Está en la página 1de 4
El rival de la guerra En mayo de 2003, el corresponsal de The New York Times Chris Hedges pronuncid el discurso de graduacién en el Rockford College de Rockford, Illinois. Durante la charla, algunos estudiantes del puiblico le abuchearon y subieron al escenario para interrumpirlo, hasta el punto de que la policia two que escoltarlo hasta ta salida antes de que la ceremonia terminara. Poco después, el presidente del centro se disculpé ante los alumnos por haber invitado a Hedges, y The New York Times le envid una carta de reprimenda. Esto es To que Hedges dijo en Rockford: Hy aricroabaves sobre la guerra y el imperio. a matanza, 0 al menos su peor parte, ha terminado en Iraq. Pero la sangre se seguird derramando —la suya y la nuestra: estad preparados para que esto ocurra—, Porque nos estamos embar cando en una ocupacién que, si de algo sirven las lecciones de la historia, serd tan dafina para nuestras almas como para nuestro prestigio, poder y seguridad. Pero esto llegar més tarde, a medida ‘que nuestro imperio se extienda. Y mientras tanto nos convertire- mos en parias, tiranos de otros mas débiles que nosotros. El aisla miento siempre perjudica el juicio, y nosotros estamos muy ais lados en este momento. Hemos malogrado los buenos sentimientos, la empatia que el mundo sentia por nosotros después del 11-S, Nos hemos replega~ do en nosotros mismos, hemos debilitado severamente las de cadas coaliciones y alianzas internacionales que son vitales para mantener y promover la paz mundial. Y ahora formamos parte de tuna dudosa trvika en la guerra contra cl terror junto a Vladimir Putin y Ariel Sharon, dos lideres que no se encogen lo més minimo ante la idea de cometer actos de violencia gratuita y sin sentido en Chechenia y Palestina, Somos aquellos con quienes andamos, La desaprobacion, y quiza la ira de gran parte del mundo —des de luego de una quinta parte de la poblacién mundial que es musul- mana, de la cual la mayoria, 0s recuerdo, no es érabe— esté contra nosotros. Consideremos hoy a las catorce personas muertas anoche en varias explosiones en Casablanca. Y esta ira, en un mundo en el {que casi el cincuenta por ciento del planeta st las artegla para sobre- vivir con menos de dos délares al dia, va a tomarnos a nosotros como blanco. El terrorismo se convertité en tun modo de vida. (Al- 41 Chris Hedges sien del priblico grit: «jNo!») Y, al igual que nuestros aliados Putin y Sharon, cuando seamos atacados responderemos con una furia avin mayor, El circulo de la violencia es una espiral de muerte; no hay esca- Patoria. Estamos girando enloquecidamente dentro de ella a una xelocidad que tal vez no seamos capaces de detener. Mientras nos deleitamos con nuestras proezas militares —me refiero a la sofisti~ ‘acién de nuestro armamento y tecnologia militar, porque al fin y al cabo en eso consistié la mayor parte de la cobertura informati- va sobre la guerra de Iraq—, perdemos de vista el hecho de que no For poseer la capacidad para hacer la guerra tenemos el derecho de librarla. En el pasado, esta capacidad ha sido la perdicién de ‘muchos imperios, «La civilizaci6n moderna occidental podria perecer —advirtié ltedlogo Reinhold Niebuht—, por haber rendido falso culto a la tecnologia como un bien en sf mismo.» Las injusticias reales la ocupacién israeli de los territorios pa- lestinos, las brutales y corruptas dictaduras que implantamos en Proximo Oriente— significan que no vamos a deshacernos con bombas de los extremistas que nos odian. Es mas, nutriremos sus ‘topas. (Silbidos.) Una vez.que dominas a la gente a la fuerza, de- pendes de esa fuerza para mantener el control. El aislamiento hace que se empiecen a cometer errores. (sDénde estabas tii el 11 de septiembre?) E miedo engendra crueldad; la crueldad, miedo, locura y, por Ultimo, pardlisis. (Abucheos. «sQuién quiere escuchar a este paya- so?) En el centro del cicculo de Dante los malditos permanecian inméviles. (Pitadas.) Hemos ido equivocéndonos hasta meternos en un pais del que sabemos poco, y estamos atrapados en una se- re de amargas rivalidades internas entre grupos étnicos y lideres a los que no entendemos. Estamos intentando trasplantar un sistema politico moderno inventado en Europa, caracterizado, entre otras cosas, por la divi- ss6n de la tierra en estados seculares independientes basados en la ciudadania nacional, a una tierra donde la creencia en un gobier- 10 civil secular es un credo desconocido. Iraq fue una cloaca para los briténicos cuando lo ocuparon en 1917. Y también seré una