El objetivo de la educación debe ser la facilitación del cambio y el aprendizaje.
Solamente en un contexto interpersonal en el cual el aprendizaje sea facilitado surgirán “verdaderos estudiantes”, personas que realmente aprenden, científicos e intelectuales creativos y operativos, una clase de individuos que sean capaces de vivir en un delicado equilibrio siempre cambiante entre aquello que es conocido y los fluidos, movedizos y mutables problemas de los hechos del futuro.
Un facilitador de aprendizaje es aquel que se constituye a sí mismo como recurso
en su relación con el que aprende. El facilitador sólo puede funcionar en una relación interpersonal con el que aprende y por lo tanto es esta relación la que resulta de primordial importancia en cualquier cuadro educativo.
La atmósfera de clase debe tener como centro al estudiante, y el facilitador debe
tratar de extraer del estudiante aquellos problemas o soluciones que son reales para éste.
Milhollan, F. y Forisha, B. (1977). De Skinner a Rogers dos maneras contrastantes