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¿Quiénes son los exponentes de esa nueva fuerza, ese nuevo ideario, que llegaron a
Eretz Israel desde 1904 en adelante?
La mayoría pertenecían a familias de clase media, de la Zona de Residencia Judía en el Imperio
Ruso. Carecían de profesión y ocupación concretos y de educación formal. La mayoría eran muy
jóvenes, entre 18 y 25 años y solteros. Creían en las ideas de boga por aquellos años en el
Imperio Ruso entre jóvenes intelectuales de su edad y status: la revolución socialista.
No eran muchos, algunos miles, y en las colonias judías nunca fueron más de mil. La proporción
de "iordim" (emigrantes que abandonaban Israel) en este grupo era mayor que en cualquier otro. A
pesar de ello, y quizás gracias a ello, sentaron las bases del movimiento obrero judío en Eretz
Israel, de la colonización cooperativa, de los partidos obreros y de las organizaciones de ayuda
mutua y de seguridad social relacionados con ellos. Más aún, de su seno surgió la capa dirigente
que lideró al Yishuv judío de Eretz Israel en los años de la lucha por la creación del Estado de
Israel.
El movimiento que crearon no se parece a otros en el mundo, porque no surgió de la tradición
obrera y del seno de la clase obrera, de un desarrollo social "natural", sino que fue el fruto de la
elección y el libre albedrío. En gran medida podemos decir que fue creado de una realidad social
inexistente, que hubo necesidad de "inventar".
La elección comenzó en el momento que prefirieron emigrar a Eretz Israel y no a los Estados
Unidos; cuando decidieron quedarse en el país contra viento y marea, a pesar de que las
tendencias de abandono en el seno de su propio grupo eran más fuertes que las de permanecer.
Por último, eligieron ser parte del movimiento obrero. Formaban un grupo ideológico que otorgaba
a las ideas un sentido práctico. Sus ideas era una síntesis de socialismo, idealismo y sionismo.
No estaban hechos de un solo molde y formaron grupos y partidos que compitieron entre sí. En
1905 fue fundado el partido "Hapoel ha-Tzair", de ideas cooperativistas y realizadores, pero no
socialista. En 1906 fue fundado el partido "Poalei Tzion" que trato de fusionar marxismo y
sionismo, y había un grupo apartidario, al que jocosamente llamaban el "partido apartidario". Pero
tenían también mucho en común, y el común denominador más importante era el concepto de
"Hagshamá". Para ellos el deber de la realización es personal y significa una decisión personal. La
unía también la idea de una misión común como movimiento y como clase. A pesar de su escaso
número, y de los fracasos personales incontables, este pequeño grupo estaba convencido que el
sionismo no tiene fundamentos sin obreros; sin movimiento obrero y sin clase obrera. Y el
movimiento obrero es el que tiene que ser el pionero, el guía, el mentor del movimiento nacional.
En su ideal ellos veían una sociedad nacional guiada por los principios del trabajo y la justicia
social.
Lo interesante es que estos utopistas eran también hombres y mujeres de acción. Por ello fueron
protagonistas, participantes y por último dirigentes de la obra de realización nacional.
La realización de la misión nacional estaba íntimamente ligada a la realización nacional. De ello
surgió el pionerismo de la Segunda Aliá, que tuvo su continuación en las aliot siguientes y en los
movimientos juveniles de Israel y la Diáspora.
Los pioneros de la Segunda Aliá enarbolaron dos banderas principales. La "conquista del trabajo"
(Kibush ha-Avodá) y la "conquista de la seguridad" (Kibush ha-Shmirá).
La "conquista del trabajo" se refiere a la conquista del trabajo hebreo en las colonias judías. Según
su concepción de mundo era inadmisible que la obra de construcción nacional - y así era
interpretado el trabajo en las colonias -esté en manos de constructores extraños, en este caso los
obreros agrícolas árabes, baratos, accesibles durante las temporadas de siembra y cosecha, y
acostumbrados al clima duro y las jornadas largas.
En la ideología de la Segunda Aliá, una sociedad nacional debe ser construida por los miembros
de la nación. Paradójicamente, y en cierta forma, estaban en favor de la explotación de judíos por
judíos y no de árabes por judíos.
