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LA CIVILIZACIÓN MINOICA
«En medio del obscuro ponto, rodeada del mar, hay una tierra hermosa y fértil,
Creta... Entre sus ciudades se halla Cnosos en la cual reinó Minos, que
conversaba con el gran Zeus...»
En todo cuanto escribieron los antiguos griegos, se perciben tenues imágenes de
una era anterior, de grandes héroes y monstruos míticos que tomaban parte en la
vida de los hombres. Aunque los griegos no tenían una idea clara de sus
predecesores, es evidente que una compleja y brillante cultura se desarrolló en
dos centros de la región egea durante el segundo milenio anterior a Homero,
quien cantó la guerra de Troya. Uno de esos centros fue la zona continental de
Grecia, y el otro la isla de Creta. Fue en aquella remota época cuando nació la
primera civilización europea. La fuente primaria y original fue la angosta y
montañosa isla de Creta, de 260 km. de longitud, que cierra la boca del mar
Egeo. Allí, entre los años 2000 y 1400 a.C., un pueblo marino y creador edificó
grandes palacios, forjó exquisitas obras de arte y construyó flotas que navegaron
por el Mediterráneo oriental desde el Asia Menor hasta Sicilia. Cuando su cultura
empezó a florecer, el brillo de Sumer se había extinguido; el próspero Egipto no
había iniciado todavía la era de su expansión imperial y el resto de Europa
apenas salía de la Edad de Piedra. Durante un tiempo, los cretenses dominaron
el mundo egeo e impartieron sus tradiciones y conocimientos a la región
continental de la propia Grecia, junto con sus leyendas de Teseo, el Minotauro y
el laberinto. Los estudiosos modernos llaman minoica a esta primera cultura
cretense, en homenaje al más grande de los reyes de la isla, el legendario Minos.
Nada se sabe a ciencia cierta de su persona y su reinado. Es posible que Minos
fuera un simple título real como el de faraón y que, por tanto, hubiera existido
más de uno. Los escritores de la Grecia clásica dan una imagen múltiple. Unos
describen a Minos como un soberano duro y cruel y otros como un sabio y justo
legislador que, después de su muerte, se convirtió en juez del más allá, en el
Hades. En lo que sí concuerdan los escritores en lo concerniente a la amplitud y
el poderío del imperio insular de Minos. Herodoto (484-425 a.C.) escribe: «Minos...
dominaba el mar». Diodoro de Sicilia (90-20 a.C.), declara categóricamente:
«Minos fue el primer griego que creó una poderosa fuerza naval y se hizo del mar».
El origen de Europa
Enigmas y descubrimientos
Cnosos, una colina al sur de Heraklión, era algo así como un reto arqueológico.
Ya en 1878 había escarbado allí un comerciante cretense, despues llegó el
alemán Heinrich Schliemann, el descubridor de Troya, que apenas necesitó
hincar la pala para establecer, con unos cuantos fragmentos, el parentesco de
Micenas con Tirinto. Tres años después de la muerte de Schliemann, en 1893,
llegó a Creta Arthur Evans (1851-1941), hijo de un magnate industrial inglés. No
quería desenterrar ningún palacio, como Schliemann. Compró el terreno que éste
había desdeñado, para descifrar una escritura desconocida cretense que había
visto por primera vez en el museo Ashmolean de Oxford. Pero, apenas había
ahondado un palmo, cuando vio que se encontraba frente a algo excepcional. En
aquel laberinto mitológico de Cnosos cavaron entonces los ciento y pico de peones
de Arthur Evans, que apenas podía creer cómo estaban apiñados, de un modo
realmente laberíntico, los patios, aposentos, escaleras y bodegas, con cántaras de
metro y medio de altura (pithi). Un gigantesco palacio real con más de 20.000
km2. Sir Arthur Evans, ennoblecido en Inglaterra como premio, llamó minoica a
la antigua civilización cretense por el rey Minos. El palacio de Cnosos es una
perfección desde las instalaciones sanitarias hasta los bellísimos frescos de las
paredes de los aposentos: plantas y flores, monos y aves azules, delfines saltando
en el «cuarto de la reina», grifos con plumas de pavo real y personas vestidas con
gran distinción. Es curioso cómo recuerdan esos frescos el estilo «modernista»,
demoda precisamente en los años del descubrimiento. «Une petite parisienne!»,
exclamaron los excavadores impresionados (y así se llama hasta ahora aquella
belleza multimilenaria, de hecho la pintura en que aparece la sacerdotisa minoica
con una túnica larga, con el pelo sujeto por un tipo especial de nudo sagrado).
