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6:6-10.

“El orgullo está antes de un ruidoso estrellarse; y un espíritu altivo, antes del
tropiezo.” (Proverbios 16:18.)
7:3, 4. ¿Nos identificamos valerosamente como testigos de Jehová, aunque hacerlo pudiera
resultar en persecución?
8:3-6. Podemos y debemos recurrir a las autoridades y a los tribunales en busca de
protección contra nuestros enemigos.
8:5. Ester fue sensata al no mencionar la responsabilidad que el rey tenía en el decreto
concebido para aniquilar a su pueblo. De igual manera, nosotros debemos ser prudentes
cuando damos testimonio a dirigentes destacados.
9:22. No debemos olvidar a los pobres entre nosotros (Gálatas 2:10).

AGENTE PRINCIPAL Y PERFECCIONADOR DE NUESTRA FE

La palabra original traducida por “mirar atentamente”, según se usa en las Escrituras
Griegas Cristianas, quiere decir “mirar algo sin distracción”, “apartar la mirada de algo a fin de
poder ver otra cosa”, “fijar la mirada”. Dice cierta obra de consulta: “En el mismo instante en
que el corredor griego aparta la mirada de la pista y la meta final y la vuelve hacia los
espectadores, disminuye la velocidad. Así pasa con el cristiano”. Las distracciones pueden
frenar nuestro progreso espiritual; por eso tenemos que mirar atentamente a Jesucristo. ¿Y qué
buscamos en el Agente Principal? El vocablo griego vertido “agente principal” significa “guía
principal”, “el que inicia y abre el camino, arrastrando tras sí a los otros”. Mirar atentamente a
Jesús implica seguir su ejemplo

Seamos comprensivos y perdonadores


Con su forma de tratar las faltas y errores de sus discípulos, Cristo nos dejó un modelo
que seguir. Examinemos dos sucesos que tuvieron lugar en su última noche como humano en
la Tierra. Al llegar a Getsemaní, “tomó consigo a Pedro y a Santiago y a Juan” y les dijo:
“Manténganse alerta”. Luego, yendo un poco más adelante se postró y oró. Al regresar, “los
halló durmiendo”. ¿Cómo reaccionó Jesús? Reconoció: “El espíritu, por supuesto, está pronto,
pero la carne es débil” (Marcos 14:32-38). En vez de reprenderlos con severidad, fue
comprensivo. Esa misma noche, Pedro lo negó tres veces (Marcos 14:66-72). ¿Cómo lo trató
Jesús posteriormente? El Evangelio de Lucas responde: ‘El Señor fue levantado y se apareció
a Simón [Pedro]’ (Lucas 24:34). “Se apareció a Cefas —relata también la Biblia—, entonces a
los doce.” (1 Corintios 15:5.) En lugar de resentirse con él, perdonó al arrepentido apóstol y lo
fortaleció. Más adelante, le confió grandes responsabilidades (Hechos 2:14; 8:14-17;
10:44, 45).
Cuando nuestros hermanos en la fe nos fallan o nos hieren debido a la imperfección
humana, ¿no deberíamos ser también comprensivos y perdonadores como lo fue Jesús? Pedro
dio esta exhortación a sus compañeros cristianos: “Todos ustedes sean de un mismo ánimo y
parecer, compartiendo sentimientos como compañeros, teniendo cariño fraternal, siendo
tiernamente compasivos, de mente humilde, no pagando daño por daño ni injuria por injuria,
sino, al contrario, confiriendo una bendición, porque ustedes fueron llamados a este derrotero,
para que hereden una bendición” (1 Pedro 3:8, 9). ¿Y si alguien no nos trata con comprensión
e indulgencia, como Jesús lo hubiera hecho? Aun así, nuestra obligación es esforzarnos por
imitar a Jesús y reaccionar como él lo hubiera hecho (1 Juan 3:16).

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