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VIII. Bibliografía...................................................................................................... 99
1. Estudios acerca del Ockham .......................................................................... 99
2. Obras generales ............................................................................................ 100
3. Artículos de revistas ..................................................................................... 100
4. Sitios en Internet ........................................................................................... 102
5. Fuentes utilizadas en el presente trabajo ..................................................... 102
I. Introducción general
El nominalismo de Ockham ha dejado, sin duda, una profunda huella en el
pensamiento moderno y renacentista. La historia, ofuscada por la propaganda
antimedievalista del renacimiento no ha sido justa con Ockham en este aspecto, y aquel
que fue quien inspiró las tesis centrales de las principales corrientes filosóficas de la
modernidad cayó en el olvido durante mucho tiempo. En las últimas décadas se han
renovado los estudios ockhamistas fundamentalmente en las áreas de la gnoseología, la
semiótica y la epistemología, aunque también se estudian sus tesis teológicas y políticas.
Nos adentraremos en el presente trabajo en la semiótica de Guillermo de Ockham para
deducir las implicancias que la noción de signo tiene tanto en su gnoseología como en
su epistemología.
Para ello seguiremos el siguiente orden. Primero haremos un repaso breve y conciso
de su vida y obras (Capitulo II).
En segundo lugar, estudiaremos los fundamentos filosóficos de su pensamiento
epistemológico. Las severas repercusiones que tuvieron las interpretaciones árabes de
Aristóteles volcadas hacia el necesitarismo, en las universidades de Paris y Oxford
condujo a la búsqueda de un sistema en el cual quede salvaguardada la libertad de Dios
y el pensamiento de Aristóteles. El voluntarismo de Escoto y Ockham son ejemplos de
tal posición. Por eso su filosofía es una relectura de Aristóteles pasada por el filtro de la
condenación del necesitarismo.
Para lograr esta reinterpretación del pensamiento aristotélico, Ockham realizó una
suerte de “giro” mediante el cual las características del saber científico pasaban del
objeto real al concepto mental. La necesidad y la universalidad del conocimiento
científico no le viene de las cosas sino de la naturaleza de las proposiciones que se
enuncian acerca de las cosas, y de los términos que las componen.
Ahora bien, ¿cuál es la naturaleza de las proposiciones científicas? Si realizamos un
análisis de los términos que las componen y la función semiótica que cumplen en la
proposición, podremos dilucidarla. Para esto es preciso primero indagar acerca de los
términos. De aquí que en el capítulo IV se aborde la gnoseología de Ockham con el
propósito de conocer la naturaleza del término mental. Hay una cuestión fundamental
que nos guía a lo largo de este capítulo: ¿cómo responde Ockham al problema de los
universales?
En el intento de dilucidar la naturaleza del término mental nos topamos con dos
cuestiones: La del origen de los mismos, y la de su esencia, o, dicho de otro modo, el
problema de los términos con relación al conocimiento humano, y el de los términos
considerados en sí mismos. Ambas cuestiones se encaran en este capítulo.
Con respecto al origen del término mental, como dijimos más arriba, la cuestión es
ver cómo es que un término que es universal por esencia puesto que se refiere a muchos
individuos es obtenido de una realidad que es singular, y cómo se obtiene. Aquí
Ockham echa mano de las nociones de conocimiento intuitivo y abstractivo acuñadas
por su cofrade franciscano Duns Escoto, aunque les otorga un nuevo sentido. El
intuitivo es el conocimiento del singular existiendo aquí y ahora, el abstractivo también
es un conocimiento del singular pero que omite la existencia aquí y ahora del objeto.
Puesto que para que haya conocimiento abstractivo es innecesario que esté presente el
objeto, el mismo abstractivo puede señalar tanto al objeto singular del cual se obtuvo o a
cualquier otro que se le asemeje. Así logra Ockham descubrir en virtud del origen de los
conceptos mentales, el fundamento de su universalidad.
En relación con la naturaleza de los términos mentales se plantea la cuestión de si los
términos son o no copias de la realidad. En un primer momento de la evolución del
pensamiento de Ockham a este respecto se inclinaba a pensar que el concepto mental
era una suerte de imagen “irreal”1 a través de la cual se conocía la cosa, pero después se
aleja de esa interpretación a causa de las objeciones que Walter Chatton le hizo y de la
posibilidad de aplicar el principio de economía a la resolución de tal problema. Por fin,
su interpretación definitiva es que el concepto es el mismo acto de conocimiento
abstractivo, y no algo producido por tal acto.
Hay, además, un punto importante a tener en cuenta en este capítulo. Toda la
concepción ockhamista acerca del concepto mental se apoya en el hecho de que el
concepto es un signo. Ockham abandona sus primeras concepciones de la naturaleza del
concepto mental sólo porque es pensable que un acto de conocimiento sea un signo. Si
esto es pensable, y, puesto que la explicación más simple, es siempre la más probable,
según reza el principio de economía, luego, lo más probable es que el concepto mental
sea el mismo acto de conocimiento. Esto significa que el mismo acto abstractivo es un
signo, y por ende, concepto.
Esto nos conduce al centro de la tesis: la exposición de la semiología de Ockham
para comprender su gnoseología y luego su epistemología. Así, en el capítulo V
acometemos este análisis, por un lado para ahondar la naturaleza del término mental en
cuanto que es signo y su esencia es significar; por otro lado, para comprender el papel
que juega el término en la proposición. Todo esto tiene como finalidad un único
objetivo, y es el declarado más arriba: Conociendo el rol del término en la proposición,
se puede realizar un minucioso examen de cada proposición científica.
Por eso este capítulo se centra en tres nociones: la noción de signo, la de
significación y la de suposición. Conviene primero hablar de los signos. Ockham
distingue los signos representativos y los lingüísticos. Los representativos son aquellos
que significan algo que el sujeto ya hubo conocido en otro momento. El papel de la
memoria en este proceso de significación es evidente y esencial. Los signos lingüísticos,
en cambio, son aquellos que significan algo por primera vez al entendimiento. Dentro
de los signos lingüísticos cabe diferenciar los signos del lenguaje mental, es decir, los
conceptos, y los del lenguaje expresivo, las palabras pronunciadas o escritas. Luego, se
tratará acerca de la significación y la suposición de los términos mentales. Estas
determinan el rol del término en la proposición. Por eso, sobre la base de los distintos
tipos de significación y suposición distinguimos lo que aquí llamaremos niveles del
lenguaje, siguiendo a Boehner, cada uno de los niveles del lenguaje corresponde a un
tipo de proposición posible, y puesto que la proposición es el objeto directo del
conocimiento científico, como hemos dicho, todo examen epistemológico que Ockham
haya realizado o que se pueda realizar bajo la inspiración de los principios del
pensamiento ockhamista se debe basar en la determinación de la significación y la
suposición de los términos que componen los diversos enunciados científicos.
1
“irreal” aquí no significa inexistente, sino que sólo existe en la mente como objeto de conocimiento y de
ninguna otra manera, algo así como el movimiento de los árboles de la playa observados desde un barco
en movimiento no existe ni en los árboles ni en nuestros ojos sino sólo como parte de los árboles en
cuanto son objeto de mi observación.
Por fin, en el último capítulo realizamos una clasificación de las ciencias basándonos
en los niveles del lenguaje que quedaron establecidos en el capítulo anterior. Esta
clasificación no se encuentra en las obras de Ockham pero creemos con fundamento que
es fiel a su pensamiento y que echan luz sobre la comprensión del método de la filosofía
nominalista de Ockham.
II. Noticia biobibliográfica de Guillermo de Ockham
1. Vida
Los indicios que se tienen acerca de la fecha de nacimiento de Guillermo de Ockham
son pocos. Se lo sitúa aproximadamente hacia 1285 o incluso antes, basándose en la
fecha de su ordenación de subdiácono en la Orden franciscana (1306), para la cual era
requisito tener al menos 22 años de edad. Nació en el pueblo de Ockham, en el condado
de Surrey, Inglaterra. Tampoco es mucho lo que se sabe acerca de su familia,
exceptuando el hecho de que sus padres fueron, probablemente humildes comerciantes.
Hacia el año 1300 lo encontramos estudiando en la escuela parroquial del condado de
Surrey, y seis años más tarde, como ya se ha dicho, entró en la Orden de los Hermanos
Menores, fundada en los comienzos del siglo XIII por San Francisco de Asís. En 1309
empezó sus estudios de teología y seis años después comenzó su actividad como lector
de Biblia. El título de Magíster Regens, que implicaba la ocupación de una cátedra en
teología y les confería a los estudiosos el grado de “Doctor”, se obtenía realizando un
completo comentario a las Sentencias de Pedro Lombardo y formalmente se pasaba a
ser bachiller luego de una ceremonia llamada inceptio (“comienzo”). Ockham con este
fin terminó su Comentario a las Sentencias entre los años 1317 y 1318. Esperó durante
cuatro años recibir el nombramiento y la cátedra, residiendo en un convento franciscano
cercano a Oxford. Allí se dedicó a estudiar, escribiendo la mayor parte de su obra
filosófica y participando de las cuestiones disputadas.
Su nombramiento quedó suspendido en 1323, cuando Juan Lutterell, un apasionado
tomista de la Orden de Predicadores que había sido canciller de Oxford de 1317 a
13222, envió al Papa Juan XXII 56 proposiciones tomadas del Comentario a las
Sentencias para que fueran declaradas heréticas. De hecho, Ockham nunca llegó a
obtener el título de Doctor, y esto le valió el sobrenombre de Venerabilis Inceptor
(Venerable Iniciador), por haber logrado solamente el bachillerato (inceptio)3.
En 1324 el Papa Juan XXII organizó una comisión para evaluar las tesis de Ockham
y lo convocó a Aviñon a defender sus posiciones. La comisión estaba compuesta por
seis miembros: cuatro de la Orden de Predicadores (entre ellos se encontraban el mismo
Juan Lutterell y Durando de san Porciano), y dos Agustinos. La comisión se demoró en
analizar las tesis pues, por un lado, el Papa Juan XXII no era precisamente un afanado
conservador, temeroso de las innovaciones en materia de filosofía y teología4; por otro
lado, Durando de san Porciano ya había tenido problemas con los tomistas de su propia
2
Su mandato terminó en 1322, cuando fue depuesto por el obispo de Lincoln (Enrique Burwasch) a
instancias de los propios profesores. En un primer momento el rey Eduardo II no le permitió dejar las
islas para trasladarse hacia el continente con el fin de no desacreditar a la universidad de Oxford frente al
mundo. Más tarde, Lutterell consiguió un salvoconducto y fue a Aviñon a apelar al Papa por esta
deposición y, allí acusó a Ockham.
3
Se creyó durante mucho tiempo que este mote se refería al hecho de haber sido quien fundó la escuela
nominalista (Venerabilis Inceptor Scholae nominalium), Bohener corrige esta creencia, o al menos afirma
que si alguien le llamo así por esa razón no fueron justamente sus contemporáneos.
4
Hay dos pruebas suficientes de este aserto: algunas tesis que él mismo sostuvo acerca de la visión
beatifica no se caracterizaban ciertamente por su intachable ortodoxia; y aparte, había nombrado
arzobispo de Aix al franciscano Pedro Aureolo, cuyas doctrinas no distaban mucho de las de Ockham.
orden por sostener tesis semejantes a las de Ockham.
Guillermo conservó su libertad de movimiento en Aviñon, sin poder abandonar la
ciudad mientras durara el juicio. Allí, se dedicó a la enseñanza en un convento
franciscano, y continuó escribiendo. Esta primera comisión acepta únicamente la
condena de 33 tesis, a las cuales añadieron otras por cuenta propia. Ockham preparó su
defensa durante el año 1326.
Al año siguiente, Guillermo confió sus textos al Papa, y este creó una nueva
comisión para analizarlos. Esta comisión, que fue más severa que la anterior, redactó un
informe que consistía en un listado ordenado de las tesis consideradas dudosas. En este
listado se mostraban primero aquellas tachadas de herejía o con alguna censura
teológica; luego las que se consideraban erróneas, pero no contrarias a la fe. Esto no
significó aun una condena de su pensamiento ni en materia teológica ni filosófica5. Sin
embargo, el juicio continuó en un clima completamente adverso debido a las disputas
entre el papado y la Orden de Menores por las cuestiones acerca de la pobreza
evangélica y la pobreza franciscana. Ockham nunca había participado hasta entonces en
estos debates que tanto caos habían generado. En 1327 llegó a Aviñon el general de la
Orden franciscana, Fray Miguel de Cesena, confinado también por el Papa a defender
las tesis sostenidas por el capítulo general de la Orden; allí se encontró con Ockham y le
solicitó que estudie el asunto. Fray Guillermo obedeció. Descubrió que las
apreciaciones de Juan XXII no estaban en consonancia con ciertos estamentos de Papas
anteriores y que, incluso, estaban colmadas de “herejías, errores y tonterías opuestas a la
fe ortodoxa”6. La situación llegó a su punto crítico.
El 26 de mayo de 1328 se fugó de Aviñon junto con Miguel de Cesena, y otros dos
franciscanos (Bonagracia de Bérgamo y Francisco de Ascoli) refugiándose junto al
emperador Luis IV de Baviera, quién estaba también enemistado con el Papa porque
este no había querido reconocerlo y coronarlo como emperador. En el mes de junio
fueron excomulgados los cuatro frailes fugitivos. En Pisa se encontraron con el
emperador, y marcharon juntos hacia Munich donde comenzó la segunda etapa de su
vida y de su pensamiento.
Esta segunda etapa se desarrolló al lado del emperador y de pensadores como Juan
de Jandum y Marsilio de Padua, con quienes compartió algunas de sus principales
posiciones, especialmente en materia política. En sus escritos políticos se ve la
vehemencia con que se aferró a la causa del emperador en contra del pontífice. Sus
objetivos fueron distinguir el poder eterno del temporal, negarle al pontífice muchas de
las atribuciones políticas que había adquirido a lo largo de los años, y acusar a Juan
XXII y a sus sucesores de haber faltado contra la pobreza de Cristo y sus apóstoles.
Permanece sus últimos años en la corte del emperador bávaro en Munich. En 1342
muere Miguel de Cesena, otorgándole a Ockham, el sello de la Orden. Guillermo lo
5
“Il semble certain que le procès doctrinal d‟Ockham n‟aboutit à aucune condamnation; […]. Si le
Venerabilis Inceptor fut excommunié le 6 juin 1328, ce fut pour une toute autre cause que la doctrine
professée par lui à Oxford.” cfr. L. Baudry, Guillaume d’Occam. L’homme, la vie et les oeuvres, Vrin,
Paris, 1950, p.11.
6
“Guilherme constatou, como haverá de exprimir-se mais tarde, em carta ao capítulo geral de Assis, que
nas constituções havia quamplura hereticalia, errónea, stulta, ridiculosa, fantastica, insania et
difamatoria fidei orthodoxe, bonis moribus, rationi naturali, experiente certe et caritati fraterne contraria
pariter et adversa patenter.” en A. Ghisalberti, Guilherme de Ockham, Porto Alegre, 1997, p. 20.
conserva hasta su muerte, el 10 de abril de 13477, al parecer sin haber vuelto al seno de
la Iglesia.
a) Obras Filosóficas
i) Volumen I
Summa Logicae (partes I, II, III), edición crítica de P. Boehner, G. Gal y S. Brown, St.
Bonaventure University, New York, 1974.
Fue escrita seguramente después del comentario a las Sentencias, es decir, entre 1324
y 1327, durante su estadía en Aviñon8.
En esta obra se compila el pensamiento lógico de Ockham. Esta subdividida en tres
partes, en las que se analizan las tres operaciones de la razón respectivamente. La
primera parte trata acerca de los siguientes temas: el signo, el concepto, clasificaciones
de los mismos, los distintos géneros y especies, y, por último sobre la suposición, tema
fundamental para comprender la teoría del conocimiento de nuestro autor. La segunda
trata acerca del juicio y la proposición, y con ella criterios de verdad, tipos de
proposiciones (modales, hipotéticas, de pretérito, de futuro, etc.). La tercera versa sobre
el razonamiento, el silogismo, la importancia de la primera figura y la reducción de las
demás a ella; trata, también del silogismo demostrativo, y allí se detiene en el
razonamiento que causa el conocimiento, es decir, ¿qué es saber? ¿qué es demostrar?;
cuál es la función de los términos y las proposiciones en la demostración. Además, hace
una clasificación de las demostraciones (a priori y a posteriori, “quia” y “propter quid”).
Aquí, curiosamente hay un capítulo en el que se discurre sobre si el ser y la esencia de
la cosa son, fuera del alma, distintos entre sí.
En una tercera parte trata sobre la consecuencia y sobre otras relaciones lógicas como
la equipolencia y la oposición; explicita una teoría de la inducción y concluye haciendo
un análisis de las falacias.
7
Casi todos sus biógrafos sostienen que murió dos años más tarde en 1349, después de la muerte de su
protector en octubre del 47, y que en esos últimos años había habido un acercamiento a la Iglesia y al
resto de la Orden devolviendo el sello. Pero en un reciente estudio se sostiene que no es así (G. Gal,
William of Ockham died “impenitent” in April 1347, Franciscan Studies, 42, 1982, pp. 90 – 95). La
confusión surge al leer el nombre Guillelmus de Anglia en la petición para la absolución de penas que
mando Guillermo Farinier (Ministro General de la Orden de Menores elegido en el capítulo de Verona en
junio de 1348) al Papa Clemente VI. El texto dice lo siguiente: “[...]; et specialiter frater Guillelmus de
Anglia, socius fratris Guillelmi Ocham, qui humiliter sigillum antiquum Ordinis remisit et instanter petit
absolvi. [...]”. De este texto se deduce que no fue Guillermo de Ockham, sino su secretario y compañero,
Guillermo de Inglaterra, el que había entregado el sello que Ockham dejó con motivo de su muerte.
8
Joël Biard fecha este escrito en 1323 por razones que desconocemos (cfr. Guillaume d’Ockham. Logique
et philosophie, Paris, 1997, pág. 122), nosotros seguimos aquí a Ghisalberti (cfr. Guilherme de Ockham,
Porto Alegre, 1997, pág. 27) y a Larre (cfr. La Filosofía Natural de Ockham – Una fenomenología del
individuo, Pamplona, EUNSA, 2000, pág. 33-ss).
Existen numerosas ediciones antiguas de esta obra: París, 1488; Bolonia 1498;
Venecia, 1508, 1522, 1591; Oxford, 1675.
ii) Volumen II
Expositio in libros Artis Logicae Proemium et Expositio in Librum Porphyrii de
Praedicabilibus, ed. E. Moody, St. Bonaventure University, New York, 1978.
Expositio in Librum Praedicamentorum Aristotelis, ed. G. Gal, St. Bonaventure University,
New York, 1978.
Expositio in duos libros Perihermeneias Aristotelis, ed. A. Gambatese y S. Brown, St.
Bonaventure University, New York, 1978.
Tractatus de Paedestinatione et de Praescientia Dei et de Futuris Contingentibus, ed. P.
Boehner, revisado por S. Brown, St. Bonaventure University, New York, 1978.
Estos trabajos constituyeron la Expositio Aurea super totam artem veterem editada
por Marco de Benevento en Bolonia, 1496. Contienen todos los comentarios a los libros
más importantes de Lógica estudiados durante la edad media:
En el proemio se encontrara una exposición clara acerca de la ciencia Lógica: ¿qué
es la lógica?, ¿cuál es su objeto y su utilidad?; diferencias entre la lógica y las otras
ciencias, y qué parte de la filosofía ocupa esta ciencia.
En el comentario a la Isagoge de Porfirio, trata acerca de los cinco predicables y los
compara entre sí.
Acerca del libro de Aristóteles sobre las categorías, Ockham señala: “utilitas istius
libri est scire quae nomina quas res significant” [la utilidad de este libro es conocer qué
nombres significan qué cosas], los predicamentos son para el Venerabilis Inceptor
meros conceptos que se refieren a sustancias particulares desde distintos aspectos, por
eso, y desde esta perspectiva tratará aquí sobre los términos equívocos y unívocos y
luego sobre cada uno de los predicamentos o categorías.
El tratado sobre la interpretación (Perihermeneias) esta dividido en dos libros. En el
primero de ellos trata sobre la naturaleza del concepto donde se detiene a considerar
especialmente el nombre y el verbo y sus características; allí también considera la
oración y la enunciación, y la oposición entre proposiciones. En el segundo libro,
estudia las proposiciones “de inesse” o categóricas, la oposición entre proposiciones
modales y también la consecuencia entre estas.
La última es una obra teológica en la que se pregunta si Dios conoce los hechos que
dependen de la acción de un agente libre en el mundo. Sobre la fecha de composición de
esta última, los estudiosos se inclinan por sostener que fue compuesta después del
Comentario a las Sentencias entre 1321 y 1323.
v) Volumen V
Expositio in Librum Physicorum (IV-VIII), ed. V. Wood, G. Gal, R. Green, F. Kelley, G.
Leibold & G. Etzkorn, St. Bonaventure University, New York, 1985.
La totalidad de la Expositio fue compuesta entre 1322 y 1324. En este volumen se
continúa el comentario a la física de Aristóteles. Dentro de los temas que se tratan aquí
podemos encontrar los siguientes: Sobre el tiempo y el espacio, el movimiento en
general (junto con el reposo), la relación entre el infinito, la magnitud y el movimiento.
vi) Volumen VI
Brevis Summa Libri Physicorum, ed. S. Brown, St. Bonaventure University, New York, 1984.
