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LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA: SEGURIDAD

JURÍDICA Y COHERENCIA ACADÉMICA
Publicado el Noviembre 28, 2008 por Manuel Gil Antón
Ciudad de México
Noviembre 26, 2008
Manuel Gil Antón
Profesor de la UAM Iztapalapa
 
 
REFLEXIONES EN TORNO A LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA
 
La invitación de la Abogada General de la UAM a pensar en el sentido, condiciones y
riesgos que tiene o enfrenta la autonomía universitaria, no ha sido trivial. En ciertas
ocasiones, al aceptar una encomienda como la que refiero, uno ha de pedir perdón pues no
sabe lo que dijo, o más bien, no sabe a lo que dijo que sí. Parecía tan claro en ese
momento… pero ya frente a la página en blanco, y a sabiendas que hablaré ante abogados
que de esto saben mucho, sólo había dos caminos: la parálisis, por un lado, o el intento de
aclarar que lo que aquí se diga proviene de un profesor que ha estudiado, desde hace ya
unos 25 años y con entusiasmo, a partir de un enfoque sociológico a la educación superior,
y que sólo y desde ahí puede argumentar, justificar y, en su caso, defender sus opiniones.
 
Hay una serie de ideas que he meditado al respecto, y con toda desvergüenza jurídica –
dado que de eso ignoro la O por lo redondo – pero con el ánimo de contribuir a un diálogo
que estimo importante, las expondré de manera sintética en seguida:
 
La autonomía no es valladar para no rendir cuentas
 

1. Invitado por el IFAI, que tiene una serie de cuadernillos al respecto del acceso a la
información pública, la transparencia y la rendición de cuentas, he escrito uno, el
número 13 – que se puede ya consultar en la página del IFAI en la sección de
publicaciones – que lleva por título “Transparencia y vida universitaria”. La primera
cuestión  que me importa compartir con ustedes deviene de ese trabajo: a mi
entender, en las universidades hay polvo en el viento, cuotas de opacidad, falta de
transparencia y, en la mayoría de los casos, un manera superficial de rendir cuentas,
más tendiente a lo formal que a lo sustantivo. En esto puede haber pareceres
diversos, pero doy fe que en muchas de las decisiones al interior de las
universidades, o en su relación con autoridades federales o estatales, ya sea de
índole presupuestal o de “racionalidad” académica, tal racionalidad no existe, y al
solicitarla – no sólo desde fuera, sino también desde dentro de ellas, como sujeto
que se sabe sujeto de derechos y obligaciones – suele argumentarse que el simple
hecho de pedir que se diga por qué se actuó así y no de otra manera es violatorio de,
o pone en grave predicamento a, la autonomía. La confusión de la autonomía con
una especie de fuero irrestricto, no abierto al escrutinio de nadie desde afuera o
desde adentro, me dirán ustedes que es una barbaridad sin sentido: sea, pero les
aseguro que es de lo más común y corriente: es moneda de curso legal tratar a los
usuarios de un bien público (la educación) como beneficiarios de un don de la
autoridad que implica guardar silencio so pena de perder el beneficio; así como
considerar que todo “externo” a la universidad, sea un contribuyente o un miembro
de un espacio de la vida social interesado en materia educativa, que inquiera sobre
la manera en que se opera ahí adentro u opine al respecto, es un atropellador de la
autonomía. ¿Se vale el vade retro Satanás, que violando la autonomía estás?

La autonomía es una garantía otorgada por los congresos


 

1. Otra cuestión a considerar es la siguiente: el estatus de entidad autónoma no es auto


conferido, hasta donde yo entiendo. Hay siempre una entidad que lo otorga, y es en
nombre de un valor – que los procesos de enseñanza, indagación y divulgación del
saber no sean objeto de manipulación de factores externos (económicos, políticos o
ideológicos) a la vida y racionalidad académicas – que los representantes del pueblo
– locales o federales (los congresos) – son los facultados para otorgar esta
condición. Una vez que los representantes de la sociedad otorgan este privilegio, en
aras de un valor muy importante, ¿ya no tienen facultades para vigilar o supervisar
el adecuado empleo de esta condición? ¿Qué ocurre si la manipulación de los
valores académicos es llevada a cabo por actores internos a la universidad, y acarrea
atropellos conducidos por intereses económicos, políticos o ideológicos? (ejemplos
hay muchos, y de todos los signos políticos) Esto me lleva a dos posiciones que
propongo, porque creo que no son adecuadas:

