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La espera

(Por Fabián Gatti)

No recuerdo con exactitud cuándo fue la última vez que te vi. Tal vez en aquella
fiesta de fin de cursos a la que no fuiste. Nadie más parecía esperarte, pero yo me había
puesto mi mejor ropa y después de la entrega de certificados esperé a que se fueran
todos de la sala para conversar contigo. Parece que fue ayer cuando te invité a
acompañarme a casa a beber algo. Tú dijiste que antes querías pasar por la playa. No
quedaba de camino, pero jamás pude decirte que no, ni tú hubieras aceptado una
negativa por respuesta.
Estaba nervioso, contemplando el brillo del mar en la noche a través del reflejo
en tus ojos. Tú preferiste no hablar, y a pesar del plácido susurro de la orilla decidí
quebrar ese momento con una pregunta con olor a súplica. – ¿Volveré a verte algún día?
–Me viste con un toque de reproche y extrañamiento. –Me refiero a después de esta
noche… – Por única respuesta dibujaste una figura en la arena.
Parecía un desierto, bastante monótono donde sólo destacaban un monte y una
gran roca redonda, de esas que parecen desafiar la gravedad sobre un peñasco.
La soledad del paisaje me hizo comprender que no debía esperarte, ni continuar
con las preguntas.
Cómo describir lo que sucedió esa noche en casa. Basta con decir que tu
recuerdo permanece imborrable en mi memoria y a pesar de todos estos años siento que
aún después de muerto me será imposible olvidarte.
Con el tiempo conocí a una buena mujer, nos casamos y vivimos treinta
pacíficos años. El cáncer se la llevó la estación pasada. Gentilmente, mis hijos me
invitaron a vivir con ellos. Invitación que decliné más por orgullo que por
convencimiento. Hoy me encuentro aquí, pasando a mi manera esta excursión
organizada para jubilados del sindicato. Fue difícil convencer al chofer para que me
dejara en este lugar, a mitad de camino en la carretera. No me quedó otra opción que
mentirle. Dije que en media hora pasarían por mí. Y que a la mañana siguiente me
uniría con el resto, en el hotel de la ciudad.
Ahora contemplo absorto este árido atardecer, un monte y ahí justo a la derecha
está esa gran roca redonda, que parece flotar sobre el peñasco.
Te espero,

Juan.

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