Esta obra ha sido escrita entre los años 1322-1323 y constituye una exposición básica
sobre los ocho libros de la física de Aristóteles.
Summula Philosophiae Naturalis, ed. S. Brown, St. Bonaventure University, New York, 1984.
Esta fue planeada a la manera de un extenso compendio. Ockham pretendía escribir
acerca de las condiciones comunes de todo los seres naturales, de los cuerpos celestes y
sus propiedades; de los inanimados, del cuerpo animado por el alma racional, y por
último, sobre los demás animales y plantas. Sin embargo, sólo se trata aquí de una
reducida parte de su plan inicial. Aquí encontramos toda la interpretación ockhamista
del tratado de los principios de la naturaleza de Aristóteles. Se habla de los principios
del ente móvil, la privación, la materia y la forma, el movimiento, el tiempo y el lugar.
No deja de ser interesante ver la aplicación del método del Venerabilis Inceptor:
interpretar las proposiciones desde la suposición de los términos.
Existen tres ediciones antiguas de este texto; la de Bolonia 1495, realizada por Marco
de Benevento; otra también realizada por él de Venecia 1506, y una Roma 1637 que es
una reimpresión de la anterior realizada por Fray Buenaventura Theuli Veletrini.
Quaestiones super librum Physicorum Aristotelis, ed. S. Brown, St. Bonaventure University,
New York, 1984.
Fue escrita seguramente durante los años 1323-1324, antes de su partida hacia
Aviñon. Trata diversas cuestiones sobre la física aristotélica, en ella se cita a Burley y a
Chatton, y si bien sigue el orden lógico de la Expositio in libros physicorum, esta muy
relacionada con los Quodlibeta.
b) Obras Teológicas
i) Volumen I
Scriptum in Librum Primum Sententiarum (Ordinatio). Prologus et Distinctio Prima.
(Critical Edition) ed. G. Gal & S. Brown, St. Bonaventure University, New York, 1967.
Como todo intelectual medieval, Ockham debía doctorarse presentando un completo
9
Ghisalberti fecha esta edición en el año 1988 (cf. ibid., p. 29).
comentario a las Sentencias de Pedro Lombardo. Aquí se encuentra todo el pensamiento
filosófico y teológico de nuestro autor. Esta fue la obra que generó los resentimientos
del tomista Fray Juan Lutterell O.P., y que condujo a Guillermo a defender sus
posiciones frente al santo Padre en Aviñon. Esta primera parte denominada Ordinatio
fue escrita en 1317 y revisada por el mismo Ockham en el año 1323 con motivo de las
acusaciones de Lutterell. Hay sólo dos ediciones antiguas de esta obra: una de
Estrasburgo, 1483, la otra en Lyón,1495.10
En el prólogo se ocupa sobre la ciencia en general y, sobre la ciencia teológica, en
particular. Es aquí donde realiza su célebre distinción entre conocimiento intuitivo y
abstractivo. Hay algunas cuestiones interesantes como aquella en la que trata si la
“passio scibilis” de algo conocido difiere de lo conocido realmente, cuestión importante
para conocer la gnoseología ockhamista. Hay también otras en las que trata si la
teología es ciencia, y sobre lo especulativo y lo práctico.
En la distinción 1, considera la fruición y la delectación, y particularmente la fruición
de Dios por parte de la voluntad humana.
ii) Volumen II
Scriptum in Librum Primum Sententiarum (Ordinatio). Distinctio Secunda et Tertia, ed. S.
Brown & G. Gal, St. Bonaventure University, New York, 1970.
El contenido de este volumen versa sobre las perfecciones de Dios, la unidad y la
distinción de las Personas divinas, las nociones de imagen y vestigio (tema típicamente
franciscano), el conocimiento de Dios y el conocimiento humano en general; esto
último lo hace desarrollando la cuestión sobre los universales, la distinción real y de
razón, el conocimiento de lo universal y de lo singular.
iv) Volumen IV
Scriptum in Librum Primum Sententiarum (Ordinatio). Distinctiones 19-48, ed. G.
Etzkorn & F. Kelley, St. Bonaventure University, New York, 1979.
Termina el tratado acerca de la Trinidad, atiende a las nociones de persona, de
número, se detiene a tratar la relación entre Dios y las creaturas, y sobre el
10
Actualmente se puede encontrar en Internet varias cuestiones de la Ordinatio en la página
http://www.humanities.mq.edu.au/Ockham/0pgeock.html Late medieval and early modern intellectual
history, (Scotus, Ockham, Wyclif, Buridan, Grotius, Bayle), Copyright © 1995, 1999, R.J. Kilcullen.
conocimiento de Dios.
v) Volumen V
Quaestiones in Librum Secundum Sententiarum (Reportatio). Quaestiones 1-20, ed. G.
Gal & R. Wood, St. Bonaventure University, New York, 1981.
Esta obra, contiene el comentario a los otros tres libros de las Sentencias de Pedro
Lombardo, y ocupa los volúmenes V, VI y VII de la presente edición, se denomina
Reportatio. Fue compuesto antes de 1323, sin duda, antes de la redacción definitiva de
la Ordinatio, la mejor prueba de esto es que aquí parece aceptar acríticamente la
doctrina según la cual el universal tiene un esse objectivum en el alma, cosa que rechaza
en la Ordinatio inclinándose hacia su posición definitiva del universal como intellectio
ipsamet. A diferencia de la Ordinatio, esta obra parece proceder de apuntes de clase
tomados por algún discípulo de Ockham debido a la brevedad de las cuestiones.
El presente volumen trata en su mayor parte cuestiones de teología aunque entre ellas
se intercalan otras de filosofía natural. Las primeras cuestiones versan sobre la relación
entre el Creador y la creatura, sobre el acto mismo de creación. Luego de una cuestión
acerca del movimiento (si es realmente una cosa real fuera de la mente y a diferencia del
móvil), comienza un extenso tratado acerca de los ángeles. Considera la duración de los
ángeles, y en ese momento se intercala una cuestión sobre el tiempo en sí. Luego se
detiene en el conocimiento de los ángeles. Por ejemplo, se cuestiona si los ángeles
entienden las cosas que son distintas de sí mismos en su propia esencia o a través de
especies impresas (cuestión XII), o si un ángel superior conoce por menos especies
impresas que uno inferior (cuestión XIII). Termina el comentario a esta parte de las
Sentencias con algunas cuestiones sobre la causa de la producción de los animales y
sobre la memoria, la inteligencia y la voluntad.
vi) Volumen VI
Quaestiones in Librum Tertium Sententiarum (Reportatio). Quaestiones 1-12, ed. F. Kelley
& G. Etzkorn, St. Bonaventure University, New York, 1982.
Las cuestiones con respecto al libro tercero de las Sentencias interpolan diversas
temáticas que se pueden reducir a las siguientes: Sobre Cristo, la primera cuestión trata
sobre la unión hipostática, y la octava sobre la Gracia de Cristo; trata también la
diferencia entre el alma sensitiva y sus actos, cuestiones 3 y 4; trata a su vez algo de
Mariología, si en ella hubo “fomes” de pecado (cuestión 5) y acera de su relación
humana con Cristo (cuestión 6); luego dedica algunas cuestiones a las virtudes
teologales en general y a la temática de los hábitos.
ix) Volumen IX
Quodlibeta Septem. ed. J. Wey, C.S.B., St. Bonaventure University, New York, 1980.
Es probable que Ockham haya comenzado la redacción de esta obra en Londres hacia
el año 1322 siendo bachiller formado sobre la base de las disputas que se hayan llevado
allí durante esos años, y la haya terminado en Aviñon hacia el año 1325. Es una obra
esencial para ahondar el pensamiento del autor formulado en sus obras principales. Allí
refiere una muy amplia diversidad de temas que van desde la lógica y la gramática,
hasta la teología, pasando, por supuesto, por la filosofía natural. De ella se conservan
varias ediciones antiguas: París, 1487 y 1488; Lyón, 1488; Estrasburgo, 1491.
x) Volumen X
Tractatus de quantitate vel de Corpore Christi, ed. C. Grassi, St. Bonaventure University,
New York, 1985.
Son dos obras diferentes reunidas bajo el título De Sacramento Altaris por su
semejanza de ideas y por versar, ambas acerca del mismo tema: El milagro de la
Eucaristía. Sobre la fecha de composición de estas obras se han sostenido varias cosas.
Weisheipl y Maier las datan de 1319-1320, Brampton y Boehner dicen que debe haber
sido después del 18 de julio de 1323, pues en el capítulo 6 (lin. 37) hace alusión a Santo
Tomás de Aquino, quien fue canonizado ese día, pero tampoco pudo haber sido
compuesta después de 1326, año en que Walter Burley cita el tractatus de Quantitate.
El editor de este tomo, C. Grassi, admitiendo esto último, no acepta que haya debido ser
después de la canonización de Tomas de Aquino, pues la expresión sanctus para
referirse al aquinate sólo aparece en 3 códices, mientras que en los otros sólo se habla
de Thomae, lo cual puede significar que fue agregado por los amanuenses luego de la
11
Durante mucho tiempo se creyó que existía una obra titulada “Super Bibliam” que se encuentra citada
dos veces en la obra de Walter Chatton (se cita una vez “Quaestio super Bibliam” y otra “Principium
Bibliae”). Todavía hoy se la puede encontrar citada como perdida en la obra de Rabade Romeo (1966) y
en la de Ghisalberti (1972). En la introducción a esta edición que estamos tratando aquí, los editores
aclaran el problema concluyendo lo que aquí se sostiene. Cf. Introductio pp. 20-23.
canonización. Grassi prefiere datarla un poco antes del año 1324. En este año Ockham
ya consideraba defendida y excusada su opinión sobre la cantidad. Sin embargo, estas
obras manifiestan una clara preocupación del fraile por destacar su adhesión a las
opiniones de la Iglesia12, lo cual parece indicar que era sospechoso de herejía.
Existen del mismo varias ediciones antiguas: París, 1490; Estrasburgo, 1491;
Venecia, 1501 y 1516.
Esto llevó al rechazo de toda naturaleza universal en la realidad, ya sea en acto como
proponía el realismo exagerado de Platón o de Duns Escoto, ya en potencia como
sostenía el realismo moderado aristotélico tomista, y al cual Ockham consideraba un
mero platonismo mitigado.
12
Dice Grassi: “Nadie puede leer sanamente estos dos opúsculos sin sentir el cuidado, la ansiedad y el
temor del autor. Para el Inceptor nada es más sensato que sostener, defender y fielmente confesar lo que
sostiene y enseña la Santa Madre Iglesia.” (Introductio p. 26).
13
De Andrés, 1969.
14
Ibíd. p. 66
cualquier ser sea asno.»; In Sent., d.2, q.7, S].”15
Los aportes que hace a la cuestión del conocimiento intuitivo y el abstractivo son de
sumo interés. De Andrés distingue en el pensamiento de Ockham el conocimiento
intuitivo perfecto, que versa sobre cada objeto realmente presente aquí y ahora; el
intuitivo imperfecto o abstractivo recordativo, que se da de un objeto realmente presente
frente al cognoscente pero en el pasado; conocimiento abstractivo que sigue
inmediatamente al intuitivo (cognitio abstractiva quae immediate consequitur
intuitivam) o abstractiva simplemente tal que tiene como función primordial formar el
“habitus” que permitirá el conocimiento intuitivo imperfecto (abstractivo recordativo); y
por último, el abstractivo universal.
15
Ibíd.. p. 55, la traducción del texto latino es nuestra.
16
Ibid. pp. 112–113
17
Ibid. p. 114
La única manera de aceptar una “abstracción de la materia” en Ockham es considerar
el hecho de que el concepto mental es una entidad inmaterial porque es un acto del
entendimiento. Por eso dice De Andrés:
18
Ibid. p. 115
19
Ibid. p. 235
entendimiento.
También es real que para Ockham el concepto “inteligibiliza” la realidad señalándola
y reemplazándola en la proposición.
Pero no es verdadero que la imagen como signo representativo signifique sólo
singularmente, es decir a un individuo determinado. El mismo Ockham sostiene, como
veremos, que una de las semejanzas entre el vestigio y la imagen como signos
representativos es lo que aquí llamaremos la indiferencia semántica.
De Andrés también afirma que Ockham traslada el problema del conocimiento desde
el concepto a la proposición. Y esto mismo significa una buena manera de solucionar el
problema de los universales e insertar la solución en el ámbito de una gnoseología
completa.
20
Ibid. pp. 234–235
21
Ghisalberti, 1972.
en materia contingente, el abstractivo no ofrece esta posibilidad.”22
Sin embargo, hay una distinción real entre el conocimiento intuitivo y el enunciado
en materia contingente que del mismo se desprende.
22
Ibid. pp. 68–69
23
Ibid. p. 70
24
Ibid. p. 69
25
Ibid. p. 73
26
Panaccio 1992, p. 69
observar que por su naturaleza el concepto universal es una realidad
particular, singular, una realidad individual.” 27
Esto último también se relaciona en la obra del italiano con el abandono de la teoría
del fictum, pues, afirmar que el alcance de un concepto no depende de su semejanza con
las cosas representadas a la mente, es también abandonar la teoría según la cual el
concepto era una suerte de “copia”, “imagen” o “reflejo” de lo real, es decir, la teoría
del fictum.31
Se introduce, además, en las cuestiones epistemológicas. Declara que el pensamiento
preockhamista sostenía que no hay ciencia sino de lo universal, pero que en el
pensamiento de Ockham el universal solo puede existir en la mente, y que, por eso el
27
Ghisalberti, 1972, pp. 73-74
28
Ibid., p. 79
29
En esta misma línea se encuentra el trabajo de Herrera Restrepo, D., La concepción lingüística del
conocimiento en Ockham, Franciscanum, 26, 86-87 (1987), p. 230.
30
Ghisalberti, pp. 83-84
31
Ibid., p. 84
conocimiento científico tiene como objeto la proposición, e indirectamente los términos
que la componen.
Estas tesis constituyen los supuestos desde los cuales desarrollaremos nuestras
propias consideraciones epistemológicas.
El más importante de todos y a quien le debemos la edición crítica de las obras
completas de Ockham es a Philoteus Boehner. Este fraile franciscano que ha dedicado
gran parte de su vida al estudio del Venerable, nos ha dejado una recopilación de
artículos editados por el Instituto Franciscano San Buenaventura (Nueva York) 34,
algunos de los cuales fueron centrales para la elaboración del presente trabajo; también
tenemos una antología de textos de Ockham bilingüe (latín-inglés), con una
introducción muy completa y profunda al pensamiento del fraile. De su obra hemos
extraído fundamentalmente algunos términos y expresiones para denominar los
elementos de los que Ockham se vale para elaborar su pensamiento.
Dos de sus artículos son esenciales para comprender la gnoseología y la semiótica de
Ockham: el que trata acerca de la teoría de la significación y el de la teoría de la
suposición y la noción de verdad35.
La primera distinción importante aportada por Boehner es la distinción entre los
signos representativos y los signos lingüísticos. Pone claramente la diferencia en el
hecho de que los signos representativos implican doble acto de conocimiento, o como
Boehner lo llama, un conocimiento secundario o recordativo.
32
Ibid., p. 54
33
Ibid.
34
Boehner, 1958.
35
Ambos artículos se encuentran en los Collected Articles, sin embargo, nosotros hemos utilizado para el
primer artículo aquí mencionado la parte respectiva de los Collected Articles, para el segundo, el artículo
extraído de la revista Franciscan Studies, año 1946, n° VI, pp. 261–292. También mencionaremos un
artículo sobre lo que Boehner llama el realismo conceptualista de Ockham, editado en la revista Traditio.
Para facilitar el manejo acompañaremos la cita con un número (1) para Theory of signification, (2) para
Ockham’s theory of supposition and the notion of truth, y (3) para The Realistic conceptualism of William
of Ockham.
causa del conocimiento de otra cosa. De este modo, implica dos
conocimientos que son distintos, y dos objetos que son conocidos.
Mediante esto queda, pues, distinguido del signo–lenguaje, puesto que
no todo signo–lenguaje implica dos conocimientos. Esta distinción se
hace más evidente en Ockham cuando dice que el segundo
conocimiento, causado por el primer conocimiento de una cosa (que
es el signo), es un conocimiento secundario o un conocimiento
recordativo; eso significa, el segundo conocimiento de la primera cosa
(el signo), se obtuvo previamente, fue almacenado en la memoria (así
conocido habitualmente), y es revivido, o re–evocado, o actualmente
conocido, en virtud del conocimiento del signo.”36
Luego, se introduce en las cuestiones acerca del signo lingüístico. Lo primero que
hace es afirmar la tesis de De Andrés según la cual el pensamiento es también un
lenguaje y, por lo tanto, tiene una estructura “gramatical” semejante a la del lenguaje
hablado o escrito. Y, ya que el lenguaje hablado está subordinado al lenguaje mental, y
no al revés, todos los elementos que encontramos en las estructuras de la razón, los
encontraremos en el lenguaje hablado, pero no todos los que se dan en el lenguaje
hablado estarán en la razón.
36
Boehner (1), p. 203
37
Ibid., p. 204
38
Ibid., p. 213
singular y lo representan o significan en un acto de intelección – y
entonces hablamos de conceptos singulares, o estos conciben muchas
cosas indiferente e igualmente y las representan o significan de
acuerdo a una manera indiscriminada – y entonces hablamos de
conceptos universales.”39
39
Ibid., p. 216
40
Ibíd., p. 229
41
Boehner (2), p. 273
Por último, cabe mencionar su trabajo acerca de lo que él llama “realismo
conceptual” de Ockham. Algunos intérpretes catalogan al pensamiento de Ockham
como una forma de escepticismo. En efecto, se establece una relación lógica entre el
nominalismo, negador de las esencias, y la negación de la verdad. Boehner se opone
firmemente a esta posición, pues decir, sin más, que Ockham postula un escepticismo es
simplemente atentar contra la misma verdad. Es cierto, que Ockham no admite la
existencia de esencias universales en la realidad, pero admite sin duda, en primer lugar
la existencia real del mundo extramental, por otro la posibilidad de conocer con certeza
las cosas. Estas dos tesis son inconciliables con cualquier forma de escepticismo, y por
ende, no se le puede hacer decir al propio Ockham algo que él no dijo. Su posición es
una forma de realismo, en cuanto que admite la existencia del mundo y su
cognoscibilidad, pero un realismo conceptualista, ya que los universales sólo existen en
la mente como conceptos. De allí la corrección. Si hay que ponerle un nombre al
pensamiento de Ockham este debe ser, según Boehner, “realismo conceptualista”42.
Joël Biard expuso el pensamiento del autor en dos opúsculos. En el primero de
ellos43 trata todas las cuestiones filosóficas de Ockham y en el segundo las teológicas.
Para el presente estudio hemos utilizado el primer tomo. Son muy interesantes, para
empezar, sus reflexiones acerca de los signos representativos. Como hemos mencionado
al hablar de otros autores, Biard también aborda la cuestión acerca del papel que juega
la semejanza en el concepto. Sostiene que en tanto Ockham abandona la teoría del
fictum y se inclina a la tesis de la intellectio ipsamet, deja a su vez la semejanza como
fundamento del signo mental, y se decide por la causalidad como fundamento. Pone de
manifiesto su disidencia con Panaccio.
Hay otra idea que destaca. El análisis minucioso que hace el fraile del lenguaje
mental lleva a una nueva respuesta al problema de los universales. Biard aclara que para
Ockham este problema está mal planteado, pues allí donde los filósofos discuten sobre
42
Boehner (3).
43
Biard, 1997.
44
Ibid., 26
45
Ibid., 31
los universales como modos de ser, no hay más que modos de significar, esto es, que
donde se plantean problemas aparentemente reales, según el fraile, no son más que
cuestiones semánticas.
46
Ibid., 41
47
Ibid., 42
48
Ibid., 68
49
Ibid., 69
Esto último no deja de ser interesante puesto que en general se observa en las
interpretaciones una escisión demasiado abrupta entre las temáticas del intuitivo y el
abstractivo, y la de la universalidad y singularidad de los conceptos. Aquí, queda claro
que el concepto singular es el acto de conocimiento intuitivo. Mas, este conocimiento
intuitivo es redoblado por el abstractivo, que se puede inmediatamente aplicar a los
individuos de la misma especie. El abstractivo es el universal.
En Biard no observamos aquel análisis exhaustivo de los diferentes tipos de
abstractivo como se encontraba en De Andrés y Ghisalberti, sin embargo, hay una tesis
que también aparece en la obra de De Andrés, pero que en Biard funciona como la
razón más sólida de la universalidad de los conceptos: el abstractivo es común porque se
trata de un conocimiento confuso. Pero, “confuso” aquí no hay que entenderlo al modo
humeano, sino como la razón de ser de la indiferencia semántica de los términos
universales.
En la última parte del segundo capítulo de su libro, Biard, aborda las cuestiones
epistemológicas. Plantea el problema que hemos planteado aquí. ¿Cómo conciliar un
conocimiento científico universal, necesario y eterno tal como lo planteaba Aristóteles,
con un mundo de cosas singulares, contingentes y temporales, como lo exigía la verdad
de la fe cristiana?
