mal contra vosotros por mi causa”. Esto
es algo como desapropiarse de todos los bienes y entrar dentro del trabajo del Reino que va a ser
una persecución. “Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos, que
de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros” y aquí viene la comparación
de la sal: “Vosotros sois la sal de la tierra, si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? ya no sirve
para nada más que para tirarla fuera y ser pisoteada por los hombres”. Y después viene: “No
penséis que he venido a abolir la ley y los profetas, no he venido a abolir sino a dar cumplimiento''
y después pide una justicia mayor. “Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de
los escribas y fariseos no entraréis en el Reino de Dios”. O sea que hay una crítica de la justicia tal
como la entendieron a los profetas. Es decir, la posición de los profetas por una parte y los escribas
y fariseos por otra. Jesús critica la exégesis que hacen los escribas y fariseos de la justicia que Dios
quiere.

Ahora, lo importante es que todo el valor de la sal no está en sí misma, sino en lo que da. Lo
que tiene el pueblo judío, lo que tuvieron al mismo tiempo los profetas, escribes y fariseos, es algo
con que darle un sabor nuevo, no una cosa que vale en sí misma. Los fariseos tendían a interpretar
la ley como una cosa válida en sí misma, independientemente de lo que produjera, es decir: yo no
sé lo que produce la ley del sábado, pero aquí tengo la ley, lo que se puede hacer, por lo tanto es
cumplirla. Yo no sé para que sirve tal ley, pero aquí está, a cumplirla. La idea de la sal es distinta,
que es precisamente lo que hacían los profetas, es decir, tal vez ustedes están cumpliendo
materialmente la ley, pero no están teniendo fruto para nadie, esto no da nada, es decir, la sal
pierde su capacidad de dar sabor.

¿Cuál es ese sabor que Dios quiere dar a su ley? Lo tenemos en la polémica que ustedes
recordarán cuando dice que el sábado está hecho para el hombre, para su bien, es decir, la ley tiene
que humanizar al hombre, tiene que darle un sabor humano al hombre y ustedes le quitan ese
sabor, consultan a la ley como si no tuviera nada que ver con el hombre, dicen: “Ah, usted tiene
una mano paralítica, bueno, hoy es sábado, vuelva otro día y el hombre se queda ahí, es decir, le
quitan a la sal su función. ¿Para qué era la ley? Para humanizar al hombre. ¿Qué valor le dan los
fariseos? Un valor absoluto en sí misma, el cumplimiento de la ley es lo que vale. En cambio Jesús
dice: si la ley vale en sí misma no vale para nada y es para ser pisoteada por los hombres. Un
sábado que no le sirve al hombre no vale para nada y es digno de ser pisoteado por los hombres y,
quien da ese valor al sábado igual.

¿Ven? la parábola de la sal es una parábola de responsabilidad, lo que tiene el pueblo judío,
como todo cristiano, es una capacidad de ser sal y la está perdiendo porque valora la cosa en sí
misma y no en relación con el fruto, con la función que tiene, o sea, no se sienten responsables de
que eso haga más humano al hombre y entonces no entienden la ley de Dios, la interpretan mal,
precisamente para oprimir,

b) La responsabilidad por un tiempo limitado aparece en la parábola de la higuera (Lc 13,


6) que es aquella que no daba fruto y que vino el dueño y dijo que la cortaran y el jardinero dijo
que esperara todavía un año más, que él la iba a tratar a ver si daba fruto y entonces, si en un año
no daba fruto, la cortarían. Bueno, eso es Israel, tiene un plazo corto para dar fruto, no se trata de
33
ser un árbol maravilloso, hermoso en sí mismo, sino que dice el dueño ¿para qué ocupa la tierra esa
higuera que no da fruto? Su función no es ser ornamental sino dar fruto. ¿Ven? la misma idea, no
es por ser plantada por Dios que la ley es valiosa, es por el fruto que da, por como humaniza al
hombre, por como le sirve.

c) Responsabilidad de hacer crecer el plan de Dios: la parábola de los talentos (Mt 24, 14).
Ustedes se acuerdan, comentábamos la vez pasada, como en la parábola de los talentos aparecía
una cantidad distinta dada a diferentes personas y una que la guardaba para sí y luego devolvía
exactamente la misma cantidad y se quejaba y explicaba eso porque decía: “Tú eres un hombre
cruel que cosechas donde no sembraste” y el dueño le decía: “Precisamente porque yo cosecho
donde no sembré necesitaba de ti para cosechar en donde no sembré”. Necesitaba de ti para
hacer salir cosas que yo no he hecho. Para eso mi ley, para que tú la hagas servir al hombre y
produzcas cosas que yo solo no puedo producir. Tú tienes un elemento para humanizar la
existencia del hombre, pero tienes precisamente que arriesgarte a usar mi ley con libertad de tal
manera de humanizar la existencia del hombre. Si tú no te arriesgas a eso, no me sirve de nada el
que me devuelvas la ley íntegra, no me sirve de nada ese talento recobrado porque yo soy un
hombre que cosecho donde no sembré y te necesito a ti para eso. Tienes que aceptar el riesgo de
esa responsabilidad, de lo contrario no me sirves,

d) Otra parábola entonces, el criterio del juicio de Dios al final de los tiempos, cuando Dios
va a juzgar a todos los hombres (Mt 25, 31). El criterio no es la ley. Es muy importante eso: que
Dios ha dado una ley y es raro que después no pregunte en el juicio: ¿Cómo se ha cumplido la ley?
sino que pregunta por aquello a lo que la ley debía conducir: aquel que no tenía pan, ¿tuvo pan?,
aquel que tenía sed ¿tuvo agua?, aquel que estaba preso, ¿tuvo visitas?, aquel que estaba enfermo,
¿tuvo salud? Es decir, para eso se dio una ley, para que el día del juicio el que tuvo hambre
apareciera no teniéndola, ése es el sentido de la ley, lo que Dios quiere recoger de lo que puso y lo
que puso es una ley. Ese es el talento que fue dado y de ahí tiene que salir precisamente una
humanización del pobre, un hombre que no padezca de las necesidades más inmediatas y más
urgentes que lo deshumanizan como son esas necesidades que aparecen en la parábola del juicio
final.

e) La última parábola es la del buen samaritano (Lc 10, 29) que ustedes conocen, en
donde precisamente le preguntan a Jesús por la ley: ¿Cuál es la ley que dice lo que yo tengo que
hacer? según los diferentes grados de proximidad de las personas, porque le preguntan: ¿quién es
mi prójimo?, y “mi prójimo” estaba fijo en la ley, es decir, mi prójimo era diferente según fuera:
de mi familia, de mi nación, según fuera un extranjero, etc. Entonces le preguntan a Jesús que diga
lo que decía la ley y Jesús sale por la tangente y dice: mi prójimo es aquel a quién yo acerco, es
decir, yo no le tengo que preguntar a la ley quien es mi prójimo, todo el que me necesita me hace
interpretar la ley de tal manera que yo voy primero a solventar su necesidad. Si ustedes entienden
la ley así, van a hacer como Dios que va primero al que sufre, al que llora, que se preocupa
primero de lo perdido, pero como ustedes la leen al revés en lugar de hacer lo mismo van a
aumentarle los bienes a los que se supone que son justos y que no necesitan.

Jesús da vuelta la interpretación de la ley para que le sirva al hombre. Con eso, no solamente
anuncia el Reino sino que en cierto sentido lo prepara y lo prepara en poder, es decir, lo prepara
concientizando al pueblo para que sepa que no debe aceptar los criterios y el poder con que le
quieren imponer una opresión que el pueblo no merece y que Dios no quiere que se le imponga.

Entonces, si fuera sólo un anuncio lo que Jesús hace, de un Reino que va a venir de todas
maneras, no era necesario preparar a nadie para entender lo que el Reino iba a hacer, pero como es
un Reino donde se necesita la colaboración de los hombres es necesario que vayan
comprendiendo cómo va viniendo ese Reino y cómo interpretar lo que Dios ha dado para que
venga el Reino. Por lo tanto vamos llegando a una idea de Reino más como proyecto que como
anuncio, de una cosa que Dios va a hacer posible.

34
4ª CHARLA

Problema:

Vamos a resumir lo que hemos estado reflexionando estos días sobre el Reino. Ya saben que
el problema fundamental, que nos propusimos, era entender cómo era que aparentemente el Reino
no había llegado, es decir, cómo un Reino que Jesús anunció, proyectó, en realidad no llegó.
Casi todos los que se interesan seriamente en el problema de Jesús se plantean más o menos
este mismo problema, entre los más actuales que se han dedicado a la cristología hay dos
alemanes: uno Pannemberg4 y otro Kasberg, el primero protestante, el segundo católico.
Las preguntas que se plantea Pannemberg se refieren a la validez universal de este mensaje
de Jesús: “¿No se ha equivocado Jesús al anunciar que el Reino de Dios se inicia con su
encarnación cuando dice ‘que esta generación verá el Reino de Dios con poder’? ¿No se equivocó
Jesús? El fin del mundo –continúa- no ha comenzado con la generación de Jesús, como tampoco
con la generación de sus discípulos que fueron testigos de su resurrección. Nos encontramos ante
el problema tristemente célebre del retraso de la Parusía, o de La segunda venida de Jesús.
Segunda venida de Jesús que fue pensada como una respuesta al hecho de que el Reino no venía,
entonces, se pensó poco a poco en la Iglesia en una segunda venida en que esta vez sí Jesús vendría
con su Reino a imponerse”.
Como ustedes ven el problema es que el Reino prometido por Jesús no vino.
En cuanto a Kasberg dice más o menos lo mismo: "con esta espera próxima del Reino, de la
venida del Reino, se plantea un problema difícil y frecuentemente tratado: ¿se equivocó Jesús en
esa espera inmediata? Si tal fuera el caso tendría consecuencias incalculables, no sólo para la
pretensión de plenipotencia de su persona., sino también para la pretensión de verdad y validez de
todo su mensaje”. O sea, que el problema es serio, tal vez no tanto como lo ve Kasberg pero
ciertamente serio, el del Reino de Dios que no llega.

Habíamos dicho:

a) Entonces, en primer lugar nos preguntábamos: si lo que Jesús presentaba era un proyecto
que tenía que irse realizando y que suponía etapas y que entonces era poco verosímil que sucediera
en poquito tiempo, que fuera una cosa urgente, inmediata, etc., o si se trataba de un anuncio de
algo inmediato.
Vimos la diferencia entre la predicación de Juan el bautista que es ciertamente el anuncio del
juicio inmediato de Dios y la terminación del mundo y un último llamado a la conversión en el
poco tiempo que queda, simplificando al máximo. Es lo propio de un anuncio de escatología
inmediata. Cuando vemos a Jesús nos encontramos con algo que no es típico. En primer lugar que
era un anuncio de alegría y Jesús lo vive participando sobre todo en las alegrías de sus amigos los
pobres, los pecadores, etc. Otra diferencia era que Jesús profundiza la moral en lugar de
simplificarla, es decir, lo que Jesús enseña es de una riqueza y de una complejidad mucho mayor.
Además vimos que en Jesús hay una preparación, un proyecto que supone plazos más largos.
b) Hemos visto que Jesús habla en parábolas para ir cambiando un pueblo estéril que no da
frutos por un pueblo que ayude a Dios en su trabajo. En primer lugar entonces hay un cambio de

4
Wohlfahrt Pannenberg - (Sttetin, 1928) Teólogo protestante alemán. Ha sido profesor en las universidades de
Heidelberg (1955), Maguncia (1961) y Munich (desde 1967). Se ha distinguido por su interés en reforzar el
diálogo entre la teología y las ciencias humanas. Entre sus muchas obras, cabe destacar Revelación como
historia (1963), Fundamentos de cristología (1964) y Antropología en perspectiva teológica (1983).

35
pueblo, es decir, se le quita el secreto del Reino de Dios a los que creían tenerlo con la ley, con la
revelación, para pasarlo a un pueblo que dé frutos.
c) La propagación de sus propios discípulos y colaboradores. Si lo que Él tenía que hacer era
nada más que anunciar la venida del Reino que Dios iba a traer, no necesitaba discípulos ni
colaboradores, ni mucho menos prepararlos seria y largamente. En cambio hay una verdadera
preparación de nuevos colaboradores;
Y luego: la concientización de los destinatarios del Reino: los pobres, no esperaban al Reino
ni lo preparaban, ni se preparaban a él por haber aceptado esa ideología de que eran pecadores, de
que no merecían nada, de que Dios no se ocupaba de ellos, sino de los justos que eran los otros. El
pueblo asumía la opresión como una cosa normal y Jesús quiere despertarlos, darles conciencia,
quiere hacer que reaccionen y que se den cuenta de que el Reino de Dios viene para ellos y que
ellos son los poseedores del Reino.
Por lo tanto, hemos visto muy brevemente la parte del Evangelio que nos habla de que lo de
Jesús no es tanto un anuncio cuanto un proyecto, el reino de Dios es un proyecto. Vamos a tratar
por ahí de solucionar el problema de la tardanza del Reino. No podemos negar, y vamos a verlo
hoy, la otra parte, es decir, de alguna manera Jesús anunció la realización de ese proyecto en
un tiempo muy breve y ese plazo pasó abundantemente, pasaron no solamente una
generación sino muchas, pasaron siglos, dos milenios y la situación parece exactamente la
misma, sino peor, que la situación que Jesús tuvo que afrontar.
Por lo tanto, vamos a ver de dónde sale esta idea, de que Jesús anunció para un breve plazo
la realización de ese proyecto que es el Reino.

Breve Plazo... Largo Plazo...

En primer lugar se basa sobre todo en los tres pasajes del Evangelio que vamos a ver
inmediatamente. Ya hemos visto dos, vamos solamente a indicar el tercero.
La única vez que Jesús anuncia claramente (aunque por otro lado diga que no se sabe el día
y la hora de los acontecimientos futuros) está en Marcos 9, 1: “les decía también: yo os aseguro
que entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que no vean venir con
poder el Reino de Dios”. Es muy simple, Jesús lo está preparando y hasta cierto punto hay una
especie como de poder inicial del Reino de Dios, porque los milagros que hace sobre todo por los
pobres, los más necesitados, los posesos, los marginados etc., no se llaman milagros en el
Evangelio, se llaman fuerza o poder. Dice: Jesús hizo un poder en tal circunstancia y curó o quitó
un demonio de una persona. Sin embargo, es un poder que todavía es muy poco, todavía va sólo a
algunos, no se manifiesta en un cambio general de las estructuras de los pobres, de los enfermos,
de los que sufren, de los marginados en Israel. Por lo tanto: “el reino de Dios con poder” va a ser
eso mismo pero generalizado. Eso mismo pero convertido en estructura. Lo que Jesús hacía en
pequeñas dosis, el Reino de Dios lo va a generalizar, a implantar de una manera definitiva, de una
manera fuerte, con poder. Y esto Jesús lo anuncia para las personas que pertenecen a su propia
generación.
Una pregunta que uno podría hacer de acuerdo con el segundo texto que vamos a leer
enseguida, es si Jesús pensaba verlo venir. Y ciertamente que la respuesta más obvia por lo que
vamos a ver, es que sí, que Él pensaba estar entre los que verían venir el Reino de Dios con poder.
Ese Reino que Él había preparado. Él pensaba contar con mucho más tiempo para prepararlo y
verlo llegar, que Dios le diera todo el poder de tal manera que el Reino se realizara. Parecía hasta
cierto punto lógico que Aquél que lo había preparado, que lo traía de parte de Dios, lo viera
establecerse.
El segundo elemento que nos habla de que Jesús esperó la venida del Reino de Dios en un
plazo corto, es el que ya indicamos: el desconcierto de Jesús en la cruz. Marcos pone como
únicas palabras de Jesús en la cruz aquel grito: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?” Es decir, palabras que indican: ¿cómo es que la muerte me llegó sin que Dios

36
intervenga para instalar con poder ese Reino que yo he preparado y toda esa preparación queda en
nada?
Aunque Jesús pensara tener más tiempo, de todas maneras la muerte lo toma en plena
preparación sin que el Reino haya venido. Eso lo tienen en Marcos 15, 34 y también en Mateo, lo
cual es una garantía más de que ésas son las palabras de Jesús en la cruz.
Estos son dos pasajes en donde aparece el anuncio de un acontecimiento que iba a venir y
aquí se basan fundamentalmente los que interpretan a Jesús para decir: se equivocó. Y ciertamente
es difícil pensar que Jesús no se haya equivocado cuando Él mismo se declara desconcertado con
su muerte, cuando Él mismo dice que los que estén aquí verán venir con poder el Reino de Dios y
no sucede así.

Discurso Escatológico...