1.  
a. Una noción de autonomía que, una vez concedida, permite a los actores
internos hacer cualquier cosa, dado que son autónomos, dando espacio, y
abundante, a la impunidad ante procesos, actos u omisiones que contradicen
las propias maneras de operar que se han establecido los titulares de la
autonomía. A esto lo llamo una especie de ¿autonomía?  ilimitada. Y queda
muy bien ejemplificada con una de las maneras más terribles de la
impunidad: la conquista del “derecho al no trabajo”; y digo que es muy
grave, pues erosiona la ética laboral mínima: si da lo mismo trabajar que no
hacerlo, trabajar bien o simular que se hace… entonces estamos ante un
problema severo, que cristaliza en una frase que todos lamentaremos haber
dado ocasión a su enunciado: “si la universidad hace como que me paga, yo
hago como que trabajo”. Otras formas de impunidad ocurren cuando, las
autoridades legalmente constituidas en el edificio de la estructura orgánica,
ejercen de manera arbitraria formas de poder que eliminan o destruyen
proyectos y trayectorias académicas.

 
1.  
a. Otra noción, inversa, que dado que se ha otorgado ese derecho o estatus, el
que la concede puede intervenir para atajar excesos, simples barbaridades o
aspectos que no considere adecuados y que se lleven a cabo en el contexto
de su autonomía. A esto lo llamé una especie de (¿dizque?) autonomía
supervisada.

 
Considero que ambos polos son incorrectos pues el primero, el de la falta de límites,
conduce a regulaciones internas que, de no ser adecuadas – y vaya que hemos visto
enquistarse a grupos de poder en las universidades, en todos los niveles, que son
señores de horca y cuchillo sin límites – propician la impunidad y dejan en indefensión
a los actores perjudicados. Y el segundo, el de un estatus limitado a la supervisión, abre
la puerta a que poderes externos afecten las actividades que han de ocurrir con libertad.
 
 
 
 
En los polos no parece estar un medio justo o un justo medio
 

1. Entonces, la defensa ante abusos  en el ejercicio del estatus de autonomía puede
pensarse en el diseño de instancias internas de balance de poderes, o bien externas
o quizá mixtas.

1.  
a. En el caso de las internas, el control del ejercicio del poder académico y
político a secas que en toda institución existe, puede lograrse bajo el
principio de equilibrio de poderes, especialmente entre órganos personales y
colegiados de gobierno. Sería la noción de contrapesos como eje en el
diseño institucional de la estructura de gobierno. El problema que se advierte
en esta modalidad es que ha de llegarse, en muchos o algunos casos, a una
instancia de última instancia: definitiva. En la UAM, por ejemplo, esta
instancia final es la Junta Directiva para ciertos asuntos (conflictos entre
órganos) o el Colegio Académico para otros, órgano colegiado con
integración fuerte de autoridades, académicos y estudiantes (casi a tercios)
¿Y si la iniquidad persiste?

1.  
a. En el caso de las externas, el problema es que al tener poder de resolución de
conflictos o discrepancias sobre aspectos académicos o de política
académica, la instancia externa puede afectar la sana concepción de
capacidad de gobierno propio, para instaurar, fuera de la corporación, en el
mejor y más clásico sentido del concepto, la última palabra. Diseño de
formas de composición no serían menores.

1.  
a. Y si fuese mixta, ¿quién sería el que podría, con sensatez, marcar los
límites? Imagino la relación entre un defensor de los derechos académicos,
personal o colegiado, como polo interno y un tribunal especial, como el que
se ha establecido para los asuntos electorales – digamos académico,
integrado por académicos sin intereses en la institución específica hasta
donde sea posible – sería ejemplo del segundo polo. Y el diseño adecuado de
las normas de relación entre ellos sería clave.  

