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FESTINA LENTE

Él era el ser más maravilloso que había conocido hasta entonces.


Siempre llevaba un sombrero negro que lo combinaba con unos zapatos
oscuros y muy brillantes.

Cuando éramos pequeños, pasábamos casi todas las tardes de verano en


la habitación de su prima Susan. Allí jugábamos con su lombriz, a la que
llamó Eddie. Todo esto cambió cuando llegó el gato de Susan y aplastó a
Eddie de un zarpazo. 
En mi opinión, éste fue el mayor golpe de su infancia porque él nunca
había tenido ningún tipo de pérdidas (familiares o económicas) y además
siempre había tenido todo lo que había querido.

Él sigue llevando aquel reloj rojo que le regalé en su décimo cumpleaños,


lo que me hace bastante ilusión puesto que eso quiere decir que soy
importante para él y yo sigo estando igual de enamorada que cuando
éramos unos críos.
Por otra parte, estoy algo triste porque pienso que he perdido bastante el
tiempo y que ya no tengo nada que hacer con él, aunque eso ya da igual:
prefiero pensar en el gran viaje que me espera la semana que viene.

Le regalé a mi hermana un billete de lotería la semana pasada y le ha


tocado el gordo. Ahora está deseosa de que la acompañe a ese viaje por
toda Europa. Por desgracia, estaré dos meses de viaje y no podré verle.

...
 Después del viaje...

Mi hermana se volvió loca pero creo que ahora la quiero más que nunca:
preparó el viaje con él para que nos fuéramos los dos solos.

Todo fue perfecto. Me hizo llorar en varias ocasiones por las cosas tan
bonitas que me decía. Lo que más me gustó fue lo que me respondió
cuando le pedí que me contara por qué había tardado tanto en decirme lo
que sentía. Me contestó lo siguiente: ''Las cosas que realmente deseas es
mejor hacerlas despacio pero a tiempo para que salgan bien. Por eso he
esperado a que fuéramos lo suficientemente maduros como para poder
afrontar una relación, ya que si me hubiera declarado antes, podrían
haber salido peor las cosas por haber tenido aún pensamientos algo
infantiles''.

En realidad estoy de acuerdo con él, de hecho, he dejado de pensar en


estos diez años que hemos pasado sin estar juntos como pareja porque
aun así, hemos pasado momentos inolvidables que han hecho que ahora
nos queramos tanto.

Coral Cerro Martínez.

Festina lente
Estaba dando un paseo, con 45 años, divorciado y al borde de la ruina, lo
unico que me quedaba era mi viejo sombrero, mi traje favorito y una hija
adolescente y hormonada que me odiaba, el sitio donde vivía pertenecía
al banco que me mantenia escatimando hasta la última migaja de pan
que conseguía, por lo que me costaba llamarlo "mi casa", a pesar de eso
habia cambiado un par de noches sin cenar para comprarme un billete de
lotería, lo cual me daba un pequeño atisbo de esperanza que no me quitó
el hecho de que me cruzara con un gato negro (ellos tienen derecho a
pasear por donde quieran, al igual que yo). Levanté la vista y vi que la luz
de la habitación de mi hija estaba encendida, decidí quedarme un rato
más en la calle, esa chica solo pisaba la casa para enseñarsela a
cualquier tipo minimamente imbecil que tuviera un tatuaje y una moto,
"es igual que su madre" pensé, y el hecho de que comenzara a llover me
importaba tan poco como que el reloj marcara las 2 y que me deslizara
cual lombriz contra la pared del edificio amparándome en aquel billete,
tome un periodico del suelo y me dispuse a ver los resultados, mi número
era el gandor pero al tiempo que quise volver a sonreir, despues de tanto
tiempo, oí un disparo y el grito de una joven, esta vez si que podía decir
que venía de mi casa...
Luis Miguel

Festina Lente 
Inquieto, travieso, cariñoso y juguetón. Así era la mascota de Arturo, un
gato de color canela con nombre que recordaba a pub irlandés, Dublín.
Normalmente jugueteaba con el sombrero del padre de Arturo, pero
como ya sabía que era probable que no saliera vivo de las garras del
pequeño felino, lo puso a buen recaudo dentro del armario de su
habitación. El reloj marcaba las nueve y todo el mundo se sentaba a la
mesa, tiempo que Dublín aprovechaba para indagar qué había de nuevo
por la casa. Pero esta vez fue más allá. En casa, los gritos de alegría se
sucedían al comprobar que el billete de lotería había sido premiado.
Fuera, Dublín escarbando en la tierra al amparo de la oscuridad de la
noche, se hacía el fuerte con una torpe lombriz que había ido a parar a
sus pies. Así, Dublín no fue partícipe de la fiesta que se había montado
en casa de Arturo. El tiempo pasaba y el alboroto en la casa de Arturo
era mayor, pero el gato seguía sin aparecer por casa, ¿Dónde estaba
Dublín? (Raquel)

Festina lente (Jesús)


Lentamente avanza el camino
entre las avenidas del reloj,
por donde pasea mi alma errante
cual lombriz con sombrero
sin olvidar que hace no mucho tiempo
fui vagabundo, un pobre caracol.

Mas la alegría camina aislada


por la habitación de la esperanza,
a veces solo es un billete de lotería,
otras en cambio, el amor de la enamorada.

Ahora duermo y no padezco,


como si de un gato me tratara,
la calle fue mi escuela,
mi profesión, la pluma y la mente
en donde conservo a mi musa enclaustrada.

FESTINA LENTE by Ana Luz

Cuando aquella lombriz apareció por debajo del sombrero la abuela


corrió a proteger las manzanas recién cogidas del jardín. El insecto, sin
saber dónde se había metido, se convirtió en el centro de atención de la
habitación. El gato saltó sobre la mesa y sin parpadear comenzó a bailar
en torno al pequeño ser, y justo cuando su pata lo destrozaría de un solo
zarpazo, el reloj del salón anunció las dos de la tarde distrayendo al
felino, que corrrió a ocultarse bajo el sofá. Era la hora de comer y cuando
la abuela volvió a hacer la comida y vio que la lombriz seguía allí, cogió
el billete de lotería de la navidad pasada, que de nuevo no tenía ningñun
valor, y exprimió sus tripas sobre la seca madera de la mesa.

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