El tercer elemento que es interesante y bastante misterioso, es que en todos, en Marcos,


Mateo y Lucas, en la última semana que pasa Jesús en Jerusalén, tenemos lo que se llama el
discurso escatológico, es decir, sobre los últimos tiempos, el fin de la historia, el fin del mundo,
etc.
En Marcos, lo tenemos en el Cáp.13 y me interesa sobre todo lo que va del versículo 24 al
30. Comienza, con que al salir del templo le dice uno de sus discípulos: “Maestro, mira qué
piedras y qué construcciones (con respecto al templo). Jesús le dijo: ¿Ves estas grandiosas
construcciones? No quedará piedra sobre piedra que no sea destruida”. Estando sentados luego en
el monte de los Olivos, frente al templo, le preguntaron en privado (se ve que esta predicación de
la destrucción nada menos que del templo de Dios les asombró mucho a los discípulos) Pedro,
Santiago, Juan y Andrés: “Dinos cuándo sucederá eso y cuál será la señal de que todas estas
cosas están para cumplirse”. “Jesús empezó a decirles…” (Es una fórmula que usa Marcos para
un discurso grande, que tiene cierta longitud). Les habla de la ruina de Jerusalén, de la venida del.
Hijo del Hombre gloriosa, es decir, Él va a venir gloriosamente sobre las nubes del cielo y en el
versículo 24 precisamente les dice una cosa que debe ser paralela: “Hay algunos de esta
generación que no gustarán la muerte hasta que vean venir el Reinado Dios con poder”. Y luego,
continúa Jesús: “Mas por esos días, después de aquella tribulación (la destrucción del templo) el
sol se oscurecerá, la luna perderá su esplendor, las estrellas irán cayendo del cielo y las fuerzas
que están en los cielos serán sacudidas y entonces verán venir el Hijo del Hombre entre nubes con
gran poder y gloria, entonces enviará a los ángeles y reunirá a los cuatro vientos a los elegidos
desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo”.
¿Qué tenemos en este párrafo? La idea del término de la historia y del juicio final: el mundo
va a ser destruido, la luna, el sol, las estrellas caen, etc., etc., el fin del mundo, el Hijo del Hombre
vuelve, Dios manda a sus ángeles que separan a los elegidos de los no elegidos con lo cual se
realiza simplemente el juicio como en Mateo 25 que Dios manda que pongan a un lado a unos y a
otro lado a otros, etc.
Entonces, con respecto a esto, les dice Jesús algo sobre la prevención: “De la higuera
aprended esta parábola cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, caéis en cuenta de
que el verano está cerca, así también vosotros cuando veáis que sucede esto (los signos de que Él
ha hablado) caed en cuenta de que el Hijo del Hombre está a las puertas”. Es decir, lo que ha
dicho Él del Reino, aquí habla sobre la venida del Hijo del Hombre “Yo os aseguro que no pasará
esta generación hasta que todo esto suceda”. Algunos dicen: “Bueno, la destrucción de Jerusalén
va a pasar en esta generación”, pero fíjense que dice no solamente eso, sino esto que estoy
hablando: el sol, la luna, las estrellas, la venida del Hijo del Hombre con poder, la separación de
los elegidos de los no elegidos, todo esto va a suceder durante esta generación. “Así yo os aseguro
que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis
palabras no pasarán”. Es decir, añade todavía más fuerza a esa predicción. Con todo agrega algo
que es interesante: “Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el
Hijo, sólo el Padre”. La interpretación general que se da a esto es que la época es clara, pero el día

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y la hora precisos los sabe sólo el Padre. Con todo, día y hora se consideran generalmente como
tiempo, o sea que el tiempo de esto nadie lo sabe sino el Padre.
Bien, esto es un poco el resumen o por lo menos la terminación del discurso escatológico de
Jesús. Otra vez tenemos el problema de que Jesús anuncia para la generación presente algo que no
tuvo lugar. Admito que cualquier palabra de Jesús puede tener un sentido completamente ignorado
de nosotros, pero lo lógico es pensar que habló para ser comprendido y no llevar a las personas a
pensar otra cosa diferente. O sea, que estamos frente a un problema, yo no digo más que eso, y es
un problema interesante por distintas cosas, y vamos a tratar de interpretarlo.

Buscamos interpretar el problema.

Si uno leyera una edición del Evangelio que no tenga este discurso escatológico, todo
parecería mucho más claro y mucho más lógico. Es decir, este discurso escatológico de Jesús no
tiene relación prácticamente con nada del resto del Evangelio. Es como una especie de aerolito
caído del cielo que no se relaciona con las otras cosas que está viviendo Jesús.
Vamos a hacer una prueba simplemente. Hemos visto como en el Evangelio (y Jesús mismo
lo señala) hay una nota de alegría continua: “la buena noticia”, que contrasta con la nota de
severidad, austeridad y terror de la predicación de Juan el Bautista. Aquí parecería que Juan el
Bautista se hubiera metido y hubiera dicho el discurso escatológico, mucho más que Jesús que no
tenía mayor prisa, que iba y comía y hablaba de “Felices los pobres porque iban a ser saciados”,
porque Jesús que es el único que llama a su mensaje “buena noticia” precisamente habla de que se
va a caer el sol y las estrellas, etc., es decir, vuelve a lo terrorífico, a lo catastrófico, a lo cual nadie
llama buena noticia porque es la destrucción de todo el mundo del hombre y por más que uno
piense que las cosas pueden ser mejores después, el hombre está apegado a sus cosas, a sus seres
queridos, a todo eso y ciertamente que no parece que esto sea una buena noticia.
Tenemos un dato que es importante: el discurso escatológico de Jesús desentona con el
resto del Evangelio, donde la nota de buena noticia es muy fuerte, donde la nota de alegría es muy
fuerte, donde el reino se presenta como una causa de alegría. Entonces, podemos preguntarnos: ¿de
dónde sale? No estamos diciendo que salga de Juan el Bautista y que lo hayan puesto por error acá,
pero tenemos que reconocer que si Juan el Bautista fue un profeta sumamente seguido por sus
contemporáneos cuando predicaba esto, era porque, así como hay grupos hoy en día que están
esperando el fin del mundo para tal día en tal lugar y se reúnen, etc., etc., una especie de
apocalipsis catastrófica y el fin del mundo, era una idea corriente en Israel. No digo que fuera la
idea universal de todos, pero era una idea muy corriente, es decir, entre los interpretadores de la
revelación había surgido la idea de que Dios iba a terminar con el mundo para realizar un reino que
no pertenecía a la historia, que era la justicia, el juicio, premiar a los buenos y castigar a los malos,
etc.
Esto viene sobre todo desde el momento en que Israel se queda sin proyecto histórico,
(es interesante esto) o sea que esto tiene relación proyecto-anuncio. Decíamos nosotros con
respecto a Jesús: ¿proyecto o anuncio? Bueno, precisamente el fin de los tiempos y la catástrofe
final del universo, es una idea que empieza a surgir después del exilio. Ya lo vimos al hablar del
Antiguo Testamento, pero lo voy a recordar en breves palabras: hasta el exilio en Babilonia, Israel
fue un reino, una monarquía que instituyó Saúl primero y después David con sus descendientes,
hasta que llega un destierro e Israel pierde completamente su independencia. Ya la había perdido
antes en la parte del norte y después pierde también Jerusalén y parte del sur. O sea, desde 500
años antes de Jesús que es el exilio, Israel yo no es independiente, pasa a ser una provincia de
distintos imperios de Asiria, de Babilonia, de los griegos, de Alejandro Magno, de los seleucidas,
los emperadores de Siria, de los tolomeos, de los faraones de Egipto y finalmente de los romanos.
Antes Israel tenía sus proyectos como pueblo, tenía una cierta vocación histórica, aquí se
queda sin proyecto y entonces aparece una especie como de insistencia, que se ve por ejemplo en
el libro de Job, y en muchos salmos, de una tendencia a una especie de desesperación, de que
Yahvé no actúa en este mundo porque deja a su pueblo esclavizado. O sea, Yahvé no tiene
proyectos en este mundo y lo deja a las fuerzas brutales del mal, de los más poderosos, etc. según
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aquel verso tan sabio y tan bíblico del castellano clásico: “Vinieron los sarracenos y nos molieron
a palos, que Dios protege a los malos cuando son más que los buenos”. El pueblo de Israel (y yo
creo que todavía le queda algo de esto) tiene la sensación de que Dios protege a los malos cuando
son más que los buenos. Es de decir, en este mundo Dios no actúa, en este mundo Dios no premia
y no castiga. De ahí por ejemplo el libro de Job, que es un libro polémico. Están los amigos de Job
que dicen: si tú tienes todos esos males será porque has pecado mucho y Dios te está castigando,
Job responde: no, yo seré pecador como todos los hombres pero no me merezco esto que estoy
sufriendo. O sea que aparece la idea del justo que sufre y que Dios no interviene para que no sufra
más.

Literatura Apocalíptica

Entonces, en lugar del profetismo que fue muy importante en Israel cuando era monarquía
para dirigir su destino y sus proyectos, empieza a aparecer lo que se llama la literatura apocalíptica
o escatológica. Es decir, Dios va a poner fin a este mundo para hacer su Reino fuera, para instaurar
su justicia, como dice aquí, para llamar a los buenos de todas las edades, de todos los lugares y
juntarlos y premiarlos porque lo que es en la tierra no lo hace.
En el momento en que Juan el Bautista aparece, si hay tantos que lo siguen es porque esta
idea ha penetrado mucho: Dios va a venir a hacer justicia y para hacer justicia va a destruir este
mundo. Juan fue popular en Israel porque se acomodó a las ideas corrientes que encontramos en la
Biblia, tradicionales en Israel, sobre el fin del mundo.
Precisamente después de Job aparece la idea de que Dios tiene que resucitar a las personas
porque si no, no las puede premiar, durante la vida no lo ha hecho, entonces tiene que hacerlo
después de la muerte. Todo esto corresponde a las ideas que existían en los círculos más piadosos
que se preocupaban más por entender en la escritura qué es lo que Dios preveía para Israel.
Lo que nosotros encontramos más propiamente en Jesús, sería la primera frase que hemos
dicho y la que corresponde a la de Jesús en la cruz: “Entre los aquí presentes habrá algunos que
no verán la muerte hasta que vean el Reino de Dios con poder”, pero ya saben que “el Reino de
Dios con poder” para Jesús no era la destrucción del mundo sino el que se hiciera la voluntad
de Dios en la tierra como se hacía en el cielo. Ése era el Reino de Dios. Es decir, Jesús no tiene
en el fondo las ideas apocalípticas de su época, tiene ideas más próximas con el pueblo pobre
al cual no le interesaba el fin del mundo sino un Reino de justicia donde pudieran tener
llenas por lo menos sus necesidades elementales, sus necesidades humanas básicas.
Si nosotros tuviéramos que elegir como palabra de Jesús, en este paralelo entre las dos
profecías, nos inclinaríamos mucho más por la primera: “Habrá algunos aquí en esta generación
que no van a pasar por la muerte hasta que vean venir el Reino de Dios con poder”. Vamos a
suponer que Jesús dice eso, sólo eso. Entonces, ¿cómo explicar el discurso escatológico?
Ya hemos dicho que según el dogma de Calcedonia donde se establecieron las dos
naturalezas de Jesús: perfecto Dios y perfecto hombre, se dice que esas dos naturalezas de Jesús
no se mezclan, es decir, en Jesús no se mezclan su misión de hombre, lo que Él sabe como
hombre, etc., con lo que sabe como Dios. Por lo tonto Él actúa con lo que sabe como hombre.
Entonces, una de las posibilidades es suponer que Jesús a pesar de tener un proyecto que en el
fondo era a largo plazo, participaba con los judíos piadosos de su tiempo en las ideas comunes
sobre el fin del mundo.

Ejemplo de Artigas.

Muchas veces pasa el que los hombres grandes tienen las ideas de sus contemporáneos
porque son las que corren y entonces expresan cosas mucho más grandes que las de sus
contemporáneos pero usando un poco las categorías de su época, ¿no? Muchas veces pasa eso. Un
simple ejemplo: probablemente entre los héroes de la independencia americana, Artigas haya sido
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uno de los más inteligentes. “El Día" ha indicado varias veces, por razones políticas, que Artigas
no era autóctono, es decir, las ideas de Artigas le vinieron todas de otra parte, no las creó él, le
vinieron de libros, de Europa, de la revolución americana, etc., pero sin embargo, él las trasladó
aquí en las categorías de su época. Pero, el tiempo le da un relieve que uno dice: es interesante,
porque si esto se hubiera hecho (lo que él quería), el federalismo de todas los provincias,
ciertamente que en la historia hubiera sido mucho más grande, pero queda como aprisionado en las
categorías de su época. Entonces, todo aquella gran federación fue una lucha, en cierto sentido
pequeña, con personajes pequeños contra Buenos Aires, donde él salió vencido. ¿Por qué? Porque
su época lo redujo a límites más pequeños.
Entonces, uno de las dos cosas que pudo haber pasado: 1) que Jesús a pesar de tener un largo
plazo donde la preparación del Reino tenía que ser muy larga, lo pensó con las categorías de su
época, se acomodó a lo que se pensaba corrientemente como una venida muy próxima y entonces
en ese sentido Jesús se habría como equivocado, sin darse cuenta de que su propio mensaje era
mucho más hondo y que Él estaba predicando una cosa mucho más a largo plazo. Esa es una de las
posibilidades.
2) La otra posibilidad es que las discípulos que eran mucho más permeables a las influencias
de la cultura, hayan identificado la predicción de que el Reino venía con poder con el fin del
mundo, entonces, hayan puesto en boca de Jesús el discurso escatológico como pusieron otras
predicciones, por ejemplo la ruina de Jerusalén con detalles porque después se realizó. Bueno, en
este caso no porque se haya realizado sino porque éstas eran las ideas comunes de la época,
entonces, los discípulos, de donde vienen los evangelios, entendieron que Jesús decía lo mismo
que los otros.

Proceso hacia la Verdad…

En un caso como en otro no estamos frente a una pared. En el caso de que Jesús hombre no
haya comprendido todo el alcance de lo que significaba el proyecto del Reino de Dios, no significa
que no sea Dios. O que precisamente no tengamos que adorarlo y en el caso de que los discípulos
lo hayan comprendido mal, no es una solución, pero diríamos, nos lleva a comprender que también
en la Biblia hay un proceso delicado que no es de simple acumulación de verdades sino que es un
proceso que pasa por crisis, donde se descubre que las respuestas dadas no eran las correctos, que
hay que buscar otras hasta que así se va llegando cada vez más a la verdad.
Vamos a dejar el problema así porque no tenemos otros medios para darle solución, pero sí
tenemos un elemento importante que va a ser precisamente, cómo va a cambiar esto la
resurrección de Jesús, es decir, los discípulos pasan por la experiencia de la resurrección y van a
aprender cómo interpretar la venida del Reino en poder.

La Resurrección.

Entonces, vamos a ver las distintas maneras de interpretar lo que hay en la primitiva Iglesia
y cómo interpreta Pablo que es el más profundo en eso, la resurrección de Jesús como venida del
Reino de Dios en poder. Es decir: ¿Jesús tuvo razón cuándo dijo: el Reino de Dios va a venir con
poder, aunque no haya venido el fin del mundo? ¿La predicción fundamental de Jesús, el Reino de
Dios, va a venir en poder? Vino, solo que Jesús tuvo que pasar primero por la muerte. Fue
resucitado como asistió a la venida con poder del Reino. Entonces, San Pablo se ve obligado a
decir: ¿cómo es que el Reino ha venido y parece que no ha cambiado nada?
La respuesta depende mucho de la comprensión de la resurrección de Jesús, entonces, vamos
a tener que estudiarla muy brevemente para ver cómo la interpretaron los discípulos y hasta qué
punto eso tiene relación con el proyecto del Reino.
Lo más misterioso en la resurrección es que se nos presente con relatos (en los cuatro
evangelios) que parecen calcados de los anteriores a la Pascua, es decir, se pueden contar de Jesús
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resucitado cosas muy parecidas a las que se contaban de Él antes de morir. Eso más bien nos hace
desconfiar que nos explica las cosas: ¿cómo es que Jesús resucitado puede dar origen a relatos
como los de Jesús pre-pascual? Uno siente una cierta desilusión, una cierta sospecha de que hay
algo fraguado en esos relatos. Resucitado no significa simplemente vuelto a la vida como se dice
en medicina: se resucitó a un enfermo después de un paro cardíaco. No, Jesús resucitado es un
Jesús glorioso. Entonces hay algo extraño en los relatos de los cuatro evangelistas, incluso Juan
que en los relatos pre-pascuales es muy distinto de los sinópticos, aquí se les parece mucho.
Hay que tener en cuenta que en esas narraciones sobre Jesús resucitado hay dos añadiduras a
los evangelios que todos los exégetas reconocen, lo cual no significa que no sean de fiar o que no
pertenezcan a la Biblia o a la Escritura. Sí, pertenecen y por lo tanto tienen la misma autoridad que
los otros textos, pero no son del mismo autor. Uno es Marcos 16, 9-20 y el otro Juan 21. Al final
del Cáp.20 se cierra prácticamente el evangelio y en el Cáp. 21 recomienza una cosa, es como un
apéndice puesto ahí.
Vamos a indicar que contrariamente a esa apariencia de que los relatos de la resurrección se
parecen mucho a los relatos pre-pascuales son completamente diferentes, el género literario es
completamente distinto y nos va a indicar cosas muy importantes sobre lo que significa Jesús
resucitado para los discípulos.
1) La primera característica diferente que encontramos en esas narraciones de Jesús
resucitado es la imposibilidad de la sinopsis. Ustedes saben que los tres sinópticos para las
narraciones y todo lo que corresponde a Jesús antes de la muerte, son paralelos, Algunos podrán
carecer de cierto material pero en general se pueden ver al mismo tiempo por lo menos en dos de
ellos. Generalmente van siguiendo un orden que permite hacer una sinopsis de los evangelistas,
pero no hay manera de hacerla con los relatos de la resurrección. Sacando un dato que es común a
todos: el descubrimiento del sepulcro vacío de Jesús (que no es de por sí testimonio de la
resurrección, no es una aparición sino un hecho que puede ser interpretado de mil maneras) los
relatos que vienen después, de las apariciones de Jesús, son completamente distintos y no pueden
ser colocados en una sinopsis.
Así por ejemplo, según Marcos, el lugar donde los discípulos han de ver a Jesús resucitado
es Galilea. No hay lo más mínima mención de que los discípulos hayan visto nunca a Jesús
resucitado en Jerusalén. Tampoco dice cuándo, sólo que Jesús les manda decir que vayan a Galilea
que allí lo verán.
Mateo concuerda en que lo ven por una sola vez y en Galilea.
En Lucas las apariciones de Jesús resucitado tienen lugar en Jerusalén o en los alrededores
como es el camino de Emaús.
Lo mismo ocurre con Juan, todas las apariciones tienen lugar en Jerusalén excepto las del
Cáp. 21 que no son del mismo autor del evangelio, que tienen lugar en Galilea, por ejemplo la
aparición de la pesca milagrosa.
Además el número y los días de las apariciones es muy difícil señalarlos de una manera
sinóptica porque a veces parece que todo pasa en un solo día y otras hablan de muchos días. Ya ven
ustedes que no se puede encontrar una sinopsis en cuanto a las apariciones de Jesús.
2) Una segunda característica es lo temática: ¿de qué habla Jesús resucitado?, ¿qué
enseñanzas habría dado a sus discípulos?. Lucas cree poder resumir el tema general diciendo una
cosa muy vaga: que durante esos cuarenta días de apariciones les hablaba sobre el Reino de Dios.
Es muy importante que un evangelista que nos ha dado tanto sobre la predicación de Jesús antes de
la muerte no nos digo prácticamente nada sobre qué predicó Jesús acerca del Reino de Dios una
vez resucitado. O sea, ¿qué añadió?, ¿qué nuevas enseñanzas dio? Eso aparece como un hecho
extraño, es decir, los evangelistas que señalan palabras de Jesús y enseñanzas morales de todo tipo
durante la vida de Jesús, cuando se trata de Jesús resucitado, nada: “Hablaba sobre el Reino de
Dios”. ¿Pero qué decía? Vamos a ver que la temática no es nueva sino que es la comprensión de lo
que Jesús les había dicho antes de Pascua, o sea el hecho de la resurrección y de la gloria de Jesús
les hace comprender cosas que ellos no habían comprendido durante la predicación pre-pascual de
Jesús.

