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Peyote

Peyote
2011-02-03 07:00:36

Los grupos indígenas mexicanos suelen vivir en los lugares más abruptos del país, pero también sin duda
los más hermosos. Uno de estos grupos étnicos de México, tal vez el más rebelde de todos, es el de los
huicholes, quienes habitan entre los estados de Jalisco, Nayarit y Zacatecas, en un entorno de mesetas
de gran elevación, profundas cañadas y valles intraserranos, poblados en las partes bajas con vegetación
semitropical y en las alturas por bosques de pinos y robles.

En la Sierra Madre Occidental, a pesar de toda la belleza del paisaje, la vida no es fácil, pero es
suficientemente apartada para que los huicholes puedan existir como un grupo étnico que conserva su
lenguaje, originario, y aun más, su religión pagana.

La cultura huichola data casi sin cambios, desde mucho antes de que existiera siquiera la nacionalidad
española de los conquistadores. Sus ritos y mitos nacieron en la época en que sus antepasados eran
recolectores y cazadores en los desiertos del centro del país, desde donde se desplazaron hasta sentar
cabeza en el corazón de la sierra del Nayar, donde viven de la agricultura, la ganadería de subsistencia, y
de vender y presumir sus hermosos objetos de arte.

WIRIKUTA

Como parte de su religión milenaria, cada año, grupos de hombres y mujeres adultos dejan
temporalmente su hogar serrano para realizar una peregrinación de más de 400 kilómetros, o 43 días de
viaje a pie, en el que reviven sus tiempos de cazadores y recolectores. Su itinerario les conduce al
desierto desde el que migraron sus ancestros, cerca del poblado de Real de Catorce en San Luis Potosí,
región sagrada conocida por ellos con el nombre de Wirikuta.

Desde antaño el largo viaje se realizaba a pie, pero ahora la civilización se ha interpuesto en el medio y la
presencia de carreteras, y parcelación de la tierra ha hecho casi imposible ese tipo de recorrido, por lo
que los huicholes hacen uso del carro o camión, lo que acorta a una semana el viaje a Wirikuta.

Una vez en el desierto central, los huicholes, armados con arcos y flechas, se dedican a recolectar una
planta que era venerada ampliamente por todas las culturas indígenas hasta el arribo de los españoles.
Los llegados occidentales vieron con horror que el vegetal en cuestión era utilizado en ritos de forma muy
parecida a los que se dedican a la hostia católica.

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La planta que buscan los huicholes en el desierto pertenece a los cactus, familia vegetal que muchas
personas en el mundo desprecian, y otras cultivan por moda. De todos los cactus, el peyote (nombre
científico Lophophora williamsii es el que ha sido más reverenciado en la historia, sólo comparable al
nopal para los mexicanos.

Cuando los peregrinos huicholes encuentran plantas de peyote en el desierto, disparan flechas a la
izquierda y a la derecha para alejar a los malos espíritus y proceden a recolectar la parte que sobresale
del suelo arenoso. El peyote es un cactus que no tiene espinas, y cuyas siete octavas partes están
compuestas por la raíz que se encuentra bien enterrada.

Los peregrinos huicholes cortan con mucho cuidado, sin dañar la raíz, pues cada planta nueva tarda
hasta 30 años en alcanzar la madurez. Esta característica del cactus desafortunadamente no hace nada
por protegerlo de estar en la lista de especies en peligro de extinción. Sus principales depredadores son
los excursionistas atraídos por el “misticismo” del peyote, que recolectan en ocasiones sin ningún control
y dañando la delicada raíz.

EXTASIS DEL PEYOTE

Tras la recolección, el grupo está listo para regresar a sus montañas, donde llevarán a cabo la

ingestión ritual de la planta, previa desecación de sus gajos o “botones”

De nuevo en casa, por la noche, los hombres y mujeres se sientan en círculo, en el suelo de una tienda
sagrada, o en el exterior, alrededor de una fogata chisporroteante.