Así, muestra Biard que a Ockham no le queda salida que poner como objeto de la
ciencia las proposiciones que son conclusiones de los silogismos demostrativos.
Dejando de lado las premisas, puesto que muchas de ellas no provienen a su vez de
ninguna demostración sino del entendimiento de los primeros principios.
50
Ibid., 71
51
Ibid., 76
ciencia el que permite conocer los principios.”52
El concepto es, pues, “acto referencial” que remite al alma a una pluralidad de
singulares reales. En sí mismo, una cualidad inherente al alma, en cuanto signo, un
universal por referencia.
Insiste en la teoría de la subordinación, en lo que concierne a la significación de los
conceptos y las palabras. Destaca la novedad que implicaba esta teoría según la cual
tanto los conceptos como las palabras habladas y escritas significan directamente las
cosas, y no, como proponía el realismo, los conceptos significan las cosas, y las palabras
52
Ibid., 77
53
Ibid., 79
54
Ibíd.., 7
55
De Libera, 1996.
56
De Libera, 1993.
57
De Libera, 1996, p. 385
orales, los conceptos, e indirectamente las cosas. Sin embargo, para conservar la
primacía de la significación de los conceptos, Ockham habla de „subordinación‟, como
veremos más adelante.
“El punto central de este dispositivo, del cual se han dado hasta
aquí todos los elementos salvo uno, es precisamente éste el que queda
por definir. Panaccio lo ha formulado notablemente: «¿Qué relación
hay entre el acto-signo por un lado, aquello que es el elemento
constitutivo de la proposición mental y que puede recibir una
suposición, y, por otro lado, los actos intuitivos y abstractivos?». En el
caso de la abstracción que nos interesa aquí prioritariamente, la
respuesta va de suyo: el acto abstractivo es un categorema conceptual,
un nombre común susceptible en principio de significar muchas
entidades singulares distintas. Dicho de otro modo: todo conocimiento
abstractivo simple «es un término general del lenguaje mental».” 59
No hemos encontrado en estas fuentes ninguna respuesta al problema del papel que
juega la semejanza en la significación del concepto. Sin embargo, hay un texto en el
cual se establece que la significación universal del concepto se funda en la semejanza
que existe entre las cosas semejantes al objeto captado por el intuitivo inicial.
58
Ibíd.., p. 354
59
Ibíd.., p. 386
60
Ibíd.., p. 388
de abstracción en el sentido del acto abstractivo simple, este es la
formación de un concepto mental universal «por significación» por ser
signo conceptual de una pluralidad: la pluralidad de las cosas
máximamente similares a la cosa cuya aprehensión directa, el
conocimiento intuitivo, ha engendrado el «primer conocimiento
abstractivo», sobre el cual se funda todo el mecanismo de
representación esquemática.”61
Por supuesto que esto no implicaría que no haya similitud entre el concepto y la cosa,
pero tampoco indica que sí la haya. De este modo, no podemos saber cuál es la posición
de De Libera a este respecto, aunque tal vez su silencio sea elocuente.
De Libera ve en Ockham una filosofía donde se relacionan la psicología cognitiva
que explica el mecanismo de generación del concepto, y la semiótica que desarrolla la
función sintáctica y semántica que dicho concepto conlleva en la estructura del
pensamiento humano.
“[…] un acto abstractivo simple que, por el solo hecho de que hace
abstracción de la existencia o de la no-existencia de su objeto, se
61
Ibíd..
62
De Libera, 1993, p. 428
63
Panaccio, 1987, 1992, 1995, 2000.
64
Panaccio, 1992.
65
McCord Adams, Marylin, William Ockham, Indiana, Notre-Dame, 1987
66
Panaccio, 1992, p. 69.
constituye como signo natural intrínsecamente general, relacionándose
por su forma misma a una pluralidad de cosas, todas singulares
evidentemente aunque ligadas entre ellas por una semejanza
objetiva.”67
Si bien en el lenguaje expresivo estos deícticos rígidos son expresados a través de los
nombres propios o de los demostrativos, en fin, a través de cualquiera de las formas que
antes mencionamos, el deíctico rígido pertenece únicamente al lenguaje mental, y se
identifica con el acto de conocimiento intuitivo.
De los tres casos mencionados anteriormente, queda uno por explicar, y es el caso de
67
Ibíd.., p. 72.
68
M. McCord Adams, William Ockham, vol. I, p. 530, citado por Panaccio, Ibíd.
69
Panaccio, 1992, p. 77.
70
Ibíd..
un demostrativo más un concepto común, como sucede en expresiones tales como «este
hombre», en tales casos, explica Panaccio…
71
Ibíd.., p. 79.
72
Ibíd.., p. 80.
73
Panaccio, 1987
74
Miralbell, 1998.
En primer lugar el rechazo de Ockham de la noción de concepto objetivo, que tiene
que ver con lo que Miralbell llama “intencionalidad cognoscitiva”. En efecto, cuando
Ockham reduce el universal a una cualidad singular en la mente que es universal sólo
por referencia a los múltiples singulares que indica, está vaciando de contenido a los
conceptos y transformándolos en meros referentes.
“De modo que según Ockham los universales son signos que
significan una multiplicidad ya que “hay que decir que cualquier
universal es una cosa singular, y por tanto, no es universal sino por su
significación, porque es signo de muchos” (Summa Logicae, 1ª pars,
cap. 15, lin. 53-54). Ahora bien, desde un punto de vista histórico-
filosófico, esta tesis lleva consigo un rechazo o, mejor, una pérdida de
la noción aristotélica clásica de intencionalidad cognoscitiva, y por lo
tanto, – Ockham es consciente de ello – una reducción de la teoría del
conocimiento a la semántica lógica. El pensamiento se interpreta
como un lenguaje mental.”75
En este esquema, los conceptos no son signos sino que son la presencia misma del
objeto real en el entendimiento. El tomismo posterior distinguirá los signos
instrumentales y los signos formales, perteneciendo los conceptos a este último grupo.
Pero en una filosofía que considera al concepto como signo y niega que existan esencias
en la realidad, el fin es inevitable: elaborar una teoría según la cual se distinga la
significación de la subordinación. Esto permite a Ockham, como dijimos, conservar
intacta la significación directa de las palabras a las cosas y, a la vez, la primacía de los
conceptos basada en la naturalidad de su significación.
En segundo lugar hace, este autor una serie de reflexiones en las que logra conectar
75
Ibíd.., p. 33
76
Ibíd.., pp. 33-34
el cogito cartesiano con la noción de conocimiento intuitivo en Ockham. Esto explicaría
en parte el origen medieval del pensamiento de Descartes. En el prólogo al comentario a
las Sentencias (q. 1), Ockham expone la distinción entre el conocimiento intuitivo y el
abstractivo, y allí mismo hace dos corolarios. En el segundo de estos se pregunta si se
da conocimiento intuitivo de realidades puramente inteligibles. Había dicho que en este
mundo el conocimiento intuitivo intelectual viene siempre acompañado con un
conocimiento intuitivo sensible del objeto. Sin embargo, aquí se afirma que no siempre
ocurre ello. Cuando conocemos con evidencia nuestro estado anímico, por ejemplo, ese
conocimiento posee la certeza y evidencia que proviene de la reflexión. Por eso es un
conocimiento intuitivo de algo puramente inteligible. Esto pudo ser una de las fuentes
que llevó a Descartes a poner como primera certeza la captación intuitiva inmediata de
su propio pensamiento. Por eso concluye, Miralbell:
Esto significa que lo único que escaparía a la posibilidad de que Dios produzca un
conocimiento intuitivo evidente es el pensamiento.
Por último sus observaciones acerca de la relectura que Ockham hace de la noción
aristotélica de ciencia, han sido de gran utilidad para el presente estudio. En efecto,
Miralbell explica cómo es que Ockham intenta conservar los atributos de “necesaria” y
“universal” que Aristóteles daba a la ciencia, conservando la contingencia y la
singularidad de los seres.
77
El primer corolario es aquel en el que se plantea la famosa tesis de si Dios puede causar un
conocimiento intuitivo de una cosa no existente.
78
Miralbell, 1998, p. 30.
79
Ibid., p. 89.
que pueden ser necesarias.”80
Esta tesis, sostenida por muchos de los intérpretes de Ockham, y a la que aquí
adherimos, le permite realizar una nueva reflexión acerca de la influencia del
Venerabilis Inceptor en el pensamiento moderno. En efecto, los distintos tipos de
suposición permiten que Ockham realice la distinción entre ciencia real y ciencia
racional. De este modo, aparece por primera vez una dualidad que se manifestará años
más tarde en Leibniz, Hume, Kant (que intenta superarla), e incluso mucho tiempo
después con Frege y Russell.
80
Ibid., pp. 90-91.
81
Ibid., p. 96.
82
Ibid., p. 98.
última posición que Ockham asume como la más probable; también se tratan todas las
cuestiones acerca de los términos, su esencia, la diferencia entre el lenguaje mental y el
lenguaje expresivo, es decir, entre los términos mentales o conceptos y los términos del
lenguaje hablado o escrito, y las relaciones entre ambos. Se expone la teoría de la
subordinación. Se realiza un exhaustivo análisis de la imposición de los términos – uno
de los pilares en los cuales se apoya nuestro trabajo – y la distinción entre términos de
1a y 2a intención; por último, en los capítulos finales de esta obra se encuentra
desarrollada minuciosamente (con una minuciosidad casi casuística) la teoría de la
suposición, otro de los pilares de la tesis.
En segundo lugar, el prólogo de la Ordinatio, las 48 primeras distinciones del
Comentario a las Sentencias de Pedro Lombardo. Aquí encontramos fundamentalmente
temas gnoseológicos y epistemológicos. La doctrina del intuitivo y el abstractivo está
desarrollada aquí, comenzando por la distinción entre acto aprehensivo y acto
judicativo. También se explica la relación entre el conocimiento intuitivo sensible y el
intuitivo inteligible. En cuanto a la ciencia, en la primera cuestión se desarrolla un
análisis del estatuto epistemológico de la teología y para ello Ockham especifica el
significado del término „ciencia‟ y su concepción de la ciencia como un conjunto de
hábitos. En la distinción 2, se desarrolla la teoría del fictum que luego será desechada
por Ockham en pos de la teoría de la ipsamet intellectio. En las cuestiones 9 y 10 de la
distinción 3, se expone la semiótica de los signos representativos, es decir, se trata
acerca del vestigio y la imagen.
Las cuestiones epistemológicas fueron profundizadas con la lectura del prólogo a la
Expositio in libros fisicorum Aristotelis. En él Ockham sostiene que la ciencia no versa
directamente acerca de las cosas sino del complejo, es decir, de la proposición cuyos
términos suponen por cosas. Así deja sentado que las características que Aristóteles
atribuía a la ciencia se le pueden atribuir no porque en la realidad haya algo de universal
y necesario sino porque la ciencia es de las conclusiones de los silogismos
demostrativos, cuyos términos universales por significación suponen por las cosas
reales.
Para completar y respaldar con más fuerza algunas tesis hemos utilizado por un lado
el proemio a la Expositio in librum Perihermeneias Aristotelis en el que se trata de
varias cuestiones de lógica. Se aborda en detalle la cuestión acerca de la naturaleza del
concepto: se ve con claridad la posición indecisa de Ockham, defiende la tesis del
fictum y la de la qualitas mentis que identifica con la de la ipsamet intellectio. También,
sostiene que el fundamento de la universalidad del concepto mental radica en que se
trata de un conocimiento confuso, y además aparecen textos en los que se puede ver que
Ockham no abandona la hipótesis de la semejanza entre el concepto y la cosa para
explicar la significación del concepto. Por último, se puede ahondar la teoría de la
subordinación del lenguaje expresivo al lenguaje mental.
Las siete cuestiones cuodlibetales recopiladas en un volumen que lleva por título
Quodlibeta Septem, son una herramienta interesante a la hora de profundizar algún
concepto. En efecto, en ellas Ockham aborda concretamente algún tema en especial. De
la primera cuestión hemos utilizado especialmente la cuestión 13 que trata acerca de si
lo primero que se presenta al conocimiento es el singular, o si el singular es el objeto
propio del conocimiento del intelecto, y qué tipo de primacía tiene. La cuestión 35 de la
cuarta cuestión cuodlibetal trata acerca de hay distinción entre las primeras y las
segundas intenciones. Estas dos cuestiones nos han permitido indagar más a fondo entre
otras cosas, acerca del papel de la semejanza en la significación de los conceptos
mentales. La quinta es la que más nos ha servido, por cuanto hemos utilizado la cuestión
5 que trata sobre la diferencia entre el conocimiento abstractivo y el intuitivo, la 12
sobre si el universal es un singular o no, donde Ockham declara que el universal tomado
en sí mismo es una cualidad singular en la mente, pero tomado significativamente es
universal y la cuestión 13 donde expone en detalle la teoría de la qualitas mentis.
El orden que hemos seguido no responde a ningún orden establecido ni por Ockham
ni por ninguno de los interpretes antes citados, sino más bien a un orden lógico. En los
primeros capítulos exponemos las premisas y las enraizamos en el pensamiento total de
Ockham. Hacia el final concluimos en la posibilidad, la esencia y el estatuto
epistemológico de cada uno de los saberes científicos conocidos en el medioevo.
III.La teoría de la ciencia en Guillermo de Ockham
1. Antecedentes
El pensamiento griego llegó a su cima más alta con los grandes sistemas de Platón y
Aristóteles. En el afán filosófico de encontrar el fundamento del mundo mudable, Platón
había establecido que las cosas que nos rodean tienen su razón de ser en un mundo
trascendente donde se encuentran los arquetipos de cada cosa. Por eso, si en este mundo
se da la multiplicidad, la diversidad, la contingencia, la temporalidad y el cambio; las
ideas de aquel otro mundo son el principio de la unidad, la identidad, la necesidad, la
eternidad y la inmutabilidad. En tal filosofía el conocimiento humano sólo puede ser
perfecto si el hombre mediante la ascesis logra desapegarse de los lazos que lo
mantienen atado a este mundo y gracias a la memoria vuelve a suscitar en sí el
conocimiento de las ideas que obtuvo cuando las contemplaba subiendo en su carro
siguiendo la caravana de los dioses.
La concepción platónica penetró la especulación cristiana de los primeros tiempos.
Los padres de la Iglesia, en especial San Agustín, tomaron las ideas de Platón y
surgieron así las primeras exposiciones del pensamiento cristiano. Las ideas que Platón
ponía en el mundo trascendente son para Agustín las ideas en la mente divina, según las
cuales Dios crea el mundo corpóreo. Así, el conocimiento de las cosas exige cierta
intervención divina en el alma humana, pues el mismo Dios que piensa la realidad es
aquel que, iluminando la frágil mente del hombre, introduce las esencias de las cosas.
Esta concepción permitió conciliar la idea de un mundo contingente y finito con la
necesidad y la infinitud divina, pues, este mundo sería la imitación imperfecta y
limitada de la perfección absoluta de Dios.
Sin embargo, este pensamiento arrastraba una dificultad: si las ideas envuelven
necesidad, la necesidad de ser de una manera y no de otra, se puede concluir que Dios
estaba condicionado por sus propias ideas a crear el mundo de una determinada manera
y no de otra, Dios, entonces estaría “obligado” en virtud de sus ideas a crear el mundo
material de una manera preestablecida. Este peligro fue el que condujo a los pensadores
árabes a disminuir el papel de la libertad divina en la creación y, por ende, a caer en un
emanatismo necesitarista al menos de modo larvado.
Los pasos de Aristóteles no llevaban en este aspecto por un camino diferente. Lo que
él llama forma sustancial, es, sin duda, la idea (eidos) platónica materializada. La
necesidad que conlleva la idea, esta entremezclada en el pensamiento peripatético con la
contingencia y la materialidad de este mundo. Aristóteles logró conciliar la necesidad y
la contingencia, la unidad en la diversidad, la permanencia en el cambio; y aun así, su
propio paganismo y la infidelidad de sus mayores interpretes ganaron la pulseada. Poner
la necesidad en el mundo no libra a Dios de crearlo de un modo necesario, por eso, la
interpretación aristotélica del mundo seguiría siendo un condicionamiento a la libérrima
voluntad de Dios, y, por ello, fuente de pensamientos que conducirían lógicamente a
conclusiones no muy ortodoxas, como la de la eternidad del mundo, la del determinismo
universal, etc
b) La navaja de Ockham
Teodoro De Andrés en su obra83, utiliza la expresión “horror naturae” para referirse
a la actitud que toma Ockham en este su mundo intelectual tal como se le presentaba.
Había que huir a toda costa de las ideas platónicas, y de todo lo que de alguna manera se
le pareciere, aun cuando se esconda bajo el manto de un realismo moderado, porque
admitirlo era aceptar que Dios no era libre. Y sostener eso era una suerte de
despersonalización de Dios.
El pensamiento de Ockham que se transformó hoy en día en el caballito de batalla de
nominalistas ateos y anticristianos, y por eso, también recibe vehementes ataques de
parte de la ortodoxia realista (especialmente del tomismo), y, sin embargo, nació
paradójicamente bajo un único estandarte que de hereje no tenía nada: Credo in unum
Deum, Pater Omnipotens.
Si para Descartes el punto de partida de toda filosofía posible es el cogito, para
Ockham es la omnipotencia de Dios, todo lo demás debe adaptarse de tal manera que no
perturbe la libérrima voluntad creadora de Dios. Así, en buen espíritu ockhamista
debemos excluir de antemano todo tipo de entidades mediadoras entre el acto creador de
Dios y las criaturas, léase, las esencias, y todo reducto de una participación analógica de
los entes para con Dios.
Para Ockham, Dios es Dios, y la criaturas son las criaturas, las cosas creadas por El
en su infinita bondad. No hay participación en el sentido platónico del término, es decir,
“algo de Dios” en la creación. Las criaturas no son para nada Dios, ni viceversa. Se
anula la analogía en el ámbito ontológico trascendental y luego, la participación
predicamental: no hay, tampoco, algo común real entre los entes de la misma clase, por
ejemplo, Pedro y Juan. Cuando decimos que Pedro y Juan son hombres no estamos
refiriéndonos a un “algo” que posean Pedro y Juan que los hace ser lo mismo, y que
actúe como un principio intrínseco que determine tanto a Pedro como a Juan a obrar de
una determinada manera. Las cosas son lo que son, no porque tengan una esencia, sino
porque Dios así lo quiso, pero bien podría Dios haber querido cosas distintas.
Toda la gramática latina implica una metafísica realista. En el latín podemos
encontrar sustantivos (palabras que significan sustancias)84, adjetivos (palabras que
significan cualidades), verbos (palabras que significan acciones o pasiones), adverbios
83
De Andrés 1969, pp. 45-73.
84
Los sustantivos pueden ser concretos o abstractos, y la división sigue. Esta última aclaración es
importante porque los sustantivos abstractos significan esencias (p.ej. “humanidad”, “blancura”) y esto
importará grandes dificultades a Ockham para evitar la interpretación corriente que establece la relación
entre el sustantivo abstracto en el lenguaje y la esencia en la realidad.
(cualidades de esas acciones y pasiones), etc. El realismo forjó un lenguaje basado en
esencias y categorías reales existentes fuera de la mente humana. Ockham no puede
admitir este hecho, por eso, debe purificar el lenguaje, y purificar también la metafísica
de todos estos contenidos abstractos para quedarse con lo único verdadero: Dios
Omnipotente y la creación, es decir, las cosas creadas. Así surge el nominalismo de
Ockham, como un intento de erradicar el instinto humano de convertir en real lo que
sólo se encuentra en la mente y en el lenguaje, de reducir a modus significandi lo que se
cree que es modus essendi.
Por eso Ockham se aboca a la ardua tarea de reinterpretar toda la filosofía de la
época no en clave realista sino en clave nominalista. Su intención era evadir el
necesitarismo de los estoicos, de los griegos y de los árabes.
2. El conocimiento científico
Esta reinterpretación que hace Ockham de Aristóteles comienza por la concepción de
ciencia. Aristóteles había establecido que el conocimiento científico era necesario,
universal y eterno85 basándose en su concepción hylemórfica de la naturaleza. Ockham
debe hacer un giro, pues nada puede ser necesario, universal ni eterno en este mundo.86
“Para entender esto debe saberse que toda ciencia es respecto del
complejo (la proposición) o lo que es propio de este. Y puesto que el
complejo se conoce mediante la ciencia así también los incomplejos
(los términos), de los cuales se compone el complejo, son aquellas
cosas de las que trata la ciencia.”88
85
Aristóteles, Ética a Nicómaco, VI, 3, 1139b, 25-30; Segundos Analíticos, I, c. 4, 73b 25-30.
86
Cfr. García Cuadrado, J. A., Aristóteles y el objeto de la ciencia en la lógica tardomedieval, Tópicos,
1998 (14), p. 31-54.
87
“Si para Aristóteles el objeto de la ciencia era lo necesario, eterno e inmutable, en Ockham estas
características no pueden nunca pertenecer a los individuos concretos y contingentes, sino a las
proposiciones. La ciencia se dice universal porque su objeto son las proposiciones y no las cosas. Las
proposiciones se componen de realidades mentales (los conceptos, que significan una pluralidad de
individuos), que hacen que la ciencia sea universal.”, García Cuadrado, J. A., Aristóteles y el objeto de la
ciencia en la lógica tardo medieval en Tópicos, 14 (1998), p. 36
88
Expositio in libros Physicorum, Prol., § 4 (O.Ph. IV, p. 11, lins. 9-12).
científico.