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Un ejemplo muy claro es cuando Jesús (según Lucas) se les aparece a los discípulos
reunidos en el cenáculo en Jerusalén y que dice: “Entonces abrió sus inteligencias”, no es una
enseñanza especial, “para que comprendieran las escrituras”. Esto no se puede enseñar después,
Lucas no puede decir el hecho que de pronto comprendieran las escrituras, “y les dijo: así está
escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día”. Es decir, ¿qué
comprendieron? Que la escritura precisamente, mostraba como el Cristo tenía que padecer y
resucitar, tenía que pasar el triunfo por la muerte. Esa es la comprensión de la escritura que les dio,
es decir, leyeron la escritura de tal manera que entendieron cosas que ellos siempre habían leído y
que Jesús les había dicho pero que no habían comprendido.
Probablemente, una alusión que comprendieron desde entonces es la del servidor de Yahvé,
de Isaías, que sufre, que da su vida por los demás y que Jesús encarna esa tradición mesiánica que
no era reconocida en Israel.
Es decir: comprenden a Jesús, comprenden lo que pasó, comprenden las escrituras a la luz
de la resurrección. Jesús, no les enseña una cosa nueva sino que les hace comprender lo que ellos
ya han visto, oído, etc.
Jesús resucitado se aparece únicamente a sus discípulos, o sea, nadie pudo verlo sino ellos.
El pueblo de Israel que no creyó en Él, nunca vio esa resurrección, de tal manera que sólo los
discípulos de Jesús tienen esa comprensión de las escrituras. Es un dato importante. Eran los que
creían ya en Jesús antes, no los adversarios, ni el pueblo en general, eran los discípulos de Jesús,
los que lo habían seguido, los que habían puesto su fe en Él, los que tienen sus mismos valores, los
que en el momento de la cruz esa fe se les hace chiquitita y con la resurrección evidentemente esa
fe se les hace grande. Comprenden las cosas, comprenden el por qué de la muerte de Jesús,
comprenden que eso no es un argumento contra su fe sino al revés, que de acuerdo con las
escrituras es un argumento más para su fe. Entonces son ellos sólo, los que han tenido fe en Jesús
(evidentemente en grados diferentes) los que van a tener el testimonio de la resurrección.
La comprensión de lo anterior vale mucho más que en los discípulos de Emaús. Ustedes
recuerdan que Jesús sin que ellos lo reconozcan se les junta en el camino y les pregunta qué les
pasa, por qué están tristes, y ellos le explican que creían en Jesús, esperaban que iba a liberar a
Israel, pero hacía tres días que estaba muerto y aunque unas mujeres vinieron a decirles que el
sepulcro estaba vacío y que lo habían visto, en fin, estaban tristes porque no había pasado nada,
Entonces Jesús les dice: “Oh necios y tardos de corazón”. Corazón es más bien inteligencia que
afecto para el lenguaje bíblico, o sea que les dice tardos de juicio, tardos en comprender lo que
dicen las escrituras. Entonces, “empezando por Moisés y continuando por todos los profetas les
explicó lo que había sobre ellos en todas las escrituras”.
Es Jesús resucitado el que conoce todas las escrituras, no Jesús hombre que las conocía
como un hombre cualquiera, en parte no, en parte sí, sino el Jesús que ya entra en la posesión de
los atributos divinos.
Es decir, ¿qué es lo que aprenden? Si fuera un mensaje nuevo, sería interesantísimo que
Lucas nos hubiera dicho qué dijo Jesús sobre las escrituras, pero ustedes ven que es
completamente distinto: Jesús les hace comprender, no hay una enseñanza en Jesús que ellos
puedan poner por escrito en el Evangelio: miren, las escrituras hay que leerlas así, etc.
Después por ejemplo, en el evangelio de Juan, Jesús resucitado había comunicado dos cosas
a los discípulos, la primera es cuando les dice: “Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonéis los
pecados les quedan perdonados, a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. Y la segunda,
después que Tomás toca las heridas de Jesús y dice: “Señor mío y Dios mío”, lo reconoce, y Jesús
le dice: “Has creído porque me has visto, dichosos los que aún no viendo creen”. Más dichosos
todavía los que aún no viendo creen.
Recibir el Espíritu Santo es recibir el Espíritu de Jesús y noten algo muy importante: Jesús
ya les había dado en el Evangelio el poder de perdonar pecados a los discípulos, lo que pasa es que
ellos no se sentían con ese poder, es decir, los discípulos sobre todo ante la muerte de Jesús, ante
esa especie de fracaso, ante ese deshacerse de todo, no se sentían con el poder para perdonar
pecados. ¿Qué pasa? Comprenden que ahora sí, tienen que ir por el mundo perdonando pecados
porque Jesús tiene el poder, tiene el Espíritu. Espíritu es siempre el poder con que Dios hace las

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cosas, a través del Espíritu es el poder de Dios. Entonces, ven que Jesús tiene el poder y que ellos
tienen que ir perdonando pecados por la comprensión de lo que ya sabían pero no habían entendido
o que simplemente habían entendido pero se les cortó con el hecho de que no pensaron que Jesús
tuviera ese poder porque había muerto en la cruz. En cambio allí lo comprenden.
La segunda palabra de Jesús es una realidad que está viviendo ya la Iglesia cuando escribe
Juan: la Iglesia está viviendo sin ver a Jesús, está viviendo de lo que el Espíritu dice de Jesús. Jesús
en el evangelio de Juan dice: “Yo tengo todavía muchas cosas: para decirles a ustedes, pero no se
las puedo decir ahora porque no tendría sentido, porque ustedes no las podrían comprender.
Cuando venga el Espíritu se las dirá y los llevará a toda verdad”.
Quiere decir, que la Iglesia de Juan comprende con la resurrección que la situación de los
que no han visto e Cristo es mejor que la de los que lo han visto. ¿Por qué? “Porque el Espíritu los
está llevando a toda verdad”. Lo que había dicho Jesús se está realizando, es decir, ellos tienen el
testimonio de Jesús, creen y el Espíritu los va llevando a toda verdad, a una verdad que todavía no
conocían y que no conocieron los que vieron directamente a Jesús. No es una enseñanza nueva, es
un comprender mejor, más profundamente lo que Jesús ya les había dicho durante su vida y que
ellos no habían comprendido.
Después es interesante por ejemplo lo decisivo del bautismo, de pertenecer a la comunidad
de Jesús. El bautismo es la entrada de la comunidad de Jesús, las funciones respectivas de la
Iglesia, etc.
Juan adquiere un apéndice (el Cáp. 21) y lo que es interesante es que pone en las enseñanzas
de Jesús algo que no es cierto que ellos hayan comprendido directamente en el momento de la
resurrección sino después, pensando en el resucitado.

Comprender a Jesús.

En Mateo (también aparece en Lucas) les dice Cristo resucitado: “Id pues y haced discípulos
a todas las gentes”. Fíjense que gente no significa lo mismo que en castellano, significa gentiles,
paganos, es decir, “no judíos". Quiere decir que hagan entrar en la comunidad de la Iglesia a todos
los paganos que se conviertan, que admitan el mensaje: “Id pues y haced discípulos a todas las
gentes -o pueblos paganos- bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
La Iglesia después de Pascua no comprendió esto, y si ustedes han leído los Hechos de los
Apóstoles, saben muy bien que al principio la Iglesia sólo estaba compuesta por judíos convertidos
al cristianismo y que fue un lío tremendo y hubo necesidad de una visión de Dios para que Pedro
empezara a entrar en casa de paganos. Tuvo una visión en que aparecía un mantel con alimentos
que los judíos no podían comer y una voz que decía: Pedro come y Pedro decía: no, y la voz decía:
Lo que Dios ha santificado (que es precisamente lo que no era Israel, los paganos) no lo llames
impuro porque Dios lo ha purificado. Y después de esa visión lo llaman a casa de un pagano, y él
va y después tiene que dar cuenta porque eso ha chocado enormemente a la Iglesia y esto sucede
después de Pascua. Es decir que todavía no han entendido esto que se supone que Jesús les dijo en
la resurrección.
Es decir, pensando en Jesús resucitado que ya no tiene límites, que envía su Espíritu tanto a
los paganos como a los judíos cuando se convierten a la fe, comprenden y entonces le atribuyen
palabras que no dijo, porque ellos hubieran comprendido inmediatamente que tenían que ir a
bautizar paganos, entrar en sus casas, etc., y Pedro, nada menos, tiempo después de Pascua,
todavía decía que no.
¿Ven ustedes cómo lo que se le atribuye a Jesús como enseñanza, no es una enseñanza sino
una comprensión de lo anterior? Ante Jesús resucitado; ante el poder que manifiesta, ante la nueva
vida que tiene, ellos descubren cosas que antes no habían comprendido para nada: que Jesús no se
reduce al pueblo judío, que su misión es ir por todo el mundo perdonando pecados, que por lo
tanto Jesús no se reservó el poder de perdonar pecados, que era verdad que se los dio a ellos, etc.
Van descubriendo una serie de cosas que Jesús dijo anteriormente. Esto es lo fundamental en
cuanto a la segunda característica.
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3) Hay una tercera característica de las apariciones o de los relatos de las apariciones de
la resurrección y es la dificultad de reconocer a Jesús. En todas las apariciones donde hay un
cierto relato más o menos largo, los discípulos o los amigos de Jesús, a pesar de conocerlo de todos
los días, no lo reconocen o apenas lo reconocen a primera vista, Jesús tiene que darse a conocer.
¿Por qué no lo reconocen? Evidentemente que en algunos de los relatos se dice que es por la
enorme alegría o por el miedo que tienen, pero lo notable es que no lo reconocen. En algunos
casos, por ejemplo los discípulos de Emaús, se dice que Jesús no quería que lo reconocieran, pero
en otros precisamente Jesús hace todo lo posible para que lo reconozcan: “Soy yo, fíjense, soy yo,
no es un espíritu, no es un fantasma, denme de comer para demostrarles que soy Yo”.
Según el evangelio de Juan (Cáp.20 versículo 11) María Magdalena que lo vio de cerca, no
reconoce a Jesús, supone que es el jardinero del lugar donde está el sepulcro y le habla y le pide
que por favor le diga en donde han puesto el cuerpo de Jesús etc. etc. Y lo reconoce por el oído, no
por la vista (lo tiene delante) cuando Jesús le dice: “María”. ¿Por qué esa dificultad en reconocer a
Jesús? Indudablemente porque Jesús pertenece a otro tipo de existencia que no es el terrestre. Es
imposible concebir que los que han vivido junto con Él, viéndolo, estando delante no lo
reconozcan.
Lo que ellos ven es una gloria, que los despista, es decir, son fenómenos gloriosos que hacen
que les sea difícil reconocer a Jesús porque es otra vida, otra existencia, es una existencia gloriosa.
¿Qué hace Jesús para hacerse reconocer? Utiliza la memoria de ellos mostrándoles que es el
mismo que estuvo con ellos. Por ejemplo: “María”, es decir, la memoria de cómo Jesús se dirigía a
María Magdalena. Utiliza la memoria de ellos haciéndole ver cómo partía el pan, los discípulos de
Emaús lo reconocen por su manera típica de hacerlo. Lo reconocen porque Jesús les recuerda otra
pesca milagrosa cuando les dijo que tiren la red a la derecha y la sacan llena de peces. Lo
reconocen porque Jesús glorioso hace las mismas cosas que hacía el Jesús que ellos han conocido,
es la misma realidad pero gloriosa, de este mundo y de otro mundo al mismo tiempo.
¿Qué se quiere decir con esto? ¿Qué es lo fundamental? Que Jesús pertenece ya a lo
escatológico, a lo último, a la realidad última y nosotros todavía estamos en la realidad histórica.
Entonces, la realidad escatológica va a tener relación con nuestra historia, por ejemplo, la
resurrección nuestra va a ser una realidad en relación con nuestra historia y no vamos a dejar a las
personas que quisimos, a las costumbres que tuvimos, a las cosas, sin embargo, todo eso va a ser
glorioso, todo eso va a ser lleno de poder y de gloria. Eso es lo que aparece en las apariciones de
Jesús como ustedes pueden ver. Es como si resonara en un nuevo plano aquello de Jesús:
“Convertíos y creed en la buena noticia”.
Es interesante un dato en Juan, que Jesús se aparece sólo a los discípulos. Es una
confirmación de los valores del proyecto de Jesús, es decir, Jesús se aparece sólo a los que han
participado con Él en la preparación del Reino. No hay una sola persona ajena que vea a Jesús
resucitado. Es decir; Jesús confirma los valores que Él había enseñado con su resurrección y
muestra el poder y la gloria que Él tiene para realizar esos valores.
¿Y cuáles eran los valores que Él quería realizar? Están todos sintetizados en la misión del
Reino de Dios, por eso el poder de Jesús resucitado es el poder del Reino y en cierto sentido la
realización de la profecía de Jesús: “Hay algunos de los que están aquí presentes que no morirán
antes de haber visto venir con poder el Reino de Dios”.
El Reino de Dios viene con poder aunque sólo mostrado en Jesús, es decir, que los valores
no han terminado con la muerte sino que son todavía más gloriosos que antes. Los valores que se
procuraran preparando el Reino son más gloriosos que antes. Los mismos, fíjense.
Vamos a ver entonces la próxima vez como esta predicación de la resurrección pasa cómo
por altibajos, es decir, cómo es comprendida por la primera comunidad inmediata y para eso
pueden leer los primeros capítulos de los Hechos en donde hay tres predicaciones de Pedro y una
de Esteban: por ahí pueden ustedes ver una interpretación de la resurrección; la otra, más
relacionada con el Reino la vamos a ver en San Pablo, en los ocho primeros capítulos de los
romanos.

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5ª CHARLA

Interrogantes...

La vez pasada habíamos visto que los relatos de la resurrección apuntan a cosas muy
distintas que los relatos de antes de la muerte de Jesús, pertenecen a un género literario diferente
en donde se quiere anunciar otra cosa. Y una de las cosas que se quiere anunciar (precisamente lo
que nos interesa a nosotros), es que a través de la resurrección de Jesús, se ve ya lo escatológico.
De alguna manera la gloria de Jesús es la gloria escatológica, es decir: la escatología se adelanta
para Jesús.
Esa es la experiencia fundamental que tienen los discípulos. No es como si vieran una cosa
exterior, histórica, que cualquiera puede ver, sino que con Jesús resucitado experimentan
precisamente lo escatológico. Lo que va a tener lugar al fin de los tiempos lo ven realizado en
Jesús y ellos siguen metidos en la misma historia en que Él estaba antes de morir.
Entonces, nos preguntamos una vez más: la resurrección, ¿qué nos dice sobre el Reino?
Ellos, que tuvieron la predicación de Jesús sobre el Reino hasta la cruz, y luego tuvieron la
experiencia de lo escatológico, ¿qué dicen sobre el Reino? El Reino que Jesús anunció y preparó
¿no vino? ¿Qué pasa hoy con el Reino? ¿Se está realizando o quedó para el final de los tiempos,
para el fin de la historia? Esa es la pregunta que venimos arrastrando en estas charlas, pero
tenemos que ir siguiendo los datos que tenemos.

Dos interpretaciones de la Resurrección...

Hoy vamos a ver dos interpretaciones de la resurrección. Dijimos que la primera Iglesia, los
apóstoles, tienen como altos y bajos en comprender todo el sentido de la resurrección, es decir, no
todos lo comprenden con la misma profundidad: tal vez Pedro y los primeros apóstoles no se
dieron cuenta de todas las implicaciones de la resurrección, en cambio Pablo es más equilibrado y
más profundo en ver cuál es el significado de la resurrección de Jesús,
Existen entonces dos interpretaciones diferentes y coinciden en lo que vimos la vez pasada,
en que el género literario de los relatos de las apariciones difiere del género literario de los relatos
históricos de la vida de Jesús, que lo muestran en lo escatológico. Es como si se abre el cielo y
echan una miradita sobre cual va a ser en cierto sentido el final. ¿El final de Jesús? ¿Del Reino?
¿De todos nosotros? Eso todavía hay que preguntarlo, no lo sabemos de antemano.