 
El (falso) dilema entre seguridad jurídica y coherencia académica
 

1. El problema es que se establece un dilema entre la seguridad jurídica de quien


pueda ser indebidamente tratado, incluso conforme a las reglas autónomamente
establecidas, y la seguridad académica que protege la autonomía como valladar que
protege la existencia de un espacio de libertad en el análisis de las cuestiones que
tienen que ver con el conocimiento. En esto hay un ejemplo clarísimo en la UAM:
Un director de División, hace muchos años, se interesó en participar como
candidato a la rectoría de la Unidad donde trabajaba. Su caso, académicamente, era
coherente y razonable en el tiempo en que sucedió, pues tenía Maestría sin tener
licenciatura, cosa que era común entre los egresados de la Facultad de Ciencias de
la UNAM y los posgrados. La Ley orgánica dice que para ser Director – que ya lo
era – y para Rector, hay que tener título de Licenciatura, y el Reglamento Orgánico,
que es la reglamentación derivada de la Ley Orgánica, enuncia que para serlo se
requiere, al menos, contar con título de Licenciatura. Obviamente, un abogado torpe
( a mi juicio ) dijo que la Ley Orgánica era superior al Reglamento, y no procedía
que fuese director – renunció – y mucho menos candidato a o Rector. Nosotros,
desde la coherencia académica, argumentamos que el que puede lo más puede lo
menos, y si tenía maestría cumplía con creces el requisito académico. Perdimos por
el predominio de una seguridad jurídica que aplasto a la racionalidad académica:
todos sabemos, salvo los abogados con mente chica, que se atropelló a la coherencia
académica con un argumento legal inamovible, y lo sabemos y nos cala. Pero la
disposición del Congreso de la Unión que otorgó la autonomía (la Ley Orgánica)
que concedió facultades para su Reglamentación – el Reglamento Orgánico –
prevaleció en el conflicto, lo cual bien visto es una contradicción, pues si faculta
para ser autónomos, y el RO dice al menos, pues autónomamente se decidió
entender que el que puede o tiene lo más académicamente, supera le letra de la Ley.
A mi juicio, el predominio por parte de las autoridades de la UAM de la vertiente
jurídica no estuvo a la altura del respeto a la autonomía, y conste que el Congreso
no intervino: se hizo una censura académica en nombre de la Ley, que fu
autocensura. Eso muestra dilemas: ¿dónde se cristaliza el ejercicio de la autonomía,
en el respeto “letrista” a la Ley Orgánica, o en la facultad de autónomamente decidir
las condiciones que no contradicen la Ley, pero retoman su espíritu con lógica
académica, en el RO? Los abogados me dirán que no entiendo la prevalencia de la
Ley superior sobre la menor, pero ellos no me entienden al decirles que eso, que les
da seguridad jurídica, posibilita atropellos a la lógica académica, y es a esa, a la
lógica académica, no legaloide, a la que se concede autonomía. Ya veremos un caso
más estructural en esta materia a continuación.

 
 
 

1. Otra dimensión problemática es la siguiente: las Leyes Orgánicas establecen, por


parte de los congresos, los órganos que han de gobernar autónomamente a las
instituciones autónomas. Si el que da la autonomía dice cuáles son los órganos de
gobierno, y les otorga facultades expresas, ¿es realmente autónoma la entidad? “Te
otorgo la facultad de gobernarte a ti misma, y tomar las decisiones que consideres
con toda libertad, siempre y cuando no violes la Ley Orgánica que te dice cuales son
los órganos con los que te tienes que gobernar, y qué ha de hacer cada uno de ellos
en una distribución jerárquica de facultades expresas” ¿No hay en esto algo a
pensar, que tiene miga? Y tenemos un caso contrario en el país: la Universidad
Autónoma de la Ciudad de México, según entiendo, obtuvo de parte de la Asamblea
de Representantes el estatuto de autonomía, pero pidió – no sé si lo obtuvo – que
para ser coherentes, la Asamblea tenía que decir que otorgaba la autonomía a la
Universidad, establecía una entidad colegiada constituyente, y ella, ya con ese
estatus y ese sólo espacio, decidiría sus propios órganos de gobierno. Otra vez, hay
miga y al parecer polos opuestos:

1.  
a. Te doy autonomía pero te digo cuáles son tus órganos de gobierno, o
b. Por ser autónomo, no determino los órganos de gobierno.

