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Canicas

Cinco niños juegan alrededor del gran árbol ubicado atrás de la escuela, la primavera los corteja
con las brisas y frescura, mientras les brinda una nube para proporcionarles sombra. Juegan
tranquilamente en sus vacaciones al “Chiras-pelas”

Ramón es el más grande de todos ellos, va ganando, es el más “vago” de ellos, llego con dos
canicas y ya lleva en su bolsa más de veinte.

Lupita es la segunda más hábil y la de menor edad, capaz de ganarle a Ramón varias veces, solo
que en particular este día, ya lleva perdidas cinco de sus veinte canicas originales.
Después están Arturo y Sebastián, hermanos y con diferencias de un año, ellos pasan por lo
general sin pena ni gloria.

Y, finalmente, está Jorge, el menos hábil y un intermedio entre Arturo y Sebastián, cada que
juegan termina “despelucado”, se lleva ninguna canica, por lo general el más aprovechado es
Ramón.

Particularmente hoy todos están de buen humor; aun cuando Jorge está acostumbrado a perder,
también hoy nota la tristeza en su mirada, Lupita y Ramón se consultan y deciden entregarle cada
uno una canica, aminorando su carga. Arturo y Sebastián hacen oídos sordos a este pacto y salen
corriendo rumbo a su casa, su lema: no perder no ganar, pero jamás dar algo gratis, lo mismo que
dicen su Papá.

Pero, antes de que se pierdan de vista, los cinco acuerdan verse nuevamente por la tarde atrás de
la iglesia del pueblo.

Jorge se siente aliviado, es la primera vez que le regalan un par de canicas y regresa con dos en
lugar de ninguna, las va jugando en la bolsa de su pantalón, recuerda lo que su Padre le dice: no
importa como lleguen las cosas, cuando estén presentes, recíbelas.

Se va tarareando por la calle, mientras sus brincos y felicidad levantan el polvo y después lo alzan
con mayor fuerza al arrastrar los píes, hasta que llega a unos metros de la casa de Don Pancho, su
trío abuelo, ahí en la jardinera de la plaza observa que algo brilla a contraluz, se acerca curioso y
encuentra una canica bastante particular, con un color azul más parecido a de una joya que al de
un “caico”¹, se emociona, la considera rara, no recuerda haber visto una así. Mientras eso pasa,
Don Pancho le observa desde afuera de su casa, sentado en esa mecedora de años, un hombre de
cuerpo endeble y mirada fugaz, con la piel curtida por la edad de sus bien llegados ochenta y
cuatro años, su camisa amplia y de color blanco, junto a su pantalón color caqui lo hacen una
figura representativa de su pueblo.
Mira a su nieto y se acuerda de aquellos días en que fue considerado el mejor jugador de canicas
del pueblo, ahora a su edad le da menos importancia, pues ¿quién se ha hecho famoso por tener
esa habilidad en tan particular? Lo observa con discreción, pero atento a su manera de reaccionar,
es el único miembro de su familia que lo visita a diario.

Le saluda, hoy comerán juntos, platican de la familia, de lo que hacía Jorge por la mañana y de lo
que encontró en la jardinera hace rato. Se la muestra y su tío abuelo reacciona asombrado, tantos
años de fabricar canicas y no recuerda haber visto un modelo como el que le ha mostrado, tantas
canicas que ha ganado a lo largo de su vida y nunca ha presenciado los colores que está en
particular resalta, salen un momento al patio y a contraluz pareciese aun más especial, refleja ese
color azulado en la pared.

Jorge está a punto de irse para reunirse con sus amigos nuevamente, pero antes de ello, Don
Pancho le quiere hace un obsequio: una bolsa de cuero para guardar sus canicas, con la
particularidad de tener un pequeño doble fondo, en el cual apenas caben unas monedas a unas
tres canicas; treinta nuevas canicas le dona a su nieto. Jorge no lo piensa dos veces y le agradece,
brinca de alegría, mientras da vueltas y grita emocionado.

Su abuelo sabe que es altamente posible que las vuelva a perder, pero le hace prometer que no
apostará la canica azul turquesa, a lo que Jorge le responde: “Ni loco abuelo”.

Jorge sale de la casa de Don Pancho, se despide efusivamente y va por la calle contando y
observando con interés cada nueva adquisición, no puede esperar a mostrárselos a Ramón, Lupita,
Arturo y Sebastián.

Perderá la extensa mayoría de las canicas al finalizar la semana, excepto el caico azul que lo ha
elegido para estar con él.

Un caico que descubrirá que por las noches en ocasiones titila.

¹Forma homónima de canica

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