Está en la página 1de 2

Héroe.

Él siempre fue superman para mí. No volaba, no era apuesto hasta el desmayo, no tenia
visión de rayos x y definitivamente no era de acero. Sin embargo un padre, para su hija, es
lo mejor que hay en la vida… o al menos así debería ser para toda niña. Para mí lo fue.

Mi padre se llama Javier. Cuando era niña y bien entrada la adolescencia, lo veía como
el hombre más inteligente de todos, el más fuerte, el mejor hombre del mundo, ninguno le
podía llegar siquiera a los talones, “¡ni lo intenten!”.

Tardé mucho en darme cuenta de que en realidad es sólo un hombre, ni el peor ni el


mejor, pero es mi padre.

Mi padre es amistoso y confiado por excelencia “suficiente tengo con la gastritis y la


migraña para preocuparme por las intenciones de los demás”. Es dadivoso “el dinero va y
viene, si puedo usarlo para ayudar a alguien está mejor usado”. Es respetuoso “antes que
nada están tus padres, mis padres jamás me vieron fumar y nunca me han oído decir
groserías”.

Sin embargo, lo que más me gusta de mi padre es su falta de memoria. No recuerda si


alguien lo ha ofendido, insultado, agredido, despreciado “no más pura pérdida de tiempo,
mejor me gasto la memoria en las cosas buenas y bonitas”, no recuerda las peleas con sus
hermanos cuando eran niños “nosotros éramos muy unidos, buenos hermanos, nos
defendíamos unos a otros y nunca peleábamos, ¡ustedes parecen perros y gatos!”, no
recuerda el dinero perdido “¿Quién puso este billete aquí? ¡Es imposible que haya
aparecido por arte de magia! Ahora me van a decir que hay un duende en la casa, ¿no?”, y
por supuesto no recuerda las cosas malas que él ha hecho.

No recuerda haber hablado mal de su madre “cuando se fue a Juárez con tu tío le dijo
que se había ido porque yo era muy tirana” (mi mamá Chencha nunca lo olvidará). No
recuerda que ignoró a mi mamá durante todo un año y menos se acuerda de que mi mamá,
mi hermano y yo nos fuimos unas semanas a Los Ángeles en aquel año “´tas loca María
Eugenia, me acordaría si te hubieras ido”.
Aun así, con su falta de memoria y todo, mi padre sigue siendo un hombre fuerte y
sabio, no como superman o Salomón, pero lo es, tanto que logro hacerle un hoyo a la puerta
del baño cuando se enojo con mi hermano por no lavar bien el baño; tan sabio, que nunca
reparo el hoyo para no olvidar jamás las consecuencias de su ira; tan fuerte que cambió a
una edad en la que los hombres ya no cambian.

¡Te amo papi!

También podría gustarte