Sin embargo la distancia entre las aspiraciones a la realización era muy grande. Al exigir empleo
en las colonias se toparon con la realidad de las colonias. El choque fue entre generaciones y
entre ideas. Entre jóvenes socialistas y agricultores aburguesados. Entre secularistas y
tradicionalistas. Los colonos no entendieron a ese grupo de jóvenes de ambos sexos,
especialmente a las muchachas, que vinieron a hacer revoluciones y a vivir en comunas, y
trataron de alejar a sus hijos de su influencia "nefasta". Casi que no hubo vínculos matrimoniales
entre los miembros de los dos grupos. Pero hubo también factores objetivos. Los colonos debían
demostrar a PJCA responsabilidad y rentabilidad. Un obrero árabe era un 40% más barato que un
obrero judío, y era más ducho en el trabajo. Tampoco tenía ideas rebeldes y no venía a hacer
revoluciones.
Los jóvenes de la Segunda Aliá veían a los colonos con el desdeño con que se mira a los
aburguesados que se olvidaron de las metas nacionales.
Este es el punto en que la lucha de los más jóvenes fracasó. Los obreros judíos no lograron
romper la barrera del extrañamiento cultural y el interés económico. Aquí es donde apareció la
figura de Arthur Rupin para salvar su obra y encauzarla a nuevos rumbos.
Desde 1908 Rupin estaba al frente de la Oficina de Eretz Israel de la Organización Sionista. Por
esa época, ante el fracaso del Sionismo Político de Herzl, la Organización Sionista comenzó a
apoyar al Sionismo Práctico (o sea, el que promovía la colonización y la aliá por sobre la actividad
diplomática). Rupin apoyó la erección de nuevos barrios como Neve Tzedek, que se convirtió en
Tel Aviv; promovió la adquisición de tierras y la ayuda a los jóvenes de la Segunda Aliá. El fracaso
del intento de la conquista del trabajo empujó la búsqueda de nuevas soluciones. De aquí surgió la
idea de la colonización cooperativa. La idea no era simple para los jóvenes de la Segunda Aliá. Si
iban a establecerse en colonias propias, ¿cómo iban a llevar a cabo la lucha de clases?
Rupin fundó cerca del lago de Tiberíades una "granja nacional" (Kineret) en la que los obreros
recibirían entrenamiento como agricultores previo a su propio establecimiento. Conflictos con el
director de la granja los empujaron a exigir de Rupin poner a su disposición una parcela la cual
cultivarían en base a principios comunitarios socialistas. Rupin accedió al pedido y este fue el
primer paso para la creación de la "Kvutzá" (grupo).
La primer Kvutzá se organizó en Degania, cerca de Kineret, en 1910. Degania surgió entonces
como una solución a las necesidades de los obreros y al deseo de Rupin de otorgarles una mayor
independencia, y también como una expresión de las ideas utopistas y socialistas de los obreros
de la Segunda Aliá; guiados por las ideas de Yosef Busel, el líder de la Kvutzá en Degania.
La realización personal y nacional comenzó a tomar forma concreta.
El otro aspecto en el cual la Segunda Aliá fue pionera fue en el tema de la seguridad (Kibush ha-
Shmirá). De la misma forma que promovieron el trabajo y su conquista, partieron de la premisa
que la seguridad debe estar en manos del pueblo y no de extraños. La fundación de la sociedad
"Hashomer" (El Guardia) fue la consecuencia de esta concepción. La lucha por la conquista del
trabajo y la seguridad le dio al sector obrero un rol decisivo en la lucha por la realización nacional
judía. Los logros concretos durante la segunda aliá fueron relativamente pequeños pero los
antecedentes creados en el campo de la colonización, la seguridad, la organización política y la
pléyade de líderes que surgió - Ben Gurión, Ben Tzvi, Sprinzak, Ber Katzenelson, Taben Kin y
otros - le dan a la Segunda Aliá un lugar especial en la historia de la Hagshamá sionista.
La Primera Guerra Mundial separa claramente entre dos épocas importantes de la obra de
realización sionista en Eretz Israel.
Hacia el fin de la Guerra, Gran Bretaña hizo pública la Declaración Balfour, que otorgó
reconocimiento a las aspiraciones sionistas. El status del movimiento sionista cambió radicalmente
en el ámbito internacional, y también en el seno del Pueblo Judío.
