Está en la página 1de 3

HEFESTO por Virginia Romero

He estado casada, por voluntad de Zeus, padre de todos


los dioses y los hombres, con un cónyuge cojo, lisiado y feo.
Pero, sobre todo, he estado casada con un ser vengativo. Lo
único bueno que puedo decir de él, es que realmente me
amaba, y yo traicioné nuestro amor, entregándole mi corazón
a Ares, dios de la Guerra. Valiente, temerario, fornido... lo
que toda matrona desearía tener.
Y es que Hefesto, mi marido, no tuvo infancia. Su
madre se la robó, en cierto modo. Hera, su madre, lo echó del
Olimpo cuando no era más que un recién nacido, solo por el
hecho de ser feo y poco atrayente.
Hefesto cayó al mar, donde Tetis y Eurínome lo
recogieron, lo criaron y le enseñaron el arte de forjar el hierro.
Personalmente, yo creo que Hefesto no era tan grotesco
de pequeño, sino que el arsénico empleado en el forjado del
bronce le hizo enfermar, adquiriendo cojera irreversible y
cáncer de piel.

1
Volviendo a la historia, cuando Hefesto ya trabajaba
en su fragua, en venganza por lo que le hizo su madre, Hera,
le fabricó un trono en el cual quedaría atrapada en cuanto se
sentara. Y así fue. Cuando la diosa quedó atrapada se vio
obligada a pedirle clemencia a su hijo, quien accedió a
liberarla solo si yo, diosa de la Belleza, me casaba con él.
Yo acepté, al fin y al cabo, soy la diosa del amor y la
dulzura. Pero, también simbolizo la pasión desencadenada
que destruye uniones legítimas, los vicios, los engaños y el
placer.
Y tal es así que acabé engañando a mi propio marido
con Ares.
Por lo que me contó Zeus, Apolo le dijo a Hefesto que
yo le engañaba y me fabricó una cama en la que quedaría
atrapada junto a Ares, mientras consumábamos nuestro
amor. Él llamó a todos los dioses para que se burlaran de
nosotros, no obstante, fue de Hefesto de quien se burlaron.
“Malvado”, “vengativo”, le decían.
Él, avergonzado, volvió de vuelta a la fragua a
trabajar, y desde entonces no le he vuelto a ver.

2
Ahora, cada vez que se habla de Hefesto, le nombran
como el dios feo que es, además de malvado, cornudo y todos
los malos adjetivos, querido Eneas, que podrías imaginar.
Yo seguí con mi romance, y unos años más tarde me
casé con tu padre, Anquises. Y te tuve a ti, amado hijo.

También podría gustarte