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EVOLUCION CONSCIENTE

El mundo de las creencias es uno de los factores determinantes en la


conformación mental y física de lo que observamos. Los sentidos se convierten
en intérpretes y traductores de eventos que en gran medida han de depender
de estas creencias.

Uno de los grandes peligros es la separación, por tradición, de creencias de


nuestra realidad espiritual de nuestra realidad corporal. Esto implica que la vida
estará sujeta a las creencias de un reino del que este mundo no participa. Un
reino soñado, distante, que ha de añorarse y ser valorado por encima de todo
condicionamiento mental y encarcelamiento físico.

Desde el nacimiento tenemos vislumbres maravillosas de otros mundos, y


percibimos los errores humanos como una clara visión de que todo tiene
solución. No nos dejamos convencer de los hechos abominables, de las frases
repetidas y sermones sin sabiduría. Aquellos que nos dicen:. Que siempre la
vida ha sido la misma. Contemplamos la ambigüedad en cada frase y la
ruidosa fuerza que insiste en nuestro convencimiento. Desde aquí, sentimos
una posibilidad abierta e infinita que va abriendo los vórtices de nuestro
corazón.

Emprendemos una revisión consciente de errores en los procesos de


pensamientos que nos han marcado la vida. Y con gran espanto, encontramos
que no hay nada de verdadero valor en nuestras afanadas creencias. Que
nuestra verdad fue sepultada desde nuestra más pequeña infancia y que ahora
yace oculta en lo más profundo de nuestro corazón. Una verdad de valor
indescifrable, hermosa y luminosa como el infinito plasmado de estrellas.

A través del poder transformador que nos pertenece por derecho natural,
vamos construyendo nuestro pensamiento, elevando nuestra energía espiritual
y desentrañando todos los misterios de la vida y la muerte. Dos caras gemelas
de una misma realidad. Comprendemos como los errores nos conducen a mas
errores y los aciertos a mas verdades. Por ejemplo, nos vemos a nosotras
mismas como madres fracasadas, porque no somos capaces de poner en
práctica las verdades que sostienen nuestra esencia y aliento sagrado. Nos
dejamos arrastrar por el tedio de la normalidad y profesionalidad, construyendo
quejas y desaliento a nuestro alrededor.

Una situación no solo triste, sino degradante, pues su efecto es desbastador


para las pequeñas criaturas que dependen del buen juicio de sus padres, para
su supervivencia, desarrollo y felicidad. Y está claro para la mayor parte de los
padres y las madres que habitamos este hermoso planeta, que somos los
responsables de su salud mental y espiritual. Por tanto, de no ser posible para
nosotros hacer el trabajo correcto y eficaz, nos es correcto entonces, buscar
ayuda que nos guíen, y comprender que la medicina es un proceso que nos
enseña procedimientos de auto curación, mediante nuestra propia energía.

La responsabilidad de nosotros los padres, es asegurarnos que estamos en


búsqueda de procedimientos justos, naturales, armónicos. Y que estos
procedimientos no son limitados, que existen infinidad de procesos adecuados
para cada situación. Debemos por tanto exigir al profesional en cuestión, una
comprensión integral de su desarrollo y consciencia.

La evolución humana depende de nuestra capacidad de armonía interna, de


nuestro desarrollo espiritual e integral, y de todos los proceso de la vida.
Dejarnos llevar por una autoridad externa que solo responde a esquemas de
libros y frases memorizadas sin coherencia alguna, contraponiendo la salud y
la espiritualidad, es el mayor crimen de nuestra humanidad. Estos individuos,
profesionales de la medicina, que se creen los dioses de la tierra y que se
hacen llamar humanos, son en si nuestro retroceso en nuestra evolución
consciente.

Es aquí donde plantamos nuestra semilla de vida, de esperanza y de fe. Es


ahora que debemos estar unidos y no descansar hasta ver realidad los deseos
ocultos de nuestro corazón. La libertad es esencia natural, los niños no son un
trofeo de orgullo y vanidad, tampoco son máquinas frívolas como en las que
casi nos convertimos. Ellos son seres divinos, lo creamos o no, todas las
escrituras sagradas hablan de ello, entonces porque lo tratamos como
máquinas, desestimando su juicio y valor integral.

La religión, la ciencia y los sistemas políticos y educativos, se burlan


constantemente de la humanidad. La tecnología es ahora su nuevo vehículo de
engaño e ilusión. Amasando fortuna a base de corrupción y apego a lo
material. Idolatrando personas y objetos, creando vulnerabilidad y soledad, en
una dimensión cada vez más esquizofrénica.

La ausencia de sabiduría se manifiesta a plenitud en esta absorción de


creencias por osmosis colectiva de las tradiciones sociales o religiosas, sin un
pensamiento reflexivo, sin una evaluación consciente de las implicaciones de
no tomar la acción adecuada. El otorgar poder a la palabra de los “otros u
otras” que reclaman ser cuasi dioses es una irresponsabilidad crasa. Un error
en tantos casos, cuyas consecuencias, repito, las han de sufrir aquellos que
dependen de nuestro buen criterio.

El Dios que conozco no ama a unos más que a otros, no tiene hijos ni hijas
preferidas, ni es excluyente. Toda la existencia participa de la riqueza de la
creación, no depende de criterios limitados por la ignorancia.
El Dios que conozco acepta la duda como algo natural, sin embargo busca
trascender y encontrar en su interior la verdad y el amor real.
El Dios que conozco es humano, pero no está condicionado a la obediencia
ciega para rendirle cuentas a ningún ser superior, porque eso impediría que no
podamos conocerlo en nuestro interior.
El Dios que conozco busca la verdad incesantemente, más allá del aire, del
aliento, de la luz, más allá del pensamiento y la palabra.
El Dios que conozco permite la expresión de la libertad, de lo diverso y nos da
conforme a nuestra voluntad infinita.

El Dios que conozco nos protege, nos guía, nos ama infinitamente y jamás nos
abandonaría.
El encuentro con este Dios nace en nuestro interior, se desplaza como el
viento, y se expande con la verdad, haciendo florecer nuestros átomos como
soles de incandescente belleza.

El Dios que conozco lo veo en cada instante, en cada sonrisa, en cada color,
en cada movimiento de esencia espiritual.

Kahlil Gibrán - Tus hijos no son tus hijos

Tus hijos no son tus hijos,


son hijos e hijas de la vida
deseosa de sí misma.
No vienen de ti, sino a través de ti
y aunque estén contigo
no te pertenecen.

Puedes darles tu amor,


pero no tus pensamientos, pues,
ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes abrigar sus cuerpos,
pero no sus almas, porque ellas,
viven en la casa del mañana,
que no puedes visitar
ni siquiera en sueños.

Puedes esforzarte en ser como ellos,


pero no procures hacerlos semejantes a ti
porque la vida no retrocede,
ni se detiene en el ayer.

Tú eres el arco del cual, tus hijos


como flechas vivas son lanzados.
Deja que la inclinación
en tu mano de arquero
sea para la felicidad.

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