Evans había hallado en Cnosos más de mil tablas de arcilla con la enigmática
escritura que buscaba, pero fue otro el que las descifró. La principal dificultad
para interpretar la civilización cretense resulta del enigma del lenguaje minoico
que es todavía un misterio. El esplendor de esa cultura sólo llega hasta nosotros
por obra de la reconstrucción arqueológica. Se levanta en muda magnificencia sin
explicación ni interpretación, «un libro de figuras sin texto», como dijera un
estudioso. Sin embargo, de la síntesis de las investigaciones arqueológicas
emergen ciertas formas de la vida minoica. Y la mayoría de las imágenes que así
se perciben son atrayentes, porque revelan una comunidad sana, espiritual y
cultivada, e iluminan la isla de Creta como primer paso en la expansión lenta de
la civilización, desde su cuna en el Cercano Oriente hacia Europa y el resto del
mundo occidental. Aproximadamente hacia el 1400 a.C. tocó a su fin la
civilización minoica. Una misteriosa catástrofe cayó de nuevo sobre Creta. El
esplendoroso palacio de Cnosos quedó reducido a escombros y en su mayor parte
carbonizado y calcinado por el fuego. Tres siglos antes los cretenses habían
resurgido gloriosamente de las cenizas; esta vez no habría ya renacimiento. De
tan gigantesco holocausto no se tienen más pruebas que arqueológicas. Las
tablillas minoicas descifradas no dicen nada al respecto, ni lo registran tampoco
los posteriores anales griegos. Sostienen algunos eruditos que la isla fue invadida
y subyugada por los micénicos, otro pueblo egeo creador de una vigorosa cultura
autóctona en la Grecia continental. Según otra hipótesis, la destrucción de los
palacios fue obra de los mismos cretenses, que se alzaron contra el yugo
micénico. Pero los restos hallados sugieren también la posibilidad de que el
agente destructor haya sido un terremoto o un maremoto. Hay indicios, no
obstante, de que Cnosos sufrió el influjo micénico en las postrimerías de su
existencia. No se sabe si esa influencia fue sólo cultural o también política. Pero
en las artes empezaron a manifestarse pronunciados cambios de estilo, con
alejamiento del naturalismo y simultáneamente acercamiento a formas y
convencionalismos de la civilización continental. El cambio más significativo tuvo
lugar en la escritura minoica. En los 600 años del apogeo cretense aparecieron
tres sistemas distintos de escritura. El primero de ellos, coetáneo con el de los
primeros palacios (2500 a 1700 a.C.), era jeroglífico y constaba de 135 símbolos.
Esta modalidad de escritura desapareció con la destrucción de los palacios y fue
suplantada por una forma más avanzada, conocida entre los estudiosos como
escriura lineal A. Era en realidad un silabario cuyos 75 caracteres representaban
combinaciones silábicas de consonantes y vocales. Nunca se ha logrado descifrar
ni una sola de las tablillas de arcilla escritas en estos dos primeros sistemas
minoicos. En las últimas décadas de la época minoica surgió en Cnosos una
nueva forma de escritura. Lo curioso es que se empleó exclusivamente en dicha
ciudad y jamás en ninguna otra parte de la isla. Se le dio el nombre de escritura
lineal B, y si bien conserva ciertas afinidades con la lineal A, ha resultado una
lengua totalmente distinta de ésta. En 1939 se descubrió otro lote de tablillas de
escritura B —posteriores en 200 años a las de Cnosos escritas en el mismo
sistema— en Pilos, lugar micénico de la tierra firme griega mencionado en La
Ilíada como patria de Néstor, el rey sabio. Ello parece indicar o que los cretenses
colonizaron la tierra firme, o que los micénicos ocuparon Creta. En la propia
Micenas se descubrieron más tablillas después de la Segunda Guerra Mundial.