Después de una oración de apertura, cada participante recibe cuatro gajos secos, que tienen un sabor
muy amargo, y que van mastican poco a poco hasta tragarlos.

El cambio se siente tres horas después, cuando empiezan las visiones. Un estado de euforia es seguido
por una profunda relajación que se alarga por varias horas. Las descripciones de la experiencia
mencionan la aparición de formas de colores cambiantes, sentimiento de actividad intelectual aumentada,
sensación de flotación, y una curiosa pérdida de importancia de las relaciones del espacio y del tiempo.
El “usuario” se siente en un estado en el que el paso del tiempo es reemplazada por un presente
perpetuo, según repotó el escritor Aldous Huxley (1894-1963), uno de sus más famosos devotos.

Es probable que la experiencia con la planta sea parte de la causa de que la visión del mundo de los
huicholes esté impregnada de magia. Los artistas entre los huicholes plasman en coloridas pinturas
hechas en tablas con estambre o hilo sus visiones y su modo de ver todos los pasos del ritual del peyote.

El ritual de la planta entre los huicholes y otras etnias en México y Estados Unidos, es una de las
experiencias con una droga integrada en una sociedad, que han sido mejor estudiadas por etnólogos,
etnobotánicos, escritores, psiquiátras, farmacólogos e interesados en el problema que plantea la
existencia de este tipo sustancias y su uso.

MEZCALINA

El peyote no causa adicción física ni problemas a la salud a quienes lo consumen de forma moderada, en
especial si lo hacen en un contexto ritual, como los huicholes y otros grupos que lo usan. Aunque se ha
reportado que algunas personas susceptibles pueden sufrir episodios psicóticos, estos probablemente
revelen un problema previo de salud. Además, como casi todo en esta vida, los excesos siempre son
peligrosos.
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Las propiedades del peyote, y su sabor fuertemente amargo, son causadas por una cantidad
sorprendente de alcaloides o sustancias psicoactivas. Algunos de sus nombres pintorescos son:
ofoforina, anhalamina, pellotina, peyonina, peyoforina y peyotina. Pero la más importante es la mezcalina,
llamada así al parecer porque los europeos y estadounidenses relacionaban la embriaguez del peyote con
la de la bebida mexicana del mezcal. La relación no parece nada adecuada, pero el nombre quedó.

La mezcalina fue aislada por primera vez en 1897 por el químico alemán Arthur Heffter. Éste fue el primer
compuesto alucinógeno aislado por el hombre.

Pocas sustancias psicoactivas habían hasta entonces llamado tanto la atención de un grupo tan
numeroso de expertos. Podríamos decir que con las mescalina comenzó el “viaje” por el mundo de los
alucinógenos en el que en la década de los 50 y 60 del siglo pasado se embarcarían por igual científicos
que se ocupan de la mente, como artistas, y entusiastas de la búsqueda de sensaciones.

PUERTAS DE LA PERCEPCIÓN

De los primeros investigadores europeos que se adentraron en el peyote fue un farmacólogo y


etnobotánico alemán, de origen judío, de nombre Louis Lewin (1850-1929), quien, aunque sentía
repugnancia hacia drogas como la cocaína, el opio y sus derivados, se confesaba completamente
fascinado por las plantas que causaban alucinaciones y modificaban la mente.

Para Lewin estos vegetales tenían propiedades fantásticas. Cuando escribió un libro sobre el tema, en
1931, lo tituló con ese mismo adjetivo pero en latín: “Phantastica”. En el texto, expuso la opinión de que
estas drogas son capaces de transportar a sus consumidores a una “esfera de percepción más elevada”
que lo cotidiano. Su exposición caló hondo en otros especialistas y propició que se extendiera el interés
por el tema.

La influencia de su obra abrió una puerta más allá del campo estrictamente científico, cuando, en la
década de 1950, un ejemplar de “Phantastica”, cayó en manos del escritor inglés Aldous Huxley
(1894-1963).

