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La perspectiva de la Ecología del Comportamiento

La Ecología del Comportamiento propugna una aproximación fundamentada empíricamente a


este ámbito de estudio, la incorporación de metodologías más ecológicas (por ejemplo
sustituir las imágenes estáticas normalmente utilizadas por secuencias que permitan evaluar la
dinámica de la conducta facial) y el análisis de la influencia de un amplio abanico de variables
contextuales (Russell, Bachorowski y Fernandez-Dols, 2003). Desde nuestro punto de vista,
resulta plausible que los patrones faciales hayan surgido más que como formas inespecíficas
de comunicación, como tácticas público-dependientes, cuya función primordial radique en
influir en la conducta del destinatario de manera que de ello se derive algún tipo de beneficio
para el emisor.

La tradición cognitivista

También William James puede considerarse el primer referente de esta tradición. En este
marco, la principal contribución de James fue la de promover el cambio de una aproximación
de procesos que hoy vuelve a reivindicarse. Aún así, cabe no olvidar que la propuesta de James
enfatiza las relaciones entre las vivencia emocional consciente y la activación fisiológica
periférica, un énfasis que ha inspirado a los modelos que se centran en el análisis del rol del
feedback visceral, somático o facial, en el origen de la experiencia emocional.

Los modelos de la tradición bifactorial

La aparición de esta tradición teórica se debe, al menos en parte, al fracaso de los modelos
unidimensionales basados en el concepto de arousal o activación inespecíficos. De hecho, la
teoría bifactorial parece solucionar la cuestión de la inespecifidad de la activación sugiriendo la
necesidad de una segunda etapa, que determinaría la cualidad de la emoción a partir de una
valoración cognitiva de dicha activación en su contexto. Es esta dimensión cualitativa la que
hace posible la experiencia emocional.
La cognición determina la emoción, aunque la activación somática siga siendo necesaria.
Los modelos centrados en la valoración cognitiva (appraisal)

La investigación sobre los estados afectivos ha contribuido a poner evidencia la dimensión


cognitiva de las emociones humanas. Para las teorías del appraisal, la emoción depende
fundamentalmente de cómo se valora la activación inexplicada.

El modelo pionero y una de las teorías que más han influido en el ulterior desarrollo de la
psicología de la emoción, es la aproximación de Arnold (1960). Según esta autor, primero se
da una valoración intuitiva e involuntaria que califica los estímulos, percibidos o imaginados,
como positivos o negativos. Dicha valoración tiene un componente motivacional, dado que
puede inducir una tendencia a la acción (y los ajustes fisiológicos necesarios) que, si resulta
suficientemente intensa, genera el fenómeno emocional. El sentimiento, entendido como
experiencia consciente, surge en cambio de la valoración del estimulo previamente percibido,
así como de la activación fisiológica experimentada. Arnold también estudio las bases
neurofisiológicas de la emoción, analizando su congruencia con el modelo propuesto.

Richard Lazarus: valoraciones, revelaciones y capacidad de afrontamiento

Lazarus defiende que, en lugar de darse la valoración genérica bipolar (bueno, malo) propuesta
por Arnold, se da una valoración primaria que ya en sí es específica. Según sea la valoración,
será la emoción. Así pues, evaluaciones de amenaza conducen a emociones de miedo,
evaluaciones de injusticia a emociones de rabia, evaluaciones de curiosidad a emociones de
interés, etcétera. Cada emoción implica un tipo concreto de valoración, una tendencia
especifica a la acción (poder motivacional) y una expresión particular. El número posible de
evaluaciones y, por tanto de emociones depende del conocimiento emocional del individuo y
es, en consecuencia, específico de cada uno. Del mismo modo, cambia también la forma de
actuar de cada sujeto, su manera de enfrentarse al entorno. Lazarus analiza estas estrategias
de afrontamiento (coping), sugiriendo que existen dos grandes modos de afrontar una
situación determinada: a través de la acción directa y a través de un proceso de revaloración
(reappraisal), a nivel puramente cognitivo, lo que repercute en nuestra capacidad de
afrontamiento y, por ende, también en la vivencia emocional subsiguiente.
El constructivismo de Mandler: de los esquemas inconscientes a la conciencia emocional

George Mandler concibe la emoción inmersa en el vasto contexto de la mente. En un principio,


la postura de Mandler se enmarca en la tradición bifactorial, pero paulatinamente, va
otorgando más importancia a la cognición, sobre todo a la valoración que sigue a los estímulos
que no encajan en nuestros esquemas.

