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4. Características morales
Puntúa los siguientes valores siguiendo una escala del 0 al 10 (0 significando que te comportas de
manera completamente opuesta, 10 significando que tienes grandes cantidades de esta virtud).
Cortesía 7
Valor 9
Sacrificio 8
Generosidad 8
Sobriedad 7
Optimismo 5
Nombra al menos una virtud o defecto en la que tengas una puntuación de 8 o más. Valor
Nombra una puntuación en la que tengas 3 o menos.
Explica el porqué de tu comportamiento. Sin valor no hay caballero, es de lo primero que se enseña en
la academia, si no, te explican que es mejor buscar un marido o mujer y dedicarse a la vida tranquila en vez
de dedicarse a esto.
5. Miscelánea (opcionales)
a. ¿Cuando entra en escena, qué canción o estilo de música sonaría?
Heaven's Not Enough (Yoko Kanno)
b. ¿Cómo sería tu epitafio? “Duerme el sueño de los justos”
c. ¿A qué se dedicaría en la sociedad moderna? Sería profesora o voluntaria en el tercer mundo
d. ¿Se parece a algún personaje de novela, cine, etc.? No especialmente
Historia:
Veralla estaba segura de que había salido de cuentas hacía apenas un par de días, sus amplias ropas
caían cubriendo un abultado vientre de nueve meses cuyo pequeño habitante se resistía en venir al mundo
a conocer a su familia, una vez mas Veralla dejó de caminar para sentarse con un suspiro cansado frente a
la chimenea encendida, fuera la tormenta arreciaba y el viento proyectaba los cristales de hielo contra el
cristal y aullaba en los resquicios de las paredes dando la impresión de que la casa estaba encantada. Junto
a la ventana una muchacha rubia de ojos ambarinos y unos 6 años de edad observaba a su madre en un
adormilado silencio, con su hermana pequeña de 2 años dormida entre los brazos, sobre la cálida piel de
un oso y recostadas contra los dos hembras de Mastin de las Montañas de su padre, Alba y Luna, celosos
guardianes de las dos muchachas, dormían plácidamente con la seguridad de sus frágiles cuerpos en
contacto con los suyos, como cuidarían a sus cachorros. La puerta se abrió con un imperceptible ronquido
de bisabras y apareció la comadrona con una tetera humeante y una taza en la misma bandeja.
-Le hemos preparado una infusión de tila y camomila, señora, quizá esto la ayude a calmarse. No se ansie,
vendrá cuando haya de venir – Dijo la bonachona mujer sirviéndole la infusión a Veralla.
-Algo va mal – susurró Veralla creyendo que sus hijas dormían, pero Melinara escuchaba mientras fingía
tener los ojos cerrados – No lo siento, no da patadas – Su voz tenía un ligero tinte angustiado y apenas
hubo pronunciado estas palabras que un espasmo la recorrió obligándola a ahogar un grito.
Melinara no recordaba mucho mas, su madre estuvo toda la noche entre agónicos gritos en su habitación
de matrimonio, apresuradas criadas entraban y salían con cuencos de agua humeante mientras que la
partera no dejaba de gritar órdenes incoherentes para sus infantiles oídos, la visión de la sangre en los
paños y manos de algunas criadas la aterró e hizo que su corazoncito se encogiera en su pecho mientras
lanzaba furtivas miradas de preocupación a la habitación e incluso intentaba atisbar por el quicio de la
puerta cuando ésta se abría, e inmediatamente era apartada con amabilidad pero firmeza por parte de las
incansables y diligentes criadas.
-...Lo siento, Veralla, ha nacido muerto... - Declaró una voz vieja y ronca, el mundo se cayó a los pies de
Melinara, había esperado un nuevo hermanito con toda la ilusión del mundo, llorando cogió a su
hermanita, Olga, que nada entendía aún, y la apartó de allí, ambas se fueron a la biblioteca, delante de la
chimenea, entre Alba y Luna. No supo las horas que habían pasado, se hizo de noche, la tormenta volvió y
siguió descargando contra los cristales sin ninguna piedad, como si no le estuviera a la humanidad
permitido conocer otro amanecer. Finalmente consiguió dormirse con la cabeza sobre el pecho de Alba y
con la cabeza de Luna sobre sus piernas, Olga estaba también acurrucada con ellas. Una delicada mano
interrumpió sus intranquilos sueños y al despertar vió el rostro de su tía Rowanne, no la conocía mucho,
tan solo de visitas de cortesía en las que tenía prohibido decir cosas feas y ensuciarse el vestido... En la
puerta esperaba su tío, Altair, sombrío y con el rostro ceniciento, ojeroso y los ojos rojos.
-Melinara, cariño – la voz dulce se abrió paso entre las brumas del sueño – Vamos, tenemos que irnos a
casa …
-Mamá se ha ido, cariño, tendréis que venir a vivir con nosotros y con Sira y André hasta que papa vuelva
de la frontera... - acotó con la voz quebrada por un llanto que no quería dejar salir.