Huxley había alcanzado fama mundial y un lugar en la literatura universal en 1931, con su novela de
ciencia ficción “Un Mundo Feliz” (en inglés Brave New World), una historia visionaria de una sociedad del
futuro organizada en castas de humanos producidos a través de la clonación eugenésica, dirigida por el
gobierno. Los tiranos del “Mundo Feliz” utilizan como método para controlar a los habitantes de la Tierra
una droga alucinógena, que hace que la gente se olvide de cuestionar su realidad y en cambio se sienta
como en el título, muy feliz.

En toda su carrera como escritor, Huxley no ocultaba su fascinación por las drogas y sus efectos en la
mente humana. En 1953, entusiasmado por el libro de Lewin, decidió realizar un ensayo en sí mismo con
la mezcalina, que le fue proporcionada por un médico británico, residente en Canadá, quien realizaban
experimentos con la sustancia esperando poder comprender mejor a sus pacientes aquejados con
esquizofrenia, la enfermedad mental que causa alucinaciones psicóticas.

Huxley escribió una carta a ese doctor, de nombre Humphry Osmond, del hospital mental de
Saskachewan, Canadá, para ofrecerse él mismo como sujeto de estudio o cobaya humano.

Una buena tarde de mayo del 53, Huxley abría su propia puerta hacia el mundo visionario del peyote, y
luego relataba dicha experiencia en su famoso libro: “Las Puertas de la Percepción” (1954).

Huxley pone en palabras la experiencia vivida, donde usa frases como haber atestiguado “lo que Adán
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había visto en el momento de su propia creación. El milagro, momento a momento de la existencia


desnuda”. Bajo la influencia de la mezcalina, asegura haber comprendido cómo es que las palabras y los
conceptos despojan a los humanos de la habilidad de mirar directamente las cosas del mundo. La puerta
química recién descubierta para él, le había aparentemente, permitido dejar la prisión del lenguaje, la
tiranía del pensamiento conceptual, para experimentar la realidad de las cosas sin esa mediación, decía.

MISTICISMO

Este tipo de experiencia, elocuentemente documentada por Huxley, pero también a su manera por los
huicholes y todos los pueblos que usan alucinógenos, guarda similitudes con las revelaciones que han
reportado los místicos religiosos a lo largo de la historia.

En 2008, científicos suizos documentaron el parecido entre la actividad cerebral de los usuarios de
alucinógenos y la de personas que practican la meditación o viven experiencias religiosas exaltadas.
Quizá para los huicholes, tal demostración no haría falta.

Como dice el título del libro de Huxley, parece haber distintas (i)puertas(i) hacia un mismo tipo de
experiencia subjetiva, que consiste en, de alguna manera, sentirse parte de una totalidad trascendente.

Sobre las investigaciones más recientes en este campo volveremos más adelante, pero regresando a la
mitad del siglo 20, era claro que para entonces el mundo occidental había descubierto los alucinógenos. A
los reportes sobre la mezcalina pronto se unieron los de los hongos y muy en especial del descubrimiento
del LSD, enervante sobre el cual tratará el próximo artículo de esta serie.

Fue el doctor Humphry Osmond, aquel que proporcionó a Huxley su mezcalina, quien acuñó por primera
vez el término psicodélico (que en griego significa “Manifestación del alma” o de la psique), para referirse
a algo que no era sino el “misticismo”, explorado a través de las drogas.

Y llegaron los años 60, la década por excelencia de los cambios sociales en muchos países, México
incluido, del rompimiento de tabús, del cuestionamiento de las costumbres establecidas, en suma de la
“revolución” en la sociedad, en el arte y en las mentes.

Pero los sesentas no podían durar eternamente, al entusiasmo y la atención que atrajeron las drogas
alucinógenas, correspondió una fuerte reacción que las condenaba.

ILEGALES

Y llegaron los años 70, que representaron algo así como un regreso a la realidad para los soñadores de
las revoluciones sociales, en el arte y en las mentes. Fueron, para muchos, algo así como la resaca o
“cruda” de lo vivido en los 60. Al romanticismo sesentero, lo venía a reemplazar una ambiente de crudo
realismo.