La declaración no le otorgó a los judíos el derecho sobre Eretz Israel, pero si el derecho a
construir en ella un hogar nacional. La Liga de las Naciones ratificó la Declaración Balfour al
otorgar a Gran Bretaña el Mandato sobre Palestina, y de esa forma le dio reconocimiento
internacional. La conquista de Eretz Israel por parte de Gran Bretaña cambió dramáticamente la
posición del sionismo y también del movimiento nacional árabe, un reconocimiento que les era
negado a ambos durante el dominio del Imperio Otomano. La Organización Sionista Mundial
recibió reconocimiento oficial como representante de las aspiraciones nacionales del Pueblo
Judío.
Durante la Tercera Aliá, que comienza en 1919 y finaliza en 1923, notamos signos de continuidad
y de cambio, como ocurrió en las anteriores. Pero los cambios son muchos más notorios. Durante
el período de la Tercera Aliá llegaron unos 36000 "olim", número escaso y más bien frustrante,
tomando en cuenta las posibilidades que se abrieron, la situación de los judíos en el mundo, y el
entusiasmo que despertó la Declaración Balfour. Las posibilidades eran inmensas, y el mismo Max
Nordau, el último colaborador de Theodor Hertzl, presentó un plan para la Aliá inmediata de
600000 judíos, que fue rechazado por el liderazgo sionista. Los temores y las aprensiones, y la
situación objetiva en Eretz Israel fueron obstáculos demasiado grandes. Pero de los 36000 olim
llegados, un 40 por ciento eran jóvenes de un corte muy especial, que constituyeron la columna
vertebral de la Aliá, y que ejecutaron de modos diversos y creativos el concepto de Hagshamá.
Uno de los cambios importantes que trajo la Tercera Aliá es que empujó definitivamente a la
Organización Sionista a jugar un rol de liderazgo en la tarea de "Hagshamá". La O.S.M asumió así
el liderazgo del Pueblo Judío en el ámbito político, cultural y económico.
Otro cambio importante se dio en el campo de la creación de instituciones del Yshub judío de
Eretz Israel, en el marco del Mandato británico. Instituciones elegidas en procesos democráticos
que abarcaron a la mayoría de los integrantes del Yshub judío.
El último aspecto, y es el que nos ocupará especialmente, es el del movimiento obrero y sus
instituciones. O sea, el marco social y político creado en torno, y a veces en conflicto, con la
Histadrut, la Organización de Trabajadores Hebreos en Eretz Israel.
La Histadrut, creada en 1920, como cuerpo representativo de los obreros judíos de todas las
profesiones, era una organización comprehensiva. Sus miembros no eran solo obreros agrícolas
como en la Segunda Aliá, sino también trabajadores urbanos, intelectuales y todo aquel que
trabajaba sin explotar el trabajo del prójimo. Pero no era solo un sindicato o gremio, sino que
adjudicó tareas en el orden nacional: en el asentamiento agrícola, en la defensa y la seguridad, en
la cultura, en la promoción de la Aliá y en la creación de fuentes de trabajo. La Histadrut pretendió
ser la vanguardia en la creación de una sociedad nueva.
Aquí tenemos que recordar que en el mismo seno de la Organización Sionista se desarrolló una
polémica acerca del papel que debe jugar la misma en la tarea de reconstrucción nacional. En
esta polémica triunfó la línea liderada por Jaim Weizmann, el presidente de la Organización, que le
otorgaba un papel centralizador y prioritario en la obra de construcción. Dado que los fondos a
disposición eran relativamente escasos, se hizo necesario crear un orden de prioridades. La
mayoría de los fondos fueron destinados a la colonización agrícola.
Los candidatos naturales a la obra de colonización eran los jóvenes obrero llegados al país en la
tercera Aliá. De esa forma la mayoría de las colonias erigidas y de los montos invertidos, lo fueron
en el marco de la colonización cooperativa, promovida por el movimiento obrero.
Esos jóvenes de la Tercera Aliá fueron los que, con su entusiasmo y dedicación, impusieron a los
veteranos de la Segunda Aliá la unión del movimiento obrero en el marco de la Histadrut. Ésta fue
fundada por 4433 jóvenes que participaron en la convención de fundación en Haifa en 1920. Hasta
entonces el movimiento obrero estaba compuesto por los partidos que competían por cada uno de
los obreros en el país: Ajdut Havodá (la fusión entre poalei zion y los apartidarios) y Hapoal
Hatzair. La rivalidad entre los partidos y sus líderes fue mitigada por la insistencia de la gente de la
Tercera Aliá de cooperar y crear una institución que reúna a todas las fuerzas del movimiento. La
Histadrut fue fundada con la intención de convertirla en el vehículo de Hagshamá por excelencia.