La universalidad según vimos sólo existe en los conceptos en cuanto hacen
referencia a muchos individuos, y suponen por ellos en las proposiciones. El texto de
Ockham extraído de la Expositio, continúa haciendo referencia a la Filosofía de la
naturaleza, de este modo…
“Ahora bien, también hay [que saber] que los complejos, que son
conocidos por la ciencia natural, no se componen de cosas sensibles ni
de sustancias, sino que se componen de intenciones o conceptos del
alma comunes a tales cosas. Y por eso, propiamente hablando, la
ciencia natural no es de las cosas corruptibles ni generales ni de las
sustancias naturales ni de las cosas móviles porque tales cosas no
subyacen ni se predican en ninguna conclusión conocida por la ciencia
natural. Sin embargo, propiamente hablando, la ciencia natural trata
acerca de las intenciones del alma comunes a tales cosas y que
suponen precisamente por tales en muchas proposiciones, aunque en
algunas proposiciones, como quedará patente en lo que sigue,
supongan tales conceptos por sí mismos. Y esto es lo que dice el
Filósofo [cuando dice] que la ciencia no es de los singulares sino de
los universales que suponen por los singulares.” 89
Aquí se ve con claridad que la filosofía natural no versa sobre los entes mutables sino
sobre las proposiciones, e indirectamente sobre las cosas. Por eso no puede decirse que
esta ciencia trate acerca de los entes mutables, porque ninguno de ellos entra
directamente en una proposición, pues son entidades reales y no mentales y en las
proposiciones sólo caben conceptos, no cosas. Sin embargo, trata sobre las cosas
indirectamente, pues estos términos cuando forman parte de las proposiciones o las
conclusiones científicas, suponen por cosas, es decir, que ocupan el lugar de ellas en el
conocimiento. Esto explica el carácter universal de la ciencia que tanto había defendido
el estagirita en sus escritos.
89
Ibid. (O.Ph IV, p. 11, lins. 12-24).
90
Ibíd., lins. 22-24. En el texto de la edición crítica se citan las siguientes obras de Aristóteles, Analit.
Post., I, cc. 4-5 (73b 26 – 74a 13); Metafis., VII, c. 15, t. 53 (1039b 20 – 1040a 10).
91
Cf. La solución ockhamista al problema de los universales, p. 57.
b) La ciencia como conjunto proposicional
El realismo fundaba la unidad de toda ciencia en la identidad de todo conocimiento
en virtud de su objeto material y formal. En el pensamiento de Ockham la unidad de la
ciencia está dada por el diverso ordenamiento de las distintas proposiciones que
constituyen una ciencia. Recordemos que la ciencia nominalmente hablando es el
conocimiento de algo, más específicamente una proposición conocida mediante el
razonamiento. De allí que las conclusiones de los diversos razonamientos se ordenan
según sus sujetos y sus predicados, y constituyen, agrupadas, un conjunto de
conocimientos que configuran una ciencia.
La concepción de ciencia como un conjunto sistemático de conocimientos no es
moderna, ni contemporánea; es ockhamista. Esta colección de proposiciones se ordenan
relativamente en razón de un sujeto primario que es el que tiene prioridad sobre los
otros múltiples sujetos de las otras proposiciones que corresponden a la misma ciencia.
La prioridad de un sujeto sobre otro es relativa. Así, la sustancia es el sujeto primero de
la ciencia natural en virtud de la predicación, y el ente de la metafísica 92. Los cuerpos
celestes lo son de la ciencia natural en virtud de la perfección, y Dios lo es de la
metafísica, etc… Así se pueden establecer diferentes sujetos primeros en las diferentes
ciencias, siempre en razón de algo que determinara en cada caso bajo que sujeto
deberán ordenarse las proposiciones de la ciencia en cuestión.
Sea como sea, la unidad de la ciencia no es una unidad numérica sino que es una
unidad de conjunto. Así como dice Ockham un pueblo es un conjunto de personas y,
ninguna persona es el pueblo, así también, una ciencia es un conjunto de conclusiones,
aunque ninguna se llame ciencia en este sentido pues, incluso una misma verdad puede
pertenecer a varias ciencias así entendidas. De la misma manera que un hombre puede
pertenecer a una ciudad y a la vez a un ejército, así también una misma conclusión
puede pertenecer tanto a una ciencia (p. ej. la metafísica) como a otra (p. ej. la teología).
IV. Gnoseología
1. Introducción
El problema del origen de las ideas viene siempre de la mano con el problema de los
universales; no es difícil notar que hablar de ideas es hablar de conceptos universales.
Hacia fines del siglo XIII se barajaban dos teorías acerca del origen de las ideas: Por un
92
Cf. Larre, Olga L. y Bolzán, J. E., El tema epistemológico en Ockham, Revista de Filosofía (México),
1988 (21), pp. 52-84
93
In Ium Sent., Prol. q. 1, (O.Th. I, p. 13, 14 – p. 14, 5)
lado la teoría de la abstracción propuesta por Aristóteles, replanteada y defendida por
Santo Tomás y el tomismo de la escuela dominica, y, por otro, la teoría de la
iluminación elaborada y sostenida por San Agustín inspirado en Platón, que había sido
la doctrina tradicional hasta entonces. Esta última fue sostenida principalmente por los
autores franciscanos.
A pesar de que Ockham era franciscano, su pensamiento es original en este aspecto.
Ockham niega toda realidad universal, sea como Ideas en la Mente de Dios al modo
agustiniano, sea como formas sustanciales en el seno de las cosas al modo aristotélico-
tomista. Su posición se opone tanto a una escuela como a la otra. Por eso, es necesario
entender la explicación que da acerca del origen de las ideas, y para eso debemos
resolver problemas adyacentes, a saber la coordinación entre la inteligencia y los
sentidos en el proceso de conocimiento.
94
Biard, 1997, p. 61.
“Es evidente que nuestro intelecto en esta vida no sólo conoce las
cosas sensibles, sino en particular e intuitivamente conoce algunas
cosas inteligibles que de ningún modo caen bajo el sentido, no más
que la sustancia separada cae bajo el sentido; de este modo son las
intelecciones, el acto de la voluntad, la delectación consiguiente y la
tristeza y cosas semejantes, que el hombre puede experimentar que
existen dentro de sí mismo, y que, sin embargo, no son sensibles ni
caen bajo ningún sentido.”95
95
In Ium Sent., Pról., q. 1 (O.Th. I, p. 39, lin. 18 – p. 40, lin. 4). Es interesante ver en este texto una suerte
de formulación ockhamista del cogito, en el sentido en que el cogito es la captación inmediata que el alma
tiene de sí misma y de sus propias percepciones. Cf. Miralbell, 1998, pp. 33-34.
96
In Ium Sent., Pról., q. 1 (O.Th. I, p. 27, lins. 10-14).
97
Cf. ibid., p. 16, lins. 6-18.
98
Aristóteles, Analit. Prior., I, c. 1 (24b 16-18). La nota al pie de página de la edición crítica dice que
Ockham utilizó la versión de Boecio.
resuelve la proposición, como el predicado y [aquello] de lo cual se
predica, ya sea o no, unido o dividido».” 99
“De esto se sigue una segunda conclusión: que todo acto judicativo
presupone en la misma potencia un conocimiento incomplejo de los
términos, porque presupone el acto aprehensivo. Y el acto aprehensivo
respecto de algo complejo presupone un conocimiento incomplejo de
los términos […].”102
99
Summa Logicae I, c. 1, lins. 4-8 (O.Ph. I, p. 7).
100
Ibid. p. 9
101
In Ium Sent., Prol., q. 1 (O.Th. I, p. 17, lins. 15-17).
102
In Ium Sent., Prol., q. 1 (O.Th. I, p. 21, lins. 6-10).
Estas conclusiones llevan al Venerabilis Inceptor a hacer un estudio más
pormenorizado del conocimiento que tenemos de los elementos atómicos103 que
constituyen todo complejo, es decir, de los incomplejos. Y sostiene que de cada uno de
ellos tenemos dos clases de conocimientos de diferente especie: un conocimiento
intuitivo y otro abstractivo.
a) Conocimiento intuitivo
El conocimiento intuitivo es, en Ockham, el fundamento de lo que se ha dado el
llamar realismo conceptualista105. En efecto, mediante este conocimiento conocemos
algo en su actualidad real, presente aquí y ahora, y en su singularidad más pura.
Un pensador cristiano, amante de la Verdad manifestada en el Lógos divino, y que ha
puesto como uno de los pilares de su pensamiento la contingencia absoluta de las cosas
creadas, debe encontrar una manera de fundamentar el conocimiento cierto de las cosas
contingentes. El conocimiento intuitivo es la manera que encontró Ockham. No se
puede dudar de que conocemos las cosas, y que a diario juzgamos sobre lo que nos
rodea basados en un conocimiento directo de las cosas. Ese conocimiento directo de las
cosas que engendra certeza en nosotros a pesar de su contingencia es el conocimiento
intuitivo. Este conocimiento es tal que…
103
Utilizamos aquí el giro propuesto por De Andrés de distinguir los dos niveles de análisis del
conocimiento: el nivel molecular de la proposición y el nivel atómico de los términos que la componen.
104
In Ium Sent., Prol., q. 1 (O.Th. I, p. 30, lins. 6-8).
105
Cf. Bohener, 1946
106
In Ium Sent., Prol., q. 1 (O.Th. I, p. 6, lins. 21-22).
proposiciones diferentes acerca de un mismo objeto engendran un sistema coherente de interpretación de
tal objeto, si se elaborara una nueva proposición acerca de este, y si ella tuviera concordancia lógica con
las restantes, la mente asentiría a ella con cierta certeza. Pero de esta certeza no puede deducirse ni
seguirse la existencia de los significados de los términos de la proposición en cuestión. El conocimiento
intuitivo, por otro lado, es aquel por el cual, conociendo los términos simples de la proposición,
conocemos con certeza que eso que señalan es real, actualmente, aquí y ahora.
El conocimiento intuitivo es el que fundamenta la certeza en los juicios acerca de realidades contingentes
que se dan de hecho hic et nunc. La realidad que nos rodea es contingente, debe haber una manera de
alcanzar la certeza absoluta en la atribución de un predicado a una sujeto especialmente porque se
sostiene que nunca a ese sujeto le corresponderá necesariamente un predicado. El conocimiento intuitivo
permite este traspaso. El acto por el cual conocemos una cosa es en sí mismo concepto de la misma, y la
introduce en el entendimiento (por eso es signo, como veremos más adelante), este mismo acto funciona
como sujeto. El predicado es otro acto intuitivo que significa la misma cosa. Siendo la cosa contingente,
el conocimiento que se obtiene es un conocimiento de algo contingente, pero siendo conocimiento intuitivo,
es decir, directo y sin intermediarios, el conocimiento es certero.
b) Conocimiento abstractivo
El segundo conocimiento de los términos incomplejos de una proposición se
denomina conocimiento abstractivo. Sobre este conocimiento cabe hacer alguna
aclaración: cuando Ockham utiliza la expresión “abstractivo” la utiliza en un sentido
restringido.
En efecto, dice el Venerabilis Inceptor, “abstractivo” puede tomarse de dos maneras.
En sentido lato, como aquel conocimiento que proviene de la abstracción de un
concepto universal de las cosas particulares.
107
Ibid., (O.Th. I, p. 30, lins. 12-15).
contingentemente le suceden a la cosa o se predican de la cosa.108
Es preciso señalar que si bien distingue estas dos acepciones de lo que llama
„abstracción‟ en el fondo es por el mero hecho de abstraer de la existencia o no
existencia del objeto que el conocimiento es un conocimiento general.
Así como enumeramos ciertos ítems con respecto al intuitivo, lo haremos a
continuación con respecto al abstractivo con el fin de destacar que el conocimiento
abstractivo es, en muchos aspectos definido por contraposición al conocimiento
intuitivo.
El conocimiento abstractivo es causado por el conocimiento intuitivo, de aquí que no sea el primer
conocimiento de la cosa. El abstractivo es un vestigio del conocimiento intuitivo, por eso se excluye la
certeza sobre los predicados contingentes de la cosa, pues la cosa no está más presente aquí y ahora,
luego este conocimiento no es actual, sino sólo de algo que fue conocido alguna vez, mediante un
conocimiento intuitivo. El conocimiento abstractivo es algo así como un resto de conocimiento intuitivo
de una cosa que queda en el intelecto humano cuando la cosa intuida no está presente al conocimiento.
De aquí que sea un conocimiento que abstrae de la existencia y de todo aquello que se pueda predicar
contingentemente de la cosa.
Por esto Ockham siempre consideró el conocimiento abstractivo como una imperfección del hombre. El
conocimiento perfecto es el que engendre ‘certeza existencial’, pero el conocimiento abstractivo no
engendra tal certeza, luego es un conocimiento que tenemos a causa de nuestra finitud.
El conocimiento abstractivo no fundamenta ningún juicio contingente de la cosa, es algo así como un
hábito o una ‘impresión’ que deja el intuitivo, y por ello es un conocimiento independiente de la
presencia actual, aquí y ahora del objeto significado.
El conocimiento intuitivo y el abstractivo no son dos conocimientos que se distingan
por su objeto, como si ambos tuvieran objetos diferentes. Ni siquiera se diferencian por
la potencia que los produce, pues, ambas radican en el intelecto. Se diferencian
específicamente porque uno es capaz de engendrar certeza existencial y el otro no; uno
es de un objeto actual, presente aquí y ahora, el otro es de ese mismo objeto cuando no
está presente frente a la facultad de conocimiento del sujeto.
Por eso digo que el conocimiento intuitivo y el abstractivo difieren
entre sí y no por [sus] objetos ni por cualquiera de sus causas, aunque
naturalmente no puede haber conocimiento intuitivo sin la existencia
de la cosa, que es verdaderamente la causa eficiente del conocimiento
intuitivo mediato e inmediato, como diré en otro lugar [In Sent., II, qq.
14-15]. El conocimiento abstractivo puede existir naturalmente
aunque la misma cosa conocida haya sido simplemente destruida. 109
108
Ibid., (O.Th. I, p. 31, lins. 4-6).
109
Ibid., (O.Th. I, p. 38, lins. 5-14)
c) Análisis dinámico del proceso de conocimiento
Sujeto Cognoscente
a
“Este pino existe”
b c
d
“pino” e
figura 1
110
Cuando decimos, primero, segundo, etc. no nos referimos a momentos cronológicamente distintos sino
meramente distintos y que de alguna manera los posteriores suponen los anteriores.
111
Como hemos visto, puede haber conocimiento intuitivo de los actos interiores del alma en cuyo caso
los sentidos no son necesarios.
112
Biard, J., 1997, p. 63.
Además del conocimiento intuitivo, se forma simultáneamente un acto de
conocimiento abstractivo, esto es, un acto por el cual se conoce la cosa
independientemente de su existencia o no y que tampoco permite conocer con certeza
ninguna proposición que se refiera contingentemente al objeto. Este conocimiento
abstractivo (d) es el fruto de dos causas: el intelecto, por un lado, y el conocimiento
intuitivo del singular (b), por otro.
En virtud de este acto abstractivo, se forma un hábito (e). ¿Qué significa esto? Una
vez que se produjo el acto del conocimiento abstractivo del objeto, el intelecto queda
inclinado reproducir este mismo acto cuando sea preciso. Esa inclinación determina al
intelecto a modo de hábito. Por eso, cuando estemos presentes ante un pino semejante al
que – según suponemos – estamos viendo ahora, se desencadenará nuevamente el
proceso despertando nuevamente el mismo acto abstractivo que se produjo frente al
primer pino y que estaba latente en el intelecto a modo de inclinación. Este hábito es
una suerte de “memoria intelectual” y se le llama, también, conocimiento intuitivo
imperfecto, pues, aunque esencialmente incline al conocimiento abstractivo, tiene la
función de producir certeza en los juicios contingentes de pasado, por ejemplo, en
nuestro caso, «Allí había un pino», «el pino medía x mts.», esta referencia al pasado
hace que también pueda ser llamado conocimiento recordativo.113 El intuitivo y el
abstractivo – dice Ockham – no difieren en razón de su objeto, esto quiere decir que el
conocimiento abstractivo tiene por objeto el mismo singular captado intuitivamente por
la inteligencia, la diferencia estaría en que el conocimiento abstractivo subsiste una vez
que se ausente dicho singular, no así el conocimiento intuitivo.114
Pero Ockham destaca que estos conocimientos tampoco difieren por cualquiera de
sus causas. Este texto para ser bien comprendido debe cotejarse con otro que aparece en
el mismo prólogo del Comentario a las Sentencias.
113
Hay un análisis más minucioso de este punto en De Andrés, T., 1969, pp. 112-113.
114
Aquí conviene mencionar el conocido problema sobre el conocimiento intuitivo de lo no-existente que
tanto disensos causó entre los estudiosos del pensamiento del Venerabilis Inceptor. En efecto,
naturalmente el conocimiento intuitivo precisa de la presencia actual de la cosa singular para engendrar
certeza, no obstante, sobrenaturalmente Dios puede reemplazar a la cosa y producir el mismo
conocimiento. Esto puede, y en efecto, lo hizo, dar pie a la interpretación del pensamiento de Ockham
como un escepticismo, pues, ¿cómo sabemos que nuestras intuiciones son de algo real o puestas
milagrosamente por Dios en el sujeto?. No es nuestra intención detenernos más sobre el asunto por varias
razones: en primer lugar, porque creemos que la cuestión no era de trascendental importancia ni siquiera
para el propio Ockham, pues, él solo intentó, mediante este argumento, subrayar la libertad de Dios frente
a las causas segundas; en segundo lugar, porque Ockham tiene bien claro lo que sucede corrientemente,
es decir, en el natural transcurso de las cosas; en tercer lugar, porque no creemos que sea relevante para
nuestro tema. Cf. In Sent., Prol., corolario 1; Quodlibet V, q. 5; y Pegis, 1948, pp. 452-463.
115
In Ium Sent., Prol., q. 1 (O.Th. I, p. 38, lins. 5-10).
distintas causas efectivas, porque la causa efectiva del conocimiento
intuitivo es la misma cosa conocida, por otro lado, la causa efectiva
del conocimiento abstractivo es el mismo conocimiento intuitivo o
algún hábito que inclina al conocimiento abstractivo, como se dirá en
otro lugar.116
116
Ibid., (O.Th. I, p. 61, lins. 8-12).
117
De Libera, 1996, p. 384.
118
Hay quienes sostienen que una de las fuentes principales del nominalismo del siglo XIV es el
agustinismo: “Si de alguna corriente medieval se puede afirmar que siguió conservando en el siglo XIV
una simpatía general, confesada o latente, en casi todos los autores, esa corriente es el agustinismo, pero
no el agustinismo de Buenaventura o de Grosseteste, sino el agustinismo bebido directamente de las obras
de San Agustín.” Rábade Romeo, S., 1966, p. 16. Sin embargo, esta interpretación parece contradecir la
tesis de que lo opuesto del nominalismo es el platonismo.
119
Ibíd., p. 26.
120
De Andrés trata este tema ampliamente en el c. 4 de la 2a parte de su obra (pp. 102-111).
Ockham sostuvo tres teorías distintas acerca de la naturaleza del concepto121. Estas
teorías manifiestan un proceso de maduración de su posición frente a este problema, y
esta maduración se produce por la aplicación cada vez más tajante del principio de
economía.
Y luego:
Cabe destacar la función del intelecto como causa del fictum. Hay una clara alusión a
una actividad del intelecto en la producción del fictum, Ockham dice “intellectus
fingit”124, es decir, el intelecto produce este nuevo ser que es un reflejo ejemplar de los
singulares semejantes fuera del alma. De este modo, tenemos en el proceso de
conocimiento varios elementos: a) El singular real, b) el intelecto humano, c) el fictum
(esse objectivum), que es una representación mental de (a), y debemos agregar d) el acto
del intelecto (b) por el cual engendra (fingit) el fictum (c). Esta explicación si bien no se
identifica con la doctrina de la abstracción aristotélica, tampoco está muy lejos de ella,
pues aún quedaría por explicar como es posible que el intelecto sea, por un lado,
121
Boehner y otros estudiosos consideran que sólo hay dos teorías distintas puesto que asimilan, con
fundamento, la segunda teoría a la tercera. Aquí seguimos a De Andrés en la nomenclatura, con el
propósito de estudiarlas mejor, aunque adherimos a Bohener porque no creemos que la segunda y la tercer
teorías sean distintas ya que al mismo Ockham le parecían susceptibles de compatibilizarse: “Así, pues,
quien quisiere podría sostener esta opinión: que la pasión del alma de las que habla el Filósofo, son las
intelecciones, la cual es una opinión probable y concuerda en esta conclusión común con las precedentes
que las pasiones del alma son verdaderas cualidades de la mente.” (Expositio in Perihermeneias ,
Proemium § 6, lins. 196-199 [O.Ph. II, p. 358]).
122
In Ium Sent., d. 2, q. 8 (O.Th. I, p. 272, lin. 14 – p. 273, lin. 6).