Hace 48 años, en 1952, el arquitecto y estudioso inglés Michael Ventris logró
descifrar la escritura lineal B y demostró que se trata de una forma antiquísima
del griego, antecesora de la lengua helénica clásica y, por lo que se sabe, la
lengua más antigua de Europa. El descubrimiento tuvo honda repecursión en los
estudios clásicos. Anteriormente se había creído que la muestra más antigua del
griego era una inscripción en una vasija ateniense del año 750 a.C. que decía:
«Para la que baile con más gracia». Se daba por sentado que los aqueos (como los
llamó Homero) de la Grecia prehistórica eran analfabetos. Homero que era ciego,
solía recitar sus poemas épicos y sólo una vez menciona en ellos la escritura.
Ventris probó, sin embargo, que los griegos micénicos sabían leer y escribir 200
años antes de la guerra de Troya. Ventris no tuvo una Piedra de Rosetta que le
facilitara la traducción. Pero a fuerza de paciencia y valiéndose de técnicas
criptoanalíticas logró descifrar la escritura lineal B para probar, con asombro, lo
que no se había sabido hasta entonces: que las tablillas en lineal B
correspondían a la lengua griega hablada en Micenas. El descubrimiento de
Ventris, realizado cuatro años de su muerte en 1956, vino a llenar la laguna
existente entre el período prehistórico y el clásico. Mas la traducción de la
escritura lineal B poco aportó en cuanto a las causas de la decadencia de Creta,
ya que estas tablillas contenían principalmente inventarios de animales,
productos agrícolas, tejidos, efectos personales y equipo militar. Ni palabra de
historia, de poesía, o de filosofía; en fin, nada que pudiera arrojar luz sobre la
civilización minoica. Se referían, sí, a algunos dioses o diosas que no aparecerían
en Grecia hasta siglos después. Y hasta cierto punto aclaraban la relación entre
cretenses y micénicos.
El tsunami de Santorín
Tras el ocaso minoico, Creta entra en la corriente helénica. Alrededor del año
1100 a.C., a raíz de la invasión dórica finaliza la civilización griega de la Edad de
Bronce y, por espacio de varias centurias —hasta el 750 a.C.— la isla pasa por
una larga fase transitoria, preludio de la cultura clásica griega. En los tiempos
clásicos de Grecia, Creta era un gran centro comercial y la tradición helénica
consideraba a la isla como fuente del derecho. Pero los cretenses nunca dejaron
de ser hábiles e intrépidos marinos. El almirante de la flota de Alejandro el
Grande fue el cretense Nearco (Niárjos). Hacia el año 69 a.C. se produce la
invasión de los romanos. Creta pasa a formar parte de la provincia de Roma,
gobernada desde Gortina. Desde 395 Creta pasa a formar parte del imperio
bizantino. Entre 827 y 961 la isla es invadida y dominada por disidentes
hispanomusulmanes procedentes de Córdoba llegados vía Alejandría (Egipto) que
serán finalmente reducidos por los bizantinos. En 1204, la toma y saqueo de
Constantinopla por los cruzados francos hace cesar el dominio bizantino de la
isla la cual es ocupada por los venecianos. En 1645 Creta es invadida por los
turcos otomanos. En 1770 se produce la rebelión liderada por Ioánis
Daskaloiánnis. En 1821 estalla la guerra de independencia de Grecia contra los
turcos. En 1898 se produce la independencia de Creta y en 1913 su unión con
Grecia. La primera invasión aerotransportada de la historia se produjo
súbitamente sobre Creta el 20 de mayo de 1941 durante la Segunda Guerra
Mundial. En los siguientes diez días, 22.000 alemanes expulsaron de la isla a
una fuerza británica dos veces mayor, aunque a costa de pérdidas terribles. Uno
de los actos más audaces de la resistencia cretense contra la invasión nazi fue el
