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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE

MEXICO
Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia

Curso postécnico de administración de los


Servicios de Enfermería
Sede: Hospital General la Perla

INTELIGENCIA EMOCIONAL

Presenta: Graciela Ortiz Mendivil

Asesor: Ma. De Lourdes Pozos

Septie
mbre 2007
INTELIGENCIA EMOCIONAL

La inteligencia emocional, según Goleman "es la capacidad para reconocer


sentimientos en si mismo y en otros, siendo hábil para gerenciarlos al trabajar
con otros.

“Cualquiera puede ponerse furioso… eso es fácil. Pero estar furioso con la
persona correcta en la inmensidad correcta, en el momento correcto, por el
motivo correcto, y de la forma correcta…. Eso no es fácil.” Aristóteles.

Consideró que es esta una de las situaciones más difíciles de llevar a cabo en
la vida por que somos seres humanos muy viscerales que nos dejamos llevar
casi siempre por el impulso y las emociones; ya que estas tienen un poder
mental impresionante en nuestra forma de actuar.
Goleman comenta que existen dos mentes la emocional y la racional
entrelazando su funcionamiento para guiarnos en el mundo y que las
interacciones de los primeros años son básicas para determinar el
comportamiento en la adolescencia y edad adulta.

La autoconciencia es tener un profundo entendimiento de nuestras


emociones, fortalezas, debilidades, necesidades e impulsos. Las personas con
una fuerte autoconciencia no son demasiado críticas ni tampoco tienen
esperanzas irreales. Más bien, son honestos consigo mismas y con los demás.

¿Cómo puede uno reconocer la autoconciencia? En primer lugar, ésta se


presenta como la habilidad para evaluarse a sí mismo en forma realista. Las
personas con alta autoconciencia son capaces de hablar en forma abierta y
precisa, aunque no necesariamente de forma efusiva, acerca de sus emociones
y del impacto que éstas tienen en su vida.

Hace ya más de veinticinco siglos, Tales de Mileto afirmaba que la cosa más
difícil del mundo es conocerse así mismo.

Conocerse bien a uno mismo representa un primer e importante paso para


lograr ser forjador de la propia vida, y quizá por eso se ha planteado como un
gran reto para el hombre a lo largo de los siglos.
Observarse a sí mismo es como asomar la cabeza un poco por encima de lo
que nos está ocurriendo, y así tener una mejor conciencia de cómo somos y
qué nos pasa.
Advertir cómo estamos emocionalmente es el primer paso hacia el gobierno de

nuestros propios sentimientos. Comprender bien lo que nos pasa tiene un


poderoso efecto sobre los sentimientos perturbadores que puedan invadirnos,
y nos brinda la oportunidad de poner esfuerzo por sobreponernos y así no
quedar abandonados a su merced.
La conciencia emocional es muy intensa en unas personas, mientras que en
otras es mucho más moderada. Hay personas, por ejemplo, que ante una
situación de peligro reaccionan con asombrosa serenidad. Otras, en cambio,
pueden quedarse muy afectadas durante varios días simplemente porque se
les ha extraviado un bolígrafo o porque su equipo favorito ha perdido un
partido en la liga de fútbol.
El propio conocimiento es un proceso abierto, que no termina nunca, pues la
vida es como una sinfonía siempre incompleta, que se está haciendo
continuamente, que siempre es superable y exige por tanto una atención
constante.

Una vez que tomamos conciencia de cuáles son los verdaderos sentimientos
que pugnan por salir a la superficie de nuestra conciencia, podemos evaluarlos
con mayor acierto, decidir dejar a un lado unos y alentar otros, y así actuar
sobre nuestra visión de las cosas y nuestro estado de ánimo. En esto se
manifiesta, entre otras cosas, que somos seres inteligentes.
«Nuestro corazón –ha escrito Susana Tamaro– es como la tierra, que tiene una
parte en luz y otra en sombras. Descender para conocerlo bien es muy difícil,
muy doloroso, pues siempre es arduo aceptar que una parte de nosotros está
en la sombra. Además, contra ese doloroso descubrimiento se oponen en
nuestro interior muchas defensas: el orgullo, la presunción de ser amos
inapelables de nuestra vida, la convicción de que basta con la razón para
arreglarlo todo. El orgullo es quizá el obstáculo más grande: por eso es preciso
valentía y humildad para examinarse con hondura.»