Primer Nivel…

Vamos a ver primero un nivel, que podríamos llamar bajo de interpretación, que es el que
llega poco después, es el de la primera comunidad de los apóstoles en el momento de Pentecostés,
en el momento que sigue a la Pascua, cuando todavía tienen los acontecimientos encima.
La segunda interpretación es la de Pablo, como interpreta Pablo algunos años después,
Ustedes estarán pensando que estamos haciendo un anacronismo, ¿por qué? porque Pablo es
anterior a los Hechos de Lucas (Pablo escribe sus cartas en el 57, Lucas después del 70
probablemente) pero no es un anacronismo porque los recuerdos de Lucas son anteriores a la
interpretación de Pablo, por eso, Lucas, en los Hechos de los Apóstoles, nos da datos anteriores a
los de Pablo. Lucas recuerda cosas que pasaron inmediatamente después de la muerte de Jesús y

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aunque pueda haber fallas en la memoria, o transformaciones, lo fundamental tiene que ser
correcto.

Discursos de Pedro...

Tenemos para analizar un poco, tres discursos de Pedro en los Hechos de los Apóstoles, el
primero está en el Cáp.2, versículo 14 y siguientes, el segundo está en el Cáp.3, versículo 8 y
siguientes y el otro está en el Cáp.4, versículo 8 y siguientes. Después hay un discurso de Esteban
que también diríamos está cortado por la misma tijera, es decir, pertenece también a la misma
interpretación desde el comienzo del Cáp. 7 en adelante.
Todo esto es interesante porque pasa en la Iglesia de Jerusalén antes que cambie de contexto,
antes que se mude, como es el caso, por ejemplo de Pablo que le escribe a la Iglesia que ya está
fuera de Palestina, a Roma, a Corinto, etc., a lugares que están fuera del contexto que Jesús
conoció y para el cual habló. En cambio, todos estos discursos que aparecen aquí en los Hechos se
caracterizan por estar todavía situados en el mismo contexto de Jesús. Por lo tanto, hasta cierto
punto, nosotros podríamos esperar que reproduzca la predicación sobre el Reino, añadiéndole la
comprensión que les ha dado el hecho de la resurrección, las experiencias que han tenido de ver a
Jesús resucitado, de ver su vida gloriosa.
Entonces, el primer tema es la Iglesia de Jerusalén, la comprensión de la resurrección y
su relación con el Reino.
Vamos a ir viendo algunos de los elementos que hay en los discursos principales, pero desde
ya nos sorprende en la predicación de Pedro, (también en la de Esteban, pero más claro todavía en
la de Pedro por la autoridad que tiene, por los efectos que tiene esa predicación en la constitución
de la Iglesia) la diferencia fundamental que existe con la predicación de Jesús.
Uno podía esperar que después de la resurrección Pedro retomara los temas de la
predicación de Jesús, sin embargo nos sorprende, y hasta cierto punto nos defrauda un poco, un
cierto simplismo de Pedro con respecto a la predicación tan rica de Jesús sobre el Reino. Ya hemos
visto la riqueza que tenía toda esa predicación sobre el Reino, toda esa preparación de la mente
para comprender qué era lo que Dios quería realizar en la tierra, en la historia con su reino. En
cambio, la predicación de Pedro es muy simple y lo vamos a ver en una imagen general: podríamos
decir que el objeto de la predicación de Pedro no es el Reino de Dios sino Jesús. Jesús nunca se
predica a sí mismo, no dice: miren que yo soy Fulano y Zutano y Mengano y tengo tales títulos,
escúchenme, yo soy el Hijo de Dios, yo soy el Mesías. Al revés, cuando la gente se fija en Él, Él
desvía la atención o trata de desviarla como cuando le dicen: Tú eres el Mesías, Él les ordena
inmediatamente que se callen, que no lo digan, que no lo divulguen, etc.
En cambio después de la resurrección Jesús se vuelve el objeto de la predicación: Pedro
predica a Jesús resucitado. En primer lugar, dice que con la resurrección llega la escatología, es
decir, llegan los tiempos del final, la intervención de Dios, lo prometido pero con Jesús.
Entonces, el primer elemento es la escatología, realizada en Jesús y hasta cierto punto
en la Iglesia, pero en primer lugar en Jesús. Uno se pregunta: ¿qué paso entonces con el reino?
Bueno, no sabemos qué pasó, Pedro no lo menciona, él dice: “los últimos tiempos han llegado” y
en ese sentido uno sentiría un eco de la predicación de Jesús, “el tiempo se ha cumplido”, etc., pero
sobre el Reino de Dios, nada.
Por ejemplo, en el Cáp. 2, versículos 16 al 21, se trata de que cuando todos alaban a Dios en
distintas lenguas, hay alguien que dice que están borrachos, entonces Pedro dice: no, sino que se
cumple lo que dijo el profeta sobre la escatología. “Sucederá” dice el profeta pero Pedro continúa
citando la profecía: “sucederá en los últimos días”, fíjense que está hablando entonces de la
escatología, cita al profeta Isaías, pero sobre todo al profeta Joel. “Sucederá en los últimos días
-dice Dios- derramaré mi Espíritu sobre toda carne y profetizaran sus hijas y sus hijas”. Es decir,
esos fenómenos carismáticos que se están notando en las personas que hablan, alaban a Dios en
lenguas diferentes, etc., es que Dios ha derramado su Espíritu sobre toda carne, sobre toda creatura.

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Y eso es lo que había profetizado Joel para los últimos días: “Profetizarán sus hijos y sus hijas, los
jóvenes tendrán visiones y los ancianos sueños, etc., y yo derramaré mi Espíritu”. Y luego sigue y
es importante: “el sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre”. ¿Recuerdan aquello del
discurso escatológico? bueno, Pedro da por descontado que eso va a acontecer en esos días o por lo
menos algunos de los fenómenos ya están aconteciendo, pone: “el sol se convertirá en tinieblas y
la luna en sangre antes de que llegue el día grande del Señor”. “Día” es el juicio.
Otra vez, como en el discurso escatológico sentimos más a Juan el Bautista que a Jesús,
porque Jesús lo que predicó es la venida del Reino en poder sobre la tierra y no encontramos
mención de eso, sino una descripción de lo escatológico, semejante al discurso que hemos
encontrado ya en el Evangelio y que nos sorprendió porque no tenía relación con la predicación de
Jesús sobre el Reino.
“Antes de que llegue el día grande del Señor y todo el que invoque su nombre se salvará”, o
sea, aquí también como una espacio de simplificación máxima como Juan el Bautista. “En el día
grande del Señor, (el día del juicio) todo el que invoque el nombre del Señor será salvado”. Es
decir, la salvación frente al juicio es una salvación típicamente religiosa, el que invoque el nombre
del Señor será salvo. Dios va a reconocer a los que lo invocan correctamente o sea a través de
Jesús.
Inmediatamente que termina estas palabras continúa con el versículo 22: “Israelitas
escuchad estas palabras a Jesús Nazareno”, o sea el que invoque el nombre del Señor. ¿Quién es
el que invoca el nombre del Señor? El que reconoce que Jesús el Nazareno fue el enviado por
Dios. Aquí se definía la característica escatológica. En el discurso de Pedro no encontramos el
Reino entonces.
Una segunda característica es que Jesús es Señor, es decir, se desplaza el interés del
Reino a Jesús. Jesús es Señor y Mesías o Cristo. Mesías y Cristo ya saben que es lo mismo en
distintas lenguas Mesías en hebreo y Cristo en griego, significa “ungido” en castellano. O sea que
la invocación correcta para ser salvado ante el juicio es precisamente reconocer a Jesús como
Señor y Mesías. Señor era un título que se usaba generalmente para personalidades humanas muy
relacionadas con lo divino o para Dios mismo. Entonces, decir “Jesús es Señor” es decir: Jesús está
íntimamente relacionado con lo divino. No es una fórmula clara para decir que Jesús es Dios pero
sí que está muy cerca de Dios, que es muy parecido a Dios y que está muy relacionado con Él. El
Mesías es el enviado de Dios.
En el versículo 36 con que termina el discurso dice: “Resucitó, nosotros somos testigos,
sepa por lo tanto la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Mesías a este Jesús a quien
vosotros habéis crucificado”. ¿Qué ha hecho con el Reino? No lo dice, San Pedro pasa a otro
punto, para él lo principal en su predicación es: escatológicamente, en el último tiempo, ¿qué es
Jesús? “Jesús: salvador” precisamente porque eso es invocar a Dios correctamente, invocarlo a
través del Señor y del Mesías que Él ha enviado y que ha sido muerto por error, por malevolencia,
por lo que fuere, pero que fue resucitado y ahí ellos comprendieron que son testigos de que Dios
constituyó a Jesús Señor y Mesías.
Un tercer carácter de esta predicación es que Jesús salva religiosamente, Jesús es un
poder religioso salvador. Jesús se había manifestado poco interesado en “cosas de religión”, no en
su relación con el Padre, sino en cosas de culto, de salvación religiosa, etc. Se había mostrado
interesado en los pobres, en los que sufrían, en los que eran marginados, en los mecanismos de
opresión, en las ideologías que circulaban en Israel, había atacado muchas veces un tipo de religión
que seca y endurece el corazón de los fariseos, etc. Es decir, Jesús fue muy poco “religioso” en el
sentido de establecer una religión. Como dice Comblain en el libro “Jesús de Nazareth” “si hay
algo que llama la atención es que Jesús tan contrario de la religión de Israel haya quedado como
fundador de una nueva religión que tiene casi los mismas cosas”.
Sin embargo, inmediatamente después de la resurrección, Jesús se convierte en un poder
religioso salvador simplificador: el que invoque el nombre del Señor el día del juicio será salvo.
Fuera de toda controversia religiosa. Esto aparece en varios lugares: “Todo el que invoque el
nombre del Señor se salvará”. Más aún, en otra predicación de Pedro en el Cáp.4, versículo 14
dice: “Jesús es la piedra que vosotros los constructores habéis despreciado, y que se ha convertido
en piedra angular porque no hay otro nombre dado a los hombres por el que nosotros nos
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podamos salvar”. Ante el juicio de Dios próximo todo se simplifica invocando a Jesús que tiene el
poder salvador, que es el único nombre dado a los hombres para ser salvados. (Evidentemente
nombre y persona se relacionan mucho). Es invocar a Dios bajo su verdadero nombre, bajo su
verdadero enviado que es Jesús. Otra vez el Reino queda como vaciado, como olvidado. Lo que
pasa es que ellos vieron resucitado a Jesús y al Reino no lo vieron. El Reino desaparece de su
interés y lo que queda fundamental es Jesús convertido en casi Dios, aunque todavía no lo definen,
se dan cuenta que hay una relación muy íntima entre Él y Dios.
La consecuencia es religiosa: lo que hay que hacer es pertenecer a la Iglesia. Voy a emplear
un nombre que todavía no se usaba: pertenecer a la comunidad cristiana, entrar en la comunidad
cristiana. Esto aparece inmediatamente después cuando termina Pedro el discurso (en el Cáp.2) y
dice: “Al oír esto, dijeron con el corazón compungido”, arrepentido, (los judíos que no habían
creído en Jesús, que habían sido testigos de los acontecimientos de Pascua, etc.) “dijeron con el
corazón arrepentido a Pedro y a los demás apóstoles: ¿Qué hemos de hacer, hermanos? ¿Qué
hemos de hacer?”, Jesús ya había dicho qué había que hacer y era colaborar en el Reino,
convertirse para creer en la Buena Noticia de que el Reino estaba cerca, etc., etc.
Aquí encontramos una respuesta inesperada, pero a la que nosotros estamos tan
acostumbrados: “Entonces Pedro les contestó: Convertíos y que cada uno de vosotros se haga
bautizar en el nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados”, es decir, el bautismo que
los hace pertenecientes, miembros de la comunidad cristiana, con lo cual se perdonan los pecados.
Otra vez vuelve lo de Juan Bautista más que lo de Jesús. Jesús no dijo: Bautícense, conviértanse
para creer en la Buena Noticia, era Juan el que practicaba un bautismo y llamaba a la gente a
convertirse para que se le perdonaran los pecados.
Entonces, la fe y el bautismo, Cáp. 2, 38, aparecen como la consecuencia de la
resurrección. La Iglesia de Jerusalén interpreta que lo que Dios quiere es que la gente espere la
venida escatológica de Dios dentro de la comunidad que la puede salvar, precisamente porque es la
única que invoca a Dios como Él quiere ser invocado: reconociendo a Jesús como Mesías, como
Señor, relacionado profundamente con la divinidad.
En el momento de Pentecostés, todavía ellos no pensaban que tenían que bautizar, ni menos
que ir a hablar con los paganos, los mismos Hechos de los Apóstoles dicen que mucho después
Pedro tiene una visión y es mandado a la casa del centurión Cornelio y ahí solamente es cuando
bautiza al primer pagano y lo hace entrar en la Iglesia. Y esto es algo que se supone que se
comprendió en la resurrección.
La Iglesia de Jerusalén, poco a poco, se dio cuenta que Jesús resucitado significaba que la
buena noticia de la salvación tenía que llegar a todos los hombres. Entonces, ponen como palabras
de Jesús resucitado lo que ellos comprenden mucho después. Y en ese sentido es completamente
coherente la comprensión de la Iglesia de Jerusalén con lo que aparece en los evangelios aunque
anacrónicamente. Jesús no pudo decir eso porque los apóstoles hubieran ido inmediatamente a
bautizar a los paganos y no lo hacen, más aún, se escandalizan cuando la primera conversión y no
saben qué hacer con ellos, es decir, comprenden mucho más tarde.
El quinto elemento que es muy importante, es la multitud que entra en la Iglesia. Dice
que cuando Pedro contestó con estas palabras (versículo 41) “Los que acogieron su palabra fueron
bautizados y aquel día se les unieron a los discípulos de Jesús, unas tres mil almas”. Entonces uno
empieza a sentir una cierta inquietud, porque uno dice: ¿y cómo es posible eso? Discuten mucho
los exégetas si Jesús predicó un año o tres, de todos modos, a duras penas Él se consiguió doce que
lo entendieron bastante mal y que parece que en un momento dado les propuso irse si querían, y
Pedro dijo que no y los demás aceptaron lo que decía Pedro pero también estaban dudando. Él los
tiene durante mucho tiempo así, y ahora resulta que entran en la comunidad de un día para otro, sin
preparación especial ninguna, tres mil personas.
Entonces, uno dice: ¿cómo diablos se facilitó lo que para Jesús era difícil? En los evangelios
aparece no solamente la dificultad que Jesús tuvo en la formación de los discípulos sino también el
por qué de esa dificultad. Muchas veces se dice: “Miren que el Reino de Dios es sumamente
conflictivo y que hay que dejar todas las cosas por él, porque el Reino de Dios significa
precisamente luchar por los pobres, los marginados, etc. Los van a perseguir en nombre de Dios,
los expulsarán de las sinagogas, los castigarán, serán odiados por mi causa, tendrán la suerte de los
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profetas que fueron todos muertos, desterrados”. ¿Por qué? Por el Reino. A causa del Reino hay
que dejarlo todo.
De alguna manera tiene que haberse facilitado el asunto para que la gente diga: pues hoy
mismo me paso a la nueva comunidad. ¿Por qué es posible ese paso de tres mil personas a la nueva
comunidad? Porque no se habla del Reino, ni de lo que supone. Se habla de una espacie de dogma
religioso: ustedes decían “a”, ahora tienen que decir “b” lo cual no significaba una cosa muy
grande. Es decir, pasar a reconocer que Jesús es Señor y Mesías podría ser difícil, además los que
oyen no han tenido ninguna experiencia de Jesús resucitado, pero simplemente vienen unas pobres
personas ahí y les dicen: miren nosotros somos testigos y pasan tres mil en un solo día. Uno
empieza a sospechar que algo se ha perdido en el camino, porque por más que creyeran que Jesús
ha resucitado, las exigencias terribles del Reino continuaban, es decir el perderlo todo por los
pobres, el estar dispuestos, si es para que los pobres realmente se liberen, a dejar todo lo que uno
tiene. ¿Para qué? Para que eso vaya precisamente a fundar una igualdad entre todos los hombres.
Esto lo lleva a Jesús a la muerte y Él mismo les anuncia a los discípulos que también a ellos los
llevará a la muerte. “Si a mí me trataron así, también harán lo mismo con ustedes”.
Sin embargo eso desaparece en la predicación de Pedro y se trata solamente de decir, ah, sí,
Jesús es el Señor, el Mesías, entonces se incorporan ese mismo día tres mil personas a la Iglesia.
En otros discursos van a ver ustedes, cinco mil personas, después otras y miles de personas
inmediatamente, es decir, no aparece la dificultad que había tenido Jesús.
Por lo tanto, lo que sorprende es la facilitación. ¿Por qué? Porque el Reino tiene
evidentemente una significación política y difícil en cambio, lo religioso aparentemente, es
simplemente cambiar de credo. Es como si alguien viene y me dice: mire, vamos a hablar no de
tres dioses sino de cuatro, vamos a incorporar a la Virgen María en la Trinidad. Uno puede decir,
mire: a mí no me gusta eso, poro ciertamente peligro no hay, no se ve, por lo tanto es posible que
haya una conversión de tres mil personas.
Sabiendo lo que es el Reino, inmediatamente uno prevé los adversarios y su fuerza, aquí no
aparece esa fuerza y entonces uno dice: me parece que el Reino está siendo olvidado en la euforia,
en la alegría que da la resurrección de Jesús y se desplazó el acento de aquello sobre lo cual
predicó Jesús que era el Reino y sus exigencias muy grandes. Esta multitud no construye el Reino,
no se siente llamada a prepararlo sino simplemente a esperar dentro de la adoración de Jesús como
Señor y Cristo su segunda venida y esta vez con poder.
Este es un poco el esquema de la predicación. Esto aparece en el Cáp.3, versículo 20 y
siguientes, cuando dice: “Arrepentíos pues y convertíos para que vuestros pecados sean borrados,
a fin de que el Señor venga al tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido
destinado”. Ya lo ha enviado pero lo va a enviar por segunda vez “al Cristo que ya había sido
destinado, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal”.
Es decir, lo escatológico está comenzado pero todavía no terminado porque Jesús tiene que
venir con poder, una segunda vez, y lo esperan inmediatamente todas las iglesias, aún Pablo en sus
primeras cartas a los tesalonisenses, escritas más o menos en el año 50, todavía está hablando de
una espera de un día para el otro.
En las grandes cartas aparece aquí y allá algún punto de esa espera pero ya San Pablo está
meditando un plan mucho más amplio, pero está pensando en esa espera cuando habla de que la
venida de Jesús va a encontrar a algunos vivos y a otros no. Entiende que él va a estar todavía vivo
cuando Jesús venga por segunda vez, o sea que Pablo entra dentro de esta concepción, aunque su
concepción sea mucho más amplia de esto.
Resumiendo: la predicación sobre Jesús, se vuelve semejante a la de San Juan Bautista: una
conversión de emergencia para la segunda, última y definitiva venida de Dios con poder que va a
juzgar a todos. Jesús salva “religiosamente” a los que invocan el nombre de Dios a través de Él
porque Él es el Mesías, es el enviado por Dios, es el que tiene el poder de salvarnos. Se olvida el
Reino, es decir: a los pobres, los pecadores, los marginados en Israel, no aparecen. Se trata de una
conversión religiosa y se olvida que el Reino es esencialmente conflictivo: “No vine a traer la paz
sino la espada” dice Jesús. El Reino precisamente porque viene para los pobres, los marginados,
los pecadores, etc., va a dividir más aún a la sociedad de Israel. Aquí eso desaparece, va a haber

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una diferencia religiosa diríamos, pero no esa diferencia mortal como cuando los intereses de las
personas están tocados directamente.

