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La puerta verde

Una noche de otoño. Un año múltiplo de 17. Ella, sola. Yo, solo. La casa sola.

Estábamos de buen rollo. Ambos dormíamos.

Habíamos comprado un coche. ¡Éramos novios!

Blanco, como los caballos de la guardia civil.

Un fleje de válvulas.

¡Bah! ¡Te cagas!

Una noche mala la tiene cualquiera. Ya era un reto que la hija del “jefe” estuviera retozando
en mi cama “de matrimonio” como los ñus en Masai Mara.

Tengo que decir, que para mí no fue mayor problema. Siempre he sido un tipo solidario. Dar al
que le falta es mi lema. ¡El que no tenga que se fastidie!

Y hablando de fastidiar, hay otros verbos. Ella me despierta a las 3:45 de la madrugada (UTC) y
me pregunta que dónde habíamos aparcado el coche. ¿Habíamos? El coche, cual propiedad
abandonada, yacía encima de la acera postrado sobre sus cuatro ruedas y sus flejes de
válvulas.

- Vamos a ver, ¿qué me estás diciendo?


- ¡Que te levantes cabrón, y aparques el coche en el garage!
- ¡Coño, que son las 3:45!
- ¡Muévete! ¡Al garage!

Yo, en el colegio, siempre fui el mejor en ortografía. Mal rollo aquella terminación.

- No me fastidies, hay otros verbos.


- ¡Tira!

Ahí estaba yo, cuarto menguante, “Rambo” en la calle, “acorralado” en mi casa, con la hija del
jefe, buscando verbos en mi cabeza, santos en quienes acordarme y esperando al @#€o
ascensor. En pijama. Con frío. De noche. Solo.

Me ¬€go en la @#€a madre que parió al ascensor. Los americanos mandando sondas
intergalácticas al coño de la Bernarda, intentando resolver los enigmas de la vida y nosotros
aquí, con el quinto pino. ¡No sabemos lo que queremos! Y el @#€o ascensor siempre
ocupado. Día, tarde y noche. He hecho hasta estudios de comportamiento de ese cabrón. Sé
lo que come, lo que mea… Siempre está ocupado. O averiado. O yo qué sé. Tiene vida propia.
A veces he llegado a pensar que los ascensores sirven para bajar o subir a tu casa por las
escaleras. Siempre en flagrante e insultante contradicción. Si el sube es porque yo bajo y al
revés.

Bajé por las @#€as escaleras y localicé el objetivo. Un Opel Corsa. Modelo Don Algodón. Don
Leches. ¡No fastidies! Aquella inconfundible parrilla de su hocico parecía reírse de mí en mi
cara.
El plan era muy simple. Para llegar al garage, o daba la vuelta a la manzana o daba marcha
atrás y cortaba camino. Yo, que soy un caballero, opté por la marcha atrás. ¡Vale, vale! ¡Que se
mantenga en silencio la galería! (A todo le buscan punta).

Imagínense: coche nuevo, la piba dando sus primeras órdenes, el @#€o ascensor ocupado, yo
dejándome avasallar. Un gusto.

Esperé a que el semáforo se pusiera en rojo y di marcha atrás. 25 metros aproximadamente.


Entonces pude enfocar aquella gigantesca puerta verde del garage.

Se habla ahora de que, en breve, entrará en vigor una nueva ley que prohíbe fumar en los
bares y lugares públicos en general. OK. ¿Y por qué dejan a la gente caminar con cholas? ¡Eso
sí está bonito!

Pues las cholas son más peligrosas que el tabaco. Hay estadísticas que afirman que si una
persona va al teatro con cholas, tiene el 65.21% de probabilidades de que no le dejen entrar
en el recinto. Por el contrario, si vas a ese mismo teatro, completamente desnudo pero
calzando zapatos de charol, la probabilidad desciende hasta un relevante 62.3467%. Esto aún
se vuelve (raramente, todo hay que decirlo) más grave si donde quieres ir es a cualquier lugar
de copas (tenemos absolutamente prohibido revelar las fuentes y los datos estadísticos, pero
sí podemos dar el dato de esperanza matemática: 5). Además, parece ser, que una
importante parte de la población que va en cholas y habla al mismo tiempo por el teléfono
móvil, tiene un 96.3647% de posibilidades de que el teléfono al cual llama u/o quiera
comunicarse, esté desconectado u/o fuera de cobertura. Item más: las personas que se bañan
en una playa rocosa con cholas, tienen una probabilidad diez veces más alta de pincharse un
pie con la púa de un erizo que los que lo hacen con botas militares y me cago en todo lo que se
menea. Es así. Y el que no lo reconozca es un reaccionario.

Marcha atrás.

Enfoqué la puerta verde del garaje.

Créanme. La chola del pie derecho cobró vida propia. La muy díscola se abalanzó sobre el
pedal del acelerador en un abrazo cuasi mortal. ¿Romeo y Julieta? ¡Un juego de niños! El
fuego. La piedra. El hierro. El bronce. La Historia Universal paseaba todos sus episodios por mis
sesos ante la inminencia del impacto.