Autorregulación Los impulsos biológicos de la autorregulación manejan


nuestras emociones. No los podemos dejar de lado, pero sí podemos hacer
mucho para manejarlos. La autorregulación, que es como una conversación
interna continuada, es el componente de la inteligencia emocional que nos
libera de ser prisioneros de nuestros sentimientos.
¿Por qué es tan importante la autorregulación? En primer lugar, las personas
que están en control de sus sentimientos e impulsos, son razonables y capaces
de crear un ambiente de confianza y equidad. En este tipo de ambientes de
hospitales y en el gremio de Enfermería, los roces y las peleas internas se
reducen drásticamente y la productividad aumenta.
Las personas con talento se unen en la organización y no están tentadas a
dejarla. La autorregulación tiene un efecto multiplicador hacia abajo. Nadie
quiere ser reconocido como alguien exaltado y de mal genio cuando todos a
nuestro alrededor son conocidos por su serenidad.
Empatia: Las habilidades para sentir y palpar las necesidades de otros y de la
propia organización, unida a la apertura para servir y cubrir las inquietudes de
quienes le rodean. Es una de las habilidades que debemos desarrollar al querer
modificar nuestra inteligencia emocional.
Hay personas que sufren de una especial falta de intuición ante los
sentimientos de los demás.

Como ha señalado Daniel Goleman, las personas no expresamos verbalmente


la mayoría de nuestros sentimientos, sino que emitimos continuos mensajes
emocionales no verbales, mediante gestos, expresiones de la cara o de las
manos, el tono de voz, la postura corporal, o incluso los silencios, tantas veces
tan elocuentes. Cada persona es un continuo emisor de mensajes afectivos del
más diverso género (de aprecio, desagrado, cordialidad, hostilidad, etc.) y, al
tiempo, cada persona es también un continuo receptor de los mensajes que
irradian los demás.

Esas personas de las que hablábamos, tan inoportunas, son así porque apenas
han desarrollado su capacidad de captar esos mensajes de los demás: se han
quedado –por decirlo así – un poco sordas ante esas emisiones no verbales que
todos irradiamos de modo continuo.

Es un fenómeno que notamos también en nosotros mismos cuando quizá


advertimos que nos ha faltado intuición al tratar con determinada persona; o
que no nos hemos percatado de que estaba queriendo darnos a entender algo;
o caemos después en la cuenta de que, sin querer, la hemos ofendido, o hemos
sido poco considerados ante sus sentimientos.

Es entonces cuando advertimos nuestra falta de empatía, nuestra sordera ante


las notas y acordes emocionales que todas las personas emiten, unas veces de
modo más directo, y otras más sutilmente, más entre líneas.
—Pero caer en la cuenta de que hemos cometido esos errores es ya un avance.

Sin duda, pues nos proporciona una posibilidad de mejorar. A medida que
aumente nuestro nivel de madurez ante esos mensajes no verbales que emiten
los demás, seremos personas más sociables, de mayor facilidad para la
amistad, emocionalmente más estables, etc.

Se trata de una capacidad que resulta decisiva para la vida de cualquier


persona, pues afecta a un espectro muy amplio de necesidades vitales del
hombre: es fundamental para la buena marcha de un matrimonio, para la
educación de los hijos, para hacer equipo en cualquier tarea profesional, para
ejercer la autoridad, para tener amigos..., en fin, para casi todo.

La falta de capacidad para reconocer los sentimientos de los demás conduce a


la ineptitud y la torpeza en las relaciones humanas. Por eso, tantas veces,
hasta las personas intelectualmente más brillantes pueden llegar a fracasar
estrepitosamente en su relación con los demás, y resultar arrogantes,
insensibles, o incluso parecer odiosas y prepotentes.
Habilidades Sociales
Los tres primeros componentes de la inteligencia emocional son habilidades de
automanejo. Las dos últimas - empatía y habilidades sociales - tiene que ver
con la capacidad de las personas para manejar las relaciones con los demás.
Como componente de la inteligencia emocional, las habilidades sociales no son
tan sencillas como parecen. No es sólo una cuestión de ser amistoso, a pesar
de que las personas con altos niveles de habilidades sociales rara vez no lo
sean. Por el contrario, la habilidad social es amistad con un propósito: conducir
a las personas hacia la dirección que se desee, ya sea un acuerdo para una
nueva estrategia de marketing o entusiasmo frente a un nuevo producto. Las
personas con habilidades sociales tienden a tener un amplio círculo de
conocidos y tienen un don para encontrar cosas en común con personas de
todo tipo.