Discursos De Pablo...

Vamos a tratar de comenzar hoy y terminar el próximo día con la interpretación de Pablo de
la resurrección, que hasta cierto punto recobra el significado del Reino, es decir, une mucho más
que la predicación de Pedro, la resurrección de Jesús con el Reino de Dios. Con Pedro estamos
frente a una versión típica del Bautista, con Pablo (al menos esa es mi opinión) estemos más cerca
de la predicación de Jesús aunque use muy pocas veces el término “Reino de Dios”, no obstante se
da cuenta de la importancia que tiene y no lo deja fuera cuando interpreta la resurrección de Jesús,
sino que lo hace entrar como un dato fundamental y eso da un panorama muy distinto, un
panorama nuevo que vamos a tratar de estudiar.
En primer lugar, en San Pablo hay una coincidencia con respecto a los relatos de la
resurrección, a lo que significaban esos relatos, a que lo escatológico se había revelado por un
momento, como por un chispazo en la resurrección de Jesús. En ese sentido Pablo también piensa
como Lucas, como Pedro, etc., sobre todo en eso que hay que esperar una próxima segunda venida
de Jesús.
Pueden ver ustedes la Carta a los Tesalonisenses donde insiste tanto en eso que hasta
algunos de los tesalonisenses deja de trabajar porque la venida de Jesús ya hace que no tenga
sentido el trabajo, entonces San Pablo les dice que no, que tienen que trabajar hasta el último día y
que el que no trabaje que no coma, etc. Después les dice que tengan cuidado con interpretar que
esa venida es muy próxima porque Dios no tiene las mismas medidas del tiempo que tenemos
nosotros y lo que para nosotros es un tiempo largo, para Dios es un tiempo corto.
De todos modos hay una cierta coincidencia, sobre todo en las primeras cartas de Pablo.
Cuando llegamos a las grandes cartas de Pablo en el 57, a los romanos, a los corintios, a los
gálatas, encontramos una diferencia que es, yo diría, la incorporación de la idea del Reino. San
Pablo percibe la falla de la interpretación de la comunidad de Jerusalén que en la euforia de la
resurrección ha olvidado el Reino que fue lo que predicó Jesús. Entonces, Pablo incorpora a la
interpretación de la resurrección los caracteres esenciales del Reino aunque en otro contexto
distinto, por lo que son un poco distintos de los del Evangelio.
Es evidente que Jesús tenía una resonancia muy grande hablando en Palestina del Reino de
Dios porque eso significaba una esperanza de todo el pueblo. Pablo, hablando en Roma del Reino
de Dios no les decía absolutamente nada a los paganos, y aún a los judíos, porque estaban en otra
circunstancia. Además, la polémica de Jesús con los opresores internos de Israel no tenía sentido,
porque los fariseos en el imperio romano no eran opresores de otros judíos como lo eran en Judea,
de modo que ciertamente el Reino de Dios con toda la enseñanza de Jesús tenía que ser traducido a
otra situación.

REINO - humanización del hombre...

Entonces, yo diría que hay que tener en cuenta como cosa fundamental de esta interpretación
de Pablo de la resurrección, que el Reino de Dios (y en ese sentido es fiel a Jesús, nada más que lo
traduce) es la humanización del hombre. El Reino de Dios en Israel era la humanización de
aquellos que estaban deshumanizados: los pobres, los marginados, etc. San Pablo va a hablar en
términos mucho más generales de la lucha de Dios contra la deshumanización del hombre y contra
todo aquello que la produce, aunque no sean las mismas cosas por las cuales lucha Jesús en Israel.
Jesús va donde se siente más necesitado y más eficaz que es a la deshumanización socio-
política introducida por la ley, por los doctores de la ley en Israel. Pablo toma esa idea
fundamental: el Reino de Dios es la humanización del hombre, pero va a mostrar que para que el
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hombre sea humanizado, sea verdaderamente hombre, hay que luchar también contra otros
enemigos (no excluye a aquellos enemigos contra los cuales lucha Jesús). Él usa poco “Reino de
Dios” porque es una palabra política, él prefiere mucho más palabras que tienen un significado más
antropológico, más relativo al hombre en general.

Resurrección plena...

Vamos a tomar como muestra de lo que vimos diciendo para comenzar nuestro examen de
Pablo la Primera Carta a los Corintios en el Cáp. 15, versículo 15. Para San Pablo, “Jesús resucitó”
significa “todos los hombres resucitan”. Eso aparece muy claro: “Somos convictos de falsos
testigos de Dios porque hemos atestiguado contra Dios que resucitó a Cristo a quien no resucitó si
es que los muertos no resucitan”. O sea, la resurrección de Cristo es como una prueba, como una
espacio de atisbo de lo que va a ser la resurrección de todos los muertos. Pablo va a incorporar otra
vez el Reino de Dios y su realización en la historia.
En la predicación de Pedro parece como que la historia de construir el Reino se pierde, en
cambio aquí, ya vamos a ver como se recupera.
En primer lugar veamos en el Cáp.15 de la Primera Carta a los Corintios, del versículo 24 al
28. Para él, la resurrección de Jesús es el comienzo de lo escatológico. (Lo escatológico es la
resurrección de todos los hombres, el final de la historia). Dice en el versículo 24 “Resucitarán
cada uno en su rango”, etc., etc., “todos los hombres, los que han estado con Cristo”, etc., todos.
Luego el fin: “Cuando entregue a Dios Padre el Reino”. San Pablo, aquí, en este lugar solemne
diríamos de la Carta a los Corintios, utiliza la palabra que utilizó Jesús: “El Reino”.
Jesús vino a realizar el Reino y escatológicamente lo va a tener terminado y lo va a entregar
al Padre, “después de haber destruido todo principado, dominación y potestad”, es decir, todos los
enemigos. Así como los enemigos del Reino crean en el evangelio fariseos, aquí son entidades las
que deshumanizan al hombre, como vamos a ver enseguida. “Porque debe Él reinar”, Jesús, es el
Reino de Dios pero Él debe reinar, hasta ahora no reina efectivamente, “hasta que ponga a todos
sus enemigos bajo sus pies y el último enemigo en ser destruido será la muerte”.

Pecado – Muerte – Ley

San Pablo en general, no toma personas sino figuras: el pecado, la muerte, la ley, etc. El
último enemigo en ser vencido será precisamente la muerte, el enemigo más deshumanizador del
hombre que lo vuelve no-hombre. “Porque ha sometido ya”, se supone que en ese momento ha
sometido ya, “todas las cosas bajo sus pies. Mas cuando se dice que todo le está sometido es
evidente que se excluya a Aquel que le somete todas las cosas. Es decir, no Dios evidentemente.
“Cuando hayan sido sometidas a Él todas las cosas, también el Hijo se someterá a Aquel que le
sometió todas las cosas para que Dios sea todo en todos”. O sea, lo último es la realización del
Reino y lo entrega del Reino de Dios al Padre. Eso se realiza con la resurrección de Jesús. Por eso
Jesús parecía al mismo tiempo de esta tierra y de otra. Al mismo tiempo de ésta porque llevaba
todos los gastos y todas las memorias de ésta, no renunció a sus amigos, a sus costumbres, a todo
eso, y de otra porque vivía una existencia completamente nueva, gloriosa, etc., donde todos los
enemigos eran vencidos, donde la muerte había sido vencida. Es una especie de visión que nos
permite ver por un momento lo que va a acontecer con todo el Reino. No es simplemente la gloria
de Jesús como aparecía en la predicación de Pedro, es el reino de Dios el que se realiza de esa
manera.
Entonces, pasemos al versículo 54 que está mal traducido en la Biblia de Jerusalén pero
vamos a tratar de corregirlo y hacer ver qué es lo que quiere decir Pablo porque es interesante.
Dice: “y cuando este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal se revista de
inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra de la escritura: la muerte ha sido devorada en la

51
victoria. ¿Dónde está oh muerte tu triunfo? ¿Dónde está oh muerte tu aguijón?” Es decir, aquello
que llevaba la muerte adelante como el aguijón al buey, es el pecado y la fuerza del pecado: la ley.
Ley, pecado, muerte, son los tres elementos que van deshumanizando al hombre y en esos
tres elementos tiene el hombre que ser re-humanizado para que realmente el Reino de Dios sea
Reino de Dios: que todos los enemigos del hombre sean destruidos. “El aguijón de la muerte es el
pecado y la fuerza del pecado la ley, pero gracias sean dadas a Dios que nos da la victoria por
nuestro Señor Jesucristo”.
¿En dónde está la mala traducción? Que San Pablo no emplea palabras de tipo filosófico
cuando dice: “y cuando este ser corruptible", sino que utiliza una frase que aparece en otras partes
de la obra de Pablo. En realidad él dice: “Cuando esto corruptible se revista de incorruptibilidad y
cuando esto mortal se revista de inmortalidad”, y uno dice ¿qué es esto?
Es como cuando uno dice: “Estoy hasta aquí de estas charlas de Pocitos”, es decir, ustedes
tienen que imaginarse dónde pongo yo la mano, ¿no? o sea bien arriba. Entonces, es lógico que
aquí también la frase supone un gesto, es decir, ¿qué dice San Pablo cuando dice esto? Dice: “Esto
que es mi vida”, “todo lo que yo vivo”, es decir: “todo esto en que yo estoy empeñado”, “todo esto
que yo estoy haciendo a mis seres queridos, etc.” “Cuando todo esto que es corruptible se haya
revestido de incorruptibilidad y cuando todo esto que es mortal” que se me escapa de las manos, la
muerte lo destruye, etc., “sea revestido de inmortalidad, entonces habrá sucedido esta victoria
sobre la ley, el pecado y la muerte”.
Ahora, ¿por qué digo yo eso? Lo podemos ver cuando San Pablo habla de la existencia del
hombre en la tierra en la Segunda Carta a los Corintios, Cáp.5, versículos l al 5. Dice: “Porque
sabemos que si esta carpa” (carpa en el sentido de morada transitoria, también Juan usa la frase
para indicar que Jesús puso su carpa entre las nuestras, es decir que también caminó como
nosotros, se hizo hombre transitorio como nosotros; la frase es la misma, o sea, no se refiere al
cuerpo solamente sino a todas las cosas que constituyen la existencia del hombre) “porque
sabemos que si esta carpa que es nuestra habitación terrestre se desmorona, tenemos una cosa
que es de Dios, una habitación eterna, no hecha por mano humana que está en los cielos”. Ese es
el consuelo que generalmente se dice en el oficio de difuntos, que en lugar de esta carpa tenemos
una casa sólida en los cielos (no una de esas prefabricadas, que se vienen abajo).

El cielo en la tierra...

Pero a San Pablo no le gusta nada eso de cambiar de casa, él está encariñado con su carpa, la
propiedad horizontal le gustó, le parece más segura, etc., pero él va a llevar allí su carpa y la va a
instalar en medio de la propiedad horizontal. No va a pasar simplemente de la carpa a un
apartamento, y dice: “Tenemos una casa que es de Dios, una habitación eterna, no hecha por
mano humana que está en el cielo. Y así gemimos en este estado actual deseando ardientemente
ser revestidos de nuestra habitación celeste”. Va a insistir en la palabra revestidos, es decir, que le
hagan el piso alrededor de la carpa pero no que le hagan hacer la mudanza. Es muy drástico Pablo
en esto: “deseando ardientemente ser revestidos de nuestra habitación celeste si es que nos
encontramos vestidos y no desnudos”, es decir, si tenemos algo que queremos, que nos rodea, etc.,
queremos que todo eso sea revestido si es que Dios no nos encuentra sin nada que vale en nuestra
vida.
“Si los que estamos en esta carpa gemimos oprimidos, no es que queramos ser desvestidos
para pasar a la otra”, es decir: la mudanza, nos tienen un apartamento allí todo preparado,”no es
que queramos ser desvestidos sino más bien sobrevestidos”. Es decir, que el cielo se nos meta en la
tierra, no pasar de la tierra al cielo.
Para que el hombre sea verdaderamente hombre, tiene que desear de alguna manera que el
cielo se le meta en la tierra, eso es el único deseo verdaderamente humano, si no, no es humano, si
no, es un fracaso de hombre. El que dice: ya estoy cansado y me quiero ir a otro lugar,
simplemente fracasó, es precisamente el que está desnudo y no vestido.

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“El que está vestido quiere ser sobrevestido para que lo mortal que hay en su existencia sea
absorbido por la vida”. Todo lo que hizo él, todo lo que trabajó, todo eso sea absorbido de tal
manera que todo tenga vida, no que en lugar de lo que hizo le den un premio y digan: mira, ahora
vas a ver a Dios. Puede ser muy importante eso, pero yo no lo sé y si simplemente deseo salir de lo
que estoy haciendo para ver a Dios es que lo que estoy haciendo no vale la pena. Entonces, lo que
San Pablo dice es: “Cuando esto corruptible (es decir, toda mi existencia en la tierra) sea revestido
de incorruptibilidad y lo mortal sea revestido de inmortalidad entonces precisamente, va a tener
lugar esa escatología, ese Reino, la realización del Reino”.
Para San Pablo, lo que mostró la resurrección es que Jesús había conseguido eso, había
realizado su Reino, sólo que el reino tiene que entrar en la tierra con otros también, no sólo con Él.
Es el triunfo de su obra, su obra es indestructible, su obra es incorruptible. El Reino de Dios está
asegurado en la resurrección de Jesús.

Tres factores inhumanos...