La castaña contra la puerta fue de las de San Mateo. De esas que son grandes y no las puedes
pelar.

Post crash. Puerta verde del garaje: a tomar por saco. Coche Opel Corsa (Don Algodón): Don
Tirita.

Puerta y coche hechos una mierda. Y aquella sonrisita, otrora pícara, de la parrilla de su hocico
tornose en sutil gesto de dolor, cual cara con ceja rota de boxeador.

… Y la chola siéndome infiel con el cabrón del acelerador. Siempre supe que él me la tenía
guardada. Siempre supe que ese crápula me la guardaba. Nunca imaginé que me la pegaría
con una chola. Qué forma tan baja de pegármela. Bien mirado, chola y acelerador están a la
misma altura. ¿O no? ¡Chusmas!

Una puerta de 700 Kg en el techo del coche de la hija del jefe y mío. ¡Qué panorama!

En eso, que mi amigo Jesulín llegó con su carro hipertodoterreno. No eran horas para llegar de
ningún sitio pero no perdía nada si le pedía ayuda. ¡Mano de santo! No se le ocurrió otra cosa
que desmontar el sillón trasero (el de su hipertodoterreno con pistalicótero) y sacar el gato
hidráulico. ¡Hijo @#€a! ¿Gato? ¡Menudo trasto!

Jesulín y su gato terminaron de poner la puerta en lo más alto de mi carro. Yo trataba de


explicarle que, de lo que se trataba, era justamente de lo contrario. Santa ignorancia. En su
mirada se atisbaban un sinfín de chiribitas que ponían en línea su forma de hacer con la
atmósfera rica en Johnnie Walker que se respiraba. Al fin y al cabo, entender derecha e
izquierda, es relativamente fácil. ¿O no?

Pudimos, entre los dos, con la puerta verde. Aún no se cómo lo hicimos. La medio colocamos
de nuevo en su sitio, no sin grandísimos esfuerzos estratégico-tácticos. Estaba hecha un ocho.

Y mientras, la chola y el crápula dándose el lote.

Total, una vez terminada la maniobra, vuelta a casa.

5:00 UTC.

- ¿De dónde vienes?


- … De Venezuela ¡no jodas!
- ¿Y qué era todo ese ruido?
- … Un registro…
- ¿Y…?
- Nada. Tres kilos de coca.
- ¡Golfo!
- Tú más.
- ¡Duérmete!
- ¿En tu casa o en la mía?
- ¡No jodas!
- Hay otros verbos.

La verdad de Dios: yo no le deseo nada malo a nadie.

A la mañana siguiente no se me ocurre otra cosa que, después de varios sabrosos rones en
señal de protesta por el escándalo acontecido, contarle lo sucedido al alcahuete del barrio.
Tuve buenos profesores de química, por consiguiente no tengo ninguna disculpa. Parece que
está plenamente establecido que lo que coloca no es el ron: es el colorante que le ponen. ¡Yap,
lo sé! ¿Y el ron blanco qué? ¡Hip! Ya hablaremos de eso en otro momento. ¡Hip!

- Pues vas a tener que pagarla nueva- alcahuete dixit.


- Ponme otro (ron)
- … Y pintarla… (la puerta)
- Hip (más ron)
- ¡Que sí!
- ¡Vaya usted a la mierda, hip!
- ¡Y usted a la @#€a calle! (camarero).

Les juro que nunca le he deseado nada malo a nadie. Empecé a tener pesadillas. Soñaba como
otro Opel Corsa (no recuerdo el modelo), se saltaba la mediana de la avenida y se empotraba
con la @#€a puerta verde del garage. Se repetía la historia.

Así durante días.

Hasta que, al tercer día, mi amigo Pedro, (el hijo @#€a es bipolar y fijo está hasta el culo de
litio y Prozac) me llama a casa por el “portero automático” y me dice:
- Ji, ji, ji. Ja, ja, ja. ¡Un fulano se metió por la puerta del garage!
- ¡No jodas, Pedro!
- ¡No, si estoy solo! ¡Un fulano se metió por la puerta del garage!

Era verdad. Justo al tercer día, se metió un fulano y su Opel Corsa por la puerta verde del
garage. ¡Menuda mierda llevaba el nota! A tal velocidad, que ni siquiera le cayó la puerta
verde encima.

Su seguro se hizo cargo de los gastos: los suyos y los míos.

El que rompe viejo, paga nuevo.

Que conste: nunca he deseado nada malo a nadie.

PD: Cuidadito con las cholas: nunca se sabe que puede pasar con ellas. Lo del ron y el
colorante que le ponen es una mentirijilla piadosa. Lo que de verdad coloca es la Coca Cola
yanqui que ponemos al cubata. La estadística es un ardid matemático que se usa para engañar
a los listos. Los tontos sabemos que 2+2 es tres, más la comisión. Sed libres: usad los verbos
que os dé la gana. Las palabras que terminan en aje, eje, se escriben con j. Respecto al color de
los caballos de la Guardia Civil, ver: “Romance de la Guardia Civil española” de Federico García
Lorca. Johnnie Walker es una marca registrada. Jamás supe por qué estuvo el ascensor
ocupado aquella noche.

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