En otras palabras, un don para despertar simpatía. Esto no quiere decir que
socialicen continuamente. Significa que trabajan conforme a la suposición de
que nada importante se puede hacer solo. Estas personas tienen una red de
conocidos lista para ser activada cuando es necesario.
Las habilidades sociales son la culminación de las otras dimensiones de la
inteligencia emocional. Las personas tienden a ser muy afectivas al manejar
relaciones en las cuales puedan entender y controlar sus propias emociones y
puedan tener empatía con los sentimientos de los otros. Incluso la motivación
contribuye a las habilidades sociales.
Recordemos que las personas que están orientadas al logro tienden a ser
optimistas, a pesar de los fracasos y retrocesos. Cuando las personas están
muy bien, su "brillo" se ve reflejado en las conversaciones y encuentros
sociales. Son populares, y con razón.
Hay toda una serie de habilidades sociales que nos permiten relacionarnos con
los demás, motivarles, inspirarles simpatía, transmitirles una idea,
manifestarles cariño, tranquilizarles, etc. A su vez, la carencia de esas
habilidades puede llevarnos con facilidad a inspirarles antipatía, desalentarles,
despertar en ellos una actitud defensiva, ponerles en contra de lo que hacemos
o decimos, inquietarles, enfadarles.

Por eso, la dificultad de trato de muchas personas no está en que les falte
amabilidad o cordialidad, sino en que no saben compartimentar. Al permitir
que sus frustraciones contaminen otras situaciones distintas de la causante
originaria, hacen pagar por ellas a quienes no tienen nada que ver con el
origen de sus males. Ese tipo de personas sufre con facilidad muchas
decepciones, porque se ven arrastradas por sus estados de desánimo,
crispación o euforia.
Son un poco simples, se lee en ellos como en un libro abierto, y son por eso
muy vulnerables: el que sepa captar sus cambios de humor jugará con ellos
como con una marioneta, con sólo saber tocar los puntos oportunos en el
momento oportuno.
—Es cierto que muchas veces experimentamos sentimientos que no nos
parecen adecuados..., pero estar todo el día pendientes de corregirlos, produce
una tensión interior.
Debe ser un empeño cordial y amable, como un sano ejercicio, practicado con
deportividad, que no nos agota ni nos angustia sino que nos hace estar en
buena forma, nos enriquece y nos permite disfrutar de verdad de la vida. ¿Y
cuándo puede uno sentirse ya satisfecho de cómo es su estilo sentimental?

Son listas nuestras emociones? Probablemente sí, pero podrían serlo aún más.
Dotar a nuestras emociones de inteligencia no sólo es “posible” sino “muy
recomendable”. Así lo vienen demostrando los expertos. Ser inteligente
emocionalmente “ayuda a sentirse bien con uno mismo y con las personas con
las que nos encontramos”. Aunque sólo por eso merecería la pena, detrás de la
inteligencia emocional hay muchos otros beneficios
Es importante hacer énfasis en que la construcción de la inteligencia emocional
propia no puede ocurrir sin un sincero deseo y un esfuerzo concertado. Un
seminario breve no ayudará; tampoco puede uno pretender que la solución sea
comprar un manual de cómo hacerlo.
Resulta mucho más difícil a aprender tener empatía - interiorizar la empatía
como una respuesta natural hacia las personas. Pero puede lograrse. Ralph
Waldo Emerson escribió: "Nunca una cosa grande se consiguió sin
entusiasmo". Si nuestra meta es convertirse en un verdadero líder, estas
palabras le servirán como guía en sus esfuerzos para desarrollar alta
inteligencia emocional.

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