Entonces, vamos a ver muy brevemente los tres factores de inhumanidad, es decir, que
hacen que el hombre viva en una situación infrahumana, que el hombre no sea verdaderamente
hombre. Así como la pobreza, la miseria, en el reino de Dios van a ser sustituidas por condiciones
humanos para el hombre, así aquí también esta condición inhumana en que vive el hombre tiene
que ser y va a ser sustituida por Cristo para que el hombre viva una vida plenamente humana. Eso
va a tener un comienzo ya aquí gracias a Cristo, pero una realización final que es escatológica, que
va a ser al final de los tiempos cuando Jesús entregue su Reino al Padre, cuando lo que nos ha
parecido que se corrompe, que se muere, en las cosas que hacemos, que queremos, etc., todo eso lo
vamos a reencontrar incorrupto e inmortal.
Los tres adversarios que señala Pablo para el Reino son: La Ley, El Pecado y La Muerte.
1) Con respecto a la ley, bastará que ustedes lean simplemente el Cáp. 3 y el 4 de la Carta a
los Gálatas, dice: (al final del Cáp.3) “Antes que llegara la fe, estábamos encerrados bajo la
vigilancia de la ley”, la ley tenía una función con nosotros que no nos dejaba en libertad, que no
nos dejaba ser plenamente hombres, que nos tenía en una situación infrahumana aunque
vigilándonos, como la situación del niño que todavía no entiende que no tiene que hacer ciertas
cosas, entonces hay que prohibírselas o castigarlo si las hace, en señal de que no se deben hacer. Es
una vigilancia pero que todavía no da la medida del hombre.
“De manera que la ley ha sido nuestro pedagogo...” pedagogo es para algunos lo mismo que
maestro, para otros el que llevaba a la escuela a los niños, una especie de niñero, de todas maneras
es un esclavo del dueño de la casa. Había pedagogos, por ejemplo griegos, que se ocupaban de la
enseñanza de los niños, otros llevaban el niño a las escuelas, pero lógicamente, el niño estaba bajo
su cuidado y sus órdenes. El niño lógicamente le preguntaba a alguien, que de hecho era un
sirviente suyo, lo que podía hacer, qué no podía hacer, porque precisamente la función era la
vigilancia y la instrucción.
“Pues yo os digo, mientras que el heredero es menor de edad (así empieza el Cáp.4) en
nada se diferencia de un esclavo a pesar de ser dueño de todo”. Es dueño de todo, esa es la
situación del hombre propiamente humana: sentirse realmente dueño del universo. ¿Por qué?
Porque como ya vamos a ver, él tiene que ser creador en el universo. Estamos en un universo
incompleto, en un universo inacabado, en un universo que Dios dejó precisamente en nuestras
manos para que nosotros vayamos solventando los problemas que Dios dejó ahí como un cable
suelto, para que nosotros lo asumiéramos y creáramos. Por eso nos hizo un universo no terminado,
no perfecto, no feliz, para que tuviéramos la responsabilidad de completarlo.
“Mientras el heredero es niño, no se diferencia en nada del esclavo”, ésa es la situación del
hombre bajo la ley, “a pesar de ser dueño de todo está bajo tutores y administradores hasta el
tiempo prefijado por el Padre”. Es decir, ésa no es su situación de hombre, es su situación de niño.
“De igual manera nosotros, cuando éramos menores de edad, vivíamos como esclavos de lo
ley y la ley nos decía lo que había que hacer, lo que no se podía hacer, lo permitido, lo prohibido”,
53
etc. Era necesaria porque éramos niños, pero si el hombre adulto quiere volver a ponerse debajo de
la ley, su actitud ya no es una actitud adulta y madura sino que es un infantilismo. Si el hombre
adulto quiere volverle a preguntar a aquellos que justamente son sus servidores, ¿puedo hacer esto?
es que no ha dejado de ser infantil, es que no ha comprendido la libertad, es que no ha
comprendido su responsabilidad de crear junto con Dios, de que Dios le ha dado esa tarea.
La ley significó algo positivo, pero a partir de un momento dado, se vuelve un peligro para
el hombre, porque el hombre tiende al infantilismo, es decir, a la seguridad de preguntarle a otros
qué es lo que tiene que hacer y qué es lo que no tiene que hacer, y con eso, descarga de sus
hombros el fardo de la libertad y de la responsabilidad y de la creación, etc.
“Pero al llegar la plenitud de los tiempos envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, (nacido
bajo la ley), para liberar a los que se hallaban bajo la ley” Es decir, ya no estamos bajo la ley, ya
no estemos bajo el pedagogo aquel que nos ayudó pero manteniéndonos esclavos, manteniéndonos
niños.
“Y la prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a vuestros corazones el Espíritu de su
Hijo que clama: Abba, papá, con respecto a Dios”. Tenemos con Dios una relación en donde no
hay miedo a hacer una cosa o la otra, a asumir nuestra libertad porque precisamente sabemos que
necesita de nosotros, que nos ha dejado un mundo para hacer.
Entonces, primer peligro deshumanización: infantilismo, la puerilidad. El infantilismo es
para San Pablo uno de los elementos más deshumanizadores del hombre, comparable a la pobreza,
a la miseria del hombre. Uno dice: ¿pero qué pasó? ¿Lo de Jesús pasó? No pasó, se amplió, pasó a
otra clave, estamos frente a la misma lucha contra todo lo que es inhumano, contra todo lo que no
es el hombre verdaderamente humano, sólo que en otro plano, o sea, así cómo el hombre que vive
en la miseria y es considerado pecador, marginado, etc. vive en una situación inhumana, el hombre
que se ha hecho infantil, que es preso de un infantilismo con respecto a la ley, está también en una
situación inhumana y tiene que ser liberado para que pueda ser considerado verdaderamente
hombre.
La mayor parte de los gálatas eran judíos y tenían la tentación de volver a la etapa infantil de
la ley, y los corintios que eran paganos y que no conocieron la etapa de la ley, apenas llega la
Iglesia empiezan con el mismo infantilismo a hacerse una ley de la Iglesia. Entonces unos dicen:
yo soy de Cefas, otros dicen yo soy de Pablo, otros dicen: a mí me bautizó Cefas, etc. Entonces,
¿qué es lo que ocurre? Los sacramentos también son considerados como más válidos según sean
dados por unos o por otros.
Tendencia infantil: lo que se le ha dado el hombre para crear, se lo pone encima de la
cabeza, es decir, el hombre se somete a eso, como si fuera más importante que él, que su creación.
Esa tentación de puerilidad del hombre que quiere estar seguro porque obedece, porque tiene una
autoridad por encima de él (me lo dijo Fulano, me lo dijo Zutano, me lo mandó aquel), esa
tentación de puerilidad renace aún con la primera iglesia cristiana, o sea, no es que haya terminado
inmediatamente la ley judía con el reino.
2) Segundo peligro de deshumanización que San Pablo pone también en la Carta a los
Gálatas y que aparece también en el primer capítulo de la Carta a los Romanos, es el hombre que
quiere seguir sus caprichos, entonces usa de la libertad para no ser libre, es decir, el capricho lo
lleva a buscar razonamientos que justifiquen lo que hace. Yo tengo tal capricho y de mala fe, pero
al final quedo yo engañado, llego con razonamientos a justificar lo que hago. Me convenzo a mí
mismo de que estoy haciendo tal cosa y busco dioses que me justifiquen en lo que estoy haciendo.
Dice San Pablo en el primer capítulo de la Carta a los Romanos: “¿Qué han hecho? han
seguido los deseos de su corazón y se han hecho dioses a su medida para que Dios les diga que
está bien, entonces ellos se sientan justificados” ¿Qué hacen entonces? Siguen la ley del menor
esfuerzo, están llevados por un mecanismo que no son “ellos mismos” que no es la voluntad
propia del hombre. Quieren ser libres y son esclavos. Entonces es lo que dice en la carta Pablo a
los gálatas que “Al liberarse de la ley cuidado con no caer en otra esclavitud al pecado que es
precisamente la de los deseos”.
Cáp.5, versículo 3: “Porque hermanos habéis sido llamados a la libertad, sólo que no
toméis de esa libertad pretextos para la carne”. Carne se llame precisamente al hombre con sus
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deseos, con sus mecanismos sicológicos interiores que lo llevan a desear una cosa y luego
engañarse justificando ese deseo porque está bien, porque así debe ser. Es hacerse un dios de
aquello que en realidad es un deseo de él, no es él mismo sino una cosa que se apoderó de él y lo
domina.
Entonces tanto en el caso de la ley, como en el caso del capricho, del deseo que domina al
hombre, resulta que el hombre no consigue realizar cosas que sean propias de él: puede cumplir
con la ley, puede ser libre en el sentido de darse a un capricho, pero en realidad no ha dejado nada
en la historia que sea propio de él, que sea obra de él. El capricho es una ley de la naturaleza
síquica o física del hombre, es decir, hacer lo que la naturaleza quiere, entonces, prácticamente, el
hombre no deja dada de él.
¿Qué pasa con ese hombre que no deja nada de él? Que es un muerto en vida, que pasó por
la vida como si no pasara, cuando piensa qué ha hecho en la vida propia de él, dónde ha dejado su
sello personal, no encuentra nada, ¿ven? para Pablo la muerte viene precisamente mucho antes
que la muerte física: cuando el hombre se encuentra que no ha hecho nada, que tiene las manos
vacías, que no dejó nada, que no dejó huellas sobre la tierra, que fue un ser más que pasó como
todos los otros seres que pasaron y se borraron.
Entonces, los tres enemigos que hacen inhumana la vida del hombre son: la ley, el pecado:
es decir eso ceder a la ley del menor esfuerzo, ceder a las leyes ajenas, el hombre queda enajenado,
es juguete de cosas que no son él mismo, que son deseos o caprichos de él, etc., pero no es él
mismo; y finalmente la muerte, o sea la muerte que no es un castigo del pecado, es una
consecuencia de que el hombre no ha hecho lo que verdaderamente podía como hijo hacer en
libertad.
Frente a esto vamos a ver la próxima vez, qué significa entonces la resurrección de Jesús y
cómo cambia Jesús con su Reino esta aparente realidad desoladora del hombre.

6ª CHARLA
Jesús…Pablo

En el cronograma tenemos para hoy el desatar los nudos que hemos dejado los días
anteriores, la cantidad de nudos que han quedado.
Estábamos viendo un poco que tal vez, a diferencia de la primera interpretación de la Iglesia
de Jerusalén, San Pablo ve la resurrección como una respuesta al problema, inicial que nos
planteáramos, es decir: ¿Jesús anunció meramente un Reino que iba a venir un día o lo preparó? Si
lo preparó, lo realizó en parte. ¿Fracasó ese Reino con la muerte? ¿O no fracasó? La resurrección
de Jesús prueba que no fracasó.
Tenemos que tener cuidado de no pensar que el Reino de Dios fracasó en la forma en que
Jesús lo buscó, es decir, en esa forma especial en Israel protegiendo o ayudando a los pobres, a los
pecadores, a los marginados y que es en otra forma, la que propone Pablo, que va a triunfar, es
decir, luchando contra otros poderes deshumanizadores del hombre: el infantilismo, el pecado, la
muerte.
San Pablo usa otra forma de vivir el Reino de Jesús. Él interpreta la resurrección de Jesús en
relación con el Reino, y con el proyecto de Jesús y muestra la resurrección como una especie de
mirar en un momento, un atisbo del triunfo del Reino, aunque él no usa, sino en esa frase especial
que hemos visto, y en muy pocas otras, la palabra “Reino” (Corintios 15). Él ve allí el triunfo del
Reino pero es un triunfo muy especial, en cierto sentido difícil de conseguir y tenemos que hacer
un esfuerzo hoy para comprenderlo.

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De todas maneras, lo que hemos visto hasta la última vez, es que San Pablo es fiel a un
aspecto de Jesús a pesar de que cambia otro según el contexto. ..
Veíamos que Jesús entra en Israel e inmediatamente ve de parte de Dios lo que deshumaniza
al hombre y lo más visible era su condición de pobre, de marginado y la ideología que se les
echaba encima de que era pecador, de que eso era justo, de que así debía ser.
San Pablo ve otras cosas, contra las cuales tiene también que luchar Israel, es decir, el Reino
tiene que luchar contra todo lo que deshumaniza al hombre. Por lo tanto, aún cuando él no tome
(porque no podía hacerlo en el imperio romano) los mismos adversarios directos con que se topa
Jesús en la preparación del Reino, San Pablo, con todo, toma lo fundamental: todo aquello que
deshumaniza, Dios lo rechaza, Dios lucha contra esto y el Reino va a venir precisamente para
destruirlo.
Bien, eso es lo primero que vimos la otra vez.

Romanos 7...

Entonces, vamos a ver un poco, lo que puede parecer una especie de evangelio que San
Pablo trae en el Cáp.7 de la Carta a los Romanos, del versículo 14 al 25. Habla de una lucha del
hombre aparentemente fracasada, es casi como una historia de Jesús, es decir, Jesús tiene un
proyecto pero salen las cosas aparentemente mal, mueren; la resurrección después ilumina eso y
hace ver que no fue un fracaso.
Después que ha hablado en el Cáp.6 de los cristianos, en el Cáp.7 tiene la descripción más
trágica de una lucha del hombre por ser humano y que aparece como una especie de fracaso. Él
habla del hombre dividido, que sufre porque no reconoce como suyo lo que hace, porque tiene una
intención, tiene un proyecto y cuando va a ver lo que ha realizado, no es eso. Entonces el hombre
siente como una especie de angustia de que no realiza lo que quiere.
Es importante que frente a esos tres factores: la ley, el pecado y la muerte, el hombre parece
siempre fracasado, de acuerdo con esta descripción que vamos a leer brevemente para recordar
algunos elementes especiales.
“Sabemos en efecto que la ley”, no la ley en el sentido en que antes aparece como un
enemigo del hombre sino lo que Dios quiere con la ley, lo que Jesús quiere con la ley: el amor
fundamentalmente. La ley cristiana es el amor
“es espiritual”, significa que viene de Dios, el proyecto es de Dios y yo estoy de acuerdo
con ese proyecto,
“pero yo estoy hecho de carne” es decir, yo soy una creatura, yo no soy Dios, yo estoy
hecho simplemente de muchas limitaciones,
“vendido al poder del pecado” bajo la esclavitud del pecado,
“realmente no comprendo mi propio proceder, porque no hago lo que quiero sino que
hago lo que aborrezco”, es decir, lo que me sale finalmente es lo que yo no quería hacer,
“y sí hago lo que no quiero, estoy de acuerdo con la ley en que es buena”,
fundamentalmente, interiormente, estoy de acuerdo con el amor,
“en realidad ya no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en mi”, dentro de mí
tengo al pecado, mi intención es buena, pero el pecado se apodera de esa intención y hace que
después yo realice otra cosa distinta,
“pues bien sé yo que nada bueno habita en mí”. No dice que “soy yo”, sino que “habita en
mí”, como una espacio de parásito que vive a expensas mía,
“es decir, en mi carne”, en mi condición de creatura,

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“en efecto querer el bien lo tengo a mi alcance” querer el bien, querer el amor, querer
darme a los demás, querer morir por los demás, querer dar mi vida a los otros, todo eso lo tengo a
mi alcance,
“pero no el realizarlo”. Entre el proyecto y la realización, un poco como le pasa a Cristo en
el Evangelio entre proyecto del Reino y la realización, hay una desproporción y la realización no
sale y yo termino en cierto sentido desconcertado como Jesús en la cruz, diciendo “Dios mío, Dios
mío, por qué me has abandonado” es decir, esto no es lo que yo quería hacer.
Es una especie de resumen de lo que le pasa a Jesús por lo menos hasta el momento de la
muerte. O sea, yo tengo en mi mano el querer el bien, el amor, paro no tengo en mi mano el
realizarlo. Y cuando lo voy a realizar, me sale otra cosa que en cierto sentido es un fracaso,
“puesto que no hago el bien que quiero sino que obro el mal que no quiero. Y si hago lo
que no quiero no soy quien lo obra sino el pecado que habita en mi. Descubro pues esta ley”.
Otra vez Pablo habla de ley pero no de la ley de Moisés, sino en el sentido en que descubre en mí
este mecanismo. ¿Cuál es el mecanismo? Que cuando quiero hacer el bien, es el mal el que me
resulta, el que me sale al encuentro.
“cuando quiero hacer el bien es el mal lo que se me presenta, pues me complazco en la
ley de Dios” en la ley en el sentido del amor.
“según el hombre interior”, según el yo, según lo más íntimo que hay en mí, estoy de
acuerdo.
“pero advierto otra ley en mis miembros” es decir, en todo lo que tengo que utilizar para
realizar las cosas: tengo que utilizar mis miembros, pero mis miembros tienen otra ley, otro
mecanismo que se le escapa, entonces, cuando yo voy a usar los instrumentos, cualquiera que sea,
comenzando por los de mi propio cuerpo, los de mi propia psiquis, los que están en mí, y además
los otros, los sociales, los culturales, todos los de la naturaleza, veo que ellos tienen otra ley y que
lo más fácil es acomodarse a esa ley, y yo me acomodo a esa ley y ya mi intención de hacer una
cosa mía, de realizar un proyecto que yo quería hacer, no lo consigo. El proyecto se me lo llevaron
los instrumentos que yo puse para realizarlo.
“que lucha contra la ley mas íntima mía y me esclaviza a la ley del pecado que está en
mis miembros, que está en mis instrumentos”.
“pobre de mí, ¿quién me librará de esta carne”, de esta condición humana, “que me lleva
a la muerte?”.

Gracias A Dios... La Libertad

Y después simplemente sin que nada parezca cambiar, San Pablo dice: “gracias sean dadas
a Dios”. No puede decir gracias a Dios por el resultado negativo de que nos ha estado hablando,
algo debe haber cambiado pero San Pablo no lo dice.
Entonces, yo creo que es interesante ver en primer lugar, en esta descripción, qué es para
San Pablo la libertad del hombre. Para San Pablo no cabe duda de que todo hombre desea el bien,
el amor, y si no lo hace no es porque quiera directamente el mal, sino por que el mal se apodera de
él en el camino del bien.
Por lo tanto, ¿qué es la libertad para San Pablo? No es la posibilidad de elegir entre el bien
o el mal, es una cosa mucho más importante, es la posibilidad de realizar lo que uno quiere.
El querer el bien, el hacer un proyecto de amor ya fue una decisión mía. ¿En dónde está la
falta de la libertad, esa especie como de muerte? En no poder realizarlo. ¿Dónde está la libertad
realizada? en el hecho de poder hacer lo que quiero realmente.

El Pecado...
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Ahora bien, ¿qué es el pecado entonces? San Pablo tiene una noción de pecado que es muy
diferente de la que tenemos nosotros que es precisamente quebrantar una ley. (Cuando yo digo
después de una tentación me gustaría quebrantarla y lo hago). No es eso, el pecado es esa
distancia que hay entre la intención que yo tenía que era el bien y lo que en realidad resultó de
lo que yo hice. Yo soy dominado por otro, y la realización no es mía, no es de mi yo sino que
alguien intervino y entonces yo no reconozco la realización primera que es la mía sino que estoy
frente a una realización distinta que no es la que yo quería.
¿Dónde está el pecado? En esa distancia. Es decir, yo hago siempre una cosa que no es mi
libertad. El pecado es la negación de la libertad, porque libertad para San Pablo no es elegir entre
el bien o el mal sino la dificultad en realizarlo. Entonces, cuando la realización no corresponde a la
intención, esa distancia que hay entre las dos, eso es el pecado en el sentido en que mata al
hombre, en el sentido en que esclaviza al hombre.
Fíjense que el que es esclavo está enajenado (enajenado significa es ajeno), lo que hace no
es de él. Eso significa estar alienado, o enajenado, significa que las realizaciones del hombre no le
pertenecen, por eso el hombre es esclavo del pecado. .
Cuando un hombre trabaja esclavo, los frutos de su trabajo son de otro, no son de él. Por eso
el hombre es esclavo para San Pablo.
Entonces, ¿qué es lo que ocurre? Que el hombre no es plenamente humano, que el hombre
está deshumanizado por el pecado, es decir, por esa distancia que hay entre su intención y la
realización.
Ahora, ¿cuál es el mecanismo general que explica esta cosa tan extraña de que la realización
no corresponda con la intención? ¿Por qué se produce eso? En realidad se produce por lo que
podríamos llamar la ley, es decir, por todo aquello que ya tiene mecanismos propios que no
dependen de mi libertad. Eso pasa con mi cuerpo, eso pasa con mi psicología, eso pasa con todo mi
ser. Yo soy un ser libre dentro de un mundo ya organizado, dentro de un mundo que tiene sus
propias leyes.
Por ejemplo, aunque a mí me declaren libre dentro de esta sociedad, para salir de aquí con
un vehículo, tengo que irme hasta la loma del queso porque hay toda una serie de flechas que me
llevan adonde yo no quiero ir. Entonces, si mi intención es ir para allá, que justamente para allá es
mi casa, tengo que ir exactamente para el otro lado. ¿Por qué? Porque estoy en un mundo que no lo
hice yo, en un mundo ya hecho, y así sucede con todo.
Cuando uno quiere hacer una cosa pero el cuerpo no le responde, ¿por qué? Porque mi
propia digestión no responde a lo que yo quiero, entonces, yo quiero preparar una charla para
Pocitos, pero simplemente una indigestión hace que no pueda.