123
Ibid., (O.Th. I, p. 272, lin. 13-ss).
124
De Andrés, 1969, p. 122.
receptor pasivo del fictum, y, por otro, productor activo del mismo. Como se ve, la
distinción intelecto agente e intelecto posible no esta muy lejos, aunque nuestro fraile
nunca admitió esta tesis.
Hay un elemento más que debemos destacar de esta teoría, y es la noción de esse
objectivum. La terminología moderna no ayuda a comprender qué entiende Ockham
cuando habla de objeto y de sujeto. La expresión „ser subjetivo‟ (esse subjectivum), no
hace referencia al sujeto del conocimiento que los modernos pusieron en el centro del
problema, sino al ser (esse) de la sustancia particular, es decir, el ser real aristotélico.
Por eso cuando Ockham dice que el concepto universal no tiene su ser en el ser
subjetivo, no significa que no exista en el sujeto de conocimiento, pues justamente,
según él, no podría existir en otro lado. Lo que realmente quiere decir Ockham, es que
este concepto no es una cosa real, no es ni sustancia ni accidente sino algo cuyo ser
consiste únicamente en ser referencia a un objeto real fuera de la mente, es decir, el
fictum es pura intencionalidad, pura referencia a otra cosa.125
Esto último, se enfrenta a muchos aspectos que Ockham quiso concientemente
salvaguardar. Por ejemplo, parecería una contradicción sostener por un lado que el ser
del fictum sea su mera referencialidad (esse objectivum), y a la vez hablar de una cierta
„semejanza‟ del fictum con las cosas singulares representadas por él, ya que si existiera
esa semejanza deberíamos distinguir el concepto y la cosa significada, pero este último
paso, nos lleva directamente a „cosificar‟ el concepto, convertirlo en algo que de una
manera u otra tenga cierto ser real (esse subjectivum), sea accidental o sustancial, cosa
que el texto anteriormente citado niega abiertamente. Esta encrucijada moverá a
Ockham a buscar una forma de explicar cómo puede el concepto ser pura referencia a
los objetos singulares y a la vez encontrar el fundamento de la universalidad de los
conceptos en los singulares mismos. La idea directriz es: no suponer entidades sin
necesidad.
Esta teoría presenta otra dificultad. Al poner el fundamento de la formación del
concepto mental en la semejanza entre él mismo y la cosa, el concepto representaría
cierto contenido objetivo a nuestro entendimiento. Ahora bien, esto también parecería
contradecir la negación ockhamista del concepto objetivo u objeto de concepto del
realismo126. Esta primer teoría fue sostenida en la primer redacción del Comentario a
las Sentencias. A raíz de los problemas que la teoría implicaba y de las duras críticas de
Walter Chatton a esta teoría, en la segunda redacción de los cuatro primeros libros del
Comentario (Ordinatio), y en la Exposición sobre el Perihermeneias de Aristóteles,
Ockham parece titubear buscando una segunda teoría que será la base de la tercera y
definitiva.
125
Cfr. Quezada Macchiavello, O., 2002, p. 86: “Originalmente él creyó que el concepto universal (p. ej.:
“hombre” o “animal” en la proposición mental “el hombre es un animal”) era algo diferente del acto del
pensarlo (que es la intelección). Entonces, el concepto no tenía realidad sino solamente como un ser
lógico, como un objeto del acto de pensamiento (o, en lenguaje medieval, que no tenía un esse
subjectivum sino un esse objectivum).”
126
De Andrés, 1964, p. 121: “Un fictum es un contenido mental correspondiente a una cosa real o posible
[…] en su pura realidad de objetividad significativa; […]”.
sostiene que el universal es una cualidad de la mente (qualitas mentis). Como hemos
dicho, Ockham se encontró ante la siguiente disyuntiva: o le asignaba al concepto una
entidad real, y así podría fundar su relación con las realidades singulares, o le otorgaba
una entidad puramente referencial, en cuyo caso no quedaría claro el papel de las cosas
que están fuera de la mente, y la pasividad del intelecto. Por fin, se encuentran
numerosísimos textos que nos permiten afirmar que pronto se rindió ante la evidencia
de que el concepto no puede considerarse como puro ser objetivo, sin ningún ser
subjetivo (en el sentido ya explicado del término). Aquí presentamos un texto clave:
Singular con relación al alma, universal con relación a los muchos que significa, y
cuyo lugar ocupa en las proposiciones mentales. Si tuviéramos que hacer el recuento de
los elementos que entran en juego en el conocimiento, siguiendo esta última teoría
deberíamos decir: a) El singular real, b) el intelecto humano, c) la qualitas mentis que
es, por un lado un accidente singular como cualquier accidente real que tiene su ser
(esse subjectivum) en el alma en la que inhiere; por otro lado, un signo y, por lo tanto,
algo que remite a muchos – elemento referencial (esse objectivum) – y los trae a nuestro
conocimiento; por último d) el acto del intelecto (b) por el cual se engendra la qualitas
mentis (c).
En los textos en los que Ockham se refiere a esta qualitas mentis, utiliza expresiones
similares que nos ayudan a comprender este concepto. Se le llama también intentio
127
Quodlibet V, q. 13, 11-15 (O.Th. IX, p. 531).
128
Summa Logicae I, c. 14, 40-45 (O.Ph. I, p. 49).
animae, expresión que agrega el matiz referencial, de ese “algo” que produce la
inteligencia para significar realidades exteriores y ajenas a ella. Este aspecto es herencia
de la teoría del fictum y será la puerta para transformar toda su gnoseología en una
filosofía del lenguaje.
También la denomina „pasión del alma‟ (passio animae), expresión que hace
referencia a la pasividad del intelecto con respecto a ella. Es una pasión, algo que le
sucede al alma y, por ende, algo frente a lo cual el alma es pasiva. Hay una aparente
contradicción con la idea de „intención‟, que implica una cierta tendencia activa del
alma, pero no es más que aparente, porque la siguiente teoría logrará coordinar todo de
tal manera que pueda comprenderse el modo de significar de los signos lingüísticos, sin
elementos „cosificadores‟ y sin contradicciones aparentes. Poco a poco, Ockham se
inclina más a identificar la qualitas (c) con el acto que la produce (d), dando lugar a su
posición definitiva.
“Puede haber otra opinión, que la pasión del alma es el mismo acto
de entender. Y puesto que esta opinión me parece la más probable de
entre todas las opiniones que establecen que estas pasiones existen
subjetiva y realmente en el alma como verdaderas cualidades de la
misma, [].”129
Poco a poco se va inclinando más a ella130, justamente por ser la que explica de modo
más simple qué es un concepto. En realidad todo el problema se reduce a lo siguiente: el
concepto debe ser algo que exista en la mente, que signifique muchas realidades
externas, y que suponga por ellas en la proposición mental. La filosofía tradicional de
Tomas de Aquino y Duns Escoto, admitían una distinción entre el acto de entender y el
concepto como el fruto de tal acto (en cierto sentido, el mismo Ockham sostuvo esto en
las anteriores teorías), y a ese concepto le correspondía significar y suponer. Pero – dice
Ockham –, “significar” y “suponer” pueden ser atributos del acto mismo de entender sin
necesidad de ninguna species in medio, es decir, sin nada distinto del acto de entender
que sirva de intermediario, por eso, ¿por qué multiplicar entidades sin necesidad? Si las
funciones que se le atribuían a una species o a un fictum o qualitas mentis distinta del
acto que la produce, pueden atribuirse al acto mismo, entonces no hace falta nada más.
Otros dicen que es el acto de entender. Y a favor de estos se da esta razón:
innecesariamente se explica mediante muchas cosas lo que puede explicarse por pocas.
Todas las cosas que quedan explicadas poniendo algo distinto del acto de entender,
pueden quedar explicadas sin tal distinción, porque suponer por algo y significar algo
puede también atribuírsele al acto de entender como signo de otros. Por lo tanto, no es
oportuno poner algo distinto más allá del acto de entender.131
Esta teoría y la anterior pueden hacerse compatibles, como ya hemos aclarado en la
129
Expositio in Perihermeneias, Proem. § 6, lins. 4-7 (O.Ph. II, p. 351).
130
De Andrés, 1964, p. 132.
131
Summa Logicae I, c. 12, 33-39 (O.Ph. I, p. 43).
nota 121. El principio de economía hará que Ockham vaya reduciendo la cantidad de
elementos que entraban en juego en la relación de conocimiento hasta quedarse
únicamente con a) el singular, b) el intelecto y d) el acto del intelecto que funcionará de
signo del objeto y que deberá suponer por el en las proposiciones mentales. En lugar de
poner un fictum con contenido objetivo, Ockham dirá que el mismo acto de intelección
„significa‟ las cosas. Luego, no es necesario agregar alguna otra realidad intermediaria
entre el intelecto y la cosa, el acto mismo de entender se transformará en concepto-signo
de la realidad extramental.132
Esta última teoría justifica la afirmación de Biard según la cual “parece que el
modelo causal goza de una cierta primacía en la explicación de eso que funda el ser
signo del concepto”133. En efecto, la teoría del fictum se apoyaba mucho en la
semejanza que debe darse entre la cosa y el fictum que la representa. Al abandonar esta
teoría, Ockham deja la idea de semejanza y se vuelca sobre la explicación causal, pues
esta basta para explicar la naturaleza del concepto. Así pues, el concepto es para
Ockham una reacción psico-física fundada en dos causas parciales: el intelecto y la
cosa. A esta reacción se la llama intelección (intellectio) y ella misma será signo de las
cosas.
Aquí se ve la trascendencia del problema. Cuando Ockham dice que el concepto es
signo, no quiere decir que es una realidad en la que conocemos las cosas, como si fuera
algo con cierto contenido intencional objetivo extraído de la esencia de lo real, como
sostenía el realismo moderado. El signo para Ockham es un mero instrumento mental
que señala muchas cosas. Por eso ocupa el lugar de esas cosas en las proposiciones.
Mientras en el realismo la naturalidad del concepto radicaba precisamente en el
contenido objetivo esencial, representación ontológica de lo real, el nominalismo de
Ockham apoya la naturalidad del concepto en la generación psico-física del mismo. La
inteligencia humana es de tal condición que, frente a una cosa produce espontáneamente
un acto psíquico de modo análogo a como el viento en presencia de un árbol produce
que se mueva. Tal acto es el concepto. El concepto es un signo natural justamente en
virtud de esa espontaneidad inconsciente e involuntaria que caracteriza su génesis.
132
Hay en el realismo una posición por completo contradictoria con la que aquí se esboza; en efecto, Juan
Cruz Cruz escribe comentando a Juan de Santo Tomás “El acto de entender no es, por su constitución,
signo formal. Pues el signo formal debe ser de suyo – formalmente – imagen natural y semejanza natural
de lo designado. Pero el acto de entender no es formalmente semejanza natural de la cosa conocida” (Juan
de Santo Tomás, El signo. Cuestiones I/5, XXI, XXII y XXIII del Ars Lógica, Pamplona, Eunsa, 2000,
introducción de J. Cruz Cruz, p. 56).
133
Biard, 1997, p. 30.
134
Cf. p. 49 ss.
135
Cf. p. 47 ss.
del singular no implica un proceso de liberación de la materia en cuanto principio de
individuación, hasta quedarnos con lo universal. La única inmaterialidad que le concede
Ockham a los conceptos es la que tienen por radicar en una facultad inmaterial como lo
es el intelecto, sólo en este sentido se puede hablar de abstracción de la materia.136
La abstracción del singular en Ockham hace alusión, más bien, a la significación del
concepto. Los actos de conocimiento intuitivo son los mismos conceptos que componen
las proposiciones contingentes de inherencia, y que permiten que el sujeto tener certeza
de ellas. Ahora bien, el acto intuitivo versa sobre un individuo determinado por eso es
un concepto singular y no universal, pues significa un solo y único individuo.137
El conocimiento abstractivo que acompaña al intuitivo, por el cual prescindimos de
la existencia del objeto, nos hace prescindir también de otras cualidades y detalles
singulares y contingentes, y así es una especie de conocimiento confuso138 que funciona
como signo no sólo del singular del cual ha sido sacado sino también de todo otro
individuo que se asemeje a aquel primero.139
Por eso decimos que el acto de conocimiento abstractivo simple es universal por
significación, pues, al despojarse de todo lo que se pueda predicar contingentemente de
la cosa singular, puede predicarse del mismo modo tanto de un individuo como de otro
de la misma especie, esto es lo que llamaremos indiferencia semántica.
Esta es la posición de Ockham frente al famoso problema de los universales. La
indiferencia semántica de los actos abstractivos es la que justifica la universalidad de
los conceptos conservando la singularidad de lo real. Y esta es la verdadera manera de
entender el mal llamado „nominalismo‟ de Ockham. Este mote ha dado lugar a muchas
confusiones en la interpretación del pensamiento de Ockham. Muchos lo tildan de
idealismo o subjetivismo por el mero hecho de ser nominalista. Aquí, el error surge de
una suerte de extrapolación histórica: en efecto, en la edad media quienes se oponían a
los nominalistas o terministas eran los realistas. Estas dos posturas intentaban responder
al problema de los universales, los nominalistas sostenían que en la realidad extramental
nada había que fuera universal, los realistas, en cambio, concedían algún estatuto real a
136
De Andrés, T., 1964, p. 115.
137
Cf. Panaccio, 1992, p. 69.
138
Siguiendo a Boehner, pretendemos que “los universales no son conocimientos confusos en sentido
moderno de la palabra”, 1958, p. 160, n. 6.
139
En este punto los interpretes discrepan. Biard sostiene que el abstractivo no significa en virtud de una
semejanza sino de la causalidad, es decir, en virtud del hecho de que el acto abstractivo haya sido causado
por el objeto (Biard, 1997, p. 26 y 30); Panaccio, sostiene que Ockham nunca abandonó la referencia a
una cierta semejanza entre el acto abstractivo y el objeto conocido (Panaccio, 1992, p. 81). Nosotros
trataremos este punto con más detalle más adelante, baste ahora decir que la solución que se va a
proponer intenta compatibilizar el papel de la semejanza con el de la causalidad en el acto cognoscitivo.
140
Expositio in librum Perihermeneias, § 6, lins. 89-95 (O.Ph. II, p. 355).
los universales (de allí su nombre: realistas). En la edad moderna, el realismo es la
postura filosófica que se opone al idealismo. La primera sostiene que el pensamiento
humano alcanza a penetrar en la realidad en sí de las cosas, mientras que la segunda
niega tal cosa. Por todo esto, y en virtud de un equívoco en el término realismo se suele
identificar al nominalismo con el idealismo (esto al menos sucede con el nominalismo
de Ockham), y por ende con el escepticismo. Sin embargo Ockham jamás hubiera
pensado que la mente humana fuera incapaz de comprender la realidad, incluso si se
trata de la realidad en sí de las cosas. Es curioso pero Ockham incluso admite que
conozcamos las cosas en su singularidad, mientras que Tomás de Aquino, no. Por eso la
mejor calificación para referirse al pensamiento de Ockham es la de realismo
conceptualista.141
141
Cf. Bohener, 1946; Kilcullen, R. J., Ockham on Universals, Macquarie University, PHIL360 Late
Medieval Philosophy, 1996 en http://www.humanities.mq.edu.au/Ockham.
V. La teoría del signo
El problema del signo es de trascendental importancia para la teoría del
conocimiento. Primero y principalmente porque la respuesta a este problema es dar una
respuesta, aunque más no sea indirecta, al problema de los universales que constituye
una de las grandes cumbres divisorias de aguas entre el idealismo y el realismo; el
segundo lugar, y no por ello menos importante, por su intima relación con las cuestiones
sobre el lenguaje tan en boga en los ámbitos académicos internacionales de hoy en día.
En efecto, nuestros conceptos son signos, y el lenguaje es „sígnico‟.
La edad media, tan censurada y despreciada durante tanto tiempo por los pensadores
modernos y contemporáneos, ha dado luz a un sinnúmero de reflexiones acerca de los
signos, y, si en su momento la razón por la que fue despreciada la edad media fue por su
profunda religiosidad cristiana, debemos en justicia hoy decir que este mismo carácter
fue la condición de posibilidad de todas aquellas meditaciones. Toda la teología acerca
de los sacramentos, las misteriosas miniaturas de los copistas, las intrigantes gárgolas
del gótico, los iconos rusos, y la más que mística cosmovisión del mundo como signo
inequívoco de su Creador, dan prueba suficiente de esta aseveración. Y creo que
podemos concordar con Eco que el hombre medieval vivía en un mundo de signos. Por
esto, si hay una época a la que habría que preguntársele acerca de los signos es a la
Edad Media.
Esta parte del presente trabajo versará sobre los principios de la semiología de
Ockham, los elementos que entran en juego en la significación, las diversas clases de
signos. Luego nos adentraremos en las implicancias gnoseológicas que conlleva esta
visión acerca de los signos, y culminaremos estudiando la perspectiva ockhamista sobre
una clase de signos muy particular: los conceptos.
1. La definición de signo
En la Summa Logicae, el Venerabilis Inceptor da dos definiciones de signo.
142
Op. cit., I, c. 1, lins. 54-61 (O.Ph. I, p. 8).
en general un signo. Vemos, pues, que en ambas definiciones lo que hay de semejante
es el hecho de “hacer venir algo al conocimiento”. En esto Ockham es un fiel heredero
de la tradición agustiniana, puesto que la definición que da San Agustín de signo es la
siguiente:
El signo es, pues, una cosa que por su especie que es captada por
los sentidos, hace venir por sí misma al conocimiento de algo
distinto.143
143
De doctrina Cristiana, II, cap. 1 (PL t. 34, col. 35) – citado por Boehner, 1958, p. 202 y por De
Andrés, 1969, p. 78.
144
Biard, 1997, p. 4.
conocido.145
i) Generalidades
Sujeto cognoscente
(A)
(B) (C)
figura 2
145
In Ium Sent., d. 3, q. 9 (O.Th., II, p. 544, lins. 12-19).
relación, no siempre es así. Se trata de que el acto de conocimiento por el cual se conoce
una realidad sea causa del acto de conocimiento por el cual se conoce otra, es decir, que
“el conocimiento de una cosa haga venir al conocimiento de otra”.
Los signos representativos responden a la primera definición de „signo‟ dada en la
Summa Logicae, que transcribimos más ampliamente a continuación:
La causalidad del acto cognoscitivo 1 con respecto al acto 2, es en realidad una re-
presentación, esto quiere decir que en virtud del conocimiento del signo, el
entendimiento vuelve a suscitar un conocimiento anterior que se encontraba de un modo
virtual en el mismo entendimiento. El acto por el cual conocemos el signo no hace que
conozcamos una cosa por primera vez, sino que la vuelve a presentar (re-presenta) a
nuestro entendimiento147. Mas, para volver a presentar un objeto a nuestro
entendimiento es necesario que ya haya sido presentado anteriormente. De allí que
Ockham hable de un “primer conocimiento” (prima cognitio), y un “segundo
conocimiento” (secunda cognitio) del objeto. Este último depende esencialmente del
primero, y se encuentra en nuestra memoria a modo de hábito. Este conocimiento
secundario es denominado conocimiento recordativo.
146
Loc. cit.
147
En la introducción a las cuestiones que tratan del signo en la obra de Juan de Santo Tomás, Juan Cruz
Cruz (Cf. Juan de Santo Tomás, El signo, cuestiones I/5, XXI, XXII y XXIII del Ars Lógica, Pamplona,
Eunsa, 2000) da otra etimología del término representar diciendo que se trata de rem-praesentare, es
decir, presentar la cosa. En este sentido, entonces, no se distinguirían los signos representativos y los
lingüísticos, puesto que ambos presentan la cosa al entendimiento. De todos modos, aquí seguimos a De
Andrés y a Boehner que interpretan el prefijo „re-‟ como «volver a».
148
Boehner, 1958, p. 205.
149
Biard, 1997, p. 21-22.
El primero es que el signo se distingue realmente de aquello que significa. En efecto,
las pisadas no son el caballo, el cartel no es la curva, y, sin embargo, son signos ellos.
Esta peculiaridad la tienen por el mero hecho de ser signos, puesto que todo signo es
realmente distinto de su significado.
150
In Ium Sent., d. 3, q. 9 (O.Th., II, p. 544, lins. 9-10)
151
Ibid. (O.Th., II, p. 545, lins. 1-8).
152
Cf. p. 57.
153
In Ium Sent., d. 3, q. 9 (O.Th. I, p. 546, lins. 6-8).