cloaca para nosotros. («Dios bendiga a América», exclama una 2 El rival de la guerra mujer.) Los toques de queda, los enfrentamientos armados con multitudes encolerizadas que dejan decenas de iraquies muertos, el gobernador militar, los grupos evangélicos cristianos a los que se les permite seguir de cerca a las tropas de ocupacién para inten- tar adoctrinar a los musulmanes sobre Jestis, la ocupacién de los campos de petréleo.. (Llegados a este punto, el micréfono se desconecta. Cuando es re- parado, el presidente del Rockford College, Paul C. Pribbenow, se di- rige al publico: «Amigos, una de las maravillas de un colegio de ar- tes liberales es su capacidad para alojar la libertad y su compromiso, profundamente arraigado, con la lbertad académica y con la opcin de escuchar las opiniones de los otros. Si desedis protestar contra la intervenci6n del orador, os pido que lo hagais en silencio, tal y como lo estan haciendo algunos de vosotros al fondo, Eso seria perfecta- mente apropiado, pero él tiene derecho a ofrecer aqui su opinion, tos gustaria que conta con am exposition Membres dlp blico pitan y abuchean; algunos aplauden.) -»- La acupacién de los campos de petréleo. (Més abucheos. Una mujer dice: «No vamos a escuchar. Ya hemos escuchado bastante. Usted ya nos ha estropeado la graduacién. No la estropee mds toda- via, sefior.») La idea de que los kurdos y los chiitas atenderéin las de- ‘mandas de un gobierno central en Bagdad (los mismos kurdos y chii- tas que murieron por decenas de miles desafiando a Saddam Hussein, tun hombre que masacraba sin contemplaciones a todo aque! que ‘sara oponerse) olvida que esa rivalidad étnica no ha desaparecido. El saqueo de Bagdad o, mejor dicho, el saqueo de Bagdad con la ex- cepcién del Ministerio del Petréleo y el Ministerio del Interior los dos tinicos ministerios que nos hemos tomado la molestia de prote- get— es una autoinmolacién, (Mas abucheos.) ‘Como alguien que conoce Iraq, habla drabe, y pas6 siete afios en el Proximo Oriente, os digo que si los iraquies creen, acertada © erréneamente, que hemos ido alli s6lo por el petrdleo y la ocu- pacién, iniciarén una larga y sangrienta guerca de desgaste. Ast es como expulsaron a los britanicos. Y recordad que, cuando los is- raelies invadieron el sur de Libano en 1982, fueron recibidos por los desfavorecidos chiitas como libertadores, pero en pocos meses, cuando los chiitas se dieron cuenta de que los israelfes no habian legado como libertadores sino como invasores, empezaron a ma- “a Chris Hedges tarlos. Fue Israel quien ere6 Hezbollah, y fue Hezbollah la que ex- puls6 a Israel del sur de Libano, Como escribié William Butler Yeats en «Meditaciones en tiem- pes de guerra civil», « Hemos alimentado el coraz6n con fantasias 7Y ese alimento ha vuelto el corazén salvaje. (Silbidos. «Nunca habria venido de saber que iba a tener que escuchar esto», grita ura mujer.) sta cra una guerra de liberacién de Iraq, pero ahora es una guerra para liberar a los iraquies de la ocupacién estadounidense. Sios fijis atentamente en lo que esté ocurriendo en Iraq, si podeis ver algo a través de la infame cobertura informativa, lo veréis en el azote terrorista de los escuadrones de la muerte, en el asesinato de lideres chiitas en las mezquitas, y en el asesinato de jvenes solda- dos estadounidenses en las calles. Es una guerra a la que pronto se uniran radicales iskimicos, y estamos mucho menos seguros ahora {que antes de que tropezéramos sobre Iraq. («USA, USA», corean algunos entre el piblico,) Pagaremos por esto, pero lo que mas me entristece es que aque- Ilos que pagaran, antes 0 después, el precio més alto son chicos po- bres de Mississippi o de Alabama o de Texas que no pudieron con- seguir un trabajo decente o un seguro médico y que se alistaron en elejército porque eso fue todo lo que les ofrecimos. Porque, al fi nal, la guerra es siempre traici6n, traicion de los viejos a los jéve- nes, de los politicos a los soldados, de los cfnicos a los idealistas. Leed Antigona, cuando el rey, sin escuchar a nadie, impone sus de- signios sobre aquellos a quienes gobicena, 0 la historia de Tuci- dides. (Gritos de protesta,) Leed como el imperio en expansion de ‘Atenas pas6 de ser un tirano fuera de sus fronteras a set un tirano ‘dentro de ellas; cémo la tirania que los lideres atenienses impusie- ron sobre otros acabé imponiéndose sobre sf misma, Esto, escribid Tucidides, ¢s Io que llevé al desastre a la democra- cia ateniense; Atenas se destruy6 a si misma. Porque el instrumen- to del imperio es la