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Unos rayos de sol invadieron los espacios abiertos que dejaban mis cortinas ondeantes, debido a que
me dejé la ventana abierta la noche anterior. Creí que había perdido esa costumbre. Me levanté de
un salto de mi cama y fui a la cocina a prepararme el desayuno.
Me quedé mirando la foto de mi padre cuando de repente sonó el teléfono. Lo estuve buscando pero
no aparecía por ningún lado, no era de extrañar que no lo encontrase con el desorden que había.
– ¡Minho-Oppa!
– Te he llamado esta mañana para avisarte...
– Cuando regresaste de Seúl? -le interrumpí- Has venido tú solo?
– Esta mañana,mi madre tenía que hacer unos recados y quería acompañarla. ¿Trabajas aquí?-
me sonrió
Cuando Minho sonreía un ejercito de ahjumas era capaz de abalanzarse sobre él, tenía ese tipo de
encanto, lo conocí cuando tenia seis años y en el colegio no me integraba con los demás niños. Él se
acercó a mí y curiosamente fue mi vecino durante nueve años hasta que su madre se casó de nuevo,
y se mudaron a Seúl.
– No, sólo ayudo. Trabajo a medio tiempo en una tienda de ropa como costurera.
– Trabajando solo de eso...-su expresión cambió drásticamente- No podrás cuidar de ti misma
por mucho tiempo más, tu padre...
– No lo digas- le espeté- Si has acabado... lo siento, pero debo entrar –me giré pero me cogió
por el brazo
– Luna, si necesitas algo me lo puedes pedir- me miró con ojos tristes
– Gracias, siento no poder estar mucho más tiempo -le sonreí- Te llamaré.
Era doloroso, él conocía todo sobre mi, pero desde que se mudó yo a penas sabia nada de él.
Hablábamos muy poco, a penas nos llamábamos pero manteníamos el contacto cuando teníamos
ocasión.
Hoy no tenía que ir a mi trabajo de tiempo medio así que me dirigí a casa . Mi casa estaba situada
en un antiguo bloque de edificios un tanto cochambrosos de color verde oliva y con las paredes
descorchadas. Aquí empezaba mi pequeño decathlon ; corrí lo más rápido que pude los dos pisos de
escaleras, pero como mi puerta estaba al final del pasillo debía ser todavía más veloz para que el
casero no me encontrase. Era curioso que me escapara ilesa del casero con lo mala que soy en
deportes, más bien era patosa. Lo había conseguido otra vez y en mi cara se dibujó una gran sonrisa
que no tardó en borrarse cuando encontré una nota de desahucio en la puerta.
Me arrepentí de mis palabras en el acto. La nota de desahucio me daba dos días para mudarme y
llevarme todas mis cosas, pero no tenía ningún sitio al que ir. No conocía a nadie de confianza al
que pedirle ayuda, así que se me cruzó por la mente la conversación de esa mañana y llamé a
Minho.
No tenía ni idea sobre que debía hacer pero necesitaba el dinero si quería conseguir algún sitio
dónde poder vivir. Quizá podía conseguir alguna casa cerca del nuevo trabajo y combinarlo con un
trabajo de medio tiempo. Me quedé dormida en un rincón entre la pared y el sofá, sumida en mis
pensamientos, mis deudas y mi pobre futuro. Cuando desperté empecé a hacer mi maleta, no tenía
mucho que llevarme, sólo ropa y las fotos. Cargué con todo y me dirigí a la estación de autobús
rumbo a Seúl. El trayecto duró casi tres horas.
Cuando llegué me dirigí a una cabina telefónica para llamar a Minho, pero me sorprendí al verlo en
un banco sentado. En cuanto me vio vino corriendo hacia mi.
– Sabía que cogerías el bus interurbano de primera hora-cogió mi equipaje- ¿Solamente traes
esto?
– Si, pero no es necesario que lo cojas- fui a coger mi maleta pero me esquivó rápidamente
– Te invito a comer y te cuento todo sobre el trabajo o ¿prefieres ir primero a tu casa?-entré en
pánico no podía decirle la verdad
– Estoy hambrienta
Nos dirigimos a un restaurante y Minho pidió galbi, era demasiado caro pero a pesar de mis
reproches insistió en que quería invitarme. Hacía tiempo que no comía algo tan delicioso.
– Sobre el trabajo...no estoy muy seguro de que sea bueno para ti, ayer lo estuve pensando.
– Porque?- le miré a los ojos
– Tengo un amigo que es artista -hizo una pausa- está buscando a una modelo y creo que
serías perfecta
– Entonces dónde está el problema?
– Es un poco excéntrico y …
– No importa- le interrumpí- el trabajo me parece bueno, ¿me llevas ahora?
Me miró con cara de preocupación pero no dijo ni una sola palabra, volvió a coger mi equipaje y
nos subimos al autobús que nos llevaría a casa de su amigo. No pensé mucho sobre lo que me dijo
lo único que me rondaba por la cabeza en ese momento era dónde pasaría la noche. Estaba en un
sitio completamente desconocido para mí, era la primera vez que iba a Seúl e intenté parecer lo
menos sorprendida posible cuando miraba a mi alrededor.
No podía pedirle ningún otro favor a Minho y mucho menos pedirle que me hospedara. Sumida en
mis pensamientos y sin percatarme estábamos delante de la puerta de su casa. Vivía en una planta
baja vallada de madera, en el interior había un jardín con tres o cuatro árboles de abundante follaje
y la casa era de dos pisos. La puerta se abrió y nos introdujimos en el jardín, estaba muy
descuidado, pero desde fuera no se apreciaba. Llegamos a la puerta de la casa y nos abrió un chico
delgado con el pelo desgarbado y con la ropa manchada de pintura.
– Creí que te habías ido a tu pueblo natal- dijo con voz suave, su voz no concordaba con su
aspecto
– Hyung, te dije que me iba solamente un día- hizo una pausa- ¿podemos pasar?- al escuchar
la palabra “ podemos” se percató de mí y me miró profundamente
– Si, claro
Nos descalzamos pero no habían zapatillas y tuvimos que entrar descalzos. La casa era enorme pero
estaba toda patas arriba, había ropa tirada por todos lados y desde lejos se vislumbraba un poco de
lo que debía ser su estudio ya que había pinceles y manchas de pintura en el suelo. Nos guió hasta el
salón, apartó un par de calcetines y bolsas de snacks del sofá y nos hizo sitio.
En ese momento quería que la tierra me tragase rápidamente. No me gustaba en absoluto ese chico
y ver como Minho intentaba protegerme de él hacía que quisiera salir corriendo pero si no aceptaba
tendría un serio problema. Me solté de ambos.
Me empujó hacia fuera y cerró la puerta detrás de mi. Caminé por las calles de alrededor pensando
donde pasar la noche hasta que me di cuenta que mi equipaje estaba en casa de aquel chico pero no
sabia como regresar. ¡Genial! Me había perdido. Lo único que podía hacer era seguir caminando
aunque tenía la impresión de que andaba en círculos. De repente vislumbré una puertecita de
madera que daba la entrada a un jardín, aunque más bien parecía un bosque, allí había la caseta de
un perro. No había ni rastro de dicho animal, así que me metí adentro y me cobijé como pude hasta
el día siguiente.