154
Sugiero, para visualizar este ejemplo, leer las páginas 30-33; 37-39 de El Nombre de la Rosa de
Umberto Eco (Buenos Aires, Lumen / de la Flor, 9 a ed., 1987). Allí, Guillermo de Baskerville logra
deducir la existencia de un caballo valiéndose de los vestigios dejados por este sobre la nieve y los
árboles del camino. Se podría, luego de leerlo, objetar que el personaje descubre un caballo singular, pero
más adelante explica el mismo Guillermo que él sólo había descubierto las huellas de cualquier caballo
(sin duda un individuo, pero indeterminado) y los demás detalles, a saber el nombre del caballo, el
tamaño de las orejas y la nariz, y otros, habían sido agregados por él azarosamente.
ii) Tipos de signos representativos: El vestigio y la imagen
Guillermo de Ockham alude principalmente a dos clases de signos representativos: el
vestigio y la imagen. Ambos se asemejan en todo lo que corresponde a los signos
representativos, aunque difieren – en palabras de Biard – en lo siguiente:
Se dice que algo es un vestigio de otra cosa cuando entre el signo y el objeto
significado existe una relación causal real, de tal manera que conociendo el vestigio, y,
a su vez la relación causal que une al objeto de vestigio y al vestigio mismo, vuelve a
surgir en nosotros el conocimiento del objeto del vestigio. Veamos el siguiente ejemplo
presentado por Eco156:
Siguiendo el relato de Eco podemos decir que las improntas dejadas por el corcel son
vestigios del mismo puesto que son causadas por él, y el caballo es el objeto de vestigio.
Las huellas hicieron reaparecer en su intelecto la noción de caballo, pero no el
conocimiento de un caballo individual sino una noción que es aplicable tanto a un
caballo como a otro, a cualquier caballo posible, pues los caballos suelen causar ese tipo
de improntas. Esto quiere decir que en el caso del vestigio, podríamos – volviendo a la
figura 2 (p. 61) – agregar la relación causal entre B y C, pues el objeto real (C),
conocido por el acto cognoscitivo 2 causa o es realmente causado, por aquella realidad
(B) que es conocida por el conocimiento 1, y por esto mismo se dice que B es signo
(vestigio) de C.
La distinción entre vestigio e imagen depende, en ultimo análisis de la razón formal
por la cual un acto de conocimiento cause al otro. Esta relación causal ha sido
representada en el croquis por la flecha 3. En el vestigio, la razón formal es la relación
causal real entre una realidad singular y otra.
En el caso de la imagen, la razón formal es la semejanza entre dos o más singulares,
o, dicho de otro modo, porque una realidad es parecida en algún aspecto a otra, el
conocimiento de la primera es causa del conocimiento de la segunda. Así, si yo viera
una estatua de Don José de San Martín, esta visión (en cuanto que la visión es una
forma de conocimiento) reavivaría en mi la noción previamente adquirida de ese prócer.
155
Biard, J., 1997, p. 20; Ockham establece las diferencias entre ambos en In Ium Sent., d. 3, q. 9 (O.Th. I,
p. 546, lins. 6-19).
156
Cfr. nota 154.
157
Eco, 1987, pp. 37-38.
Al único tipo de causa que podríamos apelar en el caso de la imagen es a la causa
ejemplar, aunque esto no siempre necesariamente.
Pero la causa ejemplar hace referencia a un modelo o arquetipo usado por el agente
para hacer otras cosas imitándolo. Dejando de lado que Ockham no admite que la
imagen implique obligatoriamente un agente consciente (pues, cualquier cosa puede ser
semejante a otra azarosamente, como por ejemplo, una roca puede parecer un rostro),
siempre se hace mención al elemento semejanza. De este modo se puede decir que una
cosa significa otra como imagen cuando esta y el objeto de la imagen se asemejan en
algún aspecto de tal manera que conociendo el primer singular (B), vuelve a surgir
espontáneamente el conocimiento que alguna vez hemos tenido del otro singular (C).
Vemos que aquí también se cumple el esquema presentado para la relación
representativa.
En conclusión: el vestigio representa en virtud de la causalidad y la imagen en virtud
de la semejanza.
De esta diferencia entre vestigio e imagen, Ockham deduce otra: además de lo
anteriormente dicho, el vestigio produce un acto judicativo sobre una verdad
contingente acerca del objeto de vestigio, cosa que no ocurre con la imagen.
158
De Andrés, 1969, p. 84.
159
In Ium Sent., d. 3, q. 9 (O.Th. I, p. 547, lins. 12-15).
es necesariamente causada por ella, y si lo fuera (como en el caso del sello y el lacre), el
conocimiento de signo causaría el conocimiento de lo significado, no en razón de la
semejanza sino de la causalidad, y por ello mismo, en cuanto que la figura plasmada en
el lacre ha sido dejada por el sello, llamamos a esa figura „vestigio‟ del sello, por más
que la figura dejada sea imagen de la figura en el sello por su semejanza.
[…] De otro modo se toma signo por aquello que hacer venir algo
al conocimiento y ha sido generado para suponer por aquello o para
que se agregue tal cosa en la proposición.160
160
Loc. cit. I , c. 1, lins. 54-61 (O.Ph., I, p. 8).
161
Confróntese el texto del Comentario a las Sentencias citado anteriormente (nota 145).
162
Boehner, 1958, p. 217.
Sujeto cognoscente
(A)
(B)
(sustancia o accidente)
figura 3
La gran diferencia entre este tipo de signos (que desde ahora llamaremos signos
lingüísticos) y los signos representativos es que producen un conocimiento primario.
Decir “conocimiento primario”, significa, ante todo, que hay una relación directa entre
el intelecto y la realidad porque es el primer conocimiento que se tiene de algo y no uno
secundario como ocurría con los signos representativos. De aquí, que esta significación
sea el eje central para comprender la gnoseología ockhamista.
En una excelente página de los Collected Articles on Ockham, Boehner resume
cuáles son las características propias del signo lingüístico. Los signos lingüísticos – dice
– deben cumplir las siguientes condiciones:
En primer lugar, ser signo, esto es, traer al conocimiento una cosa distinta de sí
mismo. Esta es una condición compartida con los signos representativos, salvo, por
supuesto, que mientras estos últimos implican un conocimiento secundario de la cosa
significada, los signos lingüísticos, en cambio, producen un primer conocimiento de
aquello de lo que son signos. Los signos mentales son las mismas intelecciones163
(según una opinión muy probable, como diría Ockham) producto del conocimiento
intuitivo del singular y del intelecto. También pueden, reavivar el conocimiento de algo
que ya había sido conocido, pero de todos modos son signos que directamente nos traen
a nuestro conocimiento el objeto.
Deben ejercer una función significativa en el lenguaje, específicamente en las
“moléculas” del lenguaje – como las llama De Andrés – que son las proposiciones
enunciativas. Los signos lingüísticos se comportan atómicamente con respecto a las
proposiciones en las que se encuentran, su significación propia está supeditada a su
posición en la proposición. Esta característica de los términos mentales, hablados o
escritos es la que se denomina suposición (suppositio). Se dice que los signos mentales
suponen por sus significados en la proposición mental (oral o escrita), y suponer
significa “ocupar el lugar de...”. La razón que da Ockham de esto es evidente: las cosas
extramentales no pueden estar en la mente en toda su materialidad . No hay que leer
esto en clave escéptica, Ockham simplemente quiere dar una explicación del
163
Cf. cap. Naturaleza del concepto mental, pp. 51 ss.
conocimiento de las cosas, sin apelar a la doctrina de la abstracción, porque le parecía
un verdadero atentado contra el principio de economía. Y, puesto que las cosas
materiales no se encuentran presentes en las proposiciones por las cuales conocemos, su
lugar debe ser ocupado por las improntas que ellas dejan en nuestra mente. Esto es la
suposición: los signos lingüísticos son vicarios de las cosas en las proposiciones
mentales. Por eso agrega Ockham que el signo lingüístico
[…] ha sido generado para suponer por aquello o para que se
agregue tal cosa en la proposición.164
No podríamos leer sin tener vista, hablar sin tener oídos 166, toda expresión externa
precisa de la experiencia sensible. Llamaremos lenguaje expresivo al lenguaje de los
signos hablados o escritos167, y lenguaje mental al de los conceptos de la mente.
Ockham rompe con la tradición escolástica, particularmente con la tomista, con
respecto a la relación entre el lenguaje expresivo y el lenguaje mental. En general los
escolásticos sostenían que el lenguaje expresivo era signo del lenguaje mental. Existía,
según ellos, una suerte de “cadena significativa”: el concepto mental significa la
realidad; la palabra hablada, significa el concepto; y, por último, la palabra escrita
significa la oral, de tal modo que todo lenguaje era signo de cosas exteriores en virtud
de la intermediación del concepto mental. El concepto las significaban inmediatamente,
y las expresiones, ya sean orales o escritas, mediatamente por medio de los conceptos
(ver figura 4, lado a).168
164
Cf. nota 160. Sin embargo, hablaremos de esto más adelante, cf. La teoría de la suposición, pp. 81 ss.
165
Summa Logicae I, c. 1, lins. 16-19 (O.Ph. I, p. 7).
166
Se puede objetar que los ciegos leen el alfabeto Braile, pero de todos modos se está supeditando los
signos lingüísticos a una potencia sensorial: el tacto. Lo mismo ocurre con los sordomudos, pueden
reemplazar el lenguaje hablado por el lenguaje gestual, pero de todos modos este último intenta
reemplazar el oído por la vista.
167
Muchas de las observaciones que aquí haremos pueden, a su vez, hacerse no sin ciertas restricciones
tanto sobre los términos orales como sobre los escritos. Hemos preferido aquí agrupar estas dos clases de
términos bajo el nombre de lenguaje expresivo pues la relación que va desde los signos escritos a los
orales es muy distinta a la que existe entre estos y los mentales.
168
Hubo algunas posiciones conciliadoras que de algún modo estuvieron al tanto de la dificultad que esta
posición presentaba. Es el caso de Alberto el grande, para quien el lenguaje expresivo tenia una doble
relación directa, hacia las cosas extramentales, y hacia las especies universales en el alma.
Lado a Lado b
RES Significa
naturalmente
significa
palabra oral
palabra oral
subordinación
significa
figura 4
La relación primera y principal es la del signo mental, y esta primacía obedece, como
dijimos, a que se trata de un signo natural de las cosas170. Los signos del lenguaje
expresivo significan directamente las cosas pero de un modo subsidiario y sometido por
sobre todo a aquella primera significación de los signos del lenguaje mental. La razón
de esto es que el lenguaje expresivo significa en virtud de una convención voluntaria
169
El texto completo dice: «Digo que las voces son signos subordinados a los conceptos o intenciones del
alma, no porque tomando propiamente este vocablo „signos‟ las mismas voces siempre signifiquen los
mismos conceptos del alma primera y propiamente, sino porque las voces se imponen para significar
aquellas cosas mismas que mediante el concepto de la mente son significadas, de tal manera que el
concepto primero y naturalmente significa algo y secundariamente la voz significa aquello mismo, en
tanto que como voz instituida para significar algo significado por el concepto de la mente, si aquel
concepto cambiara su significado por eso mismo, la voz, sin una nueva institución, cambiaría su
significado», Summa Logicae I, c. 1, lins. 26-34 (O.Ph. I, pp. 7-8).
170
Cf. Velázquez, L., El concepto como signo natural – Una polémica acerca de Ockham, Analogía, año
VII, 1993 (2), pp. 125-139.
entre los hombres. Los hombres pensamos con los mismos conceptos pero los
expresamos de modo distinto según nuestra cultura, sociedad y todos los factores,
voluntarios o no171, que influyen de un modo u otro sobre la formación de los distintos
idiomas orales o escritos. Por eso, necesariamente el lenguaje expresivo debe someterse
al lenguaje mental, pues se trata de expresar ideas mentales hacia fuera. Pero no debe
pensarse, como dijimos anteriormente, que los signos del lenguaje expresivo significan
el lenguaje mental, sino que todo signo lingüístico (mental o expresivo) significa
directamente las realidades singulares, y que la primera de estas relaciones de
significación directa es la mental, y de ella dependen las restantes. En otras palabras, los
sonidos y los grafemas significan convencionalmente lo mismo que significa
naturalmente el concepto mental, porque la significación de aquellos está subordinada a
la de este.
171
Decimos “voluntarios o no” porque estrictamente hablando, nadie en concreto inventa un idioma, y,
sin embargo, los idiomas dependen del uso que el hombre le dé en los diferentes lugares y marcos
culturales. Mas, el hecho mismo de la existencia de los distintos idiomas, testifica el origen convencional
del lenguaje expresivo.
172
De Libera, 1996, p. 354.
173
Biard, 1997, p. 33.
174
Cf. pp. 81 ss.
secundariamente la voz significa no la pasión del alma sino las
mismas cosas que significa la pasión; de tal manera que si la pasión
cambiara sus significados, al mismo tiempo la voz por eso mismo, sin
una nueva imposición o institución, cambiaría sus significados.175
175
Expositio in Perihermeneias, Proemium § 2, lins. 8-20 (O.Ph. II, p. 347).
176
Cf. Naturaleza del concepto mental, pp. 51 ss.
cosas existentes fuera del alma, lo cual le permitió diferenciar ambos lenguajes el
mental y el expresivo.
También se da la segunda característica ya que esa impronta hace que nuestra mente
elabore una proposición contingente acerca del objeto (al menos cuando el concepto
está respaldado por un conocimiento intuitivo). Esta proposición surge de modo
espontáneo por la mera presencia del objeto de vestigio, que en este caso es también el
objeto del concepto. Esta espontaneidad es el fundamento de la evidencia de ese juicio,
aunque el mismo sea en materia contingente, de la misma manera que el vestigio causa
una proposición en materia contingente.
Por todo esto, entonces, el concepto como signo es, de alguna manera, un vestigio.
Por otro lado, también es, de alguna manera, imagen. Hemos sostenido que la razón
formal de la imagen como relación significativa, era la semejanza entre la imagen y su
objeto; ahora bien, si el concepto es una imagen esto implicaría que debe haber una
semejanza entre este y la cosa significada. Esto presenta algunas dificultades.
La primera, es que no se ve bien claro cómo es posible que un acto de entender (ya
que esta fue la teoría definitiva de Ockham acerca de la esencia del concepto mental)
pueda ser semejante a una cosa externa. Una semejanza concepto-cosa parecería más
propio de la teoría del fictum, pues este era una entidad forjada por el intelecto y que
representaba a las cosas en tanto que copia de las mismas.
La segunda, es la insistencia de Ockham en afirmar que los términos son signos que
significan las cosas “non pro se, sed pro rebus”, lo cual nos hace inclinarnos más a que
la semejanza no se da entre los conceptos y las cosas sino entre las cosas de la misma
especie.
Hay actualmente una discusión a este respecto. Biard, De Andrés, De Libera,
Ghisalberti y otros sostienen que Ockham pasó de una fundamentación del concepto en
la semejanza con la cosa, a una fundamentación basada en la causalidad. Es decir, que
cuando sostuvo la teoría del fictum centró la explicación del concepto en la semejanza, y
que poco a poco fue abandonando esta posición y volcándose más a una explicación del
tipo causal177. Herrera Restrepo lo expresa muy bien en un artículo sobre la concepción
ockhamista del conocimiento:
177
“Parece que se asiste nada menos que a un oscurecimiento progresivo, tendencial, de la temática de la
semejanza en provecho de aquella de la causalidad. Esta acentuación se explica naturalmente por la
evolución de Guillermo de Ockham sobre la naturaleza del concepto.”, Biard, 1997, p. 26.
178
Herrera Restrepo, D., La concepción lingüística del conocimiento en Ockham, Franciscanum, año 29,
86-87, (1987), p. 230; cf. también Ghisalberti, Alessandro, Guilherme de Ockham, pp. 83-84.
Por otro lado, Boehner y Panaccio sostienen que aun después de la teoría de la
intellectio ipsamet Ockham sostuvo que existía una semejanza entre el concepto y la
cosa. Las citas son bastante claras a este respecto por lo cual no podemos otra cosa que
ceder ante la evidencia de lo que está escrito. Dice Ockham
Así, por lo tanto, puede decirse que el mismo conocimiento puede
ser de infinitas cosas, aunque no será un conocimiento propio de
alguno de aquellos, y tampoco por aquel conocimiento puede
distinguirse uno de otro, y esto en virtud de alguna semejanza especial
de este conocimiento hacia aquellos individuos y no a otros.179
Así las cosas mismas, de las que las mismas pasiones del alma son
semejanzas, son las mismas para todos; [].180
Las pasiones del alma, de la que había establecido en esta misma obra que era muy
probable que fueran las mismas intelecciones181, son semejanzas de las cosas mismas, y
que por eso todo lenguaje expresivo sujeto a variaciones culturales debe subordinarse al
mental puesto que el mental representa las cosas que son las mismas para todos los
hombres.
En este último texto que aquí citaremos se agrega la alusión al universal como
conocimiento abstractivo, y la indiferencia semántica que este abstractivo implica. Sin
embargo deja también en claro que es una semejanza a las cosas significadas. Sin duda
hay otros pasajes posibles de citar en pro de esta posición183 pero creemos que estos son
suficientes para aceptarla: El concepto aunque sea un acto de intelección representa su
objeto en virtud de una semejanza con el mismo.
De todos modos, si se sostuviera la posición anterior tampoco podríamos excluir el
elemento semejanza de la explicación acerca del concepto, puesto que todavía habría
algo que no estaría del todo claro en la fundamentación de la universalidad de los
conceptos en Ockham: ¿Por qué el concepto se predica de “esos” y no de otros
179
Expositio in Perihermeneias , Proemium § 6, lins. 105-109 (O.Ph. II, p. 355).
180
Ibid., § 11, lins. 14-15 (O.Ph. II, p. 372).
181
Ibíd.., § 6 y § 12 (O.Ph. II, pp. 351-358 y 372-376).
182
Quodlibet I, q. 13, lins. 57-60 (O. Th. IX, p. 74).
183
Quodlibet IV, q. 35, lin. 117 (O. Th. IX, p. 474); Quodlibet V, q. 7, lin. 66 (O. Th. IX, p. 506);
Quaestiones in physicorum, qq. 1 y 2 (O.Ph. VI, pp. 398-399).
individuos?, ¿cuál es la razón por la cual un concepto (por ejemplo: “hombre”) se
predica de ciertos individuos (Sócrates, Platón,…) y no de otros (Sócrates y un asno)?
La indiferencia semántica explica porqué se predica de Sócrates, de Platón y de otros de
la misma especie, pero no por qué se predica de los de esa especie y no de otros. En
definitiva ¿qué es lo que delimita las especies? Ockham dice: la semejanza entre los
individuos…
El hecho de que Platón tenga alma intelectiva de la misma manera que Sócrates la
tiene y no la tiene un asno hace que un conocimiento abstractivo que se asemeja a
Platón también se asemeje a Sócrates y a todos los individuos que tengan las mismas
cualidades.
Vemos, entonces, que el elemento semejanza no es abandonado totalmente por
Ockham en la explicación de la significación de los conceptos mentales, pues si no
hubiera alguna semejanza entre el concepto y la cosa significada y entre los individuos
de una misma especie o género, sería imposible sostener el valor de los conceptos
universales. Por ello puede decirse que, también en este otro sentido, el concepto es
representativo de su objeto.
Así pues, queda claro que, a pesar de las múltiples y esenciales diferencias entre los
signos lingüísticos y los representativos, debemos afirmar que los signos lingüísticos
mentales son también representativos de las cosas que significan, es decir, las hacen
presentes al conocimiento por la vía de la causalidad y semejanza. Y estas dos notas son
las que lo distinguen esencialmente de los signos del lenguaje expresivo, puesto que por
la causalidad decimos que el concepto mental es un signo natural de la cosa y por la
semejanza que es universal. O en otras palabras: el signo mental es universal por
naturaleza. El signo expresivo es universal por institución voluntaria.
184
Summa Logicae I, c. 17, lins. 49-52 (O.Ph. I, p. 59).
compartidos también por el lenguaje mental185. No hay, sin embargo, propiedades del
lenguaje mental que no se den en el lenguaje expresivo pues, como ya hemos
establecido más arriba, todo signo del lenguaje expresivo se subordina a los términos
mentales.
Resumámoslo en el siguiente esquema:
Lenguaje expresivo Lenguaje mental
Caso
Número
Sustantivos y adjetivos
Género ––
Declinación ––
Modo
Voz
Número
Verbos Tiempo
Persona
Conjugación ––
Declinación ––
Tabla 1
185
Nos basaremos aquí en el análisis realizado por Ockham en el capítulo 3 de la Suma de Lógica.
el tiempo (presente, pretérito, futuro, etc.), la persona (1ª, 2ª, 3ª del singular o del plural)
son accidentes que se dan en las expresiones pero que tienen su correlato en la mente.
No es lo mismo decir “pienso” que “(ojalá) piense”; “pienso” que “soy pensado”;
“pienso” que “pensamos”; “pienso” que “pensaba”; “pienso” que “pensáis”;
evidentemente cada uno de estos responde a un concepto mental distinto. Ahora bien, la
conjugación del verbo (1ª -ar, 2ª -er o 3ª –ir, en castellano) y la declinación (en el caso
de los participios) no pueden nunca sino ser partes del discurso expresivo sea oral o
escrito por las mismas razones aducidas para los sustantivos y los adjetivos.
En estas distinciones se basan las grandes diferencias entre la ciencia de la lógica y la
gramática, ya que el objeto de la lógica va a ser siempre más simple que el de la
gramática, pues las estructuras mentales que aquella ciencia considera, carecen de
algunos de los accidentes que se encuentran en el lenguaje expresivo (oral o escrito) y
que deben ser respetados en orden a la elegancia y la coherencia del discurso, y que son
considerados por el gramático en su ciencia. Sin embargo, trataremos este punto en
detalle más adelante.
3. La teoría de la significación
186
Summa Logicae I, c. 33, lins. 2-8 (O.Ph. I, p. 95).
