En un azul septiembre, zarpa el Galeón de los sueños. Su silueta se perfila indefinida en
las aguas, deslizándose confiado en un íntimo y fecundo diálogo con el mar. La ansiedad por anclar en la estación más esperada se apodera de sus pensamientos. Idea, entonces, un plan casi de ensueños: reúne a las medusas que cargan eléctricas emociones primaverales, y con un susurro, despierta a las estrellas que, como melodías se han adherido a esta embarcación de los anhelos. De repente, las tempestades interrumpen su sereno andar, que lenta pero inexorablemente llevan al galeón hacia el fondo de las aguas. Ante la conmoción de lo inevitable, aparece suavemente aquella magia. La singlar ninfa de la primavera que ha despertado tras un largo sueño. Su fortaleza y eterna juventud hacen emerger al galeón en todo su esplendor, como si el universo confluyera para renovar la vitalidad que solía tener. El mástil, herido por los años, contempla la juventud de las flores, que se entrelazan a la red de la vida, para no dejar caer al mar las joviales ilusiones que allí reposan. En este escenario milagroso de la vida, flotando se encuentra un arcón, que repleto de gratos recuerdos, añejas sonrisas y memorables noches, simboliza el corazón del galeón, cuyo latido sigue fiel a la calidez y a la felicidad que la ninfa, testigo de la Primavera, revive cada año. ¡Ninfa de la Primavera!, renueva el espíritu valiente de la juventud en este año del bicentenario, para que arribe gloriosa a sus objetivos, inspirada en la fe, el valor, el coraje y la honestidad.