Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Hola chicos ¿ cómo va todo? Iba a introducir algunos comentarios a la encuesta que
hicisteis, pero como yo no soy ni socióloga, ni informática…creo que lo mejor es que
la tengáis en su totalidad y vosotros mismos saquéis consecuencias. El objetivo
realmente era hacer reflexionar sobre algo que nunca nos paramos a pensar que es el
hecho de cuánto, cómo , a qué, con quién y dónde jugamos. Realmente como ya
hemos comentado, creo que jugar es una actividad fundamental en nuestras vidas y
sus implicaciones y consecuencias a todos los niveles son evidentes. En pocos años
puede que seáis padres, educadores, docentes, tíos, hermanos, hijos, pacientes o
diseñadores y tengáis la responsabilidad de establecer posibilidades de juego para
todos los de vuestro alrededor, de cualquier edad, condición y sexo. Posiblemente si
nos tomamos a nosotros mismos como objeto de investigación y reflexionamos sobre
lo que determinadas prácticas ligadas al jugar han producido en nosotros, en nuestro
comportamiento, en nuestra ideología y nuestra forma de relacionarse con el mundo,
podremos actuar en consecuencia.
A decir verdad, no todo el mundo opina lo mismo y mucha gente – a lo mejor alguno
de vosotros – cree que no existe ninguna conexión entre jugar y vivir. Bien,
debatamos entonces…….yo os traigo este artículo de Elvira Lindo ( reconozco que
nunca suelo coincidir con ella y que tampoco manolito gafotas es uno de mis
personajes favoritos….)para comenzar la discusión.
1
COMENTARIOS TAREA 2
algunos pudieran considerar cursi no estaba reñido con que empezara a encontrar abusivo eso de
que fuéramos siempre las chicas las que limpiáramos la cocina. Como niña inteligente que era,
sabía muy bien distinguir entre el mundo de la ficción y el mundo real, y el hecho de que en
muchas novelas las heroínas buscaran la felicidad a través del casamiento no había convertido eso
en el objetivo de mi vida. En mi adolescencia me hice joven revolucionaria y me propuse leer
algunos ensayos de pedagogía, sexualidad, psicología. Como resultado de estas lecturas llegué a
la conclusión de que había sido una niña antigua y masacrada por la cultura reaccionaria. Una
niña de vergüenza ajena. Según el retrato robot de estos estremecedores ensayos, la niña
inteligente era la que optaba por los juegos de acción, prefería jugar con automóviles en vez de
con muñecas, no quería ser princesa y se masturbaba desde que tenía uso de razón porque de lo
inteligente que era antes de saber dónde estaba Leningrado esa niña ya se tenía localizado el
clítoris. Yo hubiera seguido jugando con muñecas hasta tener un niño real entre mis brazos, pero
ni por asomo deseaba ser una joven carca. Por fortuna, fui madre jovencísima y, aunque era la
época en que se decía que el instinto maternal era una construcción cultural impuesta, yo vivía en
secreto mi instinto, mi brutal instinto, era como la loba con su cachorro. Cuando llegó el momento
de leerle a la criatura cuentos yo ya me estaba librando, por fortuna, de esa idea de que todo juego
y todo cuento han de ser pedagógicos y cumplir estrictas reglas morales. Al niño le gustaban
monstruos espantosos, pero la mejor manera de tenerlo encandilado era contarle un cuento
clásico. Dada mi experiencia como madre primero y como escritora de cuentos después, me
gustaría, en algún momento, ser escuchada por quienes creen que para cambiar la realidad tienen
que emplear las tijeras de podar en la literatura infantil. ¿Por qué hay que tener menos respeto a
la Cenicienta que a las novelas de Jane Austen, que al fin y al cabo tratan de lo mismo, de
mujeres que luchan por salir de una vida miserable gracias al amor y al matrimonio? Los que
hayan leído la Cenicienta a un niño se darán cuenta de que el crío no se pone de lado del príncipe
por el hecho de ser un varón; el niño, como cualquier lector, se identifica con la protagonista, con
la Cenicienta. Igual que las niñas se identifican con el superhéroe. Los niños van siempre con el
protagonista, sea del género que sea. Por Dios. Es de cajón. Los cuentos clásicos están hechos de
acero, han soportado el paso del tiempo, adiestran al niño en las emociones puras: el amor, el
abandono, la pena, el ansia de superación y el triunfo del inteligente contra el bruto. ¿Qué tendrá
que ver eso con la violencia de género o la perpetuación de los roles? Siendo autora de cuentos he
sufrido muchas veces la falta de respeto que se le tiene a la literatura infantil, pero ya esto de
querer meter cuchara en los cuentos clásicos me parece, sobre todo, trasnochado. Añadiría algo
más: tengan un poco más de respeto por los juegos de niñas. Que jugar a casitas, a mamás o leer
historias de amor no nos hace ni tontas, ni putas, ni sumisas. ¡Sumisa yo!