secuestro en abril de 1944 del general Karl Kreipe, el comandante en jefe de las
fuerzas de ocupación. Desde su captura en las afuerzas de Heraklión fue llevado
clandestinamente por toda la isla, pasando por 22 controles alemanes antes de
ser embarcado en un submarino rumbo a Egipto. Uno de los oficiales de
inteligencia británicos que participaba en la operación era Stanley Moss, cuyo
libro I’ll Met by Moonlight llevado a la pantalla en 1956 por los realizadores
Michael Powell y Emeric Pressburger (con la protagonización de Dirk Bogarde y la
música de Mikis Theodorakis), describe el osado golpe. Huelga decir que el
secuestro obtuvo una rápida y despiadada respuesta: cientos de cretenses sin
distinción de sexo y edad fueron pasados por las armas. Esta película, que
recorrería los cines de todo el globo —y describía el indomable carácter de los
cretenses y sus bellezas geográficas—, produciría un boom turístico a partir de
1960 que continúa hasta nuestros días. Cretenses famosos son Domenikos
Theotokópulos llamado El Greco (1541-1614), pintor manierista considerado el
primer gran genio de la pintura española, Eleuterios Venizelos (1864-1936),
primer ministro griego, y Nikos Kazantzakis (1885-1957), escritor y traductor,
cuyas obras más conocidas son las novelas Zorba el griego y Libertad o muerte.
La civilización minoica
Recibe este nombre, dado por Sir Arthur Evans en honor del mítico rey
Minos, la civilización floreciente en Creta desde el año 2000 a.C. ca. cuyo
predominio e influencia en el mundo egeo son manifiestos, con una evolución en
la Edad del Bronce muy distinta y propia. Su situación geográfica y la riqueza de
su suelo le proporcionaban pocos recursos minarales, pero en la parte este y
centro grandes praderas y mesetas pastorales, olivos, vides, robles, cipreses y en
la partes norte y este playas protegidas favorables para el atraque de barcos de
todo tipo. Antes del 2500 a. C. son escasos los restos de metales, salvo la
obsidiana de Melos. No obstante desde el 2500 al 2000 la población crece en
número y la riqueza gracias a los adelantos técnicos: predominio de herramientas
de piedra y arcilla, aun después de la introducción de la metalurgia. La
característica principal de Creta en esta época, según Finley, es la absorción de
elementos culturales (y de población) procedentes de Grecia continental, las
Cíclades, Asia Menor, Siria y Egipto gracias al comercio dentro de su desarrollo
propio y coherente. Imprimieron su cultura cretense a los jarrones y objetos
metálicos (puñales de cobre) y ya en el Minoico Antiguo MA empieza a aparecer el
embrión de la arquitectura minoica con su estructura aglutinada en forma de
celda de panal. Respecto al origen de la civilización minoica desde el punto de
vista etnológico es difícil adscribir a los cretenses minoicos con algún pueblo
conocido. Una de las tesis más admitida es que son herederos directos de los
habitantes neolíticos de la isla (que llegarían a la misma hacia el 6000 a. C.) y
que los pueblos no neolíticos (indoeuropeos o no indoeuropeos) que pudieran
haber llegado a la isla no se impusieron, sino que se vieron absorbidos por la
cultura cretense sin imponer la suya. Palmer, el eminente lingüísta, plantea que
la destrucción de los palacios hacia el 1700 a. C. es obra de la penetración en la
isla de un pueblo anatolio, los luvitas, lo que explicaría también el cambio de
escritura, Lineal A en vez de la jeroglífica, pero a falta del desciframiento del
Lineal A, nada es seguro. Si seguimos las noticias de Creta que da Homero en la
Odisea , la población cretense era una población mixta conformada por cidonios,
eteocretenses y pelasgos, pueblos de los que, aparte del nombre, apenas se sabe
nada.