En 1971, una conferencia de las Naciones Unidas en Viena firmó un tratado para regular las sustancias
alteradoras de la mente, incluída la mezcalina. El documento, del que México es firmante, es conocido
como la Convención sobre Drogas Psicotrópicas, en el cual los países se comprometen a prohibir el
tráfico y consumo recreativo de tales sustancias, limitándolas para la investigación científica y para la
medicina, pero aun estos usos son más bien desalentados.

La Convención regula las sustancias alucinógenas, entre ellas la mezcalina y el LSD, sin embargo, el
documento no regula directamente a las plantas de las que muchas de esas sustancias provienen, como
el peyote. Aun más, la legislación reconoce el uso legítimo que del peyote y otros hacen diversos grupos
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étnicos, como los huicholes.

Así, aunque las sustancias activas o enervantes quedaban prohibidas, la Convención dejaba a cada país
la regulación de las plantas alucinógenas en sí mismas, como el peyote y otras.

En México, está permitido el uso ritual del peyote en las áreas geográficas tradicionales de los grupos
indígenas, aunque su comercio está prohibido. Igualmente, en Estados Unidos, el uso del fantástico
cactus está permitido para los miembros de la Iglesia Nativa Americana y diversas etnias indígenas, pero
algunos estados, como Oregon por ejemplo, han hecho uso de su derecho a prohibirlo.

¿UN FUTURO PARA LOS ALUCINÓGENOS?

La mezcalina fue producida de forma sintética en 1919, hecho a partir del cual Huxley predijo en los años
50, que la sustancias pronto viviría un auge de uso entre muchas personas. Pero esto no ocurrió. La mala
publicidad que se le dio a los alucinógenos en los años 60, como sustancias propias de depravados y
libertinos, además de las acciones legales derivadas de la Convención de Viena, no dejaron terreno
propicio para la difusión del peyote en particular, y para los alucinógenos en general, al menos a escala
masiva.

En la actualidad existen dos vertientes para estas sustancias que la naturaleza ha dado en producir: uno
de los dos caminos es la del tráfico ilícito. La mezcalina no suele ser comercializada por los
narcotraficantes pero sí otras sustancias alucinógenas. Además, existe un mercado y producción de
nuevas drogas o drogas sintéticas que utilizan alucinógenos, o bien, fabrican sustancias que tienen
parecido químico con la mezcalina, como el éxtasis.

Pero hay otro uso para los alucinógenos, del que casi no se habla, pero que podría entrañar una
esperanza para muchas personas que sufren enfermedades.

En varios institutos estadounidenses y europeos, como la universidad John Hopkins , el Instituto Heffter
de Suiza, las universidades de Arizona , Harvard, Nueva York, California , y otras, equipos de científicos
están conduciendo estudios que han probado tener éxito en la utilización de alucinógenos para tratar
algunas enfermedades neurológicas para las que cualquier otra cura ha fallado.

Entre las enfermedades que han respondido a estas sustancias se encuentran la depresión severa en
pacientes con enfermedades terminales, el trastorno bipolar y la celafea en racimos. Esta última es un
dolor de cabeza extremadamente doloroso, tan terrible que a veces se le conoce como “cefalea suicida”,
pues el padecimiento es tan intenso que pacientes con la enfermedad optan por el suicidio.

Este camino de exploración apenas empieza, hasta ahora los únicos pacientes beneficiados han sido los
participantes en estudios llevados a cabo por equipos de expertos en universidades. Los científicos han
advertido que estos buenos resultados apenas son preliminares y previenen sobre el peligro de que se
cometa el mismo error de los años 60, de exagerar los efectos y beneficios de los modificadores de la
mente.

Sin embargo, es claro que de sustancias tan vilipendiadas podría surgir una esperanza de aliviar el
sufrimiento de buen número de enfermos en todo el mundo.

Fuente: http://www.tabascohoy.com/

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