De paso. Os meto esta otra lectura de Rosa montero, que también de alguna
manera tiene que ver.
2
COMENTARIOS TAREA 2
Ni coja ni madre
ROSA MONTERO 02/07/2006
Se da la circunstancia de que no tengo hijos. Si fuera un hombre, mi falta de descendencia sería
eso, una circunstancia, más o menos importante pero circunstancia al fin, una nota más en la
biografía. Pero, como soy mujer, se diría que todo en el entorno se confabula para convertirme en
una mujer sin hijos, como si por ello pertenecieras a una determinada categoría. Como si la cosa
definiera, a los ojos de los demás, toda tu vida.
Es curioso, porque de esto me estoy dando cuenta por vez primera ahora, en la edad madura. Fui
una niña a la que no le gustaban las muñecas, sino los animales de peluche. Por más que buceo en
mis memorias, no me recuerdo jamás queriendo tener niños ni jugando a las mamás. Después, al
crecer, la cosa siguió igual: ser madre no sólo no era una prioridad para mí, sino que ni siquiera
formaba parte de mi horizonte vital. Y así, sin pensar en ello, se fue pasando el tiempo del famoso
reloj biológico.
A muchas otras mujeres de mi generación les sucedió lo mismo: recordemos que hasta hace poco,
y durante bastantes años, España e Italia se han turnado en el primer puesto de los países con
menor tasa de natalidad del mundo. Ya ven, justamente España e Italia, dos países católicos, con
una fuerte influencia de la familia tradicional y una pesada herencia de machismo. Dos
sociedades, también, que han cambiado de manera vertiginosa en las últimas décadas. Es posible
que, en ambos países, un par de generaciones de mujeres hayamos crecido bajo el influjo y el
ejemplo de nuestras madres, de esas madres que vivieron todavía en el sexismo del mundo
tradicional pero que vieron llegar los cambios del mundo nuevo, y que educaron a sus hijas
soplando en sus oídos un susurro poderoso de protesta: no te cases, no tengas hijos, sé libre por
mí.
Sea por esto o por lo que sea (verdaderamente no lo sé), el caso es que ser madre no formó parte
del plan de mi vida. Lo cual sin duda me hizo perder una experiencia muy importante. Pero es que
vivir es escoger, es elegir unas opciones y rechazar otras, de manera que siempre es inevitable
perder (y ganar) algo. Lo que me consta, por experiencia propia y porque lo he visto en otras
personas, es que el hecho de ser madre no es la experiencia esencial y constitutiva de la existencia
femenina.
Todo esto lo he tenido siempre claro, pero el caso es que ahora, en los últimos años, me estoy
dando cuenta de que a las mujeres nos preguntan todo el rato si tenemos hijos. Por ejemplo,
muchos periodistas, al entrevistarme, me plantean si he sacrificado la maternidad a mi carrera.
Increíble cuestión que jamás cruzó por mi cabeza. Yo no siento que haya sacrificado nada por mi
profesión (aparte del mayor o menor sacrificio que siempre es trabajar), y eso menos que nada.
Por otra parte, no veo la necesidad objetiva de hacerlo; muchas escritoras estupendas han sido
madres, como Ana María Matute, Carmen Martín Gaite, Josefina Aldecoa, Elvira Lindo,
Montserrat Roig o Nuria Amat, por citar tan sólo unas cuantas autoras españolas, y no creo que
ello haya supuesto merma alguna en su obra. Y no se trata sólo de los periodistas: cada vez que
conoces a alguien, sea hombre o mujer, el asunto suele aparecer al poco rato. Desde luego, estas
preguntas no se les plantean habitualmente a los varones.