Características sociales, culturales y económicas de la civilización minoica
Los rasgos de esta civilización que le concedieron tal predominio cultural son
los siguientes:
en cuanto a la religión no poseen deidades antropomórficas (lo
que estaría muy relacionado con los cultos de los neolíticos a las
fuerzas de la naturaleza), salvo la Gran Diosa Madre, diosa de la
fertilidad también conocida como la Gran Dama del Laberinto, que
aparece representada en ocasiones con el vestido típico minoico y
serpientes en ambas manos, símbolos ellas también de las fuerzas
fértiles de la tierra;
para el ejercicio de sus cultos poseen pequeños santuarios
semisubterráneas, dentro de los palacios en ocasiones, y cuevas
próximas al lugar de asentamiento; parece ser que estas cuevas eran
la primitiva morada de los primeros habitantes neolíticos de la isla;
posteriormente las abandonarían como morada, pero no como
santuarios; se han encontrado rituales de la cultura minoica implica
la relación del toro (animal de gran carga sexual, erótica y
fertilizadora) por noticias de los murales de Cnosos y de la leyenda
de Minos y el Minotauro;
en el embalsamamiento de los muertos utilizan la miel al tiempo que
en los rituales de los muertos interviene la fermentación como
proceso natural de renovación de la vida;
posee una sólida base económica con una población densa (se
calcula que la población de la isla en época de esplendor debía
rondar entre 400.000 y medio millón de habitantes) así como una
agricultura y ganadería muy productivas (se calcula así mismo que el
número de rebaños sólo de ovejas de Cnosos rondaría los 1000);
asímismo el comercio se veía favorecido por la fabricación y
exportación deproductos de lujo en oro (cf. lámina del pendiente
deoro) y plata, cerámicas; poseía una gran flota, provocada por su
situación insular, posición estratégica, sus productos
manufacturados y su escasez de materias primas metálicas;
su sociedad presentaba una fuerte especialización: escribas,
carpinteros, pastores, agricultores, armeros, escultores, lapidarios,
vidrieros, alfareros, orfebres, herreros, curtidores, tejedores, pintores,
etc..;
poseían la escritura (tomada de otro pueblo o desarrollada en suelo
propio), divisible ésta en tres etapas: jeroglífica, Lineal A y Lineal B
(este último sistema sólo de época micénica y para anotar ya la
lengua griega, es evolución del lineal A, que en opinión de algunos
podría anotar el luvita);
liderazgo espiritual y material de una autoridad palaciega (que
parecía recibir el nombre de Minos) que estaba obligada a renovar su
mandato cada año mediante un casamiento-rejuvenecimiento con la
Gran Diosa Madre representada en la gran sacerdotisa, celebración
que sería sin duda de carácter neolítico y vestigio de una sociedad
matriarcal;
cada familia poseía una parcela de tierra que trabajaba para sí
mismos y parece que la clase esclava o no existía o lo hacía en una
proporción muy pequeña;
la paz reinante puede que sea la característica minoica más peculiar,
pues les llevó a no fortificar sus asentamientos, ocupar las llanuras y
los lugares abiertos y desprotegidos; no hay que atribuirla a su flota
poderosa como hace Evans con su talasocracia; la flota era comercial
y no guerrera.
La civilización minoica alcanzó tal esplendor que, gracias a sus contactos
comerciales, pudieron exportar su modo de cultura a todo el Egeo: a lo largo del II
milenio las Cícladas recibieron paulatinamente una fuerte influencia de Creta si
bien no hay emplazamientos colonizadores, sólo comerciales, y paralelamente en
la Grecia continental, donde se produjo un amplio proceso de unos 400 años
denominado "minoización de los griegos" (llegados hacia el 2000 a. C.) y que daría
lugar a la posterior civilización micénica (1600 a. C.). Después, hacia el 1400 los
papeles se invirtieron y serán los griegos micénicos los que darán lugar a la
"micenización de Creta".