187
Ibid.
haga referencia no exista, estrictamente hablando no hay significación y por ende
tampoco hay verdadero signo. Esto último se basa en que si no hay un referente del
signo, mal podría afirmarse que es verdadera una proposición en la que se predica el
termino-signo del demostrativo que remite a la cosa. Así pues, si no estamos frente a
Sócrates ya porque Sócrates no existe ya porque simplemente actualmente no esté frente
a nosotros, la proposición «Este es Sócrates» es necesaria y evidentemente falsa.
Es conveniente hacer una breve reflexión general acerca de la noción de
significación en el planteo del Venerabilis Inceptor. Cuando uno recorre las distintas
acepciones encuentra que hay una noción subyacente a todas, y es en el fondo la que
justifica que lo tilden de nominalista. En efecto, al decir significar da a uno la sensación
de que Ockham quiere decir señalar, indicar al modo en que nuestro dedo índice puede
usarse para mostrar algo que es distinto de sí mismo. Por eso, esta es la más estricta
manera de entenderlo: un término significa si está presente aquello que señala, porque si
no estuviera presente no podría indicarlo. Hay una clara negación de la tesis según la
cual el concepto es el término en el cual conocemos la cosa. Más bien pareciera que el
concepto es un mero acto de conocimiento indicador de algo real que por su semejanza
indica uno y varios individuos.
Ockham admite, en segundo lugar, que un término puede „significar‟ si se encuentra
en proposiciones modales, hipotéticas, de pasado, de futuro, etc… Por eso admite, que
en un sentido menos estricto se puede decir que un término „significa‟. Esta acepción
del término „significar‟ es la más común, y la más utilizada por nuestro autor. De esta
manera todo término significa, incluso aquellos cuyos significados no existan
actualmente.
Hay una tercera manera de entender „significar‟. Cuando decimos „blanco‟ nos
referimos en primer lugar y fundamentalmente al individuo blanco sea Sócrates, un
pedazo de papel, o un muro, y en segundo lugar a esta cualidad que es la blancura que
tiene el sujeto referido por el término. Decimos que el término „blanco‟ no significa
primeramente la blancura de la misma manera que „hombre‟ significa a Sócrates, pues si
así fuese esta proposición sería verdadera: «La blancura es blanca» (como esta lo es
«Sócrates es hombre»), y bien sabemos que no es así, ya que „blancura‟ no es más que
un concepto mental, un concepto abstracto188 y nunca un concepto puede ser blanco.
Esta segunda manera de entender significación es lo que se denomina connotación y
debe ser agregada a los modos de entender el término „significar‟189. Siguiendo con la
idea de significación como indicación, la connotación es una suerte de co-significación
pues posee esta doble indicación.
En este punto Ockham hace una reflexión interesante: dice que este modo de
significar no es un modo de suponer, como sí se daba en las anteriores acepciones. El
término „blanco‟ que connota la blancura no supone por ella en ninguna proposición,
sino que supone por el individuo que posee tal cualidad. De este modo, la connotación
188
Sobre los conceptos abstractos y connotativos léase Loux, Michael, Ockham’s Theory of Terms (part 1
of the Summa Logicae), Indiana, University of Notre Dame Press, 1974 (especialmente la introducción).
189
Ockham distinguía los términos absolutos y los connotativos. Los absolutos son aquellos que
significan una cosa primariamente y nada secundariamente, como el término „hombre‟ que significa a
Sócrates o a Platón o a otros primariamente y nada más. Los connotativos son aquellos que significan
primariamente un individuo, de la misma manera como lo hacen los conceptos absolutos, pero
secundariamente señalan un aspecto de ese individuo. Summa Logicae I, c. 10 (O.Ph. I, p. 36ss).
manifiesta la distinción entre la significación y la suposición de los términos. Sin
embargo, este tema será abordado más ampliamente en el capítulo siguiente.
El último y más amplio sentido del término „significar‟ se utiliza indistintamente
para referirse a cualquier forma de referencia. Aquí se incluyen todas las anteriores, más
la referencia de los términos negativos como „nada‟, „ciego‟, „inmaterial‟, etc.
¿Cuál de estas acepciones se aplica correctamente a los universales? Si el universal
en cuestión es género o especie, entonces sólo significa del primer o del segundo modo,
ya que significa varios individuos por los que ocupa lugar en las proposiciones sean de
presente, pasado o futuro, sean proposiciones categóricas, hipotéticas, modales o de
inherencia. Si pertenece a alguna otra categoría de universal (diferencia especifica,
propiedad, etc.), entonces puede decirse que puede significar de cualquiera de las cuatro
maneras.
i) Nombres de 1ª y 2ª imposición
Empecemos por los nombres de segunda imposición, pues de esta manera la
exposición será más ordenada. Estos nombres son aquellos que han sido impuestos por
el hombre para significar nombres, por eso son llamados “nombres de nombres”192.
Dice Ockham:
190
Seguimos aquí a Swiniarski en A new presentation of Ockham’s theory of supposition with an
evaluation of some contemporary criticism, Franciscan Studies, 30, VIII (1970), pp. 181-217.
191
Cf. Expositio in Perihermeneias, Proemium § 6, lins. 200-206 (O.Ph. II, p. 358). Ockham distingue los
signos del lenguaje mental y los del lenguaje expresivo valiéndose de las expresiones „nombres‟ (nomina)
para el leguaje expresivo y „términos‟ para el mental.
192
Summa Logicae I, c. 11, lins. 8-10 (O.Ph. I, p. 39).
para significar signos instituidos arbitrariamente, y aquello que sigue a
tales signos, mas no sino en cuanto son signos.193
El término „sustantivo‟ puede ser considerado un ejemplo, pues indica una palabra
que significa una cosa, es decir, „sustantivo‟ no significa la cosa sino la palabra que
significa una cosa. Así podremos decir «„hombre‟ es un sustantivo», donde se ve
claramente el asunto. Ahora bien, se excluye de esta clasificación todos aquellos
nombres que puedan significar nombres pero no en cuanto sean signos, como cuando
decimos «„hombre‟ es un viento de la boca», pues aquí „viento de la boca‟ no significa
la otra expresión en cuanto es signo ya que puede haber otros „vientos de la boca‟ que
no signifiquen nada.
Hay nombres que son de segunda imposición más clara y perfectamente. Son
aquellos que se refieren sólo a los nombres y a las características de los nombres del
lenguaje expresivo en cuanto tal, que no se dan en el lenguaje mental194. Es el caso de
„género‟ (gramatical) en los sustantivos, pues el género gramatical no es algo que se dé
en los conceptos mentales, como se dijo anteriormente, luego „género‟ (femenino,
masculino o neutro) es un nombre de segunda imposición estrictamente hablando
porque sólo puede hacer referencia a algo que se da en los términos del lenguaje oral o
escrito, y así sucede también con “conjugación” para los verbos y así de otros.
Todos los demás nombres que no sean de segunda imposición strictu sensu son
nombres de primera imposición. Sin embargo, hablando estrictamente los nombres de
primera imposición son los categoremáticos, aunque en sentido amplio se incluyan los
sincategoremáticos. Así, „hombre‟ es un nombre de primera imposición en sentido
estricto, pues significa por sí mismo a cada hombre; por otro lado, „algún‟ es también un
nombre de primera imposición pero sólo si tomamos „primera imposición‟ en sentido
amplio, pues este término no significa nada por sí solo.
193
Ibíd.
194
Ver tabla en p. 75.
y otras de este modo.195
Por eso, hay algunas expresiones que no significan nombres aunque sean nombres de
segunda intención, como ocurre en el caso de „género‟ (lógico), „especie‟, „definición‟,
etc. Estos nombres no se pueden predicar de nada sino de intenciones mentales, ya que
nunca una palabra es género ni especie ni definición, por otro lado, tampoco, una cosa
puede ser género ni especie, ni nada parecido, pues estos nombres se predican de
intenciones mentales que son universales y, sin embargo, nada real es universal. Por
ejemplo: en la proposición «Animal es género» el nombre „animal‟ no es género en
cuanto nombre instituido ad placitum por el hombre, sino en cuanto que en este caso
supone por un concepto mental. La razón de esto es que un nombre es una expresión
oral o escrita y en cuanto tal es un ente extramental como cualquier otro, un flatus vocis
si es oral, un grafema si es escrito, y, por principio, nada extramental puede ser
universal. Ahora bien, „género‟ es un predicable, esto es, un nombre que significa algo
universal que se predica de muchos196, luego, etc. Tampoco podemos admitir que
„animal‟ este aquí significando a los animales, porque si así fuera, la proposición seria
forzosamente falsa debido a que ningún animal es género. Como ya establecimos, los
géneros y las especies son siempre universales, pero la realidad es singular.
En cuanto a la relación de los nombres de segunda intención con los nombres de
segunda imposición se puede establecer la siguiente regla: si se toman ambos
estrictamente, son categorías excluyentes. En efecto, los nombres de segunda
imposición se aplican para significar expresiones en cuanto producto del lenguaje
hablado o escrito, y los nombres de segunda intención significan estrictamente
intenciones del espíritu. Ahora bien, si ambas categorías se tomaran en sentido lato, no
habría problema en encontrar nombres que pertenezcan a ambas categorías como sucede
con el nombre „término‟ o „predicado‟, que pueden estar refiriéndose equívocamente
tanto a un término mental como uno oral o escrito, o al predicado de una proposición
mental como al de una oral o escrita, y en tanto esto no esté especificado, no se puede
saber a priori.
Nos resta hablar sobre los nombres de primera intención. En principio entra en esta
categoría todo término que no caiga bajo ninguna de las otras categorías, pero es preciso
que lo analicemos más detalladamente. Es propio de la metodología usada por Ockham
entender la expresión „término de primera intención‟ en un sentido lato y en sentido
estricto. Los nombres de primera intención en sentido amplio son aquellos que pueden
significar indiferentemente entidades de cualquier tipo, incluyendo si se trata de un
signo natural o convencional. Esto sucede con los términos „cosa‟, „ente‟, „algo‟, „uno‟.
En sentido estricto, los términos de primera intención no están abiertos a significar
ningún signo ni natural ni convencional, y, sin embargo, significan entidades reales
extra-mentales. Así „hombre‟, „perro‟, „blanco‟, „alto‟, y todos los que sean de este tipo.
Siguiendo a Swiniarski197 podríamos sintetizar lo expuesto del siguiente modo.
195
Summa Logicae I, c. 12, lins. 59-61, (O.Ph. I, p. 43).
196
Ibid., c. 20, lins. 1-3, (O.Ph. I, p. 68).
197
Op. cit. p. 187. Algunos ejemplos han sido modificados para darle continuidad con nuestra exposición.
Ejemplos
Palabra hablada
En sentido
estricto Palabra escrita
Segunda
imposición
Término
En sentido En sentido
lato lato Predicado
Segunda
intención
Nombres Término mental
En sentido
estricto Intención
En sentido
estricto
Cosa
En sentido
lato Entidad
Primera
Primera intención
imposición
Hombre
En sentido
estricto Animal
Todo
En sentido
lato Algún
figura 5
4. La teoría de la suposición
198
Summa Logicae I, c. 1, lins. 54-61 (O.Ph. I, p. 8).
199
De Andrés, 1969, pp. 234-235.
La lógica de Ockham es una lógica de los términos circunscritos en el contexto de la
proposición y por eso la significación de un término no es suficiente, pues, en el
momento en que un término se enmarca en una proposición, el alcance de su referencia
se ve limitado.
En un principio algunos autores hablaban de suposición natural de los términos de
una proposición. En virtud de que la significación del término hacía referencia al
conjunto de los individuos presentes, pasados y futuros de los cuales se puede predicar
tal término, se decía, pues, que la suposición natural era la referencia misma del
término, es decir, su extensión. Ahora bien, cuando este término se une a otro en una
proposición, este otro, limita la referencia del primero, y, entonces, hablaban de
suposición accidental.
Sin embargo, la noción de suposición tiene su origen mucho tiempo antes de estas
distinciones lógicas, e incluso fuera de la lógica. En el pensamiento aristotélico
encontramos la idea de hypokeimenon, es decir, aquello que es el sujeto último del
cambio. Este término se traducirá al latín por suppositum (sujeto). Más adelante,
siguiendo con la misma idea, se establecerá la distinción entre el suppositum y la
natura, esto es, por un lado, el ser individual poseedor de una naturaleza que lo hace ser
lo que es, y, por otro, la naturaleza misma o forma sustancial que determina dicho
individuo singular.
Esto permitió a los primeros cristianos establecer la distinción entre „naturaleza‟ y
„persona‟, por eso, la teoría de la suppositio aparece como una manera de comprender
mejor los enunciados teológicos referidos a la Santísima Trinidad y a la Encarnación del
Verbo. Cuando hablamos del Padre no nos referimos al Hijo, y cuando mencionamos a
cualquiera de las Personas no hablamos de Dios “en general” (si se puede decir así). En
la proposición «Dios es el creador», el sujeto «Dios» ¿cómo “está tomado”?, ¿a quién
“hace referencia”? Bien podría ser, sólo a Dios entendiéndose al «Ser» Dios, esto es, a
su naturaleza, o bien, al Padre, o a alguna de las otras Personas Divinas. En el primer
caso, decimos, «Dios» supone naturalmente, en el segundo personalmente. De este
modo surge la primera clasificación de los tipos de suposición. El término “Dios” puede
suponer de varias maneras, según cual sea su sujeto de referencia, si es la Naturaleza
Divina, supone naturalmente, si es alguna de las Personas, supone personalmente.
Si bien estas distinciones se conservaron en el ámbito teológico, la teoría de la
suppositio pasó a la gramática y a la lógica gracias a los representantes de la logica
modernorum que dieron a la suposición un empuje especial aplicándola al análisis
semántico del lenguaje. Por eso en Ockham la suposición se convierte en un
instrumento lógico imprescindible para la determinación del valor veritativo de la
proposición. Establecer la suposición de los términos que componen una proposición es
de especial relevancia a la hora de determinar la verdad o la falsedad de la misma.200
b) Significación y suposición
Ahora bien, ¿qué clase de propiedad es la suposición? Nuestro discurso está hecho de
palabras orales o escritas; según lo que hemos visto201, la significación de estas palabras
se subordina a la significación de nuestros conceptos mentales, ya que las palabras son
200
Cf. Miralbell, 1998, p. 64.
201
Cf. Lenguaje mental y lenguaje expresivo, p. 68 ss.
signos convencionales y los conceptos mentales, naturales. Más allá de la significación
de las palabras y los conceptos tomados aisladamente, la suposición se refiere a la
capacidad que tienen los términos mentales o expresivos de “ocupar el lugar de” las
cosas en nuestro discurso. Es que, en efecto, cuando hablamos de cosas, no hablamos
con cosas sino con signos que las reemplazan. Lo mismo ocurre cuando pensamos en
las cosas. Por eso, los términos que componen las proposiciones son algo así como
“vicarios” de las cosas, en cuanto las representan y “hacen las veces de” ellas en el
lenguaje. De la misma manera que un virrey “está por” el rey en el virreinato, y allí
cumple la función de rey, pues lo reemplaza en su ausencia, así también los términos
mentales reemplazan a las cosas en el discurso racional.
Esto último marca la gran diferencia entre la significación y la suposición de los
términos. La primera diferencia es que la suposición es una característica que les
conviene a los términos en la proposición, y nunca fuera de ella; en cambio la
significación es una cualidad del término tomado en sí mismo. De esta diferencia se
deriva otra, y es que, si bien todo término tiene significación tomado separadamente, ese
mismo término puede no tenerla cuando se encuentra en el seno de una proposición, y,
sin embargo, estar ocupando el lugar de algo, y por ello suponiendo.
La suposición de los términos, pues, dependerá fundamentalmente de la significación
de ambos términos en la proposición. Esto quiere decir que será preciso determinar la
significación del sujeto y del predicado, ya que sólo se puede conocer la suposición de
ambos términos en tanto y en cuanto se relacionan en su significación.
Por último, cabe agregar que la verdad de dicha proposición dependerá de esta
relación. Así, no podemos decir «Animal se predica de hombre» sin una aclaración,
pues no hay ningún animal que se predique de hombre, por la simple razón de que los
animales son cosas y los hombres también, y las cosas no pueden ser predicadas. Luego,
el término „hombre‟ esta tomado como término mental u oral o escrito, y por ende –
siempre y cuando queramos conservar la verdad de la proposición – el término „animal‟
también. Una vez que descubrimos que ambos poseen la misma suposición podemos
entender que la proposición es verdadera. Este es el tipo de análisis que acompaña toda
la reflexión de Ockham sobre la suposición de los términos en la Suma de Lógica y que
configura el método que el aplica al análisis filosófico de toda la realidad.202
c) Tipos de suposición
Guillermo de Ockham distingue tres tipos de suposición. La suposición material, la
simple y la personal. De todas estas sólo una se identifica con la significación de los
términos: la suposición personal.
Santo Tomás de Aquino y otros subdividían la suposición real en formal y personal.
Tienen suposición formal, según el Aquinate, los términos que significan una esencia
real como cuando decimos «el hombre es animal», en este caso el término „hombre‟
supone formalmente puesto que esta ocupando el lugar de la naturaleza universal
202
Es interesante el análisis que hace Ockham del movimiento y del tiempo en su Summula Philosophiae
Naturalis (ed. S. BROWN, Nueva York, Editionis Instituti Franciscani Universitatis S. Bonaventurae, en
Opera Philosophica, Tomo VI, 1984; hay traducción castellana: Pequeña Suma de Filosofía Natural,
Pamplona, EUNSA, 2002, Colección de pensamiento medieval y renacentista, Nº 29; intr., trad. y notas:
Olga L. Larre).
„hombre‟, ya que en el mismo contenido objetivo del concepto „hombre‟ esta implicado
el contenido objetivo de la „animalidad‟, significado por el término „animal‟. Ahora
bien, el predicado „animal‟ pertenece a la esencia significada por el término „hombre‟,
es decir, a su comprensión, y, por otro lado, la extensión del término „hombre‟ esta
incluida en la extensión del término „animal‟; por eso decimos que la proposición es
verdadera.
Esta concepción es impensable en el sistema ockhamista. Para Ockham es preciso
eliminar las esencias universales, por eso reduce el concepto a un mero signo en el
sentido de „índice‟ o „señal‟ de algo otro, y excluye todo lo que sea contenido de
concepto. Los conceptos mentales y los términos del lenguaje expresivo son universales
únicamente en cuanto signos de una multitud. Luego, la distinción entre suposición
formal y suposición personal es innecesaria. Cuando se trate de tomar un término
significativamente se hablará simplemente de suposición personal.
Los otros tipos de suposición no significativa se comprenden volviendo hacia atrás,
recordando la distinción entre lenguaje mental y lenguaje expresivo. El pensamiento es
la configuración estructurada y ordenada de un sistema lingüístico de signos naturales:
los conceptos. Este sistema, es un sistema de signos que pueden significar o cosas u
otros signos (entonces tendremos conceptos de 1ª y 2ª intención, respectivamente). Lo
característico de este sistema es que es engendrado en el alma de manera natural. El
lenguaje expresivo es, también, una configuración sistemática de signos, con la
diferencia de que estos signos son impuestos voluntariamente por el hombre para
significar o cosas u otros signos (entonces tendremos los nombres de 1ª o 2ª imposición,
respectivamente).203
203
Cf. p. 81.
o a lo escrito.”204
204
Summa Logicae I, c. 65, lins. 7-10 (O.Ph. I, pp. 197-198).
205
Expositio super Librum Elenchorum I, c. 2, § 9, lins. 37-42 (O.Ph. III, p. 25).
observación metodológica que nos ayudará a comprender la epistemología del fraile.
e) La suposición personal
Acerca de la suposición personal, dice Ockham:
Ockham cita aquí varios ejemplos pero, para ir de lo más simple a lo más complejo
nos manejaremos con el siguiente gráfico.
Sócrates (Lenguaje mental)
hombre
es
animal
El hombre es animal
(Lenguaje expresivo)
figura 6
206
Summa Logicae I, c. 64, lins. 4-7 (O.Ph. I, p. 195).
este mismo el que determina la suposición del sujeto.
Por fin, con una serie de flechas representamos la suposición de los términos:
Con la flecha 1: La suposición del término mental „hombre‟.
Con la flecha 2: La suposición del término mental „animal‟.
Con la flecha 3: La suposición del término expresivo (oral o escrito) „hombre‟.
Con la flecha 4: La suposición del término expresivo (oral o escrito) „animal‟.
Con las líneas punteadas 5 y 6 se simboliza la subordinación del lenguaje expresivo
al lenguaje mental.
La suposición personal, dice Ockham, es aquella en la que los términos se toman
significativamente. En el ejemplo de la figura 6 vemos que “hombre” como elemento
del lenguaje mental es un signo del hombre real singular representado por el dibujo. La
flecha 1 señala que este término mental está puesto por el individuo real en el lenguaje
mental. Lo mismo ocurre con el término “animal”, pues siendo el hombre un animal, el
concepto mental “animal” supone por todos aquellos individuos de los que se pueda
predicar.
Por eso, un término supone personalmente cuando ocupa el lugar de la cosa o del
pronombre demostrativo con el que se indica aquella cosa. Es interesante recalcar, la
importancia del pronombre demostrativo en Ockham, pues es una expresión lingüística
que debe ir siempre acompañada de un gesto físico que señale una realidad externa al
hombre mismo.