Las 2 naturalezas...

Somos seres naturales metidos en las dos naturalezas, en la primera que es nuestro cuerpo
natural (el de los otros también), las leyes físicas de la naturaleza, el clima, todas esas cosas, y lo
que llamamos segunda naturaleza, que es la sociedad, que también tiene sus leyes propias que nos
limitan, que nos hacen hacer otras cosas.
Entonces, el hombre cuando empieza a utilizar sus intenciones se da cuenta que todos los
instrumentos tienen sus propios mecanismos, y que lo más fácil es ceder. La ley del menor
esfuerzo es ceder yo al mecanismo, en lugar de usarlo. Porque, ¿cuál es mi posibilidad? Mi
posibilidad es usarlo exactamente para lo que yo quiero y dejarlo inmediatamente después. Pero
ésa es la dificultad.
Por ejemplo: yo puedo querer ir a ayudar a mi vecino que está del otro lado de un pequeño
muro, entonces yo tengo que saltar el muro, pero resulta que es un poco alto y no puedo saltarlo,
entonces digo: bueno, voy a hacer gimnasia porque estoy en mal estado físico. Entonces la
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realización consiste en hacer gimnasia para saltar el muro, para que cuando el vecino me necesite y
me llame yo vaya y lo ayude. Entonces yo hago gimnasia. Después empiezo a notar que me siento
mucho mejor con la gimnasia y más aún que hasta podría ir a competir en las Olimpíadas. ¿Qué
pasa? el instrumento tiene su propia ley, la gimnasia tiene su propia ley, y es más fácil después
seguir con la propia ley del instrumento que decir: ¿para qué lo quería ya? Estrictamente para esto.
Y aquí lo dejo y tomo otro. Es decir, me bajo de un ómnibus y tomo otro, pero cuando yo
tomo un ómnibus medio vacío me voy hasta la terminal. ¿Por qué? Porque el otro va a estar lleno
entonces simplemente me encuentro en el coloquio: yo, ¿para qué vine aquí? Simplemente que
agarré un ómnibus, el único que andaba vacío y me gustó tanto que me quedé en el instrumento.

La ley del menor esfuerzo...

Al hombre dentro de la naturaleza, siempre la ley del menor esfuerzo lo lleva a ceder a los
instrumentos que usa, entonces el hombre empieza a irse para cualquier lado. Toma un segundo y
un tercer instrumento y cuando termina de realizar se encuentra a una distancia de kilómetros de lo
que había proyectado, de la intención primera qué él tenía.
Los instrumentos que usó, diríamos, la ley de los miembros, el mecanismo que está en los
instrumentos que usan los hombres, es precisamente lo que hace que el hombre no pueda dominar
lo que él quería hacer y que entonces la realización sea diferente. El hombre se deja llevar por lo
más fácil y ése es su pecado fundamental, aquel que lo priva de hacer el bien que podía. Es decir,
todo lo que es ley, aún una ley moral, que me viene desde el exterior. Me olvido del bien que
quería hacer para cumplir con la ley moral. Esa es la gran acusación que Jesús les hace, también
Pablo, a los judíos: que la ley no les servía para hacer el bien, era más fácil no pecar que hacer el
bien, entonces simplemente se acomodaban a todas las prácticas de la ley, colaban al mosquito y
dejaban pasar al camello
Entonces, el hombre pierde su realización y hasta cierto punto está sujeto, como vencido por
la muerte (muerte en el sentido de Pablo), es decir, por la inutilidad de lo que hace. Nunca hace lo
que él quiere, no deja en la tierra la realización que él quiso sino que deja otra cosa que es una
realización de la naturaleza, como si él hubiera sido una cosa o un árbol simplemente: no aporta
nada propio de su libertad, al parecer.
Esto fue lo que pareció acontecer con Jesús que pasó y no dejó en Israel nada. Le quitaron la
vida, no consiguió hacerse popular, poderoso, etc. Vino un poder más fuerte que Él y Jesús
desapareció y siguieron los pobres y los marginados en Israel.
Fíjense cómo entonces el hombre que quiere instaurar el Reino se encuentra frente a una
circunstancia que Pablo describe y que es un poco la historia de Jesús hasta su muerte, es decir, la
muerte parece que vence porque el hombre no pudo realizar aquello que quería.
O sea que, si hacemos una estadística, nuestra libertad es siempre vencida por las leyes que
ya están (no porque sean malas) porque ya están puestas en la naturaleza y nos lleven a que seamos
cosas, juguetes, de les leyes naturales que nos llevan a hacer esto o aquello, que no es precisamente
nuestra libertad, la realización de lo que nosotros realmente queríamos hacer.
Entonces, si al final de cuentas yo no realizo lo que quiero, yo no entiendo mis propias
obras, si en la mayoría de los casos yo no me reconozco en el resultado de lo que yo quise hacer, si
no era esto lo que quería hacer, si las cosas no me salen como las proyecté: al servicio del amor,
¿dónde está la victoria de Cristo?
Eso es lo que vamos a ver en el punto siguiente, pero desde ya se presenta muy claro que la
victoria de Cristo aparece en la resurrección. Pero ¡ojo! la interpretada por San Pablo de otra
manera que la de la primera comunidad de Jerusalén. No es solamente que Jesús sea triunfador,
sino que el proyecto de Jesús triunfa.

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Jesús Resucitado...

Para San Pablo es muy importante, que la resurrección demuestra que escatológicamente, es
decir, en última instancia, eso es lo que vieron los discípulos en Jesús resucitado.
Y uno dice: sí, Jesús gana, en el sentido de que lo gana a la muerte física, es decir, que el
resucitado no muere más… No, para San Pablo lo que gana es el proyecto de Jesús, o sea, gana el
Reino.
Por eso, al saludar a los romanos en el Cáp. 1 de la carta, dice de Jesús que “fue constituido
hijo de Dios con poder, según el espíritu por su resurrección de entre los muertos”. Es decir, la
resurrección de los muertos muestra el poder de Jesús. ¿El poder de Jesús para qué? Para el Reino.
Entonces significa que ese Reino, que pareció fracasado en la historia no fracasó, que Jesús tuvo
poder para hacerlo real. Pero, si tuvo poder para hacerlo real ¿cómo es que no lo vemos? Ésa es la
pregunta que nos vamos a hace precisamente ahora, es decir: ¿hay un Reino que se está haciendo
invisiblemente pero que nosotros no vemos?

El proyecto se realiza...

Un proyecto, no el anuncio de una cosa que va a pasar poco tiempo después. Entonces, en
cierto sentido, Jesús tenía razón en decir: “el reino de Dios está cerca”. El proyecto se está
realizando pero invisiblemente. Nada parece cambiar y sin embargo todo está cambiando: Eso es
lo que va a tratar de explicar Pablo más adelante.
Pero, la resurrección no es el triunfo de Jesús como persona que escapa a la muerte, es el
triunfo del proyecto de Jesús. Y, como la resurrección de Jesús es igual a la resurrección de todos
los hombres, la resurrección de Jesús significa el triunfo en todos los hombres del proyecto del
Reino que Jesús trae.
Es decir, en todos los hombres lo que parecía derrota se convierte en triunfo. Por eso dice:
“resucitó de entre los muertos”, el primero de los que resucitan de entre los muertos, porque todos
los hombres van a resucitar, porque en todos la muerte fue vencida y el pecado fue vencido y la ley
fue vencida.
¿Qué quiere decir? Que aparentemente hay esta distancia (entre intención y realización) pero
que en realidad Jesús la vence, y la realización se va a acercar mucho más a la intención. Aunque
no visiblemente.
Visiblemente tenemos intenciones, trabajamos y después nuestras realizaciones no
corresponden a lo que nosotros queríamos hacer. En ese sentido el pecado y la muerte se
apoderaron de ella. La resurrección es la victoria de la vida, la derrota del pecado y de la muerte,
que aparece con Jesús pero que va a ser la derrota de todos los enemigos del Reino, lo hemos leído
en la Primera Carta a los Corintios, Cáp.15: “y cuando ponga a todos los enemigos bajo sus pies,
el último enemigo en ser derrotado será la muerte”. La muerte, ésa que hacía que no tuviéramos
obras nuestras, que nuestros proyectos siempre se dieran de cabeza contra una estadística terrible
que hacía que nunca los reconociéramos, que parecían ser otra cosa de lo que nosotros habíamos
querido.

¿Cuál es la victoria del Reino?

Nos queda por ver y por reflexionar en lo que es esencial, es decir: ¿cuál es la victoria de
Cristo? ¿Cuál es la victoria del Reino? ¿Cuál es la realización del Reino? (Según San Pablo
siempre).

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Yo creo que Pablo ha dado en el clavo en muchas cosas, especialmente en esto, lo cual no
significa que no tenga también inconvenientes.
La victoria de Cristo es doble o se realiza en dos planos de una manera diferente. Es decir,
inmediatamente después de esta expresión práctica de la existencia del hombre que acabamos de
ver, en el Cáp.8 de la Carta a los Romanos, todo es triunfo y como vamos a ver ese triunfo se
realiza en dos planos.

Plano universal...

Podríamos decir que en un plano universal, Jesús vence a la muerte de todos los hombres,
por lo tanto vence al pecado en todos los hombres, vence a la ley en todos los hombres. No
solamente en los cristianos, en los que han comprendido el mensaje de Jesús sino en todos los
hombres, es decir, Jesús tiene una función universal sobre la humanidad. Esa función universal
ustedes la tienen también en la última parte del Cáp. 5 de la Carta a los Romanos cuando San Pablo
hace un paralelo entre Cristo y Adán. Así como Adán introduce el pecado en la humanidad, así
Jesús introduce en la vida, para siempre, la victoria sobre el pecado.
¿Por qué? Porque es Él el que pone en el corazón del hombre esa intención de amar,
precisamente eso no es natural en el sentido corriente de la palabra, sino que Él pone en el corazón
de todos los hombres esa intención de amar inicial. Más aún le da fuerza como para que el pecado
no la destruya, como para que el pecado no haga esta separación de tal manera que el hombre
quede con el amor como intención nada más, pero absolutamente separado, alienado, enajenado de
sus realizaciones y por lo tanto muerto.

Plano personal…

O sea, la resurrección universal prueba que la realización por lo menos en algún momento,
se acerca a la intención. Tal vez en contadas circunstancias que puedan ser visibles, el hombre
logra realizar el amor que quiere. Es decir, si en todos los hombres, Jesús va a encontrar no
solamente intención de amor sino alguna realización de amor, la muerte no tiene sentido, la muerte
ha sido vencida. Tal existencia del hombre vale la pena. Cada hombre puso en el universo algo que
es suyo, definitivamente, para siempre. La muerte no puede nada contra eso. La muerte era la
inutilidad, era precisamente el hecho de que se cortaran las realizaciones del hombre, y no dejara
nada suyo definitivo.
Entonces, esta distancia se va a acortar, el pecado va a ser vencido, si no totalmente por lo
menos en gran parte, de tal manera que la realización se acerca a la intención, aunque sea en pocos
casos. En esos casos la realización del amor coloca algo definitivo de cada ser humano que no está
destinado a la muerte, por eso el ser humano resucita, porque la vida tiene más fuerza que la
muerte en él.
¿Y, cómo se hace eso? No porque Dios lo resucite mágicamente, sino porque el hombre dejó
su obra creadora en el universo. ¿Qué significa? Que la vida en todos los hombres triunfa de la
muerte. Pero no la vida física la que triunfa de la muerte física, es la vida de la creación del
hombre, lo que el hombre puso en el universo como creador lo que triunfa de la muerte. Por lo
tanto, el hombre y su obra tienen que resucitar, las obras que son verdaderamente suyas, las otras
van a ser rechazadas. Pero las que son suyas, van a entrar a formar parte de lo definitivo, van a
entrar a formar parte de la vida que no tiene fin, van a vencer a la muerte. Esto vale para todos los
hombres: ''La fuerza del amor que Dios pone en todos los hombres de alguna manera va a
vencer a la muerte”, eso lo dice San Pablo.
Y además lo dice el Concilio Vaticano II en el párrafo 39 de la Gaudium et Spes y creo que
le hemos dado muy poca importancia (como a muchas cosas del Concilio Vaticano II), porque
hemos seguido considerando la resurrección como una cosa personal, individual y precisamente el
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uso de la idea de resurrección, sobre todo en los oficios de difuntos, es la de volvernos a encontrar
con la persona que ha fallecido, sin embargo el sentido de la resurrección para Pablo, es
precisamente de que el hombre colabora con Dios cada vez que humaniza a otro ser humano, y esa
humanización forma parte del mundo definitivo, es inmune a la muerte y por lo tanto va a tener
que reaparecer cuando la muerte sea vencida.
El párrafo 39 de la Gaudium et Spes, de la constitución sobre la Iglesia en el mundo actual
dice lo siguiente: ''Entonces, vencida la muerte, los hijos de Dios resucitarán en Cristo, y lo que
fue sembrado bajo el signo de la debilidad y de la corrupción”, es decir, nuestros proyectos
quedaron en un mundo en donde los vimos fracasar al parecer, donde vimos que otro venía y los
destruía, que no duraban.
‘‘Se revestirá de incorruptibilidad”. Es lo que decía San Pablo, yo lo que deseo no es que
me saquen de esto tierra, de esta existencia, me saquen los seres amados, me saquen mi obra, sino
que le pongan vida a todo eso. Eso es precisamente lo que muestra la resurrección que va a pasar
en todos los hombres.
“permaneciendo el amor y sus obras se verán libres de la servidumbre de la vanidad,
(vanidad en el sentido de en vano) todas las creaturas que Dios creó pensando en el hombre''.
Fíjense como la muerte vence en todos los hombres.
Sigue: “pues los bienes de la dignidad humana, la unión fraterna y la libertad, en una
palabra, todos los frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo, después de haberlos
propagado por la tierra en el espíritu del Señor y de acuerdo con su mandato volveremos a
encontrarlos limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados cuando Cristo entregue al
Padre el reino eterno y universal”. Es decir, todos nuestros esfuerzos sinceros los vamos a ver otra
vez pero limpios de toda mancha, de todas esas fallas, de toda esa corrupción que uno veía que los
iban a hacer morir también a corto o largo plazo, van a parecer que se han ido acumulando.
Ahora, lo que es importante es que esa acumulación los hombres no la ven, lo que ven es la
destrucción de los proyectos. Y pesar de todo, aún los no cristianos, se animan a hacer proyectos,
se animan a luchar por proyectos y se animan a dar parte de su vida por proyectos. Y tenemos que
pensar, como dice San Pablo, que eso sucede en todos los hombres, aún los más malos que
nosotros conocemos han dado parte de su vida por una cosa que era de amor, han dado sin tener
garantías, sin tener una esperanza cierta. Esa es la victoria de Jesús en todos los hombres.

¿Y... qué pasa con el cristiano?...