Las Cicladas
Las Cícladas en su conjunto son una serie de islas más bien de pequeño
tamaño, pero caracterizadas por poseer unas costas inhóspitas y playas aptas
para los barcos de entonces, tierra cultivable, recursos agrícolas, pesca, rebaños
de ovejas, cerdos y cabras, desarrollo del comercio por su situación geográfica y
sobre todo trabajo de la piedra (obsidiana de Melos y los mármoles de Paros y
Naxos) así como una cierta riqueza en metales.
Desde el 3000 a. C. comienza a recibir influencias desde Asia Menor, Creta y
Grecia continental , pero desarrolla una serie de rasgos propios que hace que se
le llame cultura cicládica:
exportaciones de metales y productos manufacturados de
arcilla y mármol;
ídolos de mármol con formas femeninas con aspectos
físicos y atributos sexuales poco marcados que acompañaban a
los muertos en las tumbas.
Se conocen pocos asentamientos de esta cultura, pero se sabe que en el
período Cicládico Medio CM sufre un decaimiento, si bien la obsidiana de Melos y
el mármol de Paros nunca dejaron de ser exportados.
Chipre
Nunca estuvo integrada plenamente en el mundo griego y sólo en períodos
contados la influencia griega fue predomiannte en la gran isla. Durante toda la
Edad de Bronce el comercio de Chipre con Levante benefició enormemente a la
isla; su posición estratégica de puente entre el Egeo y Asia Menor con el Próximo
Oriente y Egipto así como sus buenas playas aptas para el atraque de barcos
fueron una de las claves de su desarrollo.
La otra y más principal es la exportación de sus grandes excedentes de cobre
al extranjero (el nombre de la isla desde finales del II milenio es Cyprus palabra
no indoeuropea que designa cobre y que las lenguas indoeuropeas han tomado
para designar dicho metal a partir del nombre de la isla: latín cuper> español
cobre; Chipre tuvo anteriormente dos nombres tampoco indoeuropeos: Alasiya y
Yadnama).
La isla sufrió durante el III milenio la emigración de población proveniente de
Anatolia que trajo consigo innovaciones en la cerámica, enterramientos y en el
arte de trabajar los metales.
A fines del III milenio los asentamientos crecen paulatinamente en tamaño y
en cantidad de población. Hacia el 2000 se organiza el comercio con la Creta
minoica, las Cícldas y Oriente Próximo y desde el 1800 hasta el 1200 a. C.
Alasiya (nombre a la sazón de Chipe) obtuvo su mayor esplendor y los faraones de
Egipto y pueblos de Oriente la tenían como una potenciay a su rey como un
gobernante poderoso; exageraban un tanto, pero fue un país muy rico y próspero.
El desarrollo económico había afectado a la estructura de poder en Alasiya:
aparecen armas en las tumbas, los emplazamientos se fortifican por primera vez
y se levantan fortalezas elevadas en el interior alejadas de las costas.
Hacia el 1400 a. C. la cerámica micénica comienza a entrar en el país; hacia
el 1100 el nombre de Alasiya desaparece, pero la cantidad de cerámica micénica
se ve incrementada con la afluencia de gentes procedentes de Grecia que
escapaban de la caída del mundo micénico y que traerían consigo la escritura
pictográfica que evolucionó al silabario chipriota de época clásica así como la
aportación del llamado chipriota, dialecto relacionado con el arcadio y con el
panfilio, que convivió largo tiempo en la isla con una lengua pregriega no
descifrada.
La civilización micénica
En la Grecia continental hacia el 2000 a. C. penetra un nuevo pueblo
indoeuropeo, los griegos, desde el Épiro (su patria originaria según afirma
Aristóteles) y los Balcanes; este pueblo era de civilización inferior que los
pobladores anteriores a los que suplantaron, por lo que durante 400 años
aproximadamente se dedicaron a asimilar la cultura superior de sus
predecesores, al tiempo que se enriquecieron con la aportación cultural de los
minoicos.
