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19801
Sólo hay una patria, sólo hay una lengua, diría más tarde (en Incidentes), en “La
luz del Sudoeste”: la patria de la infancia, la lengua materna. En 1934 le
diagnostican una enfermedad “retro” (tuberculosis). Durante ese año y el
siguiente realiza una “cura libre en los Pirineos, en Bedous, en el valle de Aspe”.
Estudia letras clásicas en la Sorbona.
De esa formación, la fruición por los neologismos ("enantiosema") y las
etimologías (cfr. "Etimologías").
Funda el Grupo teatro antiguo. Entre 1941 y 1942 sufre dos recaídas de su
enfermedad pulmonar. Durante su primera estadía en el Sanatorio de
Estudiantes, en Isère, publica su primer ensayo, sobre André Gide y su diario, en
la revista del lugar donde está internado. Adscribe al estructuralismo, al
marxismo, al nouveau roman, a la semiología, al maoísmo, a la nouvelle critique.
En 1960 ingresa como Jefe de trabajos de la École pratique des Hautes Études y
en 1962 es nombrado Director de Estudios en “Sociología de los signos,
símbolos y representaciones”. En 1977 accede (gracias a la intercesión de
Foucault) a su cátedra en el Collège de France. En 1978 dicta una conferencia
("Mucho tiempo he estado acostándome temprano") donde anuncia su proyecto
“novelesco”. Entre otras cosas señala que “lo natural es creerse inmortal; de ahí
tantos accidentes por imprudencia”. Poco más de un año después, en pleno luto
por la muerte de su madre, esa frase estúpida vuelve con toda su fuerza: muere
atropellado por una camioneta de lavandería.
De acuerdo con su extraño autorretrato (Roland Barthes por Roland
Barthes, 1975), seis son los períodos de su obra, dominados cada uno por un
intertexto y un género. Milner, por su parte, organiza la masa discursiva puesta
bajo su nombre en tres etapas, dominadas cada una por una forma de saber: el
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“1980”, Capítulo de Link, Daniel. Clases. Literatura y disidencia. Buenos Aires, Norma, 2005,
págs. 217-225, enriquecido (quiero decir: intervenido) con algunos párrafos tomados de Link,
Daniel. "La comunidad de los ausentes" (sobre Diario de duelo), Ñ. Revista de cultura.
Daniel Link. Material exclusivo para los alumnos de la materia Literatura del Siglo XX
Es por eso que el hombre, el autor, son una figura del discurso, es decir:
el efecto de su obra. El diario, aunque Roland Barthes no lo plantee en esos
términos, es propiamente una tecnología del yo (pág. 20). En 1966 comentará
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el libro de Alain Girard sobre el diario íntimo (Le journal intime). En esa
segunda reflexión, el diario es ya “un desafío a la literatura” (pág. 155). Si bien
es un “género plenamente literario”, “la paradoja del diario íntimo es
precisamente ser un género; como ese género une lo más social (nada más
social que una obra publicada) con lo más individual (puesto que en él todas
las formas de la obra son rechazadas)” (pág. 155). Roland Barthes comenta
algunas observaciones de Girard: “El autor indica que el lugar que la escritura
ha ocupado en nuestra sociedad no ha dejado de crecer, pero que esa
importancia, paradójicamente, tiene por corolario el sentimiento de una
extrema dificultad; si una historia universal de la literatura dedicara un capítulo
a nuestro tiempo, su título podría ser en efecto la dificultad de escribir; los
intimistas son evidentemente los primeros testigos de esa dificultad; una vez
más, el diario íntimo ayuda a comprender esa mala conciencia general del
escritor moderno, que sin duda está ligada a la historia ideológica de la
burguesía”. En relación con el diario íntimo, pues,
el verdadero problema crítico no es conocer el motivo oculto de una vida
(puesto que la vida del intimista es en suma su obra) –eso sería una
búsqueda ilusoria, pues los hombres son oscuros por complejidad, y no
por secreto-; se trata más bien de encontrar el sentido que un autor
puede dar a esa búsqueda incesante que es la escritura. En otras
palabras, ante todo escrito íntimo (y tal vez ante toda obra), la cuestión
no es qué nos oculta el autor, sino por qué el autor escribe (pág. 158).
S/Z
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¿Es que todo esto quiere decir que voy a escribir una novela? No lo sé. No
sé si será posible llamar “novela” a la obra que deseo y de la que espero
que rompa con la naturaleza uniformemente intelectual de mis anteriores
escritos (aunque son muchos los elementos novelescos que alternan su
rigor). Me conviene hacer como si tuviera que escribir esa Novela utópica.
Y por fin, aquí, estoy encontrando el método. “Como si”: ¿no es acaso esta
fórmula la propia expresión de un discurrir científico, como se ve en
matemáticas? Hago una hipótesis y exploro, descubro la riqueza de lo que
de ella se deriva; postulo una novela por hacer, y así, de esa manera,
puedo esperar aprender más sobre la novela que considerándola
solamente como un objeto ya hecho por los otros. (“Mucho tiempo he
estado acostándome temprano”)
Todo esto debe ser considerado como algo dicho por un personaje de
novela (Roland Barthes por Roland Barthes)
El buen fragmento es denso en algo del orden del afecto (tono, cadencia,
dicción, timbre) antes que del pensamiento. Dos condiciones son, pues,
necesarios para transformar la sensación en notación (en escritura, en arte). La
hiperestesia o una “sensibilidad” aguda al mundo y la hiperconciencia o
amplificación del yo hasta que coincida con el universo entero (“la vida como
texto”). ¿Qué garantías tener en relación con una hiperestesia y una
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hiperconciencia semejantes?