Está en la página 1de 2

Saida Ibraimo Férez

El pozo

Tengo que encontrarlo. Para ella. Está en el pozo. Llevo mucho


tiempo aquí. El día se ha vuelto gris. Ya no amanece.

En ocasiones aparece una neblina que me embota y me transporta a través de


mis recuerdos.

La suave curva de su mandíbula perfecta, su nariz rectísima salpicada de


pecas que recorrían también sus mejillas, sus ojos de agua, su pelo de noche
estrellada…

En mi mente se mezcla la mujer real con la mujer idealizada y no recuerdo cuál


de las dos es la verdadera Mónica. Ella es el motivo de que esté aquí.

Todos los días caminábamos juntos por el sendero que acortaba a su casa por
el bosque. Ella miraba la naturaleza de su alrededor. Yo la miraba a ella.

Siempre por el mismo camino, ese que nos sabíamos de memoria, que no
necesitaba más orientación que las huellas de nuestros pasos de la tarde
anterior.

Era diciembre. Hacía mucho frío y se hizo de noche enseguida. Empezó a


nevar. No veíamos nada y acabamos en el pozo. Allí, donde tantas muchachas
se habían suicidado por amor.

Mónica tiritaba junto a mí y yo le pasé un brazo alrededor. Me miró. En sus


pupilas había algo que no había visto nunca. Un destello brillante, un tono
oscuro en esos ojos añiles.

Nunca le había dicho lo que sentía por ella, y en ese instante presentí que lo
sabía, que lo había sabido todo este tiempo y una abrasadora sensación de
triunfo me recorrió las venas y las arterias.

Me acarició la cara y me besó. Yo la besé. Hicimos el amor apoyados en el


pozo. Sentía como me escocía la espalda del contacto helado de la piedra,
pero no me importó.

Cuando el camino pareció estar despejado nos dirigimos a su casa, como


siempre, para despedirnos en la puerta.

Acerqué mis labios a los suyos hasta que se rozaron. Entonces la abracé.

-Te quiero Mónica.


Saida Ibraimo Férez

Ella me miró a los ojos.

-Yo también Javier. Te amo.

Cada día hacíamos el mismo recorrido; del instituto al pozo y del pozo a casa.
Durante semanas. Durante meses.

Para su cumpleaños recuerdo que le regalé un collar de cuarzo rosa en forma


de corazón. Recuerdo sus lágrimas al tenerlo en las manos. Recuerdo su
expresión.

Fue aquella tarde. En este pozo.

Me dijo que no volviera, llovía a mares y no lo encontraría. Vi en mí mente su


rostro brillando de alegría al coger el collar. La abracé. Volveré pronto, le dije,
te lo prometo…

No he podido cumplir la promesa…

Continuo aquí, en el pozo, donde nunca amanece, donde hicimos el amor. No


podré volverla a ver.

Aquella noche llovía mucho, es cierto… creo que al llegar al pozo me golpeé la
cabeza… recuerdo haber caído dentro… y que decenas de manos de mujeres
me arrastraban al fondo del pozo.

Vi cuando sacaron mi cuerpo del pozo. También la cara descompuesta de


Mónica. Oí sus gritos, gritaba mi nombre. También vi algo más. En el puño,
apretado, llevaba algo rosa. Al final cumplí mi promesa, Mónica.

También podría gustarte