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Más adelante nos habla de la empresa literaria creada por Marcel Proust que se constituyo como
respuesta a la compleja tarea de la producción de identidad. La literatura del siglo XX comienza
con el retrato inmisericorde de la quiebra de esa identidad, con la representación del sujeto como
“hombre sin atributos”. La literatura es la que luego permite la construcción de la ficción del sujeto
narrador, que rescata el tiempo pasado y lo devuelve a una actualidad. Nos dice que la
autobiografía no existe como género ya que el “auto” es el sujeto posterior a la biografía o mejor
dicho a la narración. Una frase de Beckett importante sobre la literatura es la siguiente: “El narrador
encuentra en la música la “realidad invisible” que condena la vida del cuerpo como una tarea y
revela el significado de la palabra “defunctus””. Nos habla de Paul de Man y como puede con tanta
radicalidad hacer del epitafio paradigma mismo de todo texto autobiográfico, dice que no puede
existir el “él” dentro de la narrativa autobiográfica. Nos habla del epitafio y como al igual que la
autobiografía es simultáneamente adquisición y pérdida de rostro. Habla de la muerte y como los
artistas confían en un poder contra ella, viajan a una aproximación de la intuición de que aquello
sería posible pero la experiencia posterior es de decepción.
Luego nos habla de “Las dos noches” y en la primera noche “la noche mundial del olvido del ser”
se rescata lo siguiente: del espacio de la representación y que las cosas imponen su ley más muda
y secreta y que se escapan de nuestro dominio y para nosotros el mundo se ha vuelto inhabitable
“el ser ya no está más en él”. La segunda noche “La noche redimida” se rescata lo siguiente: Hay
un triunfo de la realidad del ser, que la noche vuelve a extender sus poderes. Nos relata sobre “Los
últimos días” y nos dice que silencioso fragor del sufrimiento sigue golpeando nuestros oídos por
debajo de la conspiración del silencio que pretende cerrar el mundo en la modulación de un orden
aparente.
Nos habla sobre la cultura en nuestra época, sobre la crisis de la representación, sobre la
corrección política, el multiculturalismo, contra populismo estético, sobre el arte público,
sociológico, el pretendidamente político, sobre arte, vida y la estetización banal de la existencia,
sobre la función simbólica del arte y la producción del sujeto, etc.
Llega a hablarnos del “Espíritu de la música”, algo que se destaca al principio de este párrafo es lo
siguiente “Sientes el escalofrío que te recorre a fulguraciones, a estallidos. Las lágrimas afloran y la
más dulce felicidad que nunca has sentido se agolpa como un dolor, casi brutal, como un dolor
perfecto”. Nos dice que la música es la biografía más pura y verdadera de las almas, el residuo de
las incidencias que nos configuran como lo que somos, nuestra limitación, lo que nos es dado
comprender, amar. Música y carácter, memoria y destino”. Finalmente nos habla del año zero,
distancia zero y como es difícil lo lejos y lo cerca que hoy nos hallamos de cómo humanidad nos
encontramos para realizar el proyecto en que nos reconoceríamos. Nos dice que la escritura araña
el mundo, recorre la interminable dispersión de los lugares sin economizarlos. Al final nos dice lo
siguiente “Año cero se llamará el tiempo en que la humanidad se entregue a definitivamente
entonarlo”.