El Coronel No Tiene Quien Le Escriba Aun Más Que Una Novela Realista

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El Coronel no tiene quien le escriba Aun más que una novela realista, también pareciera

tener un interés en reflejar el estado emocional y económico de estas personas y que,


posiblemente, se refiera específicamente a las personas que fueron participes de la
“Guerra de los mil días” . Fue Escrita por Gabriel García Márquez en el año (1957). La
historia transcurre en un pequeño pueblo, sin mucho para hacer, que está olvidado y con
un alcalde corrupto donde oprimido por una dictadura que ha costado la vida a varios de
sus habitantes, entre ellos, hombres que combatieron en la guerra con el coronel y otros
que fueron desterrados del pueblo otros se ha visto obligados a huir; excepto don Sabas
compadre del personaje, un poderoso hombre de negocios, (que no pierde oportunidad
para sacar provecho de cada situación), único dirigente de su partido que logró escapar
“milagrosamente” a la persecución política. Desde las primeras líneas vemos la dura
situación económica que el coronel y su esposa enferma de asma, que viven con el dolor
de la pérdida de Agustín, el hijo del Coronel, acribillado en la gallera por distribuir
información clandestina. Que es algo muy común en el mundo donde hay apuestas de
por medio. Cada rincón de la casa huele a pobreza y nostalgia, a incertidumbre y eterna
espera; día tras día han ido gastando sus escasos ahorros, producto de la venta de las
pocas cosas de valor que tenían. Lo único que les queda es un gallo, herencia de su hijo,
en el cual tiene el coronel cifradas sus esperanzas; y tiene la seguridad que ganara la
pelea, mientras ve, como una a una sus pocas pertenencias van desapareciendo para
pagar sus gastos y mantener al animal en contra de la voluntad de su mujer, quien insiste
en que se deshaga de él. Pero es el gallo de Agustín, ¿Cómo venderlo? ; Además en enero
comienzan las peleas y su suerte podría cambiar Afortunadamente los amigos de su hijo
al enterarse de la situación, le proponen encargarse de la alimentación del ave, pues ellos
también esperan ansiosos ahorrando cada centavo para la gran pelea. Los días transcurren
con densa monotonía, las noticias que llegan son escasas y confusas por la censura, toda
la espera se centra en el viernes cuando llega el correo y el coronel espera, espera una
carta que nunca llega, quince años esperando la carta de su retiro, quince años de excusas
por parte de su abogado y de silencio del gobierno. Viernes a viernes se repite la escena,
el angustiado coronel aguarda escondiendo su ansiedad, la carta que pondrá fin a sus
necesidades, pero el resultado es siempre el mismo: nada. Ya sin más recursos ni noticias
de su pensión, decide vender el gallo, así que acude a su compadre Sabas quien le ofrece
cuatrocientos pesos, menos de lo que cuesta según el doctor que aprovecha para decirle
a el coronel lo tirano que era su compadre el coronel un hombre noble y bueno como
muchos que quedan en esta vida no puede aceptarlo y recibe un adelanto por la venta del
gallo lo cual hace lo que deseaba pagar en la tienda y comprar un par de zapatas. Fue una
tarde de Diciembre, un viernes, el coronel había ido a esperar el correo, como siempre y
siguiendo al administrador lo sorprendió un tumulto en la gallera, recordó que ese día
comenzaban los entrenamientos y entró. Allí estaba su gallo en medio de la pista,
temeroso quizás de enfrentar algo desconocido, pero después de las primeras
escaramuzas sus patas ya no temblaban. Germán (uno de los amigos de su hijo) salto a la
pista y lo mostró al público quien lo ovacionó frenéticamente, pero el coronel se lo quitó y
salió del lugar entre gritos y aplausos. Todo el pueblo salió a verlo pasar, habían
despertado de diez años de letargo. Caminó a su casa absorto en sus recuerdos, al llegar le
dijo a su esposa que el gallo no se vendía y le entregó parte del adelanto para que lo
devolviera a su compadre. Algo había cambiado en nuestro coronel, una confianza y una
seguridad que no pudieron ser derribadas por las constantes dudas y preguntas, así como
los múltiples reproches de su esposa. Una especie de intima y silenciosa rebeldía nos dan
en estos últimos párrafos la imagen de un verdadero coronel: valiente, sereno, firme... Sin
lugar a dudas Gabriel G. Márquez es un maestro de la narrativa, con este cuento que nos
mantiene expectantes de principio a fin, nos atrapa y nos hace vivir junto al personaje
cada momento. Sufrimos la larga espera, nos desesperamos con sus peripecias, nos
amargamos con sus renuncias, pero en medio de todo ese dramatismo, sonreímos con la
dulce ingenuidad del personaje. Este es un cuento para disfrutar y reflexión de lo que
puede vivir una persona que espera que se cumpla la promesa hecha por el gobierno y
también espera ser reconocido por haber servido a su patria el dolor y tristeza de no
recibir una pensión muy merecida esta novela al principio no llama mucho la atención.
Pero después comienzas el lector a sentir el personaje del coronel aferrado a una ilusión
la cual es la que lo mantiene vivo (su pensión, y creer hacer una fortuna con su gallo), pero
por el contrario, su esposa enferma de asma trata de centrarlo y de darle el valor para
hacer las cosas que por desgracia nunca hará, ni una vida le bastaría para atreverse hacer,
lo que debió hacer, pero por otro lado es un personaje lleno de valores ya que confía en
su patria y en los sistema burocráticos y hasta en un pobre animal.
Para darte gusto para leer esto necesitas estar en un estado de ánimo tranquilo ya que el
libro habla de la vida de hoy, y del como es la gente y como se manejan y todo por tener
riquezas y aprovecharse de la gente como el coronel y su esposa. Tanto llega a resinarse el
coronel que después de escuchar muchas veces a su esposa preguntarle que comerían él
se llena de fuerza y le dice MIERDA, donde termina la novela un final algo decepcionante
para muchos lectores ya que se espera en la novela un final más concreto siendo una
novela que deja que el lector pueda imaginar la vida de los personajes especialmente el
coronel y su esposa y al llegar al final de la novela nada tiene un desenlace.

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