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MI PRIMER DÍA DE CLASES

Sonó el despertador “ring – ring -ring”, ya era hora de levantarme.


Mamá abrió la puerta de mi cuarto y con un dulce beso me despertó y dijo: “Alberto, ya es hora de que te levantes, hoy es tu primer día de clases”. Entre
sueños la escuché y medio dormido me levanté.

Me sentía algo nervioso, entraba a segundo grado y tendría nuevos amigos y amigas, pero me preocupaba cómo íbamos a ser amigos si nunca los había visto.
Todo eso pensaba mientras me lavaba los dientes, después de haber tomadodesayuno.

Papá y mamá me llevaron a la escuela y me dejaron en la puerta de mi salón. Muy tímido observé el salón y a los niños que, al igual que yo, llegaban con sus
padres.
La maestra se acercó a mí, me saludó cariñosamente, me preguntó mi nombre y me designó una carpeta.
Había llegado el momento de hacer nuevos amigos, pero el problema fue que no sabía cómo hacerlo.

De pronto la maestra iniciaba la clase, pero un ruido que venía desde el pasadizo la detuvo, y se fue a averiguar qué era lo que pasaba.

Era un niño que estaba en la puerta del salón y, por la expresión de su rostro, parecía que no se animaba a entrar. Observé cómo mi maestra le hablaba
cálidamente, pero el niño mostraba cara de timidez.

Así que decidí acercarme, y con una gran sonrisa le dije: “Hola, mi nombre es Alberto. ¿Qué te parece si te sientas a mi lado?” Sin dudarlo, me respondió:
“Claro, mi nombre es José”
Juntos entramos al salón y nos sentamos en la misma carpeta.
Me sentía feliz porque tenía un nuevo amigo. Desde ese momento, comprendí que la mejor manera de iniciar una amistad es brindando confianza y, claro,
también una gran sonrisa. Ahora tengo muchos amigos, pero José y yo siempre seremos los mejores amigos.

Mariposita va a la escuela.Cuentos para niños. Literatura infantil y juvenil.

Había una vez una mariposita que vivía con su mamá y su papá en una casa bonita. Un día, la mamá la peinó con hebillas de colores, le
puso perfume y le dijo que sería su primer día de clases. Mariposita se puso contenta y revoloteaba algo nerviosa de un lado a otro. Ella
todavía no había ido nunca a la escuela, porque aún era chiquita, así que se fue esa tarde llena de ilusiones. Al principio estaba toda
entusiasmada. Le gustaron los lunares de la señorita vaquita de San Antonio, las clases de música del profesor grillo y dar vueltas carnero
con el profesor saltamontes. También se encontró con su amigo bichito de luz y con todos sus hermanitos. Todo estuvo muy bien hasta que
un día, Mariposita se despertó más remolona que de costumbre y le dijo a su mamá: -Me parece que no voy a ir más a la escuela. Mejor
me quedo en casa jugando con las muñecas. La mamá no lo podía creer: -Pero si hasta ayer te encantaba... ¿Cómo puede ser que ya no
quieras ir? -Bueno, sí, me gusta... ¡pero me cansé! -dijo Mariposita empezando a hacer pucherito mientras que con un palito dibujaba en la
tierra. En eso llegó papá, se sentó a su lado y le preguntó: -Decime linda, ¿Qué te gustaría hacer cuando seas grande? Entonces, Mariposita
se olvidó del pucherito y le empezó a contar: -Me gustaría pintar cuadros como la madrina de bichito, cocinar medialunas como mamá... -
¡Y tener un tutú rosa con lentejuelas fucsias con un bonete con tul, para poder bailar "la danza del hada Confite"! -Y todas esas cosas tan
interesantes, ¿Dónde las vas a aprender?- preguntó el papá. La mariposita sonrió y le brillaron los ojitos. -¡Ah!... Ya entendí. Me
parece... ¡Qué voy a ir a la escuela, todos los días! Y se preparó para salir. Entonces la mamá le puso en la bolsita unas galletitas bañadas
en chocolate y un vasito de agua con tapa. A la semana siguiente, fue su cumpleaños. En la escuela la sorprendieron con una gran fiesta
con globos y guirnaldas.
La mamá le preparó la torta y le puso el tutú y el bonete que ella soñaba. El profesor grillo le tocó en su violín la música de Tschaikowsky, y
Mariposita pudo bailar: � "La danza del hada Confite". Cuando terminó, todos aplaudieron, la abrazaron y le dieron un montón de besos.
Compartieron la torta que le había hecho su mamá, con mate cocido con leche que les sirvió la maestra vaquita de San Antonio. Y fue que
desde ese día, Mariposita no quiso faltar ni un solo día a la escuela.

Cuento: María Mercedes Córdoba Dibujos: Ana Faggiani Los cuentos: “Mariposita va a la escuela” y “La Ranita Flop y su fantástico
paraguas”, fueron seleccionados en el encuentro celebrado en España, en abril del 2007 por la Asociación Mundial de Educadores Infantiles
para ser publicados en el libro: “Cuentos cortos para fomentar valores”

Hoy es uno de septiembre y empiezan las clases en el colegio. Dos profesores están
en el aula de la Sección Bilingüe donde van a estudiar los nuevos alumnos del cuarto
grado. Estos profesores hablan sobre sus alumnos y preparan las clases. Los dos
profesores están en el aula ya dos horas trabajando cuando … de repente se apagan las
luces del aula, las paredes empiezan a temblar y comienzan a oírse ruidos
extraños cada vez más alto. Los dos profesores tienen mucho miedo porque saben
que el guardia de seguridad de la escuela hoy no trabaja, porque está enfermo.
Los ruidos se oyen cada vez más y más cerca. De repente la puerta empieza a abrirse
lentamente … Los profesores ven una mano de color verde … La puerta se abre
completamente y ven …
¡¡a una extraterrestre!

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