Es posible que los minios de los que se ha hablado ( considerándolos también
como luvitas) fueran en realidad los griegos.
Es entonces, alrededor del 1600 a. C. cuando se empieza a expandir el fruto
de dicha asimilación, una nueva civilización que recibirá el nombre de micénica
gracias al desenterramiento de Micenas por parte de Schliemann y ser ésta el
mayor núcleo poblado y de mayor empuje de esta cultura (coincidiendo así con la
idea de Homero de que Micenas era la más poderosa por ser su rey, Agamenón, el
general en jefe de la tropas griegas en la batalla de Troya).
LA CIVILIZACIÓN MICÉNICA
La civilización europea tuvo su épica alborada en las escarpadas costas del mar
Egeo y en sus islas dispersas y peñascosas. Fue precedida por el efímero brote de
la cultura minoica y su inexplicable extinción. El foco de la acción se desplaza
entonces a la Grecia continental, donde un pueblo muchísimo más vigoroso y de
espíritu guerrero impone su hegemonía por espacio de tres siglos, desde 1400 a
1100 a.C. Son los griegos micénicos, los héroes de la leyenda homérica que, al
mando de Agamenón, rey de Micenas, guerrearon frente a Troya diez largos y
amargos años. Valerosos, viriles y violentos, crearon una tradición que influyó
hondamente en sus descendientes de los tiempos clásicos. Al declinar su gloria
tras la guerra de Troya, el cetro del poderío comercial pasó a los fenicios, que
partiendo de las grandes ciudades de Tiro, Sidón y Biblos, llegaron hasta lejanas
tierras allende las Columnas de Hércules (Gibraltar) en grandes flotas mercantes.
De espíritu intrépido y gran astucia mercantil, los árabes fenicios dominaron el
litoral del Mediterráneo hasta el brillante renacimiento griego en el siglo VIII a.C.
De entre las confusas idas y venidas de los pueblos en el Mediterráneo oriental a
mediados del segundo milenio a.C., apenas perceptibles a través de los lentes
empañados de la arqueología y el mito, un gran acontecimiento se destaca a la
luz vívida de la palabra escrita: la conquista de Troya por agamenón y sus
aliados, cuyas hazañas registran La Ilíada y La Odisea, las más antiguas obras
maestras de la literatura. Los anales de la civilización europea empiezan, pues,
con la guerra de Troya, en el siglo XII a.C. A pesar de las añadiduras aportadas
por la leyenda, no hay duda de que los griegos de tiempos posteriores
consideraron dicha guerra como un capítulo de su historia. Homero, que vivió
400 años después, incorporó a sus poemas épicos los sucesos más salientes de
esa contienda, tal como la tradición oral los había trasmitido. Despojados de los
móviles sobrenaturales con que los vistió Homero, los hechos esenciales de la
guerra de Troya, aceptados universalmente por los griegos como historia
auténtica, son los siguientes: El casus belli reside en el rapto de Helena —esposa
de Menelao, rey de Esparta— por Paris, hijo del rey de Troya, Príamo. En
represalia, los señores feudales y caudillos militares de Grecia movilizan sus
tropas contra Troya o Ilión. Capitaneados por Agamenón, hermano mayor de
Menelao, se embarcan en una flota de más de mil embarcaciones y, cruzando el
Egeo, ponen sitio a Troya. La contienda dura de 1194 a 1184 a.C. Próximo ya el
final, el guerrero más famoso del bando griego, Aquiles, y el más famoso del
bando troyano, Héctor, se baten en singular combate, del que sale triunfante
Aquiles. Los griegos toman entonces a Troya —apelando al ardid del caballo de
madera, un ingenio de Ulises u Odiseo, el astuto soberano de Ítaca y héroe de La
Odisea—, y la destruyen para acabar con su poderío en el mundo egeo. Los
historiadores modernos sospechan que los griegos sitiaron a Troya no por el rapto
