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Al amolar retrocede la zona biselada y por tanto el filo: así se eliminan las
magulladuras. Afilar consiste en pulimentar los nuevos biseles. Al afinar asentamos
el bisel y perfeccionamos el filo.
A nivel personal, me decanto por las de aceite. Antes, pues de iniciar la talla, ya es
preciso aprender a afilar. Para hacerlo cogeremos la gubia con las dos manos la
mano derecha en el mango (si somos diestros) y la mano izquierda por la parte del
metal.
La gubia tiene que estar sobre la piedra con TODO el bisel apoyado en la piedra (en
el caso de las gubias planas y formones) y frotaremos el bisel en un movimiento de
vaivén lateral (formando un dibujo en forma de 8), sobre una piedra de afilar plana
de sobremesa (moviéndonos por toda ella, para no “apozar” ésta), lubricada con
unas gotas de aceite.
Para ello sujetaremos la gubia como ya hemos dicho con una piedra, también
lubricada, de cantos redondeados y de grano más fino que la anterior. A medida
que vamos tallando, y especialmente en los acabados, es preciso volver a afinar
con frecuencia para asegurar la limpieza de corte.
A diferencia de los formones, no deben tener virola superior, pues al golpear con la
palma de la mano, el metal nos dañará, y la maza de madera, no los deteriora
tanto. Si compramos gubias y mangos por separado, deberemos unirlos.
“Enmangar” es sencillo, con una broca fina se abre un primer orificio en el dentro
del mango, casi tan profundo como la espiga de la gubia que se ha de empotrar.
Con una broca más gruesa se perforará nuevamente hasta la mitad del primer
orificio. De esta manera crearemos un vacío de dos anchos en el interior del
mango, que servirá de mortaja a la espiga de la gubia.
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