Pero, en el cristiano, ¿qué pasa? que, nosotros sabemos más sobre eso, que la revelación nos
dice más sobre esa esperanza, sobre esa realización del Reino. Nos dice sobretodo cosas que nos
ayudan a disminuir, yo diría sicológicamente, esa distancia entre nuestro proyecto y su realización.
1) En primer lugar, nos dice que somos hijos (Cáp.8), el Espíritu Santo nos dice que
somos hijos, que llamamos a Dios: papá, es decir, que no nos sentimos bajo la ley. Ser hijo de Dios
creador, significa que tenemos una misión creadora. El concilio nos dice que la creación fue hecha
pensando en el hombre, pero tendríamos que añadirle una cosa: la creación fue hecha incompleta,
para que el hombre la completara. Es decir, Dios nos hizo un mundo a medio hacer para hacernos
responsables de una creación que evidentemente no es como la de Él, porque Él crea de la nada.
Nosotros tenemos que crear en un mundo ya hecho y eso es mucho más difícil, y nuestras
creaciones van a ser siempre mucho más limitadas, por esa ley que ya existe, pero por lo menos
que pongamos esa ley por debajo de nosotros, que no nos sintamos obligados a guardarla sino que
la usemos como las usa un arquitecto.
¿Qué hace un arquitecto para levantar una casa? ¿Desprecia las leyes? No, las usa
calculando la resistencia de los materiales, las leyes de la gravedad, etc. ¿Para qué? Para edificar
una casa. ¿Ven? En ese sentido el hombre se siente verdaderamente creador como su Padre.
Sentirnos hijos es sentir que no estamos bajo la ley, que Dios no nos pide cuentas de cómo la
cumplimos, sino de qué creamos. Exactamente como Él. Si somos verdaderos hijos vamos a crear
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como Él creó, es decir, vamos a continuar la creación procurando indefinidamente, humanizar al
hombre en todos sus aspectos, en los más urgentes primero, en los que más podamos hacer cada
uno de acuerdo con su capacidad, etc. Una persona en un ambiente reducido, otra persona en un
ambiente más grande, cada uno de acuerdo con la fuerza, con las posibilidades, con el carisma que
tiene, con la vocación que tiene. Crear, crear, porque precisamente la creación está como esperando
que la saquen de la inutilidad.
San Pablo dice que: “La creación está gimiendo como en dolores de parto” porque hasta
ahora está como en una especie de inutilidad esperando que los hombres la saquen de esa
inutilidad, porque Dios la dejó incompleta. Entonces, por más que las leyes funcionen, es inútil,
porque todo ese funcionamiento está previsto para que el hombre lo asuma, para humanizar más al
hombre.
O sea., que el primer elemento es que somos hijos y por lo tanto herederos del mundo, que
no estamos bajo la ley sino que tenemos que usarla para crear con toda confianza. Nos podemos
equivocar mil veces, podemos faltar a la ley mil veces, si lo hemos hecho para crear, el Padre nos
perdona porque precisamente es Padre, no nos pide cuentas de la ley, nos pide cuentas de lo que
hemos querido hacer.
2) El segundo realmente es que vivimos de una promesa. San Pablo dice que es muy
importante la promesa de que no nos falta nada porque Dios pone en nosotros la fuerza para ser
creadores. Cada uno en su ambiente, dentro de sus limitaciones, dentro de sus posibilidades.
¿Cómo sabemos eso? ¿De dónde tenemos esa promesa? Precisamente por que Dios nos dio a su
Hijo. “Si Dios nos dio a su mismo Hijo -dice San Pablo- no nos puede negar nada". El que nos
dio lo más no puede negarnos lo menos. Entonces, si precisamente nos da a su propio Hijo no
puede negarnos nada de lo que necesitamos para crear, por lo tanto esa creación es posible. Es
posible.
3) En tercer lugar, San Pablo nos da lo que podríamos llamar las dos principales garantías
de que esa promesa se va a realizar, de que vamos a poder ser creadores con el amor, en cierta
medida, en el universo.
Vamos a ser actuales en política: nosotros tenemos rehenes pero que valen mucho más que
los de la embajada americana en Teherán. Nosotros tenemos dos rehenes para con Dios.
Uno, es que si nosotros no somos creadores, el plan creador de Dios falla. Es decir, la
creación entera va a ser inútil ¡Fíjense que garantía! ¡Que rehén tenemos! Para que su creación
tenga sentido, para que realmente sirva para algo, todo depende de que nosotros podamos ser
creadores porque la dejó a medio hacer y si nosotros no somos creadores quedará inútil, dice San
Pablo, Cáp.8.
“De ahí que la creación entera está exigiendo la manifestación de la libertad de los hijos
de Dios”. Libertad no es decir sí o no, libertad es realizar proyectos creadores. O sea, que la
creación está como diciendo “miren yo me voy al tacho si no me inyectan proyectos creadores, por
lo tanto estoy deseando ver “la libertad gloriosa de los hijos de Dios”. Es decir, ver si los hijos
tienen libertad en el sentido verdadero de la palabra y consiguen realizar sus proyectos porque de
lo contrario la creación de Dios falla, fracasa. ¡Fíjense qué rehén tenemos ahí!
El segundo rehén, que también habla Pablo en el Cáp.8, es la comunidad humana de
hermanos. El plan de Dios es hacer a Jesús el hermano mayor de la comunidad de todos los
hombres, para eso, todos los hombres tienen que ser hijos igualmente, y la calidad de hijo es la
calidad de creador. Si un hombre sólo no fuera creador, Dios habría fallado en su intento de hacer a
Jesús el primogénito de todos los hermanos, es decir, el mayor de todos los hermanos de la
humanidad.
Si un hombre solo fallara... Fíjense, otro rehén que tenemos: el plan de Dios es construir una
comunidad con todos los hombres como hermanos a la imagen del hermano mayor Jesús, y el
hermano mayor Jesús es el hermano creador por excelencia. También nosotros entonces, tenemos
que ser creadores.
¿Cómo se realiza entonces el Reino? Se realiza siempre que los hombres añaden algo
humanizador a la creación. Jesús lo hizo en una forma política en Israel con el conflicto por los
pobres, etc., pero hay mil formas de hacerlo adaptadas a las circunstancias. Por ejemplo, dentro del
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imperio romano Pablo no pensaba que se podía hacer algo parecido por los esclavos, por los
pobres, etc. dado lo inmenso, lo poderosísimo del imperio romano. Entonces, se hace otra cosa
para humanizar.
Cada uno puede humanizar a su manera, por más desprovisto de medios que esté en un
plano como el político o el cultural. Siempre hay planos donde crear, siempre hay planos donde
humanizar aunque no sea más que el de la familia, aunque no sea más que el de la amistad.
Tenemos toda una creación esperando nuestra creatividad, Cada vez que ponemos algo de
más humano, siempre va a ser conflictivo, siempre la ley del menor escuerzo va a estar en contra
porque ya es así como las cosas están rodando, entonces, si queremos introducir algo más humano,
vamos a tener que luchar contra la fuerza de la costumbre, de la rutina, es decir, contra la ley,
contra los mecanismos, contra lo que ya está hecho, contra el status que de alguna manera, sea
político, sea cultural, sea de cualquier tipo.
Siempre va a haber un conflicto y siempre desde el punto de vista cuantitativo vamos a ser
vencidos como Jesús. Hay una ley, hay un mecanismo en donde aún para los cristianos (Cáp.7) lo
cuantitativo, lo estadístico, favorece lo más fácil.

La cantidad...

Cuando uno piensa: vamos a concientizar a todo un pueblo. ¡Ojo! es una utopía. Un pueblo
entero no puede ser concientizado. ¿Por qué? Porque siempre la ley del menor esfuerzo hará que
podamos concientizar a algunos en un aspecto, a otros en otro. Cada uno tendrá un aspecto
concientizable es decir, un aspecto en donde quiere dar mucha energía, pero para las otras cosas
necesitará energía barato y entonces, simplemente, “¿A dónde va Vicente? A donde va la gente”, y
por lo tanto no podemos concientizarlo, humanizarlo en ese aspecto.
Siempre somos numéricamente derrotados, siempre el pecado aparentemente tiene la fuerza
del número, es decir, el irse por las ramas siempre va a ser más numeroso. Sin embargo, siempre va
a vencer definitivamente la libertad, pero eso va a mantenerse en cierto sentido oscuro hasta que no
se manifieste escatológicamente como se manifestó en la resurrección de Jesús.
Es decir, hasta que no se manifieste al fin de los tiempos, lo que hemos construido nos
parecerá que se corrompió, que murió, que fue destruido por la cantidad de cosas que nos vinieron
encima y que parecieron hacer desaparecer nuestro proyecto o hacerlo inútil.
Sin embargo, nuestro proyecto va a resucitar de mil maneras aún en la historia sin que nos
demos cuenta: palabras nuestras que decimos sin darle importancia van a tenerla para otras
personas y de pronto un proyecto nuestro va a fracasar, pero de pronto una persona va a salir de
allí. ¿Por qué? Porque de nosotros saca una cosa que le dio un sentido a su vida. Es decir,
numéricamente siempre vamos a fracasar y siempre lo minoritario va a dar pasos adelante en ese
proyecto creador.
¿Es un misterio por qué el Reino no hizo que lo más fácil fuera al revés, no? ¿Por qué
diablos no hizo que fuera más fácil levantarse por la mañana que acostarse por la noche? Pero
ciertamente el Reino está pensado así y vamos a tratar de explicar por qué.
Tenemos estas dos garantías de la promesa: que el plan de la creación entera fallaría si todos
los hombres no tuvieran algo que poner de creador en esa creación y si esa creación no los
guardara definitivamente. Y además fallaría ese plan de la hermandad universal de que hemos
hablado antes, en que todos los hombres son hijos, y por lo tanto hermanos, de Jesús.
O sea, que, fíjense ustedes, el proyecto que tiene Dios el Reino no se hace sin nosotros y en
cierto sentido es la interpretación de la vida de Jesús. Jesús fue abrumado por el número. Su
proyectó pareció fallar, fracasar, etc. Sin embargo de Jesús salió un inmenso poder cualitativo que
parece que siempre fue vencido y sin embargo siempre se abrió paso, siempre originó cosas nuevas
creadoras, etc., y ya vamos a ver que esas son las que se acumulan en lo definitivo, en lo
escatológico al final de la historia.

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O sea que el Reino de Dios es un proyecto de Dios con nosotros. Y aquí respondemos a la
pregunta inicial que nos hacíamos: ¿es un anuncio o es un proyecto? Y la respuesta que damos es:
tiene algo de anuncio y tiene algo de proyecto.
Lo que nosotros no hagamos, no lo hará Él por nosotros.
Pero ¡ojo! Lo que nosotros no hacemos no será nunca hecho. Aquello que nosotros pudimos
hacer y no hicimos, no será nunca parte del Reino de Dios. Dios no lo hace sin nosotros. El dejó la
creación a medio hacer y no interviene para hacerla Él cuando nosotros fallamos. Simplemente, lo
que nosotros no hacemos, Él no lo hace.
Por lo tanto, es proyecto hoy y anuncio escatológico para el final de los tiempos la respuesta
entre las dos cosas.
¿Por qué Jesús decía cerca? Porque ese Reino de Dios ya estaba actuando con Él, o sea lo
escatológico se estaba realizando sólo que oculto, al parecer, en medio de fracasos, en medio del
poder de lo cuantitativo, del poder de aquello que es simplemente número y menor esfuerzo, etc.
Sin embargo, ustedes ven entonces como se explica un poco así el misterio del Reino que
debimos tratar desde el comienzo: era un anuncio de que Dios daría el Reino, que lo traería pronto
era un proyecto.

¿Cómo hubiéramos hecho nosotros el REINO?

Ahora, nosotros pensamos Dios... ¿No lo podía haber hecho de otra manera?
Es interesante pensar: y ¿cómo lo hubiéramos hecho nosotros? Es decir, ya que nosotros
somos un poco creadores, o nos creemos creadores, ¿cómo hubiéramos hecho el Reino de Dios,
este proyecto que Dios hace de humanizar al hombre, de darle todas sus plenas posibilidades
humanas?
Inmediatamente diríamos que hubiéramos disminuido el dolor, hubiéramos terminado la
creación, hubiéramos dado al hombre una creación perfecta, donde no tuvieran que padecer los
inocentes y todas esas cosas, en fin, inmediatamente diríamos toda una sarta de disparates o de
cosas irreflexivos.
Pensemos lo que significa este mecanismo de realización del Reino de Dios. Algunos puntos
esenciales de lo que significa.
a) Si es un mundo hecho a medias siempre habrá dolor porque precisamente ¿de dónde viene
el dolor en el mundo? De que la creación está hecha a medias, es decir, Dios hubiera podido hacer
la creación con antibióticos y penicilina desde el primer día, hizo el mundo a medias y sólo dos
millones de años después de la creación de la humanidad aparecieron los antibióticos y una serie
de cosas. ¿Por qué hay dolor? ¿Por qué hay muerte en el mundo? Simplemente porque es una
creación hecha a medias.
Entonces, fíjense que sólo una creación hecha a medias, un mundo hecho a medias, y
entregado a la responsabilidad del hombre, para que lo continúe, para que siga creando, para que
siga perfeccionando, para que siga humanizando, puede darle un valor irremplazable y definitivo a
cada hombre y a la libertad de cada hombre. Sólo así somos los hombres importantes.
Sí Dios nos hubiera dado un mundo acabado, vagaríamos sin saber que hacer y no solamente
eso, nadie nos precisaría.
b) Yo no sé si ustedes piensan en esto, la importancia que tenemos (no solamente para Dios
que no lo vemos) para los seres queridos. Lo que funda precisamente nuestro cariño, nuestro amor,
nuestra amistad, es la necesidad que tenemos de los otros. Precisamente porque tenemos un mundo
a medias, ¡gracias a Dios! porque hay dolor, porque nosotros podemos luchar contra ese dolor de
mil maneras, si no físicamente, podemos acompañar a la persona que sufre. Somos importantes los
unos para los otros.

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Si uno puede llamar la atención del otro, si nos sentimos realmente con una vocación en la
vida, con algo que hacer, y con personas que son importantes para nosotros, y siendo también
importantes nosotros para otras personas, es porque hay dolor en el mundo, es porque el mundo es
un mundo incompleto.
Yo no sé si nos damos cuenta a veces de lo que sería un mundo perfecto, ¿qué haríamos
nosotros en un mundo perfecto? ¿A quién le importaría un comino de cada uno de nosotros si
estuviéramos en un mundo perfecto donde no hubiera nada que hacer por los demás?
O sea que solamente así llevamos todos en nuestras manos el destino de los demás, somos
importantes para los demás y nuestra vida tiene una vocación, nuestra vida tiene una
responsabilidad, sentimos que algo grande depende de nosotros que ni Dios puede hacer si
nosotros no lo hacemos, que somos importantes para Dios porque Dios necesita de nosotros y nos
da lo más que puede dar, que es precisamente la vida de esos hermanos. Nos la da, nos la pone en
las manos.
c) Ciertamente cuando uno ve el dolor, dice: ¡Ah! ¿No sería mucho mejor un mundo sin
dolor? Es muy irreflexivo. Cuando pienso en las consecuencias de eso, prefiero esto, prefiero
necesitar de los otros desesperadamente, necesitar de los otros porque eso es lo que llena mi vida
más, prefiero que los otros necesiten de mí porque aunque yo no pueda darles todo lo que precisen;
hay una relación que nos une y que nos une estrechamente a todos en un destino común y esto es
lo más grande que un hombre puede tener sobre le tierra.
d) Otra cosa, ¿por qué Dios no hizo por lo menos, que el bien fuera ganándole al mal? Es
decir, que los proyectos buenos, tuvieran más éxito cuantitativo. Hemos visto que lo cuantitativo
siempre está para el lado equivocado, es decir, lo más fácil, y por lo tanto la mayor parte de las
cosas van por el lado de lo que no es libertad, de lo que es rutina, de lo que es ley del menor
esfuerzo, de lo que es la ley de los miembros, como dice San Pablo. Parece como que se van
arruinando nuestros proyectos, no se trata de que no se avance, sino que se avanza pero aparecen
cosas nuevas malas, ¿no? Es decir, uno consigue crear antibióticos pero aparecen otras cosas que
no se veían antes. Siempre hoy como una especie de triunfo numérico, triunfo estadístico de lo que
no está hecho.
Ahora, fíjense, que ésa es la única manera para que los hombres de todas las generaciones
siempre tengan la misma importancia y la misma responsabilidad.
Si se fueran suprimiendo uno a uno de una manera definitiva los males del hombre, la última
generación de hombres se pasearía sobre la tierra sin importarle un comino a nadie. Pero,
simplemente la acumulación es invisible, es decir, siempre tenemos al mismo enemigo frente a
nosotros, siempre el hombre se va a deshumanizar por un lado o por otro va a tener más salud, en
lugar de 20 años de esperanza de vida va a tener 70 y va a estar amenazado por alienación de 70
años de vida mirando televisión. Es decir, siempre hay la misma tarea humanizadora delante de
nosotros y siempre está la misma importancia de nuestra libertad para Dios y para los demás seres
humanos, para nuestros hermanos, hasta el último hombre del planeta.
Yo creo que sólo un mundo donde al final se acumula lo creativo del hombre, el amor, etc.
puede también ser un mundo humano porque si al final no se acumulara eso, sería lo mismo que
trabajemos o que no trabajemos porque no va a hacer salir al dolor de la existencia del hombre.
Entonces, si como dice el Concilio Vaticano II: “Todos los esfuerzos del. hombre que ha
hecho por buena voluntad y por amor, si al final no hubiera esa resurrección que retoma todo lo
que fue sembrado en la corrupción aparente, sometido a la muerte visible, (si no hubiera alguien
que tomara todo esto) tampoco valdría la pena actuar”
Y entonces el hombre no tendría sentido, no tendría sentido el compromiso histórico, no
tendría sentido el dar la vida por algo que no cambia nada prácticamente en el universo, cambia un
mal para que aparezca otra cosa sustitutiva que también duele al hombre.
O sea, que, sin pensamos bien, yo diría que estos tres elementos que nos pone Pablo son
enormemente importantes para que nosotros vivamos de una manera creedora y humana en el
mundo.

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+ En primer lugar una creación incompleta en donde hay dolor, en donde los hombres
están sujetos al dolor, hace que nos necesitemos todos, esa es la base de nuestro amor. ¿Quién
amaría hoy si no dependiera para nada del otro y al otro le fuera absolutamente indiferente e inútil,
o si no dependiera a su vez de uno? Porque uno ama muchas veces al otro porque el otro depende
de uno.
La dependencia de un lado y de otro dejaría de existir si no fuera porque la creación está
incompleta en nuestras manos y esa creación incompleta significa entonces dolor, pero es el precio
de nuestra importancia, el precio de nuestra libertad, el precio de nuestro amor entre los hombres,
+ En segundo lugar, la importancia de que lo acumulable sea el pecado, de que gane
numéricamente el pecado, es decir, de que no podamos hacer al revés, que lo más fácil sea el amor,
porque de lo contrario se iría acumulando el bien sobre la tierra y cada vez se haría menos
importante la acción y la libertad de los seres que vienen en las nuevas generaciones mientras que
así siempre estamos frente al mismo enemigo, con diferentes formas, siempre humanizando y por
lo tanto manteniendo el valor de nuestra libertad.
+ Y en tercer lugar, si esto fuera así y no cambiara tampoco valdría la pena dar la vida por
las cosas que no cambian radicalmente pero precisamente, sabemos que la tierra definitiva
acumula todo lo que se hizo precisamente en el amor, todo lo que se hizo dando la vida por los
demás. Y por lo tanto eso nos hace lanzarnos a ese trabajo.
Yo creo que es increíble hasta que punto esto se ha olvidado a la inmensa cantidad de
cristianos que preguntan simplemente ¿por qué hay mal en el mundo y por qué Dios permite el mal
en el mundo? Es decir, la inmensa cantidad de cristianos no evangelizados que no han oído hablar
del Reino de Dios, de ese proyecto que Jesús manifestó de una forma, que Pablo lo explica de otra
pero que es el mismo proyecto.
Yo creo que eso es importante y me parecía que tomar como tema el Reino nos iba a servir
un poco para explicar todo esto que tiene mucha relación con la buena noticia cristiana, con el
Evangelio, con la alegría que tenemos en la responsabilidad de ser cristianos.

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