Según Mandler, los aspectos fundamentales de la experiencia emocional son los siguientes.

I. La activación o arousal, que determina la dimensión intensiva de la emoción y se


produce cuando aparece una discrepancia en la percepción, la acción o el
pensamiento, es decir, cuando lo sucedido no encaja en los esquemas del
individuo a menudo inconscientes.
II. El análisis del significado o valoración cognitiva (appraisal), que aporta la cualidad
de la emoción. La experiencia emocional se origina en una interacción reciproca
entre arousal y appraisal.
III. La conciencia, que hace finalmente posible la experiencia emocional. Una vez
finalizada la valoración cognitiva se dan una serie de outputs hacia la conciencia y
hacia los programas de acción.
El modelo bioinformacional de Lang

Según Lang, las proposiciones de respuesta producen una mayor activación


psicofisiológica, lo que se traduce en un cambio más acentuado en variables como la tasa
cardiaca, la tasa respiratoria, la conductancia eléctrica de la piel, etc. Según la evidencia
experimental, también la experiencia emocional ante escenas fóbicas es más intensa
cuando se utilizan proposiciones de estimulo. Lang sostiene, además, que los sujetos que
manifiestan más reactividad fisiológica y mayor intensidad de experiencia emocional antes
de la imágenes, obtienen normalmente un mayor éxito terapéutico. Según Lang, la
emoción es un tipo de acción que, cuando se activa, se procesa como un programa motor
y, al mismo tiempo, como un programa conceptual.

El énfasis en la experiencia emocional: Frida y Barret

Entre los nuevos modelos de la experiencia emocional, destacan por su repercusión los
formulados por Frijda (2005) y Barret (2006). La idea central que subyace a estas
propuestas es que la representación mental de la emoción en un contexto o situación
específicos es un flujo de conciencia que cambia continuamente según la evolución del
afecto esencial (dimensión agradable-desagradable) y su interacción y mutua
determinación con las valoraciones realizadas. El cerebro integra y procesa continuamente
información sensorial del mundo que nos rodea, sensaciones somatoviscerales de nuestro
propio cuerpo y el conocimiento que, a través de la experiencia, hemos acumulado acerca
de los objetos y situaciones.
Las aproximaciones dimensionales

El primer gran antecedente de esta alternativa lo encontramos ya en la obra de Wundt.


Según el iluestre psicólogo de Leipzing, las emociones pueden clasificarse a partir de tres
dimensiones: placer-displacer, exitacion-tranquilidad y tensión- relajación. El principal
inconveniente del sistema dimensional de Wundt radica en el hecho de que su propuesta
no se basa en dimensiones determinadas empíricamente: de hecho, Wundt propuso esas
tres dimensiones de forma arbitraria, a partir de su criterio personal. Las tentativas
empíricas que mencionábamos han subsanado este obstáculo, aunque los modelos
dimensionales a que han dado lugar difieren notablemente. Según los modelos que se
basan en estas dos dimensiones, las emociones pueden clasificarse según sea el nivel de
activación con el que cursan y la vivencia que informa el sujeto en la dimensión agradable-
desagradable. Los resultados obtenidos indican que, de estos dos criterios de clasificación
dimensional, el de la valencia hedónica (agradable-desagradable) resulta primordial. Sin
embargo, la discriminación entre las distintas emociones a partir de este espacio
bidimensional es limitado, por lo que, con frecuencia, es preciso contar con dimensiones
adicionales.

Referencia Bibliográfica

Palmero, F., Martinez, F., (2008) Motivacion y emoción, México. Mc Graw-Hill.

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