                                                              i.      En el primer caso, la autonomía se reduce pues quien da la


facultad de ejercer el gobierno universitario indica las instancias para
hacerlo y lo que debe y puede hacer cada una, y
                                                             ii.      En el segundo caso, al no indicar órganos desde la concesión del
estatuto, queda al libre albedrío de unconjunto de individuos –
¿asamblea, todos iguales, procesos distintos para profesores,
estudiantes y trabajadores en la decisión de la estructura de poder? –
establecer estructuras reguladoras de conflictos y facultades
expresas, con equilibrio de poder.
 
El impacto de las políticas públicas y los fondos externos
 
1. Por último, pero no en importancia, dos temas:
a. ¿Qué tan autónomo puede ser un “ahorcado” (en términos de dinero)?
Sabemos que los presupuestos básicos a las instituciones incluyen el pago de
la nómina, a veces la luz pero casi nunca el agua… (exagero). Ergo, para
obtener más dinero, individuos e instituciones han de obtener más recursos
concursando por fondos fiscales, o recursos de fundaciones: pero como el
acceso a estos fondos tiene sus reglas, ¿cómo se combinan estas reglas con
las propias de una entidad que tiene el privilegio de dictar las suyas?

                                                               i.       Si bien estos fondos para las instituciones son pequeños
proporcionalmente en términos de su comparación con el
presupuesto global, al estar éste ya comprometido, lo extra no ha de
compararse con lo dado para lo inevitable, sino contra nada, y eso es
muchísimo.
 
                                                             ii.      Y en el caso de los individuos, corolarios o consecuencias de la
autonomía son la libertad de cátedra e investigación, ¿no se afectan
cuando para ganar algo más que el dinero salarial, hay que hacer
caso a lo que pide el SNI o el Promep, o todos esos nuevos “jefes”
con bolsas atractivas de dinero, que ponen reglas específicas? OJO.
Quizá los abogados no lo sepan, pero en todas las IES públicas, la
proporción de recursos que proceden de Becas, Estímulos, fondos
externos como el Sistema NI y otros, ya alcanzan, en la “elite” hasta
el 60% del total del ingreso. De nuevo, en esto hay miga, y de buen
bolillo.
 

1.  
a. Hasta qué punto la autonomía – ya sea con órganos dispuestos por el
constituyente federal o estatal, o bien decididos en asamblea o proceder que
aún ignoro – es violada o severamente restringida, constantemente, por
medio de las políticas públicas que las autoridades federales o estatales
imponen?

                                                               i.      En la misma lógica del proceder anterior, al cambiar de un


Estado que daba recursos de manera general, a uno que otorga
recursos por méritos (decididos muchas veces por la SHCP, ni
siquiera por la SEP), las condiciones para poder obtenerlos
MODIFICAN las estructuras orgánicas que dieron los congresos.
Esto es muy importante. En efecto, desde 1990 al menos,
independientemente que en la IES equis se tenga una organización de
Escuelas, Facultades e Institutos, o bien Departamentos, Divisiones y
Unidades, los dineros se concursan al conformarse las Dependencias
de Educación Superior, que en su nombre llevan la violación a al
autonomía: ¿de quién dependen? De la Subsecretaría. Es desde ahí
donde se hacen los PIFIS… Y en tratándose de los espacios de
coordinación académica, poco importa que en unos casos la
organización sea por Academias, Áreas de Investigación o Grupos
Temáticos… no, si se quiere dinero, hay que ser Cuerpos
Académicos y seguir las reglas de la SEP de nuevo… ¿Autonomía?
Lo dudo, y aberraciones, en abundancia: Cuerpos académicos en
proceso de putrefacción…
 
Diría el corrido que ya con esta me despido: el tema al que me convocaron es muy
importante como para pretender que estas notas lo abordan de manera completa ni certera:
aspiran a suscitar, entre abogados, un debate que provoca desde la vida académica y de un
profesor que ha trabajado a las universidades como objeto de estudio, del mismo modo que
otros estudian a los átomos.
 
Desde ahí, y con fuerza y ganas de provocar, sin duda – eso procede de mi carácter – pero
con la certidumbre de que la mejor compañera en la academia es la duda, y no la certeza, he
preparado estas cuartillas. Gracias

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