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CAMBIO ¿DE GOBIERNO O DE SISTEMA?

Jesús Castillo More (*)

El pueblo Peruano ha expresado en la primera vuelta electoral su exigencia de cambio hacia un


crecimiento más inclusivo y mayor equidad en la distribución del ingreso.

El cambio exigido puede darse dentro de la actual economía descentralizada de mercado


preservando lo más valioso del ser humano: libertad política y económica en democracia, o puede
ser un cambio que implique un desplazamiento desde la economía de mercado con propiedad
privada, hacia una economía centralmente planificada al estilo socialista, donde el estado ejerza el
control vertical de los medios de producción y dirija centralmente la producción y distribución de
bienes y servicios. Esto significaría regresar a un sistema que ya demostró su incapacidad para
mejorar el bienestar de la población, logrando como único resultado visible miseria generalizada y
pérdida de libertad, como se ve en los países que aún se aferran o insisten en implantar el
socialismo. Para esto, es necesario cambiar la Constitución Política o Carta Fundamental, que es un
freno al poder político de las nuevas autoridades elegidas, porque es prohibitiva y establece lo que
el gobierno no puede hacer y garantiza la propiedad privada y las libertades democráticas, como la
libertad de prensa y derechos constitucionales de la ciudadanía.

Lo cierto es que en el mundo de hoy, la teoría y la práctica indican que para elevar el nivel de vida
de la población excluida, es indispensable crecer para aumentar el tamaño de la producción por
persona, lo que a su vez requiere de inversión en capital físico y humano por parte del sector
privado o del Estado.

En el caso Peruano, el grueso de la inversión actualmente es privada, la misma que ha venido


creciendo a un ritmo que ha permitido altas tasas de crecimiento económico en la última década.

El crecimiento no se ha reflejado en mayores salarios reales o poder adquisitivo, pero si en mayor


empleo, lo que ha permitido reducir la pobreza y los índices de desnutrición infantil aunque no en lo
deseable, como muestran los resultados electorales.

Las expectativas de los empresarios respecto al futuro juegan un rol determinante en sus decisiones
de inversión, pues la rentabilidad depende de los rendimientos esperados a lo largo de la vida útil de
los proyectos. Si sus expectativas son optimistas habrá más rentabilidad esperada, más inversión,
más empleo y más producción, pero si son pesimistas, habrá todo lo contrario.

La inversión estatal requiere la estatización de los medios de producción y la experiencia muestra la


incapacidad del estado para un manejo eficiente de la inversión estatal y su crecimiento. No se trata
de entrar a redistribuir por un corto tiempo sino para toda la vida, con visión de Estadista. De nada
serviría que la justicia social sea flor de un día y encaminar al país al estancamiento o retroceso.

La Teoría macroeconómica de largo plazo estudia las fuentes del crecimiento económico, que es
necesario mantener vigentes para que éste prosiga, y la política económica de largo plazo estudia
los determinantes del desarrollo económico, que se refiere a la eliminación de la desnutrición
infantil que haga posible la formación de capital humano, infraestructura, agua potable, electricidad,
innovación, economías externas y rendimientos crecientes que hacen que la población aumente su
potencialidad para extender sus capacidades y participar directamente como actores del crecimiento
económico y su distribución, haciendo que crecimiento y desarrollo vayan de la mano.

Este es el objetivo de fondo exigido por el pueblo peruano, para lo cual no es necesario sacrificar la
libertad económica y política posibilitada por la economía de mercado, pero si es indispensable
iniciar una intervención del estado orientada a maximizar el bienestar social, mediante la
eliminación de la corrupción, seguridad ciudadana, infraestructura, luz y agua potable, preservación
ambiental, regulación de los monopolios y una drástica reforma tributaria, que sin ahuyentar la
inversión nacional o extranjera, signifique una elevación de la recaudación, mediante mayores
impuestos a las ganancias extraordinarias de la minería y explotación minera, propiedad predial y
a la riqueza, para realizar cambios significativos percibidos por la población en la distribución del
ingreso mediante políticas de corto y largo plazo, orientadas a generar empleo productivo mejor
remunerado, disminución drástica de la desnutrición y anemia infantil, educación y salud de
calidad y erradicación de la pobreza extrema mediante programas sociales más efectivos, lo que
solo es posible con capacidad y honestidad. Esta es la tarea urgente del nuevo gobierno (o sistema).
El elector (y los candidatos) tienen la palabra y la decisión.

(*) Docente Universitario UDL.

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