guerra, y la guerra es un veneno, un veneno que a veces tenemos que ingerir igual que a veces tiene que hacerlo un paciente de cancer para sobrevivi Pero si no comprendemos el ve- reno de la guerra —si no llegamos a entender lo letal que pucde ser ce veneno—, nos matard tan répidamente como la propia enfer- edad, («Ya basta, es suficiente, ya basta», dice una mujer) “4 El rival de la guerra Hemos olvidado cual es la verdadera esencia de la guerra. Tras nuestra derrota en Vietnam nos convertimos en una nacién mejor Fuimos derrotados; incluso humillados. Nos hicimos preguntas sobre nosotros mismos que nunca antes nos habfamos hecho. Fuimos obligados a vernos a nosotros mismos como nos vefan los demas, y lo que vimos no siempre fue agradable, Fuimos obli- gados a enfrentarnos con nuestra propia capacidad para cometer atrocidades —nuestra capacidad para el mal— y asi comprendi mos no solo la guerra sino también a nosotros mismos, Pero est hhumildad ha desaparecido. Hemos Hlegado a creer que la guerra es un deporte televisado. Los militares y la prensa —recordad que en tiempos de guerra la prensa es siempre parte del problema— han convertido la guetta en un gran juego de ordenador. Su propia esencia —la muerte— se oculta a la mirada pablica. No hubo mas candor en la guerra del Golfo o en la guerra de Afganistan o en la guerra de Iraq de la que hubo en Vietnam, (Pitidos.) Pero en la era de las emisiones en directo y la television por satélite, el Estado y los militares han perfeccionado esa apa- riencia de candor. (Gritos de protesta.) Como ya no entendemos la guerra, tampoco podemos entender que todo puede ir rematadamente mal, Ya no entendemos que la guerra empieza por la aniquilacién de otros pero termina, si no bemos cémo buscar y mantener la paz, con la autoaniquilacién, Dada la potencia de nuestras modernas armas, nos jugamos nues- tra propia destruceién. («;Eso no es verdad!») La seducci6n de la guerra es insidiosa porque mucho de lo que se nos ha dicho sobre ella es cierto: crea un sentimiento de cama~ raderia que borra nuestra alienacién y nos hace tener, quiza por inca vez en nuestra vida, un sentimiento de pertenencia. La guerra nos permite ascender desde nuestras humildes posi- ciones sociales. Encontramos nobleza en una causa, sentimientos de abnegacién e incluso felicidad. Y en un tiempo de gigantesco aumento del déficit y de escandalos financieros, y en pleno dete- rioro de nuestro tejido social, la guerra es una buena distraccién, La guerra, para aquellos que entran en combate, tiene una belleza ‘oscura repleta de lo monstruoso y lo grotesco. La Biblia lo llama «la lujutia del ojo» y advierte contra ella a los creyentes. La guerra 45 Chris Hedges nos ofreve una idea distorsionada del yos nos da sentido. (Gritos de «Vayase a casa». Entonces un hombre sube al escenario y dice: «gPuedo decir unas cuantas palabras?» Hedges responde: «Cuando termine st, cuando termine.») Una vez en guerra, el conflicto borra el pasado y el futuro y sélo queda un presente intenso e intoxicante. En la guerra sientes cada latido del coraz6n, los colores son mas brillantes, tu mente funciona a toda velocidad. (Abucheos. El micrOfono se desconecta otra vez momenténea- mente. «gDeberia continuar?», pregunta Hedges al presidente Pribbenou, el cual responde: «Como usted quiera.» Hedges pre- gunta: «:Quiere usted que pare?» Pribbenow dice: «:Cudnto le quedat {Por qué no va terminando ya?» Se oyen mas gritos de

También podría gustarte

  • Taller de Ensayo Literario
    Taller de Ensayo Literario
    Documento2 páginas
    Taller de Ensayo Literario
    azotecarranza
    0% (1)
  • Cervantes Ensayista
    Cervantes Ensayista
    Documento1 página
    Cervantes Ensayista
    Alfredo Peñuelas Rivas
    Aún no hay calificaciones
  • Programa
    Programa
    Documento3 páginas
    Programa
    azotecarranza
    Aún no hay calificaciones
  • Perec
    Perec
    Documento8 páginas
    Perec
    Efren Orozco
    Aún no hay calificaciones
  • Magris
    Magris
    Documento8 páginas
    Magris
    azotecarranza
    Aún no hay calificaciones
  • Bibliografía OK
    Bibliografía OK
    Documento11 páginas
    Bibliografía OK
    azotecarranza
    100% (1)
  • Chesterton
    Chesterton
    Documento2 páginas
    Chesterton
    azotecarranza
    100% (1)
  • Italo Calvino
    Italo Calvino
    Documento7 páginas
    Italo Calvino
    tiagogarcias
    Aún no hay calificaciones
  • Georges Perec
    Georges Perec
    Documento4 páginas
    Georges Perec
    Roma Akerman
    Aún no hay calificaciones