Sin embargo, en la definición Ockham no descarta que aquello que es significado por
el término sea en sí mismo una expresión o una intención del alma, y por ende, la
suposición personal no se limita sólo a la suposición de los términos que significan
cosas extramentales, muchas veces un término puede significar una intención de la
mente o una expresión, en cuanto que estas mismas son también cosas. Así si yo dijera
«Los conceptos están en la mente», el sujeto “concepto” está tomado
significativamente, pues no señala menos a esos accidentes de la mente, que lo que
señala el concepto “hombre” a Sócrates, Platón, Juan o a cualquier otro hombre. Se
podría decir que un término supone personalmente, cuando ocupa el lugar de las
entidades que significa pero en cuanto son entidades reales, sean signos o no.
f) La suposición simple
Otras veces los términos del lenguaje están puestos por ellos mismos en las
proposiciones, de modo que no se toman significativamente sino en cuanto signos. En
este caso puede darse que se pongan ya por los signos del lenguaje mental, ya por los
signos del lenguaje expresivo oral o escrito. Si los términos se ponen por los conceptos
mentales, decimos que hay suposición simple.
Hombre es especie
(Lenguaje expresivo)
figura 7
g) La suposición material
La suposición material es aquella por la cual decimos que un término supone por la
expresión que pertenece al lenguaje oral o escrito.
207
Ibid. I, c. 64, lins. 26-31 (O.Ph. I, p. 196).
significativamente sino que supone por la palabra oral o por la
escrita.208
hombre
es
bisílaba
Hombre es bisílaba
(Lenguaje expresivo)
figura 8
En este caso la línea que vuelve sobre sí misma es la número 4, que indicaba la
suposición del término escrito. Suposición material significa que se toma el término del
lenguaje expresivo en sí mismo, no significativamente. Si dijéramos «Hombre es
bisílaba», en nuestra mente los conceptos supondrían no ya por sí mismos, como era el
caso de la suposición simple, ni por otra cosa, como en la personal, sino que señalarían
a la expresión oral o escrita. “Hombre” no se refiere en esta proposición – y esto está
claro desde que el predicado es “bisílaba”209 – ni a los hombres reales, pues ellos no son
bisílabos, ni a los conceptos mentales por la misma razón: los conceptos son entes
espirituales simples no compuestos a su vez de signos como ocurre con las palabras del
lenguaje expresivo. En estas últimas, cada palabra es un compuesto de letras, sílabas y
otros signos físicos (sonidos o grafemas) que forman un todo que es la palabra. En la
suposición material los términos suponen por los signos del lenguaje expresivo. Si el
término que supone es una intención de la mente, entonces hay transición en la
suposición, es decir, supone por algo distinto de sí mismo, que no es su significado (esto
esta claramente señalado en el gráfico mediante las flechas 1 y 2). Ahora bien, si el
término que supone es el mismo término oral o escrito, entonces de acuerdo a cómo se
constituya la proposición uno de ambos supondrá por sí mismo – en este caso “hombre”
208
Ibíd.
209
Utilizo „bisílaba‟ como ejemplo porque es un predicado que puede darse tanto en el lenguaje oral
como en el escrito. En efecto, cada sílaba puede ser un sonido único (eso es la definición misma de
„sílaba‟), o un grafema compuesto por una o más letras que representen un sonido único. En el primer
caso „bisílaba‟ supone por los sonidos, en el segundo por el grafema, aún cuando el grafema signifique un
sonido.
(flecha 4) –, y el otro – en este caso “bisílaba” (flecha 3) – por el primero.
Así tendremos, suposición material del término „hombre‟ tanto en el lenguaje
expresivo como en el mental, y suposición personal del término „bisílaba‟ tanto en un
lenguaje como en otro puesto que está tomado significativamente.
h) Consideraciones conclusivas
A modo de síntesis de todo lo dicho se establecen dos conclusiones y una
observación de índole metodológica.
i) 1ª conclusión
Sobre la base de la teoría del signo y siendo perfectamente coherente con ella, toda
proposición significa algo uno. La primacía del individuo, propia del pensamiento del
fraile, es clara en este punto. Por eso, los términos que componen un enunciado, sea
mental o expresivo, siempre deben confluir en un mismo individuo para que sean
válidas. Nótese que en los gráficos todas las flechas numeradas confluyen siempre en un
mismo punto y ese punto es siempre algo singular sea signo o no pero nunca tomado
significativamente. En la suposición personal es una cosa distinta del signo que la
supone, en las otras el signo supone por sí mismo, no como signo, sino como cosa. Si se
trata de un término mental, tendremos suposición simple; si se trata de un término
expresivo, suposición material. Esto es de trascendental importancia, pues, para
determinar la verdad:
Una proposición es verdadera cuando la suposición de cada uno de los términos que
la componen confluyen en un único individuo.
ii) 2ª conclusión
Si se vuelve a prestar atención a las ilustraciones de la suposición simple y material
se notará que nunca los términos que componen la enunciación pueden suponer cada
uno por sí mismo. En efecto, si se diera esto los términos no supondrían por lo mismo, y
según Ockham, como dijimos en la primera conclusión, una proposición es verdadera si
y sólo si los términos suponen por lo mismo. Por eso, si “hombre” supusiera por sí
mismo (ya como intención, ya como expresión) y “especie” también supusiera por sí
misma como realidad mental, no como signo, entonces la proposición sería simplemente
ininteligible o al menos falsa; en efecto, el concepto “hombre” no es el concepto
“especie”.
En los enunciados cuyos extremos suponen ambos personalmente es claro que ambas
suposiciones confluyen en la cosa. En los enunciados en los que uno de los términos
supone simplemente, el otro supone personalmente por el primero, y es justamente en
razón de la suposición personal de este término, que caemos en la cuenta de que el otro
no está tomado significativamente. Si decimos «Hombre es especie», el predicado
supone personalmente, pues, supone por la intención “hombre” tomada como mero
concepto mental, no como signo. La razón es evidente: la especie es una segunda
intención, esto es, un signo de signos; por lo tanto, en este enunciado, “especie” está
tomado significativamente. Luego, supone personalmente.
Algo semejante ocurre en las proposiciones del lenguaje expresivo. Uno de los
extremos supone materialmente y el otro personalmente, pues, necesariamente debe
estar tomado significativamente para que ambos converjan en lo mismo. En el ejemplo
dado, el nombre “bisílaba”, está tomado significativamente, pues supone por uno de sus
múltiples ejemplos significables: “hom-bre” en este caso. De todo lo dicho obtenemos
la siguiente conclusión:
5. Niveles de lenguaje
Una vez que hemos distinguido los tipos de suposición que los términos pueden
tener, podemos, siguiendo a Boehner212, establecer diferentes niveles de lenguaje.
Hay tres niveles de lenguaje:
Aquel en el cual el sujeto y el predicado suponen por cosas que no son signos. Este
es el caso en el que ambos extremos son términos de 1ª intención. Llamaremos a esta
suposición: Suposición personal primaria.
El segundo nivel es aquel en el cual el sujeto o el predicado supone material o
simplemente, y el otro extremo supone personalmente por el primero. El sujeto o el
predicado son términos de 1ª intención no tomados significativamente; el otro extremo
es de 2ª intención o de 2ª imposición y significa al anterior. Por ejemplo si decimos
«Animal racional es la definición de hombre», animal racional no está tomado
significativamente, pues no es posible que ningún animal sea una definición, ni siquiera
los racionales. Entonces el sujeto supone simplemente y el predicado supone
personalmente por el término que está en el sujeto. Llamaremos a este nivel de lenguaje,
nivel de suposición mixta.
El tercer nivel es aquel en el cual tanto el sujeto como el predicado tienen suposición
210
Aquí nos remitimos nuevamente a la clasificación elaborada por Swiniarski que se encuentra en la
página 81 del presente trabajo.
211
Si debemos ser minuciosos hay que atender a la distinción que hace Ockham entre términos de 2ª
imposición en sentido estricto y en sentido lato. Pues, si el término en cuestión es un término de 2ª
imposición en sentido lato, sería imposible saber a priori si el otro término supone simplemente o
materialmente porque los términos de 2ª imposición en sentido lato son aquellos que también pueden ser
segundas intenciones (Cf. La significación de los nombres, p. 78).
212
Boehner, 1946, pp. 273ss.
personal pero son 2as intenciones o términos de 2ª imposición. Recordemos que un
término de 2ª intención es un signo que significa otro signo. Así, si decimos «La especie
es un predicable» o «Aquella proposición es verdadera» („especie‟ y „predicable‟ son
signos de signos; lo mismo ocurre con los términos „proposición‟ y „verdadera‟) y otras
proposiciones semejantes, en las que tanto el sujeto como el predicado son 2as
intenciones, entonces tendremos lo que llamaremos suposición personal secundaria. La
suposición de estos términos puede ser por signos del lenguaje mental o por signos del
lenguaje expresivo.
VI. Epistemología
1. Clasificación de las ciencias
De acuerdo con lo que llevamos hasta aquí dicho tenemos las siguientes conclusiones
que nos servirán de premisas para elaborar la clasificación de las ciencias según el
pensamiento de Ockham:
La ciencia versa sobre las proposiciones y nunca directamente sobre las cosas. (cap.
La ciencia versa sobre las proposiciones, p. 40).
El tipo de suposición de los términos de una proposición determina el nivel de
lenguaje en el que se encuentra una proposición determinada. (cap. Niveles de lenguaje,
p. 91).
Ockham en sus escritos distingue dos grandes ramas del saber natural: la ciencia real
y la ciencia racional. Esta misma división se encuentra en otros autores medievales, el
mismo Tomás de Aquino distingue así el conocimiento científico natural 213. Sin
embargo, mientras el aquinate pone la diferencia en el objeto de cada ciencia, Ockham
lo asienta sobre la base del nivel de lenguaje que ocupan las proposiciones que
constituyen las conclusiones de cada ciencia.
En el capítulo precedente habíamos establecido que había tres niveles de lenguaje:
1. Nivel de suposición personal primaria.
2. Nivel de suposición mixta.
3. Nivel de suposición secundaria.
Ahora recordemos la clasificación de los nombres realizada por Swiniarski y que
aquí hemos trascripto en la página 81. Básicamente hay sólo 3 tipos de términos
categoremáticos, y estos tres tipos de términos se dan en diferentes ámbitos del
lenguaje:
Los términos de 2ª imposición que son términos del lenguaje expresivo y que
significan únicamente términos que también pertenecen al lenguaje expresivo. Nos
referimos a lo que Ockham llamaría términos de 2ª imposición en sentido estricto.
Los términos de 1ª imposición se subdividían a su vez en los nombres de 1ª y 2ª
intención. Los que son de 2ª intención en sentido lato, pertenecen a los de 2ª imposición
en sentido estricto o a los de 2ª intención según el contexto como ya hemos dicho214,
pero nunca pueden pertenecer a los dos a la vez. Por eso, en segundo lugar tenemos:
Los términos de 2ª intención en sentido estricto.
Y finalmente, los términos que son de 1ª intención tanto tomados en sentido estricto
como en sentido lato.
213
In I Eth. L. I, §§1-2 (Santo Tomás de Aquino, Comentario a la Ética a Nicómaco, Buenos Aires,
CIAFIC, 1983, trad. Ana María Mallea, p. 3), aunque aquí el aquinate utiliza las expresiones filosofía
natural y filosofía racional, nosotros consideramos que el sentido es idéntico al binomio ciencia real –
ciencia racional de Ockham.
214
Cf. p. 79.
Desde ahora, y con la intención de facilitar el manejo del lenguaje hablaremos de
términos de clase (a), términos de clase (b) y de clase (c).
La clasificación de las ciencias que desarrollaremos a continuación no se encuentra
expuesta de ninguna manera en la obra del Venerabilis Inceptor, pero creemos que es
fiel a su pensamiento. El hecho de que nos excedamos de los límites tiene dos
finalidades principales: una, ahondar el pensamiento del autor, siguiendo la lógica
misma de sus premisas; dos, hacer un intento de situar entre otras ciencias a la
metafísica, pues, como es sabido, Ockham había convenido hacer el comentario a la
Metafísica de Aristóteles, obra que nunca llegó a ver la luz. La ubicación de la
metafísica en el panorama epistemológico de Ockham invitará a vislumbrar al menos el
tipo de análisis de las proposiciones metafísicas que él mismo hubiera realizado en esa
obra.
2. Conclusión
Así podemos configurar el cuadro de la clasificación de las ciencias según Guillermo
de Ockham.
Metafísica
Ciencias reales
Filosofía natural
Ciencias
Lógica
Ciencias del lenguaje
Gramática
figura 9
Las ciencias reales son aquellas que se encuentran en el 1er nivel de lenguaje, es decir
que tienen términos de clase (c) que suponen siempre personalmente por cosas. Las
ciencias del lenguaje (así las llamamos aquí para distinguirlas de las anteriores) son las
que ocupan el 2do y 3er nivel de lenguaje, tienen términos que no suponen por cosas
singulares sino por signos. Si son términos de clase (b), tendremos la ciencia de la
lógica; si, en cambio, son de clase (a), tendremos la gramática.
Desde la concepción de „signo‟ del Venerabilis Inceptor hemos comprendido el
estatuto ontológico de los conceptos mentales, y su función significativa no sólo
aisladamente sino en el contexto de la proposición (función supositiva de los términos).
Tanto la clase de términos de qué se trate como su función supositiva en la proposición
determinará la ubicación epistémica de cada proposición enunciada, siempre y cuando
la misma este debidamente fundada en un silogismo demostrativo.
a) Ciencias reales
i) Filosofía Natural
Toda ciencia es un conglomerado de estructuras mentales: proposiciones,
razonamientos y términos. Pero estrictamente se dice ciencia de las proposiciones
mentales que sean las conclusiones de los silogismos.
El conjunto de conclusiones cuyos términos son de clase (c), y que pertenecen al
primer nivel de lenguaje, determinan lo que Ockham llama ciencias reales.
Dentro de estas ciencias habrá que distinguir a la física o filosofía de la naturaleza y
la metafísica. La diferencia estará dada por el tipo de categoremas que se utilicen en las
conclusiones.
ii) Metafísica
También pueden ser tomadas en sentido amplio. Así, dice Ockham:
La enumeración de los trascendentales del ser nos muestra con claridad que estos
términos que significan indiferentemente signos y no-signos son aquellos que
pertenecen a las proposiciones metafísicas. Podemos concluir que, según Ockham, la
metafísica es la ciencia del ente. „Ente‟ es un término que significa cualquier cosa real,
sea signo, o no.
215
Summa Logicae I, c. 11, lins. 65-71 (O.Ph. I, p. 40).
216
Ibid., lins. 76-78 (O.Ph. I, p. 41).
b) Ciencias del lenguaje
i) Lógica
Dice Ockham…
Aquí Ockham establece la distinción entre ciencia real y ciencia racional o lógica, y
dice que tanto la ciencia real como la lógica tratan acerca de intenciones, cosa que fue
aclarada en su momento, sin embargo, la gran diferencia entre ambas ciencias está en
que los términos de las proposiciones de la ciencia real suponen por cosas, y los de la
lógica suponen por intenciones. Por eso, la lógica o ciencia racional se encuentra tanto
en el 2do como en el 3er nivel de análisis (nivel de suposición mixta y nivel de
suposición personal secundaria), y los términos que componen las proposiciones de esta
ciencia son de clase (b). Esto implica lo siguiente: el lógico estudia aquellas
proposiciones en las que…
a) Un término es una 1ª intención que supone simplemente y el otro es una 2ª
intención que supone personalmente por el primero (p. ej. «animal es
género»): Suposición mixta.
b) Ambos términos son 2as intenciones que suponen personalmente por otros
entes mentales (p. ej. «la especie es un universal»: Suposición personal
secundaria.
ii) Gramática
Todavía podemos encontrar otra ciencia en la clasificación que estamos realizando.
Esta ciencia esta compuesta por proposiciones cuyos términos pertenecen a la clase (a),
y también se mueve en los dos últimos niveles del lenguaje: nivel de suposición mixta y
de suposición personal secundaria, con la diferencia de que sus términos son de 2ª
imposición. Estas proposiciones evidentemente pertenecerán a una ciencia que Ockham
no especifica expresamente pero que puede derivarse de lo que venimos diciendo.
No puede ser ni a ninguna de las ciencias reales, pues para ello es necesario que las
proposiciones de estas ciencias tengan suposición personal primaria. No pueden
pertenecer a la lógica, pues ninguno de los términos que componen las proposiciones de
la presente ciencia son de clase (b)218. Es preciso que haya una ciencia que trabaje
semejantemente a la lógica, esto es, en el 2º y en el 3º nivel, y que sin embargo, al
menos uno de sus términos suponga materialmente. Por ejemplo si dijéramos «hombre
217
Expositio in libros Physicorum, Prol., § 4 (O.Ph., p. 12, lins. 46-50).
218
Podría objetarse la confusión que se genera con los términos de 2ª imposición en sentido lato y los de
2ª intención en sentido lato. Hemos insistido que un término de esta naturaleza es o uno de 2ª imposición
en sentido estricto o uno de 2ª intención en sentido estricto, el contexto determinará si pertenece a una o a
otra ciencia.
empieza con h» o «Los nombres propios llevan la inicial en mayúscula». La ciencia de
la que estamos hablando no puede ser otra que la gramática.
A esta ciencia le corresponden las proposiciones en las que…
a) Uno de sus términos es un término de 1ª imposición que supone
materialmente, el otro es un termino de 2ª imposición que supone
personalmente por el otro (p. ej. «Hombre es bisílaba»): Suposición mixta.
b) Ambos términos son de 2ª imposición y suponen personalmente (p. ej. «Las
palabras esdrújulas llevan siempre tilde ortográfica en la antepenúltima
sílaba»): Suposición personal secundaria.
VII. Índice de materias
Acto aprehensivo, 44, 45 74
Acto judicativo, 44, 45, 49, 65 Problema de los universales: idealismo,
57, 58, 59; nominalismo, 16, 40, 51,
Ciencia: ciencias del lenguaje, 94; 56, 57, 58; realismo, 16, 39, 40, 42,
ciencias reales, 94, 95, 96; objeto de 46, 53, 56, 58, 59; realismo
la ciencia, 40; sujeto primario, 42; conceptualista, 46, 58
unidad de la ciencia, 42
Signo, 9, 28, 46, 47, 52, 54, 55, 56, 57,
Concepto: concepto, 9, 10, 19, 47, 51, 59, 60, 61, 62, 63, 64, 66, 67, 68, 69,
52, 53, 54, 55, 56, 57, 65, 67, 68, 69, 70, 71, 72, 74, 75, 76, 77, 78, 79, 80,
70, 71, 72, 73, 74, 75, 76, 77, 80, 81, 81, 84, 85, 87, 88, 90, 92, 94, 95;
84, 86, 87, 88, 90, 91; fictum, 25, 52, signos lingüísticos, 25, 55, 59, 60, 66,
53, 54, 55, 56, 72; intellectio ipsamet, 67, 68, 69, 74, 84; imposición, 71,
14, 25, 55, 56, 71, 72, 73; intentio 78, 79, 80, 84, 85, 88, 91, 92, 93, 96,
animae, 55, 68; passio animae, 52, 97; intención, 41, 50, 54, 70, 78, 79,
55, 68, 70, 71; qualitas mentis, 53, 80, 84, 85, 86, 87, 88, 89, 90, 91, 92,
54, 55, 68; término mental, 51, 68, 93, 94, 95, 96; lenguaje expresivo,
71, 80, 83, 87, 88, 90; universal, 13, 68, 69, 70, 71, 73, 74, 75, 76, 78, 79,
14, 16, 20, 38, 40, 41, 43, 47, 52, 53, 84, 85, 86, 87, 88, 89, 90, 92, 93;
54, 56, 57, 73, 74, 78, 80, 83, 88, 96 lenguaje mental, 19, 25, 68, 69, 70,
Connotación, 32, 77 71, 74, 75, 78, 79, 84, 87, 88, 92;
significación y subordinación, 69, 70;
Conocimiento abstractivo, 13, 19, 20,
suposición; suposición material, 83,
46, 47, 48, 49, 50, 51, 57, 73, 74;
85, 88, 89, 90, 91, 97; suposición
Causas de este conocimiento, 48
personal, 83, 84, 85, 86, 87, 88, 90,
Conocimiento confuso, 57, 63 92, 93, 95, 96; suposición simple, 84,
Conocimiento intelectual, 43, 44, 49 85, 87, 88, 89, 90; suposición
accidental, 82; suposición formal, 83;
Conocimiento intuitivo, 13, 43, 44, 46, suposición natural, 82; suposición
47, 48, 49, 50, 51, 57, 62, 65, 67, 72; real, 83; signos representativos, 25,
Conocimiento intuitivo intelectual, 59, 61, 62, 63, 64, 66, 67, 71;
43, 46; Conocimiento intuitivo conocimiento recordativo, 50, 62, 63,
sensible, 43 65; imagen, 13, 56, 63, 64, 65, 66,
Conocimiento sensible, 43, 44, 49 71, 72; vestigio, 13, 48, 63, 64, 65,
66, 71, 72
Indiferencia semántica, 41, 57, 63, 73,
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