de Helena, sino por disputarles a los troyanos el dominio que éstos debían ejercer
por aquel entonces sobre el comercio marino que pasaba frente a su metrópoli, al
sur del Helesponto. Sea cual fuere la causa, es evidente que hubo un gran
conflicto, y las excavaciones efectuadas en Troya indican que la ciudad fue
destruida por un incendio aproximadamente en la fecha que señala la tradición
griega. De todas maneras, las investigaciones arqueológicas han puesto de
manifiesto que es bastante exacto el cuadro transmitido por La Ilíada y La Odisea
de la civilización griega en la Edad de Bronce, y que las costumbres descritas por
Homero reflejan las condiciones de vida en las postrimerías de la cultura
micénica. La arquitectura de los palacios homéricos se paralela con la de los
palacios de Tirinto, Micenas y Pilos. Fuera del panorama que nos pinta Homero,
los demás indicios acerca de los orígenes y cultura de los antiguos griegos son
deducciones basadas en hallazgos arqueológicos. La Grecia continental estuvo
habitada por un pueblo neolítico de procedencia desconocida, desde
aproximadamente el año 4000 a.C. hasta después del 3000, cuando una nueva
estirpe oriunda tal vez del Asia Menor, la invadió e introdujo el uso del bronce.
Hasta el año 2000 no aparecen en escena los griegos propiamente dichos, es
decir, los que hablan la lengua griega. Algunos historiadores los creen
procedentes del norte, de los Balcanes; otros, de tierras más al este. Lo cierto es
que con el transcurso de los siglos fueron diseminándose desde la Macedonia
hasta el Peloponeso y fundaron ciudades que más tarde, en la era micénica,
habían de adquirir gran renombre. De 1600 a.C. en adelante, el contacto con
Creta fue para los griegos un poderoso estímulo. No obstante, los micenos
supieron conservar su individualidad, y si sus mujeres adoptaron el vestido
minoico de escotado corpiño, los hombres vestían en forma totalmente distinta y,
a diferencia de los minoanos, se dejaban crecer la barba. En el siglo XVIII a.C., el
fiel de la balanza, tanto tiempo inmóvil entre Creta y Grecia, se inclina hacia el
continente y Micenas se adueña del mundo egeo. Durante tres siglos su comercio
y su cultura se extienden por todo el Mediterráneo oriental, funda colonias en las
islas de Rodas y Chipre, ysus plazas fuertes motean el mapa desde el Peloponeso
hasta la Tesalia, incluidas muchas islas del Egeo. Las principales plazas fuertes
fueron Pilos, ciudad natal de Néstor, Orcomeno, en la Beocia septentrional, y las
rivales argivas (de Argos) de Tirinto y Micenas. La edad micénica tuvo carácter
esencialmente feudal y fue testigo de ímpetus y violencias sin freno, época
tormentosa en que ciudades y príncipes se disputaban el poderío y los hombres
respetaban la fuerza física y el valor personal más que a los dioses del Olimpo.
Fue también la edad heroica que engendró las tradiciones literarias de la antigua
Grecia, ya que no sólo la épica de Homero, sino multitud de leyendas de los
griegos tuvieron su origen en los tiempos micénicos. Se dice que la misma
Micenas fue fundada por Perseo, el héroe que mató a Medusa, la Gorgona. El
nombre de Tirinto suele ir unido al de Hércules (Heracles): Tebas fue la capital de
Edipo, e Iolco el puerto de donde partieron Jasón y los argonautas a la conquista
del Vellocino de Oro. Los micenos son, pues, los progenitores de Esquilo, Sófocles
y Eurípides, de Hesíodo y Píndaro, de Fidias y Praxíteles, y de toda una legión de
artistas y creadores que se inspiraron en los grandes hombres y grandes hazañas
de esta edad heroica apenas entrevista a través de una áurea niebla.
La legendaria Micenas