Está en la página 1de 1

Loza El prende y apaga.

A pesar de llevar mucho tiempo ya debajo de la lluvia, sta no haba logrado germinarle nada en el cerebro; ah todo estaba desierto. Desde entonces slo haba resuelto ver, sin atencin, los nmeros del semforo que marcaban los segundos antes del rojo o el verde. Los 40 segundos del verde eran ms llevaderos por el constante prende y apaga de los focos al emular a una persona caminando. Otra cosa eran los del rojo, el estatismo era como un espejo sardnico. Todo el ciclo era como un tornillo que en el verde se encaja ms y ms dejando al menos un dolor ms intenso mientras que en el rojo se queda quieto oxidndose o encarnndose, sin posibilidad de alivio o fulminacin. Caminaba a prisa con una vasta madeja de enredaderas de pequeas hojas pegajosas en constante movimiento dentro de su cerebro; a ratos se extendan y se adheran a sus manos para moverlas y, acaso, rascarse el cuello. Otras ramas le guiaban los pasos jalonendole los zapatos. A punto de cruzar la avenida par. El rojo le desesper y resolvi llamar: --S? --Hola! Ests en tu casa? Voy para all, llego en 5 minutos. --Ah! Lo siento, no estoy all. Era ya tarde y pens que no iras, como no quedamos en nada --Oh!...Bueno, no importaNos vemos luego. --Disculpa... Bueno, hasta luego. Suerte! Y entonces comenz a caer la lluvia con gotas grandes y espesas, lentas; y mientras estas se hacan ms rpidas, las hojas se despegaban una despus de la otra, cada vez ms aprisa, y al tiempo que se despegaban se ponan pardas, se encorvaban y disminuan hasta que terminaron negras, desmoronndose. El enjambre viscoso se haba vuelto desierto; el prende y apaga del verde iniciaba la cuenta regresiva.

También podría gustarte