Aquí el aporte de los líderes de la Segunda Aliá fue definitivo. Ellos se veían si mismos y al
movimiento obrero como portadores de un rol nacional fundamental: ser los encargados de
ejecutar la obra de reconstrucción nacional, ser los pioneros de la Hagshamá sionista. De esa
forma la Histadrut se convirtió en una institución con tres círculos concéntricos: una unión de
partidos políticos, una unión de gremial y una institución de Hagshamá, que se adjudicó el papel
de crear una sociedad nacional nueva, construida sobre bases socialistas.
La Histadrut trató de erigir una sociedad autárquica en la que el obrero no tenga ninguna
necesidad de recurrir al mundo exterior. Por ello debía ocuparse de todos los terrenos: trabajo,
cultura, educación, colonización, Aliá, difusión del idioma hebreo y también seguridad y defensa.
La utopía de crear una comuna general de todos los obreros en Eretz Israel fue representada en el
Gdud Haavodá, (el "batallón de trabajo"), a nombre de Yosef Trumpeldor, al que nos referiremos
más adelante.
Las utopías sociales no se concretaron en su totalidad, pero tuvieron en sus partes expresiones
importantísimas por su significado nacional. La Histadrut inició colonizaciones agrícolas, construyó
barrios obreros en las ciudades, organizaciones cooperativas de producción y distribución,
servicios sociales como los fondos de seguro médico y asistencial, y su propia res educativa, la
corriente de educación obrera. Todas esas instituciones se convirtieron en vehículo de Hagshamá
social y nacional. Y junto a todo ello creó la organización de defensa nacional, la "Haganá". La
perla de la corona de la "sociedad de trabajadores", que se creó ("Jevrat ovdim") fue sin duda la
colonización cooperativa. Allí se concretó el esfuerzo, y fue también el símbolo y el mito del
movimiento obrero.
La colonización, el vehículo de Hagshamá, se hizo en dos formas: el kibutz, cuyo prototipo fue Ein
Harod y el moshav, representado por Nahalal. El primero fue el símbolo de la colonización
colectivista. El segundo, la cooperativa que combinaba elementos privados.
En el movimiento cooperativo actuaron tres tendencias: la primera y la más radical estaba
representada por el Gdud Haavodá (El Batallón de Trabajo), que pretendió crear una comuna
general de los obreros en Eretz Israel. La idea fue rechazada por la Histadrut, ya que la idea
representaba una alternativa al modelo que estaba desarrollando la segunda.
La segunda tendencia estaba representada por el "kibutz", (la "kvutzá" grande), o sea, una unidad
económico-social colectiva de grandes dimensiones. La idea del kibutz presuponía que éste debía
ser autárquico, en lo económico, social y cultural. Se trata de una comuna grande, independiente
de las presiones del mercado libre.
La idea del kibutz abierto significa que éste se abre el mundo exterior, interviene en sus problemas
y aporta soluciones. Esta apertura y participación, así como su compromiso total con los
problemas y aspiraciones de la nación, convirtieron el kibutz (especialmente al movimiento
kibutziano Hakibutz Hameujad) en un protagonista de primera fila en las luchas por la creación del
Estado de Israel, en todos los terrenos: el liderazgo político, militar, educativo y social. Hablamos
de una elite comprometida que llevó a cabo en forma intensiva el concepto de Hagshamá.
El otro modelo colectivista está representado por la kvutzá, pequeña e íntima, basada en la
selección, destinada a armonizar entre el individuo y el grupo. Esto provocó un alejamiento de las
luchas políticas. La intención de la kvutzá era redimir al individuo en una sociedad en decadencia.