Antes, de joven, contestar una y otra vez no me molestaba. Pero desde que he alcanzado cierta
edad, una edad digamos irreversible (ya no tengo hijos ni tendré), he empezado a advertir que,
cuando respondo que no, una especie de incomodidad flota en el aire, como si los interlocutores
sintieran cierto malestar por haber dicho algo inconveniente, como si tuvieran que hacer una
3
COMENTARIOS TAREA 2
especie de duelo por los hijos no tenidos de esta mujer sin hijos, como si hubieran nombrado la
cojera en la casa de un cojo. Y debo decir que ese malestar lo manifiestan tanto los hombres como
las mujeres, y que algunas de las mujeres, pobres mías, incluso añaden aturulladamente y sin venir
al caso algo como: no importa, da lo mismo, sin niños se puede vivir la vida igual de bien. Con lo
cual revelan el enorme peso que siguen teniendo los modelos tradicionales en nuestra sociedad.
Cosa extraordinaria, realmente, descubrir a estas alturas de la vida que los demás te consideran
coja porque no eres madre.
Mi necesidad de trabajar con las muñecas se tornó evidente cuando uno llama cuando yo tenía seis
años de edad. Como un niño que llegó a ser dolorosamente consciente y consternado por la
mediocridad y el aburrimiento sin inspiración de las muñecas de producción masiva. Esta
profunda frustración, junto con mi sensibilidad natural que me inspiró a crear mi propias
muñecas, adaptada a mis propias ideas de la belleza femenina. Un punto de particular interés para
mí fue no sólo la articulación de la vida-como la del cuerpo, sino también el equilibrio entre una
hermosa forma delicada y una función extraordinaria de una muñeca.
Al principio, sólo quería tener hermosos juguetes para jugar con un cambio, pero pronto, mi deseo
de hacer muñecos se desarrolló en su propia pasión por su propio bien, y cuando yo tenía diez
años ya no me preocupaba por jugar con lo que hice, porque el diseño y la construcción de ellas se
convirtió en el más desafiante, interesante y entretenido juego de todos.
A pesar de que comenzó a vender mis muñecas de papel primero articulado a mis compañeros en
el quinto grado, no tomar la decisión de comprometerse con una carrera de la muñeca haciendo
hasta que me veinticuatro años de edad y con 3 años de lucha de escuelas de arte en mi haber.
Sorprendentemente fue mi entrenamiento arte conceptual en el Instituto de Emily Carr del arte y el
diseño que influyó en esta elección, determinar la dirección y las cualidades estilísticas de mi
trabajo en su forma actual.
Cuando necesitaba para llegar a la marca para dar mis muñecas, una identidad, me decidí a
nombre después de ficción Paul Gallico, historia corta llamada "Enchanted Doll", donde una
joven mujer crea muñecos con tanto amor que la gente encantar al principio la vista con sus
4
COMENTARIOS TAREA 2
convincentes, delicada belleza, realista.
5
COMENTARIOS TAREA 2
6
COMENTARIOS TAREA 2
7
COMENTARIOS TAREA 2
8
COMENTARIOS TAREA 2
9
COMENTARIOS TAREA 2
10
COMENTARIOS TAREA 2
11
COMENTARIOS TAREA 2
12
COMENTARIOS TAREA 2
13
COMENTARIOS TAREA 2
14
COMENTARIOS TAREA 2
15
COMENTARIOS TAREA 2
16
COMENTARIOS TAREA 2
17
COMENTARIOS TAREA 2
18
COMENTARIOS TAREA 2
19
COMENTARIOS TAREA 2
20
COMENTARIOS TAREA 2
21
COMENTARIOS TAREA 2
22
COMENTARIOS TAREA 2
23
COMENTARIOS TAREA 2
24
COMENTARIOS TAREA 2
25
COMENTARIOS TAREA 2
26
COMENTARIOS TAREA 2
27
COMENTARIOS TAREA 2
De cualquier manera como con haber hecho la tarea es más que suficiente,
podemos comentar algunas cosas :
El montaje de Carlos es una guarrada! ….ja,ja pero tiene muchas más lecturas
además de la evidente (fachada poco técnica y poco industrial, etc) y además
muestra un Carlos muy especial y que disfruta en su realidad : tu gato da
miedo, por cierto. También Javier que quiere ser “ingeniero” hace sonreir
aunque ¿????
Las fotos de Ruben ( si son tuyas) son muy buenas. Tienen un aire publicitario
que podrás aplicar en otra tarea aunque no entiendo el
mensaje………..tambien son buenda las imágenes superpuestas de Alicia,
28
COMENTARIOS TAREA 2
En algunos trabajos aparecen relaciones dignas de consideración para
desarrollar posteriormente: es el caso de Naturaleza-civilización de Guillermo
y Realidad – ficción de Laura.
29