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Siguiendo la ruta al próximo puerto

Martha del Pilar


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Martha del Pilar


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Siguiendo la ruta al próximo puerto

Era ya tarde las nubes cubrían el cielo aunque si hacía un viento que me envolvía llevándome al camino
donde lo encontré, el venía de lejos, lo vi lejano en su nave era el capitán que venía al puerto a pisar tierra
firme. Cuando lo vi, tenía unos ojos azules como el mar, una barba descuidada pero que le hacía honor, su
traje era blanco pero aún así se veía cansado por que había atravesado el mar, y yo no perdía detalle, al ver
este hombre de la marina que me cautivo desde el inicio, pero que no sabía, si sólo yo, lo veía en mi mirada
o si él me correspondía pero se acercó hacía mí y me hablo con sus ojos, quería decirme cualquier cosa
pero sólo su miraba me hablaba, quería ser el marinero Carlo que quería quedarse en tierra firme para
quedarse en mis ojos negros que le decían que era hora de tocar tierra firme para conquistar mi corazón.

Entonces nos encontramos en Azores en el puerto donde él llego con su nave después de pasar por vientos
y tormentas llego a mí, mientras yo observaba esta nave que llegaba de lejos y era iluminada por la luz de
la luna y me quede a observar como tocaba tierra firme después de pasar horas, días contemplando la
inmensidad del mar; fue un encuentro inolvidable porque llego a mí, en momentos en que la soledad me
invadía a pesar de la gente que me rodea pero encontré mi otra mitad en el puerto donde tanto lo esperaba
es decir mi corazón.

Y seguimos conociéndonos en la isla Azores donde fue nuestro punto de encuentro en un pequeño faro en
Sao Miguel (Portugal) donde contemplábamos el mar y las estrellas en compañía de las gaviotas donde él
me conquisto como la primera vez para seguir su ruta en el mar siguiendo el viento entramos de nuevo en
el inmenso mar, viviendo en la nave, él como el capitán y yo Marina una turista que comenzaba mi aventura
en mar.

Mis días transcurrían con las mañanas donde veía reflejar el brillo del mar en el cielo y en las tardes lo veía
más oscuro pero aún brillante, con el movimiento de las olas que lo hacen cada vez mas encantador, con
alguna ballena que saltaba afuera, un delfín que hacía piruetas y yo era encantada con su magia mientras

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Carlo seguía conduciendo la nave mirando la brújula y el tiempo para seguir nuestro viaje en
busca del próximo puerto que entra al trópico comenzando con la siguiente isla, pero se
asomaba la tormenta e se sentía la nave mover quedando todo al revés el mar, se hacía sentir
sin embargo en la mañana se tranquilizaba dándonos tiempo para compartir una romántica
cena a la luz de luna en la inmensidad del mar.

Esperando el siguiente puerto lo encontrábamos después de 6 días, viajando día y noche con
el arrullo de las olas dejándonos guiar por el viento que nos avisaban que el próximo puerto
estaba cerca pero yo me ocupaba haciendo cuadros pintando el mar me pasaba las horas
delineando las olas, lo interpretaba en todas sus formas.

Pero cuando el tiempo era agradable el sol salía y se podía estar en el área abierta viendo la
nave que deja la huella como dejando su sello, marcando el camino que ha seguido después
de dejar atrás tanta distancia con la espuma del mar que me queda en mi mente pintando
una pista en él para bailar con mi marinero que me deja soñar con él en el mar.

Hermosa mi aventura en el mar mientras leo y construyó mi romance que me despierta la


emoción del momento traduciendo en palabras la poesía que veo mientras pasan las horas
buscando el próximo puerto desafiando el mar.

Romántica nuestra entrega al mar que me da alas para sentirme una gaviota que guía la nave
junto a mi capitán para buscar la ruta que nos llega al siguiente puerto en busca de vientos
cálidos que nos curan de las huellas que nos dejan las corrientes de hielo desafiando el mar
buscamos siempre donde anclar para luego recomenzar.

Recomenzar con otro transporte por que era una nave de carga que lleva sueños hechos en
castillos de fruta donde se encontraba de toda clase que al sólo sentir su aroma se sentía

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llegar al trópico recogiendo una parte de su dulzura transportábamos la fruta más deseada
hacia todos los puertos donde desembarcábamos.

Un sueño hecho realidad el nuestro en nuestra vida de mar, amando su arrullo y con nuestra
unión se completaba nuestro camino de ensueño, viendo los peces volantes con mi marinero
mientras navegábamos en el mar atravesando el océano de puerto en puerto desde Europa
hasta el trópico viendo las nubes que están más cerca al mar que cuando llega el atardecer
da la impresión de ver vida cercana con el sol que se esconde pero que abre sus puertas
doradas en un mundo misterioso pero que en la mañana se ilumina en un cielo sereno.

Pero nosotros nos acercamos al atardecer entrando en el descubríamos un castillo de


ensueño donde reposamos después de pasar días. meses en el mar y encontrábamos en él
una casa donde podíamos tocar tierra firme cada vez que deseábamos anclar, encontrando
nuestros amigos que viajaban en el mar y con ellos pasábamos el tiempo en compañía,
hablando de nuestras vidas que el atardecer era nuestro punto de encuentro donde podíamos
entrar cada vez que esplendía en el mar.

Maravillosa nuestra vida en mar descubriendo cada día su encanto en la inmensidad del
océano, solo basta imaginarlo para creerlo.

También entrabamos en la niebla pero con la luz de nuestra nave seguíamos navegando en
las nubes que nos sostenían para seguir un camino donde podíamos tocar nuestros sueños
en un libro abierto a la fantasía en busca del siguiente puerto.

Pero con la niebla también se podía desorientar quedando capturados por los piratas
entrabamos en su mundo quedando atrapados en su castillo dorado donde la espada
resplandecía en cada rincón y los cañones defendían sus murallas pero con la orientación de

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la brújula podíamos escapar del peligro que se escondía en las nieblas.

Todo esto era el riesgo de vivir en mar pero para nosotros superar cada etapa era una
aventura que hace parte de nuestra pasión por el mar.

Martha del Pilar

—Derechos del Autor—

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