Junto a estos dos estilos se desarrolló un tercero, el de los kibutzim de "Hashomer Hatzair" ("La
Joven Guardia") que era una especie de síntesis de la pasión revolucionaria del Gdud Haavodá, el
participacionismo político del Kibutz Hameujad y el esteticismo elitista de la kvutzá íntima. Los
miembros de Hashomer Hatzair, surgida en Galitzia (Polonia) eran hijos de la burguesía judía
acomodada, y trajeron a Eretz Israel las ideas de avanzada del mundo cultural asimilacionista en
el que se criaron. Éste era un grupo de jóvenes que buscaban la Hagshamá personal en el trabajo
de la tierra, y que veían en la Hagshamá nacional un vehículo de redención personal.
La tercer tendencia en la colonización está representada por el moshav, que trató de combinar la
iniciativa privada con tendencias de cooperativismo.
Hacia 1925 el movimiento cooperativo y comunitario sumaba 26 kibutzim y kvutzot, 17 grupos en
preparación para sumarse a la colonización y 7 kibutzim urbanos (en total 2684 miembros). A ellos
se suman 5 moshavim. La idea de Hagshamá personal y nacional comenzaba a adquirir formas y
espíritus.
En Israel nos referimos a la aparición de conflictos de índole social, cultural, económica y religiosa
que fueron consecuencia del encuentro entre tipos de culturas y organización comunitaria
diferentes, característicos de las distintas diásporas judías. Estos problemas tienen también
relación con los diferentes estadios de desarrollo de los países de origen de los "olim". En 1948, la
mayoría absoluta de los judíos que habitaban el recién nacido Estado de Israel eran de origen
europeo-ashkenazí- en 1967, más de la mitad de los habitantes judíos eran de origen oriental-
sefaradí. ¿Qué motivó la venida de esas olas inmigratorias del Norte de Africa y del Medio
Oriente?
El Sionismo, como otros movimientos nacionales, fue producto de procesos de modernización que
se desarrollaron en Europa. Ante el desafío del antisemitismo y los nacionalismos locales, los
judíos optaron por la emigración (especialmente a los EEUU) o al Sionismo. Las apariencias
indicaban que esos procesos no fueron típicos de las comunidades judías orientales, y entonces
se trató de explicar la Aliá masiva de estas comunidades con motivaciones de otro tipo. Para
algunos el mero hecho de la creación de Israel despertó en ellos el deseo de liberarse de la
"opresión de la diáspora", y creó la posibilidad de realizar sueños mesiánicos-religiosos
ancestrales. Para otros fue producto de un complot orquestado por los dirigentes sionistas par
aumentar la población del país contra la voluntad y los intereses de los olim.
Las apariencias de los olim orientales, sus costumbres, y los conflictos despertados por su llegada
podrían corroborar cualquiera de estas explicaciones. Pero una mirada más detenida al trasfondo
que motivó las olas inmigratorias de los judíos de países islámicos no permitirá apreciar que el
factor principal es idéntico al que motivó las aliot europeas: los procesos de modernización que
afectaron a los países de origen.
Los procesos de modernización dieron origen a los movimientos nacionales en los países
islámicos, y los estados nacionales que surgieron bajo su liderazgo pusieron a las minorías étnicas
y religiosas en una situación difícil. En los países islámicos la lucha de liberación fue llevada a
cabo contra potencias colonialistas y la mayoría de las minorías en el Medio Oriente y el Norte de
Africa fueron identificadas como aliadas de los colonialistas. En este ambiente se desarrolló la
conciencia nacional judía y el sionismo. Su conflicto con el nacionalismo palestino condujo a que
los judíos fueran vistos como enemigos de la nacionalidad árabe.
Israel por su parte – interesada en aumentar su población – tenía un interés claro en fomentar la
Aliá de los países islámicos. De esta forma, las minorías judías de estos países se vieron en la
necesidad o el deseo de emigrar, especialmente durante el primer decenio de la existencia de
Israel. Parte de ellos emigró a países desarrollados de Europa y América, y el resto se dirigió a
Israel. La mayoría de los judíos de Argelia y de Egipto, cerca de la mitad de los judíos de Túnez y
un tercio de los de Marruecos se dirigieron a Francia, Canadá y otros países, o sea, no todos
prefirieron Israel.
¿Cuáles fueron los factores que demarcaron las pautas de emigración? Aquí juegan
consideraciones personales, familiares y fuerzas externas que influyen sobre el emigrante en
potencia. De todos modos, queda pendiente todavía la pregunta: ¿Cómo es que tantos de los
judíos orientales prefirieron dirigirse a Israel? ¿Libre albedrío, cumplimiento de sueños atávicos, o
manipulación sionista?
Los procesos de modernización que desató el colonialismo moderno, causaron olas de
inmigraciones internas, especialmente de los sectores rurales a las ciudades (urbanización).
Aquellos que vieron sus fuentes de existencias diezmadas por la modernización, buscaron
alternativas en la ciudad. Estos procesos comenzaron a principios de siglo, e incluyeron a la Eretz
Israel mandatoria, a la que llegaron judíos del Yemen, de Siria, Líbano y de Kurdistán.
Podemos afirmar que el "problema comunitario" fue una consecuencia directa de la tarea más
importante de la Hagshamá sionista, con la que no tuvo que medirse ningún movimiento nacional:
la unidad nacional, de poblaciones de origen europeo por un lado, y de Asia y de Africa por el otro
)que en sus países de origen, se encontraban a ambos lados de la barrera: por un lado la
población europea, minoritaria y dominante, y por el otro, la población "indígena", mayoritaria y
colonizada).
A ello debemos agregar las angustias y conflictos que acarrea una inmigración masiva y no
selectiva.
La economía, las necesidades demográficas y la visión sionista de reencuentro de diásporas
debían crear una armonía imposible.
Estos conflictos se extendieron en los años 50 a las Aliot de Irak, el Yemen, Kurdistán y del resto
de los países norafricanos.
Las autoridades del país, abrumadas por la ola masiva trató de canalizarla y regularla. Se
comenzó a hablar de Aliá "selectiva" y "regulada". Esta política trajo como consecuencia una
disminución relativa del flujo migratorio. Lo que es importante destacar para nuestra discusión es
las contradicciones y conflictos con los que se debieron medir los veteranos y los nuevos olim.
Las autoridades de absorción consideraban que hicieron más de lo humanamente posible para
absorber una masa de olim paupérrima y problemática; y que invirtieron para ello esfuerzo y
capitales que el nuevo país necesitaba para muchas otras empresas. Su propia experiencia como
olim en otras épocas más difíciles volvieron inmunes al sufrimiento de los olim, ya fueran de
Europa o de los países islámicos. Para ellos, la construcción del país exige una gran medida de
sacrificio personal, y por lo tanto no se pueden hacer responsables de todas las angustias del olé.
Los dirigentes del país, miembros de las aliot pioneras y realizadoras (¡Hagshamá!) estaban
imbuidos de un profundo sentimiento de misión y dispuestos a cualquier sacrificio. Los olim
esperaban encontrarse con un lugar que vale la pena vivir, o por lo menos mejor que el país de
origen.
Aparentemente, la dirigencia del país tenía dificultades en medirse con esta nueva realidad y
siguió tratando de realizar el sueño sionista según su propio modelo de Hagshamá.
En los campos de residencia provisional ("maabarot"), en los barrios pobres y en las aldeas de
desarrollo y poblaciones fronterizas a las que fueron enviados los nuevos olim,, en su mayoría
orientales, se vivía con una sensación cada vez mayor de marginalidad.
Con esta realidad se mide Israel desde sus comienzos. En algunos terrenos, especialmente el
político, se han hecho grandes progresos. En otros, como en el de la educación, hay todavía
mucho camino para recorrer.
Muchos de los fenómenos políticos actuales son reflejo del "problema comunitario". No hay dudas
que hay todavía mucho lugar para reconsiderar y reactualizar el concepto de Hagshamá, en el
cual cada individuo y cada comunidad pueden contribuir su versión personal del mismo.
El gobierno, en cuyo centro actuaba el Mapai de Ben Gurión, necesitaban una institución que
organice la colonización. Su única posibilidad era el movimiento de los moshavim, controlado por
Mapai, que por su parte no tenía ningún interés en dejar en manos de la rival de Mapam el control
de la colonización las tierras, cuando ambas estaban en conflicto por el sendero político,
económico y social que debía seguir el país. De esta forma, el movimiento kibutziano realizador
comenzó a quedar relegado a segundo plano en la tarea que le destacó durante los años del
mandato británico.
Los otros motivos fueron la pérdida de las masas de jalutzim potenciales en Europa durante el
Holocausto y el carácter social de la Aliá masiva, que no compartía el ethos socialista y realizador
de los movimientos realizadores.
O sea, cuando aparentemente las oportunidades de ser un factor dominante en la realización
sionista se hacían aparentes, lo opuesto ocurrió para los movimientos que pregonaban la idea de
Hagshamá. En los años 60 y 70 esta tendencia se hizo manifiesta más aún.
Un ejemplo de ello es la lucha - perdida por cierto – que llevaron los movimientos juveniles contra
una tendencia de la juventud de preferir el estilo de vida y concepción de mundo que podemos
catalogar de "americanizada".
Justamente en la Diáspora, en donde siguieron actuando por muchos años todavía los
movimientos juveniles sionistas, se conservó de alguna manera la idea de Hagshamá, por lo
menos hasta fines de los años 70 y quizás principios de los 80.
En Israel quien adoptó de alguna manera la idea, aunque con una característica política
manifiesta, es el movimiento "Gush Emunim", que dominó hasta hace poco la campaña de
establecimiento en los territorios ocupados por Israel en la Guerra de los Seis Días en el 67.
El Proceso de Paz en vigencia en estos días nos dará una respuesta si esta muy particular forma
de Hagshamá, que para muchos solo ha complicado las cosas para Israel, tendrá vigencia, o solo
será un capítulo pasajero de su historia.
De todos modos la Hagshamá al estilo "Gush Emunim" no gozó nunca del consenso general y del
prestigio del que gozaron los movimientos jalutzianos en los años previos al establecimiento de
Israel, y sus actividades han sido altamente criticadas por grandes sectores de la sociedad israelí,
aunque también muy apoyadas, especialmente por los gobiernos encabezados por el Likud.
¿Qué queda de la idea de Hagshamá? No hay duda que la idea, relacionada con la predisposición
a sacrificar el bienestar personal en aras del colectivo y las necesidades de la sociedad, ya sean
políticas, económicas o estratégicas, parece anacrónica. En este mundo individualista, en que
cada uno persigue su realización personal a través del logro económico o intelectual, parecería
que la idea de Hagshamá no tiene ninguna relevancia.
Tampoco hay dudas que la colonización agrícola como factor principal de la renovación y
redención social de Israel ha perdido gran parte de su vigencia. El desarrollo económico, la
revolución informática de nuestros días, para mencionar dos factores, son un testimonio elocuente
de ese estado de cosas.
¿Qué quedaría entonces por hacer?
Aunque parezca paradójico, mucho queda por hacerse. Por una parte la tarea de construcción de
Israel como sociedad y marco digno y deseable para todo el pueblo judío, o ha finalizado. Hay
todavía mucho para crear y mejorar.
Además, los problemas con los que se enfrentan los judíos en el mundo, especialmente los de su
identidad personal y colectiva, requieren todavía una definición. También las relaciones entre
Israel y la Diáspora requieren un diálogo creativo constante.
La Hagshamá puede comenzar, como lo hizo hace casi 100 años, preguntando cuáles son las
expectativa personales frente a la comunidad, Israel, el entorno. Qué papel puede uno jugar para
mejorar su propia comunidad y que tipo de diálogo establecer con Israel. Plantear si la Aliá es
relevante hoy en día es parte de ese diálogo.
La Hagshamá en sus orígenes fue una idea y una realización de y por jóvenes. La pregunta es si
los jóvenes de hoy se van a dejar arrastrar por el presente, por la sociedad de consumo, por el
brillo de la civilización actual, o podrán redefinir sus ambiciones personales y colectivas en algo
nuevo, en algo que es posible concretizar en áreas sociales, culturales, espirituales, como lo
hicieron los movimientos realizadores varias generaciones atrás, cuando se midieron con una
realidad cambiante y desafiante, llena de obstáculos y posibilidades. Al joven judío sionista de
principios de siglo lo asediaban dos posibilidades: la asimilación conformista o la ortodoxia
enquistante. El sionismo le permitió rebelarse contra esas dos tendencias y fue el marco de una
rebelión encabezada por jóvenes.
Los mismos retos siguen existiendo hoy en día. Por ello creemos que el camino de la Hagshamá
seguido por jóvenes judíos hace varias generaciones puede que no responda a las necesidades
actuales, pero la idea de Hagshamá, de autorrealización, no ha perdido de ningún modo su
vigencia y relevancia.
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